martes, 19 de febrero de 2013

Paul no está muerto, pero sentó precedente. El último testamento de George Harrison



Como todo producto residual de la cultura pop postmoderna que soy (producto que lucha por quedarse solamente en moderno subproducto filo-rock, sobre todo por eso de la ilustración, la manufactura y los tres acordes...) tengo mis manías, y dentro de ellas a algunas las he convertido en juegos, como por ejemplo extrapolar la conocida leyenda urbana que asegura que Paul McCartney murió en un accidente de automóvil el 9 de noviembre de 1966, siendo reemplazado por un doble, a otros artistas. Por supuesto que no pienso que Macca muriera, de hecho conforme ha pasado el tiempo se ha convertido en mi Beatle preferido (es pérfido, genial, socarrón y empalagoso como nadie) y tanto el visionado del video "Caos and Creation in Abbey Road" como el cuarto de hora final del maravilloso documental "Sound City" me reafirman en mi creencia (algo por otro lado bastante asentado cada vez que escucho la cara B de Abbey Road, lo cual no deja de ser curioso, ya que me tiré hasta bien entrada la veintena despotricando contra él y idolatrando a John). Sin embargo, aunque Paul está muy vivo, desde hace años me gusta “jugar” a descubrir cadáveres andantes que se hacen pasar por otros, sosías de tapadillo y demás rufianes que seguramente sí que cumplan la leyenda urbana que le atribuimos a Sir Paul. Evidentemente ésta sea una manera de resguardar, no sólo la integridad perdida de esos artistas a los que doy por muertos y cuyos dobles se han encargado de arrastrar su legado y su honestidad por los suelos, sino también la mía, mi propia honestidad, mi propio constructo estético con el que interpreto el mundo, es decir, mi pasado, mis quince años, mi pasión por lo que un día crearon y que poco a poco me han hecho en gran medida ser lo que soy.

Podría enumerar la cantidad de artistas que doy por finados e intercambiados por farsantes sin talento (versión pop del Hombre Enmascarado, que por cierto me alucinaba de muy pequeño, y que en el fondo es lo que van a acabar haciendo Simons y Stanley), pero nombraré dos o tres más "conocidos", así me guardo mis filias y fobias privadas.


Por ejemplo, y sin rodeos: Joaquin Sabina está muerto, se suicidó una semana antes de que su discográfica editase “El hombre del traje gris”; y como ya existía el precedente de Macca, buscarle un doble que malograse todo de manera inversamente proporcional a conforme se iban abultando varias cuentas corrientes fue fácil. Lenny Kravitz también está muerto; de su deceso no creo tener que convencer a nadie (es imposible, pero literalmente imposible, que el Lenny que escribió “Mister Cab driver” sea el mismo que… bueno el mismo que haga lo que sea que hace ahora) aunque acerca de cuándo pudo ocurrir éste varía dependiendo de a quién le preguntes. Yo creo que murió por combustión espontánea debido a una sobredosis de ego, cuya mezcla con el abuso indiscriminado de robos indecentes al legado musical de otros, fue letal y el pobre cuerpo de Lenny no pudo más al bajarse del escenario del estadio de Dakota el 9 de noviembre de 1993, justo cuando su manager le comunicó que “Are you gonna go my way” era disco de oro; fue escuchar eso, y ponerse a arder...

Esos no son los ejemplos más significativos, pero son de los que me primero me salen siempre. Evidentemente, los tentáculos de esta teoría conspiratoria se ramifican enormemente, y depende del día, me lo creo más o no. A veces elaboro listas, rankings privados donde inserto a los que creo que son los fiambres más rentables del rock (o de la literatura); curiosamente, del lado patrio me salen muchos más.

