sábado, 1 de agosto de 2009

De regresos, rosarios, Catalinas y mariposas moribundas


Queridos primos, sobrinos, infantes, bastardos y demás familia en general, no, al final no me compré una bici y me volví en ella, como en un principio pensé, y dada la demora en finalizar tan magno diario así puede parecerlo, que he estado peladeando por esas tierras del señor cuan gulliver de la triste figura hasta regresar a ¿casa?, pero ya os digo yo que no... No tengo excusas, más allá de la socorrida e infame desidia no puedo esgrimir nada digno de ser tenido como atenuante... Vuestro tío matt volvió sano y salvo y se le olvidó cerrar esta crónica...
Hoy he soñado con Hrabal, es la primera vez que se me cuela un escritor en un sueño, y si ha sido él... Tal vez no es extraño pero para mí sí que lo ha sido pues soy básico en mis sueños y, por muy enrevesados y delirantes que sean, las causas son obvias, pero esta vez no tengo ni idea de por qué he tenido este sueño con Hrabal, si no estoy releyendo nada de él, ni escribiendo nada sobre él, ni pienso en Praga como hace poco... No diré que me ha dicho que escriba en el blog (je) porque no iba de eso el sueño (eso queda entre él y yo), pero intentando recordar cosas del mismo, me han entrado ganas de escribir aquí que he soñado con Bohumil...

El recuerdo de Irina, la depresión posparto (epidural mediante), poscoital (ya, claro...) posvacacional (esta va a ser que sí...) y otras minucias me mantuvieron alejado de este portal osceno donde a veces desbarro a conciencia...
¿Cuántas posibilidades hay de volver de un viaje en el mismo avión en el que fuiste cinco días antes? Supongo que bastantes, y más si el destino no es un aeropuerto grande... Pero uno, que viajar en avión viaja poco, cuando le llevan en bus al avión y lee en el morro del mismo(por cierto, ¿se llama morro el morro del avión?) que se llama Santa Catalina de Alejandría, descubre que es el mismo que le trajo hasta ese lugar, pues le hace ilusión (uno, que es fácil de complacer, siempre me lo han dicho...) Pero, ¿cuántas posibilidades hay de que te toque en el mismo asiento? Igual esto también es lo normal pero a mí me desconcertó... 20 A... Podría estar reservado para mí o algo, pero la señorita en el "chekin" me preguntó, ¿ventanilla o pasillo?... Yo dije, la primera... y ella me miró muy mal, y me dijo, su billete no es de primera... y le contesté como si nada, pues ventanilla...
Al sentarme por fin en el avión pensé, qué hago, me acojono... rezo mis oraciones... me "emparanoyo"... me despido mentalmente de todos mis "ayegados"...? No me dio tiempo a nada de eso, porque en cuanto despegamos no sé qué me pasó que me dormí como un bendito...


No es que estuviera cansado de la farra riminiana (que no ramoniana, que las he tenido), de hecho la noche anterior fue todo bastante tranquilo... roturas de corazón, cervezas, delirios renacenistas de emisarios ducales por las callejuelas aledañas al puente de Tiverio, mercadillos increibles (esto sí que merece la pena... en la Piazza Cavour, un mercadillo de muebles, ropa, libros, antigüedades, discos de vinilo... (lo que vieron mis ojitos, mamma mía...) memorabilia fascista y nazi, postales ajadas de Gina y Marcelo, abalorios... un sitio donde sacar mil y una historias...)
La ausencia de Irina se me hizo dificil, me gustaría mentir y decir que aquella sirena rusa me miró a los ojos y descompuso toda mi cosmografía pero desapareció sin más, con una sonrisa increible y el salitre pegado a sus salados poros lunáticos, pero he de decir que se esfumó tal y como apareció... La busqué por la cuidad y tampoco hubo suerte. Una camarera llamada Kate intentó ayudarme, y después de 20 minutos de darle patadas al diccionario de inglés, descubrí que se llamaba Catalina y que tenía un dulce acento dominicano, pero de irina no sabía nada...
Me despedí de mi bici lila y me sumergí sin quererlo y luchando contra ello en "Kafka en la orilla" de Murakami, y ahora pienso que no podía haber leído mejor libro en este viaje (otro de los motivos por los que no he podido mandaros esta misiva antes, queridos parientes), me bañé de madrugada en el Adriático (a ver si me rescataba la sirena rusa, imagino) y me bebí una cerveza infame llamada Gradisca que me supo a gloria bendita. El madrugón no fue para tanto y los ánimos estaban a medio gas, pero en el tren de camino a Bolonia se sentaron a mi lado y al otro lado del pasillo cinco mujeres de mediana edad avanzada y un cura... Mira que mi hermana me avisó mientras esperábamos a su lado en el andén, y yo le hice caso y al llegar el tren le dirigí a otro vagón, pero mientras mi hermana sacaba su lado tierno (que lo tiene...) y me buscaba por las ventanillas, se me sentaron al lado... Me confundieron cuando al ofrecerme a ayurdarles a subir las maletas al portaequipajes una de ellas me dijo que yo era un hombre galantísimo. Cuando el tren arrancó (con mi hermana haciendo aspavientos socarrones en el andén por la beatas) me anestesié con el dulce sonido de sus voces y su lengua, y me dije... ala, a dormir un poquito hasta Bolonia... Todo iba bien hasta que comenzaron a rezar el rosario... La virgen, qué viajecito... ni dormí, ni me relajé mirando el paisaje, ni pude leer a mi admirado Murakami... El rosario... a las 7 de la mañana... eso no es plato de gusto...
Pero en fin...
Al llegar a Bolonia les ayudé con las maletas, claro, y no sólo me repitieron lo de galantísimo (que oye, mola, nunca me lo habían dicho, vale que la emisora no era lo que se dice para hacerme olvidar a Irina, pero imaginación al poder...) sino que una de ellas me regaló un rosario!!!! UN ROSARIO!!!! Que la fuerza te acompañe, dijo, o algo similar, creo que fue, que la virgen te guarde, pero viene a ser lo mismo... Mi cara sería un poema y ahí estaba yo, en el andén de la estación de Bolonia con la maleta en una mano, un rosario en la otra y con una cara como de estar esperando a que Fellini dijera "cortén.... a positivar..."

Me desperté en el avión cuando la azafata me avisó para abrocharme el cinturón, pero como me había dormido ipso facto al salir (y yo no quería...) ya lo llevaba puesto... Y el santa Catalina de Alejandría (coño, como la camarera, ahora que caigo...) tomó tierra dulcemente...
Lo más alucinante (y esta seguramente es la única verdad de todo esto) fue cuando el hombre que estaba sentado a mi lado, cuando nos estábamos levantando para salir del avión, me dijo "ten cuidado" y me señaló el hombro... Tenía una mariposa amarilla con un ala medio rota posada en el hombro, creí que estaba muerta pero al ir a tocarla con el dedo, salió volando por el avión.
Nadie se fijó en ella...

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