viernes, 2 de septiembre de 2022

Presentación de la novela "El aire está lleno de agua", editorial Baile del Sol

Acto de presentación de la novela "El aire está lleno de agua", de Juan Miguel Contreras. Celebrada el viernes 24 de junio de 2022 en la Biblioteca Pública Municipal "Lope de Vega", con las intervenciones de Cándido Sevilla, Yolanda Peña y el propio autor




lunes, 10 de agosto de 2020

Antonio Miñán sobre "Canciones de cuna y de rabia"


PRESENTACIÓN DE CANCIONES DE CUNA Y DE RABIA
El Sábado 1 de febrero de 2020, se presentó en la Fundación Isidro Parra la novela “Canciones de cuna y de rabia”. En palabras de Manuela Sanz, "narrativa que provoca interés desde la primera lectura, realismo literario que es a la vez fantasía de todas sus vivencias." 

Presentación y actuación Antonio Miñan.
Fotografías Miguel Calatayud

1 de febrero de 2020. Fundación Isidro Parra de Alcázar de San Juan

Notas textuales de una presentación de Antonio Miñán:



Manuela Sanz, Juan Miguel Contreras y Antonio Miñán. Foto: Miguel Calatayud



Serendipias

Mi relación con Juan Miguel proviene de los años de Lazarillo en Manzanares. Yo vivía en Valdepeñas y a través de un proyecto de teatro escolar entré en contacto con una asociación con más de cuarenta años de existencia que se llama Lazarillo t.c.e. No me podía creer que tanta gente trabajase con esa capacidad de coordinación y en tan variados proyectos como escuelas de  teatro para todas las edades, muestras de teatro escolar, producciones propias, muchas de ellas originales, de un nivel altísimo y, por fin, un festival internacional de teatro contemporáneo programado y dirigido por este señor durante aquellos años, es decir, a principios de siglo XXI. Este festival, decano en la región, más antiguo que el de Almagro, ha salido adelante gracias a la voluntad de la gente que lo pone en marcha y no precisamente por otros apoyos o ayudas que claramente se echan en falta. Que el autor de esta novela fuese capaz de programar ocho o diez días de actividades con aquel presupuesto, no es habilidad, es magia, lo digo en serio. Este festival acaba de hacer su edición 45.

Esto lo cuento porque pensaba que nuestra relación provenía de esos años, pero no. Proviene de otra época y hasta de otra dimensión, si nos ponemos. Me explico. Con frecuencia los lectores vivimos la ilusión, y no lo digo en sentido positivo, sino que experimentamos el engaño, de creer que los autores escriben los libros para nosotros y en eso consiste sentirse identificado con un personaje, una situación, una experiencia o el modo de resolver un problema. La mayoría nosotros aprendemos a partir de ahí y hacemos aquello que decía Skarmeta de que la poesía es de que la necesita y no de quien la escribe. Sin embargo en relación a la novela que nos compete, este fenómeno alcanza para mí unas dimensiones extrañas. El grado de coincidencia que existe entre la novela de Juan Miguel y mi propia vida es apabullante y me refiero a que literalmente da un poco de miedo. Vamos a suponer que se trata de una serendipia más o menos casual o que mi vida y la de otros muchos hombres de en torno 40 años se parece tanto que vista una, vistas toda.


Espero que no sea así, aunque tiendo siempre a aplicar navaja de Occam, es decir, que, en igualdad de condiciones, las explicaciones más simples suelen ser las verdaderas y lo más probable es que Juan Miguel haya acertado con los lugares comunes de la mayoría de hombres estamos en esta década y no que, sin conocer mi biografía, la haya escrito. De todas formas, voy a dejar que sean ustedes mismos y el propio autor quienes decidan cómo de interesantes son estas coincidencias.

La primera serendipia que se me ocurre en relación con la novela es que en 2002 yo toqué en un disco con el mismo título. No me dirán que no es una coincidencia notable. El protagonista de la novela Abel estudió una carrera de humanidades durante los mismos años que yo estuve la mía. Es cierto que no se trata de la misma carrera porque Abel estudió hispánicas y yo estudié filosofía. Pero ambas están en el mismo edificio del mismo campus de la universidad de Granada. Estudiamos la carrera en los mismos años. Visitamos los mismos bares; tanto él como yo íbamos a emborracharnos a los mismos lugares con gente muy parecida... Íbamos a empaparnos de la riquísima vida cultural Granadina, íbamos a los mismos locales donde se reunían estudiantes, músicos, pintores, poetas, etcétera. Para que no parezca que la coincidencia es Granada (algo muy común), concretaré más: Esto sucede en la zona de calle Elvira y el bajo Albaicín. No estoy bromeando, Abel bebía en el Arcoíris y en el 22 y trabajaba por las noches en el pub Eshavira. Eshavira para mí y para muchos era una suerte de templo en una Granada efervescente, donde todo el mundo acaba antes o después. Abel tuvo una aventura con una Erasmus y, en fin, esto también me suena.

Foto: Miguel Calatayud

Más coincidencias, si me permiten; Abel perdió a su madre en torno a la misma época y debido a la misma enfermedad por la que yo perdí a la mía. Abel hizo las oposiciones a secundaria en la misma ciudad y presumo que el mismo año en que yo hice las mías; Córdoba 1998. No me digan que no es algo más que una mera coincidencia. A partir de ahí las coincidencias no son tan acusadas. Sin embargo, el capítulo 14 de la novela podría ser un relato de la vida universitaria granadina que muchos podríamos firmar como propio. Cambién Granada por su ciudad u otra ciudad y lo contado tendrá el mismo poso. Muchas gracias por esto. Me gustaría que alguien me dijera si esto tiene alguna explicación.

Asuntos

Esta novela da la sensación de haber sido un parto muy largo. Trata prácticamente de todo lo importante. Me refiero a que hay una enorme cantidad de asuntos presentes y todos tratados con cierta profundidad. Aunque se sobreentiende que el tema principal es el paso del tiempo y el punto de vista de la mediana edad,hay otros temas subyacentes que no son menos importantes. El peso de los recuerdos y el modo en que los asimilamos son aspectos centrales de la historia.

- De nuevo vuelve a aparecer Almería. Eso también lo tenemos en común el autor, o el narrador que usa el autor y yo; es un lugar de referencia. Hay algunos puntos de conexión con la novela La muñeca Rusa ,si no recuerdo mal. Y aparece este sitio, Almarga, el único que no se puede encontrar en un mapa. Uno no sabe si es San José, Mojácar o nada de eso. Puede que Almarga pueda encontrarse en el mapa de la biografía literaria y emocional de Juan Miguel, pero no en google maps.

- Desde el punto de vista estilístico, la novela tiene ese aire unamuniano que consiste en contar varias historias dentro de la trama principal. Ya he aludido al capítulo 14 donde se relata la vida universitaria de Abel y Silvia, pero hay más; la historia de la pintura en la Iglesia de Almarga, donde transcurre la novela, por ejemplo. El propio proceso creativo de la pintura es muy interesante y la biografías entrecruzadas del abuelo de Abel y del pintor, el tío abuelo  Alonso merecería ser contada exhaustivamente en una pieza aparte.

Otra interesante trama es la publicación del artículo por el que expedientan a Abel y lo acaban expulsando del instituto donde trabaja (no estoy contando nada que no deba, aparece en la recensión de la contraportada) y cómo al final de la historia descubrimos que hay más intereses en juego a margen de que Abel fuera un poco irreverente en cuestiones de religión. Y como todos sabemos, en este país NO SE PUEDE BROMEAR CON LA RELIGIÓN. A lo que me refiero es a que, detrás de eso que le hace perder el trabajo, había algo más, siempre hay algo más.


