miércoles, 27 de junio de 2012

Carne de cañón

Yo no sabía que vivían enfrente de mí, pero allí estaban. Al principio fue una sorpresa, ahora los saludo si me ven, y cuando no, los veo sentados en la tellaza, fumando, cuidando sus plantas o colgando sus coladas. Viven en una casa tutelada donde se intenta la autonomía y normalización de su enfermedad perpetua.
Los conocí a finales del año pasado, cuando estuve un mes de prácticas en una fundación que los trata, como una especie de centro de día, donde tienen talleres, donde muchos van a tomar su medicación y donde todos pasan sus regulares entrevistas con las trabajadoras sociales y las psicólogas. Yo iba allí como auxiliar administrativo en prácticas y encontré una realidad dificil, aunque agradecida. Gente enorme, entre profesionales y usuarios (como asépticamente se llaman unos y otros). Al ser dicciembre el mes clave en la entrega de papeles, justificantes y memorias anuales, puedo decir que me comí un marrón de los gordos, pero tampoco fue tan grave. Entendí la labor que hacen y conocí superficialmente una realidad chunga, infinita y peculiar. Y también descubrí que en la casa de acogida frente a la mía estaban algunos de ellos, aquellos sin familia que intentan llevar una vida lo más normalizada posible. Se supone que todos tienen trastornos mentales; quizá debería quitar "se supone". Bipolares, esquizofrénicos, graves trastornos de personalidad, paranóicos, depresiones... Firmé varios papeles, unos de ellos de confidencialidad, ya que al tener que ayudar a la auxiliar con la memoria anual, iba a tener acceso a los historiales de los usuarios. Leí historias increibles, comprendí patrones, generalicé casos (similares orígenes  sociales, familias con patrones parecidos -religión, pobreza, represión sexual brutal, drogas, abandonos...) intenté entender mientras elaboraba estadísticas y ordenaba documentación. Junto a ese trabajo final (estaba de prácticas por 120 €) añadir actividades de fin de año (teatro, fin de talleres...) y la sombra de lo que podía deparar el año siguiente (este tétrico 2012) para este servicio. 
Yo ya no estoy allí, mi situación ha ido cuesta abajo, pero sigo manteniendo el contacto con el personal laboral (cada vez menos, la verdad) y me informan de cosas. Recorte de plantilla, lo primero.Una sola trabajadora social, una sola psicóloga... Pero, claro, no pueden cargarse el servicio... al menos no directamente... entre todos los infames "recortes" que la comunidad Castilla la Mancha está llevando a cabo con mano firme cual Atila, el más curioso, sobre todo para el desarrollo de este centro, es el de la cancelación de las ayudas de transporte para este tipo de discapacitados (sí, casi todos tienen pensiones -creo recordar que un 60% no contributivas, un 10% superiores al salario mínimo y un 30% sin ningún tipo de ayuda- pertenecen a esa clase de malvadas personas que "han derrochado y se aprovechan del estado...", pero claro, un esquizofrénico casi autista lo tiene superfacil para encontrar trabajo, ya lo sabemos todos, hay que ayudar a los emprendedores de sobrada profesionalidad para ayudarles a...., no sé ¿hacerse cargo de la sanidad pública?, ¿de la gestión de agua?...). Con un 80 % de usuarios -de casi 200- de fuera de la localidad donde está el centro (tratan a personas de más de diez poblaciones cercanas) y que, entre otras cosas, vienen a terapia (sus familas también) y a controlarse la medicación, la consecuencia directa de dicha cancelación de ayuda al trasporte, será una bajada brutal de "usuarios" asistidos (alguien que gana 400 € mensuales, se puede permitir gastarse 300 en ir y venir a un centro, eso lo sabe todo el mundo... faltaría más...). Con lo cual, en las memorias finales de este año, los gerifaltes encontrarán dos cosas: una, la falsa excusa para suprimir definitivamente este servicio; y dos, la bula papal para hacerlo. Asesinos de guante blanco.
Siempre que salgo de casa y me cruzo con alguno de ellos (tres mujeres y cuatro hombres, si no me equivoco), recuerdo algunos de los historiales que leí. A ninguno les puse cara, no quise hacerlo. Como dije antes, las situaciones que han vivido han sido durísimas, han sufrido y han hecho sufrir a sus familias, en algunos casos hasta limites bastante increibles. Gracias a este centro pueden llevar una vida medianamente normal, autónoma y "sana". Salieron del pozo, al menos por unos pocos años. Dentro de pocos meses, volverán a él, volverán a su locura, dentro de pocos meses el mundo y su crueldad volverá a colapsarlos, a roperles en mil pedazos, a quebrar el cristal del frágil escudo con el que pelean contra un mundo que no entienden ni en el que saben desenvolverse si no es con apoyo, un apoyo que van a perder porque hay que rescatar a unos bancos para que éstos sigan esclavizándonos mientras obscenamente compran y venden a políticos que dicen gobernarnos. 
Este es sólo un ejemplo pueril, quizá, sobre todo cuando la sanidad y la educación pública están a punto de desaparecer en esta comunidad, pero también forma parte del problema.... Tal vez cuando anochezca salga a dar un paseo, tal vez me cruce con uno de ellos, con Andrés quizá, que sacará la basura, y me sonría con esa sonrisa rara suya, me desee buenas noches y se asome al cochecito de mi hijo y me diga que qué guapo está mi bebé. Yo le diré algo, le preguntaré cómo está, y seguro que él me dice que ya no paso por el centro y que no quiero cuentas con ellos; luego yo le diré que tengo que ir, que lo sé; seguramente él me diga algo del tiempo, del calor que hace, y sonría mirándome a los ojos y me diga que "hace un calor de locos". Nos estrecharemos la mano y nos depediremos amablemente.

