Una última recomendación antes de que caiga el telón... Mircea Cartarescu... De ce iubim femeile. Precioso, brutal, verdadero, desde hoy imprescindible... Así empieza...
"Ruego a las distinguidas lectoras de este libro que no me tachen ya de entrada de pedante si empiezo con una cita. Durante la adolescencia tenía la estúpida costumbre de hablar en citas, lo que me granjeaba una fama bastante triste en el Liceo Cantemir. Mis colegas iban a la escuela con un magnetófono de diez kilos, ponían música y bailaban en la clase de francés...; “el Garzonelo”, nuestro maniático profesor, reunía a las chicas a su alrededor y les contaba cómo se dicen todas las porquerías en francés… Un par de alumnos hojeaban revistas porno suecas al fondo de la clase… Sólo yo, que vivía únicamente en el mundo de los libros, subía a la pizarra y la emborronaba con alguna cita de Camus o de T.S. Eliot, que cantaba como una almeja en el ambiente de desmadre de nuestra aula polvorienta y desconchada… Al verla, las chicas que estaban con las piernas cruzadas sobre el pupitre enseñando los muslos por debajo de la falda arremangada de sus uniformes, ni siquiera se molestaban en hacer una mueca o en echarse a reír con desprecio. Se habían acostumbrado. Me miraban como si yo no hubiera existido nunca. Y así fue como pasé los años del liceo: un tipo raro con el uniforme deshilachado que escribe textos ininteligibles en la pizarra o habla con los castaños plantados a lo largo de las pistas de salto de longitud. Hablaba en citas, no por esnobismo, ni para darme importancia (no te podías dar importancia si no era con la música rock o con la lista de tus conquistas, el resto eran bobadas), sino porque llegaba a querer a un autor hasta la locura, y a identificarme con él y a creer que sólo las palabras que había pronunciado alguna vez expresaban la verdad fundamental del mundo, mientras que todo lo demás era mera palabrería.
Con el tiempo he seguido siendo el mismo jerk al que le da lo mismo lo que uno se pone, come o dice delante de una cerveza o en un coloquio, pero he aprendido a ser más prudente en dos cosas, por lo menos. La primera: al relatar los sueños, y la segunda: al citar a mis autores preferidos. Ambas cosas aburren mortalmente, tanto por escrito como en una conversación, y hacen que te cuelguen la etiqueta de tipo impresentable…"
Mircea Cartarescu. Por qué nos gustan las mujeres. Editorial Funambulista
Tras ese comienzo, se desarrollan una serie de lo que podrían llamarse relatos, visiones de mujeres que han pasado por la vida del narrador (posíblemente el propio Mircea, pero con la literatura nunca se sabe, ¿no?), mujeres que sirven de excusa para apuntar un discurso vital, o quizá sea al revés, quizá sea la vida la que se sostiene y desarrolla para encontrar a esas mujeres que nos dignifican, moldean, crean y dan sentido. Uno cuenta cosas, momentos duros, por ejemplo, o momentos importantes, y si quitas todo lo superfluo, ¿qué queda? Pues eso. Si además escribes como Cartarescu, poco más se puede decir salvo volver y releer cuando haga falta, es decir, cuando admitamos sin posibilidad de retorno, que somos lo que somos por las personas (en este caso, mujeres) con las que nos cruzamos a lo largo de los años...
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