Foto: Miguel Calatayud

- Desde luego, el capítulo 8 podría ser una pieza teatral independiente. Se trata de una conversación considerablemente larga entre Abel y Roberto, su amigo del alma, llena de ideas brillantes y escrita con un estilo ligero y verosímil. En este capítulo hace un análisis de la situación de ambos, del valor de la familia, de la nostalgia, se habla de política, de la salud de la democracia española, de rock. Como les digo tiene un importante peso específico dentro de la obra. No sé si está escrita con esa intención, la de tener valor por sí misma, pero estoy seguro de que funcionaría como texto teatral o incluso como un corto. Juan Miguel me ha dicho que para este capítulo efectivamente tenía en mente una especie de "Esperando a Godot" y la película "Mi cena de André", de Louis Malle, uno de sus directores preferidos.


- Y la subtrama de la deuda de los aliados con los españoles después de la Segunda Guerra Mundial a propósito de la connivencia con los nazis que investiga Roberto promete mucho y da la sensación de estar solo apuntada. No sé si por no cargar más la novela o por una intención literaria que podría explicar.

- Al protagonista, Abel, o a Silvia, a Roberto, a Miguel y al resto de personajes que aparecen, no les pasa nada especial, son personas normales y sin embargo la historia es sumamente interesante, incluso diría que entretenida, siempre que el término no se malinterprete porque podría entenderse que es menos valiosa por eso. A lo que me refiero es a que la vida por sí misma es de lo más emocionante. En otras palabras, y por no remontarme más atrás;  acabar el bachillerato y decidir qué vas a hacer en la universidad, sobrevivir a ese ejercicio de autodescubrimiento que es la década de los 20 a los 30 años, en la que,como dice Abel, uno hace las cosas sencillamente porque puede, para ver hasta dónde puede llegar sin reventar de una vez por todas. Todo el mundo sabe que a los 20 años somos inmortales (al menos mis alumnos de Bachillerato beben como si lo fueran). Después hay que enfrentarse cara a cara con un enorme, faraónico "y ahora qué". Mal que bien hemos salido adelante. Hemos tenido la infinita suerte de que otras personas nos han podido querer hasta el punto de compartir su vida con nosotros. Y si fuera esta poca aventura, está la paternidad. Todos tenemos amigos que han encontrado actividades para completar sus vidas que les llevan cientos de horas y a las que le dedican toda su energía y talento, como le pasa a Roberto en la novela y esa otra trama de la dictadura española a la que me refería anteriormente. Tampoco es tan raro saber de alguien que anda metido en líos por la cultura del pelotazo urbanístico como le ocurre al personaje de Miguel. Estoy hablando masculino porque la historia trata de Abel, y esta charla sobre Juan Miguel y yo, pero cada palabra que estoy diciendo es aplicable también a nuestras compañeras, aunque con la diferencia de que ellas sí que saben lo que hacen.



Trasuntos

Por fin, hemos llegado a esta década en la que las cosas deberían estar más claras, pero no es así… A menudo hacemos creer a los otros que sabemos lo que decimos y que tenemos las ideas claras. Es lo que debería corresponder a una persona de nuestra edad. Todo esto en realidad es una impostura (en nuestro caso es normal porque nos va el teatro). Muchas ideas que teníamos con 20 años ya no funcionan o no nos las creemos y nos jode una barbaridad que sea así. No a todo el mundo le pasa lo mismo, hay muchos, muchísimos, que tienen las mismas ideas que cuando tenía 20 años. Pero no es nuestro caso. Ahora nos toca repensar nuestras creencias, filias y fobias, las ideas sobre política, arte, sexualidad, moral, economía… Hay algunos pasajes muy notables sobre este asunto. Al principio de la novela se plantea la disolución de los ideales de la juventud, y la paternidad y la maternidad aparecen como una justificación de ello. Es decir, tenemos que hacer y pensar esto y lo otro porque somos padres y hay que hacerlo por el bien de nuestros pequeños. Para explicar esto citaré directamente la novela:

El texto dice: “A Vera y a Ulises -los hijos de Abel y Silvia en la novela- (...) los alimentábamos a menudo con comida precocinada, tal y como nosotros también nos habíamos acostumbrado a comer, o nos rodeábamos de cosas innecesarias: ropa de más, plástico de más, rapidez de más.. incorporándolos así a nuestra vida de adultos sin pensar en su propia manera de ser y de estar en el mundo. Los hacíamos comer como no nos gustaba comer a nosotros, los hacíamos dormir como no nos gustaba dormir a nosotros, de manera férrea y bajo un horario estricto (...) los llevamos a la guardería con alivio y a la vez con sentimiento de culpa al preguntarnos si realmente eso estaba bien, los escolarizamos cuando nos habían dicho que era obligatorio hacerlo, es decir, atendiendo únicamente a estándares que no eran puestos en duda pero que sin duda eran discutibles y, desde que nacieron, los hicimos poseedores de unas malvadas y aviesas intenciones como si hicieran lo que hacían con el único propósito de amargarnos la vida cuando, realmente, en el fondo intuíamos que la vida que ellos nos habían descubierto acaso fuera la real, por eso chocaba frontalmente con la asquerosamente neoliberal que llevábamos. Todo ello hacía que nos sintiésemos agotados, derrotados y hastiados, tomando la salida fácil de seguir la corriente.” pp.30 y 31

No queda todo dicho sobre nuestro tiempo, ni mucho menos. Más adelante dice el texto: “Cuando a veces pienso en estas cosas y me imagino contándose las dentro de unos años a Vera y a Ulises, me pregunto cómo haré para hacerles comprender cómo era la vida sin móviles, ni Internet, sin mensajes instantáneos, ni disponibilidad inmediata si ya hasta me cuesta recordarlo a mí. Explicarles cómo era capaz de pasar días y días sin saber nada de su madre, esperando una carta o una llamada, ahora que necesito saber a todas horas dónde se encuentran ellos, qué hacen, qué necesitan, viviendo como he vivido la mayor parte de mi vida si rendir ni pedir cuentas a nadie cada cinco minutos que es precisamente lo que me sucede ahora con su madre y con ellos, sobre todo con ellos. Por otro lado, sé que de nada vale rebelarme contra ello. Digo que echo de menos esa independencia pero ahora no sabría vivir de otro modo.Me consuelo pensando que es por mis hijos, aunque en el fondo sé que somos una sociedad que prefiere ignorar que está enferma antes que preguntarse si debería hacer algo para remediarlo” pp. 214 y 215

Cuáles son los síntomas de esa enfermedad. ¿Nuestra época es líquida y se han confirmado alguno de las vaticinios de la de los posmodernos? ¿Podemos llamar enfermedad al espíritu de nuestra época, que diría Hegel?

Lo anterior puede llevarnos a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor o a instalarnos en la nostalgia. Debo confesarte que soy bastante anti-nostálgico, es decir, no echo de menos el pasado y, como dice Ortega en alguna parte, me alegro de que haya pasado cuando ya ha hecho su parte. No quiero volver a tener veinte años aunque no me arrepiento de haber hecho lo que hice (sea lo que sea, no es este lugar para sacar trapos sucios...o trapos sin más). Me refiero a que en nuestra sociedad la juventud se toma como un valor en sí misma sin que haya habido que demostrar nada. Sin embargo, esta idea nos conduce a una paradoja: ser joven implica ignorar que se es joven. En algún capítulo de la serie Mad Men, el protagonista, Don Draper, cuando ve que su empresa contrata a demasiados chicos jóvenes, dice: "los jóvenes son idiotas porque ni siquiera saben que son jóvenes". Esta es la paradoja; la única forma de tomar conciencia del valor de la juventud es que haya pasado. Entonces ¿Por qué la crisis de los cuarenta? Sobre esto se habla en algunos momentos de la novela. Atención al paisaje que Juan Miguel, o mejor dicho, el narrador, dibuja cuando habla de la fauna veraniega en un pueblo de la costa andaluza:

“Madres empujando cochecitos que te miran tristes arrastrándote a su abismo y padres vigoréxicos que se aferran a una juventud que irremediablemente dejaron atrás hace tiempo. Madres que han descubierto una voracidad sensual que las hace transitar lo vulgar,sobre todo cuando pasan unos días de vacaciones en la playa y dejan de preocuparse por lo que nadie pueda pensar al ver cómo van vestidas” Pg. 305

El paisaje continúa: ”Padres sombríos a los que les importa una mierda si realmente son un despojo de lo que fueron, corriendo detrás de unos hijos que les anclan a la tierra, pero que aún así no les hacen olvidar que se sienten como si se hundiesen en un lodazal del que ya no esperan salir hasta que mueran. Jóvenes medio alcoholizados que comparten barra y chistes racistas con hombres en chándal que beben más que ellos y hablan de fútbol (...) jovencitas de escote bajo y arrogancia vacía en busca de algo que definitivamente la saque la impostura o por lo menos que las hunda definitivamente en ella. Al girar la cabeza me veo reflejado en un la luna de una heladería, mimetizado como un camaleón mezquino sin nada que me asegure que no soy uno más. Ruido, ruido y ruido” Pg. 305.