Foto: Josef Koudelka, 1968

Yo me iré, empujando un cochecito, sabiendo que mi situación no es ni mejor ni peor, porque esos términos son obscenos, vulgares y propios de un pensamiento pueril (sedante y sádicamente burgués), pensando.
Ayer recibí un mail de despedida de la trabajadora social de otra asociación a la que no le renuevan las ayudas. El servicio de mediación laboral para personas con discapacidad de Castilla la Mancha que llevaba a cabo una entidad que no nombraré (no por nada, no creo que sea necesario, yo no soy periodista), cesa. Entre otras cosas se encargaban de informar a empresas  acerca de las ayudas y beneficios (sobre todo cuando por ley, pasados un número de trabajadores, se supone que "deben" tener discapacitados en nómina) que tienen al contratar personas con discapacidad. Algo titánico cuando curiosamente ni la propia administración cumple con esos requisitos. El mail de despedida era muy amable y cercano. Nunca me consiguieron un contrato en los dos años que tuve relación con ellos, no por culpa suya, claro, pero hablamos a menudo y en ciertos momentos me sirvieron de desahogo. Me ha costado contestarle. Mi discapacidad es muy llevadera, a veces se me olvida, salvo por la medicación diaria que he de tomar para seguir aquí, medicación que desde la semana que viene me saldrá más cara. Eso pensaré empujando el cochecito. También en que la semana pasada pospusieron una intervención quirúrgica a la que he de someterme. La dilatación de mi aorta se ha mantenido sin cambios durante los últimos tres años. Unos bonitos 4,9 cm causados por un corazón voraz algo deforme y por un médico que optó por no operar hasta cuando ya fue más que evidente. Eso fue hace diez años. Desde entonces en todas mis revisiones comprobaba estoicamente cómo la dilatación iba poco a poco subiendo, que por mucho que yo me cuidara, nadara, montara en bici, dejara de beber y me tomase las cosas con calma, el cayado de mi aorta aumentaba, como una tubería con demasiada presión por culpa de un motor algo subido de revoluciones. Siempre oía que el límite eran 5 cm; y reconozco que la semana pasada no sabía si sonreir o no cuando el médico me dijo que en tres años no había crecido. Este nuevo médico que ahora me ve (desde hace cinco meses o así) siempre se ha mostrado partidario de operar (yo en parte también, básicamente por que no hacerlo por un milímetro me parecía algo kafkiano, habida cuenta de que en caso de rotura, el fontanero de urgencia poco va a poder hacerme), pero quería ver y comparar con otras pruebas y tomar una decisión. Yo llevo concienciándome tiempo. No por conocer el procedimiento, éste se hace más facil y llevadero (acaso al reves), pero no estoy yo para hacer el Hamlet, y en peores plazas hemos lidiado. Sin embargo, en la última consulta todo ha cambiado. Han establecido que el nuevo límite es 5,5 cm, y no 5, así que de momento se ahorran una intervención, una cama, y unos días de pensión completa para aquí el menda en Toledo. La esquiva mirada del médico lo decía todo. Me cambia la medicación de la mañana, a una más cara (y que me temo me abotargará un poco más), y me dice sin inmutarse que nos vemos el año que viene, "salvo que note un dolor agudo y caluroso en el pecho", en cuyo caso habré de dirigirme al servicio de urgencias del hospital más cercano...(mejor no pongo lo que pensé)...

Foto: Josef Koudelka, 1968

Hoy la hija de mi mujer ha venido con las notas del colegio, junto con todas las fichas que ha hecho a lo largo del año incluyen una hojita con los libros que necesitará el año que viene y un folio donde el director explica los recortes que el curso que viene habrá en el centro (menos profesores, ningún profesor de apoyo, más alumnos por clase...)... La niña está contenta porque tiene vacaciones... Sonríe...
Andrés sonríe, con sus apaciguadas voces en la cabeza. Yo sonrío, con mi bomba de relojería. La niña sonríe, con sus buenas notas en la mano. Andrés podría ser más cuidadoso con su medicación; yo podría tener seguro médico, y la niña podría ir a un colegio de pago, tal vez, quizá eso sería una solución...
"Estamos en guerra y quieren convertirnos en carne de cañón", le digo a mi pequeño bebé en su cochecito. Él me mira abriendo los ojos como austado, duda, o eso parece, pero al final decide lanzarme una sonrisa...

