viernes, 13 de diciembre de 2013

Algunos carteros llevan un libro llamado "Cardiopatías" en su carrito...

Dentro de un rato iré a preparar la cama para la noche. El pequeño se durmió hace poco, anda fastidiado con los colmillos y las muelas. La hermana no; los jueves está cansada de la semana y no necesita ni cuento. Debería haber aprovechado mejor desde que el pequeño se durmió, pero me quedé mirando un cuadro, sentado en la mesa frente al ordenador, un cuadro de un acantilado, y no me dí ni cuenta de que pasaba el tiempo y daban las doce. El pequeño se ha removido y ha sido cuando he pensado que dentro de un rato iré a preparar la cama para la noche. Pondré la barandilla y los cojines para pasar al pequeño a mi cama cuando se despierte, molesto y desconsolado y se acurruque en mi regazo cuando se rinda al cansancio, después de un buen rato de buscar la postura y molerme un poco a patadas. Los días que su mamá trabaja de turno de noche en el hospital son así. La extraña, como yo, supongo. Antes aprovechaba esos turnos de noche para escribir cuando los niños se dormían; ahora reconozco que me cuesta, yo también llego cansado a la noche y, aunque hago propósito de enmienda, no hay manera, y eso que hasta he pensado en varias cosas sobre las que tengo ganas de escribir. Otro día, imagino. 
(...)


Acabo de hacer unas fotos al libro nuevo. Hoy algunos de los mecenas que me ayudaron en Verkami han recibido su libro y han puesto fotos en facebook. Me ha hecho mucha ilusión, por qué no decirlo, soy bastante fácil en ese sentido. Entre mañana y el lunes, deberían llegar el resto de envíos. Ayer, cuando fuí a la oficina de correos, el hombre de la ventanilla (que era el mismo que me había atendido el día anterior) me compró un libro. El primer día que aparecí con el montón de paquetes, me preguntó curioso y le dije lo que eran. Me imaginó más importante de lo que soy y al día siguiente se armó de valor y me preguntó cómo se llamaba el libro y dónde podía comprarlo. En la mochila llevaba varios para dejarlos en la librería Imagina, así que saqué uno y se lo vendí. Hoy, Nikochan, Anna y Pax han puesto una foto con el envío. Charo me ha avisado por mensaje y, como la mejor librera del mundo que es, me ha dicho que "Cardiopatías" estará en la librería Pasajes si yo quiero. "Si yo quiero...", ja, para no querer... 
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Preparada la barandilla...
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Me prodigo poco por aquí. Sólo leo en las esperas de las consultas del médico, y no mucho, últimamente tengo suerte y no me hacen esperar. Sigo leyendo, entre otros, "Los frutos amargos del jardín de las delicias", la biografía de Hrabal escrita por Zgustová. Más que una biografía de "datos" es una biografía de "sensaciones". Más que contar qué pasó o quién hizo qué, Zgustová pone todo su énfasis en hacerte sentir lo que Bohumil sentía en cada momento determinado de su vida. Cargada de información debido a sus larguísimas conversaciones y acceso completo a todos sus papeles, en vez de centrarse en dar cuenta de sucesos, exprime al máximo su ingente información y se centra en sentimientos y sensaciones. Esto, o este libro, del cuál ya he hablado en varias ocasiones, lo saco de nuevo a colación por varias páginas que he leído estos días, las cuales, curiosamente, si es que existe ese tipo de casualidad, trataban sobre la enfermedad, sobre leer ciertas cosas en determinados momentos y no en otros, sobre la obsesión de Bohumil por comprenderse y purgar sus errores, su forma de ser algo desordenada, su visión del pasado, del presente y del futuro desde la lectura de Lao Tse, más concretamente desde "su" lectura, la de un checo absolutamente genial y surrealísticamente pantagruélico que se sabía de memoria todo lo que había en su lengua editado del filósofo chino. Y eso lo leía yo, sentado esperando ser llamado a las pertinentes pruebas que no auguran nada nuevo ni nada bueno (no dramaticemos, algo lógico habida cuenta de mi historial, pero totalmente llevadero, espero). Y me hacía gracia, sobre todo cuando un libro llamado "Cardiopatías" estaba a punto de salir y yo estaba sentado delante de una puerta con un cartelito que ponía "Ergometría-Holter". 

Alguien podría pensar que es tramposo que yo achaque a la casualidad el título de un libro, "Cardiopatías", con una patología similar cuando he sido yo el que he puesto precisamente ese título, y es posible que tenga razón, pero diré que ese título lleva puesto 6 años y no había motivo para cambiarlo. Lo que me parecía más curioso era el hecho de que uno de los cuentos, "La pena de Desamparado", trata sobre alguien que enferma de gastroenteritis mientras lee un libro y, tal vez por la fiebre, tal vez por el dolor, piensa que cuando acabe ese libro, mejorará, así que a pesar de todo, intenta purgar su enfermedad sin dejar de leer. El cuento lo escribí en el año 2000, y he de decir que el libro "maldito" es "El maestro y Margarita". Estos meses me he acordado mucho de ese cuento, no por el hecho de tener que corregirlo y corregirlo, sino porque desde que comencé con la edición y maquetación de "Cardiopatías" me he encontrado peor, más de lo deseable, y reconozco que alguna que otra vez he llegado a creer ingenuamente que todo se estabilizaría cuando saliera por fin el libro... Cosas de Bulgakov, de Popota y de Voland... Y, bueno, el libro ha salido y tampoco es que me haya puesto a dar sanísimos saltos de alegría imbuido de una vitalidad cuasi sobrenatural, pero sí es cierto que en alguna cosa ha mejorado la situación, así que... Se supone que ahora, como proyección ectoplásmica de una editorial fantasma, he de currarme eso de darle difusión... ¿quieres un libro de cuentos agradable al tacto y escrito con tesón -de momento no tengo referencias que refrenden otro tipo de adjetivos-? Tengo churumbeles que alimentar... Todo está en el aire, ni siquiera está sujeto con pinzas, pero yo sigo empeñado en intentarlo, no sé hacer otra cosa. Aún no tengo noticias con peso de la aventura trasatlántica de "La muñeca rusa", por lo que me resisto a comentar algo. Respecto a otras puertas llamadas, doy por perdida la fe en que contesten positivamente. Acepto moverme en los huecos que yo mismo puedo crearme. Me he prometido no dudar más de publicar yo mismo lo que doy por decente ni de justificarme ante nadie por la decisión de llamar a mi editorial "La Internazional Samizdat" y sacar y vender la literatura de la que soy capaz. Recuerdo a Sergei Dovlatov y otros tantos, y también leo la lista de los más vendidos y veo a la mujer que se hizo famosa por follarse a un torero, y pienso que es obsceno todo, todo el mundo editorial, todo, incluso yo mismo, así que...

Me reclama el calor pequeñito, el dormir rumoso, al final le robo horas al sueño a sabiendas que tendré que pagar el peaje; una mano izquierda, extremadamente suave, que cabe dentro de la mía, tantea el aire buscándome mientras la derecha agarra con fuerza un peluche del monstruo de las galletas. Dormir a saltos, pensar en duermevela por la idoneidad de contar este tipo de cosas, lamentarme un poco y preguntarme si este juego de desvelos y camuflaje de mí mismo como personaje y narrador es a su vez otro juego más, aunque esta vez de ocultación, o quizá por el contrario todo esto es sólo una burda forma de intentar escribir a corazón abierto...

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