miércoles, 16 de junio de 2010

Viajando con los Stones en el 72



Robert Greenfield se embarcó como cronista en la gira de los Rolling Stones por Estados Unidos en 1972. Esos años cambiaron de manera radical el modo de entender la música, sobre todo el negocio, y la lectura de un libro como "Viajando con los Rolling Stones" y esa gira en particular del 72 resultan especialmente reveladores. Los 60 quedaron atrás y la música se convirtió en un gran, gran negocio. Los grupos tuvieron que profesionalizarse de una manera no vista anteriormente. Todo se empezó a controlar al detalle... Promoción, imagen, gira.... ¿gira? Hablamos de sus satánicas majestades, por lo que si era imposible que una gira de Cher fuese normal, mucho menos la de la más famosa banda del mundo. ¿Qué importa Chicago si reciben una invitación a pasar unos días en la mansión de Playboy? La máxima implícita frente a la industria era, "exprímeme, sángrame, estáfame, saca toda la plusvalía que puedas de mí, mátame incluso, pero déjame hacer todo lo que me salga de los huevos y sálvame de las consabidas y siempre engorrosas detenciones policiales".


En el libro de Greenfield, y recuerdo de memoria porque mi ejemplar está en otras manos, la música poco importa dado que escasamente hace su aparición en forma de comentario ocasional. Por el contrario, el planteamiento y descripción de los entresijos del grupo humano que rodea a los Rolling es impactante. Y la libreta de Greenfield se llena velozmente. De hecho, esa fue la única vez que Jagger ha permitido a un periodista seguir una gira de los Stones con el pase de "Access all areas". La corte que forma el núcleo duro de la gira vela por los intereses de los Rolling, encargándose de "interpretar" sus deseos, a la hora que sea, donde sea y como sea. Al final todo es tan caótico que peticiones expresas se mezclan con "sugerencias" y simples comentarios al vuelo, provocando escenas de lo más delirante, de manera que, un comentario trivial de Mick Jagger sobre las vistas desde su habitación, provocan el cambio de hotel ante la indiferencia del cantante. Dentro del equipo de la gira (que incluye diferentes facciones de intereses contrapuestos, Richards por un lado, Jagger por otro, un Taylor perdido de un modo totalmente kafkiano entre aquel delirio, un Watts misterioso que juguetea con las damas y la heroina y un asqueado Wyman ávido de Lolitas) los ascensos o las caídas en desgracia se suceden con la misma rapidez que vemos pasar las ciudades, conciertos, altercados y bacanales; si curras con los Rolling seguramente un día acabes prefiriendo a la pasma antes que a unos enfurecidos Keef y Mick, aunque si hay diversión, en ningún otro lugar desearás estar...

La persecución de las grouppies se mezcla con la represión policial en los convulsos primeros setenta. Los Rolling Stones por los Estados Unidos son como unos apátridas aristócratas con patente de corso para hacer lo que les venga en gana. Todo es un frenético carrusel, el cual te sumerge en un torbellino donde se suceden orgías, drogas y sexo a mansalva, depresiones nerviosas, encontronazos con la policía... Truman Capote, enviado en calidad de corresponsal de la revista Rolling Stone, abandona la gira contrariado y asqueado de todo. No es dificil de entender que este libro se convirtiera en un clásico del periodismo contracultural y que a Jagger no le gustase (se cuentan demasiadas cosas que nadie se atrevió a desmentir ni a contrastar, ejemplo, un viaje relámpago a Canadá para comprar mercancia de la buena entre bolo y bolo es sorprendido por un control policial en un aeropuerto, que por las descripciones debía de ser más una pista y una torre de control enana en mitad de la nada. Cuando todo parece indicar que Keith acabará en chirona, Jagger llama a la mujer del primer ministro canadiense, el cual llama a su vez dando precisas instrucciones y todo acaba con el grupo cogiendo el avión y llegando al concierto. No se dice la cantidad de "mierda de la buena" que llevaban ni se afirma que Jagger y la esposa del ministro tuvieran más que palabras, pero todo queda "dicho" de tal manera que a uno le caben pocas dudas sobre su veracidad). En el magnífico prólogo de Diego A. Manrique, se pueden leer cosas como: "La grandeza del libro de Greenfield reside en la nitidez con que retrata el paisaje de fondo -un país polarizado- y la dinámica interna de un Stones Touring Party: los círculos de poder, las caídas en desgracia, las subidas y bajadas de energía general, el sentimiento de formar un clan aparte, la degradación colectiva, la psicosis que ataca a todos al final del trayecto." La sensación de caos viene acompañada por el estilo directo del autor, que no ahorra detalles a la hora de describir este particular descenso a los infiernos.


A la edición de Anagrama, puestos a criticar, habría que echarle en cara que no se haya molestado en revisar el texto, el cual tiene la misma tipografía y maquetación que cuando se editó por primera vez a finales de los setenta, estando salpicado de torpes erratas que cualquier relectura hubiera subsanado facilmente. Ahora que circula esa flamante edición especial del "Exile on Main Street", uno de los grandes clásicos de la música rock (precisamente el disco que presentaban en esa gira) y que además, la reedición coincide con el lanzamiento de un nuevo documental sobre la banda: Stones In Exile, me apetecía rescatar este libro.

Dentro del caótico ritmo de lecturas que llevo (causado principalmente por unos estudios gremiales de inmimente puesta a prueba) últimamente han caído varios libros sobre músicos. Sacar a colación "Viajando con los Rolling Stones" en el post anterior, me ha hecho animarme a verbalizar la opinión de que cualquier libro sobre música moderna, independientemente del estilo, puede ser tanto o más interesante que la muchas de las novelas que se agolpan en las secciones de novedades (aquí en la Pecera, sección...). Me explico. Un libro que narre las andanzas de los Motley Crüe, de David Bowie, de Charlie Parker, o Capricorn Records, o sobre personajes satélite (el maravilloso libro que acaba de salir de Patti Smith sobre Robert Mapplethorpe) o incluso sobre una sóla canción ("Like a Rolling Stone" de Greil Marcus), tiene todas las papeletas para, en principio, ser una novela redonda que los críticos mirarán con condescendencia y apartarán a la sección de biografías, subgénero "musicos" (es decir , lo peor, salvo que sea sobre un reputado músico de jazz, que parece que últimamente queda bien). Y digo que en principio pueden ser novelas redondas, pero lo digo en sentido positivo, porque estos libros suelen estar escritos con un notable pulso narrativo por periodistas musicales (los anglosajones nos dan mil vueltas en eso) y rebasan el género de "ascenso, caída y posterior redención al uso de un músico". Sí, la máxima "Sexo, drogas y rock and roll" está omnipresente en la mayoría de esos libros, pero siempre hay mucho más. Leyéndolos, a veces, tienes la sensación de estar ante buenas novelas donde, despojadas de su cariz "biográfico", reflejo de cierta realidad, lo que se narra con gran pulso son historias que otorgan una sucia y luminosa visión del alma humana, con toda su grandeza y miseria. Lástima que nadie se haya dignado a traducir en este país a Lester Bangs... y luego está "Cocksucker Blues" pero eso ya es algo que se me va...
Viajando con los Rolling Stones, Robert Greenfield, Ed. Anagrama, 2005. 15,00€


1 comentario:

evelio guzman dijo...

Mañana comprare ese libro sin falta.Gracias

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