miércoles, 28 de septiembre de 2011

Wilco, The whole love, en Nikochan Island

Llevo días queriendo escribir algo, lo que sea, pero la total falta de tiempo, de tiempo necesario, me lo impide. Algo sobre música sobre todo, sobre el disco de Ray Manzarek y Roy Rogers, sobre el último de The Jayhawks, sobre las Lecciones de vértigo de Josele Santiago y sobre The whole love de Wilco. Corto y pego una entrada de un blog al que soy asiduo porque, ante la idea de escribir sobre Wilco y su último disco (y la pena de no haber podido conseguir entradas para su concierto en el Circo Price, va a ser la primera vez que vienen y yo no estoy allí...) no me veo con la capacidad, no ya de decir algo más, sino de decir algo siquiera después de leerla. Gran blog y gran reseña de la que subscribo casi todas las palabras, una por una.

Publicado el viernes 9 de septiembre de 2011 por Nikochan Island

"Deeper down" y "Sonny feeling"... Ese es el único botín que yo pude extraer, exiguo a más no poder, del ahora penúltimo y camellero disco de la banda de Tweedy. Y no veas lo que me escoció el asunto (aún hay días que me acuerdo y me tengo que sentar a media nalga). Wilco son, en esa categoría nunca reconocida pero que todos entendemos avezada a la justa proporción fama/calidad: la repanocha, la apuesta más firme y el caramelo al que más le dura el sabor si hablamos de bandas yanquis surgidas en el último par de décadas. Aquí el nene tiene, en dicho espacio de tiempo y lugar, en Pearl Jam su debilidad más marcada por temas generacionales (que, quieras que no, alcancé la mayoría de edad escuchando su tripleta inicial, es lógico) y también, claro, andan los Robinson al acecho (como terceros en discordia, si, pero pese a quien pese también).

Pero Wilco, sigamos, posteriores y emergidos desde las cenizas de los folk-countrescos Uncle Tupelo -como es tan sabido-, aparecieron en mi vida cual elefante en cacharrería con "summerteeth" y el anterior "being there" bajo el sobaco (el eternamente ninguneado y primero del grupo, "A.M.", lo descubrí a posteriori)... Imposible que no me dejaran huella, vaya. Qué de puta madre los dos, qué distintos entre si: uno folk-rock de altos vuelos y otro pop de cámara con mil guiños a los good old times... Imparable que decía aquél. Wilco llegaron para quedarse, sin duda (no veas lo anchos que después íbamos por la calle los que ya apostábamos por ellos como "banda a seguir seriamente " a finales del milenio pasado). Para más leña, por no poner cojones, después vino lo que vino (ya en los dos miles), en formato de tres elepés cuya fama y renombre no merecen mayor explicación por parte de (sospecho) el lector asiduo de este bloj. De verdad que me descojono bastante cuando el personal se lia en comparativas entre dichos álbumes... Sras/es: los tres son la repera al cubo y punto (la orfebrería impagable de "YHF", la encriptación -que tampoco es tanta- enrollada de "a ghost" o la lectura de Lennon según Tweedy en "sky"... todo es un maldito escándalo en cuanto a calidad... y qué canciones en cualquiera de ellos, joder). Todo el mundo adoraba a Wilco y su manera de proceder: los puristas tenían los evidentes ecos del pasado (y ponían, religiosamente, los discos de Wilco después de los de los Who en su discoteca particular), los amantes de superventas se hacían con "el disco del año" según la publicación soplapollil de turno (y lo ponían, sin vergüenza alguna, al lado de la última bosta de U2, Coldplay o Bon Jovi), y los gafapastas sonreían a su repelente manera con los "ruiditos" que también integraban de vez en cuando en su sonido (y ponían el disco al lado de "biorcs" y "radiojetos", entre demás "fieras del rocanrol")... Y en estas, cuando todo el mundo era feliz: argh, llegó el camello.

