El gran fumeta blanco, el pasota lleno de sabiduría hippie, el inmenso sardónico de sonrisa malévola y ese algo especial que pocos atesoran, y no, no estoy hablando de Sir Paul o de David Crosby, estoy hablando del segundón de los otros tres, del pomo de la puerta, del guardián de Mr Mojo, del gran arquitecto de la música de los Doors, posiblemente la única persona en el mundo que sabe realmente si Jim sigue vivo o no; estoy hablando de Ray Manzarek, que acaba de ofrecer un disco firmado con Roy Rogers y que es una jodida maravilla. Siempre me gustó Ray, musical y vitálmente, la verdad es que siempre me gustaron los cuatro Doors, es más, tal vez debería decir los seis, Bruce Botnick y Paul Rothchild, siete, con el bajista de estudio… pero para simplificar el mundo me quedaré con los cuatro jinetes del apocalipsis californiano.
Roy Rogers es conocido sobre todo por haber sido guitarrista de John Lee Hooker. Junto a Ray, en 2008, grabaron “Ballands before the rain”, un trabajo acústico e instrumental que se debe paladear despacio, en el camino si se puede elegir hacerlo en el trayecto de un lugar a otro, como la banda sonora de un road movie polvorienta y secundaria. En este nuevo trabajo conjunto, Ray despliega su sabiduría, que no es poca, y entrega un disco con letras muy elaboradas, como si quisiera ajustar cuentas, lleno de poesía y sonoridades conscientemente herederas de Hooker y the Doors (de los Doors de L.A. Woman y Morrison Hotel sobre todo). Hay esfuerzo por parte de Ray de preservar el sonido de su banda originaria, por eso digo que parece un ajuste de cuentas, guante al aire que intentó recoger como hubiera debido en el disco post Morrison de The Doors, “Other voices” (que a mí me gusta…) pero que no pudo ser por la ausencia del gran jinete dionisíaco (el estrambote final de “Full circle” no lo cuento, y el grandioso patinazo, “The mosquito”, no cuela ni como broma macabra). La herencia de the Doors parece que quedó cerrada con llave de plata con “An american prayer”, dignísimo tributo que las tres piezas del marco rindieron al vitriólico Jimbo al desempolvar la cinta magnetofónica en la que Morrison dejó grabada su voz antes de darse el piro a París. En 1974 salió su primer disco firmado con su nombre, “The Golden Scarab”, presentando a un Ray lisérgico y sin vergüenza (ajena) viajando del cielo al infierno en poco más de sesenta minutos. La temática egipcia, con el tiempo, puede ser un lastre a la hora de disfrutar de un disco altamente reivindicable con composiciones brillantes y arrebatadoras como "Downbound Train" o "Bicentennial Blues" (la odisea espacial de “The Whole Thing Started With Rock and Roll & Now It's Out Of Control” al año siguiente es tan bizarra que me parece otra joya inmensa, incluso mayor que el escarabajo dorado)...
Ahora, a los 72 años coge y saca Translucent Blues. Los títulos de las canciones, Hurricane, River of Madness, Game of Skill, Fives and Ones, Kick, Tension, Blues in My Shoes, New Dodge City Blues, Greenhouse Blues, Those Hits Just Keep on Comin' y las dos instrumentales, As You Leave y An Organ, a Guitar and a Chicken Wing (una de Rogers otra de Manzarek). Por ejemplo, “Game to skill” suena como un “Love her madly” revisitado, uniendo a las mil maravillas lo que el último disco de The Doors demostraba, que siempre fueron una banda de blues, una banda de blues única, transcendente y simpar. Y "Kick" es una mezcla de "The spy" y "Riders on the storm" con una letra que te deja noqueado. El resto de canciones siguen esa pauta, blues-rock moderno que llaman, blues-rock “de toda la vida”, blues con algo de jazz vacilón, excitante, mitológico, pétreo y vaporoso, del que te espolea y te impulsa hacia el precipicio con una gran sonrisa en la cara, cantos de sirena tatuada y epiléptica. George Brooks al saxo hace que te acuerdes de lo que pudo ser todo "The soft Parade" sin esos patinazos naif que tiene. Sin ser grandes cantantes, Roy y Ray se esfuerzan en las partes vocales, sabiendo que tienen joyas entre las manos, con unas letras maravillosas, y hacen, no sólo que el disco no se venga abajo ni flojee en ningún momento, sino que sobrevuele con primor. Slide, Groove, un sonido de teclado que ya forma parte de mis genes… Las dos