lunes, 31 de enero de 2011

El suave desfile de las noches en vela rodeado de peces mudos

Abro la tienda, enciendo el ordenador; mientras se cargan los programas, barro, me hago un té, elijo el disco que quiero que suene hoy lunes el primero, abro el blog y sin pensarlo mucho pincho en Nueva entrada. Suenan Wilco con Billy Bragg y, mientras tecleo, pienso que me quedan dos meses exactos de ser librero. En abril ya no seré librero. Hay muchas cosas que arreglar y entre todas ellas a veces se cuela la pregunta de qué haré con este blog. Qué mejor para escribir que voy a dejar de ser librero (y autónomo) que hacerlo mientras escuchas una canción que se llama "California Stars" pero lo malo de escuchar canciones así es que al final hacen que no puedas escribir. Parar de teclear y poner cara de tonto es lo único que se puede hacer escuchando algo así, y soñar, aunque uno odie esta palabra, por hueca, torpe y por ser el comodín de los lugares comunes. I'd like to rest my heavy head tonight, on a bed of California stars... I'd like to lay my weary bones tonight, on a bed of California stars. I'd love to feel your hand touching mine and tell me why I must keep working on. Yes, I'd give my life to lay my head tonight on a bed of California stars... I'd like to dream my troubles all away on a bed of California stars. Jump up from my starbed and make another day underneath my California stars. They hang like grapes on vines that shine. Woody Guthrie... Wilco poniendo música a letras de Woody... Descansar mi pesada cabeza en una cama de estrellas californianas...



Tarjeta de visita de un librero diletante
La librería cambia de dueño. Ser librero es un estado de ánimo (y ser librero en NY debe ser la pera entonces). Tengo dos meses para decidir qué hago con esta página, este blog, este cajón desastre totalmente impúdico que poco a poco ha ido recluyendo en un ostracismo alienante a mi libreta y mis lapiceros, que apenas salen ya de mi mochila. Seguramente recuperaré el arte de escribir a mano cuando deje de estar tanto tiempo frente al ordenador porque ya no venga a abrir la tienda que pinté yo solo, cuyas paredes cubrí de estanterías yo solo, cuyo luminoso ayudé a poner tomando a Herman Munster como santo patrón y a Moby Dick como mascota, cuando deje de venir a diario a esta librería que pronto dejará de ser mía. No me entusiasma la idea de cerrar el blog, no porque tenga como título el mismo que un negocio del cual dejaré de ser dueño, lo cual entiendo hasta cierto punto (hasta el punto de la cifra del traspaso acordado tras el regateo feroz), sino porque siempre he separado muy bien el blog de la librería, tomando como narrador/autor a un librero que es mitad sosias mitad némesis de mí mismo, jugando al despiste y escribiendo tomando como excusa la librería, no haciendo del blog un vehículo de publicidad de la misma. Mi error fue llamarla igual, pero es que al principio pensé que la librería La Pecera era yo, y yo era la Pecera, pero no, y ahora tenemos un problema, meramente nominal, pero problema al fin y al cabo.  Tengo dos meses para decidirlo, no tengo prisa. Me tomé el rescate de mis batallitas por París de hace 5 años como un paréntesis para pensar cómo volver a escribir sabiendo que mi definición como librero tenía fecha de caducidad; ha pasado la semana y no sé qué hacer aún. Una cosa sé, me siento menos atado, menos precavido, más relajado, pero a la vez tengo cierta angustia por ver cómo corto el cordón umbilical que me une a la librería sin mandar a la mierda más de dos años de dietario voluble (y que Vila-Matas me perdone).

 
No me perdono haber olvidado por completo el vídeo que una amiga hizo de la librería cuando la librería no estaba más que en mi cabeza, un día que vino a visitarme desde Madrid y le enseñé el local vacío y lleno de polvo que acababa de alquilar. Días después me envió dicho vídeo que no reparé que hacía mientras yo subía persianas y hablaba sin parar sobre lo que quería hacer y me compraba ropa que me estaba grande, cuando no sabía lo que suponía eso de ser trabajador autónomo y repetía la gracieta de que ésta era la única manera que tenía de ganarme la vida con la literatura, aunque fuese con la de otros, como si fuese una genialidad cuando en el fondo, y siendo benévolo, era hacer una victoria de lo que yo creía que era una derrota. Y de esa victoria o de esa derrota he vivido cuatro años y medio. Ahora he vuelto a ver el video; cuando ayer recordaba cómo era el local antes de que los libros lo inundaran lo recordé; Andrea lo hizo a principios de agosto del 2006. Empiezo a pensar que echaré mucho más de menos de lo que creo eso de ser librero y dueño de tu propia librería, pero sé que es la única salida para seguir...

domingo, 30 de enero de 2011

Aquel lejano viaje a parìs del 2006... VI parte, y última

Madrid, 30 de enero de 2006.
 Bonjur queridísimos parientes:
Ya estoy de vuelta sano y salvo en Carpetovetónia. En mi última misiva finalizaba mi relato de manera un tanto brusca, acto que debéis disculpar debido no sólo a cierto cansancio acumulado sino también al hecho de que Cristina y Gaél me esperaban hambrientos y atentos para cenar y no era cuestión de hacerlos esperar.


 
He de confesar que el viaje ha finalizado de manera muy grata para el que aquí os habla (con dos años sin vacaciones, grato hubiese sido ir hasta mojarme los pinreles en Ruidera) sobre todo porque ayer, después de esa cena a la que mis anfitriones me requerían, salimos a tomar y a ver París (Montmatre) por la nuit. Todo comenzó cuando nos estábamos poniendo un poco mohínos después de tan opíparo banquete que prepararon mientras yo os escribía. Cristina había trabajado a destajo durante toda la semana y apenas la habíamos visto pero decía que por lo mismo necesitaba salir; Gaél, que había vuelto del día anterior ensayando con sus colegas en la campiña, secundó la moción con su habitual amabilidad, y yo pues, ya sabéis, aunque me seguía doliendo el pie (creo que del tropezón del otro día), no estoy todos los días en Paris; así que nos calzamos las chirucas, los gorros, los guantes, las orejeras, los chalecos reflectantes, las ruedas de repuesto y los martillos pilones y cual pandilla de enanitos salimos por ahí (siendo exactos dos enanitos y Blancanieves, elegid vosotros los enanitos que podíamos ser cada uno, yo no me atrevo). 

Para gran solaz del que aquí os habla, me llevaron, pues estaba al lado, al café donde grabaron la peli de Amelíe y que, lejos de estar lleno de turistas y gente cool (o eso me temía yo, a veces me sale una vena prejuiciosa que doy miedo, la verdad), es un sitio muy agradable y merece la pena ir, tiene un punto cutre, de verdad, que me encantó. Pedimos vino caliente, que para el frío que hacía nos sentó de maravilla (se nos fue de golpe todo el amohinamiento) y para quien no lo sepa (yo no lo sabía) el vino caliente es eso precisamente pero con un vino previamente macerado con su poquito azúcar, su canela y unas rodajas de naranja o limón (vamos, casi como nuestra sangría de toda la vida pero un poco más fino y caliente), ideal para cualquier afección respiratoria y del ánima. Una vez perfectamente acoplados allí, con el vino caliente entre las manos y sentados en el mismo sitio de “el loco de la grabadora”, coge Cristina y me suelta que en el barrio vive Audrey Tautou y que la suelen ver mucho; “comorr” dije sacando el Chiquito que todos llevamos dentro, sí, dice ella y también Irene Jacob vive por aquí ("Adiós muchachos, “Rojo”, “La doble vida de Verónica”...) pero es un retaco cabezón (ya le salió la vena prejuiciosa femenina también a ella, pensé) y Emmanuel Beard, dijo también (me estaba mantando) pero está superoperada, y yo para por favor, para, el desfribiliador, en la mochila, cógelo... así que, ala, nerviosito ya para toda la noche; para que luego me meta yo con las fans del Bisbal (bueno, yo soy un poco más comedido, no?, aunque nunca lo sabremos porque no vi a ninguna para comprobar mi reacción) Yo, con la excusa de los nervios, aproveché para ir a los servicios y eran como la película (y vi los dos, pero porque me equivoqué, y eso que había cartelitos, a saber en quién o qué estaría pensando) y no sé cómo ni por qué acabé orinando en ambos (¿estaré ya de la próstata?). En el servicio de mujeres me saqué del bolsillo el último cuaderno que había escrito (un moleskine negro cosido finito y un tanto maltratado) y lo escondí detrás de la cisterna. Adiòs, palabritas de amor inútiles, nunca os sacaré plusvalía ni harán que ninguna dama caiga rendida a mis pies pero aquí estareis mejor, que es donde debeis estar realmente, tras la cisterna de un vater, dije a modo de despedida mientras tocaban a la puerta...

