jueves, 29 de diciembre de 2011

Los inquilinos de Moonbloom


Hace mucho tiempo tuve una librería, hace mucho tiempo me propusieron que escribiese algo para el tablón de recomendaciones de la Biblioteca pública, algo tal vez extraño (un librero recomendando leer algo que, salvo padecer síndrome de Diógenes, a lo más que podía llevar era a coger prestado ese libro de la propia Biblioteca), pero me gustaba. De vez en cuando lo hacía. Mi diarrea grafológica me llevaba a sobrepasar las dimensiones de dichos textos, por lo que la directora tenía luego que cortar casi todo lo que le enviaba y dejarlo en una síntesis atractiva de cinco o seis líneas que ponía junto al resto de recomendaciones de otros usuarios. Revisando una carpeta con textos he encontrado esto que escribí sobre un libro. fue la primera reseña que hice. Se nota el diletantismo a la legua, mezclado con un lastimero empeño por inocular la necesidad de poseer ese libro además de necesitar leerlo; es decir, pecados de un autónomo librero novato y asustado con poca visión comercial. Recuerdo que el libro se lo vendí a un amigo (grandioso amigo) que vino de Madrid a ver la librería y ya no lo volví a reponer; nadie me lo pidió nunca, y eso que dicha reseña estuvo colgada en la Biblioteca varios meses. Si se puede decir que uno es capaz de echar d emenos un libro, lo digo ahora. Iré a la biblioteca a pedirlo, a acunarlo y acariciarlo mientras leo hojas al azar... Siendo sincero, tal vez el estilo despegado y casi de entomólogo haga navegar al libro en aguas demasiado calmas tras un principio prometedor en su meridiano, sosiego que se olvida en unos capítulos finales gloriosos, de hecho a pesar de los años sigo recordando vívamente esas páginas. Valga este texto como homenaje a esa librería que regenté y se me escapó de las manos este año que acaba. Según información incrustada, el archivo se creó el 11 de 03 del 2007. Corto y pego tal cual lo envié en su día... La Pecera, glorioso lugar...



LA PECERA RECOMIENDA:                    Los inquilinos de Moonbloom
Autor: Edward Lewis Wallant.
Ed. Libros del Asteroide


Es difícil de explicar para un librero cómo a veces, perdiendo el tiempo navegando en internet buscando novedades interesantes y libros perdidos, encuentra novelas que se atreve a pedir, a sabiendas de que acabarán en la correspondiente balda (literatura extranjera, W) solamente por leer una encendida recomendación de dicho libro (del cuál no sabíamos nada de nada, ni del autor). Se podría decir que la realidad se pliega de manera extraña, la literatura llama a la literatura, las palabras se convierten en cantos mediterráneos de sirenas desconocidas. Y como guinda yo estoy escribiendo una reseña de dicho libro para que alguien, a su vez, tal vez lo lea…
Un día pedí un libro que empecé a hojear cuando recibí el pedido en el cual venía y ya no pude dejar de leer. Hoy está cogiendo polvo en la estantería de mi librería, al lado de Stephan Zweig, Jeannette Winterson y Boris Vian, entre algún otro. Pobrecitos ellos.... o no...

