domingo, 29 de septiembre de 2013

Camas pequeñas y pijamas feos

La cama me viene un poco justa. He de dormir de lado y con las piernas encogidas. No tengo suero puesto, por lo que duermo bien, la vía no me molesta, a lo sumo estiro el brazo y listo. Ayer llovió cuando anochecía. Leí mucho, me leí el cómic de “Malas Ventas” de Alex Robinson. No me hicieron ninguna prueba, pasé el día el blanco en ese sentido. Es duro estar lejos de casa. Debería haber puesto esa frase entrecomillada, parece el verso de una canción de puro ñoña. El susto también ha pasado, hay un momento en el que uno deja de pensar, dobla su voluntad como se doblan los pantalones al meterlos en el armario pequeño en la esquina de la habitación y se deja hacer. Sé lo que me pasa y sé cuál es el fin. Lo que me da miedo es el trayecto, y sobre todo qué médico se erige como “decididor” de mi paso por aquí. No debería estar aquí. No lo digo porque no lo merezca o porque haga gala de una mortificación sensiblera, no; lo digo porque es fin de semana y no me han hecho ninguna prueba y, además, yo me encuentro bien (normal en mi peculiaridad, como antes de venir por urgencias).


Veo pasar por la puerta una paciente, de unos cincuenta años; lleva en la cabeza un pañuelo de un azul más oscuro que el pijama que parece sacado de una película de los años veinte, con una extraña forma, como anudado por delante elegantemente. Sus zapatillas son rosa con lentejuelitas azules y verdes. Extraño sitio este para engalanarse. Ha amanecido bonito, entra el sol por la ventana y se escucha el ruido de una fuente en el patio interior del hospital. Me gustaría poder vestirme e ir a buscar a mi hijo para dar un paseo junto a él y su madre. Las auxiliares hablan mientras cambian las sábanas de mi cama y lavan a Trinidad (mi compañero de habitación, un campesino de 84 años con los pulmones machacados) sobre una paciente un par de habitaciones más allá, dicen que está loca, que no quiere tener a nadie más en su habitación, que le molesta la gente. Dicen que su hijo también está ingresado, en la habitación frente a la suya, y que es igual. La alta alcurnia y las ínfulas tampoco casan bien en este sitio. me ha dado por escuchar "Planet Waves" de Dylan con The Band. Me paro constantemente en "Forever young" y me acuerdo mucho de Pavel. Nunca había dormido lejos de él en su año y medio de vida. No tengo ganas de afeitarme. A ratos leo un libro que he tardado 14 años en conseguir. “Los frutos amargos del jardín de las delicias” de Monika Zgustová, una biografía de Bohumil Hrabal que editó destino en 1997 y que ni en mis años de librero pude conseguir. Hace dos semanas me saltó un aviso en mi correo, que aparecía en Iberlibro y, claro, lo compré inmediatamente; además era mi cumpleaños. Es un libro precioso, más allá de lo que yo pueda amar y admirar al personaje y a la persona Bohumil; es un libro maravillosamente escrito (imita, sin chirriar, el estilo barroco y desbocado de Hrabal) y reproduce muchos de los textos que escribió durante toda su vida, sobre todo sus primeros poemas, sus primeras intentonas. Evoca perfectamente la idea que uno (yo) se ha hecho a lo largo de los años sobre él, y la sensación de perpetua ternura y melancolía hacia su vida y sobre todo hacia la manera en la que vivió, es continua. Leo como a sorbos, como si el libro fuese una trampilla por la que meto la cabeza y me saca de aquí; como todo lo relacionado con medicinas, agujas y artilugios galénicos, la evasión es breve, no puede alargarse mucho. Me acaban de tomar la tensión. Un asco. Y eso que me acabo de levantar. Es una pelea de la que ya ando algo aburrido, esta que tenemos mi corazón y yo. Es como si tuviera un gigante bobo dentro del pecho, como Hodor de “Juego de Tronos”, es un buenazo, pero el cabrón me está destrozando y su empecinada desmesura va a acabar conmigo como me despiste. “Corazón de perro”, como el libro de Bulgakov, no casamos bien pero algo nos debemos de querer cuando la mayor parte del tiempo intentamos mantener vigente el tratado de no agresión que firmamos desde la niñez y unas fiebres reumáticas nos enemistaron para siempre.

