miércoles, 28 de abril de 2010

Mantra, de nuevo


“Cuando empezamos a leer, nuestra relación con los libros pasa por la identificación con el personaje. Así, los lectores primitivos necesitan entrar ahí (no es casual que los libros tengan el mismo mecanismo y aspecto formal que los de una puerta) para unirse a la aventura. Con el correr de los años, el lector deja de identificarse con los héroes de ficción para identificarse con la realidad del escritor. El cómo se cuenta una historia acaba imponiéndose por encima de la historia misma. No estoy seguro, entonces, de que los lectores evolucionen. Pienso que, tal vez acaban perdiendo algo por el camino, lo más importante: la posibilidad de ser uno con el héroe, de combatir y vencer a su lado”.
Rodrigo Fresán, “Mantra”, pag 31.

Fresán suele ser preciso, suele ser abrumador, suele ser narcóticamente revelador, como un paseo al borde del abismo, exultante y suicida, a punto del knock out y dispuesto a despegar en una nave espacial. Ayer en la piscina cubierta vi un ejemplar de “El guardián entre el centeno” en el mostrador de entrada. También había otro de “Crepúsculo”. No quiero pecar de prejuicioso o listillo, pero podría adivinar cuál de las dos chicas que están a esa hora, y que en el momento que yo salía estaban en la puerta, al sol, fumando, está leyendo uno u otro. (“Lo que ha hecho -o deshecho, con pésima prosa- Meyer es trasladar el imaginario de Shakespeare, Austen y las hermanas Brontë a un contexto de High School Musical con vampiros diurnos, guapísimos, sin dentaduras afiladas, conservadores más que bien conservados y muy respetuosos de los ritos matrimoniales.” Fresán de nuevo, extraído de un artículo de internet)

Más adelante, de nuevo en Mantra, Roberto Bolaño aparece veladamente como tutor del joven Martin Mantra, el cual no recuerda si el nombre del tutor era Roberto o Arturo, y recita dos poemas. Uno de ellos dice:

En la sala de lecturas del infierno
En el club de los aficionados a la ciencia-ficción
En los patios escarchados
En los dormitorios de tránsito
En los caminos de hielo
Cuando ya todo parce más claro

Y cada instante es mejor y menos importante
Con un cigarrilo en la boca y con miedo
A veces los ojos verdes
Y veintiséis años

Un servidor.

Inevitablemente, uno se pregunta si el poema será realmente de Bolaño. Nada cuesta imaginar que es un poema de servilleta, escrito velozmente en una noche de conversación entre los autores, en Blanes, en la terraza de un bar próximo a Sonora, en el patio de atrás de La Pecera, mientras yo escribo esto, ellos dos, Fresán y Bolaño, toman algo sentados en una vieja alfombra, apoyados en la pared, al sol, como dos lagartijas, como dos saurios, como dos gatos o dos perros insomnes, escribiendo poemas en hojas que me piden con voz amable a través de la ventana. Si giro la cabeza los veré. Tal vez me sonrían…
Cada instante es mejor y menos importante

Acabo de sentirme viejo...

1 comentario:

evelio guzman dijo...

No me gustan las novelas de R.Fresan y si las de Bolaño,pero si me fio mucho de las criticas de Frasan ,el no escribe sobre un libro si no le gusta.Esta muy bien lo que has escrito.Saludos

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