Cumplo uno de los errores básicos que todo aspirante a "blogoscritor" debería remediar a toda costa, no llevar siempre una libreta encima. Mis aspiraciones "literarias" han ido escondiéndose poco a poco hasta el punto de que ni yo mismo sé dónde guardo mis libretas viejas, así que tampoco hay problema, sin embargo el otro día sí que eché de menos tener una libreta a mano, cuando fui a Madrid y quedamos varios amigos, algo así como "el chikiclub de la serpiente" se reune para despedir el verano azul y cantar eso de "soy así, pero me gusta"... Somos unos brasas, las cosas como son, para qué engañarnos. Yo estaba aún convaleciente de una inesperada gastroenteritis, inesperada porque según mi horóscopo esa iba a ser una semana maravillosa, con amor, salud y dinero a raudales, sobre todo porque Saturno estaba entrando en el extrarradio de mi chabola 5 y la Luna se iba a alinear con Venus en un baile cosmológico de primer orden, culminando en un hiperbólico cumpleaños y todo, todo, todo me iba a ir teta... Pero está visto que mis fluidos astrológicos van a lo suyo porque, como digo, el día siguiente de leer ese esperanzador horóscopo del suplemento de El Mundo (que compra mi padre y leí en su casa, al cual yo le he vaticinado, por cómo está últimamente, que va a tardar dos semanas en pasarse a La Gaceta, y me da a mí que yo sí que lamentablemente no me voy a equivocar) fui víctima de una gastroenteritis que me tuvo en boxes un par de días. Con anterioridad las he sufrido más virulentas, pero mi cuerpo tiene un defecto (¿sólo uno?) y es que si me da fiebre caigo en lo más profundo del abismo de Helm y ya puedes ir olvidándote de mí. Mi historial médico no es que sea de aúpa, pero varias medallas al mérito sí que me han dado a lo largo de los años (y lo que te rondaré morena) y si hago memoria puedo hacer una bonita lista de perrerías sufridas a manos de carniceros con fonendoscopio, y de todas ellas he conseguido salir, pero, dame fiebre, una poca si quiera, y me convierto en un ser de lo más inservible y moñas. Lo mejor de cuando me da fiebre (en el fondo intento ser un tío positivo...) es el submundo onírico febril donde caigo cuando eso me pasa, de hecho, el día anterior a mi visita a Madrid escribí el mejor post de la historia o el mejor monólogo que soy capaz; lástima que estuviera tirado en la cama de la habitación de arriba de la Pecera, tiritando y hablando en voz alta sin que nadie pudiese copiar tan digno soliloquio. Imaginaos a Gila en pleno trip de LSD, pues algo similar soy yo cuando tengo fiebre. Lamentablemente, para los que leen este blog de vez en cuando, del delirio del otro día apenas me acuerdo, pero han habido veces que sí he logrado acordarme, sobre todo en mis retiros hospitalarios, e incluso he tenido una libreta a mano para apuntar algo de esos egotrips que ríete tú del perro andaluz... Porque tengo superada la calderoniana división entre sueño y realidad, si no, mis soliloquio a lo Segismundo vestido con pijama azul y gotero hubieran dado con mis huesos en la planta de psiquiatría, sin embargo como sublimar sublimo de puta madre, he podido convertir dichos delirios en relatos, en cuentos más o menos certeros que, si bien han tenido poca suerte en las cruentas batallas del submundo de los concursos literarios, al menos están ahí.
Veamos: Una vez, en la UCI del clínico de Madrid, me pasé diez horas acompañado de Billy Wilder paseando por Nueva York mientras me contaba que realmente "Con faldas y a lo loco" surgió de una experiencia real que le pasó a él al llegar a Estados Unidos procedente de Galitzia en 1934 y terminamos paseando por Central Park junto a Cary Grant y Jack Lemmon hablando de... qué importa, paseaba con Cary, Jack y Billy por Central Park!!!; otra vez, también en Madrid pero en casa, convaleciente, un cosmonauta ruso me contaba que había sido el primer hombre en llegar a la Luna en 1962 y que al llegar había visto una estatua de Cyrano de Bergerac, y que por eso lo perseguía la KGB (y por ende, a mí también); esa vez pasé de los 40º, fijo. Esos delirios febriles son tan reales que cuando se me pasan salgo de ellos un poco acojonado. El del otro día no fue tremendo, no dio para un cuento (o sí, pero como no me acuerdo), creo recordar algo sobre mis espermatozoides y el dibujo que hacen mis lunares en mi cuerpo, y que salían Charly García y Patricio Pron; todo eso asusta, pero tiene su explicación (no astrológica, que si así fuera ahora mismo este post lo estaría escribiendo mi secretario mientras yo dilapido mi fortuna rodeado de bellezas) aunque es demasiado larga para este blog y por mucho que la terapia me salga gratis, tampoco hay que abusar...
