PRESENTACIÓN DE CANCIONES DE CUNA Y DE RABIA
El Sábado 1 de febrero de 2020, se presentó en la Fundación Isidro Parra la novela “Canciones de cuna y de rabia”. En palabras de Manuela Sanz, "narrativa que provoca interés desde la primera lectura, realismo literario que es a la vez fantasía de todas sus vivencias." Presentación y actuación Antonio Miñan.
Fotografías Miguel Calatayud
1 de febrero de 2020. Fundación Isidro Parra de Alcázar
de San Juan
Notas textuales de una presentación de Antonio Miñán:
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Manuela Sanz, Juan Miguel Contreras y Antonio Miñán. Foto: Miguel Calatayud |
Serendipias
Mi relación con Juan Miguel proviene de los años de
Lazarillo en Manzanares. Yo vivía en Valdepeñas y a través de un proyecto de
teatro escolar entré en contacto con una asociación con más de cuarenta años de
existencia que se llama Lazarillo t.c.e. No me podía creer que tanta gente
trabajase con esa capacidad de coordinación y en tan variados proyectos como
escuelas de teatro para todas las edades,
muestras de teatro escolar, producciones propias, muchas de ellas originales,
de un nivel altísimo y, por fin, un festival internacional de teatro
contemporáneo programado y dirigido por este señor durante aquellos años, es decir, a principios de siglo XXI. Este
festival, decano en la región, más antiguo que el de Almagro, ha
salido adelante gracias a la voluntad de la gente que lo pone en marcha y no precisamente
por otros apoyos o ayudas que claramente se echan en falta. Que el autor de esta novela fuese capaz de
programar ocho o diez días de actividades con aquel presupuesto, no es
habilidad, es magia, lo digo en serio. Este festival acaba de hacer su
edición 45.
Esto lo cuento porque pensaba que nuestra relación
provenía de esos años, pero no. Proviene de otra época y hasta de otra
dimensión, si nos ponemos. Me explico. Con frecuencia los lectores vivimos la
ilusión, y no lo digo en sentido positivo, sino que experimentamos el engaño,
de creer que los autores escriben los libros para nosotros y en eso consiste
sentirse identificado con un personaje, una situación, una experiencia o el
modo de resolver un problema. La mayoría nosotros aprendemos a partir de ahí y
hacemos aquello que decía Skarmeta de que la poesía es de que la necesita y no
de quien la escribe. Sin embargo en relación a la novela que nos compete, este fenómeno alcanza para mí unas dimensiones extrañas. El grado de
coincidencia que existe entre la novela de Juan Miguel y mi propia vida es
apabullante y me refiero a que literalmente da un poco de miedo. Vamos a
suponer que se trata de una serendipia más o menos casual o que mi vida y la de
otros muchos hombres de en torno 40 años se parece tanto que vista una, vistas
toda.
Espero que no sea así, aunque tiendo siempre a aplicar
navaja de Occam, es decir, que, en igualdad de condiciones, las explicaciones
más simples suelen ser las verdaderas y lo más probable es que Juan Miguel haya
acertado con los lugares comunes de la mayoría de hombres estamos en esta
década y no que, sin conocer mi biografía, la haya escrito. De todas formas,
voy a dejar que sean ustedes mismos y el propio autor quienes decidan cómo de interesantes
son estas coincidencias.
La primera serendipia que se me ocurre en relación con la
novela es que en 2002 yo toqué en un disco con el mismo título. No me dirán que
no es una coincidencia notable. El protagonista de la novela Abel estudió una
carrera de humanidades durante los mismos años que yo estuve la mía. Es cierto
que no se trata de la misma carrera porque Abel estudió hispánicas y yo estudié
filosofía. Pero ambas están en el mismo edificio del mismo campus de la
universidad de Granada. Estudiamos la carrera en los mismos años. Visitamos los
mismos bares; tanto él como yo íbamos a emborracharnos a los mismos lugares con gente muy parecida... Íbamos a empaparnos de
la riquísima vida cultural Granadina, íbamos a los mismos locales donde se reunían
estudiantes, músicos, pintores, poetas, etcétera. Para que no parezca que la coincidencia es Granada (algo muy común), concretaré más: Esto sucede en la zona de calle Elvira y el
bajo Albaicín. No estoy bromeando, Abel bebía en el Arcoíris y en el 22 y trabajaba
por las noches en el pub Eshavira. Eshavira para mí y para muchos era una
suerte de templo en una Granada efervescente, donde todo el mundo acaba antes o
después. Abel tuvo una aventura con una Erasmus y, en fin, esto también me
suena.