El nuevo libro está totalmente preparado, el proyecto elaborado y enviado a los gestores de la página de Verkami, a la espera únicamente de su aprobación definitiva. Lo único que falta por mi parte es concretar con ellos la fecha del “lanzamiento” de la propuesta. Después de eso, tendré 40 días para intentar conseguir la cantidad necesaria para poder publicar el libro, que para más recochineo se titulará “Cardiopatías”. Es un título que ya lleva puesto siete años, y ya me puede dar otro amago y/o angina o como sea que llamen a esta guerra privada, que no lo cambio.


Robo la conexión del móvil de alguien para poder dar señales de vida en este mundo irreal, esta otra ventanita que, al igual que el libro sobre Hrabal, me saca un poco de aquí… Siento si hay faltas, erratas o incongruencias…

sábado, 21 de septiembre de 2013

¿Y si todo saltase por lo aires? Solicito ayuda para encontrar al autor de un texto que no reconozco

Necesito ayuda. No sé de dónde ha salido el texto que adjunto más abajo. Estaba en la carpeta de borradores, entrecomillado, y no tengo ni la más remota idea de dónde ha podido salir. Seguramente lo copié de algún libro pero no logro recordar cuál, y eso que he mirado bien. He tirado de google y tampoco he tenido suerte. Igual lo copié de algún blog una noche de medicinas e insomnio, pero copio y pego y tampoco encuentro nada. No contemplo la posibilidad de haberlo escrito yo, no reconozco esas palabras, y no doy para algo así. Me inclino a pensar que es de Henry Miller, pero hace años que no leo a Henry, aunque hace unos meses estuve releyendo párrafos subrayados del maltratado ejemplar de "Sexus" que tengo (y que compré en Granada el día de fin de año de 2002, como si con eso renovase votos con la vida, y sé que esta frase es una ñoñería, pero escribo sin mirar y no me sale otra cosa). Parece que tampoco es de Henry. Sentía la necesidad imperiosa de escribir, lo que fuese, como si con eso combatiese el dolor de cabeza que me persigue estos últimos días, y a la vez como una manera de echar por tierra la sensación de dejar pasar los días con esa indolencia y llanura pasmosa que me atormenta a la vez. Parece que todo está parado, y me siento como a la espera de que salte algo en cualquier momento, pero de momento no pasa nada; me siento en un corredor donde he llamado a todas las puerta y ninguna ha abierto aún. Luego vendrá comprender que ninguna tiene por qué abrirse siquiera, pero esa comprensión será de a poco, pues aún habrá varios días en los que seguiré esperando una respuesta, que uno vea el vaso medio vacío no significa que no tenga sed y quiera beber... Luego pasará algo, y actuaremos en consecuencia... Esta tarde tenía una frase, pero no encontraba un bolígrafo, y no podía entrar a la habitación donde podía encontrar uno; al final, he encendido el ordenador y en lo que éste ha tardado en encenderse, todo se ha ido; miento, todo no, sólo me ha dado por pensar que esa frase, esa cuerda a la que me agarraba para tomar algo de impulso, era un mierda total. Después he rebuscado algo, alguna fotografía, algún documento con un texto perdido, y tampoco ha encontrado nada. Al abrir el blog he visto en la carpeta de "borradores" este texto, y he empezado la búsqueda de su autor... Si alguien sabe algo, le estaré eternamente agradecido...

 