Con lo que llegamos al principio de la entrada y justo al momento antes de empezar a valorar, por mis partes, su continuación de inminente estreno dos años después de las jorobas: "The Whole Love" (2011). Ya de entrada... aviso, warning, cuidao: evitar primeras impresiones (propias o/y ajenas). Wilco no son una banda especialmente difícil pero si merecen un cierto "empape" previo (o, si se prefiere, no son los Ramones pero tampoco Zappa desatado en pleno arranque de jam lisérgica -por mentar de lo mejor de cada barrio-) y este TWL es, en resumen, un muy buen disco que, tras dos días de escuchas compulsivas, a mí ya me ha hecho olvidar casi del todo el chasco the "Wilco (the album)". Ahora iremos a cachos (trataré de ser breve) pero, para los impacientes que no quieran seguir leyendo: quuuué siiii, haceeeedme caaaso que el dijco esta muu bieeen, no hagáis el panooooli, que después tendréis que venir de aquí un tiempo con lo de "pues, ¿sabes qué?, he recuperado el disco este en serio y la verdad es que no está nada mal y...". Qué son los Wilco, joder, no os precipitéis. Dicho queda.

Y es que es fácil hacerse un lio con "todo el amor" en su inicio. "Art of almost" es extraña, si, pero de un modo harto cerebral... Da la impresión de vender vanguardismo y modernez pero, a su vez, se antoja calculada y pre-fabricada de cojones. Espontaneidad "0 patatero" vaya, y mal que empezamos... Pero, al loro, el tema se va rearmando y se remata con un minuto de guitarreo desbocado que para los que amamos a Wilco por su acepción de banda clásica y no por los "ruiditos" nos creará cierta expectativa... Nos tenemos que petar el grano por el efecto "radiojetos" del principio para poder disfrutar de ese galope eléctrico final.

"I might"... La que ya nos conocemos todos al dedillo por ejercer de avanzadilla del disco (y que ya de entrada crea cierta bifurcación entre seguidores). Organillo sesentero en la oreja izquierda, guitarrita a juego en la derecha y, así, hacia el segundo 50 a mi ya me lleva al huerto. Además, Tweedy le roba las lentejuelas a Bolan por el camino y, como eterno fan de "sliders" y "guerreros eléctricos", yo ya como que me quedo la mar de contento con la cancioneta y, más importante, la cosa va mejorando. O eso parecía.

"Sunloathe", la primera "lenta", tiene una parte instrumental en su parte media bonita de narices (pianito de quilates, aquí), si, pero la canción en si no me merece tanto dramatismo, se me antoja algo sobreafectada y, por qué no, al pensar en cotas alcanzadas en el pasado en esta dirección, mmm... Pasa nada, llega al rescate "dawned on me" con su buen rollo y estribillo coreable. La parte central con fugaz guitarra "foxtrottera" y silbido pueden hacer pensar que "ojo, aquí hay bicho"... El tiempo (y no mucho se necesita, me temo) recompensará a esta canción en el bestiario popular "wilquero" cuando termine la tormenta de opiniones variopintas, lógicas tras el estreno. Vamos para bingo con "black moon" ... Qué lenta, qué monótona en las dos primeras escuchas y con qué poca sustancia... Qué pedazo de canción después, y que poco necesita Jeff para hacer bien lo que sabe (de ahí que a veces joda que se abuse de producción por parte del susodicho). Si hubiera aparecido en el segundo disco de "being there" nadie levantaría la mano pero, ay, sale en este...

Pero, en cualquier caso, para celebrar la mitad del disco, llegamos a "born alone" que, como ya puse en alguna otra parte, me recuerda a los Teenage Fanclub con guiños "tompettyeros" y está de cojones (ese acelerar por en medio y en la conclusión -no extraña que el bateria de wilco tenga banda propia- no tiene precio). Tras el subidón volvemos a la calma. Y es entonces cuando vemos, de alguna manera, el principal "pero" que se le va a encontrar al disco: se ha querido contentar a todos los fans (por épocas) con alguna canción suelta en vez de ofrecer algo homogéneo, como si se quisiera mostar todo el catálogo de golpe ("somo los Wilco y mirad si sabemos hacer cosas")... Los fans de siempre no tendremos problemas (un disco de "dentro hacia dentro") tras una semana de escuchas y una vez se entienda eso (y siempre y cuando no esperemos una aventura con mil variaciones pero compacta a su vez, al nivel de "YHT" o el del huevo, en cuanto a emociones).

En cualquier caso llega esa maravilla que és "open mind"... Robada directamente del básico (que no meramente "recomendable") "King of America" costelliano del 86. Chorrea talento la hija de puta de canción esta. Se rompe al fin con la temática "una rápida, una lenta" que caracteriza al elepé con la siguiente "Capitol City"... Algo así como Lennon en solitario de paseo por Broadway en otoño (incluso del brazo la china y comiendo churros, si se quiere)... Simpática (por qué no), pero con el claro handicap de quedar en el tracklist, siempre para mi, detrás de la mejor "lenta" y justo antes de la mejor "rápida": "standing O", que me tiene loco perdío (qué les costaría hacer un disco con solo canciones de este estilo y titularlo algo así como "Wilco visita la new wave/punk de 1980").