jueves, 21 de junio de 2012

The Brew en concierto. 16 de marzo de 2012




No tengo suerte, lo admito. No es que los juegos de azar y yo no nos llevemos mal, es que directamente nos cruzamos por la calle y ni nos damos los buenos días. Nunca me toca nada, es más, seguro que si llevo un boleto premiado de algo, lo perderé. Todo esto no quita para que de vez en cuando, la suerte me lance unas monedillas al pasar por mi lado, como Jan Ditie en “Yo que he servido al rey de Inglaterra”.
Hace tres meses, estaba yo pintando una habitación, rodillo en mano y cubierto de pintura plástica hasta las cejas, cuando sonó mi teléfono. No conocía el número, así que no lo cogí (acreedores a mí, ja). Al rato me sonó una notificación del facebook en el móvil (cosas de tener un teléfono el nombre de una de las mejores canciones de The Black Crowes); alguien que no conocía de nada me había mandado un mensaje. Aproveché que tenía que ir al servicio para lavarme las manos, los antebrazos y la cara (las paredes afortunadamente no son de gotelé, pero para suplir esa falta ya estaba yo y mis lobeznas extremidades) y diez minutos después pude ver el mensaje. “Has resultado ganador de nuestro concurso de The Brew, por favor ponte en contacto con nosotros en el número x”. Coño, me dije, ¿y esto? Recordé que por la mañana había hecho un comentario en una publicación sobre el concierto que esa misma noche daban The Brew en mi localidad, pero n podía ser, simplemente había puesto algo tipo “qué ganas…” o “imperdible…”. La busqué y, vualá, resulta que entre los comentarios, rifaban una entrada, conocer a la banda y dos vinilos firmados. ¿A mí? Venga… ¿No me digas?...  Yo pensaba, mirar bien que no puede ser… Anda, pues sí… Joder, me había tocado… The Brew tocaban en Alcázar y yo había quedado con mi santa en que podía ir a modo de despedida de música en vivo por una larga temporada (básicamente porque en tres días nacía nuestro hijo, no porque sea un bruja desalmada que me trata como una señorona típica de las tiras de Forges, que no). Así que era verdad. Yo ya sabía que los bebés no vienen con un pan debajo del brazo, es más, hoy por hoy es la actividad más suicida que uno puede llevar a cabo en este país de sinvergüenzas gobernantes recortando derechos a diestro y diestro y más diestro (izquierda, zurda, siniestra, hila fino y verás), así que a cambio del pan, el azar me dejaba un regalito de los que a uno le llegan dentro de veras y le animan tanto como cuando a la presidenta Mariloli no le meten las dietas en la nómina (en una de ellas). The Brew!!!! Con mi más que superada treintena había hecho como antaño y había ido apartando monedas durante las últimas semanas para poder darme el gusto, aunque fuese con mi botellita de agua escondida cual Nigel Tufnel, así que por un simple twist of fate resultaba que esa chatarrilla podía destinarla a remojar el gaznate mientras contemplaba a una banda de aúpa. Dejé la pintura de lado, no sin antes limpiar a conciencia el aparataje adjunto (debía seguir al día siguiente), me duché canturreando como hacía tiempo y me calcé lo primero que pillé (es un decir) y me planté en la Sala Arco a la hora que un simpático (por teléfono) tour manager me dijo que apareciese. El premio era ir a la prueba de sonido, conocerles, tomar algo con ellos, que me firmaran los dos últimos vinilos (que me iban a regalar) y una entrada. Un meet and greet en toda regla. Sobre el  papel, perfecto, salvo por el detalle de que… hablamos de rocanrol… Lo de la prueba, vale, lo de conocerlos, vale, los vinilos, vale (qué coño, vale, puntazo), la entrada, cojonudo, pero lo de tomar algo con ellos ya sabía yo que no; no por nada, pero una gira revienta huesos de dieciséis días por carpetovetónia, con un día libre en medio, y siendo el bolo de Alcázar el decimocuarto, como que yo ya sabía que no, más que nada porque si yo fuera ellos, lo último que me apetecería es confraternizar un rato con alguien como… yo; sobre todo si en vez de eso me puedo tumbar un ratito a descansar antes de un bolo de escándalo. Pero oye, yo encantado de la vida. Hacía siglos que no asistía a una prueba de sonido, y sí, siguen siendo tan soporíferas y tediosas como siempre; salvo que seas un nerd que tenga entre sus máximas aspiraciones aparecer en los títulos de agradecimiento de un disco de rock (y como la realidad supera a la ficción, aquí el que suscribe ha aparecido, pero como los del grupo no sabían mi apellido, aparece sólo mi nombre…pero, oye, yo igual de contento, hay fans Spinal Tap también... doy fe...).
Como digo, la prueba no estuvo mal, larga como todas y con momentos de tedio absoluto, pero cuando llega el momento en el que el grupo, un poco harto de probar micros (la cosa más surrealista del mundo… “yyessssss, yesssss, uh, aaaaah, chssss, sssssss, yesssss….) se lanza a tocar un tema entero un poco encabronados, eso mola, sobre todo para ti y para el técnico… el colmo del frikismo, pero que levante la mano el que no lo disfrutaría... es como si una playmate pusiese morritos, pero mirándote sólo a ti... lo mismo es moipe y no alcanza a ver tu sonrisa de bobo, pero eso a tí te importa una mierda...