"Quisiera decir una cosa más. Ahora recuerdo a dónde quería llegar... a esto... me da lástima el individuo que nace escritor. Es por eso que me burlo tanto de este pájaro; trato de disuadirlo porque sé lo que le espera. Si en realidad es bueno, está arruinado. Un pintor puede vender media docena de pinturas en el año; así me dicen. Pero un escritor... vaya... si a veces le lleva diez años escribir un libro, y si es bueno, como digo, le lleva diez años más encontrar un editor, y después de eso tiene que contar por lo menos quince o veinte años para que el público lo reconozca. Es casi una vida entera para un solo libro. Y entre tanto, ¿cómo va a vivir? Bien, en general vive como un perro. Nadie emprendería esa carrera si supiera lo que le espera. Para mí todo el asunto es una locura. Digo llanamente que no vale la pena. Nunca se pensó que el arte se produjera de esa manera. El asunto es que el arte es un lujo en nuestros días. Yo podría manejarme muy bien sin leer jamás un libro o mirar una pintura. Tenemos demasiadas otras cosas; no necesitamos libros ni pinturas. La música sí; siempre se necesitará la música. Tal como yo lo veo, el mundo está perdido. Como van las cosas, no se necesita mucha inteligencia para seguir tirando. En realidad, cuanto menos inteligencia se tiene tanto mejor se está. Todo está tan previsto que ahora las cosas le llegan a uno en una fuente. No se necesita más que saber hacer algo pasablemente, se entra en un sindicato, se trabaja lo menos posible y lo jubilan a uno cuando tiene la edad. Si tuviéramos algún sentido estético no podrían soportar estar en esa estúpida rutina año tras año. El arte lo hace a uno inquieto, insatisfecho. Nuestro sistema industrial no puede permitir que  eso suceda; de manera que ofrecen algunos pequeños sustitutos suavizantes para hacer que la gente se olvide que son seres humanos. Pronto no habrá más arte, se los aseguro."

martes, 17 de septiembre de 2013

Cuando te canses de pegarte con la vida... Dos discos de Alfa, "El segundo oficio más viejo del mundo" y "Autorretrato de un hombre invisible".