Wallant era miembro de esa generación de escritores judíos norteamericanos notables, como son Saúl Bellow, Philip Roth y Bernard Malamud. A pesar de tener cierto éxito en vida, un aneurisma fulminante en 1962 lo mató antes de los 40 años. Ese mismo año, además, había decidido dejar su oficio para dedicarse de lleno a escribir (aquí cabe acotar la siniestra frase de "así es la vida"). Los inquilinos de Moonbloom es una novela publicada de forma póstuma, escrita con gran sentido del humor y del absurdo, en la que un personaje fracasado, una caricatura de escritor genial, frustrado por su ocio alienante (administrador de una serie de edificios en Manhattan) y su propia indolencia bartlebiana, debe acudir a las minucias de sus inquilinos (cada cual más esperpéntico) al tiempo que mantiene informado de sus gestiones a su hermano millonario, dueño de los inmuebles, un mecenas equívoco y casi demoníaco en su omnipresencia, que sostiene económicamente a su hermano mandándolo a cumplir obligaciones mínimas como cobrar la renta, pero que, para alguien de sus desaprensivas y bohemias características, resultan auténticas odiseas. Tomar como referencia a la mitología no es gratuito, creánme, cuando a medida que leemos descubrimos la transformación de Moonbloom y su heroica y romántica empresa, uno irremediablemente piensa en la suya propia y llora, y eso, en literatura, es lo más hermoso que te puede pasar. La novela está publicada en España por Libros del Asteroide y está prologada por Rodrigo Fresán (por cierto, lean también cualquier cosa de este hombre, en serio, tal vez, junto con Roberto Bolaño, Fresán sea uno de los 5 o 10 escritores en lengua castellana más fascinantes, pero, eso sí, no se olviden a Wallant, entre muchos otros, claro).
Como dice uno de los Sanchos de este Quijote hebráico que tal vez es realmente el protagonista de esta novela: “Moonbloom, esta noche, cuando iba en el tren –dijo Sugarman tendido en la cama, con la cara como la de un santo entrado en carnes- creo que he terminado de entenderlo. Hay una Santísima Trinidad de la supervivencia que consta de Coraje, Sueños y Amor” y si esto lo dice un personaje que se gana la vida vendiendo chucherías vestido de payaso en el metro de Nueva York habrá que hacerle algo de caso.
Nota para los bibliófilos: la edición está impresa en verde esmeralda, tiene un formato vintage, mismo paperback de los años 60, y le va perfecto al libro.