Antes de eso yo había conocido al tour manager de The Brew, una especie de Peter Grant patrio pero en pleno siglo XXI. Alguna vez había oído comentarios sobre dicho tipo, la mayoría despectivos y maliciosos, pero desde que entré por la puerta supe que aquel era el que manejaba el cotarro. Fue muy amable conmigo y me dedicó dos minutos sorprendido de que conociera al grupo y que afirmase estar deseando verles. Después me dijo que ya me buscaría cuando acabase la prueba y se largó a seguir desplegando encantos. Su parecido con Peter Grant recién levantado de la siesta y verle corretear por la sala dando instrucciones y haciendo todo lo posible para que el grupo estuviese a gusto, me congraciaron y me dispuse a disfrutar de, ya lo dije antes, una insufrible prueba de sonido…Diez segundos antes de que Kurtis Smith probase a conciencia el bombo de su batería, entro mi señora con el suyo, que venía a verme un rato y comprobar si la delirante historia que le había contado por teléfono sobre “el premio”, era cierto o por el contrario un delirio provocado por una inusual exposición a la pintura plástica en un espacio pobremente ventilado (ríete tú del síndrome del nido…) y por los nervios de mi inminente paternidad. Al ver mi cara no supo si estaba colocado o si era verdad, hasta que llegó el gigantesco tour manager y la saludó como si estuviésemos en el starship de los Zepp en ese estado de calma violenta antes de que Rchard Cole despertase (pero no estábamos en 1975 sino en 2012 y el rock es hoy por hoy un trabajo, quizá laxo en horario y con tendencia a la crapulería de vez en cuando, pero duro y hermosamente decadente). Cuando ella me dijo “que oscuro y silencioso está esto, ¿no?”, Kurtis probó la maza del bombo de su preciosa batería, y la cara que puso ella fue antológica. “¿Qué pasa?, le dije intentando no pensar que Pavel Ulises von Richthofen había decidido adelantarse. “Tu hijo”, me dijo acariciando su flamante barriga de embarazada, “que acaba de dar un salto mortal”. Y acto seguido, ese genial inglesito decidió demostrar ante cuatro personas que podía tocar la batería como si estuviera poseído por Bonham, Moon y Baker a la vez…y con 24 años, hesúsdemivida… Y mi pequeño nonato soltando patadas, supongo que preguntándose qué cosa era esa que estaba sucediendo en el mundo exterior. Después, el grupo decidió tocar por fin una canción, y mi santa se sentó sonriendo viendo cómo yo movía tímidamente mis pies y mi cabeza. “Son buenos, disfruta”, me dijo antes de despedirse, no sin antes apuntillar, “aunque esto tiene pinta de empezar muy tarde y acabar más tarde todavía…” Ya, le dije intentando no sonar muy lastimero… Pero en esto volvió el tour manager y me dijo "en cuanto acaben, te vienes y hacemos lo del concurso"... "¿Los vas a conocer, y te van a regalar sus discos?", me preguntó ella. "Estos no te conocen..." suspiró... Lo decía más por mi mitomanía que por mi pizpireto espíritu de fan locaza, que yo soy de los que le presentan a Jimmy Page o a Mijlenko Jergovic y pongo cara de palo (aunque por dentro esté como un flan).
Al entrar al camerino estaban medio tumbados, charlando. La cara de Tim (padre de Kurtis y bajista y manager oficioso) era la que mostraba más cansancio, pero supongo que el hecho de estar viviendo una segunda juventud junto a su talentoso hijo y a uno de los mejores guitarristas que ha salido de la gran bretaña en los últimos años (junto a Oli Brown) le compensa de cualquier achaque. "Peter J. Grant" me preguntó mi nombre y yo, fiel a mi famoso chorro de voz cuando estoy nervioso (audible por gatos y perros y ciertos humanos) lo dije. Lo repetí por inercia dos veces, y al final dije "Juan" para abreviar, pero para mi sorpresa se me acercó un jovial y elegante Jason Barwick y me corrigió. "Hi, Juan Miguel" y me estrechó una mano y me dio un abrazo. Me firmaron los discos, yo dije tres o cuatro veces "Hi", "Great" e "is a plesar" (no sé en qué orden), y sin querer molestar más de lo propio reculé hasta la salida. Jason me dijo "don´t you want a photo with us?" y yo dije, coño, claro. Y ahí quedó la cosa. Me despedí amablemente y salí de allí.