Foto: Carolina Galiano

Foto: Carolina Galiano
La semana pasada me llegaron a casa dos discos de Alfa, o Alfredo F. García, antiguo líder de Le Punk y piedra angular de ese maravilloso grupo de culto que fue Buenas Noches Rose. Coincidimos hace meses gracias a Pax, su batería y amigo común, en un concierto; hablamos un poco y quedamos en enviarnos cosas, yo mi libro y él alguno de los discos que está sacando. Me ha enviado dos EP, de cinco y cuatro canciones. Escucharlos estos días, en unas condiciones propicias (ambos discos están en youtube, pero la cosa cambia escuchados en mejor calidad), me ha hecho preguntarme muchas cosas. Les estoy sacando el jugo a conciencia. Parece fácil, pero no lo es tanto. Me he acordado de cuando Ray Manzarek decía que escuchar los discos de The Doors requería cierto habito, escuchar veinte minutos, levantarse o dejar lo que se estuviera haciendo, darle la vuelta al vinilo, y escuchar otros veinte. Sólo así se podía escuchar su música, decía. De hecho, en casa, si pongo algún CD de los Doors, porque me pilla más a mano que el vinilo, no los escucho enteros, siempre acabo quitándolos al rato. Cuando los pongo en vinilo sí los escucho enteros. Todo esto viene al caso porque desde que tuve conocimiento de lo que estaba haciendo Alfa con su música (publicar cada poco tiempo un pequeño puñado de canciones) me preguntaba el porqué. Para saberlo debería preguntárselo directamente a él, cosa que espero hacer, y de paso algunas preguntas más que no vendría mal currarme para hacerle una entrevista de verdad, así que todo esto no son más que disgresiones mías sobre escuchar música. Es obvio que me encantó recibir ese paquete. Sigo pensando que regalar discos es lo mejor que se puede hacer (y libros y películas) con alguien, por lo que me gusta darle la importancia que creo que tiene. En este caso, lo primero que me agradó fue el artwork tan currado y bonito. Nada fuera de lo común, en uno prima el blanco y negro y en el otro el color algo saturado y rugoso de las noches en vela. ¿Pero 5 y 4 canciones? ¿No es eso muy poco? Quizá, pero he llegado a la conclusión, escuchándolos despacio, que no. Repasando mis últimos años de compra y descarga de discos, ha sido triste para mí reparar en que no recuerdo los títulos de las canciones de los que de veras me han gustado ni creo ser capaz tampoco de asegurar cuántas veces los he escuchado enteros y atentamente.... Me pierdo a la 8 o 9 canción, es así... No tengo el descanso cada veinte minutos, como recomendaba el añorado señor Manzarek. ¿Los discos ya no se escuchan como antes? Es muy posible que así sea. ¿Y eso es malo? En principio no, pero hay algo que no encaja y hace que sí, que sea peor que antes, es lo que tiene convertir en normal lo extraordinario, cuando uno se quita la escafandra ya no repara en el aire que respira (antes uno se ponía música y elegía qué quería escuchar, ahora está constantemente si quieres, sin parar). Yo, en mi caso y refiriéndome a mi vida melómana personal, he caído en ello sin remisión. Admito haber reculado en el pasado, a la hora de comprar algún disco, si comprobaba que el track list constaba de 9 o 10 canciones, y no 15 o 16. Y ya de las reediciones ni hablamos, era capaz de tildar de robo si el Deja Vú de CSN&Y venía únicamente con sus 10 luminosas y sublimes canciones. Para correrme a gorrazos, lo sé, pero en mi defensa diré que suena ahora mismo, en un intento de redención (y avería). Recuerdo tener en una mano la reedición de "Forever Changes" de Love con descartes, ensayos y demás y en la otra la edición normal, y me compré la que más canciones tenía... como si al no hacerlo me estuvieran timando... Y al final, cuando quiero escuchar ese disco, resulta que me pongo el vinilo (lo compré porque quería preservar mi vinilo, ya ves tú qué gilipollez más grande), aunque esté algo cascado, porque quiero que ese disco capte mi atención y no que pierda el hilo al rato... Qué triste... pero es así... y ya ni te cuento lo que significa escuchar los dichosos archivitos en mp3... Ya no es que pierda el hilo ni sepa qué canción estoy escuchando, es que el grupo en sí se disuelve y muchas veces termina quedándose en nada... Como mucho, si el disco es bueno, consigo retener las 4 o 5 primeras canciones, y esas son las que crecen, por eso los discos ahora empiezan como torpedos... Posiblemente habré dejado de prestar atención a varias decenas de discos que seguramente sean cojonudos porque el grupo ha pensado que el orden de las canciones merecía un discurso narrativo o emocional distinto al "tobogán" hoy imperante. Si ese orden está basado en una U (empieza alto, baja de intensidad y el tercio final sube) seguramente medio disco ni lo habré escuchado (se me viene a la cabeza el "West" de Lucinda Williams, el "Jupiter´s Darling" de Heart, o el "It´s not human" deThe Cubical), y ya si es de esos discos que van de menos a más ni lo cuento... ¿Con esto quiero decir que si no llego a conocer a Alfa y ha cruzar amables palabras con él, dificilmente me hubiese comprado sus discos? Tal vez, pero no quiero olvidar que me interesa todo lo que Alfa pueda hacer, pues como artista me parece indispensable y el precio de esos discos es casi ridículo (la balanza precio/canciones roza lo punible si "pasas de pasar por caja"). Como su idea es publicar un disco cada poco tiempo (a punto está de aparecer "El ocaso de los cines Luna"), seguramente yo hubiera esperado un tiempo prudencial y me hubiera hecho de golpe con todos a la vez. Me alegro de que el azar haya hecho lo que ha hecho conmigo y con su música... "El segundo oficio más antiguo del mundo" y "Autorretrato de un hombre invisible" son dos joyas que, a la espera de hacerme con el primigenio "22 de octubre" en vinilo, se pueden tomar como la cara A y la cara B de un disco que, de existir, se podría calificar de sublime. ¿Exagero? No lo creo, a las canciones me remito. ¿Ahora sería el turno de los calificativos...? Real, poético, visceral, áspero, delicado... No, prefiero bucear en el increíble poso musical que envuelve unas letras tan certeras como evocadoras en donde se adivina un duro trabajo tras ellas. Si existe un punto intermedio entre la lírica de José Ignacio Lapido y la de Quique González (ay, si éste hubiera firmado un disco con estas canciones... medio ruterío estaría aún entrempado, por no hablar de una Rolling Stone noqueada y una Efe Eme jugando al despiste para no caer en el panegírico por culpa de los prejuicios de los que hacen gala mes sí, mes no), ahí estaría Alfa.