últimas canciones instrumentales cierran el disco de manera extraña; hasta ahí incluso se podía ver un disco ideado a la manera de un vinilo, cinco canciones y cinco canciones (que la quinta sea la atmosférica "Kick" y la precedan cuatro pelotazos da pie a ello) y esas dos... vale, sí están bien, pero deslucen un tanto, quizá, por poner algun pero, aunque igual no. Que la composición final de Ray, un órgano, una guitarra y una ala de pollo, suene a guiri-banda costera en Ibiza terminando un bolo a las cinco de la mañana después de mucha sangría y mandanga de la buena, tal vez le reste medio punto en la nota final, pero aún así no baja de sobresaliente. Antes de eso, un sabio y desvergonzado abuelo Ray (joder, 72 castañas) levanta el polvo del camino que eligió transitar, uno largo y libre, contrario al corto y explosivo que recorrió Morrison, pero acaso el mismo, y me hace pensar lo mismo que pensé cuando le vi en concierto con los Doors del siglo 21 y Astbury al frente, si Ray Manzarek se lo pasa bien y disfruta y transmite ese joy of living de hippie resabiado, yo sólo puedo hacer lo mismo y dejarme llevar. Si suena tanto a The Doors, por qué no está Robbie ahí, puede preguntarse alguno; y tendrá razón, pero me temo que la sinergia musical entre Ray y Robbie no es, hoy por hoy, demasiada y, además, Manzarek necesitaba sentirse totalmente libre para afrontar este reto. Las brillantes letras firmadas por Jim Carroll, Warren Zevon, Noah James y Michael McClure así lo hacen ver… “Lo que Roy y yo hemos tejido en torno a sus palabras son canciones que no son los estándar de 12 compases, pero, de hecho, viven y respiran en el mundo oscuro y subterráneo... de los blues” se lee en la web de su sello (la mítica Blind Pig Records). Manzarek hace lo que sabe que mejor se le da, musicar letras magníficas, pero no simplemente musicarlas, poner música a unas letras con cierta cadencia, sino catalizar esas palabras, matizando, dándoles el beat, el ritmo, la fuerza, las pausas necesarias, es decir, lo que me encandiló de los Doors además de la nova suicida que fue Morrison, un complejo entramado musical que sonaba a rock pero que no era simplemente rock, algo que, sobre todo, sonaba vivo. A todo esto, ¿y Roy Rogers? Joder, genial...
¿Exagerado para un simple disco de blues-rock en el año 2011? Va a ser que no. A todos se nos abre el culo con lo último de Dylan o Gregg Allman, o con el de Mavis Staples o Tom Petty, y con razón, y por las mismas razones y por los mismos motivos, a mí me ha pasado también con este disco del bueno de Ray. Mientras The Doors sigue vendiendo un millón de discos al año en el mundo, en la vía de servicio aparece “Translucent blues”, que contiene una música que sólo se debe experimentar por sí mismo sin prejuicios modernetes, y lo mejor a lo que cualquier melómano puede aspirar es darle una escucha limpia, como una buena película que realmente no esperabas ver, que ves por casualidad apoyado en el coche en mitad de una carretera secundaria mientras una caravana y varios carromatos instalan un extraño circo a tu lado. Cada vez que pienso en lo que hubiese disfrutado Jim Morrison cantando estas canciones, veo sonreir a Ray y sé que él también lo sabe; pero imaginar cómo hubiese sido tan pantagruélica pitanza musical es ya soñar demasiado, ¿no?
4 comentarios:
Lo quiero. Qué interesante! Me has picado el gusanillo...
un amigo me ha dado tu link....mira...lee...asimila...y flipa...me he pegado un par de horas viendo tu blog..tus entradas actuales y las antiguas...desconcertante...no sé si eres un crack..dominas una cantidad de información alucinante...música...literatura..historia...mezclado con tus vivencias particulares que intuyo entre líneas le da a tu blog un toque distinto...
joder, anónimo, sea quien sea y esté donde esté, es usted muy amable, y le agradezco enormemente el desconcertante piropo...
El día de ayer escuche por primera vez este esplendido álbum, que me llevo a cibernavegar para enterarme sobre cuando, como, donde y con quien Ray nos ha vuelto a cautivar enormemente. Y resulta que me estaciono y leo tu reseña tan entrañable como el álbum que estoy escuchando.
En hora buena por estos momentos.
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