Al salir de allí llovía un poco pero inspirados por el espíritu aventurero del ínclito Miguel de la Cuadra Salcedo (pero lamentablemente más feos que nuestro Indiana Jones patrio) nos pusimos a subir y a bajar cuestas por Montmatre como locos pues Cristina quería ver la tienda del señor Colignon (el frutero de Amelíe) que también está por allí y no recordaba dónde estaba exactamente. La encontramos pronto, es una tienda tipo chinos que no cierra nunca regentada por unos musulmanes y, la verdad, tiene algo de mágica (un diez para el director artístico) allí, en una esquina perdida bajo la ocre luz del dos bombillas baratas, con el cartel “Fruterie Colignon” coronando un toldo verde oscuro que parece recién sacado de una ilustración de cuento infantil, me juré un par de cosas que quedan en secreto entre mi corazón y mi cabeza. Después pateamos las calles adoquinadas cual Dorothy acompañada de el hombre de paja y el de hojalata (el León y Totó se fueron a olisquearse el culo, estaban en celo) y sin saber cómo topamos con la casa de Satie (sin saber cómo yo, que ellos sabían muy bien por dónde íbamos) y le rendimos pleitesía como merece y parece ser que es costumbre, y es escribiendo algo en un papel y dejándolo pegado en la pared. La noche era preciosa y en ese momento lamenté no haber hecho el viaje acompañado (algo que he lamentado todo el viaje pero en ese momento especialemente); en fin, otra vez será.

Dejamos atras los cuentos infantiles y las películas tiernamente ñoñas y nos tomarnos una (yo dos, que me entró mucha sed) cerveza blanca (rápidamente: es como la clara de limón de aquí pero sin tanto gas y de barril) en un bar (Le Rendevouz des Amis o algo así, el encuentro de los amigos, o la quedada de los amigos) que por su estética y su gente me hizo comprender y ver de golpe a Toulouse Lautrec (había una anciana elegante con un sombrero enorme que miraba como coqueteando a todo el mundo a la vez que con su mano izquierda jugueteaba con su dentadura y con la izquierda sujetaba un cigarrillo apagado, había dos amigos hablando acaloradamente frente a una botella casi vacía de vino, había un hombre que era como Punset pero en decadente y sin afeitar intentado ligarse a una veinteañera con pinta de nínfula que estaba sentada frente a él, había...). Finalmente terminamos la noche viendo bajo un reconfortante chaparrón de nuevo la casa de Erik Satie y visitando el busto de Dalida (la que cantaba eso de “Parole, parole, parole”). Yo me asusté cuando vi dicho busto, era de noche, llovía, giré la cabeza y dije, coño, Rocío Jurado, pero no, era Dalida... Gaél, en un extraordinario ataque de inspiración (y eso que habla poco), instauró a partir de esa noche el ritual de pedir un deseo mientras se posan las manos morosamente en las tetas del busto de Dalida. Debido al volumen de dichos pechos no tuvimos más remedio que pedir varios deseos. Cristina fue la que pidió más deseos (yo me conformé con dos, soy así, no porque me entrara un comedimiento candoroso ante el tamaño de tan generoso y maternal busto, sino porque en ese momento sólo se me ocurrieron dos, uno por seno), pero Gaél mientras ya nos marchábamos calle abajo le dijo a Cristina que esperaba que hubiese pedido estar con él toda la vida y la pobre echo a correr cuesta arriba a tocar de nuevo esos magníficos (y espero que magnánimos) pechos mientras Gaél me decía al oído “sabía que se le había olvidado eso”. Un hombre entrañable, sí señor; cuando me dijo eso al oído casi voy  también de vuelta a tocarle las tetas a Dalida y pedirle que yo también... No dudéis en buscar, queridos parientes, el busto de Dalida en Montmatre, ni tampoco dudéis en pedirle un deseo y, sobre todo, no os avergoncéis si al pensar qué pedir os entran unas ganas incontenibles de tocar esos preciosos y brillantes pechos de bronce.
Después llegamos a casa y dormimos como benditos.
Y ya está, ya va siendo hora de terminar esta pesada crónica, aunque al hacerlo ya no esté en París sino en Madrid, con la maleta sin deshacer del todo pero con el Sena aún en la retina. No os olvidéis de este, vuestro devoto y diletante tío-abuelo Jean Michele.


Cuidaros mucho y hasta pronto.

viernes, 28 de enero de 2011

Aquel lejano viaje a París del 2006... V parte

Parìs, 28 de enero de 2006.

Queridìsimos parientes, aquì vuestro tìo-abuelo con su ùltima crònica desde la ciudad de la luz (del amor me temo que para la pròxima vez). Estoy cansado y me duele un pie, el derecho màs concretamente; Por cuà? Cesc que sè? El tropezón de ayer, me temo, monsieur Bonaparte.
 
Ayer fue un dìa movidito, queridos, se me pasò volando; fui al museo Rodin, que està de un decadente preocupante. Parece la casa de la familia Munster,  los suelos chirrian, las paredes se descascarillan y un Balzac de escayola pequegnito que està por ahì en una urna tiene telaragnas; como soy incorregible me dio por pasear por los jardines del museo pues està plagado de estatuas y casi fenezco por congelaciòn, pero le echè un par (pequegnitos y duros por el frìo) y por ahì que estuve. Luego Cristina me djo que habìan dicho en la radio que habìa sido el dìa màs frìo de lo que llevamos de invierno en Parìs y todo me cuadrò. Asì que ya lo sabeis, salvo que vengais con un/una churri que os caliente los pinreles por la noche y se os cuelgue del brazo todo el dìa, venir en otra època (a partir de Abril, como dice la canciòn). Despuès de eso pateè las calles de nuevo inasequible a la rasca por la rivera del Sena y tras un ardiente té en un agradable lugar donde intenté leer un rato, me pasè por el Crocojazz otra vez (a ver si seguìa ahì el vinilo de Underground de Monk) y el gabacho duegno de la tienda se alegrò de verme (bon jour mesiè, me espetò esa mezcla de Garci con bigote y Asterix con gafas al entrar por la puerta); y comenzamos con nuestro inglès vallekano: me dijo que le habìa preguntado a un amigo por bluesman espagnoles (de ahì que el dìa anterior yo le prometiese enviarle a los KO y a los 3000 Hombres, porque no se creìa que se hiciese buen blues en espagna; tambièn le dije "Gnaco Gogni" pero yo creo que se creìa que estaba de cogna porque me mirò con cara de "¿quièn?") y va el tìo y me suelta tan ancho que su amigo le ha hablado de un tal Javier Vargas. Amos anda, no me jodas; le espetè (me saliò del alma, oye) y le hizo muchisima gracia mi expresiòn (yo le dije que era "an usular spanish exprèsion" y dijo ah, como "no se què no se què (lo siento; lo he olvidado) y me dijo que le ensegnase otra expresión de esas y se me ocurriò, no sè por què, "vete a cagarla a parla" y entonces fue la hecatombe, casi se me muere de risa el gabacho (pa mì que iba un poco màs soplao que el otro dìa), expresiòn que para los franceses debe ser como un trabalenguas (dicen que si se les ocurre decir tres tristes tigres mueren fulminados). Al final, a lo que vamos que me lìo, no me comprè el disco (mi pauperrimidad es preocupante y el vinilo de Monk està a todas luces fuera de mis posibilidades, aunque seguro que me arrepentirè el resto de mis dìas de mi estùpida decisiòn).



Ya por la noche, Cristina me sacò a cenar (Gaêl no estaba, para ensayar con su grupo tiene que irse fuera de Paris y no iba a volver a dormir) a un sitio tipical francaise muy bonito bajo Montmatre, con mesitas con velas y garsones sorprendidos por mi nula capacidad de hablar frances, los cuales me ponìan cara de "vaya, acompagnado de tan bella dama y tan inùtil". El restaurante de llamaba Le Kokoliòn y era precioso (y no sòlo porque uno es sumamente impresionable). La cena, suculenta, estuvo bagnada con un vino cojonudo, culminada por una mus de chocolat que pa què (de rica) y aderezada por una discusiòn gorda en la mesa de al lado a la nuestra de una pareja (yo al principio pensè, què detalle, una performance tipical francaise por cuenta de la casa, pero no, iba en serio). El tìo era un chulo indecente de todas todas (muy grande ademàs) y menos mal que ella se levantò. le soltò no se què y, tiràndole la servilleta a la cara, se largò del restaurante, si no me hubiera tocado hacer de Cyrano y defender el honor de tan bella dama (que uno tenga que irse tan lejos para hacer segùn què cosas...). Èl se quedò con dos palmos y cuando reaccionò e intentò salir tras ella (con intenciòn de abofetearla, se le notaba en los ojos) uno de los camareros no le dejò salir (y olè por el garson; ese sì que le echò un par) hasta que considerò que ella ya le llevaba la ventaja suficiente como para no verle màs, y despuès, sin inmutarse y muy elegàntemente, le pasò su abrigo. Yo casi le aplaudo, de verdad.
Por lo demàs poco màs, el Louvre, la Opera, la tumba de Jim, el Sena otra vez, y yo que tengo un suegno que me muero.