viernes, 23 de diciembre de 2011

The Jayhawks. Mockingbird Time


Mezcla de la mítica portada de "Rubber Soul" de los Beatles con la propia de "Tomorrow the Green Grass" (TTGG), la imagen que presenta "Mockingbird Time" (MT) de The Jayhawks plasma todo lo que ha significado para el grupo su reactivación con la que se ha llamado "formación clásica" de The Jayhawks. Desde que el disco salió el 10 de septiembre he leído mucho sobre el mismo, pero casi de forma masoquista, porque muy poco de lo que leía me gustaba. Y no me gustaba porque todo el mundo le ponía pegas al disco; todo se resumía en "está bien pero le falta la magia de los viejos tiempos, los tiempos de Tomorrow the green grass". Venga hombre, pero si éramos cuatro gatos los que teníamos a The Jayhawks en un pedestal cuando ese disco salió (1995), al menos en este miserable país. Reconozcámoslo, en esa época pocos les hacían caso. El espejismo de los entusiastas artículos en alguna revista no quita para que siguiéramos siendo cuatro. Sí, yo me compré TTGG en vinilo, y como siempre, me importaba una mierda si eran reconocidos o no; allá la gente. Por eso me sorprendió tanto cuando una tarde de aquel verano del 95, con mis gloriosos y patéticos veintiuno, se me acercó un tío en el pueblo y me preguntó a bocajarro que le habían dicho que yo podía conocer a los Jayhawks y tener su disco, y que si lo tenía si podría gabárselo, y que a cambio él me podía grabar algo (hablamos de aquel tiempo en el cual se intercambiaban cintas); "te puedo grabar un recopilatorio de los Allman Brothers" recuerdo que me dijo. Acepté, claro, en aquel tiempo conseguir cierta mercancía era casi heróico. Aún tengo esa cinta (120 minutos de lo mejor de Dreams). Grabé ese disco para aquel guitarrista madrileño que pasaba los veranos en el pueblo, con aire condescendiente y esquivo, que tocaba con cualquiera que él considerase que merecía la pena (sobretodo con un grupo llamado Contragolpe a los que les instigaba a tocar y tocar, los cuales tenían el local de ensayo frente a la lavandería de mi padre y donde me cruzaba siempre que podía a verles y charlar un rato). Así que los Jayhawks no era cosa mía solamente; en aquellos días yo sólo compartía música con una chica llamada Belén, como si el uno fuese el apoyo moral del otro para no sentirnos tan solos en nuestros gustos; de hecho yo pensaba que era la única persona que escuchaba mi programa de radio semanal en la emisora municipal, aquel que se llamaba como este blog, donde se me iba la pinza cosa mala y que al recordar ahora me sorprende comprobar cómo podía ser tan kamikaze e inconsciente como para hacer lo que hacía convencido plenamente de que no me escuchaba ni el Tato y que simplemente era un juguete con el que podía jugar a ser locutor, como Diego Manrique o Juan de Pablos, del mismo modo que hacía airguitar en mi habitación. Paco Pérez Brian ponía casi todos los fines de semana "Bad Time" en "de 4 a 3", pero yo, en mi candorosa ingenuidad, seguía pensando que las canciones de Louris y Olson no le importaban a nadie. Luego pasó lo que pasó, Olson dejó el grupo y Louris siguió creando joyas (por mucho que "Salvation Blues" de Mark Olson sea increible -ideado como un libro de poemas, presentado como un libro de poemas, con sello de la biblioteca del condado de San Bernardino-, The Jayhawks sin él tuvieron entidad propia), MondoSonoro los trajo por primera vez y, en lo que parecía ser el acontecimiento musical del año, comprobé que una sala Heineken a reventar servía para juntar a los cuatro gatos que siempre somos. Años, muchos años después The Jayhawks se juntan con Olson y como setas salen blogs y periodistas hablando de Tomorrow the green grass como si en su época hubiese sido el Sgt. Peppers y todo dios los adorara y la magia se hubiese perdido... Repito, pero si allí estábamos cuatro gatos... Esta última frase no es un alegato chovinista de "yo los vi primero", más bien al reves, es más un "¿pero qué coño le pasa al mundo que a un disco como Mockingbird Time hasta los cuatro gatos y los diletantes le ponen pegas?". Sólo hay que escucharlo... por favor... Sigo sin entenderlo... Por eso no he escrito nada hasta ahora, hasta que se han dado un par de conjunciones estelares de esas en las que uno se fija para justificar sus manías. Una: el disco por fin me ha llegado físicamente, con dos canciones más, un documental y cuatro canciones en dvd (nada que no hubiera visto en youtube, pero sigo siendo un fetichista y la música para mí sigue teniendo un correlato físico; la carestía monetaria me hace ser más selectivo, pero igual de enfermo (porque en estos tiempos decir esto es asumir que eres un enfermo, ¿no?). Dos: He leído en Megamelómanos algo que ojalá hubiese escrito yo mismo. Tres: Fue el propio autor de Megamelómanos el que hace meses, al escribir sobre Tomorrow the Green Grass, me hizo recordar  un montón de cosas que tengo relacionadas con ese grupo. Mockingbird Time es una autentica joya, hermosa hasta el dolor y luminosa hasta el entusiasmo más embriagador. Ponerle pegas es como decir que "La habitación" de Van Gogh tiene demasiado azul y no es tan fresco como "Noche estrellada" o que a la segunda temporada de The Wire le falta ritmo, o que Bolaño está sobrevalorado (que sí, yo lo he oído), es decir, como decía mi abuela, "hablar por no callar". Hay obras de arte que no necesitan ser diseccionadas a la búsqueda de sus puntos débiles en lugar de intentar entenderlas y disfrutarlas, porque no hace falta, eso las emponzoña, las rebaja, quizá porque somos unos gilipollas y es más entendible un mundo tan mediocre como nosotros antes que un mundo que nos hace ver lo vulgares que somos. The Jayhawks deberían ser patrimonio de la humanidad, como Love, como CSN&Y, como Joni Mitchell, como... pero no se comieron una mierda, tal vez sí una pequeña, pero no la que deberían si el mundo fuese un mundo donde la justicia, poética y de la otra, estuviese a la orden del día y no la más triste y desalentadora mediocridad. Gary Louris ha escrito al menos diez de las canciones más hermosas de los últimos veinte años, además de otras diez firmadas con Mark Olson, pero se conforma con ser lo que es, sea eso lo que quiera que sea y que yo, aquí y ahora, no voy a intentar describir... Ahora resulta que lo que hizo Louris tras la marcha de Olson adolecía de la falta de éste (por dios santo, "Rainy Day Music"... "Sound of Lies"... "Smile"...) y cuando vuelven a trabajar juntos con Karen Grotberg, Tim O'Reagan y Marc Perlman, la cosa no llega a la magia de antaño. En serio... Cualquiera que esté interesado y se acerque a este grupo y lea lo que se puede leer por ahí pensará que MT es un disco simplemente notable que no pasa nada si no escucha y que cuando sacaron TTGG el mundo estaba realmente a sus piés y eran considerados unos genios. Paparruchas. Todo mentira. The Jayhawks sólo ha interesado a la inmensa minoría que está interesada en la música rock como algo más que entretenimiento y un disco como MT es, simple y llanamente, un disco memorable de unos músicos que deberían haber corrido mejor suerte pero que, y apuesto el lado sano de mi cabeza, hoy por hoy, tal y como se ha desarrollado todo, se ven como unos privilegiados que pueden hacer lo que han venido a hacer a este mundo de mierda, con mucho esfuerzo y nomadismo, sí, pero libres y gloriosamente bellos, firmando canciones preciosas y memorables en un mundo que ya no quiere himnos generacionales y se hunde en la fugacidad de la sobreinformación.