¿El bolo? La bomba. Hace cuarenta años cualquiera hubiera escrito en una pared del Soho "Jason Barwick is god" pero ahora nos limitamos a citar referencias para hablar de él y a medir elogios, no vaya a ser que olvidemos que estamos de vuelta de todo. Sin embargo, hoy por hoy, ver en directo a The Brew es una experiencia, extraña tal vez, porque no paras de pensar lo buenos que son, y que allí están esos tres, tocando como dios. El salto que han dado de "A million dead stars" a "The third floor" es evidente, y lo curioso es que, a pesar de condensar una amalgama de influencias clásicas y de hacer constantes guiños a esa estapa dorada de la llamada British Invasion, consiguen elevarse con una personalidad propia y unas tablas apabullantes. Suenan a The Who, a Humble Pie, a Led Zepp, a Cream, a Pretty Things, ¡pero todo junto!. Tocan "Imogen Molly" y ves que escupen breaks típicos de los Who ("Heaven and Hell" por ejemplo? pero como si los estuviese tocando Jimmy Page con Gregg Ridley y Ginger Baker. Si "Six Dead" estuviese firmada por Wolfmother a muchos se les caerían los gallumbos, pero no, son ellos. Tocan "Just another night" y piensas que Angus Young ha salido a tocar con ellos pero lo buscas por el escenario y no está, ¡y te da igual!. Tocan "Kam" y ves una convicción en sus caras que hacen que mandes tus prejuicios a la mierda... Y sí, Kurtis Smith se marca un solo de escándalo, con momento Bonham, aporreando con la palma de las manos y con un swing propio de Moon. Luego miras a Tim Smith, sudando la gota gorda intentando seguir a los dos vendavales  que le acompañan y compruebas que, además de ser uno de los tíos con más suerte del negocio y estar cumpliendo uno de esos sueños privados que uno tiene, no sólo está a la altura, sino que es el contrapunto perfecto para que la nave se mantenga (un tercero de la edad de Jason y Kurtis al bajo y tal vez hubiesen firmado un disco explosivo, pero The Brew no hubiese durado, y como no estamos en 1967, el grupo se hubiese quedado en otra promesa rota y con los tres malvendiendo su talento en una gira revival cualquiera, ¿os suena "Ten years after" o "Wishbone ash"?). Y volvemos a Jason Barwick, un guitarrista soberbio que poco a poco se está convirtiendo en un cantante solvente, con una presencia escénica abrumadora, el cual consigue que a los dos minutos de bolo, sonrías como un condenado y sientas que estás "en el lugar adecuado, en el momento adecuado". ¿Grandes? Para mí sí. ¿Que sus discos no son del todo redondos? ¿Y? ¿Acaso "Disraeli Gears" era tremendo de principio a fin? Si van a tu cuidad o cerca de ella, ni te lo pienses, el escenario es donde se ha de apreciar su grandeza, porque, repito, The Brew son grandes, aunque, como ellos piensan, aún estén en la tercera división...

martes, 19 de junio de 2012

Sexus. Hojeando a Miller, cansado y deforme.

Mañana recibo la prueba de la portada, para decidir el tipo de papel... Tardaré dos minutos en eso, así que supongo que a finales de esta semana, o lo más tardar principios de la que viene, ya debería tener aquí los ejemplares. Ayer vendí un ebook... Y Lu me ha pagado dos ejemplares antes siquiera de darme su dirección... Y ya... De momento...

