martes, 12 de abril de 2016

55 años del viaje de Yuri Gagarin al espacio. ¿Por qué los rusos no llegaron primero a la Luna?



Hoy se cumplen 55 años del primer viaje de un ser humano al espacio exterior, a bordo de una esfera metálica dentro de un cohete balistico intercontinental (el Semyorka, el 7) tuneado para la ocasión. ¿Valor? ¿Suicidio? ¿Arrojo desmesurado? No lo sé, y aún me cuesta definirlo. También en este 2016 se cumplen 50 años del fallecimiento del responsable de dicha hazaña, Sergei Pavlovich Korolev (Koroliov). Me han encargado un par de artículos sobre dicho suceso (de Korolev) para la revista La Aventura de la Historia, que saldrán en su número de Mayo. Como no suelo tener la suerte de que me busquen a mí para algo así, terminé haciendo más artículos de los que me habían pedido. Este que reproduzco a continuación lamentablemente (para mí), se quedó fuera. 
55 años de una de las mayores aventuras que un ser humano ha podido vivir. Grande Yuri, Yura, querido Gagarin, el de la gran sonrisa, el pequeño hombre que realizó un sueño anhelado durante muchísimos siglos. 




Imagen extraída del libro "Gagarin. Hijo de Rusia" 
 ¿Por qué los soviéticos no llegaron primero a la Luna?
Como en casi toda narración histórica, las causas de una derrota o un triunfo no tienen un desarrollo lineal, sino que se bifurcan y unas se mezclan con otras. Puede sonar extraño, pero suponer que la URSS no llegó a la Luna por diferencias personales entre los tres grandes ingenieros involucrados en la carrera espacial soviética no es tan descabellado y, posiblemente, sea una de las claves para conocer la verdad.
Además de los problemas de financiación con el buró soviético tras la guerra, Sergei Pavlovich Korolev, el Diseñador Jefe, tuvo que bregar con la enemistad y animadversión evidentes que existían entre él, Glushko y Vladímir Chelomei.

I.
Valentín Petrovich Glushko, principal rival de Sergei Pavlovich y responsable de la denuncia que llevó a Korolev a Kolyma, era el ingeniero jefe del laboratorio que ayudó a crear los motores de combustible líquido de los primeros cohetes rusos, en 1929. Sucedió en Leningrado. Al igual que Korolev, Glushko era ucraniano, aunque nacido en Odessa.
Los equipos de Korolev y Glushko fueron unidos en 1933, creando así el RNII, el Instituto de Estudios Científicos de Propulsión a Reacción. Su relación se truncó de manera terrible con la entrada en escena de Stalin. Ambos fueron detenidos durante las purgas de 1938. La denuncias, inducidas u obligadas, se cruzaron y la de Glushko llevó a Korolev a Kolyma. Al declararse la guerra contra los nazis, Valentín Pretóvich fue liberado y enviado a un bureau, donde trabajó en el diseño de aviones de combate.
En 1944, los caminos de Korolev y Glushko se cruzan definitivamente con el de Chelomei, al ser enviados a trabajar bajo la dirección de éste en el diseño de un proyectil semejante al V1 alemán. Durante este periodo final de la guerra, se hace patente la rivalidad entre los tres ingenieros, aunque aún no comparable a la que se verían abocados en años posteriores, evitando quizá que fuese la URSS la primera en llevar un hombre a la Luna.
Si los tres hubiesen sido amigos, la historia podría haber sido diferente, pero la lucha por conseguir fondos y, sobre todo, por hacer prevalecer criterios tan distintos en un ambiente tan difícil, hizo que fuese imposible.
En agosto de 1946 se crea el NII-88, el Instituto de Desarrollo Científico Ruso. Korolev, libre de cargos, y habiéndose restablecido su reputación (que no así su “existencia”), crea el OKB-1. El 1 de abril de 1953 se le encarga construir el cohete intercontinental R7, siendo Glushko el ingeniero de motores. La idea de Korolev es hacer un cohete de cinco motores, pero Glushko le da un diseño con veinte, rodeando un cuerpo central, cercado de cuatro cohetes menores. A día de hoy, los cohetes Soyuz siguen manteniendo ese diseño. Puede resultar incomprensible que se aprobara dicho diseño, pero las aplicaciones militares del diseño de Glushko de cara a crear misiles de largo alcance resultaban tan evidentes que a Korolev no le quedó más remedio que trabajar con ese diseño. A todo ello hay que añadir que Korolev quería utilizar combustible criogénico, mientras que Glushko quería usar combustible hipergólico, más tóxico, pero también más barato.
Los problemas se multiplicaron para Korolev. Las bombas que llevarían los R7 debían pesar en teoría tres toneladas, pero con el diseño de Glushko llegaban a pesar casi seis, lo que obligaba a aumentar el tamaño del cohete. Los militares se frotaban las manos. Quizá no fuese un arma muy manejable, pero sus efectos propagandísticos y disuasorios resultaban evidentes. Korolev, evidentemente, no daba crédito, pero no tenía más remedio que transigir.