Vuestro tìo-abuelo que os quiere se despide pidièndoos paciencia por la ùltima crònica que serà ya a la vuelta.
Besos y arrevoire

jueves, 27 de enero de 2011

Aquel lejano viaje a París del 2006... IV parte

Parìs, 27 de enero 2006.

Queridos parientes todos; aquì vuestro tìo-abuelo de nuevo. 

Tras un ligero golpe de duda (cual golpe de mar mevilliano o mirada aviesa del capitàn Kurtz vìa Marlon Brando) ayer no me atrevì a escribiros pero hoy me he dicho, que cogno, para una vez que estoy por estos lares, sacarè un ratillo...


Para los morbosos (que los hay, como en todas las buenas familias) deciros que Gaêl y yo el otro dìa no acabamos borrachos, si acaso un poco chispas (como la colonia) pero yo no le vi el lado malo pues el muy cabròn (del Gaêl) cogiò su guitarra y se lanzò a tocar unos blues con gran atino (yo le pedì unas seguidillas pero no pareciò entenderme) y sobre todo con gran sorpresa para este torpe corresponsal pues sabe tocar lo suyo, es màs, toca de putìsima madre, asì que no serè yo quien le ponga pegas a una balada estilo Reinhardt o al "See Here" de los maravillosos Taste del bueno de Rory Gallagher (que los dioses le tengan como merece) que el ìnclito del Gaêl se marcò no sòlo con gran atino sino que, por gnogno que parezca, sonò  màgico, mientras uno (yo) se sujetaba la manibula y los ojos se le ponìan brillosos de la emociòn, como a la Candy Candy (para mì que la muchacha no era demasiado emotiva sino un poco tendente a a tener multiorgàsmos espontáneos, dicho sea de paso).


Por la matineè salì a pasear yo solo, pero una llamada de Gaêl requirièndome para comer (a las 12:30 por dios, ¿què horario es ese?) me hizo volver (mapa en mano) a la mesòn tan bonita donde viven y me alojan. Despuès recogimos a Cristina en su curre y fuimos a comer a un coreano (je, vas a parìs a comer a un coreano, lo sè... pero despuès del aprecio que le he cogido a Gaèl no le iba a decir nada). Apuntad, un coreano al lado de los canales que salen en Amelie (no hay muchos, asì que no hay pèrdida), buenìsimo. Màs tarde comprobè la virtudes de tanta especie exòtica en la comida pues tuve un agradable infiernillo bullèndome por dentro toda la tarde -no, no eran gases ni la llamada de la fe- el cual me mantuvo calentito toda la tarde. 

Aquì tengo que hacer un breve inciso para relataros mi enèsima rotura de cuore (y van...): Todo ocurriò bajo la cortante y gèlida brisilla parisina (avant la letre) de enero, cuando despuès de comer nos encontramos con una compagnera de trabajo de Cristina que, evidentemente, tambièn volvìa al trabajo (adonde nos dirigìamos a dejarla sana y salva); la susodicha le dijo a Cristina que le llevaba su libro favorito, ese que le habìa prometido dejarle, y que despuès de mucho perdìrselo Cristina, por fìn se lo llevaba. A mì me sonriò, que es lo que hacen las francesas educadas cuando conocen a un humanoide con cara de bobo y con coloretes tras comer una comida abundantemente condimentada y me sonriò, con lo cual ya se otorgaba ventaja sobre mì; yo, ingenuo, tambièn sonreì, sin saber aùn que la muy traidora lo que le llevaba era el libro de Hrabal, "Una soledad demasiado ruidosa", de mi querido Bohumil Hrabal... Los que me conocen ya sabràn el resto, y los que no pues deciros que es muy facil, atribuì mi acaloramiento repentino (màs aùn, no debì pedir bulgogi) a la comida coreana, me caguè en la mismìsima madre del arquitecto de la torre de Babel por no poder articular palabra (como que hubiese podido articular algo ante semejante bellezòn bretòn... ya...), no sin antes basfemar largamente acordàndome de los preciosos genes de la merè de la susodicha, y me despedì de ella como el buen caballero que a veces soy sin atreverme,eso sì, a mirarla a los ojos; pero ya sabeis que cuando un sentido falla, siempre hay otro que lo suple, lo cual fue el ùltimo clavo de mi ataud, pues al darle los dos besos de rigor pude apreciar un profundo y agradable perfume que presiento que cada vez que vuelva a abrir un libro de Hrabal volverè a sentir en mi delicada pituitaria  como si fuese ayer y estuviese en un canal en Parìs recièn almorzado junto a una parisien guapa a rabiar que para colmo lleva bajo el brazo uno de mis libros preferidos (y ahora ve y rìete tu de la madalena del Proust, chulo).

¿Que què hice despuès? Y yo que sè, ¿importa acaso? 
Ah, oui, sì, sì, sì... paseando camino del museo Picasso, ya solo y abandonado (mis hospitalarios amigos se habìan ido a trabajar) me crucè con... Patti Smith!!! Cogno..., sì, eso dije yo, cogno, no puede ser, pero sì que era, lo juro por los churumbeles que tal vez tenga (¿hablaràn francès y se reiràn del estùpido de su padre cuando su madre les cuente la sonrisa de idiota que tenìa en una calle de Parìs que, por mucho que èl insista, ni sonaban violines ni su cara de estùpido respondìa a lo que le estaba repitiendo una sabrosa comida coreana? -curioso que el amor de sopetòn y repentino se parezca tanto al bullir estomacal tras una comida coreana-). Yo miraba y miraba a la que creìa que era Patty, esperando el semaforo en verde (y ella en frente, claro) y cuando me lanzò una mueca picarona me dije, date, sì que es ella (tambièn puede ser que no fuera ella y que hubiera ligao, pero pa mì que no). Fijo que era ella, ala, la Patti en Paris; corretando como yo en plan turista, lo que es la vida, y la mitomanía...

A eso de las 5 comenzò a nevar pero lejos de amilanarme por los caràmbanos que sentìa formarse en los pelillos de mis piernas, me calzè el discman, puse "A Love Supreme" de Coltrane a toda pastilla (a toda lengüeta tal vez) y apretè el paso dispuesto a comerme el mundo (comenzando por Parìs, que por eso estaba ya allì) pero lo que me comì fue un bordillo en el cruce de rue de Lobau con rue de Rivolì (en tò el centro, vamos) y a trompicones parè el tràfico, obligando a algunos coches a tocar el clàxon, que es algo que no suelen hacer los franceses, y un motorista se cagò en mi madre, o bien me mandò a la mierda, no sè bien (es que confundo merè con merdè, por eso yo he optado por decir sòlo mercì, el resto en inglès de vallekas, que he descubierto que es el que hablan aquì tambièn). Avergonzado, y sano y salvo,  me santigüe varias veces y me resguardè del chaparròn y optè por volver a hacer la tècnica del sueco (socorrida como pocas). Despuès tomè tè au lait en un sitio precioso y encontrè una tienda de discos (Crocojazz) que era todo un digno lugar con 4 gabachos maduritos que bebìan cerveza y fumaban mientras el dependiente (el gabacho màs ruidoso) ponìa un blues tras otro. Los cuatro vinilos y el CD que me comprè por 25 euros no tienen precio y uno de los gabachos (el duegno, deduje) me preguntò que de dònde era yo, y comenzamos a hablar (inglès arapajoe de vallekas, claro) y una cosa llevò a otra y... total, que me ha hecho prometerle que cuando vuelva a espagna le voy a enviar los cd`s de Los reyes del KO y los 3000 hombres (a cambio, me regalò un vinilo de Clifford Brown -lo tenìa a dos euros tampoco os penseis que el tìo se luciò, sobre todo porque se dio cuenta de que estuve largo rato mirando el Underground de Thelonius Monk que costaba 30 € y no dijo ni mù de rebajàrmelo).

Al llegar a casa Gaêl me esperaba con un chatò del 98 y los Who... Què tìo, oye, màs salao...

Ya no os quiero aburrir màs; ruego, queridos parientes, me dispenseis y disculpeis ya que, como no ejercito durante el dìa el sano ejercicio de compartir ni contar lo que hago (tipo el chiste de la isla desierta del naùfrago y la Schiffer), pues abuso de vuestra hospitalidad en cuanto me dan un ordenador con conexiòn a internet. Àla, me voy a zascandilear por ahì, que en desde que he llegado, apenas he visto a Cristina (màldito trabajo) y me quiere sacar a cenar por ahì. Vuestro tio-abuelo no os olvida. Alors. Arrevoire 

miércoles, 26 de enero de 2011

Aquel lejano viaje a Paris del 2006... III parte

Parìs, 26 de enero de 2006.

Queridos parientes, aquì vuestro tìo-abuelo de nuevo.

