He recibido como novedad flamante el libro de Jesús Ordovás, llamado "Los discos esenciales del Pop Español", y una vez leído a conciencia no diré que lo he tirado por la ventana pero sí que me ha parecido un truño considerable que baila al son de la oficiosidad más cutre y triste, sintomático de todo lo dicho anteriormente. Mientras Alaska sale citada relevantemente 13 veces, Los Enemigos sólo aparecen una (y es Ordovás, oiga, que no es cualquier mindundi). Smash, que siempre queda muy bien citarlos por eso de quedar pintón, aparecen citados seis veces, de Triana al menos sale un disco, como Smash, pero no te creas tu... Carlos Berlanga sale citado 13 veces, Nacho Canut, 12. Barón Rojo ni aparece y Asfalto tampoco. A mí que me lo expliquen... Tío, que es sobre Pop apañó, dirá alguno... Ya, pero es que salen Los Nikis, Sex Museum, Calamaro, El Omega de Morente, Rosendo, Pata Negra, Camarón, Burning (es que si no salen todos estos hubiera sido para matarlo)... ¿Pop? ¿De verdad? ¿Miguelito Bosé y un par de páginas después el "Loco por incordiar" de Rosendo? ¿Los discos esenciales del Pop español? ¿Are you talking to me? No entiendo nada... En serio, no estoy en plan abuelo cebolleta que ni con una enciclopedia de 5.000 páginas se hubiera quedado contento (soy una persona fácil, en serio). Me gusta pensar que en ciertas cosas soy como me exigía mi abuela, si te pones, te pones, pero para ponerte a medias no... Son 130 páginas... En estos días, con eso de la impresión digital y demás, añadirle 50 o 100 más no hubiera supuesto un descalabro comercial... y sin subirle el precio, señora... Pues no, 19,50 € el libro cuesta. Allá cada cual con su dinero. Si me pregunta alguna madre qué regalar a su chavalín del instituto que le gusta la música, lo mismo me lo quito del en medio y allá él, pero estando aún en la estantería la biografía de los Beatles de Hunter Davies, o "Londres 1960-1966. Los mods, los clubs, los grupos, la herencia", el delicioso libro de Ángel de la Iglesia, como que no. Hablo del libro de Ordovás porque es el último y porque le están dando bastante cancha, cosa que no pasó con libros similares anteriormente. Así y con todo, por lo que a mí respecta, he recuperado un grupo de esos que me ponía mi primo en su habitación cuando yo era un canijo, TOPO, y no sólo por un acceso de nostalgia, que también, sino porque han sacado un disco nuevo.
Topo es una de las grandes formaciones de la historia del Rock Español. Surgió en 1978 como una escisión de Asfalto. Topo es una de las grandes formaciones de la historia del rock español; esta frase ya la he dicho pero no está de más repetirla. Topo es un gran grupo, con diferentes etapas, con altibajos, con éxitos y fracasos, con muchas de las miserias y con muchas más glorias de eso del rock, pero sin duda merecedora de ser considerada como una de las bandas de primer nivel en nuestro país, pero parece ser que no, salvo para cuatro flipaos como yo. Topo surgió en 1978 como una escisión de la mítica formación Asfalto, los cuales, en ese mismo año habían publicado su disco debut, dicho disco (que tampoco sale en el libro de Ordovás, y eso sí que no tiene perdón de Thor, lo mires por donde lo mires) obtiene gran éxito en listas, pero la grabación y el resultado final no satisfacen al grupo. Así pues, José Luis Jiménez (Bajo y voz) y Lele Láina (Guitarra y voz) se embarcan en la creación de otra banda junto a Terry Barrios (Batería) y Víctor Ruiz (Teclados). Rápidamente graban su primer plástico, de titulo homónimo al grupo, que contenía éxitos atemporales como "Vallekas 1996" o "Mis amigos dónde estarán". Con este disco se colocaron en la primera línea del rock nacional. Es un disco (para los tiernos oídos de hoy en día) difícil y a la vez naif. Difícil porque es progresivo, enrevesado, complejo, y naif por unas letras directas, cargadas a veces de una tal vez simple pátina social, pero con enjundia otras. "Autorretrato" es tan preciosa como difícil, "Abélica" es una joya progresiva con voces inmensas y cerrando la cara A, "La catedral", que es puritito Pink Crimson de altura. Si la cara A era asombrosa, la cara B es ya para llorar de placer, "Mis amigos dónde estarán" es uno de esos himnos sencillos y emotivos por el que no pasa el tiempo, y "Qué es esta vida" siempre me pareció el "Because" beatleliano patrio. "El periódico" me sigue emocionando cosa mala (ahora mismo no más) y cerrando el disco el gran Terry Barrios pone los pelos de punta con "Vallekas 1996" (el grupo que me hizo leer a Orwell y a Bradbury, y no mi profesor de literatura). No sólo eran unos músicos arriesgados y virtuosos, sino que posiblemente sean uno de los poquísimos grupos que en este país han cuidado las voces y las armonías vocales de una manera tan exquisita. Terry, José Luis y Lele se compenetrablan de manera emocionante, y las armonías que se sacaban de la manga son de lo mejor que yo nunca he oído.