En la parte final de la novela, dedica bastantes páginas al colegio de Almarga adonde asistieron Abel y Roberto. Se parece bastante a mi colegio de primaria. Estudié en Maristas en Jaén. Era un colegio muy muy tradicional, muy muy religioso y donde incluso había castigos físicos, y estoy hablando de la década de los 80. Me gustaría saber hasta qué punto el de la novela es un colegio real porque para algunos puede ser difícil creer lo que se cuenta, pero para mí es muy verosímil.

Por último, el trasunto de la música. En esta novela hay una importante lista de referencias literarias, cinematográficas y artísticas en general, pero sin duda la más extensa y creo que la más relevante para el protagonista es la música. Tengo que reconocerle a Abel un gusto musical fantástico. No sé si alguien lo había hecho ya, pero el otro día me entretuve en recopilar todas las canciones que se mencionan en la novela. He encontrado 51 canciones, unas cuatro horas de música. Sé que hay más, algunos discos completos que se citan y otras que se me han pasado, así que compartiré la playlist de spotify abierta en las RRSS de Juan Mi y así la completamos entre todos

Para acabar, me gustaría referirme al título de la novela. Se trata de un verso de una canción del grupo granadino 091 titulada Tormentas imaginarias . Los cero, como los llamamos los fans, son una referencia importantísima del rock en Andalucía y están vinculados al surgimiento de un movimiento cultural en Granada muy importante en los años 90. Quiero regalar a Juan Miguel y todos vosotros una versión de Tormentas Imaginarias en esta mañana de sábado.




Foto: Miguel Calatayud

domingo, 17 de noviembre de 2019

Presentación del libro 'Canciones de cuna y de rabia', 18 de octubre 2019

Manzanares 10tv: "Acto de presentación de la novela 'Canciones de cuna y de rabia' del escritor manzanareño Juan Miguel Contreras. Celebrado el 18 de octubre de 2019 en la Biblioteca Pública Municipal 'Lope de Vega' con las intervenciones de Cándido Sevilla, Yolanda Peña y el propio autor."


jueves, 14 de noviembre de 2019

La novela "Canciones de cuna y de rabia" interpretada por Yolanda Peña Cervantes

El 18 de octubre tuve el placer de presentar "Canciones de cuna y de rabia" en la Biblioteca Lope de Vega de Manzanares, el pueblo donde crecí, fui adolescente y tuve varios programas de radio en diversos años (con Gina, Yolanda, Bea y Santi), el pueblo donde me enamoré repetidas veces y dirigí un festival de teatro, donde limpié casi todos los vestidos de novia de las mujeres que se casaron entre 1988 y 1994, tuve una librería o fui esporádico bibliotecario. Allí hablé de esta novela en compañía de Yolanda Peña, amiga imprescindible y necesaria. El texto que sigue es parte de lo que ella dijo.


“Canciones de cuna y de rabia” es una novela de la que se pueden decir muchísimas cosas y que posibilita una gran cantidad de reflexiones, toda ellas necesarias en esta época de tribulación en la que vivimos, con esta amenaza constante de crisis ensombreciendo el futuro y con la presencia ya más que evidente del cambio climático…. pero sobre con todo reflexiones vitales para los que atravesamos la edad cuarentañera, década arriba década abajo. Para nuestra generación es el momento de mirar atrás e intentar entender en qué nos hemos convertido y en qué podemos convertirnos. Temas como la derrota, la felicidad, la precariedad laboral, la soledad, la perdida de los padres, el miedo a dejar de ser fieles a nosotros mismos, la amistad, la paternidad con sus múltiples preocupaciones, la infidelidad, el hastío, la naturaleza del amor, el poder, la corrupción, el paro, el deseo, la relación ambivalente con los orígenes y los recuerdos… pasean por las páginas escritas por Juan Miguel obligándonos a reflejarnos ante todas ellas.

Pero sobre todo ante los recuerdos… Aunque esta novela transcurre en el presente, la puerta abierta al pasado es una constante. Y nos permite hacer una reflexión sobre la calidad de los recuerdos de la infancia y adolescencia frente a la calidad e intensidad de los recuerdos de nuestra etapa adulta. Somos capaces de recordar cosas minúsculas de cuando éramos pequeños y emborronamos los recuerdos adultos. Al menos a mí, que soy tremendamente desmemoriada, me pasa… Cuando uno se hace mayor desaparece una gran parte de nuestra capacidad para la sorpresa, para la extrañeza ante la realidad, y por culpa de eso la vida nos abruma con mil pequeños suvenires intrascendentes que se nos escapan entre los dedos. Otro de los elementos claves de la novela es la trágica historia contemporánea de España. La herida de la Guerra Civil no termina de cerrarse, no somos capaces de cerrarla como sociedad y, desgraciadamente, continúa presente en nuestros días. A la Hidra de nuestra historia reciente cada día le crecen nuevas cabezas a poco que investiguemos en los archivos, como hace Roberto, uno de los protagonistas de la  novela.

Otro de los temas vertebrales de la novela es el Colegio San José, que comparten los protagonistas masculinos, y que es el trasunto del manzanareño Colegio D. Cristóbal.  Un Colegio peculiar en los años 70-80, que constituye un reservorio único de anécdotas para los alumnos de esa época. Una educación que hoy sería, sin duda, más que controvertida pero que, con todas sus sombras, convirtió, al menos a una parte de sus alumnos, en personas especiales y extraordinarias. Las niñas milagroseras, entre las que me incluyo, criadas entre algodones y protegidas por las aperturistas Hermanas de la Caridad, encontraron en los "cafres" de D. Cristóbal su horma del zapato cuando entraron en el instituto. Se crearon entonces unos vínculos que constituyen, todavía hoy, un elemento esencial de nuestras vidas. Entre ellos se encuentra, por supuesto, mi encuentro con Juanmi, que ha marcado una parte esencial de mi vida.

Sobrevuela, también, continuamente durante toda la novela la pintura realista y la figura de Antonio Iniesta, convertido en Alonso. Este pintor, tío-abuelo del autor, es una de las grandes figuras artísticas de nuestro pueblo y la novela actúa como un homenaje a su obra pero sobre todo a su persona. Leyendo la novela he recordado una tarde en la que Juan Miguel me llevó al estudio de su tío…. Me acuerdo sobre todo de  los lienzos sin terminar, testigos de un proceso creativo que nos fascinaba… Éramos ya en el instituto dos personas necesitadas del calor del arte…

Casualmente, el día en el que se presentó en Manzanares las Canciones de Cuna y de Rabia de Juan Miguel, se publicaba también el último disco de 091 tras 24 de años de silencio. Este grupo es autor de la canción que da título al libro y tiene una presencia trascendental en el desarrollo de la trama de la novela. 091 en particular y la música en general, actúan como un personaje más, para deleite de los musiqueros como yo, evocando libros míticos como el de Alta Fidelidad de Nick Hornby.