 

Tomorrow the green grass, en aquella cinta de casete que grabé pero que nunca le llegué a dar a la persona que me la pidió, estaba en el walkman que por las noches me ponía antes de dormir en aquella habitación de hospital durante los que han sido los días más jodidos que he pasado hasta el momento, y escuchar esas canciones aún me producen escalofríos, escuchar esas armonías vocales y esos desarrollos y esas guitarras que duelen me sigue resultando tan reconfortante como desconcertante, tan alentador como medicinal. Patalear ahora frente a lo que puedan decir cuatro, apelando a lo que suena como una infantil reclamación de derecho de pernada como parece que estoy haciendo ahora, no es más que una excusa; me sigue dando igual cuánta gente vea la grandeza de este grupo; prefiero recordar a la madre de Aitor en una de esas entradas de blog que valen cien libros y diez carreras literarias además de amistades sin sobre; prefiero recordar a Miguel y Marga, a Belén canturreando "Bad Time", de nuevo a Miguel bromeando sobre ir a la casa que Gary Louris tiene en Puerto de Santa María y llevarle un regalo tras acabar el concierto un tanto desangelado de Golden Smog en la sala el Sol en el que nos encontramos por casualidad y que un par de canciones del señor Louris solo habían levantado y hecho especial, a mi hermana pequeña dando vueltas en mi habitación mientras suena "Blue", a mí mismo mirando por la ventana de un hospital en obras y conmigo también en obras después de convencer a mi madre de que bajara a cenar algo a la cafetería, a esa enfermera que unos días antes me colocaba los cascos y pulsaba el play de aquel walkman destartado y recompuesto con cinta aislante que llevaba a todos lados (a todos lados) y que yo no podía coger porque aún no me podía mover y entendiendo que necesitaba escuchar algo que me sacara de allí por un instante. Y aquellas voces cantando para mí... no porque yo fuese algo, pues en esos momento yo sólo era un cacho de carne puesto de nuevo en marcha, sino porque ellos estaba allí tocando para mí y yo estaba alli escuchando por ellos.


