Gracias a Milos, me están pasando cosas bonitas. Es extraño comprobar que el libro se desborda y sale de sus páginas y se confunde aún más con la realidad (sea lo que ésta sea), y entonces uno se aferra al tiempo continuo, que es una parte del tiempo que encapsulamos y ordenamos, y sabe que hubo un antes, y las cosas hacen que no nos volvamos locos. En el capítulo nueve de "La muñeca rusa", Milos y Henry se divierten fotografiando a gente que lee libros forrados; no sólo a gente que lee; no quieren saber qué leen, sino cómo esa gente por el forro que elige para ocultar lo que lee... Todo comienza con un vagabundo que pide, además de dinero, libros en una calle de París, libros que forra con papel de aluminio solamente porque le gusta ver brillar lo que lee tumbado al sol. Pasan más cosas, claro, pero resumidamente, eso es.
Conozco una fotógrafa (ella dice que aficionada, pero yo no comparto el demérito) que ha tomado esa idea, para gran asombro y lágrima mía. Me gusta ver a Milos sonreir, hace que yo esté menos decaído. Y, cáspita, me parece tan bonito que alguien haga eso a partir de cuatro palabras mías sobre dos personajes...
Sólo me ha mandado dos fotos, pero yo sé que tiene más...
Mercedes me ha ayudado mucho, me ayudó corrigiendo conmigo el manuscrito
(y curiosamente, las erratas son las que se me han colado a mí). me
mete caña, me dice que no me muevo suficiente, que la sinopsis que hay
en el lateral no ayuda, que me ponga las pilas... Tiene razón, pero hay un problema, yo...
PD: si pinchas sobre la última fotografía, vas a su página...
2 comentarios:
A ver si un día nos va a sorprender recogiendo un Nobel, caballero.
No fumo, pero seria un puntazo que me llegara un paquete al estanco...
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