Topo sufrió lo que sufrieron las otras bandas de su compañía, Chapa, que, lejos de apoyar incondicionalmente la música de sus bandas, mostró con el tiempo que sólo buscaba formas de enriquecerse rápida y fácilmente. Un disco como ese hoy debería estar reseñado como la maravilla que es dentro de cualquier historia decente del rock español, y no como un Wally que nadie sabe dónde está, ninguneado por modernos y gafapastas cuyas carnes se abren ante cosas como la de los Planetas (nunca he entendido lo de este grupo, sorry) o que dicen Fangoria y se corren de gusto. Encuentro paralelismos entre ese disco de Topo y alguno de la Premiata Forneria Marconi, grupo italiano que en el país del latín y la Loren son tenidos como lo que son, un clásico del que se enorgullecen (visto por estos ojitos), pero como digo esto es España y Topo se topó (perdón) con la Movida, entrando a formar parte de ese saco donde metieron a todos los grupos que, parafraseando a Tierno Galván, no estuvieron al loro, no se colocaron, se movieron y no salieron en la foto. No hablo de teorías conspiratorias, sino de cutrerío patrio; aquí, simple y llanamente, la música era considerada (y es) como un simple negocio de guapos y guapas manejables y no como una forma de arte comercializable, pero arte al fin y al cabo.
Victor, José Luis, Lele y Terry |
Terry Barrios y su batería |
Respecto a Topo, con estas premisas, en 1980, Chapa les "anima" a realizar un disco "nuevaolero", al estilo de lo que funcionaba en Gran Bretaña, con un sonido próximo a "The Police". Para estos cuatro proles curtidos durante años en el local de ensayo y en bolos infames, el caramelo no les pareció mal, pero, hablando mal y pronto, se la metieron doblada. Este intento de reformularlos, concretado en un disco llamado "Pret a portet", fracasa estrepitosamente y hace que Topo abandone la discográfica. No es un mal disco, tiene sus momentos, pero no era apropiado para un grupo como Topo. Recuerdo cuando me sentaba frente al equipo de música de mi primo y pensaba, ¿son el mismo grupo? En serio, aquello era extraño de oír. Fascinado por "El periódico" o "Vallekas 1996", después escuchaba "Vudu Baby" y me quedaba a cuadros.
Para resarcirse grabaron su tercer disco, "Marea negra", intentando poner las cosas en su sitio, y vaya si lo consiguieron, un disco magnífico que con el tiempo se ha convertido en mi favorito, o casi. Terry Barrios catalizó las inquietudes del grupo y puso las cosas en orden (a parte de ser un batería contundente y preciso, tenía un sonido y una pegada muy característica, y en grabaciones posteriores se le echó en falta, lo cual es mucho decir a la hora de hablar de un batería). Durante un tiempo (finales de los '90) lo encontré en Madrid Rock a un precio irrisorio, y hubo unos meses que me dio por regalarlo a amigos; cuando iba a por algo para mí, siempre acababa cogiéndolo y regalándoselo a alguien (tantas veces que incluso me quedé yo sin él). A finales del 84 Terry, Lele y Víctor abandonan el grupo, y son sustituidos por Luis Cruz (Guitarra), Kacho Casal (Batería) y Pablo Salinas (Guitarra, teclados). Esa formación, junto a José Luís Jiménez, grabará en 1986 "Ciudad de Músicos", editado a través del sello SNIF. Un producto de la época, delicioso y sonrojante a la vez (y mucho mejor que Pret a Portet, de hecho fue el disco que en su día más me gustaba oír). Y llegó 1988, que fue cuando yo descubrí a Topo (diossss, qué triste...). Tenía catorce años y me tragaba lo que me daban, aunque algo de criterio iba teniendo (ya ves tu...), y un día mi primo me puso un disco en directo llamado "Mis amigos están vivos". Una obra mítica editada por la tenáz voluntad de Jose Luís Jiménez, único componente original que quedaba, y vista hoy en día es la muestra más evidente de la historia de Topo (y de tantos otros), es decir, un lujo perdido en el olvido de los medios (nunca se ha editado en CD, y sólo se encuentra ripeado en algunos blogs). Un disco doble en directo que tenía que haber puesto las cosas en su sitio, un disco que en cualquier otro lugar sería una pieza indiscutible pero que aquí se quedó en nada. (salvo en el testamento del grupo hasta su vuelta en el 92 con "La jaula del silencio", gran disco ya sin Terry, que falleció ese mismo año). Cuando mi primo se compró ese disco en directo de Topo, nada