Escribo por combatir la prescripción médica, entre tanta pastilla y tanta caída libre, escribir supone estar sentado un rato tranquilamente obviando casi todo pero sin dejar de mirar de reojo todo aquello que me encadena a mi Sísifo íntimo. Recapitulemos: vuelvo de dejar a la niña en el cole y en la radio dicen que Levon Helm tiene cáncer terminal; en mi cabeza resuenan los nombres de los cinco y tengo el impulso de parar el coche y abandonarme a las ganas de llorar que de golpe me han entrado. Ayer tuve una prueba para un trabajo, un examen para "operario de limpieza de mobiliario urbano". Éramos 42; no aprobó ninguno el teórico. ¿Qué pedían saber? Pues casi un ingeniero químico. Leí el examen y miré mi reflejo en el cristal de la ventana del aula y vi que no me parecía a Doc de "Regreso al futuro". Contesté lo que pude: ¿Silicio de aluminio para limpiar paredes de mármol? ¿Cuántas levas tiene un "árbol de levas" en un motor de cuatro cilindros? ¿Cuál es la presión idónea para quitar un graffiti con microcristales de agua? ¿Dicha presión es más efectiva a un metro y a 40 grados de inclinación? Mejor no digo el sueldo bruto... Convocatoria desierta.... A la hora... Había estudiado, claro, lo que había podido encontrar por ahí partiendo del escueto anexo de la convocatoria. A salir del examen me fui a tomar un pincho de tortilla y un café y a sentarme al sol a leer "Amor y Basura" de Ivan Klíma. Hay libros que salvan vidas. Es bueno no olvidar eso. Uno lee :"Ni yo mismo tengo claro qué es lo que me empujó a probar esta profesión tan poco atractiva. probablemente esperaba encontrar allí una nueva posición que me ofreciera una visión del mundo antes inadvertida. Uno constata repetidamente que, si de vez en cuando no observa el mundo y a su gente desde un lugar distinto al acostumbrado, se le van embotando los sentidos". Que nadie se llame a engaño. Es una cita tramposa de un comienzo tramposo. El protagonista del libro es un escritor que se ve convertido en barrendero por la censura estatal. Praga, 1970. La literatura como sublimación de un destino funesto. Meses antes, el protagonista deja su plaza en una universidad de estados unidos y decide volver. ¿Por qué, le preguntó el decano en la cena de despedida? "...yo lo único que quería era ser escritor y en mi país lo podía ser, mientras que allí, aunque siguiera paseándome en un Ford, no dejaría de ser uno más de los inmigrantes de los que se había compadecido una gran nación, añadí fanfarroneando. En realidad, lo que quería era volver a mi país, donde vivía gente que me era cercana, podía hablar con fluidez y escuchar mi lengua materna". ¿Y yo? Trabajo, una necesidad que del mismo modo me había llevado a hacer un entrevista el lunes para reponer "líquidos, sección lácteos" de un Carrefur soberbio. Me parece de mala educación (por no decir insultante) que te obliguen a dar una respuesta amable a la pregunta "¿cómo, con tu formación, quieres trabajar con nosotros?", o, "¿qué esperas de este puesto, es lo que buscas?" Tu puta madre, claro que no, pero es lo que hay... Lo peor no es ir a entrevistas así, pues ya tienes asumido que tu vida no es tu trabajo y que hay un bebé que alimentar y que si tienes que picar piedra, pues la picas; lo peor es contestar a ese tipo de preguntas y salir de allí dando por perdido un orgullo que hace tiempo dejaste tirado en una papelera dios sabe dónde. De todos modos, nada como la entrevista telefónica que tuve hace un par de meses para una funeraria. Contrato de media jornada, sueldo ínfimo, pero... disponibilidad permanente (ya se sabe, la Parca no suele avisar), "las horas que eches de más por lo días que no haya nada (esa Parca caprichosa...) Pues aún tuve que responder a un indignado dueño de funeraria porqué me parecía una tomadura de pelo, y amablemente además...
El caso es que yo visualizo, siempre que voy a lo que sea lo hago, y no me chirría lo que veo, pero ni con esas... Cuando comiencen las comuniones y las bodas, volveré a la lavandería de mi pater por eso de la limosna y no sentirme un inútil (capítulo aparte mi relación paternofilial)...
¿Por dónde iba? ¿Iba por algún lado?