Otro ejemplo paradigmático (los ingleses tienen  a Paul, nosotros a este, somos así de cutres...): Ramoncín. Aquí la chapuza adquiere visos surrealistas y cómicos absolutamente flagrantes, es decir, aquí el doble se creyó tanto el papel que se vio fagocitado por su personaje; esa rinoplastia, ese abandono sin remisión de cualquier tipo de talento, esa falta de vergüenza ajena…), pero admitámoslo (y aquí me dispongo a hacer una confesión de uno de mis “guilty pleassures”) los primeros discos de Ramoncín molan, y molan mucho; quizá en todos ellos la balanza entre mierda y brillo nunca esté suficientemente equilibrada, pero siempre se puede disfrutar de varias canciones realmente brillantes (y de una humanidad y enclave histórico sin parangón), siendo "Putney Bridge" mi preferida de calle. Ramoncín murió apuñalado por Pepe Risi a finales de 1984, tras la salida de “Ramoncinco” (se especula que quizá por una novia que éste le quitó a aquel, aunque también pudo ser que un indignado Pepe Risi lo matase por el título más ridículo del rock español y la incipiente egomanía del interfecto; “por mucho que fuese su quinto disco, eso no era de recibo” comentó en alguna ocasión el gran Pepe, con quién por cierto firmó la soberbia “La chica de la puerta 16”). Lo que pasó después es bien sabido: mezcla un cirujano plástico algo chapuzas que quiso mejorar el original, un doble al que se le subió el éxito a la cabeza (sobre todo envalentonado tras firmar dos discos muy decentes como fueron “La vida en el filo” y “Fe ciega”) y liarse con Ivonne Reyes, y se entiende el desecho de inmodestia tanto musical como humana... Pero en el fondo, en el caso de Ramón(cin) y de su doble, todo es demasiado humano... lo cual, dicho sea de paso, no le exime de nada...

Como digo, en el rock patrio (o en lo que ha sido la historia de la industria musical en España) hay casos a patadas, aunque también es cierto que no todo aquel que ha tirado su carrera por la borda vendiéndose al vil parné sea porque ha muerto y un doble le ha suplantado (aunque en mi cabeza siempre es así). A veces no estoy seguro de si el Joan Manuel Serrat es un doble del desaparecido original (en su caso, no sólo es sospechosa su impertinente insistencia en juntarse con el doble de Sabina, sino también engendros firmados con el director musical que se hace llamar Kitflus) y entra dentro de esta ilustre lista, aunque a veces tiendo a inclinarme positivamente. Sin embargo, un ejemplo que no admite dudas es el de Camilo Sesto. 

Muchas veces, mirando la estantería de los discos, me pregunto si realmente Andrés Calamaro murió de sobredosis o tal vez fue asesinado por un demente dispuesto a hacer justicia poética; pero en su caso habría que decir que el doble ha intentado mantener el ritmo de Andrés, no sólo en lo que a cansinez y aburrimiento se refiere, sino a perlitas condensadas en buenas canciones; por mi parte no sabría decir ninguna, ya que tras hacerme el machote y escucharme los 5 cds del “El salmón” seguidos en orden, me pasó lo que Obelix y la poción mágica, que no puedo tomarla, y ahora, lamentablemente, es oír la voz de Calamaro (o de su doble) y no sentir nada…. Nada… También existen ejemplos gloriosamente surrealistas de músicos a los que sus compañías quisieron asesinar y no pudieron, por lo que en venganza sacaron a los dobles que tenían preparados (es decir, les anularon sus citas con el cirujano plástico) y les editaron discos que hicieron que aquellos abandonaran sus carreras. El ejemplo más claro es el de Lichis, jefe y genio de La Cabra Mecánica (me parto el pecho –otra vez- con quien haga falta para defenderle) y que tras editar “Hotel Lichis” y sobrevivir al enésimo intento de asesinato por parte de su compañía en vista de su renuncia a cortarse los huevos y vender su alma al diablo, nadie sabe dónde anda, avergonzado sin duda por haber creado un subproducto no ya sonrojante sino directamente de suicidio en masa llamado Melendi (la culpa de todo la tiene la canción llamada “La lista de la compra”, agujero negro que en vez de fagocitar todo siendo un epítome glorioso de la rumba catalana, expulsa mierda a mansalva sin pudor una y otra vez).

Todas estas cosas conmigo no pasan...