más salir, se le veía entusiasmado. Entre otras cosas porque él estuvo en ese concierto, el 30 de octubre de 1987 en la sala Canciller, concierto en el que participaron todos los músicos que habían pasado por la banda y donde sonaron todos sus “himnos”, y también porque de algún modo mi primo se hizo muy amigo de Terry Barrios y tener ese disco le emocionaba. A mi me contaba esas cosas y yo flipaba (en Manzanares como mucho yo podía aspirar a charlar con el Jaro, batería de los Rurals y Malva). Mi primo trabajaba de botones en L'oreal y desayunaba casi todos los días en el mismo bar que Terry; una cosa llevó a otra y un simple saludo y unas palabras amables se convirtieron en una costumbre y unas charlas alrededor de un café y una tostada. Aún hoy me gusta cuando me cuenta cosas así. Creo que fue en el 2004 o 2005, cuando vinieron a tocar al Festival Lazarillo, no Topo, que en esos momentos no funcionaban como tal, sino Lele Láina y José Luís Jiménez (tocando canciones de Topo y Asfalto) junto al batería Miguel Bullido. De estrangis le pedí a la mujer de mi primo ese disco en directo de Topo para que me lo firmaran para él, incluso hice lo que pude para que vinieran pero no pudieron. Yo "trabajaba" en el festival de todo, lo mismo me entrevistaban en la radio comarcal en calidad de programador del festival que montaba una carpa a las diez, descargaba una escenografía a las doce, comía con los técnicos a las tres, montaba un infantil de calle a las ocho o me dormía rendido de cansancio y sueño en una butaca viendo un Brecht que ya había visto dos veces antes el quinto día del festival. Pero venían los Topo ese año, así que hice la planificación pertinente y delegué lo que pude para poder ayudar a montar ese concierto. Eso de la música en el festival de teatro estaba muy mal visto, como algo secundario y gratuito que se montaba para alargar el ambiente farandulero, pero para mí era igual de importante (e infinitamente más barato). Años anteriores me había pasado que había dejado de estar con alguno de los grupos que vino para atender a actores y compañías y al final me había arrepentido. Topo llegaron a media tarde; yo ya había avisado que conmigo no contaran más allá del curre físico, ni protocolo, ni tele municipal, ni delegado provincial ni leches, yo iba a montar el equipo de Topo con Iván, que la cara la pusiera otro, yo ya había montado por la mañana la obra de ese día y había organizado a los montadores dónde tenían que estar (esos días de talleres de niños, teatro de calle, teatro de sala y concierto en el mismo día, madre mía) así que yo montaba con Topo, punto. Uno siempre tiene miedo de cagarla con la gente que admira, pero nada más llegar se mostraron de lo más amable y agradecido, incluso flipaban de que allí (aquí) hubiera seguidores suyos, y descubrimos a unos perros viejos desencantados de la industria pero increiblemente cercanos y entusiasmados de poder seguir tocando. Les dije que los había visto en la plaza de las Vistillas ese mismo año, en las fiestas de San Isidro (ese concierto lo disfruté con mi primo como dios manda, como una de esas cuentas pendientes que la vida te deja saldar, asistiendo a un concierto tan memorable como entrañable), les pedí que me firmaran el disco, Lele me estrechó la mano y listo, camaradería rockera de la vieja escuela y todo sobre ruedas. Me quedé a la prueba de sonido, a pesar de que me esperaban las autoridades políticas de turno para hacer el paripé y se suponía que a eso no podía faltar (así me va); llamé, se encargó encantado alguien que disfrutaba mucho con esas cosas y me quedé con mi amigo Iván a ver la prueba de sonido tras comprobar que llevaban tantos años montando su equipo sin ayuda que tener a dos tíos y al dueño del local a su disposición les parecía un lujo. Aquella prueba de sonido fue como un pase privado para nosotros, atardeciendo, cerveza en mano, solos, medio a oscuras, cinco canciones (cuando a la segunda ya estaba todo listo, les apeteció hacer tres más). Después los acompañamos al hotel y les dejamos tranquilos hasta el concierto. Por un par de personajillos autóctonos de turno borrachos el bolo fue difícil, pero tuvo sus momentos, sus muy buenos momentos (mi hermana, que lo vio al lado del escenario de cara al público, dijo que molaba ver las caras de la gente cantando).
