viernes, 20 de noviembre de 2009
Que lo que pierdas de grande no te faltare de noble...
Últimamente en las conversaciones con amigos sale el tema de los palos que nos dan en los medios acerca de si somos la generación perdida, sin ideales, que no hemos llegado a nada y demás zarandajas. La última vez que hablé de eso, por teléfono con mi lucero viajero favorito, me sulfuré un poco. No sé, ¿qué esperaban? Entre supercoco, el capitán Furillo, Cyrano, Fray Perico, el zorrillo apestoso, Tierno Galván, Holden Caufield, Mercucho y otros perdedores perdidos, nos educaron a conciencia, y seguramente el problema es que, salvo excepciones, igual es que nos creímos de verdad todo eso que las generaciones anteriores no dudaron en mancillar a las primeras de cambio y a las que nos siguieron tampoco les tembló el pulso para mearse encima, bien aprendida la lección. Resultado, que nos han dado bien por el culo. Generación de miras funcionariales, nos topamos con el overbooking del babyboom y con la avaricia de los que nos sacaban los pocos años suficientes para enarbolar la bandera de la movida y la transición como si les debiéramos todo lo que tienen.
Los lobos que nos siguen tienen bien aprendida la lección. Los que mediamos la treintena, más cerca de los cuarenta que de los treinta, somos la generación que ha llegado tarde a todo. Nos la colaron bien, y cuando nos dimos cuenta, los que nos seguían ya nos habían tomado la delantera. Claro que siempre hubo listos, y siempre hay excepciones, pero salvo esos y los que han alcanzado el salvavidas de la funcionarialidad, el resto parece que vivimos en un marasmo emocional y material constante. Resentidos maduritos, visionamos o leemos “El club de la lucha” y nos hierve la sangre y nos reconfortamos con el íntimo consuelo de poder seguir dándole vueltas a la imaginación, la única posibilidad de justicia poética que conocemos mientras nos seguimos deslomando por tirar palante, oscureciéndosenos la sangre oyendo a políticos y culturetas progres cada vez que nos quieren dar lecciones de moralidad… Seguramente, mi "gabacho shaolin" preferido tenga razón (cómo y por qué, en otra entrada...) y todo esto no sea más que recurrentes pataletas del ego, pero me gustaría llegar a fin de mes con el esfinter relajao y el recuerdo de la guillotina como un chiste y no como una necesidad...
Up the pecera's y up the irons!!!
Lecturas: a bote pronto, “El club de la lucha” de Palahniuk, cualquiera de Bukowsky o Raymond Carver, “Los detectives salvajes”, “Las partículas elementales” de Houellebecq...
Música: Junkyard, Jason Isbell, The Band, Ronnie Lane, Mike Bloomfield, Trouble, Paul Pena, Alejandro Escovedo, Forbidden, Overkill, 091, Fast Navarro, Bud Powell…
CYRANO:
¿Y qué tengo que hacer?
¿Buscarme un valedor poderoso, un buen amo,
y al igual que la hiedra, que se enrosca en un ramo
buscando en casa ajena protección y refuerzo,
trepar con artimañas, en vez de con esfuerzo?
No, gracias. ¿Ser esclavo, como tantos lo son,
de algún hombre importante? ¿Servirle de bufón
con la vil pretensión de que algún verso mío
dibuje una sonrisa en su rostro sombrío?
No, gracias. ¿O tragarme cada mañana un sapo,
llevar el pecho hundido, la ropa hecha un harapo
de tanto arrodillarme con aire servicial?
¿Sobrevivir a expensas de mi espina dorsal?
No, gracias. ¿Ser como ésos que veis a Dios rogando
-oh, hipócritas malditos- y con el mazo dando?
¿Y que, con la esperanza de alguna sinecura,
atufan con incienso a quien se las procura?
No, gracias. ¿Arrastrarme de salón en salón
hasta verme perdido en mi propia ambición?
¿O navegar con remos hechos de madrigales
y, por viento, el suspiro de doncellas banales?
No, gracias. ¿Publicar poniendo yo el dinero
de mi propio bolsillo? Muchas gracias, no quiero.
¿Hacerme nombrar Papa en esas chirigotas
que en los cafés celebran, reunidos, los idiotas?
No, gracias. ¿Desvivirme para forjarme un nombre
que tenga de endiosado lo que no tiene de hombre?
No, gracias. ¿Afiliarme a un club de marionetas?
¿Querer a toda costa salir en las gacetas?
¿Y decirme a mí mismo: no hay nada que me importe
con tal de que mi ingenio se cotice en la Corte?
No, gracias. ¿Ser miedoso? ¿Calculador? ¿Cobarde?
¿Tener con mil visitas ocupada la tarde?
¿Utilizar mi pluma para escribir falacias?
No, gracias, compañero. La respuesta es: no, gracias.
Cantar, soñar en cambio, estar solo, ser libre
que mis ojos destellen y mi garganta vibre.
Ponerme, si me place, el sombrero al revés,
batirme por capricho o hacer un entremés,
trabajar sin afán de gloria o de fortuna.
Imaginar que marcho a conquistar la luna.
No escribir nunca nada que no rime conmigo
y decirme modesto; ah, mi pequeño amigo.
Que te basten las flores, las frutas y las hojas,
siempre en tu jardín sea donde las recojas.
Y si por suerte un día logras la gloria así,
no sabrás darle al césar lo que él no te dio a ti.
Que a tu mérito debas tu ventura, no a medra y en resumen,
que haciendo lo que no hace la hiedra, aún cuando te faltare
la robustez del roble, lo que pierdas de grande
no te faltare de noble…
[Edmond Rostand, Cyrano de Bergerac]
La edicion de Alianza editorial, con traduccion de Mauro Armiño, es una maravilla.
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