martes, 11 de septiembre de 2012

A salvo en la cuerda floja

He estado en la terraza arreglando varias sillas, encolando y lijando, con Pablo tumbado en una mantita a mi lado, a la sombra, durmiendo mientras escuchábamos el primer disco de Melody Gardot en un deficiente lector de cd's. Hago cosas y me siento mal si me cojo un rato para leer, primero porque tengo que hacerlas, y segundo porque mi poso judeo-cristiano (por muy ateo que me diga) está ahí. La mamá de Pablo se ha reincorporado a su trabajo, su hija ha empezado el cole. La llevo yo, vuelvo, coloco las cosas, hago las camas, alimento al pequeño, limpio... en fin, lo que se supone... No me siento mal por no trabajar, sobre todo tal y como está y pinta la situación, pero no es tranquilizador. Qué coño, sí me siento mal. Pero estoy viendo crecer a Pablo, y eso es bueno. Nos apañamos con un sueldo, y hago mis chapus para pagar poco a poco las letras del préstamo que pedí para abrir la librería y cuya deuda aún colea. El libro de Milos se ha parado, tampoco es que yo haga mucho para moverlo, y si escribo esto, quizá sea para recordarme que he de mandarla a varios sitios y moverme más. Son cosas que he de hacer ajenas a mi cotidianeidad y que atañen a lo que aún sueño con poder hacer con cierta tranquilidad, aunque me reviente, no por "venderme" ni mucho menos, sino porque me ha costado mucho editar la novela y me jode "regalarla" con la esperanza de que alguien me la reseñe o hable de ella y así yo pueda vender algún ejemplar más cuando sé qué eso es bastante improbable (ambas cosas). Luego está el hecho de que incluso quien me la maquetó me la ha pagado; hasta mi madre me la ha pagado... Aunque sólo sea porque en el fondo sigo siendo torpemente kantiano, me jode el agravio. Presento la novela en la biblioteca pública de Manzanares en octubre, y lo mismo sale algo en una librería de Almansa... 
Las sillas quedaron bien. Mañana he de barnizarlas. Se me acumula la plancha y me da pereza, a mí, que desde que mi padre me sentaba al lado del maniquí de vapor de la lavandería he planchado a pesar de mi zurdez (las planchas profesionales está diseñadas para diestros, pero eso es otra historia). Convertir el blog en la vicisitudes de un amo de casa iletrado...? Pablo casi se despierta cuando le he pasado dentro. No sé que haría sin él. Una cosa tan pequeña ha acabado convirtiéndose en mi centro de gravedad. Cuando el cansancio me lo permite, escribo por las noches...

2 comentarios:

ned henry dijo...

así me siento yo también, Chals está en tu situación, crio incluido. Solo puedo decirte que lo que a unos nos falta, otros lo tenéis y viceversa, nadie lo tiene todo, si hasta Cristiano está triste, o el supermillonario ese francés que se escapa a Bélgica porque Hollande a subido los impuestos a las grandes fortunas. En ese sentido tú o Chals sois inmensamente más ricos que cualquier millonario, desde vuestras frustraciones, desde la humildad, desde el caer rendido en la cama o desde un acto tan sencillo como darle un trozo de pan a un bebé o limpiar el suelo. La vida es otra cosa que esconder millones al fisco.

abrazo!!

Gaia dijo...

Pues eso...escribe, escribe, escribe...y lo de librería de Almansa...cuando tú quieras.

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