Es una pena que la genialidad de gente como el propio José Luis Jiménez (un grandísimo bajista, si no uno de los mejores bajistas de rock de aquí), Lele Láina, Víctor Ruiz o Terry Barrios nunca sea reconocida, ni siquiera por los supuestos profesionales de eso de la música. A veces fantaseo con la idea de qué hubiera sido de Asfalto o Topo con más apoyo comercial por parte de la prensa y por sus compañías discográficas, pero al menos ahí siguen. Acaban de sacar un disco nuevo "Prohibido mirar atrás" (José Luis Jiménez, Lele Laína, Miguel Bullido y un rescatado Luis Cruz, optando por dos guitarras y sin teclados) y el 14 de enero tocan en la sala Heineken de Madrid. Por mi parte haré lo que pueda por ir. La verdad es que la canción que han elegido para presentarse de nuevo suena genial, letras típicas y terriblemente sinceras, voces, música... Topo...
Para resarcirse grabaron su tercer disco, "Marea negra", intentando poner las cosas en su sitio, y vaya si lo consiguieron, un disco magnífico que con el tiempo se ha convertido en mi favorito, o casi. Terry Barrios catalizó las inquietudes del grupo y puso las cosas en orden (a parte de ser un batería contundente y preciso, tenía un sonido y una pegada muy característica, y en grabaciones posteriores se le echó en falta, lo cual es mucho decir a la hora de hablar de un batería). Durante un tiempo (finales de los '90) lo encontré en Madrid Rock a un precio irrisorio, y hubo unos meses que me dio por regalarlo a amigos; cuando iba a por algo para mí, siempre acababa cogiéndolo y regalándoselo a alguien (tantas veces que incluso me quedé yo sin él). A finales del 84 Terry, Lele y Víctor abandonan el grupo, y son sustituidos por Luis Cruz (Guitarra), Kacho Casal (Batería) y Pablo Salinas (Guitarra, teclados). Esa formación, junto a José Luís Jiménez, grabará en 1986 "Ciudad de Músicos", editado a través del sello SNIF. Un producto de la época, delicioso y sonrojante a la vez (y mucho mejor que Pret a Portet, de hecho fue el disco que en su día más me gustaba oír). Y llegó 1988, que fue cuando yo descubrí a Topo (diossss, qué triste...). Tenía catorce años y me tragaba lo que me daban, aunque algo de criterio iba teniendo (ya ves tu...), y un día mi primo me puso un disco en directo llamado "Mis amigos están vivos". Una obra mítica editada por la tenáz voluntad de Jose Luís Jiménez, único componente original que quedaba, y vista hoy en día es la muestra más evidente de la historia de Topo (y de tantos otros), es decir, un lujo perdido en el olvido de los medios (nunca se ha editado en CD, y sólo se encuentra ripeado en algunos blogs). Un disco doble en directo que tenía que haber puesto las cosas en su sitio, un disco que en cualquier otro lugar sería una pieza indiscutible pero que aquí se quedó en nada. (salvo en el testamento del grupo hasta su vuelta en el 92 con "La jaula del silencio", gran disco ya sin Terry, que falleció ese mismo año). Cuando mi primo se compró ese disco en directo de Topo, nada más salir, se le veía entusiasmado. Entre otras cosas porque él estuvo en ese concierto, el 30 de octubre de 1987 en la sala Canciller, concierto en el que participaron todos los músicos que habían pasado por la banda y donde sonaron todos sus “himnos”, y también porque de algún modo mi primo se hizo muy amigo de Terry Barrios y tener ese disco le emocionaba. A mi me contaba esas cosas y yo flipaba (en Manzanares como mucho yo podía aspirar a charlar con el Jaro, batería de los Rurals y Malva). Mi primo trabajaba de botones en L'oreal y desayunaba casi todos los días en el mismo bar que Terry; una cosa llevó a otra y un simple saludo y unas palabras amables se convirtieron en una costumbre y unas charlas alrededor de un café y una tostada. Aún hoy me gusta cuando me cuenta cosas así. Creo que fue en el 2004 o 2005, cuando vinieron a tocar al Festival Lazarillo, no Topo, que en esos momentos no funcionaban como tal, sino Lele Láina y José Luís Jiménez (tocando canciones de Topo y Asfalto) junto al batería Miguel Bullido. De estrangis le pedí a la mujer de mi primo ese disco en directo de Topo para que me lo firmaran para él, incluso hice lo que pude para que vinieran pero no pudieron. Yo "trabajaba" en el festival de todo, lo mismo me entrevistaban en