Cojo un libro que tengo frente a mí, que hace años leí y que hizo que mi cabeza explotara. "Sexus" de Henry Miller. Lo tengo tan subrayado que se cae a pedazos. Rebusco algunas de esas lineas pasando páginas al aire. "Soy un holgazán cuya sola función es expeler espermatozoides dentro de una salivadera de angustias. Provoco orgasmos con cigomática furia. Muerdo la barba que le cubre la boca a ella como si fuera musgo. Mastico grandes pedazos de mi propia melancolía y los escupo como cucarachas" (275). Compré ese libro en Granada, el 29 de diciembre de 2002. Editorial Rueda, 1968. Curiosa fecha. Los rusos entraban en Praga subidos en tanques. "Hay días en que despertar es doloroso y angustiante. Uno deja el reino de los sueños contra su voluntad. Nada ha pasado, excepto la prueba de que la realidad más profunda y verdadera pertenece al mundo del inconsciente" (270). Lo empecé esa misma noche. Iba con amigos. Dormíamos en un hostal del centro con goteras. Las primeras horas de nuevo año las pasé leyendo. Ellos querían subir al albaicín; yo aún no controlaba mi corazón seminuevo y me cansaba, o creía cansar, y en esa pelea cartesiana de la que aún sufro sus secuelas, siempre ganaba la res extensa, pero yo me rebelaba y me cabreaba y recuerdo que me dio mucho coraje tener que volverme al hostal. Como último reducto de mi enconado intento de dominar mi cuerpo me puse a leer a Henry Miller. Recuerdo que compre también un libro de relatos de Herman Hesse. "Bajo las ruedas". "La irresistible criatura del otro sexo es un monstruo en el proceso de convertirse en flor. La belleza femenina es una incesante creación, un incesante girar alrededor de un defecto (a menudo imaginario) que hace que todo el ser se remonte al cielo" (234). No sé por qué estoy contando esto ahora. Quería escribir. El par de borradores que están a medias no me he visto capaz de terminarlos. nada que ver con la novela. Me espero a que todos estén dormidos para escribir y, cuando eso llega, yo mismo estoy muerto de sueño (iba a poner "estoy secuestrado por un agotamiento, bla bla bla..."). "Si se persiste en ahogar los impulsos uno termina por convertirse en un coagulo de flema" (192). Ahora se edita mucho eso que llama la crítica y los blog "autoficción", como si fuese algo nuevo. Es raro. Siempre se han hecho libros "así", pero claro, si eres joven y guapo y en 150 páginas cuentas muchas miserias, y tienes suerte (y amigos) y te editan, te dirán cosas buenas. Eso no es malo, al revés, como proyección de un tiempo concreto es, cuanto menos, interesante, otra cosa son tus fobias, tus filias y tus animadversiones, que uno puede articular y convertir en crítica elaborada. Pero siempre estará Henry sonriendo. Eso ya lo hizo él. Y no sólo eso, sino que lo hizo un millón de veces mejor. Por eso no está de moda. Por eso y porque las 120 páginas de un nuevo escritor de un estilo seco y alabable, se queda en nada frente a 466 de, por ejemplo "Sexus", donde, sí, hay autoficción, pero también.... todo... No se me ocurre otra palabra más tonta... Entonces las 120 se quedan en nada, presas de un tiempo raro. 
En mi casa siempre hubo pocos libros, salvo la época en la que mi padre estuvo picado con Jiménez del Oso y compró varios libros de ufología y fantasmas y teorías conspiratorias, en la casa donde crecí poco había que leer, y eso que lo intentaba queriendo dejar el Pirata Garrapata atrás d euna vez, cogía lo que había por ahí y encontraba truños que con doce o trece años, por más que lo intentaba, no podía con ellos... Recuerdo empezar siete u ocho veces uno llamado "Malinche" (no quiero buscar quién lo escribió), "Tuareg", "Los que vivimos"... Pero en casa encontré un día un libro... "Trópico de cáncer"... Bang... Se acabó. No sólo lo terminé, sino que lo leí cuatro veces más...
"Sus labios estaban destrozados por los mordiscos y tenía marcas por tadas partes, algunas verdes, otras azules. Yo sentía un gusto extraño en la boca, a cola de pescado y Chanel 976 1/". Mi miembro parecía como una manguera de goma quebrad; colgaba entre mis piernas, una o dos pulgadas más largo de lo normal e irreconociblemente hinchado. Cuando salí a la calle sentía las rodillas flojas. Fui a una lechería y tragué un par de vasos de leche malteada. Un coito principesco, pensé..." (171). "Sexus" trata de los meses antes de que Henry (Val) Miller coja un barco rumbo a París. Habla de su polla, y dos líneas más abajo comienza una diatriba contra el arte, dos páginas más allá sobre Pascal tras follarse a Maude. Un sinfín de personajes habla y habla por boca de Miller. El mundo desfila y el amor sublime hunde sus uñas en la miseria de la depresión capitalista de un sueño que se vende como posible a todos pero que sólo alcanzan unos pocos... Recuerdo un librito. Necesito acabar con esto, y los fragmentos de "Sexus" son demasiado largos. "Al cumplir ochenta", seguramente sea facilísimo encontrarlo navegando por ahí. Yo lo tengo en un librito precioso de la Universidas nacional autónoma de México que me regaló un comercial cuando yo aún era librero y encontrabas comerciales decentes que amaban los libros más que tu. "Si a los ochenta años no estás ni tullido ni inválido y gozas de buena salud, si todavía disfrutas de una buena caminata y una comida sabrosa (con todo y acompañamientos), si duermes sin pastillas, si las aves y las flores, las montañas y el mar te siguen inspirando, eres de lo más afortunado y deberías arrodillarte en la mañana y en la noche para darle gracias al Señor por mantenerte en forma. En cambio si eres joven pero ya tienes cansado el espíritu y estás a punto de convertirte en autómata, sería bueno que te atrevieras a decir a tu jefe -en silencio, claro- ¡al carajo con ese fulano, no es mi dueño! si no te has quedado culiatornillado y si te sigue emocionando un buen trasero o un magnifico par de tetas, si todavía puedes enamorarte las veces que sea y si perdonas a tus padres por el delito de haberte traído al mundo, si te hace feliz no llegar a ningún lado y vivir al día, si puedes olvidar y perdonar y evitar volverte amargado, cascarrabias, resentido y cínico, hombre... ya vas de gane..."

 

viernes, 8 de junio de 2012

Cartas perdidas de Milos Meisner. Anexos imposibles de incluir en un libro invisible

Se mezclan mis esperanzas con lo que alguien podría llamar errores, camino, pasado, galera donde reman arrepentimientos y torpezas, acordes y rectas triangulares, mujeres irredimibles y demonios obtusos de tez clara y dedos torcidos. Tendría razón. Yo no, yo no puedo seguir esperando lo que sé que no puede pasar. Cuando se pierde todo y nada conmueve, cuando se espera todo y nada nos escoge. Suena un grupo llamado Mott the Hopple en un bar de Almarga. Si me tomo otra cerveza tal vez me emborrache. Una cruz de Malta, un posavasos lleno de espuma, una mesa de los años veinte, un puñado de postales de Sofía Loren cuando Sofía Loren enamoraba a obispos, generales y humanos sensibles, dos libros, un cuaderno y un bolígrafo. Vine aquí para echar de menos a casi todo el mundo e intentar sentirme de nuevo, vivo o muerto, limpio o seco, informal o retórico. Cartografías, luces ladinas, pasado imperfecto, trenes desarmados, maternidad fluorescente. A-13 es un sitio lejano y triste. La primera noche que pasé en casa de Lucien en uno de mis viajes relámpagos a París en los ochenta, éste no paró de alabar a Bowie mientras yo no paraba de pensar en que se callara y me dejara a solas de una vez con aquella amante tan fugaz como necesaria que creo recordar que se llamaba Julie. Tal vez ya era demasiado viejo y demasiado soviético en aquellos años como para apreciar esos existencialistas guitarrazos de extrarradio con posos dylanianos y beat stoniano...