En cuanto al mundo anglosajón (y una vez liberados de la pecaminosa atracción a ver doble de muertos más o menos gloriosos en el mundo patrio), la lista también es jugosa, aunque quizá no tan larga como se podría intuir. Aquí ya influye muy mucho mi nivel de aburrimiento, y hasta dónde quiera uno ver manos negras exprimiendo talentos ad infinitum. Sería fácil que yo sacase a colación a Elton John diciendo que realmente está muerto, sobre todo a raíz de la prueba irrefutable de “Nikita”, los implantes y la tenaz acumulación de grasa en el abdomen que no se quema ni con diez efebos entrempados (es lo que tiene embadurnarlos de miel) pero no, Sir Elton está muy vivo, e incluso intenta recuperar credibilidad (“Madman across the Water” es grande, brothers and sisters, muy grande) lo cual resulta sumamente siniestro por su parte porque es una persona que resulta bastante repulsiva (da coseja, admitámoslo) pero conoce tan bien los resortes emocionales de esto de rock hecho con un piano que descoloca, la verdad. Sé que el cupo de casos evidentes lo copa el citado Kravitz, y es que ya lo dije antes, alguien que ha retozado con Lisa Bonet no puede ser la misma persona que ahora hace videos como “Again”, “California” o el directamente causa de suicidio procesal “Where are we running” (lleno todo él de guiños al Lenny real que murió y al cual le faltan toneladas de ironía y humor para llegar a ser un video musical soportable, pensando uno mientras lo ve que sería menos doloroso estar asistiendo a semejante espectáculo si así fuese). De todos modos, no sé por qué me centro en el pobre doble de Kravitz si hace eones que no lo escucho (quizá porque sus dos primeros discos acabaron rallados en mi equipo de tanto oírlos… y verle ahora, duele...). No todo son artistas a los que he dejado de prestar atención, estoy seguro que lo de Luis Miguel también es un doble (aunque en su caso el original Luismi está vivo, gordo y calvo en su mansión de Valparaíso, y tiene a ese doble (que yo creo que es un robot biónico) suplantándole; lo de Steven Tyler no, lamentablemente no está muerto (con lo que se ha llegado a meter ese hombre, por dios) eso es así, cagada tras cagada, al igual que lo de Brian May, que ya me gustaría a mí que fuesen ejemplos obvios de explicar con un deceso involuntario y un doble sacado de la manga, pero no, la decadencia es así. 

Lo que comenzó siendo un salvoconducto hacia la salvaguarda de una supuesta integridad artística, queriendo justificar una banalización con una muerte (a quién quiero engañar, al único que quiero justificar es a mí mismo), ha acabado convirtiéndose en un juego privado al que me lanzo retozón de vez en cuando. Existe la versión sencilla y la elaborada. La sencilla consiste en decir nombres y responder “paul is dead” o “maldito parné”, algo así como el “truco o trato”, y la larga consiste en ver dónde, cómo, cuándo y porqué…

Claro que está todo esto, y luego está lo del pobre Terence Trent DÁrby…

Y ahora, el documental más delirantemente adictivo, naif, lisérgico y divertido del mundo…. Hay que ser un genio y un cachondo para hacer algo así… (aconsejo verlo antes de que lo borren; es la tercera vez que lo retiran... ¿Paul?)


lunes, 4 de febrero de 2013

"La muñeca rusa" en la revista Filosofía Hoy


Ha salido una reseña de "La muñeca rusa" en una revista, Filosofía Hoy, en su número de febrero, firmada por Pilar Gómez (libros pendientes de leer desde hoy... "La otra vida de Egon", editorial Gadir). No esperaba que sucediera algo así, quiero decir, que saliese reseñado un libro como éste en una publicación seria (hay blog serios, claro, pero el papel tiene un marchamo, un estatus diferente, no sé...) y además, ¡una página! ¡Entera! ¡Con pintura de Jeremy Geddes! Seguramente el director o el equipo de redacción no sean conscientes del paria editorial que soy, y ya no hablemos de La Internacional Samizdat como editorial, pero...

Sé que el blog se mueve poco últimamente. Razones hay muchas, y se pueden resumir en dos. Una, yo y mi día a día, pero sobre todo, yo. Y dos, la situación general del país. ¿Por qué digo esto último? Supongo que es tal la sensación de fin de ciclo, de ruina democrática, de desolación vital (lo que está pasando en la comunidad de Castilla la Mancha es infame, seguramente la disgregación (tanto en extensión física como en fragmentación social) tenga mucho que ver en cuanto a la aparente ausencia de fractura social, pero las barrabasadas neoliberales que están haciendo nos pasará factura mucho, muchos años, por no hablar del país....) hace que esté en un estado de perplejidad que provoca la total ausencia de interés por escribir algo, aunque sea sobre el último disco de The Cult, sobre mi obsesión de los últimos meses por Bill Evans, Sílvia Pérez Cruz, o sobre el redescubrimiento de una banda como The Hatters tras una limpieza parcial de la estantería de los discos. Por no hablar de libros... Al final las dos razones se junta en algo, que soy yo, y el marasmo emocional es tal que la alienación vital en la que estoy sumido cada día se está haciendo más insoportable. Total, algo que solucionar, y que parece que ánimo para hacerlo, hay... Por de pronto, he de acercarme a mi kioskero favorito y cuando le compre el Ruta 66, le he de pedir un ejemplar de la revista Filosofía Hoy, al menos para guardar esa hoja en la maleta donde estoy guardando cosas a Pavel...

Creo que si se guarda la imagen, se puede leer bien...



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