Lo primero; Hace un frìo de cojones en la france!!!!!
Pero todo bien, mi acercamiento con (a, hacia,entre...) los gabachos va viento en popa, de hecho en este instante nos acabamos de beber una botella de un vino cojonudo mi benefactor parisien Gaêl y yo, y le acabo de oir descorchar la segunda, asì que.... oui, viva la france... y no salgo a la calle adoquín en mano a pecho descubierto porque hace mucho frìo y porque Delacloix no me hubiese aceptado ni como modelo de valerosa turgencia y ojos enfurecidos.
Aquì estamos, Gaêl y moi, hablando en inglès (no os engagneis, tenemos el mismo cutre-nivel, pero aùn asì, en plan Gerònimo, es sumamente divertido) con el socorro de un diccionario espagnol-francè que tienen aquì en la mesòn cortesìa de Cristina... Asì que, en fin, salud, otra copita.... 
...silben una canción, imagìnense unos comerciales, hagan algo para que parezca que pasan un par de minutos, ayuden un poco... mon dieu...

Hoy he andado como un endemoniado, estoy muerto y temo amanecer magnana con las piernas màs duras que la Tina Turner, lo cual, dicho sea de paso, nunca viene mal. Vi la puerta del infierno de Rodin en el Museo de Orsay y casi me da un pasmo; afortunadamente, me repuse a tiempo y salì de allì con vida, la justa como para enamorarme por trigèsima quinta vez de otra francesa de caìda de ojos fulminante de necesidad, tras lo cual caì en la calzada, fui rodando pont des arts abajo y me zambullì en el Sena tan pancho, emergiendo finalmente frente a Notre Dame, y como allì ya estàn acostumbrados a ver emerger a gente de todo tipo (espagnoles inclusive) entre otras cosas por lo del jorobado y algùn que otro gabacho disoluto, pues no me han hecho ni caso. Acto seguido comenzò a llover, pero como yo ya estaba como una sopa me dio un poco igual, no asì a la sengorita de la inmensamente preciosa libreria "Shakespeare and co" (uno de los diez lugares de peregrinaciòn obligada para cualquier librero que se precie, aunque sea como mua que es el ùltimo mono en la Librerìa Internacional Pasajes, y si me pichas para cualquier persona humana con sentimientos humanos, y no sòlo porque sale en "Before Sunset", ("Antes del atardecer" en castellano, en francès no me preguntèis no lo sè) y Julie Delpy estuvo allì -y siempre puede volver a ver si un gilipollas espagnol anda haciendo el idèm por allì) sino porque es una librerìa bonita de verdad; tiene libros en varios idiomas -como donde yo trabajo-, en ruso, inglès, alemàn, fracaise (por supuesto) y espagnol -no os hagais ilusiones de encontrar algo que merezca la pena en el idioma de cervantes (ay, si levantara la cabeza), no tienen nà, acaso un libro leìdo de la biografia de Luis de Villalonga y uno de no sè què que no comprè-, y aunque puedan ponèrsele (maldito chatò, què expresiones) pegas, se le perdonan todas; apuntad, "Shakespeare and Co", antes del Louvre, y tachad euro disni... He leìdo por ahí que en la parte de arriba hay una habitaciòn  que es el suegno de todo escritor (o escritor en ciernes, o pseudoescritor, o caradura o romàntico giliposhas simplemente) donde el duegno (propietario)  te deja pernoctar a cambio de unas horas de curre entre libros; yo no me he atrevido a decir nada porque, primero, bastante tiempo paso entre libros en Pasajes como para hacer de bohemio, segundo, ni soy bien parecido ni tengo talento y por ùltimo,  ya me cuesta lo suyo hacerme entender como para meterme en semejante berenjenal, sin contar que soy un cagao y un cobarde de mierda, amèn de un vergonzoso irrecuperable...



Despuès volvì a casa y compramos vino. Alà, Gaêl me dice que se acabò la botella, non dieu, nos vamos, magnana sigo.
Os quiere vuestro tìo-abuelo, adieu

martes, 25 de enero de 2011

Aquel lejano viaje a París del 2006... II parte


25 de enero de 2006

Queridos y estimados papa, mama, primos, nietos, sobrinos, amigos, ornitorrincos y fraguels en general, aquì os escribe vuestro tìo-abuelo desde Parìs. Contra todo pronòstico he llegado sano y salvo a casa de mis benefactores Cristina y Gaêl sin màs contratiempo que un desalojo en el metro, estaciòn de Chatelet, por no sè què causas (huelga decir que los seres que aquì habitan, tras su aparentemente familiar apariencia humanoide, hablan un tanto raro y por el momento siento decir que apenas soy capaz de descodificar lo que dicen) pero tras tres trenes en los que no nos han dejado subir (bajando a los susodichos ocupantes que venìan, con el consiguiente follòn en el andèn y la lògica expresiòn de susto-angustia en este que os escribe) al final he vuelto a subir al metro con la numerosa compagnia de los seres de aparienca humana que para abreviar desde ahora denominaremos "gabachos" y que como veis, en sus teclados no tienen nuestra patriòtica n con banderilla, vièndome obligado a escribir gn, cogno, y de los acentos ni hablo, que llevo diez minutos buscando la teclita en cuestiòn y sòlo he encontrado la que està azotada por el viento del este. 

Tras ese ligero contratiempo en el metrò que he de confesar que poco ha afectado a mi ànimo (hasta ese momento no sòlo no me habìa perdido sino que sin preguntar a nadie -soy hombre, espagnol y, aunque no tenga mapa no pregunto; digo esto por no decir que soy un vergonzoso de merde-) todo ha seguido con normalidad y tras tomar posesiòn de un còmodo sofà cama en el salòn de un pisito sito en Montmatre (bajo el "sacre crer", vosotros ya sabeis a què me refiero) y que me ha deprimido muchìsimo (quiero uno igual...) he salido a patear por ahì, ala; yo solo; con mi plano, sin tener ni puta idea de decir correctamente ni un simple "escuse mua maudmasel je ne comprè rian de rian". De camino al "sacre crer" (que quedaba tan cerca que mi lista de primer lugar al que ir cuando estè en Parìs se ha ido a la merde, otra vez) me he topado con un numeroso grupo de especìmenes de apariencia humanoide llamados "japoneses"; me he topado tambièn con un amplio espectro de especìmenes femeninos de apariencia humana llamadas "francesita tìpica" (que sì, que existen, aunque al tipo Amelie aùn no la he visto), y con varios grupos de espangoles tipo "deje que el inserso le descubra el mundo" cuya presencia era màs que notoria y vergonzante, no sòlo para aquel que comparta  similar tarjeta de D.N.I., sino para cualquier bípedo. Para estupor mìo varios de ellos se me han acercado y me han preguntado còmo se iba a "no se dònde" (intentaban decirlo en frances, muy despacio pero en francès, y no he entendido nada; claro) y tras dame cuenta que me habìan confundido con un autòctono (con gran solaz para aquì el que os escribe) he optado por hacerme el sueco, pues, dicho sea de paso y para què nos vamos a engangar, doy el pego como "sueco de genes sefarditas por parte de abuela materna". Deciros tambièn que tristemente en Parìs tambièn hay palomas pesadas, muchas, pero por las inmediaciones del "sacre crer" me he topado (con gran asombro, todo hay que decirlo, en este punto de la historia todo yo era un asombro con patas sin control) con una majestuosa pareja de cuervos màs negros que los ojos de Caronte (parezco Poe, serà por la levita?) que paseaban lozanos por ahì; asustando palomas màs chulos que un ocho (8).
 
Por lo demas, todo todo muy bonito y, aunque hace frìo, luce el sol y hay mucha gente (sobre todo autòctona, creo) por la calle. Hace diez minutos he sido capaz de comprar (con la tècnica del "dedo que segnala") un bocata en una panaderìa. Una vez en la calle me he quitado el cuchillo de la espalda tras la clavada (iba a poner pungal pero no se puede, y tambièn iba a pedir cinco kilos de churros al màs puro estilo gurb pero a eso no me he atrevido, bastante mal me miraba ya la dependienta con ojos tan de color miel que daban ganas de empezar una cruzada) y he vuelvo al piso (que estaba increiblemente cerca,  creo, o eso o, ahora que lo pienso he andado en cìrculos y no me he enterado).

La pregunta que os estareis haciendo, y con razòn, es què hago perdiendo el tiempo (y hacièndoos perder el vuestro) escribiendo chorradas que dudo que os interesen (descastaos, que sois unos descastaos) cuando podìa seguir sembrando el pànico por ahì levantando adoquines al grito de esquiroles vendidos que lo dejàsteis todo a medias en el 68 y os echàsteis a dormir, y la respuesta es que suena el "Kind of blue" de Miles Davis en un saloncito precioso, frente a mì tengo una copa con un borgogna riquìsimo y no me puedo creer que esté donde se supone que estoy. 

Sin otro particular; se despide vuestro tìo-abuelo afectuosamente hasta nuevo parte informativo.