"Rising red lung" es otra pieza pausada en la linea de "black moon" que te va erosionando y venciendo por sesiones la puñetera (completa con ella tu hat-trick del disco en estas ciernes). Casi al cierre tenemos al fin la canción que da título al asunto y que ya veo que se viene destacando por buena parte del personal... y es que es bastante bonita, si, con su falsete de quita y pon y marchamo positivo. Lástima que, según lo veo, no se hayan currado un "chorrus" a la altura y se limiten a repetir el título hasta casi el final (supongo que aunque esto sea un paso hacia, de nuevo, la buena dirección ese retorcerse en el estribillo hasta hacerte llorar a lo "Jesus etc." es pedir demasiado). En cualquier caso te proyecta el estado de ánimo adecuado (bueno, se entienda) para los doce (quizá innecesarios) minutazos de "one sunday morning" donde Tweedy se despide a lo Lucky Luke en largo (larguísimo) fade out crepuscular de esos. No se entienda mal, suena muy bien, pero es que, leñe, te puedes hacer una tortilla a la francesa, zampártela, pillar un kiwi y aún te sobra tiempo para el café...

CONCLUSIÓN: muy buen elepé, sobre todo viniendo de lo que venían, que abusa (sin duda) del efecto "montaña rusa" en su sonido y durante el trayecto lo que, eso si, le aleja de sus mejores y más celebrados álbumes que gozan de una entidad ("empaque", que algunos dirían) que aquí no encontraremos. Con todo, por sistema de gota malaya, el putas te va derrotando poco a poco... Por mi, que no se corten, pueden hacer una de este calibre cada año si quieren (que el cielo ya se lo ganaron hace largo tiempo) que, y aunque alguien se referirá (sin duda) a esto como "obra menor", ese bloque central de "dawned on me" a "rising red lung" ya no me lo quita nadie. (GUZZTÓMETRO: 8/10)

Haz el cántaro y ve a la fuente...

sábado, 24 de septiembre de 2011

De mayor quiero ser Cary Grant

"Cary Grant, prototipo perfecto de Homo atlanticus: educado, pero no aburrido; moderado, pero progresista; rico, por supuesto, incluso riquísimo, pero no estirado ni mucho menos perezoso.
Hasta algunos de los más acérrimos enemigos del capitalismo, de Estados Unidos, de Hollywood, sabían separar el grano de la paja.
Cary Grant, nacido proletario y, por su fuera poco, con un nombre ridículo, Archibald Alexander Leach, había desafiado al destino con el entusiasmo de los mejores representantes de su clase. Se había negado a sí mismo como proletario, y ahora hacía soñar a millones de personas. Lo que había logrado un individuo, con más razón podía lograrlo el resto de la clase obrera.
Cary Grant era la prueba de que el progreso existía e iba en la dirección adecuada como mínimo desde el Hombre de Cromañón. El socialismo coronaría esa impresionante serie de resultados con la justicia social, la armonía entre los seres humanos y la libreración de toda energía creativa. En la sociedad sin clases, todos podrían ser Cary Grant.
Bueno, no exactamente. Esto es lo que dirían unos cuantos intelectuales. Ni a los proletarios ni a los burgueses les importaba gran cosa el materialismo histórico. Sencillamente admiraban a Cary Grant y querían ser como él."   54. Wu Ming. Random House Mondadori. (ed. debolsillo, pág 64)

