lunes, 27 de enero de 2014

No quisiera morir. Poema de Boris Vian


Boris Vian en su casa de París, 1950
 NO QUISIERA MORIR


No quisiera morir
sin haber conocido
los perros negros de Méjico
que duermen sin soñar
Los monos de culo pelado
devoradores de trópicos
Las arañas de plata
en el nido trufado de burbujas
No quisiera morir
sin saber si la Luna
con si falso aire de moneda
tiene un lado puntiagudo
si el Sol está frío
si las cuatro estaciones
no son en realidad más que cuatro
Sin haber mirado
en una alcantarilla
Sin haber puesto el sexo
en rincones extraños
No quisiera acabar
sin conocer la lepra
o las siete enfermedades
que se atrapan allí

el bueno como el malo

no me darían pena
si si si yo supiera
que lo iba a estrenar
Y está también
todo lo que conozco
todo lo que aprecio
que sé que me gusta
el fondo verde del mar
donde danzan las briznas de hierva
en la arena olvidada

la hierva tostada de junio

la tierra que se agrieta
el olor de las coníferas
y los besos de la
que si tal que si cual
la bella que ahí está
mi osezno, Úrsula
No quisiera morir
antes de haber gastado
su boca con la mía
su cuerpo con mis manos
el resto con mis ojos
ya no digo más es mejor
no ser irreverente
No quisiera morir
sin que hayan inventado
las rosas eternas
la jornada de dos horas
el mar en la montaña
la montaña en el mar
el fin del dolor
los diarios en color

la alegría de los niños

y tantas cosas más
que duermen en los cráneos
de geniales ingenieros
de jardineros joviales
de inquietos socialistas
de urbanos urbanistas
y de pensativos pensadores
Tantas cosas que ver
que ver y oír
tanto tiempo esperando
buscando en la oscuridad


Y yo veo el final
que bulle y que se acerca
con su cara horrorosa
y que me abre sus brazos
de rana patituerta

No quisiera morir
no señor no señora
antes de haber palpado
el sabor que me atormenta
el sabor que es más fuerte
No quisiera morir 
antes de haber probado
el sabor de la muerte...

Boris Vian


lunes, 20 de enero de 2014

El hombre con el cubo de estiércol visita la Casa del Lector de Madrid

Lunes.

Removí el café y me senté tras encender la radio. Después de poner a Supertramp y a The Beatles, en Radio Andalucía Información, descubro que una dulce locutora está relatando la historia de las canalizaciones de agua desde las ciudades sumerias hasta la actualidad, monótonamente, saltando a través de los siglos como quien salta de un charco a otro sin importarle cuánto pueda salpicar. Tristeza y alegría a la vez, monotonía y sosiego. Cuando terminó: París, siglo XIX, y tras un segundo de silencio, comenzó a sonar "Wonderful World", de Sam Cooke, sin que la locutora lo anunciase. Tuberías en un mundo maravilloso. Levanté la cabeza del libro del libro que estaba leyendo (Nostalgia, Cartarescu), sonreí con ganas de soltar una carcajada pero no pude. Un francés con levita y mitones mea y entona a Sam Cooke mientras cultiva las razones objetivas de su chovinismo al ver cómo sus heces se van por el retrete comunitario que le acaban de instalar... Quise volver a la lectura, pero no pude. Vagabundeé por la casa y acabé sentado en el suelo. Acababa de amanecer. Todos dormían aún.... Me lamenté de no recordar la canción de Supertramp (¿"Crime of the century" tras hablar de las letrinas romanas?); la de The Beatles fue "The fool on the hill", y supongo que sería cuando hablaba del origen de la peste negra... Comienza un nuevo programa y no me gusta la música que ponen, así que elijo algo de la estantería y dejo que el saxo tenor de Ben Webster me mantenga un poco más en transito del bostezo a la rutina. Mientras, recuerdo el comienzo de la biografía de Hrabal escrito por Zgustová... Aún no lo he terminado... A la falta de tiempo se le añade que me siento con la intención de absorber cada palabra... Como un chiste malo contado en una cervecería de Praga, las pastillas y las altas horas en las que puedo coger el libro, hacen que la mitad de las veces me duerma a la tercera página... La mitad de las veces, la otra mitad no, y ahí es cuando empieza lo bueno...Hace un par de semanas recibí un correo de una amiga en el que me contaba que la editorial Galaxia Gutenberg va a reeditar este libro "Los frutos amargos del jardín de las delicias", así como a publicar un libro de Bohumil Hrabal que nunca había aparecido en castellano aún. También me comenta algo sobre un exposición en Madrid con motivo del centenario de su nacimiento. Enciendo el ordenador y busco la noticia en la página del Centro Checo... La encuentro: (http://madrid.czechcentres.cz/programa/event-details/100-aos-desde-el-nacimiento-de-bohumil-hrabal/). Recuerdo cómo se abre el libro de Zgustová y también recuerdo el fragmento de "La pequeña ciudad donde el tiempo se detuvo" sobre una mujer joven y hermosa, sobre unas cintas que recogen un pelo larguísimo, sobre una letrina, un vestido, unos nervios incontrolables ante la invitación de un guapo hombre para bailar... Tengo sobre la mesa el libro de Zgustová, el de Hrabal no, está en el dormitorio y no puedo entrar a buscarlo...Ya que dispongo de tiempo antes de que los niños se despierten, abro el abandonado blog y escribo...