Me gustaría terminar con una reflexión personal sobre la necesidad de leer ficción. Yo, que he sido una lectora voraz durante la mayor parte de mi vida, veo ahora cómo las obligaciones laborales y el cansancio (también, por qué negarlo, Netflix) hacen que lea poco y mal… Y eso tiene un efecto tremendamente perjudicial en mi día a día. Las novelas en mi vida han sido y son ansiolíticos; no sé porque me empeño en olvidar el bien que me hacen. En la vida se hace estrictamente aquello que se quiere, las escusas sólo valen para justificar no hacer aquello que no queremos hacer. Tenemos que leer más.  Sin escusas. Y tenemos que agradecer a los valientes que tienen el arrojo de escribir ficción,  que nos regalen su tiempo y su vida a través de las palabras. Y eso es lo que creo que queremos hacer todos los que abrimos y leemos esta novela: agradecerle al autor su empeño, su osadía, tu terquedad y su talento… que nos han regalado esta esplendida novela.

Yolanda Peña Cervantes




miércoles, 2 de octubre de 2019

Mi propio Doppelgänger. Expurgos a una improbable literatura nazi en América----


JUAN MIGUEL CONTRERAS.-Nació en una pequeña granja, a inmediaciones de la ciudad de Chalatenango, en 1904. Primeros años de escuela primaria en la misma ciudad. Después, fue alumno en la escuela "José Matías Delgado", de San Salvador. De ahí paso al Instituto Nacional "General Francisco Menendez". Tuvo que interrumpir sus estudios para empezar a trabajar. Publicó dos libros de prosas breves: "Fruta de fuego" y "Desde el corazón".



PROSAS DE LA SOLEDAD 
Por Juan Miguel CONTRERAS 


Errantes 
SOLO, en la alta noche, llegan a mi, confusas, voces que el viento acerca y aleja. . . 
Son las voces errantes en el espacio: de ayer, de hoy, de siempre. Todo el sentir humano. . . 
Se acercan. . . , se alejan. . . , por la clara oscuridad misteriosa, y el alma queda suspensa. 

Que oculta raíz? ... 
¿Qué oculta raíz de dolor se alza hoy en la flor de mi tristeza? 
Nunca como ahora, el azul dilatado del cielo es para mi imagen de la soledad, y el rojo de la aurora, sangre del corazón. . . 

¿Qué dolor incomprendido me angustia? 
¿Será por lo que pude ser y no he sido? ¿Por lo que he sido, que nunca debí ser? ¿Por lo que he amado o por lo que deje de amar? 
!Hay una desconocida pena honda, que me entristece! 


Carretera 
CUANDO por la noche, caminando por la carretera, veo entre la oscuridad sombras que se alzan y como que se ocultan cuando me aproximo, pienso, con pena, en todos los afanes, el duro bregar diario, anónimo, que por ahí pasa; y que las sombras, fantasmales, medrosas, que veo son las rotas, sangrantes, huellas de 
aquel batallar y que mis pasos despiertan. . . 


Soledad 
¡SOLEDAD sin nombre la del hombre. soledad de toda soledad! 
Espíritu que en mí moras y aldaboneas angustioso en mi corazon, ¿quién eres? ¿Qué buscas? En la oquedad del universo resuenan tus llamadas y su eco lúgubre se pierde entre los mundos. Nadie responde. 
Voy, solo de toda soledad, en la noche sin fin. . . 
¿Por qué? ¿Por qué esta angustia, este ansiar desesperado? ¿Este continuo sangrar y este querer fundirme en todo? ¿Este vagar sin tregua? ¡Y el corazón, como una pena alta y abandonada, abismándose en si mismo, oyendo su propio grito, que retorna estremecido. . . ! 
¡Soledad sin nombre la del hombre! 
Voy, solo aun de mi mismo. Espectral. Devorado por propios e inextinguibles fuegos. 
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo este llamar desesperado? Y la sangre, naciendo de si misma cada vez mas roja. . . ; y las lagrimas, de si mismas tomando su sabor. . . 
!Soledad sin nombre la del hombre, soledad de toda soledad! 


Vela 
LA noche alta florecida de luceros como rosas centelleantes. De luceros como heridas. De luceros como heridas que brotan blanca sangre astral. La noche alta frutecida de luceros. De luceros como heridas. Y yo aquí de pie. Y yo aquí de pie, alto también con mi espíritu; alto con mi dolor. La hora es propicia a la angustia. 
La hora es propicia a esta angustia fiel que hoy mas que nunca se cine a mi y ha tomado posesión de mi ser. 
Inquietud de niños hambrientos. . . 
Como niños hambrientos se alzan hoy en mi corazón escondidos anhelos. Largas manos en llamas. Ansias infinitas. 
El hambre eterna del Hombre. Hambre espectral. De inconmensurables órbitas negras. El hambre de SER. El hambre de Dios. ¡Oh angustia del Hombre! 
En la noche alta de luceros como heridas. Luceros como heridas manando limpia sangre astral. 
Y yo aquí de pie, alto también con mi espíritu, sangrando dolor. Sangre obscura de dolor. 
¡Oh angustia del Hombre! 
La noche alta frutecida de luceros como heridas. Frutecida de luceros. Y por mis ojos llamas que se escapan, y que van a incendiar el mundo. 
¡Oh angustia eterna del Hombre! 


Una sed 
LAS aguas invitan, junto a mi circulan; siento su frescura. Todo yo soy una sed. 
Rondare, clamare, ya no podre alejarme. !Todo yo soy una sed!
Clamare. . . Pero el clamor ha de ser inconfundible ya: un clamor que sólo tú oyes, Señor, y que ni estruendos pueden apagar. 


Viernes 
SOLO entre los arboles. El canto de las cigarras, alto, multiple. A lo lejos, blanco, un pueblecito. Quietud.. . Congoja.. .
Clamo al Maestro. Le clamo con todas las bocas de mis heridas; por las heridas de mi ser, que se ha vaciado ya en dolor. 
¿Es que no me dirá su paz el monte? ¿No fluye agua para mi sed? 
¡Oh, Maestro! ¡Que no huelle mi pie esta hierba ni este polvo! Puros son. En 
ellos veo tu rostro. Como tu frente, están ensangrentados. ¡Por qué he de lacerarte yo también? 
¡Oh, Maestro! 
Solo entre los arboles. El canto de las cigarras, alto. Por el sendero, Sus pasos. 


Sufro yo 
¿Qué escala de sufrimiento es esta, Señor, en la que puedo encontrarte y el alma se sosiega? 
¿Es que he de sentirme cosa vana, lodo vil, para que me consueles y sostengas? 
¡Qué desolación si enmudecieras, Señor, y ya no quisieras responderme! 
Sufra yo siempre, para que no me falte tu voz. 
Tu amor es grande; mas fuerte que mi mina. 

pág 174/176


Impreso en los Talleres de la 
DIRECCiON DE PUBLlCACiONES 
Dirección General de Cultura 
MINISTERIO DE EDUCACIÓN 
San Salvador, El Salvador, C. A.
1969

domingo, 21 de abril de 2019

"Canciones de cuna y de rabia", una novela...