Foto: Carolina Galiano

"Musa del viento del sur, tus hilos mueven mi rueca. Que no se amargue tu miel, que no se enfríe tu cera". Así comienza "Las rosas de Caín", blues pantanoso con el que se abre "El segundo oficio más viejo del mundo", el cual nos retrotrae directamente a los tiempos de "La danza de araña". El riff arenoso del Buzuki doblando una sangrante letanía explota con ese irrumpir de batería que sólo Pax sabe hacer tan bien y que si Levon Helm y Jim Dickinson allá donde estén la escuchan, seguro que les hace felices. Y de golpe lo vez, ves a una banda de escándalo, puliendo un legado musical que aunque no sea "nuevo" no por ello es menos vital y necesario. "El camino de regreso a casa" ralentiza el ritmo y pide que le prestes atención, descubriendo una letra sentimental y doliente, quizá sobre esa clase de amistad que el paso del tiempo se empeña en hacernos olvidar, donde la palabra amor no está de más, y donde tras el fracaso y el orgullo por un pasado glorioso se esconde un intento por tender la mano y saldar cuentas, mostrando una madurez que por fronteriza no es menos real. Si esto parece poco, escuchar acto seguido "Después de la tormenta" y "¿Cuántos soñaron contigo?" te desarman con su cadencia dylaniana justo antes del accidente de Woodstock pero con la vista puesta en Blood on the tracks ("A veces no sueno contigo, y la mañana me despierta en brazos de un dolor dormido, sumido en una nueva espera" canta en "Después de la tormenta", y "¿Cuántos soñaron contigo?" es sencillamente deliciosa, donde la cita a "Maria de la O" lejos de ser anecdótica se torna primordial, pero ese es otro tema); con unos arreglos de viento certeros y primorosos y un Hammond que se desangra mortalmente, son dos canciones soberbias. Cierra "El amor era un boomerang" y bajo la base un rock luminoso que agasaja el pulso y te deja como al propio Alfa en la foto que acompaña al libreto en esa página, con una media sonrisa, con cara de ensoñación y ojos confiados. Con espíritu de himno, Alfredo canta sentido y contenido, con cadencia de bardo resabiado que sabe algo que los demás no. Será que el amor sólo es un juego donde siempre se tiene mala mano...

Y termina el disco y uno se queda con ganas de más... Pero sólo hay una opción, volver a pulsar play y descubrir aspectos nuevos en lo que no reparamos antes o pulir el oído en unas canciones que son como una casa donde reposar. La banda base, Dani Patillas, Ignacio Khoury y Pax, es para blindarle el contrato de por vida (ojo con Khoury, Dani es todo un caballero que nunca falla, y de Pax ya está todo dicho). El día que consigan un teclista que encaje (económica y humanamente), la cosa puede ser directamente de aúpa.

Foto: Jaime Sánchez

Pero también está la opción de, habiendo escuchado veinte minutos, te levantes o dejes lo que estés haciendo y le des la vuelta al disco, pues a mí me ha dado por ver en esas cinco canciones la cara A de mi disco ideal. ¿La cara B sería entonces "Autorretrato del un hombre invisible"? Sí, hoy sí. Pero como al cd no se le puede dar la vuelta... No, en serio. Si "El segundo oficio más viejo del mundo" sentaba las bases de un camino a seguir (pero que para hablar de la historia de Alfa resulta redundante, porque es algo que lleva toda la vida haciendo), "Autorretrato de un hombre invisible" mantiene el pulso firme, pero a la vez tiene matices distintos. Abre "Euterpe" con cierto aire British, como si un denso e inspirado Ian Hunter versionara al último Tom Petty. La letra, tomando a la musa como imagen y rehén, plantea de manera genial la confesión de que la música es un destino que nunca tendrá otro fin más que su propia continuidad. "Alfa" es un blues rabioso de esos que tan bien compone Alfredo, respaldado por la banda en estado de gracia, sonando como un búfalo furioso del que Howlin´Wolf estaría orgulloso. "Afrodita" es tan densa y cadenciosa, con una atmósfera casi opresiva que es como un salto al vacío donde se busca salvaguardar la belleza a toda costa.  "Rumbo al siguiente corazón" suena como la hermana mayor de "El amor era un boomerang" pero volviendo a casa después de años mientras todo se va al garete. Impetuosa y controlada, este vals fulgurante anima a mear contra el viento, a sacar coraje y soltarle jaque mate al cenizo que jugaba al ajedrez en un acantilado filmado por Bergman, con un Miguel Herrero convertido en un Garth Hudson comandando a The Band como si supiera que es la última vez que lo fuera a hacer.