Ayer visité la biblioteca de la nueva localidad donde ahora vivo y me encuentro, en ese sentido, bastante feliz. Fondo públicamente disponible, edificio avenjentado y semirruinoso, con algo de laberinto, techos bajos que te obligan a rebuscar entre las estanterías encorbado en la parte alta, colocación perfecta (literatura por países y en orden alfabético) joyas inencontrables comercialmente, bibliotecaria ediciente y educada, ediciones sudamericanas donadas por escritores nacidos en Alcázar (Corredor Matheos, Amador Palacios) cuando se conseguían libros prohibidos por Franco clandestinamente, y un aire en toda la biblioteca entre decadente y onírico. Un posible nuevo oasis, vamos. Me llevé cuatro libros, y porque no me dejaron coger más. 54 de Wu Ming fue uno de ellos, aunque ya lo había leído, un revisionado casual de Luna Nueva en un canal televisivo me hizo querer releerlo. los otros, "La guerra de las Salamandras" de Karel Capek, "Relatos de Kolymá" de Varlam Shalámov y "Antología mínima" del poeta búlgaro Nikola Vaptsarov (sí, literaruta rusa, checa y búlgara están seguidas, al fondo de un corredor para bibliotecarios de metro y medio en la zona alta, tras una escalera estrecha). Esta mañana he cogido 54 y lo he abierto al azar. El texto del comienzo ha sido mi lectura mañanera con el café en la mano. 54 es un libro río, repleto de pequeñas historias, sin protagonista porque el protagonista es todo, en el que no sólo desfilan grandes nombres, sino que también lo hacen los olvidados por la Historia, personajes derrotados en la victoria, héroes de arrabal, estrellas caídas en desgracia, tiranos alucinados, soñadores, perdedores y Cary Grant. El desencanto de la posguerra, con miles de partisanos que vieron cercenadas sus esperanzas de un futuro mejor por culpa de un capitalismo brutal que llamaron "milagro italiano". La masa como sujeto histórico, literario, tal y como hicieron antes Wu Ming cuando se llamaron Luther Blisset y escribieron la altamente recomendable novela Q. Wu Ming (el colectivo) retoma a Gramsci y su lucha por la hegemonía cultural, ese frente de masas cultural, hombres de acción, dinámicos, elegantes y altivos, portadores de una moral ferrea, la de la clase obrera. Sobervios Archibalds Alexanders Leach.
Hay más, en 54, Trieste, y la mafia, claro, perpetuo fenotipo en el devenir italiano, lleno de matones que desean empezar una nueva vida alejada de los crímenes y la extorsión. Y Tito, y Hollywood, y Cary Grant contándole a Alfred sus aventuras como espia de su majestad, andanzas que luego el truhán de Hitchcock incluirá en sus guiones, especialmente en "Con la muerte en los talones". El nombre con el que viaja Grant en misión diplomática secreta a Yugoslavia, enviado por el MI6, es George Kaplan.
La vida como una trinchera (elegante) y la literatura como un campo de batalla.


"Todos me dicen continuamente que qué vida interesante he tenido, pero a veces creo que sólo ha consistido en problemas de estómago e interpretarme a mí mismo". Cary Grant.

"Nosotros, hijos de proletarios, tenemos que alcanzar la elegancia" El mariscal Tito a un impávido Cary Grant...


más sobre Cary Grant en la wikipediaCary Grant en un blog

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Naturaleza muerta. "Los santos culpables" (de Antonio Iniesta). Óleo sobre tela

¿Cómo contar, mínimamente siquiera, algo de la vida de alguien cuando de esa persona apenas tienes datos, cuando lo que quieres contar es cómo es posible que alguien acusado de prenderle fuego a una iglesia acaba pintado en un cuadro, que a su vez acaba colgado en esa misma iglesia, representando a un cristo yacente? La vida es muy puta, y no lo digo por los reveses de los que cada cual tiene que hacerse cargo, me refiero a qué queda de ti cuando no tienes hagiógrafos que maquillen tu vida una vez que tu has muerto ni cuando la gente que te quiere edulcora tus pecados. 
Yo nunca conocí a mi abuelo materno y, ante la ausencia de información o comentarios sobre él, me fui haciendo una idea muy vaga y muy vana de él a partir de comentarios cazados al azar. Ni siquiera tras la muerte de mi abuela, recopilando entre sus cajones como un cuervo lustroso y necesitado, pude completar ese puzzle, es más, lo poco que encontré tal vez me distorsionó aún más la imagen que de él me he ido haciendo con los años.