Después de muchos meses (años) ha conseguido publicarse esta historia. una novela titulada "Canciones de cuna y de rabia". Comenzada en el año 2012, en mayo, a partir de una anterior novela fallida de la cual salvé un capítulo, construí esta hasta terminar una primera versión completa el 22 de diciembre de 2015, dos días antes de que Lemmy Kilmister muriera y unos meses antes de que 091 anunciaran su resurrección (cuyas obras y vidas están presentes de cierta manera en la novela, desde unos personajes que creían que el primero nunca moriría y los segundos nunca volverían a juntarse; y ese hecho tan trivial y sobrecogedor a la vez me dio la clave para el trabajo de corrección: lo esencial debía quedar lo más a salvo posible más allá de las raíces temporales de lo que se cuenta). Desde entonces, muchas vicisitudes comenzaron a formar parte de la historia editorial de este relato de sobrevivientes lleno de canciones, que no lamentos. Me convertí en editor de mí mismo, aprendiendo sobre la marcha trabajar un texto como un montador de cine, como un productor musical, como un ayudante de director teatral, pero todo junto y sobre una novela... Entre medias, silencio de montones de editoriales, cartas de rechazo (hasta ahí lo normal), y rechazos finales de editoriales soñadas tras meses de pasar comités de evaluación... Esos rechazos fueron 2, uno más doloroso que otro, porque fueron seis meses de espera, de correos amables y llenos de preguntas, dudas y consejos; lástima que no cristalizara. ¿La contestación? No podían arriesgarse con alguien como yo (desconocido, terco, lejos ya de la juventud) y afrontar unos meses de trabajo de edición sin ninguna garantía. (¿Así que la clave estaba en la edición, en corregir, pulir, montar y moldear algo que no sonaba mal?) Al final, gracias al apoyo y ayuda de Andrés Sorel (descansa en paz, amigo), Pilar Gomez y Jose A Balmón, decidí no darla por inédita y me lancé a una aventura que, como toda aventura, tuvo (tiene y tendrá) sus sinsabores y sus pequeñas victorias. Ahora, tras todo ese trabajo de derribo, desescombro, recomposición, reescritura, montaje... está en la calle gracias a un puñado de increíbles y mágicos mecenas que quisieron comprarla por anticipado para que se convirtiera en eso que las imágenes de abajo dan prueba.

Está a la venta en varias plataformas en formato ebook, en la editorial también está disponible en formato digital y (creo) que tienen algún ejemplar; también, a día de hoy (que yo sepa), está en Pasajes Librería Internacional (Madrid) y Librería Popular (Albacete). Yo también tengo unos pocos ejemplares. De la cubierta estoy enamorado (gracias infinitas a la fotógrafa Lucía Padilla), de lo escrito dentro comienzo a desprenderme, ha sido mucho, y el resultado está ahí...


PAPEL Y EBOOK

EBOOK:

EN PAPEL:

y escribiéndome si nada de lo anterior funciona...

aquí un amigo...

Fotografía original de Lucía Padilla
@lucíapadilla 

BOOKTRAILER...

jueves, 15 de noviembre de 2018

“EL ARPA DE DAVITA”. CHAIM POTOK. LIBROS DEL ZORZAL


“EL ARPA DE DAVITA”. CHAIM POTOK. LIBROS DEL ZORZAL


Ilana Davita es una niña con la cabeza en las nubes (de papel) y un corazón que, durante los sueños, late rápido dentro de su pequeño cofre, todavía plano. Su padre viene de una familia católica y es corresponsal de un periódico; su madre, de familia judía, trabaja como maestra y trabajadora social. Ambos han abandonado la religión aunque están inflamados con la misma pasión por la política.

Esta historia podría no tener coordenadas geográficas y temporales precisas y seguiría siendo igualmente preciosa. Pero las tiene: Estados Unidos en los años treinta, a punto de asistir al estallido de la guerra mundial, cuando los sueños del comunismo y el renacimiento en una nueva era bajo la bandera del proletariado, eran ajenos a los avatares históricos-políticos que traicionaron la pureza de esos ideales.

Obligada a cambiar periódicamente de vivienda, Davita solo tiene dos elementos que connotan lo que sería su “hogar”: una fotografía de tres caballos galopando en una playa y un arpa colocada en la puerta, lista para emitir su melodía en cada pasaje y con cada visita.

Intensa novela de aprendizaje, conmovedora y sobria, “El arpa de Davita”, cuenta la historia del crecimiento de una niña que deja dolorosamente el mundo de la infancia aprendiendo lo difícil que es ser diferente y formar parte de una minoría, no solo como judía, sino sobre todo como una mujer dedicada al conocimiento. Su mirada se mantiene en el horizonte de la infancia, su vida fluye tranquilamente entre los enérgicos abrazos de su padre y las atenciones de la madre dentro del hogar nómada. Ambos quieren cambiar el mundo y detener el fascismo. Davita es un rayo de sol, es su vida, pero una causa mayor dirige la vida de sus padres.

Poco a poco Ilana compondrá el rompecabezas de su vida, topándose con piezas de lo más dispar: guerra y pájaros, Baba Yaga y castillos de arena, comunismo, fascismo, huelgas, proletariado, trabajo, periódico, asambleas. Cada pieza encontrará tarde o temprano su lugar, mientras uno lee y se enamora.

Una parte importante del rompecabezas está ocupado por la religión. Atraída por sonidos extraños de rituales y melodías, espoleada por esa vida tan diferente de la suya, poco a poco se acerca a este religioso mundo como si explorase una habitación llena de objetos misteriosos. Y cuando la vida golpea con fuerza, busca una armadura más dúctil y resistente para sobreponerse.

Novela que conquista de inmediato por su tono simple y sobrio, por su capacidad para tomar la perspectiva de una niña inteligente y sensible, que crece y se forma en una época tan problemática. Tanto la primera parte, más ligera, casi melodiosa, como la segunda, cuando la historia entra en la Historia, con su carga de duelo y desastres, están escritas con maestría, con esa calma apasionada que tiene la escritura de Chaim Potok. Y así hasta llegar al final, que no puede más que calificarse de hermoso.


lunes, 20 de agosto de 2018

20 de agosto 1968.50 años del fin de la Primavera de Praga. La muñeca rusa


Hoy hace 50 años de la entrada de los tanques soviéticos en Checoslovaquia.

LA MUÑECA RUSA.
CAPÍTULO 1.
Josef Koudelka, 1968
 


La noche en la que el ejército soviético entró en Checoslovaquia, Milos Meisner interpretaría el ruido de los tanques por las calles de Praga como la gran y estúpida ironía que definiría el resto de su vida a partir de ese momento. Le asaltó entonces el deseo angustioso de escapar de su pequeño piso de la calle Na Hrázi, del hospital psiquiátrico donde trabajaba como celador, de salir de Praga, de abandonar Checoslovaquia, de exiliarse de su vida, como si esa fuga pudiese darle la calma y el consuelo que, desde hacía varios años, creía necesitar. Se asomó despacio por la ventana y vio un tanque en su propia calle. Inmediatamente pensó en Irina, y el miedo que le asaltó hizo que volviera a oír en su cabeza las risas incontenibles de su amigo Pavel Sisak y del escritor Bohumil Hrabal cuando, un par de días antes, les contaba que se sentía culpable porque se había enamorado de una paciente rusa del hospital que decía ser hija de un cosmonauta ucraniano perdido en el espacio cuya vida había sido borrada por las autoridades soviéticas. Echaba de menos aquellas risas, la de Pavel como la de un grajo luminoso, la de Bohumil como la del hermano mayor que sabe cosas que nosotros nunca podremos saber. Se vio de nuevo rodeado de ellos; los tres ebrios, felices y asustados; él mirándoles y descubriendo en sus miradas ese fuego de los que no tienen miedo a nada y a la vez están aterrados por todo.
Estamos en 1968 y, por extraño que parezca, casi nadie imaginaba que la invasión de Checoslovaquia por parte de las fuerzas del Pacto de Varsovia realmente iba a ocurrir. Hacía más de un año que Irina Belokoneva había aparecido en el hospital mental de Praga y nueve meses desde que se habían iniciado las reformas democráticas de Dubček. La noche del 20 de agosto de 1968 se oyeron las explosiones de algunos obuses fortuitos a lo lejos, como si la brutalidad y la represión que se avecinaban quisieran entrar llamando a la puerta a pesar de no estar invitadas, tamborileando sobre el ruido de tanques, anunciando que, por muy cruel, injusto y desolador que pareciese, todo estaba a punto de terminar. 
Josef Koudelka, 1968
El día que entraron los tanques en Praga, Milos salió del hospital psiquiátrico Bohnice sintiéndose distinto, intentando no sucumbir al escepticismo, obligándose a creer en Irina, en la historia que Irina le contaba una y otra vez como una salmodia liberadora. Atardecía, las noches comenzaban a ser frescas y decidió caminar. Durante casi un año venía oyendo esa extraña historia, pero aquel día no pudo evitar sonreír sarcásticamente mientras la escuchaba, creyendo ver en todo aquello un ceniciento paralelismo hacia lo que se estaba viviendo en Checoslovaquia. Por todos lados se hablaba de reformas democráticas, se organizaban asambleas en cada barrio, en cada calle, en cada bloque; se hablaba de la abolición de la censura, de las libertades recuperadas, de todo por conseguir tras tantos años grises vividos con sorna y resignación. Sin embargo ese día sentía algo distinto, como si al alejarse de aquel sanatorio, de ese edificio mezquino y trovo, también se alejase de Irina más allá de lo puramente físico, como si la locura que él ayudaba a sobrellevar a los pacientes de aquel lugar, la fuese esparciendo por todos lados conforme entraba a Praga, dejándola entre los árboles, entre los estudiantes, las mujeres, los obreros, entre la gente que iba o volvía de las asambleas, de los restaurantes, de los bailes, de los centros culturales; desmenuzaba aquella cruel locura en la que trabajaba y la veía volverse invisible, igual que ondas de radio, rodeándolo todo como el papel de regalo de un porvenir sin la férrea sombra soviética. Pero el sonido de los obuses le hizo desear estar con ella. Aquel miedo, aquel ocultarse en una casa a oscuras, se tiñó de pronto de reservas, de escudos protectores, de cínicos prejuicios, convirtiéndolo en una especie de actor mediocre perdido en una escena clave que no sabe continuar sin leer el guión. Sentía que las explosiones le alejaban de ella, alimentando sospechas ante la  rocambolesca historia de Irina, viendo perecer la historia de su pueblo, vertiendo toda aquella marea a través de sus manos como un pez robusto y lunático. Durante meses había buscado por todos los medios sacar a Irina de ese sueño que la atormentaba, separarla de la Luna, de esa Luna que la había vuelto loca. Ahora, asomado imprudentemente a la ventana de su pequeño piso, lamentó comprobar que el destino de los checoslovacos estuviese ligado obligatoriamente al de los soviéticos. Una voz le inquirió desde abajo. Un kalashnikov apuntaba hacia su ventana. Asustado de verdad por primera vez, se agazapó y corrió las cortinas. Blasfemó con rabia y se maldijo a sí mismo por sentirse responsable del destino de Irina Belokoneva.