Emma Srnova, CAT KING BOHUMIL HRABAL
1994

"Es el día primero de mayo, a principios de los años cincuenta. La pequeña ciudad de Nymburk -como todos los pueblos y todas las ciudades de esa parte del Europa que, unos años atrás, se convirtieron en comunistas- celebra la Fiesta del Trabajo. Los obreros de las fábricas, los empleados de las empresas estatales, endomingados, se han puesto en filas y marchan por las calles adornadas para la fiesta con flores de papel y banderitas checoslovacas y soviéticas. Los escolares y los estudiantes cierran la procesión, todos vestidos con los uniformes de la juventud comunista: camisas azules o blancas, pañuelos rojos de tres puntas atados al cuello,
La procesión pasa por la avenida principal, después gira a la derecha; y entonces, de repente, un extraño caos se introduce en el orden rígido de las filas, las muchedumbres susurran, señalan algo con el dedo, sonríen, los niños y estudiantes se tronchan de risa y dan saltos para ver mejor: de una bocacalle acaba de salir un hombre vestido con una camisa de cuadros, un mono y un casco de obrero; del extremo de un largo palo, que lleva apoyado en el hombro, cuelga un cubo que desprende un insoportable hedor a excrementos: el hombre está limpiando el pozo de la letrina y se lleva la porquería. Lentamente, el cubo procede al encuentro de los ciudadanos vestidos de fiesta, se balancea de un lado a a otro, y los participantes de la procesión se olvidan de agitar las banderitas y las flores de papel; con la boca abierta miran el cubo apestante y, mareados, se hurgan los bolsillos buscando un pañuelo. Como si estuviera solo en el mundo, el hombre con el cubo en lo alto da la vuelta a la esquina y se aleja, majestuosamente, llevando su carga al campo. Como se arrastra la cola del traje de un rey, un velo apestante sigue al hombre del cubo; su extraña sombra. Él también celebra su fiesta particular: limpiar la letrina y transportar los excrementos representa para él una especie de limosna filosófica; en ella, él es el sacerdote que rinde homenaje al ciclo de la vida, trajinando lo humano más allá de donde surgió. Un cubo tras otro lleva a los campos y, sin prisa, vierte ceremoniosamente su contenido sobre la tierra como abono. Se deleita ante la belleza de su rito anual y, en aquel instante, hasta la condición humana con sus metamorfosis le parece sublime."

viernes, 10 de enero de 2014

Andrés Sorel sobre un libro llamado "Cardiopatías"