Un abrazo, por supuesto.

lunes, 24 de enero de 2011

Aquel lejano viaje a París de 2006... I parte

Primera parte del rescate de un diario de viaje escrito en un viejo blog inactivo. ¿Por qué el rescate? Por varios pecados capitales, por supuesto, pero también por onomástica, por penilla, por salud y por qué no...

Madrid, 24 de enero de 2006



Queridos, me voy a París, a dejar unas cosas allí (qué mejor que estén allí, digo yo) y sobre todo a ver si soy capaz de manejarme solo por ahí, a ver si soy capaz de documentarme para lo que quiero escribir y para ver si soy capaz de volver.

Nos vemos pronto.

Como el tio de los Fraguel, intentaré manteneros informados de las fascinantes aventuras que me puedan suceder con esos especímenes humanos llamados "gabachos".

Saludos, no pido que me deséeis suerte, os conozco, o mejor dicho, no os conozco y, de hecho, dudo mucho que alguien me escuche o le importe.
 

miércoles, 19 de enero de 2011

The Rolling Stones escuchan Wild Horses


¿Qué censor pensó que esta portada es más suave que la original?
Yo no sé qué cara tengo cuando escucho alguna de mis canciones favoritas, no sé qué cara pongo cuando me dan una buena noticia, ni cuando estoy en la ducha cantando, ni cuando hago el amor, ni cuando tengo un orgasmo, ni cuando estoy en un concierto y sé que soy feliz, no lo sé, ni tampoco lo había pensado (alguna vez, tal vez, seguro). Respecto a lo del orgasmo, eso tiene fácil solución, con apuntarme a Beautiful Agony lo solucionaría rápido, con el resto pues supongo que igual, con grabarme o hacerme alguna foto, listo, pero no estoy yo por la labor de convertirme en un entomólogo de mí mismo (Kafka dixit). Y pensar que todo esto es para hablar de lo Rolling Stones... Sí, es un tanto ridículo, lo sé, pero el otro día una amiga compartió en FB un video de esos que te sorprenden, que te colman de gozo como buen mitómano que eres y que te dejan enganchado. ¿Qué cara pusieron los Stones cuando escucharon por primera vez en el estudio una primitiva versión de su canción "Wild Horses"? ¿Satisfacción, placer por el trabajo bien hecho, sorpresa, regocizo, ausencia, regodeo? Supongo que algo de eso, o no; no soy digno de sopesar el genio, y por tanto mucho menos de conjeturar sobre cómo se siente o qué se siente. No se me ocurren más cosas, salvo volverlo a ver. Dicciembre de 1969, Mick Jagger, Keith Richards, Charlie Watts, Mick Taylor y Jim Dickinson escuchando en el estudio Wild Horses. Extraido del documental 'Gimme Shelter'. Los Stones la grabaron, junto con otras canciones de Sticky Fingers, en los estudios Muscle Shoals de Alabama a principos de diciembre de 1969. Se dice que Wild Horses fue escrita por Keith Richards inspirado por los sentimientos enfrentados que sentía por el hecho de tener que dejar a su hijo Marlon para irse de gira con la banda. Nunca sabremos la mano que tuvo Gramm Parsons en su composición, ahí cada Stoniano tiene su opinión. Estoy leyendo el maravilloso libro de Kiz Richards, Vida, memorias, pero llevo poco y no sé si hablará de eso. Muchas veces me he tumbado a escuchar esta canción, y nunca me canso de ella. Estoy deseando que haya por fin un día soleado de invierno para ponerla en el coche, mientras conduzco por una maltrecha carretera comarcal a media tarde y persigo a un sol radiante incubando ilusiones nuevas.

Watts se prepara, con los ojos cerrados, no mueve un músculo en los primeros acordes, hasta que Mick canta los primeros versos, que abre los ojos y uno se pregunta qué piensa alguien como él en esos momentos; igual nada; Richards con los ojos cerrados, sobrado, cantando y satisfecho, orgulloso como padre la canción que lleva tantos meses dando forma, dios sabe si pensando qué o en quién; Jagger algo nervioso al principio, y luego visiblemente complacido (no es para menos); Jim Dickinson sabiendo que la canción era enorme, se relaja y escucha; Watts no sé si con sueño, tal vez preguntándose por qué le estaban grabando, perdido o no; y Taylor comedido, con mil preguntas y con esa cara de no saber porqué le habían invitado aún a esa fiesta, incapaz de calibrar su inmenso peso en esa histórica y definitivamente mastodóntica banda. Y el video termina y uno hace exactamente lo mismo que Mick, pero sin ser Mick, claro, aunque no deja de ser curioso que posiblemente ese gesto similar incluya el eco de la misma palabra resonando en la cabeza, la suya, la mía, la de cualquiera, "cojonuda"... Pocas manifestraciones artísticas nos han dejado momentos visuales tan significativos como la música...

Para saber más de este film: http://www.miradas.net/2009/03/contraplano/gimme-shelter.html 

En la web del grupo han colgado la que ellos consideran que es una de las mejores interpretaciones de "Wild Horses" que nunca hayan hecho (en este punto de la historia de los Stones uno se pregunta quiénes, pero yo no diré que no han acertado, desde luego...). Jagger se   acerca al micro y dice: "Vamos a hacer una canción muy, muy, muy triste". Knebworth, 1976... "Wild horses, could't drag me away"

 

martes, 18 de enero de 2011

Las manos de Clara o el poder de la música

"Las manos de Clara o el poder de la música" es un relato de Teo Serna, amigo, escritor, pintor, diseñador, poeta de salvajismo interno y desaforado, melómano brutal, conversador socrático de vocación y parco en palabras por rebeldía. Tengo el honor y el placer de tener su visita en La Pecera de manera regularmente matutina, a veces sólo para saludar, otras para comentar algo que quiere compartir, otras sólo para hablar un rato, y siempre, cuando se marcha, pienso que me alegra que haya venido aunque a veces me lamente de estar liado con cosas y no poder otorgarle la atención que merece. El otro día, no sé cómo, hablamos de Schumann, de hecho nunca sé cómo terminamos hablando de ciertas cosas cuando viene y me dijo, como si nada (él siempre dice las cosas como si nada, aunque sean incontestables) que en un libro suyo hay un relato breve sobre Schumann, o sobre la mujer de Schumann, Clara, o sobre sus manos, no sé exactamente. Se acercó a la estantería y sacó su libro, "Lecciones de anatomía" editado por Huerga y Fierro en 1997 y me lo dejó en el mostrador; cuando se fue le dije que lo leería y me puntualizó que lo mejor era leerlo escuchando el segundo movimiento (Langsam) del concierto para violín y orquesta en Re menor de Schumann, como fondo. Vi que el relato era muy breve y lo dejé para luego (malditos pagos a Hacienda). Como soy obediente, el domingo cuando me senté a leer su cuento, busqué dicha pieza (no tengo ese disco, de hecho creo que no tengo ningún disco de Schuman) en la web y lo leí. Terminé y no pude dejar el libro, pues me pareció asombroso, como una bofetada mientras masticas una deconstrucción de atún de almadraba con salsa de pistachos, es decir, que estás estupefacto por la explosión de sabor pero no sabes por dónde te vienen las hostias. "Lecciones de Anatomía" reune una serie de relatos cuyo demoninador común es la mujer, o sus partes, obsesión suprema desmenuzada y puesta ante ti en una suerte de universo vasto conectado por referencias que a cada frase salen disparadas por doquier. "El lunar de Lotaria o nada es lo que parece", "El dedo de Paula o los misterios de la Luna", "El estómago de Merceditas o la cucurbitáea gestada" o "El perfil de Betsabé o la incitación a la papiroflexia" son algunos de los títulos. Nada es casual en esos relatos, nada se cita o se dibuja o se bosqueja sin un motivo. El libro está dividido en tres partes, la primera, que trata de partes externas, o sea, aquéllas fácilmente accesibles en la desnudez, sea inocente o no, la segunda, que trata de partes internas,o sea, aquéllas que no están a la vista, o requieren de intervención para llegar a ellas, y la tercera, que trata de partes que quizá no lo sean, ya por intangibles o sutiles, pero que conforman las maneras y modos de la mujeres; tres partes que se completan con un glosario onomástico, el cual, a su vez, rompe sus márgenes y se convierte en un relato más, cerrando los anteriores, dando pistas, detalles que faltaban, jugando con todo. Borges, Quignard, Schwob... Absolutamente recomendable. El libro está descatalogado, pero a él le quedan unos 15 o 20; yo le he pedido cuatro ejemplares que quiero regalar a amigos que sé que les puede gustar y que me gustaría que leyeran; dejaré uno en la Pecera,  por si acaso (el que sacó del estante ya no vuelve, me lo quedo)... Una pena, pero el mundo editorial está lleno de historias así, de hecho ni siquiera aparece en el catálogo de la editorial; me dijo, de pasada, que nunca recibió dinero por derechos de autor o por liquidación de ventas, y que alguna agria discusión tuvo al respecto...


"Las manos de Clara". Teo Serna. Lecciones de anatomía. Huerga y Fierro editores, 1997.