Discos que me han dejado con la boca abierta... Howlin Rain y su The Russian Wilds, indescriptible, que sigan saliendo discos así hace que uno ame seguir vivo... Ver a Sofía Loren en "ayer, hoy, mañana". Posiblemente en ninguna otra película sale tan hermosa. Ayer la vi, y por un momento pugnó con Julie "Lara" Christie y Rita Hayworth en arrobar mi corazón. Diosdemividaydemicorazón... Yo miraba a mi bebé dormido bajo mi ala y pensaba "tendré que explicarle estas cosas, ¿no?". Más vale que su ideal platónico emocional sobre la belleza se vea encarnado en Sofía, Julie o Newman (él verá) que con cualquier fulana achonizada de moda o un maromo con rizos y tendencia al gorgorito joselinesco. Y lo mismo con todo... Dios, que me lío...
Escribo en un ordenador portátil aquejado de obsolencencia programada. Tampoco es tan viejo, nueve años. A mí me gusta, lleno de pegatinas en su tapa como un maleta abandonada en Venecia por Thomas Mann, y sus bordes descoloridos por apoyar los antebrazos al escribir... El informático me lo ha desauciado, pero no tengo para otro, de momento. Me acuerdo cuando me vi obligado a abandonar mi Smith Corona eléctrica porque el tío de la imprenta dejó de traer carretes de tinta. Y luego alguien se escandalizará porque siga diciendo que los ipad, lo reader o como coño se llame, esos aparatitos que van a revolucionar el leer y el escribir, me parecen el timo de la estampita. Evidentemente no son engendros del diablo, pero la Odisea se escribió (bueno, vale, alguien transcribió), se leyó o se escuchó a la luz de una hoguera... (algo, por cierto recomendable, leer una vez en la vida la Iliada en mitad del campo con tu tienda quechua al ladito de una hoguera (da igual si es la versión rimada o en prosa, tampoco nos vamos a poner quisquillosos, ni tampoco es imprescindible la túnica, ni un Pausanias algo salido dispuesto a darte un poco de propedéutica amatoria, con que tengas a mano una edición de la Iliada (versión rimada de Agustín García Calvo, editorial Lucerna, o la de Gredos de Emilio Crespo (merde, no era mal librero después de todo...) da igual...). El caso es que en lo que llevo escrito esto, el ordenador se me ha bloqueado cuatro veces. Él es así, cuando quiere, se bloquea, como Rouco ante la visión de un peludo alemán vestido de cuero. Es difícil seguir un hilo entre reinicio y reinicio... Pero yo soy más terco y empeñado me hayo de acabar esto, salga lo que salga... La idea de meter un pen con fotos para coger alguna e ilustrar este pintón texto se torna suicida, como si el alemán peludo vestido de cuero osara acercarse por detrás de Rouco y soplarle cariñosamente en la nuca... así que, venga, terminemos pronto y a pelo (Rouco dixit). Entonces tampoco hablo de lo que supone reescribir una novela en estas enervantes condiciones...
Ivan Klíma, "Amor y basura", editorial Acantilado, página 9: "Raramente me encontraba en situaciones así; casi siempre vivía apremiado por la idea obsesiva de todo lo que debía alcanzar en la vida si quería escribir bien. Desde niño había anhelado ser escritor, y la escritura siempre me había parecido una profesión noble. Creía que el escritor tenía que ser sabio como un profeta, puro y excepcional como un santo, y hábil y atrevido como un equilibrista en un trapecio. Aunque ahora ya sé que las profesiones selectas no existen, y que la sabiduría, la pureza, la excepcionalidad, la valentía y la habilidad en una persona pueden parecer desvarío, impureza, ordinariez y futilidad en otra, esa antigua idea se instaló en mi conciencia y en mi subconsciente, y probablemente por ello me incomoda denominarme a mí mismo escritor. Cuando alguien me pregunta mi profesión, intento eludir la respuesta. Al fin y al cabo, ¿quién puede decir de sí mismo que es escritor? A lo sumo podrá decir: he escrito libros. En muchos momentos pienso que ni siquiera soy capaz de determinar con exactitud cuál es el objeto de mi trabajo, qué distingue la autentica literatura del mero inventario, que está al alcance de todos, incluso del que nunca ha ido a la escuela, donde podría haber aprendido a escribir."
2 comentarios:
¿Escribir es un oficio? ¿Escribir es una bendicón, una maldición? Es más: ¿es necesario escribir? Y vivir... ¿es necesario?
La escritura puede, ciertamente, ser peligrosa. Peligrosa para el lector -si es lo suficientemente poderosa para cambiar su concepción del mundo- y peligrosa para el escritor. Aunque Un libro no acabará con la guerra ni podrá alimentar a cien personas, pero puede alimentar las mentes y, a veces, cambiarlas.
Mucho Animo! :)
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