Estoy pendiente de una intervención quirúrgica y, la verdad, no me veo con ganas de encontrar qué escribir aquí; pasan muchas cosas y a la vez ninguna... como siempre, todo será cuestión de tiempo... Se amontonan los escritos empezados y no acabados, se apelotonan los quehaceres y los días se acumulan como mantras aburridos que sólo consiguen ser silenciados con canciones y pensamientos grabados en los troncos de los árboles del parque, ese al que ya no voy porque hace mucho frío y mi ropa de abrigo está vieja y desgastada.... Me muevo poco para mover "Cardiopatías", no hay librerías que quieran depósitos de libros autoeditados, y mi agenda de contactos es tan corta como la de inspector Clouseau. A veces sí pasa algo, y la aparente levedad de lo que sucede parece casi un cataclismo en determinados momentos. Andrés Sorel me escribe para decirme que ha leído los relatos de "Cardiopatías" durante su estancia en Sesimbra, y me dice que ha escrito algo que ha colgado en la página web de la Asociación Colegial de Escritores de España, que me lo manda también a mí y que espera que nos veamos pronto y que busque un lugar para presentar el libro en Madrid...
Esto es lo que ha escrito... Si alguien lo quiere, sólo tiene que pedirlo



CARDIOPATÍAS. Juan Miguel Contreras

 Arritmias.
Otra vez un lugar de la Mancha. Pero nos encontramos en la segunda mitad del siglo XX. Y entre jóvenes y adolescentes. En el tiempo de la memoria de quién ya sabe que el camino de la vida, que surgió de la nada, desemboca en la muerte, que es la nada a la que se regresa. En el exilio interior, donde la soledad, el tedio y la nula vida cultural, abren grietas al desánimo y la apatía que se combaten mediante el alcohol, las escasas palabras que luego no se recuerdan, y los juegos, en los que el sexo ocupa un lugar privilegiado. Con exiliados que nunca se sienten exiliados dado que conforman la población sumisa, embrutecida, propia de una España que no termina de soltar las cadenas del oscurantismo, del peso embrutecedor que sobre ella impone la religión, de la ignorancia y la falta de utopías liberadoras. Ellos, en sus gestos, actitudes y pensamientos configuran la minoría  ajena, repudiada. Uno es el narrador, que pasea su mirada sobre los tipos humanos que acompañaron su crecer a la vida, su desarraigo del medio en el que la literatura va a jugar su papel determinante.
¿Realmente existió un tipo tan original como el que cobra vida en el arranque de la narración, la arritmia con la que el corazón se pone en marcha para conocer el alcance de su dolencia, y no digamos si es física, humana o existencial, que puede abarcarlas a todas? No intentaremos averiguarlo: porque sea inventado o reinventado, es, fundamentalmente, literatura, y esto, en tiempos de enfermedad tal vez sin operación posible de la propia literatura, es lo que nos importa y seduce.
La tierra de Almería, un desierto propio más que para ambiente de películas, para que en él se pierdan almas vagabundas, expatriadas de si mismas y de países y gentes con las que prefieren no convivir, es el segundo camino- las venas son los caminos del corazón y las rutas de la memoria los relatos confortantes de la literatura- por el que se interna la arritmia que antecede a la hipertrofia.
Un relato bello, amargo y triste como la existencia de quienes tienen necesidad de amar y no son capaces de entregarse a  sus sueños: leyes de la herencia, convencionalismos sociales, la impotencia o la enfermedad de quienes saben que resulta imposible abandonar la soledad. Porque nada existe peor que un vencido que acepta el ¡ay de los vencidos! De la propia existencia. De ahí el progreso, sin cura posible, de las arritmias.
    Hipertrofia.
La presencia de la muerte no es, en ocasiones, más que la continuidad de determinadas vidas. El cojo Lucas es un personaje que en su simplicidad lo expresa con profunda filosofía. ¿En que se diferencian o en que consisten la razón y la locura? ¿No es la vida acaso un absurdo corredor de la muerte? Y en el abismo del morir, saber que uno desaparece sin conocer si existe o no existe Dios y que de existir no se le podrá maldecir lo suficiente por todos los males que viene causando a la humanidad.