No puedo focalizar, templar la espada ni la espalda contra enemigo alguno porque nadie espera ya nada de mí. Si alguna mujer quisiera llevaría la primera estatua a la luna por una de sus sonrisas. Irme de este lugar sin besar a nadie es un delito grave del que sé que no saldré indemne.

La preciosa camarera me sonríe cada vez que pasa a mi lado de una manera que podría hacer que volviera todos los días del resto de mi vida. Me acaba de preguntar si soy el francés que ha alquilado la casa vieja de Matías. Le digo que no sé quién es Matías, y que tampoco soy francés pero que sí, que soy ese que piensa que soy. Me pregunta si voy a tomar algo más mientras sus ojos miran mis manos posadas sobre un plano de una ciudad llamada Praga en donde con un boli barato e infalible estoy haciendo dibujos de ella. Cuando le voy a contestar, alguien la reclama y girando sobre sus talones como una Lolita a punto de cumplir los treinta me deja con la palabra en la boca. Pendientes rojos, piernas donde perderse por 20.000 leguas y ochenta días... Podría inventarme que también soy un escritor famoso, y que he venido aquí de retiro a escribir mi siguiente novela, puedo inventarme una biografía mientras la desnudo y la colmo de besos. O puedo irme directamente a tomar por culo, que será probablemente lo que me diga si cruzo la frontera de esta ficción...

Si por escribir aquí y ahora entendemos vaciarse y descubrirse, entonces lo quiero todo, sin cortapisas ni paños calientes, como el amor más desolador, como la puerta que si me abren arrollaré sin intención de hacer prisioneros, ni siquiera a mí mismo. El miedo corrompe la cobardía de la que hacemos gala y amputa la vida ruinosa que vivimos cuando no es procedente la desidia, igual que la valentía cuando es insolente. Aforismos torpes de "sírveme otra cerveza", haikus de baratillo, sueños rotos y pegados de nuevo mil veces con goma caliente sin solución de continuidad. La espuma aturde el alma. Si he de morir de vergüenza que sea colorado por no poder negar lo que soy. Entre un burdel y una iglesia prefiero que me hagan ruborizar en el primer lugar; antes, durante y después.
Sueños resquebrajados con lunáticas en Praga y camareras en Almarga. Pesadillas rojas en Toulouse. Siestas de comidas ligeras con planchadoras en Vladivostok. Insisto, si he de morir que sea colorado y muerto de vergüenza, soltando disparates y disculpas... Aunque es cierto que siempre me he quedado a medias en todo lo que he hecho con mi vida. Tengo la misma cantidad de libros empezados a leer y sin terminar que libros leídos. Más esculturas proyectadas que hechas, más hijos soñados que dando por saco, más sangre recorriéndome que derramada. Si grabo un corazón en esta mesa de madera con un cuchillo, pondré mi nombre dentro y dejaré espacio suficiente hasta para Maria Antonieta o Dalila. Al zar y las zarinas no las indultaría ni yo en estos momentos tan lejos de casa y tan cerca del hogar, ni siquiera por toda la bodega del Palacio de invierno. Caracol pelotero en plena crisis de los cincuenta. Cejas depiladas y culos prietos. La camarera no lleva tacones pero anda igual de erguida como si los llevara. Sonríe y le digo que sí, que me ponga otra cerveza. Me pregunta si quiero cacahuetes y me la imagino vestida de Betty Boo deseándome buenas noches después de prestarme su ordenador para pasar todo esto a limpio. Me repite la pregunta más despacio y respondo que sí, que claro, lo que ella quiera... Por primera vez, me sonríe espontáneamente...

Imposibles amores de mercadillo que inspiran al más pintado y al más tonto (ahora es cuando debería contarle la historia de cuando era niño y hacía espantapájaros en los campos de Moravia imitando estatuas famosas...) Todo tarda en llegar o no llega nunca. Desnudos al retortero, mamadas a todo trapo y espejos rotos, años de mala suerte, siete inútiles maneras de matar a un gato negro... ¿Cómo era? ¿Maldición eterna a todo aquel que lea este libro? Malédiction éternelle à tout ce qui lit ce livre, ese creo que fue el título con el que leí un libro así llamado hace muchos años en París. Manuel Puig y lecturas falibles de noches insomnes. En el fondo yo también soy un libro, al igual que todos los peces feos de las fosas abisales no ven un pimiento. Para llorar a mares y corromper monjas siempre hay tiempo, igual que para decir basta y echarse a dormir. Sé que esta noche acabaré en la playa, solo y haciendo cualquier figura con arena y agua salada antes de que salga el sol. Emborrono un plano turístico de una ciudad en la que viví con rostros hermosos y muñequitos obscenos, C-5 parece un buen lugar para vivir; perdí mi último cuaderno en un camping y sólo he encontrado esto a mano, aunque creo que hubiera robado un rollo de papel higiénico de haber sido necesario para dibujar a esta camarera. Una espiral de caracol aparece dibujada entre calles cuyo nombre desconozco y dudo si aún sé decir correctamente... Sólo me queda una cosa por hacer, levantarme, pedir la cuenta y preguntarle su nombre a la camarera...