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Foto: Miguel Calatayud |
Más coincidencias, si me permiten; Abel perdió a su madre
en torno a la misma época y debido a la misma enfermedad por la que yo perdí a
la mía. Abel hizo las oposiciones a secundaria en la misma ciudad y presumo que
el mismo año en que yo hice las mías; Córdoba 1998. No me digan que no es algo
más que una mera coincidencia. A partir de ahí las coincidencias no son tan
acusadas. Sin embargo, el capítulo 14 de la novela podría ser un relato de la
vida universitaria granadina que muchos podríamos firmar como propio. Cambién Granada por su ciudad u otra ciudad y lo contado tendrá el mismo poso. Muchas gracias
por esto. Me gustaría que alguien me dijera si esto tiene alguna explicación.
Asuntos
Esta novela da la sensación de haber sido un parto muy
largo. Trata prácticamente de todo lo importante. Me refiero a que hay una
enorme cantidad de asuntos presentes y todos tratados con cierta profundidad.
Aunque se sobreentiende que el tema principal es el paso del tiempo y el punto
de vista de la mediana edad,hay otros temas subyacentes que no son menos
importantes. El peso de los recuerdos y el modo en que los asimilamos son
aspectos centrales de la historia.
- De nuevo vuelve a aparecer Almería. Eso también lo
tenemos en común el autor, o el narrador que usa el autor y yo; es un lugar de referencia. Hay algunos puntos de
conexión con la novela La muñeca Rusa ,si no recuerdo mal. Y aparece este
sitio, Almarga, el único que no se puede encontrar en un mapa. Uno no sabe si es San
José, Mojácar o nada de eso. Puede que Almarga pueda encontrarse en el mapa de la biografía literaria y emocional de Juan Miguel, pero no en google maps.
- Desde el punto de vista estilístico, la novela tiene
ese aire unamuniano que consiste en contar varias historias dentro de la trama
principal. Ya he aludido al capítulo 14 donde se relata la vida universitaria
de Abel y Silvia, pero hay más; la historia de la pintura en la Iglesia de Almarga,
donde transcurre la novela, por ejemplo. El propio proceso creativo de la
pintura es muy interesante y la biografías entrecruzadas del abuelo de Abel y
del pintor, el tío abuelo Alonso merecería ser contada exhaustivamente en una pieza aparte.
Otra interesante trama es la publicación del artículo por
el que expedientan a Abel y lo acaban expulsando del instituto donde trabaja
(no estoy contando nada que no deba, aparece en la recensión de la
contraportada) y cómo al final de la historia descubrimos que hay más intereses en
juego a margen de que Abel fuera un poco irreverente en cuestiones de religión.
Y como todos sabemos, en este país NO SE PUEDE BROMEAR CON LA RELIGIÓN. A lo
que me refiero es a que, detrás de eso que le hace perder el trabajo, había algo más, siempre hay algo más.
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Foto: Miguel Calatayud |
- Desde luego, el capítulo 8 podría ser una pieza teatral
independiente. Se trata de una conversación considerablemente larga entre Abel
y Roberto, su amigo del alma, llena de ideas brillantes y escrita con un estilo
ligero y verosímil. En este capítulo hace un análisis de la situación de
ambos, del valor de la familia, de la nostalgia, se habla de política, de la
salud de la democracia española, de rock. Como les digo tiene un importante
peso específico dentro de la obra. No sé si está escrita con esa intención, la
de tener valor por sí misma, pero estoy seguro de que funcionaría como texto
teatral o incluso como un corto. Juan Miguel me ha dicho que para este capítulo efectivamente tenía en mente una especie de "Esperando a Godot" y la película "Mi cena de André", de Louis Malle, uno de sus directores preferidos.
- Y la subtrama de la deuda de los aliados con los
españoles después de la Segunda Guerra Mundial a propósito de la connivencia con
los nazis que investiga Roberto promete mucho y da la sensación de estar solo
apuntada. No sé si por no cargar más la novela o por una intención literaria que podría explicar.
- Al protagonista, Abel, o a Silvia, a Roberto, a Miguel
y al resto de personajes que aparecen, no les pasa nada especial, son personas
normales y sin embargo la historia es sumamente interesante, incluso diría que
entretenida, siempre que el término no se malinterprete porque podría
entenderse que es menos valiosa por eso. A lo que me refiero es a que la vida
por sí misma es de lo más emocionante. En otras palabras, y por no remontarme
más atrás; acabar el bachillerato y
decidir qué vas a hacer en la universidad, sobrevivir a ese ejercicio de autodescubrimiento
que es la década de los 20 a los 30 años, en la que,como dice Abel, uno hace las
cosas sencillamente porque puede, para ver hasta dónde puede llegar sin reventar
de una vez por todas. Todo el mundo sabe que a los 20 años somos inmortales (al
menos mis alumnos de Bachillerato beben como si lo fueran). Después hay que
enfrentarse cara a cara con un enorme, faraónico "y ahora qué".