Quizá sólo sea mi deseo que estos dos Ep´s fueran un disco glorioso ; me viene a la cabeza Jimbo Mathus, el Ryan Bingham de Tomorrowland; pero esto no es EE.UU., ni siquiera es Europa, y me temo que también en esto tiene razón Alfa,en hacer las cosas como las está haciendo, en hacer su propio camino y combatir la sobreabundancia con perlas contadas lanzadas como botellas al mar cada cierto, y poco, tiempo. Me gustaría que tuviese toda la suerte del mundo, ¿qué menos se puede pedir para alguien que escribe canciones con ese nivel y que uno lleva escuchando media vida? A punto de salir "El ocaso de los cines Luna", me temo que esta vez no me lo pensaré dos veces a la hora de hacerme con él, aunque la idea de ir a la presentación el 2 de noviembre en la Sala El Sol, donde con la entrada te dan el disco, y cantar entre la gente estas canciones, se vuelve cada segundo más y más atractiva...

http://www.alfamusica.com/biografia/








martes, 10 de septiembre de 2013

De regalos increíbles y envoltorios fabulosos para vulgares cardiopatías...


Prueba de la cubierta de "Cardiopatías". Autora: Andrea Hauer Guzmán


Desayunaba mi inevitable té en la taza que el rey Nikochan me regaló inspirada en "la muñeca rusa" mientras intentaba descifrar el incesante chapurreo lleno de entonaciones límpias de Pavel hasta que he descubierto que me estaba pidiendo un libro, uno que le han regalado hace poco... "El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza"... Versión sonidos... Genial... Llegó en un paquete sin remite.. Dos libros para Pavel de parte de Aitor... No me he puse a llorar leyendo la nota que acompañaba los libros porque bastante tiene Pavel con entenderme de normal como para ponerme emocional de más; que baile a ritmo de Whitesnake mientras hacemos las camas (nos gusta mucho "Long way from home"), que me mire como si entendiese cuando le leo algo que yo acabo de leer y que me ha gustado o que medio entone "la zarzamora" a la hora del baño de tanto oírmela a mí, ya es suficiente de momento para sus tiernuras... Lástima no tener manera de agradecer estas cosas de manera inmediata... Quizá la manera de comprender del todo mi entusiasmo sea decir que no conozco a Aitor ni a Niko, que sólo nos escribimos de vez en cuando, que yo hecho de menos leer a mi Fuckin´Perry y hablar con él aunque no sepa a qué altura quedan sus ojos de mis ojos o cómo es su risa, que me gustaría dar un paseo tras quedar con Niko y conocer a Arlet, pero son cosas que no puedo... Aunque quejarme de esas cosas sea un poco pueril, pues bastante echo de menos de por sí a cierta gente como para echar raíces en una nostalgia epistolar, casi fantasmal, pero que se presupone bastante empática, con personas que no "conozco".

Por otro lado, reconozco que estoy perfectamente plegado a mi nuevo rol vital, y que éste no me permite escribir aquí lo que desearía; aunque escribir escriba lo que puedo, me diversifico y no lo hago aquí pues hace tiempo que he abandonado el rol de bloguero (como todo rol, hay unas normas, una finalidad, un ritmo y unos temas concretos, los cuales me acercarían a una especie de rana Gustavo cuando la rana Gustavo era reportera, y además dicharachera, y hablaba de cosas sin ser columninsta ni crítico ni opinador profesional), así que cada vez que me siento y abro el blog dispuesto a escribir, me pregunto, ¿"desde dónde" lo hago ahora y qué es lo que debería escribir?, porque este espacio ha crecido y me gusta escribir en él, lo lea la cantidad de gente que lo lea. De un tiempo a esta parte parece que sólo escribo sobre el libro nuevo que voy a autopublicar y reconozco que sí, que ese es un tema que me empuja a escribir aquí, que quizá sea interesado (quiero vender todos los que pueda) y tal vez triste (será por temas...), pero es lo que hay. Hay temas de los que me gustaría decir algo (libros.... discos...) y hay otros que, aunque también me gustaría, me asustan (ciertas cosas sobre la salud, por ejemplo) o sobre la paternidad desde el punto de vista que la estoy viviendo, pero no ha lugar (ni tiempo), así que me vuelco en el libro, en mi editorial de mentirijilla y en esas cosas que, aunque sólo sean potencialmente, me acercan a esa imagen que persigo y a la que me agarro como un paria sin futuro pero con conexión a internet.

