martes, 18 de octubre de 2011

Pequeñas epifanías de un sordo que se dice melómano. Dino Saluzzi

Sentarme a escribir un sábado, a teclear lo que sea, en la cocina (mi nuevo "estudio"), frente a un ramo de margaritas medio marchitas, con el café templado, la colada sin recoger y la boca sin lavar. Escuchando a Dino Saluzzi, porque hace doce horas no conocía a este músico y ahora estoy en la cocina escuchándolo, porque ayer estuve en casa de Teo escuchando música (ESCUCHANDO MÚSICA) y Teo rompió una de sus reglas de oro más férreas, dejar discos. Me dejó un disco, a mí, de Dino Saluzzi. Responsorium.

He de hacer dos aclaraciones (y las que te rondaré, morena): Escuchar música en casa de Teo es una experiencia sin parangón; y no exagero. No sé cómo definirlo mejor. Una habitación en una casa de pueblo, destinada única y exclusivamente a poder escuchar música. Un equipo inverosímil, dos torres de altavoces aparentemente modestas y, frente a ellas, una silla donde hundirse y morirse. Suena algo ahí y aparece todo ante tí, hasta el aire del estudio donde fue grabado. Y lo dice alguien que tiene tinitus y está medio sordo de un oído. Nunca había sentido la música así, con esa pulcritud y esa nitidez. Puso un montón de discos; ahora no recuerdo la mayoría, pero los apunté en la libreta para tener la excusa donde gastar mis futuribles y más que posibles paupérrimos ingresos (¿cómo sonaría ahí el disco que Rush que llevaba en la mochila? Vapor Trails nada menos. No me atreví a decirle nada). Discos de la compañía Winter and Winter; eso lo dice todo. Y va y me deja un disco de Dino Saluzzi. Ahora suena, pero no es lo mismo, claro que no. Para empezar el sonido que sale de mi modestísimo aparato (perdón) carece de espacio, no tiene profundidad ni matices, pero aún así, afortunadamente, la música que sale de ahí sigue atesorando toda la belleza intacta. Ayer pude escuchar cómo pulsaba las teclas de su bandoneón el señor Saluzzi, cómo se movían por el mástil de la guitarra los dedos de su hijo y cómo se mantenían hasta el infinito las sobrias notas de un contrabajo tocado por un tal Palle Danielson. Espacio... y tiempo... Incluso podría decir dónde estaba sentado cada uno durante la grabación... Y, repito, esto lo dice un tío medio sordo...
Yo no sé lo que es el silencio, y hace años que no me importa, sería estúpido por mi parte amargarme por ese constante zumbido en mi cabeza que, como mucho, cambia de frecuencia y se hace más grave o más agudo según sea el ruido del mundo. Seguramente por eso sea que siempre leo con música, siempre escribo con música, siempre me ducho con música, siempre tomo café con música, siempre desvisto mis hombros con mñusica, siempre cocino o hago las camas con música, al menos siempre que puedo. El zumbido es menos insoportable. Pero a decir verdad ya casi nunca reparo en él, lo mismo que en el perpetuo click de la válvula de mi corazón, ya pocas veces reparo en él, y cuando lo hago, sonrío al ver que sigue ahí, como un niño cuando se toca la cola en mitad de la decadencia de su fase fálica, sin darse cuenta pero a la vez reparando en que eso de ahí es suyo y se rige por otras leyes más allá de las de su voluntad. La verdad es que el click y el zumbido por sí solos harían una banda sonora de mi vida parecida a una peli de David Lynch, solo que sin la rareza de sus kafkianos guiones pero sí con su involuntaria inercia.
Pero hablaba de Dino Saluzzi, o eso parecía, y de dos tíos en paro con una pila considerable de años, obstinados en hacer el salmón y compartir cosas inútiles y, por fortuna (o al menos eso queremos creer), bellas. El mundo se cae a nuestro alrededor y nosotros nos empeñamos en sentarnos a escuchar cosas que hacen más soportable al mundo pero que no nos llenan la barriga ni nos pagan las facturas. Sólo fueron un par de horas, pero suficientes para volver a dudar y tener que tomar partido por escuchar como sea dentro de unos límites, o intentar que prime la calidad, no de lo que se oye (que se intenta que así sea) sino de cómo se oye. Como persona que ha perdido varias frecuencias de agudos y algunas menos de graves y que habla bajito porque sus oídos medio vacíos hacen de caja de resonancia y se oye muy alto a sí mismo, la cosa tiene fácil solución; lo cual no quita que, si se puede, no sepa disfrutar de un buen solomillo a las puertas del cielo (aunque luego me pase un par de días llorando por las esquinas cada vez que me tengo que comer una pechuguita a la plancha; aunque a decir verdad, la pena me dura poco, me acuerdo de Chaplin y de la quimera del oro cuando se zampa gustoso una bota y enchufo mi  radiocasete marca Berthen y subo el volumen de lo que toque, sea un bandoneón que supura nostalgia o una guitarrita que brama a las puertas del infienno, y gozo). A todo esto, ¿quién coño es Dino Saluzzi? Mi diletantismo en este asunto me hace mantener la boca cerrada. Buscad, si es que aún hay algún incauto leyendo todavía. ¿Te gusta Piazzola? (¿y a quién con un mínimo de sangre en el corazón no?) Pues eso... ECM Records GmbH, que los dioses os bendigan... Y lo mismo digo a las etapas de potencia de válvulas, a los cables de hilo trenzado de no sé qué, a los lectores de cd imposibles y a los amplificadores de madera de algo primos hermanos de Hall 9000... sois todos unos cabrones... Gracias, Teo. Cuando baje de la nube, escribiré un post menos incosistente.