Josef Koudelka, 1968

Cuando por fin el cansancio empezó a vencerle, se quitó cuidadosamente la ropa. Al contemplarse desnudo en el reflejo del espejo del armario de su dormitorio, Milos se sintió de nuevo cerca de ella ignorando los miedos y las reservas. Al meterse al fin en la cama, buscó reírse de sí mismo, queriendo explotar como un abanico de amenazas, pero no lo consiguió. Sin embargo, en su cabeza surgió una pregunta: ¿Cómo es posible que me haya enamorado de una paciente diagnosticada de esquizofrenia paranoide que dice ser hija de un cosmonauta ruso desaparecido en el espacio tras un fracasado viaje a la Luna? ¿Cómo es posible que dude de la locura de una locuaz esquizofrénica ocasional, de una trovadora desquiciante martirizada por el recuerdo de un padre que imagina muerto, flotando inerte en el espacio, en una paradigmática imagen recurrente de película de ciencia ficción?
A pesar de todo eso, aquella noche Milos durmió plácidamente. Soñó con Irina, con cosmonautas, con caballos, con la cara oculta de la Luna y con el mar, un mar que nunca había tenido la posibilidad de ver y que creía necesitar. Soñó que escapaba, que se marchaba pero no se perdía, que amaba pero no amaba, que pisaba la Luna sin billete de vuelta y que respiraba extrañamente tranquilo bajo la escafandra de un planeta mutilado como un pez sin futuro, tal vez su país.
Todo esto yo lo sé porque Milos me lo ha contado un millón de veces, sentado en esta silla, frente a las estanterías de la sección de Literatura Hispanoamericana en una pequeña y ridícula librería de un pequeño y ridículo pueblo de la costa almeriense llamado Almarga. Hace muchos años de todo aquello y, por una razón que todavía desconozco, este lugar es el final de su viaje. Tal vez por eso haya decidido contarme su historia, una historia que en el fondo intuyo que ni es sobre él ni tampoco es suya. Lleva viviendo aquí dos años y aún tiene en su casa una maleta sin deshacer. Las veces que le he preguntado qué es lo que guarda ahí siempre me ha contestado lo mismo, ahí llevo lo único que me llevaría si tuviera que irme a otro lugar; el porqué la tengo hecha, o por qué no la he deshecho aún, es algo que vosotros nunca podríais entender del todo. ¿Quiénes?, pregunto. Y él responde, vosotros, mirándome como si le hubieran hecho la pregunta más tonta del mundo. Así que nunca vuelvo a insistir. Es entonces cuando Milos Meisner me sonríe, alza una de sus cejas y balancea levemente la cabeza, sumergiéndose de nuevo en todo aquello que lo atormenta y a la vez sé que le mantiene vivo.


lunes, 12 de marzo de 2018

WILL HOGE, MADRID, 9 de marzo de 2018, The Secret Club.


WILL HOGE, MADRID, 9 de marzo de 2018
The Secret Club.

La esperada y ansiada visita a Madrid de uno de los songwriters fundamentales para entender los derroteros del rock de raíz americana de lo que va de siglo se saldó con un concierto de los que se quedan en la memoria, reafirmando que, cuando se tiene algo que contar y se sabe cómo, el talento siempre sabe qué teclas tocar para emocionar y espolear sueños y certezas. Por mi parte, no sólo no me arrepiento lo más mínimo del palizón de kilómetros que, a última hora, puede hacer, sino que a la salida del bolo de Will Hoge pude orgulloso hacer otra muesca más a esa efímera e íntima lista de conciertos definitorios. La carrera de Hoge ya es lo suficientemente larga como para ser vista y diseccionada con profundidad, y desde que debutara con un impetuoso puñado de canciones tan urgentes como vivas en 2001 (“Carrousel) hasta el emotivo y salvífico “Anchors” de este 2018, Will Hoge se ha labrado una carrera y una reputación envidiable que cualquier aficionado a la música de raíces puede considerar, sin miedo a exagerar, como imprescindible. El repertorio del concierto que dio el pasado viernes 9 de marzo en Madrid en The Secret Club (que los dioses bendigan a Medias Puri) tuvo su grueso en sus dos últimos discos (“Small Town Dreams” y el citado “Anchors”), apuntalándolo con gemas sueltas de sus otros ocho trabajos de estudio anteriores.


Will Hoge y su banda subieron al escenario y comenzaron con The Reckoning, la agridulce y emotiva canción que abre su último trabajo (“hay algunas semillas que siembras y nunca crecen…” canta en ese alegato inquebrantable a perseverar (o no) en tiempos difíciles). Will solo tuvo que abrir la boca y dejar que su privilegiada garganta obrara el milagro, tal y como estos deben hacer, poco a poco, sin apabullar gratuitamente, dejando que la música recorriese el local y nos envolviera casi sin darnos cuenta. El ritmo fue reptando venenoso con “The last Thing I need”, de Small Town Dreams (disco que remarca su impronta en eso que los americanos llaman Heartland Rock). Tema en el que es precisamente su voz la que casi al final sube el ritmo, dejándonos listos para, a la voz de tres, rematar la jugada con el vigoroso “Better Off Now”, única mirada a su primera época, aquella que podríamos definir como pre-accidente de moto (sus cuatro primeros discos). Pelotazo rockero este “Better off Now” de su segundo y olvidado disco (del que él mismo reniega a causa de una yerma producción mainstream). “Still a Southern Man” y “(This ain´t) a Original Sin” mantuvieron el acelerador a tono (lírica y musicalmente) con sonrisas de complicidad entre la banda y dejando claro que aquello podía ser incluso memorable. Que tras eso se sentase al piano para la preciosa “Cold night in Santa Fe” resulto tan natural como darle las gracias a quien nos roba la cartera y de paso el corazón.  Fue durante esta y la siguiente “Little Bitty Dreams” cuando volví a pensar lo que muchas veces he pensado al intentar explicar la voz de Will Hoge a algún amigo que no lo conoce (Es como escuchar a Elvis Costello intentando imitar a Otis Redding y consiguiéndolo). Para aquel entonces ya quedaba claro que el proyecto de Will Hoge es el de contar historias tan comunes como vitales, en las que gente como cualquiera de nosotros, puede verse reflejado: días duros, sentimientos encontrados, trabajos alienantes, deseo de liberarse con pequeñas cosas, un guitarrazo, una cerveza compartida, un futuro incierto, una indignación frente al poder político tan resentida como lacerante, el amor de los nuestros y una revisión del pasado que espolea para seguir adelante. De eso canta Will Hoge mientras esboza una leve sonrisa y canta unos imbatibles estribillos.

