Los días que sueño que estoy en un sueño y que, en algún momento del sueño todo se para y me miro a mi mismo en el sueño y me digo “estás soñando y debes acordarte de esto cuando despiertes porque es importante”, al despertar, de lo único que me acuerdo es de que soñé que tenía que acordarme de algo, pero no de qué tenía que acordarme. Esos días son los días más extraños, o al menos esos son los días en los que me preocupo por cuadrar mi vida, por enderezarla, por recomponerla, como si diese por hecho que no lo estuviera, pues eso es algo de lo que pocas veces estoy seguro, y me atormenta el hecho de haber vivido en el sueño algo esencial y que el haberlo olvidado no me fuese a traer nada bueno; en fin, no lo sé, igual no tiene ningún sentido darle tanta importancia a un mísero sueño, pero, ¿qué hacemos en la vigilia cuando sabemos que hemos despertado de un sueño demasiado real pero del que sólo quedan imágenes como fogonazos? Todo parece más famélico, más ridículo, más tonto, más absurdo...
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