Hay cosas que me pasan y de las que hago apunte mental para el blog (curioso lo que me pasa con los libros de Ricardo Menéndez Salmón, cuando llevo la mitad, desaparecen de mi vista, los pierdo, no sé dónde los dejo, y paso los días buscándolos, y a veces los encuentro y leo algo hasta perderlos otra vez y así, aunque son pequeños, temo no acabarlos nunca -en estos momento voy por tres empezados- y los mezclo y creo que todos son el mismo gran libro), pero no me pongo a hacer ninguna entrada curiosa. Veo películas que no digiero del todo pensando que si escribiera sobre ellas aquí, sabría yo mismo lo que pienso realmente ("Zacarías", la primera de Don Johnson, por ejemplo, o "El león en invierno" o la que vi ayer "Clave Omega de Sam Peckinpah, y de otras que tengo el disgusto de ver cuando me escapo al videoclub, tipo "Prometeus", la cosa está clara y tan sólo queda dilucidar si es mierda, mierda pinchá en un palo, mierda colgá de un pino o mierda seca simplemente). De música mejor no hablamos, que parezco una jukebox estropeada que va a saltos y sin coherencia y además con la memoria estropeada...

Ayer recibí la prueba de la cubierta del libro nuevo. Me encanta. Además, va perfecta con el diseño interior. Pienso que Andrea Hauer ha hecho un trabajo espectacular. Al igual que el de Iván, mi maquetador predilecto, y con el cual estoy en ese toma y daca de correos con correcciones y notas que parecen de extrema urgencia pero que sólo son puntualizaciones gramaticales y poco más. La idea a lanzar en las próximas semanas será la siguiente: Como no tengo dinero para hacer frente a la publicación de "Cardiopatías" en estos momentos, voy a intentar lo del micromecenazgo, en Verkami. Estoy ultimando el proyecto para ver si me lo aprueban y cuelgo la propuesta de la Internazional Samizdat para intentar recaudar el dinero suficiente. Como soy... bueno, como soy como soy, he pensado pedir ayuda además a Andrea para ofrecer algo más a cambio, y no solamente el libro (que como objeto he de decir que está quedando precioso; respecto a lo de dentro no me aventuro). Así que ofreceremos, además del libro: forros artesanales para dispositivos de lectura electrónicos (depende del que tenga en que lo quiera) o para libros, con la medida de "Cardiopatías" y "La muñeca rusa", estuches artesanales donde poder meter el libro y lapiceros o libretas, reproducciones de la portada (aún está por concretar en qué soporte o con qué técnica) y una edición especial del libro, en un estuche de cartón y con los cuentos (porque "Cardiopatías" es un libro de cuentos) impresos por separado y cosidos a mano. Como digo, para eso queda, poco, pero queda. Que consiga el dinero necesario para imprimir ese centenar de ejemplares que me gustaría, dependerá de muchas cosas, y de momento esa es la única manera que se me ha ocurrido.

Todas estas palabras están acompañadas por las imágenes de la prueba de la cubierta: completa desplegada, portada y trasera (con la "sinopsis que el becario de La internazional Samizdat ha escrito deprisa y corriendo) con la solapa (la solapa de la portada con mi "biografía", me la ahorro).

Y hasta aquí puedo leer. Fin de la transmisión...

Portada de "Cardiopatías. Autora: Andrea Hauer Guzmán


Trasera de la cubierta de "Cardiopatías (con solapa y sinopsis del becario). Autora: Andrea Hauer Guzmán

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