Endenich, Octubre, 1855
Mi querido Johannes:
Me apresuro  a escribirte aprovechando estos momentos en que la razón acude a mi mente, cansada sin duda de tanto vagar solitaria por los rincones del manicomio gris donde me encuentro.
Aún me vienen a la memoria, con la transparencia del cristal, los gloriosos días de Düsseldorf, en la primavera de 1853, con el revuelo que armó mi artículo en la Neue Zeitschrift Für Musik, y lo que nos reímos juntos, frente a una jarra de cerveza, cuando Vd. me decía: "¿No le parece, Schumann, que eso de un hombre joven a cuya cuna dieron guardia las Gracia y los Héroes es demasiado?" Sí, Johannes, entonces reímos. Yo estaba ultimando mi concierto en re menor y Vd. tenía entre manos su sonata en fa menor. Y hablando de manos... ¿recuerda las de mi Clara? ¡Cómo olvidarlas! Cuando se posaban sobre el teclado, su firmeza de mármol se volvía ligereza de pluma y saltaban, volaban sobre la superficie blanquinegra con la agilidad de la alondra.
La primera vez que vi a Clara (lo recuerdo perfectamente) fue en casa del doctor Carus: nos reunimos varios amigos para hablar de música y de poesía; entonces apareció ella, frágil, con el pelo recogido por una pequeña cinta dorada. Llevaba un vestido largo, rosa, ceñido a la cintura con un lazo negro. Esa tarde tocó la sonata patética y todo dejó de existir, salvo ella y Beethoven. Y nada en ella era más cierto que sus manos. Me enamoré al instante. Yo tenía 19 años; ella 9, pero supe que los dos estaríamos unidos siempre. Incluso aquí, ahora, la veo entre las sombras, sus manos saltarinas dibujando mariposas en el aire. Papillons. Nadie las tocó como ella. Nadie podrá tocarlas como ella jamás. A veces creo que sin ella mi música nada valdría. No existiría. Quizá yo tampoco.
No sé el tiempo de lucidez que me quede. Quisiera escribirle a Clara, decirle -otra vez- que la añoro, que la ausencia de sus manos descubre el silencio y que lo terrible se me revela con una certeza de gruta oscura y fría. Si la ve, Johannes, dígale esto; dígale, también, que perdone los celos que alguna vez sentí hacia ella, hacia su fama, hacia sus manos.
He de dejarle ya, el doctor me visitará pronto y a él no le gusta que escriba demasiado. Estos días han sido tristes. Dibujaré en un papel sus manos. Las manos de Clara. Las recortaré luego y las colocaré en el techo. Sobre las paredes se proyectará su sombra cuando la luz de la tarde pase por la ventana. Cogeré entonces un espejo y lanzaré rayos y más rayos. En todas direcciones. Será un tiovivo de sombras, un manantial de manos oscuras, una cajita de música destapada. Sus manos surcarán este pesado ambiente buscando mi razón, mi memoria. y las encontrará sin duda entre las flores marchitas que tengo en el jarrón. Serán sus manos quienes me salven otra vez, quienes me resuciten, quienes me rescaten de esta pesadilla.
¿Se imagina, Johannes? la habitación toda llena de manos fantasmas, fantásticas, toda llena de espíritus puros que volarán como papillons de clara sombra. De sombra clara. De Clara.
Reciba un fuerte abrazo de: ROBERT.

P.D. ¿Verdad que tratará de editar mi concierto para violín? Nadie lo sabe, pero el motivo inicial me lo susurró directamente al oído el alma de Mendelsson.
¡Ah, Johannes! ¡Aquellos días de primavera en Düsseldorf!



Extractos del Glosario Onomástico:


CARUS, DOCTOR: Médico alemán, residente en Leipzig; él y su mujer Agnes fueron amigos de Robert Shumann. Agnes, excelente cantante, reunió a un grupo de amigos para celebrar una velada musical; allí conoció Schumann a Clara Wieck, hija del famoso pianista Friedric Wieck

CLARA: Clara Schumann, de soltera Clara Wieck (Leipzig 1819 - Frankfurt del Main 1896), fue esposa de Robert Schumann. Célebre pianista y compositora, mantuvo una gran amistad con Johannes Brahms, quien  -se dice- estaba platónicamente enamorado de ella.

ROBERT (Schumann): Compositor alemán (Zwickau, Sajonia, 1810 - Endenich, cerca de Bohn, 1856). En 1834 fundó la revista Neue Zeitschrift Für Musik, donde realizó labor de crítica, apoyando al por entonces Johannes Brahms. Se casó con Clara Wieck, tras vencer la oposición del padre de ésta en una lucha que duró cinco años. En sus escritos, se adelanta a Pessoa en la creación de heterónimos, firmando como Eusebius (el soñador) y Florestán (el enérgico), entre los cuales aparece Maese Raro, representando la moderación. Los tres personajes (como una trinidad) representan tres facetas de la personalidad de Schumann, sostenidos en la lucha contra los filisteos en una unión de la cofradía de David (Davidbund). Murió loco en el manicomio de Endernich.

viernes, 14 de enero de 2011

Have I been changed? El lobo-hombre de Boris Vian

 


"La gente no cambia, nunca, ni a patadas; a lo sumo, creces, te aducas, aprendes, y llegado a un punto descubres que todo es cíclico, que no hay progreso y que de tí depende la estación en la que te quedes, puedes pasar "El Otoño en Pekín" si te da la gana pero tu sabes de qué pie cojeas, o al menos intentas descubrirlo, que ya es algo. Durante una temporada te  puedes tomar las cosas de otra manera, puedes creer que piensas de otra manera, puedes fantasear de otra manera, incluso puedes quemar un par de naves y enterrar la mierda que tengas que quitarte de encima, pero lamentablemente el hombre customizado es indolente de necesidad y, en cuanto todo se calma, uno siempre vuelve a "su ser". Escribo para salirme de mi cabeza pero cada palabra me mete más en ella, es decir, no cambio. No soporto a los iluminados de mirada ladina, a los que hablan de sueños, amistad, creatividad, de arte y no concretan ni se mojan; me parecen palabras huecas, artificiales, quizá bonitas, y quizá haya algún imbécil que caiga subyugado ante tal despliegue de cantos de sirena, pero cada vez soporto menos esos discursos; nunca los soporté por otro lado, pero no me asqueaban como ahora. Tengo tatuada por dentro mi fecha de caducidad, lo cual me convierte en un resentido, lo sé, de vez en cuando se me olvida y me como las ilusiones y las esperanzas, y cago flores por el culo, hasta que la realidad me vuelve a dar un directo al hígado y recupero la compostura, es decir, no cambio. A un pesimista le toca la lotería y al año volverá a ser el mismo amargado de siempre, con más dinero que antes pero con el mismo peso vacuo insoportable sobre los hombros. Una persona positiva y risueña la sientas en una silla de ruedas y si tiene empaque para encajar el golpe, al tiempo volverá a ser la persona de antes. Eso leí por ahí una vez. Tal vez sea cierto. Supongo que no hay nada malo en fluctuar, pero no hay ciencia para eso de encajar los golpes, por eso digo que no soporto a los iluminados, y si escriben libros de autoayuda o artículos de opinión en periódicos, menos, y si se cuelgan una guitarra y se creen Dylan sin tener ni puta idea de Dylan, ya ni te cuento (¿Que Dylan cantaba que los tiempos están cambiando, que se sentía en el viento? ¿Es que no le vísteis la cara, la mirada, la sonrisa levemente fracturada? Èl sabia que la gente no cambia, que las cosas no cambian, por eso desapareció, por eso se estampó con su moto y se recluyó en Woodstock, luego volvió, claro, y se pinto la cara de blanco, pero para que le viéramos mejor, y ni caso, y se reconvirtió de nuevo, sabiendo de lo inútil de cada reconversión, y otra vez, y otra vez, tantas veces como tantas otras tropecemos con la piedra de los huevos, y por eso amo a Dylan, porque es demasiado humano siendo a la vez un genio, que es lo que no somos ninguno, y porque lleno de contradicciones sigue, cada vez más viejo y más sabio pero igual de vivo; por eso ahora, por fin, lo pillamos, ¿no? Tom Waits lo sabe. Lennon lo sabía a veces sí, a veces no, depende cómo le pusiera la cabeza Yoko. Paul sí que lo sabe. ¿Dostoievski? Ese lo sabía todo, como Borges y esos pocos más cuyos nombres empiezan a aparecer en tu cabeza.)