 

Sin embargo, sin tener un motivo real, siempre he sentido cierta vinculación con ese hombre que murió cuatro años antes de que yo naciera a la edad de sesenta. El motivo, como digo, no lo sé, quizá todo comenzó al escuchar a escondidas ciertas cosas susurradas entre mi madre, mi tía, el hermano de mi abuela o mi abuela. Un niño no muy apreciado en los círculos paternos descubre en la figura del padre de su madre, al que no se le dedican comentarios en voz alta muy alagüeños y, a la vez, en voz baja algo misteriosos, una especie de fantasma cercano con el que tender puentes. Sin embargo siempre estuvo la contradicción en él, en mí y en él; y la mía no ayudaba a aclarar la suya. Ateo, condenado a muerte por "rebelión", se planteó subir a la que en el 39 era su única hija (mi tía) a un barco en Valencia con destino la Unión Soviética, acusado de prender fuego a la iglesia de Manzanares, estuvo esperando el paredón seis meses en Madrid antes de que una familia de rancio abolengo intercediera por él (de la cual mi abuela había sido sirviente y su hermano, mi tío, el hombre que siempre estuvo al lado de mi abuela y mi abuelo, y que en el año que comenzó la guerra, estudiaba pintura en Madrid gracias a su mecenazgo), conmutándose dicha pena de muerte por una cadena perpetua en un campo de concentración (de trabajo) en la sierra de Guadarrama. Allí estuvo seis años, construyendo un mausoleo infame que nunca me he atrevido a visitar. Al año de salir de allí nació mi madre. Siempre fue albañil, en una empresa militar, por un sueldo miserable, y por el cual siempre tuvo que dar las gracias. Su mujer y sus hijas fue lo único que le importó, aunque era una persona hermética y pocas veces decía algo u opinaba sobre nada. No quiso ser padrino en la boda de su hija mayor. No soportaba a la curia, pero se guardaba decirlo más allá de esas rebeliones chicas e inutilmente privadas. En su condena a muerte tras la guerra, en una sentencia escrita a máquina llena de erratas, aparece que no sólo había colaborado en el incendio de la iglesia de la Asunción de Manzanares, sino que se jactaba de ello. Mi abuela siempre dijo que eso era mentira, que eso era una acusación general que le hacían a todos los que querían fusilar y con ella se aseguraban la razón, la justicia y la moral para hacerlo. Yo hilaba todo aquello en una figura ausente y fantasmal que me llenaba de curiosidad pero de la que sabía que poco más podría conocer. Que mi abuela siempre dijera que me parecía muchísimo a él supongo que ayudó a ello.

Ahora, a pesar del tiempo, del desconocimiento, de las muertes que han acallado los puntos de fuga de la historia que pasa a traves de mí, mi abuelo y yo estamos unidos por algo que se parece más a una broma de mal gusto que a una casualidad curiosamente literaria. Él y yo estamos pintados y colgados en la iglesia del pueblo, esa que dicen que él ayudó a incendiar y que yo hace siglos que no piso por convicción y desidia. Él está representado como un Jesús yacente, yo como un querubín rollizo sujetando a una virgen que asciende beata y robusta. Ya he señalado que el hermano de mi abuela fue pintor, profesor de dibujo de la Escuela de Artes y Oficios de San Fernando durante cuarenta años. Antítesis de mi abuelo en lo concerniente a la religión, la relación entre ellos es una de las mayores lagunas de mi historia. A pesar de esa confrontación ideológico-religiosa, mi abuelo le sirvió voluntariamente de modelo todas las veces que mi tío representó a Jesucristo. Me cuesta imaginarlos a los dos, sabiendo lo que deberían saber el uno del otro, uno pintando y el otro posando. Cuando se colgó el cuadro del Cristo yacente en la iglesia de Manzanares, no sé si asistió mi abuelo a tan solemne ceremonia ni que pensó al respecto, viéndose colgado, casi desnudo y apaleado, con esa delgadez fruto de una neumonía mal curada, mostrando unas heridas que muchos de los que se las provocaron se santiguarían al verle, muerto en ese lugar, principio y fin de las cosas más sombrías de la España más triste. A veces doy vueltas y vueltas a eso y me pierdo en laberintos extraños que no logro entender y que me obsesionan sabiendo que nunca encontraré la explicación que me saque de allí.

