lunes, 31 de enero de 2011

El suave desfile de las noches en vela rodeado de peces mudos

Abro la tienda, enciendo el ordenador; mientras se cargan los programas, barro, me hago un té, elijo el disco que quiero que suene hoy lunes el primero, abro el blog y sin pensarlo mucho pincho en Nueva entrada. Suenan Wilco con Billy Bragg y, mientras tecleo, pienso que me quedan dos meses exactos de ser librero. En abril ya no seré librero. Hay muchas cosas que arreglar y entre todas ellas a veces se cuela la pregunta de qué haré con este blog. Qué mejor para escribir que voy a dejar de ser librero (y autónomo) que hacerlo mientras escuchas una canción que se llama "California Stars" pero lo malo de escuchar canciones así es que al final hacen que no puedas escribir. Parar de teclear y poner cara de tonto es lo único que se puede hacer escuchando algo así, y soñar, aunque uno odie esta palabra, por hueca, torpe y por ser el comodín de los lugares comunes. I'd like to rest my heavy head tonight, on a bed of California stars... I'd like to lay my weary bones tonight, on a bed of California stars. I'd love to feel your hand touching mine and tell me why I must keep working on. Yes, I'd give my life to lay my head tonight on a bed of California stars... I'd like to dream my troubles all away on a bed of California stars. Jump up from my starbed and make another day underneath my California stars. They hang like grapes on vines that shine. Woody Guthrie... Wilco poniendo música a letras de Woody... Descansar mi pesada cabeza en una cama de estrellas californianas...



Tarjeta de visita de un librero diletante
La librería cambia de dueño. Ser librero es un estado de ánimo (y ser librero en NY debe ser la pera entonces). Tengo dos meses para decidir qué hago con esta página, este blog, este cajón desastre totalmente impúdico que poco a poco ha ido recluyendo en un ostracismo alienante a mi libreta y mis lapiceros, que apenas salen ya de mi mochila. Seguramente recuperaré el arte de escribir a mano cuando deje de estar tanto tiempo frente al ordenador porque ya no venga a abrir la tienda que pinté yo solo, cuyas paredes cubrí de estanterías yo solo, cuyo luminoso ayudé a poner tomando a Herman Munster como santo patrón y a Moby Dick como mascota, cuando deje de venir a diario a esta librería que pronto dejará de ser mía. No me entusiasma la idea de cerrar el blog, no porque tenga como título el mismo que un negocio del cual dejaré de ser dueño, lo cual entiendo hasta cierto punto (hasta el punto de la cifra del traspaso acordado tras el regateo feroz), sino porque siempre he separado muy bien el blog de la librería, tomando como narrador/autor a un librero que es mitad sosias mitad némesis de mí mismo, jugando al despiste y escribiendo tomando como excusa la librería, no haciendo del blog un vehículo de publicidad de la misma. Mi error fue llamarla igual, pero es que al principio pensé que la librería La Pecera era yo, y yo era la Pecera, pero no, y ahora tenemos un problema, meramente nominal, pero problema al fin y al cabo.  Tengo dos meses para decidirlo, no tengo prisa. Me tomé el rescate de mis batallitas por París de hace 5 años como un paréntesis para pensar cómo volver a escribir sabiendo que mi definición como librero tenía fecha de caducidad; ha pasado la semana y no sé qué hacer aún. Una cosa sé, me siento menos atado, menos precavido, más relajado, pero a la vez tengo cierta angustia por ver cómo corto el cordón umbilical que me une a la librería sin mandar a la mierda más de dos años de dietario voluble (y que Vila-Matas me perdone).

 
No me perdono haber olvidado por completo el vídeo que una amiga hizo de la librería cuando la librería no estaba más que en mi cabeza, un día que vino a visitarme desde Madrid y le enseñé el local vacío y lleno de polvo que acababa de alquilar. Días después me envió dicho vídeo que no reparé que hacía mientras yo subía persianas y hablaba sin parar sobre lo que quería hacer y me compraba ropa que me estaba grande, cuando no sabía lo que suponía eso de ser trabajador autónomo y repetía la gracieta de que ésta era la única manera que tenía de ganarme la vida con la literatura, aunque fuese con la de otros, como si fuese una genialidad cuando en el fondo, y siendo benévolo, era hacer una victoria de lo que yo creía que era una derrota. Y de esa victoria o de esa derrota he vivido cuatro años y medio. Ahora he vuelto a ver el video; cuando ayer recordaba cómo era el local antes de que los libros lo inundaran lo recordé; Andrea lo hizo a principios de agosto del 2006. Empiezo a pensar que echaré mucho más de menos de lo que creo eso de ser librero y dueño de tu propia librería, pero sé que es la única salida para seguir...

3 comentarios:

Ana Sanz dijo...

VICTORIA, Juanmi, no derrota.
Y te digo una cosa, SIEMPRE SERÁS
LIBRERO (eso se lleva dentro).
BS

:P dijo...

amigo mío, pienso que este blog se debería dejar sin nuevas entradas el día que se haga el traspaso de llaves por lo que dices arriba, o sea
1.- nunca lo usaste para hacer publicidad a la librería y 2.- es tu blog y sólo por una cosa de "pundonor"(o algún adjetivo) no se llama "tunombre".blogspot......
el dinero compra muchas cosas pero esto definitivamente no, más aún cuando hay decenas de direcciones donde puedes abrir un blog con este mismo nombre- estamos hablando de un nombre de blog no de un dominio!!!-......en fin y POR FAVOR no le dejes el blog a nadie, es personal e intransferible (lo dice en la letra pequeña del contrato)
andrea dixit

Elia F. dijo...

Descubrí tu blog hace meses, cuando acababa de cerrar una cuenta en Twitter de mi librería que se parecía a tu blog: era yo, no la librería. Pero la librería había enfermado y me propuse salvarla sin mentir a nadie, sin aparentar una buena salud que no existía. Para hipocresía y optimismo vacuo ya hay mucho personaje suelto en este mundo del libro.
Lo que quiero decirte es que mi historia es sorprendentemente paralela a la tuya. He vivido los mismos años en una librería como propietaria autónoma, cabeza más o menos pensante y tendera de un mostrador que es vieja mesa de escritorio. Mi rutina diaria era semejante a la tuya, aunque cada día fuese, en rigor, novedoso. No he tenido tiempo de aburrirme, y sí de comprobar qué es un negocio propio, qué significa ser librera en este país, medir mis fuerzas y aprender, sobre todo aprender mucho y conocer a un puñado de gente fabulosa. Estoy cerrando la librería en estos días, y qué quieres que te diga... A pesar de la angustia y la tristeza, sé que debo estar contenta. Que tuve la oportunidad y la he aprovechado lo mejor que he sabido. Que este esfuerzo me ha curtido; que ha merecido, literalmente, la pena... En fin, amigo, ¡que nos quiten lo bailao!
Ánimo y suerte, librero (no dejarás de serlo, te lo aseguro).
Por cierto, no traspases este blog si no quieres pervivir como fantasma sobre lo que has escrito estos años.
¡Un abrazo!

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