Se supone que esta es la entrada número 300. Aunque quitemos todas esas dubitativas del principio y las que han sido simplemente citas de otros libros, son bastantes, al menos para mí La Historia de los dos últimos años de una librería, la historia de la salida de un laberinto extraño, los apuntes de un futuro negro, el dietario de unos días nuevos en los que aún me muevo algo perdido y la historia de la (auto)publicación de un libro llamado "La muñeca rusa".
¿Qué decir en la entrada 300? Nada. Estos días de cotidianeidad y sol, he intentado que la crisis se quede bajo los muebles o tras las puertas, no porque no quiera hacerme cargo de ella, saliendo a la calle, sino porque, como un Yuri Zhivago arruinado y torpe, aún estoy en la antesala del terror; mis impulsos jacobinos se limitan de momento a pensamientos privados, así como mi expectante deseo revolucionario está atenazado por la esperanza de que un pistoletazo de salida nos saque por fin del letargo y todos a una (cual carpetovetónica fuenteovejuna), reclamemos una justicia que, de momento, en mi fuero interno, siento como poco posible. Luego están las anarquistas e individualistas ganas de seguir tocando el violín, ajeno a todo, mientras este titanic feo y rancio se hunde poco a poco.
Andrew Smith: Moon Pool. http://www.andrewsmithart.com/art/water/moon-pool/ |
1. La increíble sorpresa que me causó, así como la intensa vuelta de tuerca a todo lo vivido mientras escribía la novela de Milos Meisner, al descubrir que alguien con el que trato inténsamente una vez al año (lamentablemente) me confesaba que se encontraba en Praga cuando las fuerzas del Pacto de Varsovia entraban acorazados e infames a poner fin a la penúltima esperanza a finales de agosto de 1968. En una persona a la que admiro (y admiraría mucho más si la conociese mejor) y con la que, a pesar de la diferencia de edad, conecto intelectual y emocionalmente (literariamente intuyo que un poco menos, pero poco), aunque, como digo, nuestra "relación" se limita a una reunión colectiva y una cena una vez al año por motivos tan literarios como espurios. Normalmente la impotencia de querer saber más de esa persona es grande, pero, claro, esta última vez ha sido más evidente. Me pidió la novela, pero la reunión en la que estábamos le impidió hojearla siquiera; luego vi que leía la "sinopsis" de atrás mientras el secretario del jurado del concurso de relatos del que formamos parte terminaba de contar algo. Yo había llegado antes, y me dijeron que había preguntado por mí y que estaba en una terraza cercana tomando un café. Al encontrarnos, nos saludamos cordialmente y enseguida nos pusimos a hablar de cualquier cosa. Entremedias, él me preguntó pro la novela y, mientras seguíamos hablando de cualquier otra cosa, se la dí, la miró, sin dejar de hablar de cualquier otra cosa, intercalando un "qué bien editada está" y yo sin dejarle cambiar de conversación porque prefería seguir hablando de cualquier otra cosa antes que de mi novela con él ("cualquier cosa" debe leerse como "cosas personales y trivialmente normales que no vienen al caso"). Luego fuimos a la sala donde nos esperaban. Como estábamos sentado uno al lado del otro, se acercó a mí y me preguntó "pone que parte de la novela sucede en Praga, ¿has estado viviendo allí?". Viviendo no, solamente he estado una vez, le contesté a media voz, como si fuésemos dos colegiales cotilleando en mitad de una clase, pero creo que es mi ciudad preferida. "Yo estuve viviendo casualmente allí varios meses, fui invitado por la unión de escritores checos junto con Líster en junio o julio del 68, y estaba allí cuando entraron los tanques". Joder, dije (qué otra palabra podría haber dicho?), la novela empieza con la noche que entraron los rusos en Praga. "¿Sí? Qué casualidad -me dijo como si nada, como si ese tipo de casualidades fuesen normales- esa noche vino un tanque a buscarnos al hotel donde estábamos y en uno nos llevaron al Hotel Praga, que luego los checos llamaban el hotel de la mierda, que era donde estaba en mando soviético. Estuve escribiendo crónicas casi diarias que mandaba a París; debo tenerlas por algún sitio." Y acto seguido comenzamos a deliberar. Este año, por fin, cambiamos la manera de decidir el ganador, votando solamente al principio para luego deliberar sobre los finalistas hasta que decidimos uno. Por fin. Todos los años anteriores el sistema de votación daba como ganador no al mejor (o al que yo creía el mejor) sino a ese mediocre que todos votamos porque hay que votar a tres y llevas como de reserva, pero, como digo, al menos este año yo salí mas contento. Tampoco pude articular mucho, teniendo en cuenta el bofetón emocional que acababa de recibir de Andrés Sorel (por fin digo su nombre, tampoco sé por qué motivo había evitado decirlo hasta ahora, quizá obligado por el estilo...). Al salir comenzamos a caminar juntos, como buscando ese momento a solas lejos de las convenciones sociales y, dando por sentado que nadie más se vendría con nosotros, dijimos al resto que ya nos veíamos en el restaurante en un rato. Yo intentaba por todos los medios articular algo para llevar la conversación a lo que necesitaba (es decir, yo no decir nada y limitarme a escuchar y que me contase), pero él no sabía de la importancia que yo le daba a la "confesión" que me acababa de hacer y buscaba una conversación más igualada. No recuerdo de qué hablamos exactamente, pero yo notaba que no quería profundizar mucho en él, como queriéndole quitar importancia, cosa que yo no acababa de entender (¿cómo no va a tener importancia una persona que, entre otras muchas cosas, tuvo que exiliarse España por presiones políticas (Fraga estuvo detrás), que conoció en París a Cortázar, que ha sido amigo íntimo de Saramago y de Dolores Ibárruri y que, así, sin yo esperarlo, me dice que estaba en Praga la noche que Milos Meisner empezó a tomar conciencia del fin de la esperanza?). Recuerdo que en un momento, cuando ya estábamos llegando al restaurante, me dijo, "muchas veces me han pedido que escriba mis memorias, pero no quiero hacerlo, no quiero parecer un abuelo contando batallitas". No creo que sean simples batallitas, le dije, e insistí un poco. Recuerdo que nos quedamos un momento callados, yo porque estaba maniobrando para aparcar y él tal vez queriendo encontrar las palabras para decir lo que quería decirme sin que llegase a sonar trágico o grandilocuente. "Tendría que dar cuenta de demasiadas derrotas y no creo que pudiese enfrentarme a eso", dijo al fin, y yo no dije nada más. Luego a cena se desarrolló como yo esperaba y pudimos hablar poco más. Espero que no tenga que esperar otro año para hablar con él. Se llevó la novela, pero la sola idea de que pueda ver toda esa historia como una basura sin sentido me llena de terror.