Me gusta la gente que ayuda, no que alecciona. A mi gato no le gustan las palmaditas en el lomo, a mí tampoco, por eso nos caemos bien. En todo ese meollo está el orgullo, cocinándolo todo a fuego lento, ese quizá sea el único ingrediente que de verdad podemos controlar. Lo repetiré, no me gustan los que lo saben todo y, sobre todo, no me gusta que los que lo saben todo me juzguen ni me miren con condescendencia,  ya escriban columnas en periódicos, salgan en noticias pueblerinas en youtube o compren naranjas en la misma frutería que yo; seguramente nuestros egos sean igual de desmesurados y megalómanos, pero yo escupo al polvo del suelo y me cago en la divinidad que se ríe de nosotros, y ellos, los que lo saben todo, me temo que nos escupen a los demás. Luego hay que contar con el lado oscuro que todos tenemos, ese que sólo las madres y las parejas y los ex y las ex conocen de nosotros... pero ese es otro tema. Yo peco de no hablar, lo sé, igual desde esta ventana soberbia enseño demasiado en virtud de una grafomanía innecesaria e infantil, pero en realidad soy bastante hermético si te plantas delante de mi y me preguntas qué me pasa, de eso se ha dado cuenta hasta mi médico, que no brilla precisamente por enterarse rápido de las cosas, y como no va a cambiar, soy yo el que ha pedido cambiar de médico. Profilaxis y arrojo, y déjate de sermones.


A veces uno se encuentra con que no hay marcha atrás y te adentras en la niebla a 100 Km/h sin poder ver más allá de 10 metros ante ti. Acojona eso, no hay más que coger alguna carretera comarcal estos días, pero no levantas el pie del acelerador; crees que conoces la carretera bastante bien, dónde están las curvas chungas y las rectas que pueden permitirte adelantar al camión con el que te has topado y que va a  40 y que encima te está llenando de mierda el coche. ¿Adelantas? Si viene alguien sabes que no lo verás hasta que lo tengas encima y aún así pisas y te lanzas a ese vacío blanco que te destroza los ojos mientras sujetas con fuerza el volante y aprietas la mandíbula, y vuelves a tener ante ti una embaucadora nada blanca y aullas con Tom Waits y mientas a su madre y te cagas en Dylan, en tí mismo y en Boris Vian por escribir los cuentos definitivos sobre la niebla y sobre coches suicidas, dos cuentos distintos pero escritos para el mismo libro, que jode más. Nada, niebla y niebla y niebla, solamente niebla, y tu en tu mierda de coche atravesando fragmentos de espacio, dirigiéndote a donde cojones te dirijas. Las cosas van a cambiar, la situación comienza a ser insostenible, el mundo se desploma y toda revolución siempre es bienvenida (aunque sepamos que a algunos como yo nos llevará por delante enseguida). El mundo cambiará, pero una temporada, igual un siglo o dos, o tres si el cambio es gordo, pero los parásitos demostrarán de nuevo que nada cambia, al menos no para siempre. ¿No me creéis? Leed los libros de historia."

No cuela si me escudo en que este texto está sacado de un libro que estoy leyendo, ¿no? Estoy vago para inventarme un heterónimo y un título de una novela imaginaria, lo siento.

jueves, 13 de enero de 2011

"Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra", Fernando Pessoa

[AL VOLANTE DEL CHEVROLET POR LA CARRETERA DE SINTRA]
Traducción de César Antonio de Molina

Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra,
al luar y al sueño por la carretera desierta,
conduzco a solas, conduzco casi despacio, y un poco
me parece, o me esfuerzo porque un poco me parezca,
que sigo por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
que sigo sin que haya Lisboa atrás dejada o Sintra a la que llegar,
que sigo, ¿y que más puede haber en seguir sino no parar, proseguir?

Voy a pasar la noche en Sintra por no poder pasarla en Lisboa,
mas cuando llegue a Sintra me apenará no haberme quedado en Lisboa.
Siempre esta inquietud sin propósito, sin nexo, sin consecuencia,
siempre, siempre, siempre
esta desmedida angustia del espíritu por nada
en la carretera de Sintra o en la carretera del sueño o en la carretera de la vida...

Maleable a mis movimientos subconscientes del volante
galopa por debajo de mí conmigo el automóvil prestado.
Sonrío del símbolo al pensarlo, y al girar a la derecha.
¡Con cuántas cosas prestadas voy yendo por el mundo!
¡Cuántas cosas que me prestaron conduzco como mías!

A la izquierda la casucha -sí, casucha- al borde del camino.
A la derecha el campo abierto, con la luna a lo lejos.
El automóvil, que hasta hace poco parecía darme libertad,
es ahora una cosa en donde estoy encerrado,
que sólo puedo conducir si en ella estoy encerrado,
que sólo domino si me incluyo en ella y ella me incluye a mí.

A la izquierda, ya atrás, la casucha modesta, menos que modesta.
Allí la vida debe ser feliz, sólo porque no es la mía.
Si alguien me vio por la ventana soñará: ese sí que es feliz.
Para el niño que atisbaba detrás de los cristales de la ventana de arriba
tal vez yo haya quedado (con el automóvil prestado) como un sueño, como un hada real.
Para la muchacha que al oír el motor miró por la ventana de la cocina,
desde el piso de abajo,
tal vez yo fuese algo así como el principe que hay en todo corazón de muchacha,
y de reojo pegada al cristal me siguiese hasta la curva en que me perdí.

¿Dejo los sueños a mi espalda, o será el automóvil el que los deja?
¿Yo, conductor del automóvil, o el automóvil prestado que conduzco?

En la carretera de Sintra al luar, en la tristeza ante los campos y la noche,
mientras conduzco el Chevrolet prestado desconsoladamente
me pierdo en la carretera futura, me sumo en la distancia que alcanzo,
y en un deseo terrible, súbito, violento, inconcebible,
acelero...
Pero mi corazón quedó en el montón de piedras del que me desvié al verlo sin verlo,
junto a la puerta de la casucha,
mi corazón vacío,
mi corazón insatisfecho,
mi corazón más humano que yo, más exacto que la vida.

En la carretera de Sintra al filo de la medianoche, al luar, al volante,
en la carretera de Sintra, qué cansancio de la propia imaginación,
en la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra,
en la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí...

lunes, 10 de enero de 2011

The Avett Brothers. Live Volume 3. Ruta 66

Esto que voy a copiar ahora podría haberlo escrito yo, de hecho, la primera frase la pensé exactamente igual en la ducha antes de ayer mientras volvía a escuchar, de nuevo, I and love and you de The Avett Brothers, y cantaba como un poseso bajo el agua,  así que cuando he leído esta reseña hace un rato, me ha dado un extraño escalofrío... 
Extraído del Ruta66 de enero y escrito por Toni Castarnado, subscribo palabra por palabra. Y tocan en el Azkena de este año...

THE AVETT BROTHERS. LIVE VOLUME 3

"Sin lugar a dudas, I and love and you es el disco que más he escuchado durante este curioso e inovidabe 2010. Unas canciones que me han acompañado siempre en los momentos buenos y también en los malos. Porque esas canciones tan saludables han sonado a todas horas en mi destartalado coche, en mi iPod mientras paseaba por la ciudad, haciendo una pila de kilómetros en la cinta de correr sudando la gorda, cocinando lo que buenamente sé y puedo... Por lo tanto, la edición de Live Volume 3 era para mí algo parecido a una cuestión de estado, una necesidad de primer orden. A la espera de que algún promotor se juegue su dinero o que en cambio sea yo quien me lo gaste cogiendo un avión para verles en directo, este artefacto es de momento un gran consuelo para un servidor. Grabado un mes antes de la publicación de I and love and you en Charlotte, ciudad que es la cuna del basket universitario, aquí suenan las canciones de discos anteriores, Mignorette, Four Thieves Gone o, por ejemplo, Emotionalism, la muestra que les enseñaba a los chicos que había otro camino que escoger. También algunas de su aclamado último disco, aunque curiosamente se nota que a éstas les faltaba un poco de rodaje en directo, aunque piezas como "The Perfect Space" o "Kick Drum Heart" suenen como los ángeles. Enérgicos, optimistas, con amplitud de registros, unas voces que retumban en todo momento en tu interior, canciones como la espiritual "The Ballad of Love and Hate", la agresiva "Colorshow" o la tremebunda "When I Drink" no pasarán en balde, eso seguro. Una maravilla..."
Toni Castarnado

I and love and you...


Live...

Video de su gira europera del 2010 (no pasó por aquí, claro), segunda parte, Paris to Amsterdam, y preciosa versión desnuda de Kick Drum Heart.