El caso es que sin estar del todo recuperado, me arriesgué a viajar con los bolsillos llenos de "fortasec" y paracetamoles y me lanzé a los madriles, contento y nervioso ante el reencuentro con los amigos. Y es ahora cuando entran las señales, esas cosas que nos pasan y en las que nos fijamos preguntándonos qué sentido tienen, porque pueden interpretarse de manera positiva o negativa según nos interese.
Quedé con uno de los amigos antes y juntos nos encaminamos hacia el Retiro (que estaba esplendoroso y reventón, y siempre me da subidón ver la estatua del ángel caído). En vez de ponernos a hablar de fútbol y mujeres, nos dio por hablar de literatura, primero porque somos unos tristes con síndrome de abstinencia, y segundo porque somos unos brasas sin más. Subíamos por la cuesta de Mollano desgranado "El comienzo de la Primavera" de Patricio Pron y hablando de la culpa, individual y colectiva, del pueblo alemán, de lo buena que es la jodia novela, de lo viejos que somos, no ya para ser promesas de nada, sino para ser algo sin más, cuando mi ojos se fueron a uno de los tenderetes de libros que jalonan la cuesta librera por excelencia y dieron con el nuevo libro de Pron, "El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan" y ahí que me abalancé dejando a mi amigo hablando solo. El libro tenía un precio escandalosamente ridículo y cantaba, viendo de los que estaba rodeado, que era producto de un hurto y posterior reventa. ¿Cómo un librero iba a comprar, no ya un libro, sino un libro robado? El caso es que estaba ahí, en mis manos, a 5 € (he de decir que soy un librero al que en la vida un distribuidor o editor le ha regalado un libro, y en mi relación laboral "compra venta de libros", ni por 5€ consigo yo el nuevo libro de Pron). Lo había visto en el preciso instante en el que hablábamos de ese autor como perteneciente desde ya (desde que nuestra ignoracia fue un poco menos) al grupo de "los que hay que leer", y eso es algo a tener en cuenta y que hay que sopesar... (sí, ya, no creo que si en vez de Pron hubiésemos estado hablando de Ferré estaría diciendo lo mismo...)
Sí, lo admito, lo compré, y lo siento, pero interpreté esa casualidad como una manera de redimir a ese librero que compra mercancía robada en la cuesta de Mollano, así que lo hice (por 10 € te llevabas 3, por lo que completé el lote con "El ministro del velo negro" de Hawthorne (tan imprescindible como Wakefield) y otro de un eslavo del que ahora no recuerdo su nombre (pero era eslavo, joven y licenciado en filosofía, lo cual no es baladí). Pagué y seguimos nuestro camino retomando la conversación donde la habíamos dejado. Mi amigo hablaba de un director de orquesta alemán que había tocado para los nazis, de escritores alemanes, y volviendo a lo jodidamente bueno que es el libro de Pron, sólo nos faltaba tirarnos de los pelos y revolcarnos por el cesped; está bien que un libro (o un disco, o un cuadro, o una mujer) provoque eso, aunque la gente no lo vea con buenos ojos Yo sabía adonde quería llegar y, efectivamente, llegó. "¿Sorteamos los libros? Uno para cada uno y el tercero a suertes" (coño, pero si los he pagado yo...) Maldito bribón, para eso están los amigos... Me cogió con la guardia baja y la sensiblería alta, y una cerveza en una terraza en el lago del Retiro tuvo la culpa de mi k.o. a los puntos. Me hice el remolón, pero yo sabía que me había quedado sin libro de Pron (esa es la maldición del librero que compra libros robados), así que cuando llegaron el resto, olvidamos el tema y me sumergí con gusto en la camaradería gremial y peluda de los que se conocen hace más de 15 años y ya son casi como hermanos. Abrazos, indirectas sobre las entradas y el tejido adiposo acumulado en la cintura, ojillos relampagueantes, en fin, lo normal... Ya lo dije antes, somos unos brasas; las carnes morenas que aún se veían por las calles intentaban desviarnos de nuestro propósito, que era el de siempre, hablar y hablar y desbarrar de lo lindo matando de aburrimiento a todo bicho viviente que nos escuchara de refilón, unos snobs, como siempre... Y eso que faltaban un par de pilares fundamentales, un ateo nietszcheano que trabaja para los salesianos y un francés chinoparlante que hace el mejor sushi de este lado del telón de acero que acaba de ser padre...