2. ¿Qué puedo contar después de esto?
Eduard Ovčáček, Čechy krásné, Češky mé/Beutiful Bohemia, my Czech gir. http://www.image-identity.eu/artists_images_folder/czech/eduard-ovcacek |
3. Al llegar a casa recuerdo que aunque era tarde cogí el maravilloso libro de Salvador López Arnal, "La destrucción de una esperanza. Manuel Sacristán y la Primavera de Praga: lecciones de una derrota", editado por Akal y busqué hasta que dí con la página 252: "Andrés Sorel, que casualmente se encontraba en Praga en el momento de la invasión en compañía de Enrique Líster, señalaba con preocupación en su contribución que, tras la ocupación militar, se estaba rehabilitando a los dirigentes más anclados en el pasado, a aquellos que habían sido separados de sus cargos tras en pleno de KSC de enero de 1968, y que también se estaba reforzando la centralización económica y política. La victoria de los represores dirigentes conservadores era casi absoluta en su opinión". Me di unos pocos cabezazos al no haber recordado eso, pero ya estaba todo hecho... Tal vez si hubiese reparado en ello con la importancia que tiene, "La muñeca rusa" nunca se hubiera escrito tal y como se ha hecho, o tal vez nunca se hubiera llegado a escribir... Sorel apuntó mi dirección postal en la primera página del libro que le dí, y me dijo que cuando lo leyera me escribiría. Alea jacta est, no puedo decir nada más...
4. ... ¿300 entradas? Tomando como excusa el título de un libro de Vila-Matas, quizá todo esto del caimán sincopado es sólo un dietario demasiado voluble...
5. El viernes 19 de octubre presento públicamente en la Biblioteca Pública de Manzanares "la muñeca rusa" y, sinceramente, estoy acojonado...
5. El viernes 19 de octubre presento públicamente en la Biblioteca Pública de Manzanares "la muñeca rusa" y, sinceramente, estoy acojonado...
3 comentarios:
Es emocionante, puede que tu no lo veas así, espero que la historia con Andres Sorel fructifique en algo mucho más grande. ¿porque no una secuela de la muñeca rusa? si no secuela el segundo capítulo de una trilogía. Para mí este no es un blog voluble, me parece uno de los espacios más personales, y sobre todo me encanta leerte.
Saludos
Basura la historia de Milos? Voluble el Caimán? Me temo que debe andar usted perdido amigo mio. Tenga en cuenta que no todo el mundo que a lea estubo allí o que, en todo caso, conocerá la historia, esa parcela, ese periodo espacio-temporal en el que transcurre la Muñeca y, piense, que es justo para esas personas, para esos lectores, para los que la novela resulta considerablemente ilustrativa. Los libros de historia son libros de historia y las novelas son literatura basada o no en hechos reales. Ahi radica el encanto de La Muñeca, es literatura que ilustra un espacio-tiempo determinado pero que no es un libro de historia. Y estoy seguro de que lo suyo es la literatura. Basura voluble, por Dios Juanmi, reacciona! mira el decibelio, en lo que se ha convertido, El caimán es un faro en la noche. De mis tres blogs favoritos con diferencia.
Abrazos!!
Recibe mi más cariñosa colleja, Juanmi. A ver si espabilas y dejas de llamar basura a lo que escribes, copón. ¿Basura? Si quieres te mando una lista de libros-basura, verás qué chulos. ¡Algunos hasta se venden como churros! Además de acojonao estás atontao, en serio. Está bien la humildad y todo eso, pero tampoco vayas con la cabeza gacha a la presentación de tu libro porque no se merece la caña que le das. Me da la sensación de que no estás satisfecho con cómo ha quedado, que piensas que podrías haberlo escrito de otra manera, pero la historia es muy buena, Juanmi, y lo sabes. Es normal que estés dándole vueltas a otras posibilidades, pero, piénsalo, nunca vas a quedar del todo satisfecho con lo que queda grabado en negro sobre blanco. Eso no le pasa a ningún escritor, todo se puede "mejorar" siempre. Y pongo mejorar entre comillas porque eso es muy subjetivo, el libro no es sólo de quien lo escribe, también lo es de quien lo lee. Se me han venido a la cabeza los tropecientos montajes de Blade Runner, jajaja.
¡Colleja!
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