la radio comarcal en calidad de programador del festival que montaba una carpa a las diez, descargaba una escenografía a las doce, comía con los técnicos a las tres, montaba un infantil de calle a las ocho o me dormía rendido de cansancio y sueño en una butaca viendo un Brecht que ya había visto dos veces antes el quinto día del festival. Pero venían los Topo ese año, así que hice la planificación pertinente y delegué lo que pude para poder ayudar a montar ese concierto. Eso de la música en el festival de teatro estaba muy mal visto, como algo secundario y gratuito que se montaba para alargar el ambiente farandulero, pero para mí era igual de importante (e infinitamente más barato). Años anteriores me había pasado que había dejado de estar con alguno de los grupos que vino para atender a actores y compañías y al final me había arrepentido. Topo llegaron a media tarde; yo ya había avisado que conmigo no contaran más allá del curre físico, ni protocolo, ni tele municipal, ni delegado provincial ni leches, yo iba a montar el equipo de Topo con Iván, que la cara la pusiera otro, yo ya había montado por la mañana la obra de ese día y había organizado a los montadores dónde tenían que estar (esos días de talleres de niños, teatro de calle, teatro de sala y concierto en el mismo día, madre mía) así que yo montaba con Topo, punto. Uno siempre tiene miedo de cagarla con la gente que admira, pero nada más llegar se mostraron de lo más amable y agradecido, incluso flipaban de que allí (aquí) hubiera seguidores suyos, y descubrimos a unos perros viejos desencantados de la industria pero increiblemente cercanos y entusiasmados de poder seguir tocando. Les dije que los había visto en la plaza de las Vistillas ese mismo año, en las fiestas de San Isidro (ese concierto lo disfruté con mi primo como dios manda, como una de esas cuentas pendientes que la vida te deja saldar, asistiendo a un concierto tan memorable como entrañable), les pedí que me firmaran el disco, Lele me estrechó la mano y listo, camaradería rockera de la vieja escuela y todo sobre ruedas. Me quedé a la prueba de sonido, a pesar de que me esperaban las autoridades políticas de turno para hacer el paripé y se suponía que a eso no podía faltar (así me va); llamé, se encargó encantado alguien que disfrutaba mucho con esas cosas y me quedé con mi amigo Iván a ver la prueba de sonido tras comprobar que llevaban tantos años montando su equipo sin ayuda que tener a dos tíos y al dueño del local a su disposición les parecía un lujo. Aquella prueba de sonido fue como un pase privado para nosotros, atardeciendo, cerveza en mano, solos, medio a oscuras, cinco canciones (cuando a la segunda ya estaba todo listo, les apeteció hacer tres más). Después los acompañamos al hotel y les dejamos tranquilos hasta el concierto. Por un par de personajillos autóctonos de turno borrachos el bolo fue difícil, pero tuvo sus momentos, sus muy buenos momentos (mi hermana, que lo vio al lado del escenario de cara al público, dijo que molaba ver las caras de la gente cantando).
Es una pena que la genialidad de gente como el propio José Luis Jiménez (un grandísimo bajista, si no uno de los mejores bajistas de rock de aquí), Lele Láina, Víctor Ruiz o Terry Barrios nunca sea reconocida, ni siquiera por los supuestos profesionales de eso de la música. A veces fantaseo con la idea de qué hubiera sido de Asfalto o Topo con más apoyo comercial por parte de la prensa y por sus compañías discográficas, pero al menos ahí siguen. Acaban de sacar un disco nuevo "Prohibido mirar atrás" (José Luis Jiménez, Lele Laína, Miguel Bullido y un rescatado Luis Cruz, optando por dos guitarras y sin teclados) y el 14 de enero tocan en la sala Heineken de Madrid. Por mi parte haré lo que pueda por ir. La verdad es que la canción que han elegido para presentarse de nuevo suena genial, letras típicas y terriblemente sinceras, voces, música... Topo...
3 comentarios:
http://descargadirectametal.blogspot.com/2008/09/discografia-de-topo.html
pues eso...
Clásicos!!!!
Grandísimo grupo
Gran artículo. Especialmente por el recuerdo a Terry Barrios, una persona de la que todo el mundo habla tan bien que sería maravilloso que alguien escribiera su biografía.
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