Mezclar en una conversación a Kevin Dubrow y la escena heavy de mitad de los '80 con la última y apoteósica actuación de Placido Domingo en el Real y las series de la HBO no es fácil; hablar de nuestras tristes y aburridas vidas y darnos cuenta que no son tan tristes ni tan aburridas tampoco lo es, pero acabar mezclando a Asimov con la posibilidad o no de un cambio político social intentando no caer en el nihilismo de Houellebecq y a la vez bromear a costa de personajes como el repelente J.M. de Prada y antiguos profesores troskistas que ahora salen en Intereconomía y descubrir que un grupo de bellísimas damas nos mira con estupor sentadas a nuestro lado en una terraza de Lavapiés mientras uno de nosotros lanza imparable un monólogo acerca de lo que él llama "La próxima invasión bárbara" y sus repercusiones históricomateriales, eso ya es atroz y es para corrernos a gorrazos, sin contemplaciones, vamos... Lo malo no es eso, lo malo es despedirse un rato después soltando cosas como "esto hay que repetirlo más a menudo" o "joder, cómo nos lo hemos pasado"... La edad, que no perdona... y yo sin libreta para escribir las ocurrencias de Ramón... Al final regalé el libro de Pron, pero ya me ha llegado nuevo a La Pecera (legal y moralmente) y mientras acabo "Dublinesca" y empiezo "Corona de Flores" de Javier Calvo, leo esos cuentos que crecen poco a poco, que se meten bajo la piel, que destrozan, liberan y colocan las cosas en su sitio, que no es ninguno, que no es ni más ni menos que un mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan; lo digo habiendo leído por ahora solamente 6 de los 18 relatos, y lo digo sin fiebre, palabrita de Fahrenheit, Kelvin, Celsius y Billy Wilder, pero es que no sólo hay que cuidar de los amigos que hacen el mundo más soportable sino que, "coño, hay que leer a Pron".
Mezclar en una conversación a Kevin Dubrow y la escena heavy de mitad de los '80 con la última y apoteósica actuación de Placido Domingo en el Real y las series de la HBO no es fácil; hablar de nuestras tristes y aburridas vidas y darnos cuenta que no son tan tristes ni tan aburridas tampoco lo es, pero acabar mezclando a Asimov con la posibilidad o no de un cambio político social intentando no caer en el nihilismo de Houellebecq y a la vez bromear a costa de personajes como el repelente J.M. de Prada y antiguos profesores troskistas que ahora salen en Intereconomía y descubrir que un grupo de bellísimas damas nos mira con estupor sentadas a nuestro lado en una terraza de Lavapiés mientras uno de nosotros lanza imparable un monólogo acerca de lo que él llama "La próxima invasión bárbara" y sus repercusiones históricomateriales, eso ya es atroz y es para corrernos a gorrazos, sin contemplaciones, vamos... Lo malo no es eso, lo malo es despedirse un rato después soltando cosas como "esto hay que repetirlo más a menudo" o "joder, cómo nos lo hemos pasado"... La edad, que no perdona... y yo sin libreta para escribir las ocurrencias de Ramón... Al final regalé el libro de Pron, pero ya me ha llegado nuevo a La Pecera (legal y moralmente) y mientras acabo "Dublinesca" y empiezo "Corona de Flores" de Javier Calvo, leo esos cuentos que crecen poco a poco, que se meten bajo la piel, que destrozan, liberan y colocan las cosas en su sitio, que no es ninguno, que no es ni más ni menos que un mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan; lo digo habiendo leído por ahora solamente 6 de los 18 relatos, y lo digo sin fiebre, palabrita de Fahrenheit, Kelvin, Celsius y Billy Wilder, pero es que no sólo hay que cuidar de los amigos que hacen el mundo más soportable sino que, "coño, hay que leer a Pron".
2 comentarios:
Tardes de los últimos días de verano, entre amigos, en el Retiro y charlando de la mejor de las pasiones que uno se puede permitir: los libros... Joder, hay que repetirlo más a menudo, nos lo pasamos de puta madre...
...mientras nosotras nos quedamos trabajando y en casa...ayssssss, si al final el mundo lo piensan los hombres y lo hacemos las mujeres (a nuestro modo, claro está)
AHdV
(:D
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