Yo también estoy colgado en la misma iglesia, pero a diferencia de él, yo no posé voluntariamente. Yo era muy pequeño cuando se pintó ese cuadro, aunque ya había sobrepasado la edad para ser un querubín convincente alguna vez me mandaron al estudio de mi tío y él cogió apuntes de mi cara; para el cuerpo se valió de fotos viejas mías, de mis hermanas y de mis primos. Y ahí estamos todos, como angelitos inocentes, repartidos nuestros rasgos en rollizos iconos alados. Mi tío nunca quedó satisfecho con ese cuadro de la ascensión de la Virgen, pintado por obligación y hecho con cierta desidia del que hace tiempo que pinta por puro placer y sin quererlo se encuentra pintando por encargo algo para lo que sabe que ya no está tan capacitado. Sin embargo del cuadro del Cristo sí estaba contento, más de una vez me lo dijo cuando al salir de la iglesia yo lo esperaba y mascullaba que menos mal que también estaba ahí ese cuadro, pero cuando yo podía preguntarle más cosas no lo hice, y ahora miro ese cuadro y me pregunto muchas cosas, más que cuando miro a mí y a mis hermanas y primos revolotenado torpes en un cielo falsamente celestial, y me pregunto por mi abuelo, por qué pensaría, qué pensó, qué pudo sentir después de todo, y vertebrando todas esas preguntas solamente la ironía, el sarcasmo y el dudoso sentido del humor de eso que llamamos historia. Con el tiempo, y sobre todo ahora que me he armado de valor y he entrado en la iglesia a hacer la torpes fotos que atestigüan esta broma quizá macabra, la rabia, la vergüenza y lo sombrío han dado paso a cierta mueca socarrona, a casi una sonrisa malévola, a un incierto orgullo de perdedor al sentir que eso que miran algunos con devoción no son más que dos ateos fingiendo, uno ser el hijo de (un) dios y, otro, uno de sus tiernos esbirros.

martes, 6 de septiembre de 2011

El compromiso, Serguey Dovlátov.


“…Y me quedé sin empleo. Quizá debería aprender el oficio de sastre. Me he fijado: los sastres siempre están de buen humor…
-Hola, ¿qué tal?
-Ya ves, buscando trabajo.
-Hay una vacante.Diario “El guardián de la patria”. Apunta este apellido. Kashirin.
-¿Uno calvo?
-Kashirin: periodista veterano. Una persona… bastante tierna…
-La mierda – digo – también es tierna.
-¿Le conoces?
-No.
-Pero hablas… Apunta su apellido.
            Lo anoté.
-Deberías vestir como Dios manda. Mi mujer dice que si vistieras como es debido…
            Por cierto, su mujer una vez me llamó de repente y… Pero, ¡alto! Estamos entrando en una materia compleja y emocionante que nos aleja demasiado de nuestro relato.
-Cuando gane dinero vestiré mejor; me compraré un sombrero de copa…
            Saqué mis recortes de prensa. Seleccioné los que más merecían la pena.
            Kashirin no me gustó: rostro gris, humor cuartelero. Mirándome, fijo:
-Naturalmente usted será apolítico, ¿verdad?
            Asentí culpablemente. Con cándida idiotez, añadió:
-Veinte personas han optado a este puesto. Hablaban conmigo y… no volvían a aparecer. Al menos déjeme su teléfono.
            Le di el teléfono de una tintorería casualmente grabado en mi memoria.
            Ya en casa, volví a mirar los recortes. Releí algunos. Reflexioné…
            Hojas amarillentas. Diez años de mentiras y simulación. Sin embargo detrás había algunas personas, algunas conversaciones, sentimientos, realidad… No en las páginas mismas, sino por ahí, en el horizonte… Es arduo el camino de lo verdadero a la verdad.
            No se puede vadear dos veces el mismo arroyo. Pero sí se puede distinguir el fondo lleno de latas de conservas a través del agua. Y detrás de los suntuosos decorados teatrales, ver la pared de ladrillo, las sogas, el extintor y los tramoyistas ebrios. Esto lo sabe cualquiera que haya estado detrás del telón, siquiera una vez.
            Empezaremos con un breve de calderilla…”
Serguey Dovlátov. El compromiso. Ed. Ikusager.

Top Row: Felix Naftulyev, Yevgenii Rein, Oleg Vinogradov, Sergei Volf, Mikhail Belomlinsky, Yuri Mikhailov, Victoria Belomlinsky, Galya Polykova, Vladimir Gerasimov, Oleg Okhapkin, Felix Naftulyev's wife
Bottom Row: David-N. Krotov's husband, Natalia Sharymova, Julia Belomlinsky, Elena Dovlatova, Vladimir Uflyand, Dimitry Loseff, Aleksander Kushner, Mikhail Meilakh, Marianna Barsuk.
Standing: Yevgenii Goltz, Boris Semyonov, Lev Loseff, Natalia Krotova, Sergei Dovlatov, Garry Voskov, Nina Loseff, Leonid Vinogradov