Imagen extraída del libro "Gagarin. Hijo de Rusia" 

II
¿Y el papel de Cheloméi en esta historia?
Vladímir Cheloméi es descrito como alguien ambicioso políticamente, pero igual de resuelto que Korolev en explorar el cosmos y formar parte de la carrera espacial. En 1959 fue designado Jefe Constructor de la Industria Aérea. Su primer golpe de efecto fue llamar al hijo de Nikita Jruschev, Sergei, a trabajar junto a él. Comenzó a diseñar naves espaciales y, en 1961, inició los trabajos del poderoso misil UR-500, con el objetivo de lanzar con él la primera estación espacial militar.
Los trabajos en paralelo de ambos ingenieros jefes quizá se hubiesen podido complementar, pero las pretensiones políticas de Cheloméi lo impedían, alimentando su rivalidad. El 13 de octubre de 1964 puede verse como la fecha de inicio del declive ruso, a pesar incluso de los logros de Korolev, pues Jruschev es destituido como Primer Secretario del Partido Comunista, siendo nombrado en su lugar Lenoid Brezhnev. Cheloméi es apartado de la carrera espacial, cancelándose casi todos sus proyectos no militares. En 1965, Sergei Pavlovich Korolev recobró el control de todos los proyectos lunares tripulados. El rencor de Cheloméi le hizo negar toda ayuda a Korolev, el cual volvía a tener problemas con Glushko, además de los habituales de financiación.
La muerte de Korolev el 14 de enero de 1966 en la mesa de operaciones, puso fin a los sueños lunares soviéticos. Su sucesor, Vasili Mishin, no tenía ni el genio ni la capacidad de motivación del Diseñador Jefe, además de carecer de los contactos políticos o la confianza de otros bureaus para conseguir llevar el programa adelante. Por si fuera poco, el primer vuelo tripulado soviético, Soyuz-1 (cuyos cosmonautas fueron seleccionados por el propio Korolev: el malogrado Vladímir Mijailovich Komarov y Yuri Gagarin, el cual terminó como suplente, ya que las autoridades le consideraban demasiado valioso para arriesgar su vida, lo cual da la medida de las esperanzas en dicha misión), acabó en tragedia el 24 de abril de 1966. Las grabaciones de dicha misión son terribles, afectando sobremanera al propio Gagarin, que había pedido hasta el último momento ser él el cosmonauta titular, quizá temiendo el desenlace, sumiéndole en una terrible depresión. El primer ser humano en el espacio nos dejaría pronto, dinamitando definitivamente las ya pocas esperanzas de llegar primeros a la Luna. El 27 de marzo de 1968 fallecería, a los 34 años, en un accidente mientras realizaba un vuelo de entrenamiento con un MiG-15.
Partes desmontadas de los cohetes y las lanzaderas aún se pueden ver paseando por el cosmódromo de Baikonur, abandonados y cubiertos de polvo, como las ruinas de uno de los sueños más ambiciosos de la humanidad.
La era romántica de los viajes espaciales se había acabado. Ahora, comenzaba el espectáculo.


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