martes, 13 de abril de 2010

Las cosas de mi mochila



Llueve. 13 de abril. Estos cámbios de tiempo (de temperatura, de presión, de isobaras y de céfiro ánimo) me tienen frito (qué viejo me estoy haciendo) me suenan todos los huesos y me duelen algunos de los puntos de la pierna y el pecho ("pobrecito"). Hoy he recibido noticias inesperadas de un escritor admirado y me he puesto contento.
La pecera sigue medio llena de libros, con los anzuelos puestos aunque hay pocos peces dispuestos a poner en suspenso sus vidas y vivir en otras; claro que hay de todo y a veces bastante tiene uno con lo que tiene, pero la pecera hace aguas y, para qué negarlo, estoy preocupado. Pagos del primer trimestre de Hacienda, autónomo de "mírame y no me toques que no me puedo pillar la baja", grafómano somnoliento (¿dije que por fin acabé "La muñeca rusa"?), opositor de baratillo y váter, café adicto (descafeninado de máquina, que ya sé que no vale pero es que soy muy impresionable, a la par que autosugestionable) me jode sentir que apenas leo.

A Rodrigo Fresán, a Pascal Quignard (que los dioses bendigan a este hombre)y a Eduardo Halfón, de momento, los he dejado aparcados (que no apartados), absolutamente genial pero, quizá para mí en estos momentos, abrumadores y agotadores. Sostengo el ánimo con "Los Trapos sucios" de Mötley Crüe y "Las aventuras de Huckleberry Finn", pero el estudio me tiene frito y hago lo que puedo como librero. Así que para mis humos, leer, lo que se dice leer, pues poco, la verdad. Lo que me he dado cuenta que sí hago es pasear libros, van y vienen conmigo, algunos más pesados que otros, como si ingenuamente pensase que me van a entrar las ganas en cualquier momento y hubiese de estar preparado; bueno, las ganas tal vez no, sino el momento (algo así como si de un bucle picassiano se tratase y la frase "si la inspiración viene, que me coja trabajando" se hubiera convertido en "si puedo leer que tenga un libro cerca") aunque la espalda se resienta. Vaya en bici, andando o en perdigón, la mochila no la suelto, y los libros van y vienen de acá para allá con el consiguiente mareo literario, las lecturas fragmentadas y las tramas cruzadas, como "picar entre horas", que eso no es comer ni es ná y además es malo. A veces hecho de menos la línea 6 de metro de Madrid, como cuando me sentaba sin prisa volviendo de casa de mis tíos y leía sin culpa ni prisa, y hasta me pasaba de parada y pensaba, "bah, como es circular, ya llegaré de nuevo", en vez de bajarme y coger el metro en sentido contrario.

Pedro, un cliente de esos que todo librero quiere tener (no por lo que compra sino por lo que lee o ha leido y por cómo es) me ha traido un libro que está agotado, que sabe que yo quería leer y que, casualmente (o no, pues él fue librero en los ochenta) tenía. "La Enciclopedia de los muertos" de Danilo Kis. Lo he empezado, claro, y me ha dejado como todo lo que he leído de Kis (me ahorraré epítetos para no parecer un moñas) pero por ahora descansa en la mochila y va de aquí para allá conmigo con tan sólo 34 páginas leidas. También ocupa mi bolsa (y destroza mi espalda) los cuentos completos de Antonio di Benedetto, autor del que no he leído nada y sobre el que he leido cosas buenas (si Bolaño dice que es uno de los mejores habrá que hacerle caso) y "Escrito en el cuerpo" de Janette Winterson (este es pequeñito pero hay que tenerlo muy en cuenta) y alguno más, aparte de cuadernos emborronados, bolígrafos, facturas por archivar (la pecera es un caos), cd´s (el último de Wilco entre otros), papeles (entradas de cine, tickets del mercadona, notas varias...) pastillas de sintron y un tampón (creo que Celia lo metió allí el cuando fuimos de viaje y, claro, si no me lo pide pues no me acuerdo que tengo eso ahí -¿algo parecido a la idea picassiana de los libros?-).


Ocho libros son muchos para una mochila tan vieja.
Me gusta escuchar últimamente a The Avett Brothers (mientras escribo esto suenan en La Pecera); "Emotionalism", el glorioso "A Carolina Jubilee" y el imprescindible "I and Love And You" me acompañan a todos lados, aunque ahora mismo alzo la vista y Thelonius Monk me mira desde la carátula de un disco -una de las mejores carátulas de la historia, por cierto- y no sé qué me quiere decir (está al lado de Parzival y unos escritos de Satie, ¿significará eso algo también?) Seguramente no. Qué cojones, voy a poner mi composición preferida de Celedonio Monje, los peces de La Pecera lo merecen...
Solamente quería escribir algo.

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