La verosimilitud de los personajes tiene que ver mucho con el ritmo de la narración, con la exactitud y el rigor del lenguaje y aquí el escritor se mueve sabiamente como hábil discípulo y continuador de los narradores que hicieron de los relatos el otro género –con la poesía- certero y difícil de la literatura.
Calcificación
La existencia, a través de la literatura. O cómo se vence la enfermedad del cuerpo –casual y provocada por virus tan pesados como inoportunos-. Las cloacas del organismo enrevesado y –perfecto para unos, inexplicable para quienes no aceptan el absurdo del dolor- de la civilización abiertas e intervenidas por cirujanos del pensamiento y la palabra para exponer las miserias del ser humano. En la lectura del mal que asola el espíritu, es decir, el causado por los represores a los diferentes, el estrechamiento de las fronteras entre los criminales y los sensibles, abordados ahora en la estela de un libro maravilloso El maestro y Margarita y un escritor perseguido, Bulgakov, por el estalinismo nocivo, una de las grandes catástrofes de la civilización en el siglo XX, coetánea de la mayor que nunca haya existido, la impulsada desde Alemania por el poder nazi. Sería, al hilo de esta reflexión, bueno reflexionar sobre la desmitificación del concepto pueblo, o de las masas, bajo sistemas políticos y aparentemente antagónicos y que condujeron a crímenes, genocidios y esclavitud para desembocar en regímenes burocráticos, explotadores y corruptos como los que hoy ostentan el poder en esas naciones.
El corazón, de derrota en derrota, hasta la derrota final.
Mordaza de bruma es al tiempo un homenaje al Ensayo sobre la ceguera de Saramago. Y así entramos en la fase de la
Insuficiencia. Imposible Penélope.
Cuelgamuros. Nuestro pequeño campo de exterminio. Vencidos. Fantasmas. Sobrevivientes. Trabajar, dormir, morir. Despedazados como las piedras que hendían con sus picos, entre las que habitaban en peores condiciones que los animales de las regiones más inhóspitas. El franquismo. La memoria. Otro ayer que no existió. Otra vuelta de tuerca a la existencia del mal, para que así pueda perpetuarse bajo nuevas formas, en las mismas u otras latitudes. Y a la mayor gloria de la Iglesia que conforma  el Dios más cruel y sanguinario inventado por los hombres, que rige quienes se denominan católicos.
“Mi vida no vale nada… tiendo a pensar que fue el mundo el que se fue a la mierda”. Como pensaron algunos sobrevivientes de Auschwitz.
No es el corazón enfermo, son la Humanidad y la civilización quienes en el siglo XX iniciaron el camino hacia la muerte y este libro de relatos homenajea a un puñado de seres humanos para convertirse en la música que nos dice que todavía existe la vida. En los mundos por los que navega el autor, en la absoluta soledad, silencio del espacio –recordemos su gran novela La muñeca rusa –otros hablaron del silencio de Dios, es donde encontramos la angustia y desazón que crean el pensamiento.
“Ella fue la que me hizo descubrir de nuevo mis sueños, la que me hizo volver a verme a mi mismo dentro de mis sueños. Eso fue lo que me mantuvo vivo en esa maldita sierra, donde una manada de desheredados y enterrados en vida escarbábamos la montaña, olvidados del mundo”.
Cuelgamuros. El vagabundo de las estrellas, de Jack London. Palabras. Literatura de un auténtico creador, narrador. Lógico que entre, como les pasó a muchos escritores bajo el régimen censorial soviético, en la semiclandestinidad. Entonces era por el nefasto autoritarismo estaliniano. Ahora es el nocivo y salvaje, explotador neocapitalismo y un mercado que impone la censura económica como arma tan nefasta como la política. Afortunadamente aquellos que todavía son capaces de leer y pensar acabarán encontrando  obras como la de Juan Miguel Contreras.

                                    
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