Mis días se pueden explicar como noticias breves. Todo se puede reducir a noticia breve, dejar en los huesos la vida. Curiosidades sin importancia que se escriben para rellenar espacios vacíos. Libros breves que son como cofres sin fondo. Eso es “El compromiso” de Serguey Dovlátov. Un bofetón en la cara sin miramientos. Teoría periodística de cuarto trastero, espejo deforme con restos de carmín y cosmético, olor a vodka. Dovlátov, tras esa introducción escupida con calor de resaca, recupera viejos artículos suyos, que toma como excusa para contar lo que los rodeó, lo que no pudo contar, lo que rodea la vida, es decir, la carne de los huesos, la comida antes de ser digerida y convertida en detritus apestoso. Una noticia breve, o larga, da igual, la palabra, la historia, el relato de los demás, ese es el suntuoso decorado teatral. Simple y lugar común. "El compromiso" fue escrito en 1981. Son doce los compromisos que conforman esta serie de relatos acerca de sus experiencias y anécdotas en la estonia soviética, en los que ejercía de  periodista. Dovlátov se ríe, a carcajadas, se mira desde sus casi dos metros y mira a los demás, elefante en cacharrería soviética, y repite la vulgaridad de lo verdadero, que la vida no es un suntuoso decorado teatral. La verdad es todo lo que hay detrás, todos los que están detrás, la pared de ladrillo (rugoso y basto), las sogas (roídas), el extintor (vacío) y los tramoyistas ebrios (ebrios). Eso es “el compromiso”, todo lo que hay detrás. Sin embargo Dovlátov es peculiar. Por eso lo prefiero a Bukowski (por buscar otro vulgar lugar común y situarlo análogamente a alguien más reconocido), a parte de por ser ruso, lo prefiero porque ES ruso en la decadencia de la Rusia soviética. Boutade. Pero es mi impresión, mi preferencia, mi querencia por los derrotados de los derrotados. El capitalismo no se diferencia gran cosa del delirante sistema soviético. Ambos son una mierda y destrozan vidas y sí, aquí tenemos libertad (¡Para ti, Paul, la libertad es como el aire! No la percibes. Simplemente la respiras. Un pez arrojado a la orilla sí podría entenderme… Libre no es aquel que lucha contra el régimen. Tampoco el que supera el miedo. Sino aquel que no lo padece. ¿La libertad, Paul, es una función corporal! ¡Tú no puedes entenderlo! ¡Porque tú naciste libre como un pájaro! le dice un compañero periodista al capitán de un barco finés en la página 128, tras dar cuenta de varias botellas, con la excusa de una entrevista). Y allí no la tuvieron como aquí, libertad, pero allí fueron plenamente conscientes de los mecanismos represores caprichosos y delirantes del poder, y eso da miedo, tú, y mucho, pero a la vez hace que la libertad sea más poderosa, aunque esté escondida en el doble fondo de una estantería. Por eso digo que para a un profano se puede definir a Dovlátov como un Bukoswki ruso, pero por lo dicho antes, prefiero a Serguey antes que al doble de Hank, porque Dovlátov es plenamente consciente de dónde está y porqué su vida es una mierda, siempre a merced de los caprichos del poder (en occidente lo llamaríamos azar, mala suerte, destino…) "Tengo treinta y cuatro años y nunca he vivido un solo día de despreocupación. No me importaría pasar uno sin preocupaciones, insatisfacciones ni deseos". Al final, uno piensa, joder, ya no existen periodistas. Quizás nunca hayan existido. Tal vez sólo podamos encontrar empleados de propaganda de una idea u otra. Dovlátov cuenta las cosas como son, sucias, siempre en el límite, al borde de la locura, al borde de la libertad soñada y que descubre en los pliegues de las cosas pequeñas. Sin embargo Dovlátov sabe que todo es mentira, incluso él mismo, que no existe la verdad, o al menos que él no puede alcanzarla tras lo verdadero, de ahí que no deje de mostrarse como el peor de todos los personajes que hace desfilar ante nuestros ojos. Sí, todo está corrupto, el poder es infame, ilógico, movido por personas pusilánimes que se mueven por impulsos zafios que justifican gracias a un armazón teórico brutal (el comunismo), pero es que él es un borracho indecente sin solución. Incluso cuando tiene en su mano cambiar algo, prefiere beber, no para sumirse en un estado narcótico alienante, sino para no sucumbir y derrumbarse. La euforia, la hibris constante, la dinamita bajo el colchón de la calma. Más que como Bukoswki, a Dovlátov lo veo como un hijo de Bohumil Hrabal, sin la verborrea dionisíaca de éste, pero con un bisturí destripando su máquina de escribir; cuando ya no puede cortar más, encuentra su estilo. Se ríe tanto de sí mismo en su propia cara como de Stalin a la cara de un dirigente del Komsomol. Y su estilo es seco, sí, pero dotado de una efervescencia tal que nunca cae en el caos, más bien al contrario, es implacable, te sirve el tuétano sin ni siquiera el hueso, así que no preguntes por la carne. Aquí  parece que no hay chicha, pero la hay, escondida tras los destellos que, uno tras otro, aparecen  tan seguidos que uno cree estar viendo un cometa, borracho, irreverente y real. En vez de alargar el chiste, lo suelta como un disparo, y en pleno delirio sólo puedes hacer una cosa, reír. Y acto seguido te dices, esto no tiene ninguna gracia, esto es un chiste cruel, negrísimo, pero tres líneas después te encuentras riendo de nuevo. Todos están locos, todos son unos borrachos indecentes, unos tipejos poco fiables, siempre trapicheando, siempre holgazaneando; todos están al borde de la locura, rodeados de mierda, pero todos son héroes, todos son bellos, todos son hermosos.
Al final, la verdadera obra, la vida, se desarrolla entre la pared de ladrillo, las sogas, el extintor y los tramoyistas ebrios, y los suntuosos decorados son, simplemente, eso, suntuosos decorados. Entonces, claro que sólo importa la libertad, qué más podría importar si todos somos unos redomados hijos de puta, aunque unos más que otros, he ahí la pirueta final, el chiste sin gracia, la patada en los huevos. “El compromiso” es simplemente eso, una sucesión de noticias, de escenarios baratos construidos carromatos mugrientos (los diarios donde escribe se llaman “Estonia soviética”, “Vespertino de Tallín”, “La juventud estonia”), pero él, a un lado, levanta la cortina de atrás y dice, pasen, pasen por aquí y vean, ...por cierto... ¿no tendrían unos rublos sueltos para unas botellas de vodka, verdad?…