Me gusta la portada de su disco, ellos reflejados en un charco en el asfalto, jugando a las sombras, como una caverna platónica, como si ellos mismo fuesen conscientes de que son un reflejo de una época quizá más gloriosa, la cual incluso va más atrás de ellos mismos, hasta Townes Van Zandt, Big Star, Gene Clark... Uno de los cinco debe haber hecho la fotografía, pero es difícil de adivinar quién. Recuerda de alguna manera a la portada de Tomorrow.., ellos, sin Tim, que entró después de manera oficial, mirando desde arriba hacia abajo, subidos a un árbol en un pantano, soriendo, esperanzadores. Desde que se fue Olson no habían vuelto a salir en un portada de manera "directa" (también está el juego de espejos en "Sound of Lies", pero de otro modo). Y ahora, quince años después, aquel grupo parece que nos quiere hacer creer que es un reflejo de sí mismo, mirando hacia abajo buscando una complicidad gremial, como los Beatles de Rubber Soul (salvo Paul, claro) pero nosotros sólo vemos su reflejo; la sensación es casi como si tú mismo fueses uno de ellos, pero todo es mentira, todo es mentira; en el fondo es como si quisieran decir que nosotros no estamos ahí y ellos sí, y que sólamente somos capaces de ver su reflejo, pero ya no a ellos. ¿Me paso si recuerdo "Las Meninas" de Velazquez, las primeras páginas de "Las palabras y las cosas" de Foucault? El juego es el mismo, ¿que esto es música popular y no alta cultura?, que os den entonces; yo me tomo esto en serio, no en vano estos cabrones me han salvado la vida. Otra de las fotos promocionales que aparecieron al principio de filtrarse el disco es igual de simbólica, ellos sentados y sus siluetas pintadas en la pared con sus nombres; en un principio esa parecía que iba a ser la portada, y tampoco hubiera sido mala idea, pero esta es mejor, creo. Respecto al disco, le doy la palabra a Aitor, yo en el fondo sigo pensando lo mismo sobre la carrera de The Jayhawks, más allá de discusiones bizantinas en el foro del Azkena, quien quiera ver, que lo vea, allá él si no...

 

Extracto de Megamelómanos que, como he dicho antes, ojalá hubiese podido escribir yo:
Disco que demuestra la existencia de un ente divino por el que dar gracias a Krishna a todas horas del año para The Jayhawks por Mockingbird Time. Lo bueno que tenía este disco era que desde que se confirmó que iba a salir un nuevo disco de los Jayhawks con la formación original -Que esto no os haga un lío, los discos sin Mark Olson son también geniales- uno no estaba nervioso ni en tensión esperando a que se filtrase por internet porque ya sabías que iba a ser tan bueno que llegaría cuando tuviese que llegar, sin prisas. El disco que sacaron hace un par de años Mark Olson y Gary Louris era realmente especial, pero era demasiado, cómo decirlo, “intimista” -Aquí se ve también, ahí está Pouring Rain At Dawn-, no tenía esa vitalidad que tenían cuando se presentaban como los Jayhawks. La única duda que tenía era ésa, el si sonarían como antes o si la cosa sería más incluso más “delicada”. Y no, por suerte lo retoman donde lo dejaron. No hay que hablar de milagro porque son quienes son y que el disco sea tan maravilloso no es ninguna sorpresa. De hecho estaba tan tranquilo que ni pensaba que fuese a filtrarse tan pronto y me lo encontré de casualidad en el blog de Il Cavaliere. No pensaba escucharlo hasta que saliese, pero es que… ¡se filtro con dos meses de adelanto! El cómo me tuvo bastante intrigado. El caso es que desde el primer momento te reencuentras con ese grupo que hizo dos de los mejores discos de los 90′. Más mayores, pero igual de dulces y celestiales y maravillosos que siempre. Son los Byrds con Simon y Garfunkel, no se me ocurre una manera mejor de describirles a alguien que no los ha escuchado nunca. Son doce canciones y las doce son igual de buenas, cada una tiene personalidad propia pero podrían pasar por una sola canción, fluyen todas maravillosamente y todas tienen detalles exquisitos. No es de esos discos en los que identificas un single a la primera y tres o cuatro temas de relleno, aquí no hay de eso. La primera canción que escuchamos fue She Walks In So Many Ways, y todos nos regocijamos. Qué preciosidad de canción. Es perfecta, son dos minutos y medio tan dulces y tan perfectos que es difícil de creer lo que estás escuchando, de no preguntarte cómo era posible que esa melodía no existiese ya. Y así, todas las demás. Es un disco tan redondo que no tiene sentido ponerse a resaltar canciones sueltas. Personalmente, las que más me gustaron cuando lo escuché fueron Hey Mr. Man -Es como Ten Little Kids del Tomorrow the Green Grass, qué manera de cerrar un disco-, Tiny Arrows, Mockingbird Time, Black Eyed Susan… yo qué sé. Sólo se puede escuchar entero y en orden, no hay otra manera, tan bueno es. Para todo lo demás, Rock N’Rodri. También hay gente que ha criticado este disco, pero, qué queréis que os diga, no sé qué cojones estaban esperando.


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