De revistas de música, regalos, periodistas y fin de fiestas


A los libreros no sólo nos gusta leer en la cama, también nos gusta que nos regalen libros o cochecitos de juguete

El día de reyes bajo el árbol había una bolsa llena de libros, todos eran para mí. La bolsa la había puesto yo. No estaban envueltos, ni me importaba ni me apetecía envolver veinte libros, uno por uno, aunque ahora que lo pienso hubiera estado divertido romper el papel rojo que los hubiera ocultado y descubrir cada uno de los libros, pero como dice mi amigo Ramón, el español siempre piensa bien, pero tarde. Al salir la noche anterior hacia casa, cerré cinco minutos antes y como un bastardo lacayo de rey mago que nadie quiere y con saca de esparto robada de un cuento de Dickens donde niños pobres las pasan putas y reputas, fui escogiendo libros, sobre todo esos que pedí para dar caché a la Pecera en tan insignes fechas y que salvo excepciones heroicas nadie compró (Eduardo me dejó sin mis libros de Alejandro Zambra, pero eso es subsanable, de hecho los acabo de recibir de nuevo) y que llegado el día 5 de enero todavía seguían ocultos por las estanterías y la mesa de novedades. No diré los que eran, pero más por pereza que por otra cosa.
Hoy escribo, en mi primera mañana a solas desde hace tres, cuatro o cinco semanas, sentado en la cocina, café en mano y con la Keef Hartley Band (Halfbreed) sonando con garbo. El gato me mira, evidentemente, una vez escrito esto, recuerdo que el gato de Gloria Fuertes maullaba todo el rato, y que algo pasaba con una araña; le hago la rima al gato, que me mira y se da la vuelta con desprecio antes de que acabe el verso.
Los libreros, los que tienen un blog y son libreros, no escriben durante estas fechas, como cualquier otro tendero estiloso o grasiento, o quizá un tanto mod o seguramente de mercadillo, pues pasan los días y en lo último que piensan es en sentarse a escribir cualquier cosa. Da vergüenza decir que el librero se cansa o se puede cansar, no son ladrillos lo que levanta, aunque algún que otro libro lo parezca, pero durante al menos quince días todo se resume en hacer paquetes con papel de regalo (nadie le dice al frutero "me envuelves los diez tomates por separado, y si es el papel distinto para distinguirlos, mejor", pero al librero sí, aunque haya cola en la tienda y uno agache la cabeza como un caballo con ojeras y se sienta extrañamente chaplinesco y mecanicamente alienado); envolver, comer y dormir; si tienes suerte y tienes  pareja, igual la ves de reojo un minuto antes de dormirte en el sofá algún que otro día, y si eres más suertudo aún y tienes una afición sana (médica y kantianamente impuesta) pues sacas un ratito para ella, que en mi caso es nadar. He descubierto que no nado más porque llega un momento en que me aburro, pierdo la cuenta de los largos y mi cabeza se pone a divagar, pensando tantos disparates que termino parando para dejar de escucharme (oirse respirar bajo el agua tiene algo hipnótico, desde luego, pero a veces agobia si tienes tendencia a darle demasiadas vueltas a las cosas), pero aún así, en navidad, un librero es alguien un poco más mimético de lo habitual, que va y viene a la librería con sueño acumulado y sonrisa de buena persona (que lo sea o no ya es otro cantar), y nada más. Así que como hace años que nadie me regala libros, me los regalé yo el día de reyes. Nadie me regala libros por motivos evidentes, aunque lo echo de menos, una librería no es una huerta, los libros no me nacen de debajo del culo (y mucho menos si pretendo escribirlos yo, pero ese es otro cantar), así que me di un homenaje. 20 libros para casa. Los tengo aquí delante, haciendo minaretes ante la ventana; a pesar de todo el libro me sigue pareciendo un objeto precioso. Pero no empezaré ninguno, al menos no esta semana que entra. Esta semana, como todas la primeras semanas de cada mes desde hace veinte años, solamente leeré prensa musical. Es raro que nunca haya dicho nada al respecto. Acabo de volver de comprar el Ruta 66.

He esperado a que pasará la navidad para comprarla. Compro tres revistas, Popular 1, This is rock y Ruta 66. La primera por una mezcla de inercia y esperanza; inercia porque llevo, eso, 20 años comprándola, mes a mes, y es un hábito del que no me quiero desprender, aunque flojeé a veces y haya meses que solamente lea la sección de correo y el apéndice y alguna que otra entrevista (vale, sí, me la leo enterita....). This is rock la compro por algún que otro artículo de algún disco o banda clásica, poco más me atrae de esa publicación (las reseñas de discos son de chichinabo), pero eso sí, cuando clavan un artículo de esos, aciertan de lleno. Ruta 66 la compro con solaz, nerviosismo, ganas y necesidad; hoy por hoy esta revista está a años luz del resto, y más desde que cambiaron de imagen y ampliaron miras. Jaime Gonzalo e Ingacio Juliá merecen un monumento. Desde que comencé a hacerme con ella esporádicamente (recuerdo que vivo en un sitio llamado Manzanares, si ya es de aúpa para encontrar según qué cosas, hace 20 años ni te cuento) me llamó la atención algo que hoy por hoy sigo manteniendo y esgrimiendo como motivo para seguir comprándola cuando algún amigo me pregunta sorprendido por qué compro esta revista,  y es que está escrita de putísima madre. Lo de Ignacio Juliá es digno de admiración, en serio, creo que no hay en este país un periodista (no sólo musical) que escriba como él, conciso, imaginativo, con recursos, certero, sorprendente, con mil referencias y con oficio como para dar sopas con onda a cualquier plumilla. Jaime Gonzalo también, pero de otro modo, tal vez por ese tono sombrío que esgrime en los últimos años, como de vuelta de todo, quizá resentido o perro viejo, pero supongo que son cosas mías (el rescate del artículo de Gram Parson del número del 25 aniversario es para enmarcar). Si el rock es algo, si significa algo más allá de la música, si es algo que se puede entender como forma de vida, o de verla y encararla, está entre las líneas de esa revista. Suena exagerado, lo sé, pero lo siento así. La editoriales de Juliá son bestiales; siempre lo han sido, pero desde que tomaron la decisión de delegar dentro de la revista, se les ve (a Juliá y a Gonzalo) más sueltos, más mordaces, más tranquilos; y siempre han cuidado mucho a sus colaboradores, quiero decir, que no escribe cualquiera, o al menos eso se desprende de la lectura de la revista; te pueden gustar más o menos ciertos periodistas, pero siempre da gusto leer la revista enterita; yo me he tragado artículos de cosas que ni me interesaban sólo por curiosidad (recuerdo un artículo sobre coches Hot Rods que al acabar me dió ganas de tunear a mi perdigón). De vez en cuando te sorprenden gratamente (aún...) soltándote un artículo soberbio sobre situacionismo y Guy Debord, o sobre cine de romanos o  bélico, y cuando hacen algún artículo ne profundidad sobre algún grupo, puedes estar seguro de que será serio y completo (hace un par de números, el artículo sobre Captain Beefheart y el Trout Mask Replica casi me salta las lagrimas) y me he lanzado a la caza de discos o libros por lo que he leído allí. Si mi cultura musical vale de algo o es algo, es gracias en gran medida a estas publicaciones.

Ignacio Juliá, un grande
Compro las tres que he dicho, pero se nota cuál es mi predilecta (lamento que en el Ruta no salgan Y&T o Dio, pero para eso tengo el Popu, será por recursos...), no siempre fue así (muchos años fui un popuhead de cuidado, pero algo me pasó con la entrada del siglo XXI) pero con los años se ha ganado mi corazoncito. ¿El número de enero del Ruta, el que me acabo de comprar? Fabuloso. Reportaje de Pink Floyd (época del muro), informe sobre psicodelia 2011, reportaje sobre el arte del cartel Rock, entrevista a Tony Visconti, a Lapido, a Posies, a Willie Nile, una entrevista también a la editorial La Felguera, reportaje sobre el ABC del blues, sección de cine y libros, críticas de discos (críticas de verdad)...  En qué otra revista puedes leer una pregunta como (atención) "¿No es la contracultura una mistificación como ocurre con la cultura oficial a la que pretende contrarrestar?, ¿no sirve para los mismos propositos megalómanos y de promoción personal de unos disientes que si lo son, en su mayoría, es porque no pueden ocupar un puesto en la cultura oficial?, ¿no somos todos los que atendemos a la contracultura, aún a nuestro pesar, unos cómplices de esa cultura que ha hecho de la contracultura una némesis en la que reafirmarse?" Ala, cométela sentado.... (ya dije antes que veo a Jaime Gonzalo un poco de vuelta)  ¿Vas a leer alguna pregunta así disparada por un periodista en el Babelia o en el Rock de Luxe? Ya...

Para alguien cuya postura favorita para leer es tumbado con las piernas en alto o en la bañera, seguir comprando libros (y revistas) es algo casi vital; claro que leo blogs, y páginas de música,  pero soy un hipster y el ordenador no me llama para leer mucho rato, y llega primeros de mes y necesito mi ración de prensa musical seria (y a veces sin el adjetivo musical). Son muchos años así, y siempre es igual, esté leyendo lo que esté leyendo, lo aparco y hasta que no devoro esas revistas no retomo la lectura de nuevo. Cuando las cosas se ponen cuesta arriba siempre pienso lo mismo, me imagino a Phil Lynott y a Henry Miller a mi lado y me repito a mí mismo el subtítulo del Ruta a modo de cutremantra, "son tiempos de rock&roll" y tiro para adelante, siempre adelante. Feliz, y literariamente rockero o rockeramente literario, lo que prefieran ustedes, 2011.

 


Deséale feliz 2011 a Lou


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