Compromiso primero.
Estonia soviética. Noviembre. 1973.
CONGRESO CIENTÍFICO. Científicos de ocho países llegaron a Tallin, sede del VII Congreso de Estudios Escandinavo-Fineses. Son especialistas de la URSS, Polonia, Hungría, RDA, Finlandia, Suecia, Dinamarca y la RFA. E congreso acogerá seis disciplinas y a más de 130 científicos: historiadores, arqueólogos, lingüistas, que presentarán sus ponencias e informes. El congreso se prolongará hasta el 16 de noviembre.


El congreso se celebró en el Instituto Politécnico. Fui, conversé. A los cinco minutos el breve estaba listo. Lo entregué en Secretariado. Aparece el redactor jefe Turonok, persona entre almibarada y amazapanada, el tipo canalla tímido. Esta vez, alterado.
-Ha cometido usted una burda falta ideológica.
-¿?
-Usted enumera los países…
-Pero, ¿no se puede?
-Se puede y se debe. La cuestión es cómo los enumera. En qué orden: Dinamarca, Finlandia, Hungría; luego: Polonia, RDA, RFA…
-Claro, por orden alfabético.
-Ése es un orden desclasado –gimotea Turonok-; pero existe un orden de hierro: los países demócratas, ¡delante!; después los neutrales; y por último los miembros del bloque capi…
-Oquéi –le digo.
            Rescribí el breve, lo entregué en Secretariado. Al día siguiente Turonok viene corriendo.
-¿Se burla usted de mí? ¡Lo hace adrede!
- ¿El qué?
-Desordenar democracias populares: pone a la RDA detrás de Hungría. ¿Ya estamos con el alfabeto? ¡Olvide esa palabra oportunista! Usted trabaja en un periódico del partido. ¡Hungría en el tercer puesto! Ahí hubo un alzamiento.
-Y con Alemania hubo una guerra.
-¡No discuta! ¿Para qué discute? ¡Esa fue la otra Alemania! ¡La otra! No entiendo, ¿quién le ha confiado…? ¡Miopía política! ¡Infantilismo moral! Plantearemos esta cuestión ante…
            Me pagaron dos rublos por el breve. Yo esperaba tres…”

 
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