autora Cayetana Álvarez

A partir de ahí llegó el abandono, la cosa rodaba (y de qué manera), por lo que no había más que dejarse llevar. Justo delante de mí, en primera fila, estaba la artista Cayetana Álvarez pintando in situ a la banda a través de las canciones (que descubrí gracias al libro de Joserra Rodrigo y que me parece admirable). La gente se mostraba respetuosamente callada cuando la canción lo pedía (los “bravo”, “eres grande, colega”, “mierda, qué bueno eres” que se oían espontáneos al terminar alguna de las canciones sonaban sinceras y más de uno sonreía al haber querido gritarlas también). “Anchors”, “Growing up Around Here” se alternaban oxigenadas para dejar paso a la vacilona (por lo agrio e irónico de su letra) “Desperate Times”. “Too late too son” volvía a dejarte desnudo y sonriente, casi tanto como a él, con toda la sala en el bolsillo. Con “Goddamn California” hizo uno de sus speeches introductorios, sobre el porqué de la canción, cuando, tentado por cantos de sirena y marketing, lejos de su familia y sus amigos, se preguntaba si merecía la pena el mercadeo y descubría que no, volviendo a tener que reinventarse vitalmente, siempre con la guitarra cerca para escribirlo, siempre consiguiendo hacerte sentir cómplice.


Enfrentaba la recta final con una de sus mejores canciones, la irresistible “Even If it breaks your Heart”, cerrando la comunión que poco a poco había ido creando alrededor. Con “A Little Bit of Rush”, una de las joyas de su último disco, convenció al más reticente (si es que aún quedaba alguien) y, lanzado a otro de sus cómplices y ágiles speeches, se despidió con ese homenaje nada velado pero irrefrenablemente gozoso a The Clash, “Ring of Fire”, al compromiso de Hank Williams y Johnny Cash y a su queridísimo Franklin, cerca de Nashville, Tennesse, que es “Till I Do It Again”.

fotografía del instagram de monticola_solitarius
Regresó para el bis con “Middle of América”, sincerándose al terminarla por la respuesta que esta canción había tenido en general, y esta noche en particular, fuera de su país. Debe ser por eso de la clase (obrera), que abunda, por muy difuminada que esté. Terminó el concierto con las dos canciones que cierran “Anchors” en una apuesta que solo él y su banda sabían ganadora, pues dieron la clave de lo que fue esa noche. Acabar un concierto con dos canciones nuevas, y conseguir subir aún más el grado de entrega y emoción es algo al alcance de muy pocos, y a mí, escribiendo esto, más me asombra y celebro haberlo podido ver. Si con la exultante “Young as We Will Ever Be” apareció de golpe el Will Hoge del maravilloso disco en directo autoeditado (during the Before and After del ya lejano 2004) con el que lo conocí en lo benditos días en los que uno se zambullía en myspace en busca de tesoros musicales desconocidos y le compraba casi a ciegas un puñado de discos a un cantante de Nashville y éstos te llegaban tres semanas después con una nota de agradecimiento incluida y al ponerlo sabías que sus canciones te iban a acompañar durante mucho tiempo pero no llegabas a imaginar que casi quince años después te siguiera emocionando del mismo modo.

Que el concierto terminase con “17”, una canción donde late el mismo espíritu terapeútico que el “Caravan” de Van Morrison, con Will Hoge cantando a capella la mitad de la canción al borde del escenario, fue un regalo demasiado bonito, tanto como para saber que una noche así le valdrá a más de uno como refugio para días oscuros donde buscar las ganas y los sueños que tan fácilmente creemos perdidos.





jueves, 1 de marzo de 2018

Varian Fry, vida y muerte de un hombre honesto

Introducción: A finales de enero colgué un artículo sobre Eduard Pernkopf, escrito para la revista La Aventura de la Historia (Pernkopf). En la introducción contaba que en un corto periodo de tiempo me había visto documentándome sobre dos personajes opuestos, definitorios de unos años determinantes. Desde que escribí sobre ellos pienso mucho en sus vidas, en lo que fueron y lo que representan, en cómo durante sus años claves influyeron a tanta gente, directa e indirectamente, y, sobre todo, lo que significa la manera en la que murieron. Esta que sigue es la vida de Varian Fry, escrita todo lo mejor que pude (sobre todo debido a las limitaciones del encargo, número de palabras). A sus pies, admirado Varian. 

La Aventura de la Historia, Año 20 nº 231. Enero de 2018. Depósito legal: M-4597-2012.


“LOS ALEMANES IBAN DE GRIS, TÚ IBAS DE AZUL”. 
BREVE HISTORIA DE VARIAN FRY
por Juan Miguel Contreras


Cuando el 13 de septiembre de 1967 murió a los 59 años un hombre llamado Varian Fry, la onda expansiva de tan luctuoso hecho apenas transcendió los muros de su humilde casa de Redding, el pequeño pueblo de Connecticut donde había vivido sus últimos años. Pocos lamentaron públicamente su pérdida. Claro que, ¿quién había sido ese hombre, qué es lo que había hecho para poder censurar la ausencia de conmoción por su fallecimiento? Posiblemente sean muchos los sentimientos, ideas, novelas, ensayos y vidas las que, sin la idealista determinación de Varian Fry, se hubieran perdido: fue él quien ayudó a más de 2.000 personas a abandonar Francia durante la ocupación nazi, incluyendo a líderes políticos, culturales y laborales como Hannah Arendt, Marc Chagall, Wanda Landowska, Max Ernst, André Breton, Arthur Koestler, Alma Mahler o Leon Feuchtwanger.

La fulminante ocupación de Francia por los ejércitos de Hitler de alguna manera también colapsó a los Estados Unidos y Gran Bretaña, empeñados en mirar hacia otra parte. En medio de un debate público que amenazaba con fracturar a la sociedad estadounidense, surgieron voces que mostraron su preocupación por los refugiados en Europa, tal y como anteriormente la guerra civil española había provocado. El foco se centró en el artículo 19 del Armisticio Franco-Alemán, donde se decía que cualquier ciudadano debía ser entregado a las autoridades nazis si así era demandado.

En 1940, un grupo de ciudadanos se reunió en Nueva York y organizó el Comité de Rescate de Emergencia (ERC) para ayudar a los judíos y no judíos disidentes desplazados por la guerra. Varian Fry, un joven editor de la Asociación de Política Exterior de Headline Books y uno de sus fundadores, se ofreció voluntario para viajar a Francia y brindar ayuda y asesoramiento a refugiados antifascistas.

Hijo único de un conservador liberal protestante de Wall Street, nació en la ciudad de Nueva York el 15 de octubre de 1907, y fue criado en el suburbio de Ridgewood, Nueva Jersey. Su madre había sido maestra de escuela pública y le hizo un gran lector.  Siendo universitario en Harvard fundó la revista literaria Hound & Horn, donde defendió a autores prohibidos por entonces como Joyce o Henry Miller, y llegó a ser expulsado durante varios meses antes de graduarse en 1931. Su gama de estudios fue amplia, con especial énfasis en los clásicos de Grecia y Roma. Un viaje a Alemania en 1935 lo convirtió en un ardiente anti-nazi. No fue hasta 1940 cuando se presentó la oportunidad de hacer algo concreto más allá de denunciar la situación. “Recordaba lo que había visto en Alemania. Sabía lo que les pasaría a los refugiados si la Gestapo se apoderara de ellos. Era mi deber ayudarles”. Tenía 32 años. 

