"Es 1986. El cielo nocturno de California flota silencioso y brillante, como un palacio vacío. Por las calles lejanas transitan lentamente hileras de lentejuelas, muy por debajo del cálido apartamento de Faye.
Faye Goddard y Julie Smith están en la cama de Faye. Se tumban una encima de la otra por turnos. Hacen el amor. Los gemidos de Faye tintinean como monedas contra las paredes de cristal de su apartamento en el ático.
Faye y Julie se refrescan mutuamente con toallas húmedas. Están desnudas junto a la pared de cristal y contemplan Los Ángeles a medida que unas luces tapan a otras.
Faye y Julie están en la cama, como amantes. Se felicitan mutuamente por sus cuerpos. Se quejan de la brevedad de la noche. Una y otra vez examinan, con una especie de entusiasmo infeliz, las pequeñas ignorancias que según Julie perfilan el camino hacia cualquer contacto real entre las personas. Faye dice que Julie ya le gustaba mucho antes de saber que a ella le gustaba Julie.
Consultan juntas el diccionario Oxford y examinan la entrada correspondiente a la palabra "gustar".
Se abrazan. Julie es muy pálida, lleva el pelo muy corto y de punta. La oscuridad de la sala está moteada de pedacitos de Los Ángeles que atraviesan el cristal por las noches. La oscuridad flota alrededor de ellas y se ajusta igual que el guante de un jardinero. Todo es increíblemente romántico" La niña del pelo raro. Debolsillo. David Foster Wallace.
Sé que Foster Wallace murió con el indigno señorío de la soga al cuello hace dos años, no me gusta recordar eso cada ver que cierro un libro suyo, y menos después de leer "todo es increíblemente romántico" sabiendo que no hay sarcasmo alguno en el contexto de esa frase. Me han entrado ganas de pagar, coger la bici e irme a la biblioteca pública, a tirarme la mañana leyendo en esa coqueta terraza que han habilitado con sombrillas, macetas y ruido de pájaros. A la vez me han entrado ganas de escuchar a Junkyard o John Zorn, pero tras un segundo de duda lo que realmente me hubiera apetecido escuchar ha sido a los Traveling Willburys... Pero no en plan me da igual, sino con esa necesidad imperiosa del diabético o el cardiópata; a veces me pasa, así que me he acercado a la barra con la intención de decir "¿te cobras, Errol Flint? pero antes de que pudiera abrir la boca él me ha soltado "¿te cobro, Pink Floyd?".
Hacía siglos que nadie me llamaba de esa manera. Esa frase forma parte de mi mitología popular. Durante muchos años, cuando yo era niño aún, era habitual oír por la calle "¿qué pasa, Pink Floyd? o el no menos mítico "Aaaay, Pink Floyd..." Muchos, aunque digan lo contrario, descubrimos al grupo de Roger Waters así, yo al menos sí, preguntando qué querían decir con eso cuando los macarras del pueblo se saludaban entre ellos de aquella manera, como si fuesen miembros de un club especial, y descubrías que había un grupo con ese nombre, y como tenías querencia por la simpatía en la distancia hacia esos, comúnmente tenidos por "colgaos", pues te acababas comprando un disco de los Pink Floyd. (La otra frase de mi infancia es, creo, más íntima, y me la espetaban mi madre y mi abuela cuando me agarraba uno de esos silenciosos berrinches irracionales y tiraba algo o daba un portazo... "Eh, no te pongas soviético!!" y ahí acababa todo, perplejo y confundido ante qué podía significar eso... Luego me enteré de lo que podía significar, y siempre he tenido ganas de soltárselo a alguien... Con el tiempo he llegado a pensar que era una coletilla familiar que dicha públicamente quería dar a entender que negaban lo que habían sido, sobre todo por parte mi abuelo materno, pero esto ya son paranoias mías). Así que he pagado y me he venido a la tienda, he abierto y me he puesto a escribir... No sé por qué relaciono la lectura de Foster Wallace con John Zorn, no hay ningún motivo, es más, cuando escucho a John Zorn soy incapaz de leer (salvo cuando pongo Issachar y me pregunto si tendré raíces sefarditas, lo cual no me importaría en absoluto; estar emparentado con Benito Espinosa y la rama amarga y descreída del mundo del judaísmo no estaría nada mal...). Al final ni he seguido leyendo a Foster Wallace ni he puesto a John Zorn. Caída libre... Han entrado dos clientes (¿Tienes un libro de Fernando Torres? ¿Me pones el tercero de Crepúsculo?) y después me ha llamado el de la gestoría para decirme que hacienda me devuelve 23 euros (¡¡¡¡23!!!! vivan los autónomos, en mes que viene me toca pagarles, sí o sí, mínimo, 15 veces más... qué harto estoy) ... Afortunadamente, antes de que el interruptor se volviera a apagar o la bombilla se fundiera, me ha dado tiempo a poner a los hermanos Wilburys...
Me gusta pensar que fue así... Escuchad "End of the line", ved meciéndose la silla de Roy y sonreid, pink floyds... Pinchad aquí, donde pone: "End of the line"