4 comentarios:

José Fernández dijo...

a mi también me zumban los oidos, pero no es tinitus, es escasez de riego sanguineo. así digo las cosas que digo por el mundo adelante xD

lu dijo...

No te lo vas a creer, pero tengo este disco. En las fotos del interior aparecen los tres tomándose un café, ¿que no? Mi amigo no me lo dejó (tampoco yo se lo pedí, todo hay que decirlo), pero me lo compré cuando lo vi en una tienda a los pocos días, era una señal. Me gusta a mí Piazzola y esas musiquitas, ¿sabes? Mi amigo es el que entiende, yo me limito a escuchar y callar. Oye, además de tener ese zumbido, ¿es verdad lo del click? ¿estás operado del corazón? Perdona que me meta en donde no me llaman, no estás obligado a contestar, es sólo que mi padre sí está operado y ese sonido ha marcado mi infancia como pocos. Escucharlo en el silencio cuando le veía dormir la siesta y desear con todas mis fuerzas que no se parara nunca. Uf. Sigue vivo, ¿eh? Cero drama. Pero bueno, pasé mucho miedo en su momento.
Un beso.

Maje dijo...

se te olvidó añadir que tienes también heterocromía Iridium y que eres zurdo ;-)

La Pecera del Caimán dijo...

J.F: Y lo sano que es decir las cosas así...

Lu: me avergüenza un poco contar ciertas cosas, y luego me arrepiento un poco por contarlas aquí, así en plan impúdico y obsceno, pero salen así (igual admitirlas es bueno). Sí, tengo una válvula de esas desde hace varios años, y ningún niño se ha asustado todavía, aunque alguna adulta, sí, :)
Por lo que cuentas de Saluzzi y todo, todo lo demás, me encanta hacer esto e intercambiar comentarios en tu blog. Besos de vuelta.

Maje: Hasta la "zurdura" me la intentaron curar en el cole (you know)...Gracias por no añadir esas otras cosas que sólo tu y yo sabemos... (¿por eso te fuiste tan lejos?)

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