Gracias a la intermediación de Eleanor Roosevelt, el Departamento de Estado de los EEUU hizo una excepción en su restrictiva política de visados, proveyendo de permisos de entrada a un número limitado de doscientos refugiados. La paradoja estribaba en el hecho de que el ERC era una asociación no gubernamental financiada de manera privada, pues la diplomacia aún imponía la neutralidad. La indolencia respecto de la barbarie nazi se mantuvo hasta Pearl Harbor, lo cual no se entiende sin tener en cuenta la polarización de la opinión pública, las alabanzas que su aliado Winston Churchill prodigó a Hitler en 1938 (de las que aún no se había retractado) y, sobre todo, por los negocios del régimen nazi con grandes industriales norteamericanos, al que suministraban armas y materias primas a través de Suiza.

Así pues, Fry viajó en calidad de periodista, sin que se supiera nada del encargo de ayudar a intelectuales y figuras de renombre varados en Francia. Su función era llegar a Marsella y hallar la manera de sacarlos de allí antes de que los alemanes los reclamasen. Su misión, por tanto, no era meramente humanitaria, sino también incómodamente elitista, sin embargo no eran tiempos para remilgos. Aún así, Fry, cuyo conocimiento del espionaje provenía únicamente de las películas, se encontró protagonizando una historia brutalmente heroica. Su valiosísimo libro, “La lista negra”, publicado en España por la editorial Confluencias, resulta totalmente imprescindible, no sólo para comprender lo que hizo, sino también para entender el espíritu y los valores que gran parte de esa generación de entreguerras poseyó y la guerra sepultó. 

Llegó a Marsella a principios de agosto de 1940, con 3.000 dólares ocultos bajo la ropa, una maleta con ropa y una lista de 200 refugiados en peligro. Esperaba permanecer un mes, pero rápidamente se dio cuenta de que la situación era dramática y su trabajo mucho más complicado de lo que había imaginado. Los que huían del Tercer Reich eran miles, y las autoridades francesas cooperaban con los alemanes al negarse a expedir visas de salida.  

Durante las primeras semanas se estableció en el hotel Splendide, pero los rumores de su llegada se extendieron tan rápidamente que su plan inicial se desbarató al momento: los refugiados pagaban altas sumas en el mercado negro solo por conseguir su dirección. Pronto descubrió que el consulado norteamericano no iba a ayudarlo y que tendría que trabajar de modo independiente. Fry decidió actuar libremente rodeándose de un grupo reducido al que denominaron el Centro Americano de Socorro (Centre Americain de Secours). El trasiego de personas en su cuarto del hotel Splendide era tal (entrevistaban entre 60 y 70 personas por día) que resultaba imposible mantener su coartada de periodista.

Uno de los pasaportes de la red de Fry

Cada uno de los más cercanos colaboradores de Fry merecería artículos aparte: El falsificador de pasaportes y visados Bill Freier, llamado artísticamente Bill Spira, deportado a Polonia en 1942 y que logró sobrevivir a varios campos; la estudiante de arte y arquitectura de la Sorbona Miriam Davenport; la “pasadora de fronteras” Lisa Fittko; la rica heredera de vida novelesca Mary Jane Gold; el actor, activista y soldado de la Royal Air Force Charles Fawcett o el periodista y musicólogo Charles Wolff, que acabaría torturado y asesinado por la Milicia fascista en Toulouse, fueron algunos de ellos.

Aunque no tenía experiencia en el trabajo clandestino, Fry organizó y puso en marcha una compleja operación. Una vez que los doscientos visados norteamericanos se agotaron, intentó obtener visas de otros países; falsificaron documentos e hicieron transacciones en el mercado negro; algunos refugiados fueron enviados clandestinamente en barcos de guerra hacia el norte de África disfrazados de soldados desmovilizados; otros fueron sacados de Francia por la frontera con España. Sus actividades alcanzaron unas dimensiones tan significativas que se volvió imposible seguir manteniéndolas en secreto. La Policía francesa emprendió acciones contra él y, tanto la embajada norteamericana en Vichy como el consulado en Marsella, le negaron todo tipo de ayuda. La policía allanó sus oficinas y lo detuvo en varias ocasiones. En diciembre de 1940 fue retenido en un barco-prisión en el puerto de Marsella. Vencido su pasaporte y dispuesto a continuar su labor hasta que fuese expulsado, fue entonces cuando alquiló la villa de Air-Bel, a las afueras de Marsella. Por aquella mítica casa recalarían personajes como André Breton, Max Ernst, Victor Serge y decenas de refugiados de la élite cultural de entonces. Para la mayoría de ellos, cualquier paso en falso podía significar la detención, la deportación o la muerte. Y aunque tanto él como sus colaboradores pasaron por grandes sacrificios personales (hambre, frío, sueño, amenazas, presión) no fueron pocos los momentos de distendida felicidad y confraternización.

Fry con André Breton, André Masson y la esposa de Breton, Jacqueline
Por seguridad, Fry destruía la mayor parte de sus papeles cada noche, pero para mayo de 1941, de acuerdo con sus estimaciones, habían atendido unos 15.000 casos. De ellos, aproximadamente 4.000 personas recibieron asistencia y visados y 1.000 habían sido sacadas clandestinamente de Francia por diversas vías. En agosto del 41 Fry fue arrestado por la policía francesa, dándole un plazo de una hora para recoger sus pertenencias antes de acompañarle en tren hasta la frontera española. Se le dijo que su salida forzosa había sido ordenada por el Ministerio del Interior francés en coordinación con la embajada estadounidense.

Fue expulsado por el gobierno francés de Vichy como “extranjero indeseable” por proteger a judíos y anti-nazis. Fry describiría luego su partida: “Era un día gris y lluvioso cuando abordé el tren. Miré por las ventanillas e innumerables imágenes se acumulaban en mi mente. Pensé en los rostros de los miles de refugiados que había enviado afuera de Francia, y los de miles más que había tenido que dejar tras de mí”. De regreso a Nueva York, contó su historia y trató de advertir sobre la inminente masacre de los judíos y disidentes, pero hasta el ataque a Pearl Harbor en diciembre, el gobierno no hizo nada.
Su vida entró en declive. Nada podría igualar la misión llevada a cabo en Francia. “Las experiencias de 10, 15 e incluso 20 años han sido comprimidas en una”, escribió. Incapaz de maneja la rutina y rechazado por el ejército a causa de una úlcera estomacal, Fry pasó de un trabajo a otro, desde el periodismo hasta la edición de revistas, la producción de películas y finalmente la enseñanza secundaria. Investigado por el FBI, numerosos amigos comenzaron a evitarle. El 13 de septiembre de 1967, la Policía Estatal de Connecticut encontró a Fry en la cama, muerto a causa de una hemorragia cerebral. Pocos meses antes, veintiséis años después de ser expulsado, el gobierno francés le galardonó con la Orden de Caballero de la Legión de Honor.

Es lógico que Varian Fry genere en nosotros una historia distorsionada y hasta cierto punto romántica, con exiliados desesperados, nazis amenazadores, contrabandistas, gendarmes de dudosa catadura moral, documentos falsificados y fugas a medianoche a través de las montañas, casi como si fuese el guión de alguna vieja película de Hollywood. Quizá lo único que falte sea Peter Lorre. Pero a cambio tenemos a Marcel Duchamp y un puñado de maravillosos surrealistas. Más que Bogart, uno casi espera la aparición de Groucho Marx. Pero el que estaba ahí era Varian Fry, afortunadamente.


LA LISTA NEGRA. VARIAN FRY. http://www.editorialconfluencias.com/la-lista-negra/
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