Mal que bien hemos salido adelante. Hemos tenido la infinita suerte de que
otras personas nos han podido querer hasta el punto de compartir su vida con
nosotros. Y si fuera esta poca aventura, está la paternidad. Todos tenemos
amigos que han encontrado actividades para completar sus vidas que les llevan
cientos de horas y a las que le dedican toda su energía y talento, como le pasa
a Roberto en la novela y esa otra trama de la dictadura española a la que me refería anteriormente.
Tampoco es tan raro saber de alguien que anda metido en líos por la cultura del
pelotazo urbanístico como le ocurre al personaje de Miguel. Estoy hablando masculino porque
la historia trata de Abel, y esta charla sobre Juan Miguel y yo, pero cada palabra
que estoy diciendo es aplicable también a nuestras compañeras, aunque con la
diferencia de que ellas sí que saben lo que hacen.
Trasuntos
Por fin, hemos llegado a esta década en la que las cosas
deberían estar más claras, pero no es así… A menudo hacemos creer a los otros
que sabemos lo que decimos y que tenemos las ideas claras. Es lo que debería
corresponder a una persona de nuestra edad. Todo esto en realidad es una
impostura (en nuestro caso es normal porque nos va el teatro). Muchas ideas que
teníamos con 20 años ya no funcionan o no nos las creemos y nos jode una
barbaridad que sea así. No a todo el mundo le pasa lo mismo, hay muchos,
muchísimos, que tienen las mismas ideas que cuando tenía 20 años. Pero no es
nuestro caso. Ahora nos toca repensar nuestras creencias, filias y fobias, las
ideas sobre política, arte, sexualidad, moral, economía… Hay algunos pasajes muy notables sobre este asunto. Al principio
de la novela se plantea la disolución de los ideales de la juventud, y la
paternidad y la maternidad aparecen como una justificación de ello. Es decir, tenemos
que hacer y pensar esto y lo otro porque somos padres y hay que hacerlo por el
bien de nuestros pequeños. Para explicar esto citaré directamente la novela:
El texto dice: “A Vera y a Ulises -los hijos de Abel y Silvia en la novela- (...) los alimentábamos a menudo con comida precocinada, tal y como nosotros también nos habíamos acostumbrado a comer, o nos rodeábamos
de cosas innecesarias: ropa de más, plástico de más, rapidez de más.. incorporándolos así a nuestra vida de adultos sin pensar en su propia manera
de ser y de estar en el mundo. Los hacíamos comer como no nos gustaba comer a
nosotros, los hacíamos dormir como no nos gustaba dormir a nosotros, de manera
férrea y bajo un horario estricto (...) los llevamos a la guardería con alivio
y a la vez con sentimiento de culpa al preguntarnos si realmente eso estaba
bien, los escolarizamos cuando nos habían dicho que era obligatorio hacerlo, es
decir, atendiendo únicamente a estándares que no eran puestos en duda pero que
sin duda eran discutibles y, desde que nacieron, los hicimos poseedores de unas
malvadas y aviesas intenciones como si hicieran lo que hacían con el único
propósito de amargarnos la vida cuando, realmente, en el fondo intuíamos que la
vida que ellos nos habían descubierto acaso fuera la real, por eso chocaba frontalmente con la asquerosamente neoliberal que llevábamos. Todo ello hacía
que nos sintiésemos agotados, derrotados y hastiados, tomando la salida fácil
de seguir la corriente.” pp.30 y 31
No queda todo dicho sobre nuestro tiempo, ni mucho menos.
Más adelante dice el texto: “Cuando a veces pienso en estas cosas y me imagino
contándose las dentro de unos años a Vera y a Ulises, me pregunto cómo haré
para hacerles comprender cómo era la vida sin móviles, ni Internet, sin mensajes
instantáneos, ni disponibilidad inmediata si ya hasta me cuesta recordarlo a
mí. Explicarles cómo era capaz de pasar días y días sin saber nada de su madre,
esperando una carta o una llamada, ahora que necesito saber a todas horas dónde
se encuentran ellos, qué hacen, qué necesitan, viviendo como he vivido la mayor
parte de mi vida si rendir ni pedir cuentas a nadie cada cinco minutos que es
precisamente lo que me sucede ahora con su madre y con ellos, sobre todo con
ellos. Por otro lado, sé que de nada vale rebelarme contra ello. Digo que echo
de menos esa independencia pero ahora no sabría vivir de otro modo.Me consuelo
pensando que es por mis hijos, aunque en el fondo sé que somos una sociedad que
prefiere ignorar que está enferma antes que preguntarse si debería hacer algo
para remediarlo” pp. 214 y 215
Cuáles son los síntomas de esa enfermedad. ¿Nuestra época es líquida y se han confirmado alguno de las vaticinios
de la de los posmodernos? ¿Podemos llamar enfermedad al espíritu de
nuestra época, que diría Hegel?
