Andrés Sorel, un señor y un amigo, en Muga, demostrando que es el único que no tiene una imagen indefinida |
Debería haber escrito esto ayer. Hay cosas que no hay que dejar, aunque las dejemos. El viernes 14 se presentó Milos, o su novela, en la librería Muga. ¿Por dónde empiezo? Todo serán apreciaciones subjetivas, que más que ser ésta una frase de perogrullo, tiene su aquel porque el responsable de la historia de Milos Meisner soy yo y, aunque quisiera, no podría ser ni un poquito objetivo.
Cogí el cercanías de vuelta al centro, descargado de mis 25 libros, y mientras acariciaba y olía mis nuevas adquisiciones, comprendía por qué Iván dice a veces que mi libro no huele a tinta como los libros impresos en imprentas "clásicas", al haber sido hecho en una imprenta digital y que los de Impedimenta sí, y mucho. Cosas de la Samizdat moderna, me dije mientras sacaba la cara literalmente del libro ante la mirada extrañada y algo bizca de una chaparrita de boca arrebatadora, y me bajé en Recoletos para darme el gusto de salir frente a la Biblioteca Nacional y pasear un rato, callejeando hasta Alonso Martínez. Entré a la librería Pasajes con la tranquilidad que da saber que vas a saludar a una amiga y que no vas a comprar nada, y con cuatro horas por delante antes de mi cita con Sorel, me dediqué a ir de café en café, leyendo las primeras páginas de los libros que llevaba encima, demorando el trayecto de cafetería en cafetería, dejándome mojar por la llovizna y preguntándome cómo era posible que cuando vivía en esa ciudad mirara tan poco hacía arriba como ahora cuando voy de visita, de paso o de vuelta. Ventanas, cornisas, esquinas, lámparas que iluminan sillones ocultos tras cortinas blancas... algún que otro tropezón en la calle Fernando VI, algún que otro pié metido en un charco traicionero y profundo, alguna que otra sonrisa con la cabeza gacha y la mirada por encima de las gafas mojadas mientras me sumía en un sthendalazo con tacones y gabardina...
Me reuní con Andrés Sorel a las seis en la sede la la ACE ( http://www.acescritores.com/) y estuvimos hablando en la misma habitación donde murió Zorrilla (rodeado de su familia o de alguna meretriz, depende de a quién le preguntes), sobre pequeños hoteles en Almería donde poder perderse a escribir, sobre nietas e hijos, sobre cómo todo está a punto de irse al garete, sobre libros, pero sin decir nada de la novela ("ya te diré todo lo que te tengo que decir en la presentación"). Después cogimos un taxi y nos dirigimos hacia Muga; mientras llovía y el tráfico denso nos hacía ir despacio, recuerdo que yo estaba tranquilo, supongo que oyéndole hablar de la última vez que vio a Vázquez Montalban en un aeropuerto (no sé si dijo un nombre asiático o Barajas), de sus dos hermanos, de la memoria, siempre la memoria... Y al llegar, Igor... fantástico librero y enorme persona... y gente, no sólo amigos, y viejas amigas que hacía años que no veía...
Sobrevolamos la librería con un poco de prisa, saludamos e intentamos (o intenté) parecer tranquilo... La sonrisa de Igor, de los amigos y la family tranquilizaba bastante. Y además estaban Pablo y su mamá... A partir de aquí la cosa se vuelve confusa, en el sentido de que no sé cómo contar algo que sé que tardaré bastante tiempo en digerir y asimilar emocionalmente. El porqué es lo que dijo Andrés Sorel acerca de la novela, todo lo que dijo. Que alguien a quien admiras diga que la lectura de la historia de Milos le ha impresionado y le ha hecho recordar muchas cosas (él estaba en Praga cuando entraron los tanques, vivió el exilio, regresó a Praga un año después de la invasión con Dolores Ibárruri, vio cosas, escribió cosas, estuvo en Moscú y conoció a disidentes que habían pasado por psiquiátricos...) No sé... Es muy muy difícil recordar (no por desmemoriado sino porque estaba sentado a su lado y a veces deseaba tocarle para comprobar que yo estaba allí, que ese libro que él tenía subrayado lo había escrito yo...). Comprendí cosas, sobre mí. Recuerdo que dijo que leer mi novela le había hecho daño porque le había hecho recordar. Habló de las cuatro soledades, y me alegró que se acordara de Alexi, y tuve como un fogonazo al descubrir que la decisión de sacar a la luz este libro me asemejaba a la hija del cosmonauta, o más concretamente a no ser como ella, pues la novela, la historia de Irina y Milos se estaba convirtiendo, rechazo tras rechazo, en ese cosmonauta perdido, orbitando alrededor de la tierra sin que nadie sepa nada, olvidado por todos y obligado a ser olvidado por unos pocos... y que ahí está eso tan egoísta y tan pecaminoso que es editarse, o publicarse a sí mismo, en querer salir de un pozo para seguir escribiendo historias. Sorel habló de la trama como puzzle, del desierto, se dijo la palabra literatura...
Yo no quería hablar, pero tuve que hacerlo, improvisé de mala manera, como un solo atropellado del nuevo en la banda de Duke, sobre todo porque después de haber oído lo que Sorel había dicho no quería leer lo que llevaba escrito. Busqué entre mis papeles una cita que crecía recordar haber leído en un libro de Sergei dovlatov ("Rusia es el único país en donde hasta el pasado es impredecible) y al desordenarlos ya no supe cuál era el primero (lo que tiene imprimir a doble página sin numerar).
Después de abrió un pequeño debate, breve pero con cosas en las que pensar (al menos yo)... Sueños perdidos, dueños históricos que seguramente haya que recuperar tarde o temprano... Alguien preguntó (creo que fue el propio Igor de Muga) y tuve que hablar como si fuese un escritor de verdad; se hablo también de la autoedición y de por qué un libro como el mío no había encontrado editor, y me sentí como si el pecado que hubiese cometido, allí se me estuviese perdonando
Hubo gente, unas veinte personas, más de las que yo pensaba. Vendímos algunos, firmé unos pocos, dibujé lunas y cohetes con un lápiz verde y trazo muy naif. La diferencia entre lo verosímil y lo verdadero, la Internacional Samizdat un poco menos fantasmal y por una noche como una editorial real, la conquista de la alegría como algo no tan lejano, y en esta última frase hablo de lo que hay dentro de la muñeca rusa. Gracias a Andrés y a la gente de Muga, y a todos lo que se acercaron a arroparme tal y como Bulgakov decía que se arropaba algunas noches gracias al capote de Gogol...
1 comentario:
¿Pero qué pecado has cometido tú, alma de cántaro? Y dale... Que estas cosas te están pasando realmente, ¿no te das cuenta? Y te están pasando porque TÚ las estás haciendo posible. Me habría gustado mucho estar allí y "boicotearte" la presentación con dos collejas.
Un abrazo, Juanmi, y felices fiestas.
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