martes, 5 de junio de 2012

Libros, lectoras, libreros. Fantasmas agridulces


No sé por qué publico esto, tampoco sé por qué he tardado tanto en hacerlo. El día antes de que yo entregase las llaves de mi librería a otra persona, al mail de la Pecera llegó esta carta. A menudo la leo, sobre todo cuando maldigo haber tenido la idea de abrir una librería, que suele coincidir con los días que aparece alguna deuda, o está a punto de venirme otra letra del préstamo que pedí para abrirla. Cada vez que oigo la palabra "emprendedor", me da la risa floja, me miro en el espejo o en un cristal que haya cerca y pueda verme, y me digo "estúpido". Me parece curioso que la última noche que dormí en la librería alguien escribiese esto y se tomase la molestia de mandármelo. Sé que tener una librería mereció la pena; puedo maldecir millones de veces la consecuencias nefastas que me ha traído, pero mereció la pena; por muchas cosas, y  también por ésta. Mientras yo escribía esto otro, alguien escribía una carta a un librero. Hablo de mí en tercera persona, lo hago para no pensar en si está bien o no publicar esto. Ha sido un día duro. Necesito pensar que hay salida, necesito pensar que no fue en balde.


"No recuerdo bien si el primer libro que compré en su Pecera fue El Principito o fue Seda. En cualquier caso los dos son libros muy importantes para mí. El primero lo compré para regalarlo a alguien que hace años que no veo. El segundo lo compré para mí, pero cometí el error de regalarlo, sí, regalé mi ejemplar subrayado, mi ejemplar con el pico de la página 111 doblado… lo que quería transmitir con ese regalo estaba en la historia de Seda pero no en las páginas vírgenes de un libro recién comprado, pensé que si regalaba las páginas maltratadas por mi lectura, todos aquellos sentimientos inundarían la habitación del receptor al abrirlo, como si fuera un tesoro. El receptor, en lugar de correr a su cama, taparse con una manta y estremecerse, estaba demasiado ocupado para leer un librito que como objeto apenas sirve de pisapapeles. Creo que voy a tardar mucho tiempo en encontrar a alguien que valore esto. No he vuelto a comprarme Seda, una vez lo saqué de la biblioteca, pero ese libro tantas veces leído por otros… como en un burdel… con otros libros no me pasa pero no pude ponerme a leer a gusto, así que lo devolví. Quiero volver a tener Seda en mi mesilla de noche pero inevitablemente me acuerdo del otro ejemplar…
No sé por qué le cuento todo esto, ni por qué le llamo de usted. He visto que traspasa La Pecera y aunque supongo que será por cosas del negocio, no quiero que sienta que en Manzanares nadie valora ese rincón tan especial que ha creado. Sé que este pueblo es muy desagradecido…
Siempre he estado muy perdida, cuando cerró Díaz- Pinés compré libros acríticamente, recuerdo que aún llevaba el uniforme del colegio, y algunos ahí los tengo. Nunca he sabido qué leer, mis amigos no leen. Tropiezo con los libros y ya está.
Quería decirle que su tienda es como un santuario, cuando voy me gustaría quedarme un rato ojeando los libros, leyendo los pequeños recortes que hay pegados en un lado y en otro, pero a veces siento que estoy profanando el espacio, me da vergüenza y me voy. Le hablé a mi mejor amiga del sitio, me pedía que la llevara, como quien hace turismo en la India, y quiere ver cómo las vacas pueden ser sagradas, mientras que en otros lugares las espantamos tocando el claxon en un camino rural.
Me gustan las cosas que conoce poca gente, pequeños tesoros que sólo unos pocos valoran, y aunque sé que eso no hace caja, y sé que es egoísta, me gusta sentir que su lugar es así, un pequeño lugar fetiche en un pueblo que nunca saca rosas de mi boca. No sé si sabe a qué sensación me refiero… He comprobado que cuando amas cosas pequeñas que nadie conoce, que nadie valora, y de pronto llega Colón y las descubre, la gente no las trata con cariño, no mete sus vinilos en sus fundas, o cantan letras en el botellón, cuando tú hace unos meses llorabas con ellas en tu habitación a oscuras. Y allí te quedas, observando el horrible espectáculo sin hacer nada, como si estuvieran violando a una virgen.
Seguramente no he sido su mejor cliente pero le escribo esto porque si estuviera en su lugar me gustaría que si alguien pensara así, me dijera estas cosas.
Un beso."

lunes, 4 de junio de 2012

El rostro de Irina Belokoneva. Una portada.

¿Cómo era el rostro de Irina Belokoneva? Nunca fui capaz de verlo. Creí verlo en una película de Milos Forman de 1968. O igual no era de Forman. ¿"Loves of a Blonde" es de él? Creo que sí. "Lásky jedné plavovlásky". Recuerdo que Milos Forman abandonó Checoslovaquia y dejó allí a su mujer y sus dos hijos. Ella no quiso irse con él. Ella era bellísima. Vera Kresadlová. Unos ojos para hundirse y no querer regresar jamás a Ítaca. Nada de esto tiene que ver con Irina. La Luna como una Ítaca inalcanzable. Tal vez éste tampoco sea su rostro. ¿Será el rostro de una actriz haciéndose pasar por Irina? ¿Y quién querría ser Irina? Nadie, imagino.
Esta será una de las portadas de "La muñeca rusa"...







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