Lo anterior puede llevarnos a pensar que cualquier tiempo
pasado fue mejor o a instalarnos en la nostalgia. Debo confesarte que soy
bastante anti-nostálgico, es decir, no echo de menos el pasado y, como dice
Ortega en alguna parte, me alegro de que haya pasado cuando ya ha hecho su
parte. No quiero volver a tener veinte años aunque no me arrepiento de haber
hecho lo que hice (sea lo que sea, no es este lugar para sacar trapos
sucios...o trapos sin más). Me refiero a que en nuestra sociedad la juventud se
toma como un valor en sí misma sin que haya habido que demostrar nada. Sin
embargo, esta idea nos conduce a una paradoja: ser joven implica ignorar que se
es joven. En algún capítulo de la serie Mad Men, el protagonista, Don Draper,
cuando ve que su empresa contrata a demasiados chicos jóvenes, dice: "los
jóvenes son idiotas porque ni siquiera saben que son jóvenes". Esta es la
paradoja; la única forma de tomar conciencia del valor de la juventud es que
haya pasado. Entonces ¿Por qué la crisis de los cuarenta? Sobre esto se habla en algunos
momentos de la novela. Atención al paisaje que Juan Miguel, o mejor dicho, el narrador, dibuja cuando habla
de la fauna veraniega en un pueblo de la costa andaluza:
“Madres empujando cochecitos que te miran tristes
arrastrándote a su abismo y padres vigoréxicos que se aferran a una juventud
que irremediablemente dejaron atrás hace tiempo. Madres que han descubierto una
voracidad sensual que las hace transitar lo vulgar,sobre todo cuando pasan unos
días de vacaciones en la playa y dejan de preocuparse por lo que nadie pueda
pensar al ver cómo van vestidas” Pg. 305
El paisaje continúa: ”Padres sombríos a los
que les importa una mierda si realmente son un despojo de lo que fueron, corriendo
detrás de unos hijos que les anclan a la tierra, pero que aún así no les hacen
olvidar que se sienten como si se hundiesen en un lodazal del que ya no esperan
salir hasta que mueran. Jóvenes medio alcoholizados que comparten barra y
chistes racistas con hombres en chándal que beben más que ellos y hablan de
fútbol (...) jovencitas de escote bajo y arrogancia vacía en busca de algo que definitivamente
la saque la impostura o por lo menos que las hunda definitivamente en ella. Al
girar la cabeza me veo reflejado en un la luna de una heladería, mimetizado
como un camaleón mezquino sin nada que me asegure que no soy uno más. Ruido,
ruido y ruido” Pg. 305.
En la parte final de la novela, dedica bastantes páginas
al colegio de Almarga adonde asistieron Abel y Roberto. Se parece bastante a mi
colegio de primaria. Estudié en Maristas en Jaén. Era un colegio muy muy
tradicional, muy muy religioso y donde incluso había castigos físicos, y estoy
hablando de la década de los 80. Me gustaría saber hasta qué punto el de la
novela es un colegio real porque para algunos puede ser difícil creer lo que se cuenta, pero para mí es muy verosímil.
Por último, el trasunto de la música. En esta novela hay
una importante lista de referencias literarias, cinematográficas y artísticas
en general, pero sin duda la más extensa y creo que la más relevante para el
protagonista es la música. Tengo que reconocerle a Abel un gusto musical fantástico.
No sé si alguien lo había hecho ya, pero el otro día me entretuve en recopilar
todas las canciones que se mencionan en la novela. He encontrado 51 canciones,
unas cuatro horas de música. Sé que hay más, algunos discos completos que se
citan y otras que se me han pasado, así que compartiré la playlist de spotify
abierta en las RRSS de Juan Mi y así la completamos entre todos
Para acabar, me gustaría referirme al título de la
novela. Se trata de un verso de una canción del grupo granadino 091 titulada Tormentas
imaginarias . Los cero, como los llamamos los fans, son una referencia
importantísima del rock en Andalucía y están vinculados al surgimiento de un
movimiento cultural en Granada muy importante en los años 90. Quiero regalar a
Juan Miguel y todos vosotros una versión de Tormentas Imaginarias en esta mañana de sábado.