viernes, 9 de mayo de 2014

Antes de que lo perdamos todo. "La utilidad de lo inútil. Manifiesto" de Nuccio Ordine

A veces es necesario tumbarse en el suelo sólo para oír crecer la hierba.

Es difícil no caer en tópicos al hablar de un libro como el de Nuccio Ordine, un manifiesto breve, intenso y que sin duda logra lo que se propone, esto es, convertirse en acicate, en espejo donde revisar nuestra idea del mundo, esa que el lenguaje de los que nos dirigen ha pervertido y el utilitarismo se ha encargado de vaciar de sentido. “Hay dos clases de utilidad –argumentaba Théophile Gautier en el prefacio de Mademoiselle de Maupin de 1834–, y el sentido de este vocablo nunca es sino relativo. Aquello que es útil para uno no lo es para otro. Usted es zapatero, yo soy poeta. Para mí resulta útil que el primer verso rime con el segundo.” La de Gauthier es una de las muchas voces que invoca el pensador italiano Nuccio Ordine en este "manifiesto" sobre la necesidad de la literatura (y especialmente de los clásicos) en tiempos de crisis, contra la mercantilización de la enseñanza y la desintegración de los museos, bibliotecas, librerías y centros de investigación.

Dividido en tres partes, “La útil inutilidad de la literatura”, “La universidad-empresa y los estudiantes-clientes” y “Poseer mata: Dignitas Hominis, Amor, Verdad”, el manifiesto que nos ofrece Ordine es todo un guante lanzado al aire, un grito sordo ante la perplejidad que le supone al autor el monstruoso deterioro no sólo de la concepción del saber como ideal perseguible y anhelado por sí mismo, sino también del obsceno proceso de comercialización de la vida humana en su totalidad. El irónico dicho, “tanto tienes tanto vales”, se ha convertido en axioma fundacional que rige nuestras vidas, por eso ante esta situación, Ordine nos intenta recordar vehementemente que eso no es cierto, que la vida no ha de ser así, que hemos de rebelarnos contra esa concepción que el neoliberalismo intenta grabar a fuego en la conciencia común de todo el planeta, ridiculizando aquello que somos más allá de nuestra cuenta corriente. Para ello recurre a cuantos otros autores han hecho hincapié en esa cuestión (saber vs valor) a lo largo de la historia. Tomando como punto de partida la defensa de una manifestación artística tan ajena a la cuantificación como es la literatura, expone la visión que autores como Dante, Petrarca, Aristóteles, la literatura utópica, Shakespeare, Kant, Montaigne o Leopardi tomaron frente a la mercantilización de la vida y la cultura. Lo que hace a este manifiesto diferente a un simple catálogo es la intensidad con la que Ordine da sucesión a citas y autores, comentando al hilo de las mismas lo justo para hacer más hincapié en esas cuestiones que por obvias no está de más recordar y recordar.

Nuestra sociedad considera útil sólo aquello que produce beneficios, lo cual impone un lógica mercantilista de la totalidad donde la música, la literatura, el arte, las bibliotecas, los archivos de Estado, la arqueología, son consideran inútiles porque no producen beneficios. Es por ello que los gobiernos, cuando hacen recortes, comienzan por estas cosas "inútiles". Pero, al eliminar lo inútil, estamos amputando el futuro de la humanidad. Ese es el drama al que Ordine intenta dar voz en este breve y precioso manifiesto, que todos los ámbitos de nuestra vida están contaminados por la idea del beneficio y del lucro. Si seguimos dejando que eso suceda, si dejamos de educar a las nuevas generaciones en el amor por el bien común, por el desinterés, por lo gratuito, por la cultura, dejaremos de ser hombres y seremos productos. El conocimiento no se compra, se conquista, y esa conquista no es más que una bella manifestación de la dignidad humana.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Leyendo "Técnicas de iluminación", de Eloy Tizón, entre sirenas



"Técnicas de iluminación"
Eloy Tizón
Ed. Páginas de espuma, 2013
Fragmento del relato "Fotosíntesis"
pág 12-13

"Una mujer tranquila, con sus orillas húmedas. Nos sirvió una jarra de cerveza, luego una jarra de vino, luego una jarra de nata espolvoreada con canela. No quiso cobrarnos nada. Era la hija del posadero, aunque su verdadero oficio era el de comadrona. Se le transparentaba un poco el vestido. Las ganas de sonreír no se le acababan nunca. Su aldea estaba en fiestas, su esposo estaba en la guerra, no especificó en cuál. El cielo estallaba de cohetes, los músicos ambulantes tocaban hasta el desmayo celebrando la belleza trágica de la vida, los perros ya ni ladraban. Aquello era vivir. Abrazarla en el cobertizo era igual que amasar harina. Su piel, por descontado, también estaba para fiestas, también estaba en guerra. Tan hermosa que uno no sabía por dónde empezar a quererla. Antes de apagar la vela de un soplo, dio la vuelta al retrato de su esposo, que quedó mirando hacia la pared mientras aquello duró. Uno sentía que a su lado nada malo podía sucederle. Ella dijo, al tiempo que se anudaba el cordón del delantal, que rezaría por uno en sus plegarias. Los ojos le brillaban. Antes de despedirse ofreció su nombre en voz alta, con alegría: "Margarita"

Leyendo y escuchando, lo poco que la vida me deja, quizá a escondidas y a deshoras, pero sí, al menos, lo suficiente.

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