lunes, 15 de marzo de 2010

De sueños raros y realismo soviético

Vaya por delante el hecho de que me considero una persona bastante simple, oníricamente hablado, quiero decir. Si me niegan un caramelo, soñaré con caramelos, si veo algo que me asuta en cuarto milenio, soñaré con el friki gafapasta de turno asustándome con la historia de la chica de la curva; eso cuando me acuerdo, porque casi nunca me acuerdo de lo que sueño. Lamento cuando eso me pasa, porque pienso que es cuestión de remolonear en la cama, flotar entre la vigilia y el sueño, y recordar poco a poco, pero eso, rara vez suele pasar. Suena el despertador, lo apagas, te das la vuelta, maldices un poco y, cuando te crees que han pasado dos minutos realmente han pasado quince y te levantas echando ostias... Así nadie se acuerda de nada, aunque hayas soñado con Laetitia Casta, algo que debería ser de recibo recordar, pero no. Por eso cuando me acuerdo de lo que he soñado tampoco me sorprendo mucho, incluso las lagunas que tengo sé que responden a la censura, y sólo me falta crear alguna cortinilla publicitaria cuando eso pasa. ¿Estás desnudando a alguien, la cosa comienza bien y acto seguido te encuentras subido a una bici en Central Park? ¿Es eso un cambio genial de plano? Y una mierda, censura pura y dura... Cuando eso me pasa me pregunto qué leches degeneradas estaría soñando para que mi superyo las haya censurado... Lo de la noche del sábado tampoco lo entiendo, la verdad, y dos días después le sigo dando vueltas.... ¿Por qué motivo he soñado que trabajaba en una fábrica de chips informáticos en la extinta Unión Soviética? No lo sé... La verdad. Sin embargo lo que más me extraña es por qué un enano y yo le dimos una paliza a un agente doble de la KGB, infiltrado en la fábrica, cuando un río de mujeronas rusas salían de la fábrica. Porqué el enano y yo nos ensañamos tanto con el de la KGB, puede ser hasta cierto punto explicable, pero el enano iba con traje (¿reservoir dogs?), y yo también y enla habitación en la que nos metimos parecía sacada de una película de periodístas de la Paramount de los `40, con coche clásico incluido. Cuando el enano y yo nos cansamos de darle al pobre ruso, el de la KGB se puso a tocar en trombón, un trombón enorme, y el enano se divertía intentando colarle papelitos por la abertura mientras el pobre, con toda la cara amoratada y llena de sangre, intentaba tocar una canción que no recuerdo. Después llegó alguien y nos echó una reprimenda al enano y al mí por excedernos en nuestras obligaciones, y nos encargó revisar a las trabajadoras a la salida de la fábrica para que no sacaran bajo sus pañuelos chips y luego los revendieran. Hacía frío en el sueño. Creo que era 1919 pero no puede ser. Hay lagunas en el sueño, muchas. Luego aparezco en otro sitio que no tenía nada que ver con la Unión Soviética, pero no lo recuerdo bien. Recuerdo los ojos inmensos de una rusa clavados en mí mientras la cacheaba y le pedía que se quitase el pañuelo. Esos ojos... Creo que por eso me acuerdo del sueño, porque me he despertado pensando en esos ojos... Si pienso y hago el esfuerzo sé, o creo comprender, el origen de ciertas cosas, pero aún así, estoy más desconcertado por no poder acordarme bien de todo, como si me estuviese perdiendo algo importante, una conversación, algún detalle relevante, más que por lo ilógico del mismo (que con eso siempre se cuenta...) Una pena... ¿La primavera, la luna nueva, la muñeca rusa? Me gustan los sueños que hacen que quiera volverme a dormir, inquietantes y absorventes, y vivirlos un poco más... cinco minutitos más... por eso me voy a hacer a toda costa con una camiseta como esta...

1 comentario:

evelio guzman dijo...

Muy buena esta entrada.Lo mejor es el ruso tocando el trombon.Es como una obra de teatro del absurdo.Saludos.

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