jueves, 7 de agosto de 2014

Yo no soy solamente yo, segunda parte. "Who I am. Memorias" de Pete Townshend.


"Estábamos en 1981 [...] En 1964, cuando los Who iniciamos nuestra andadura, enseguida supimos para quién trabajábamos y por qué. Ahora, nuestra audiencia de jóvenes de clase trabajadora se había dispersado. Muchos de sus integrantes estaban tan perdidos como nosotros, perplejos ante la celeridad con que el caótico vendaval punk había cedido ante los nuevos románticos y el glamour de la heroína. Como artista, intérprete y compositor ya no podía aspirar a que los jóvenes conformaran mi clientela. "My Generation" se iba instalando ya en la cuarentena, aposentada en el bienestar de la clase media o penosamente relegada entre cajas de cartón en torno a Waterloo, a menos de un kilómetro del pudiente West End.

Los Who habíamos empezado ante una juventud proletaria optimista, que se veía con la oportunidad de cambiar y progresar. "Nunca os ha ido mejor", dijo el primer ministro Harold MacMillan en 1957, cuando yo tenía doce años, y todo había seguido mejorando. Por primera vez en la historia de una generación entera tenía la oportunidad económica y educacional de volver la espalda a los trabajos alienantes, sin futuro, de sus padres, quienes traumatizados por dos guerras mundiales habían reaccionado amparándose  bajo una conformidad protectora.

Bajo este auge de esperanza y optimismo, los Who salimos a manifestar el gozo y la rabia de una generación que luchaba por la vida y la libertad. Aquella había sido nuestra tarea. Y con ella cumplimos. primero lo hicimos con singles pop, luego con exhibiciones más dramáticas y épicas, mediante formatos musicales más amplios que vehiculaban un examen social, psicológico y espiritual para la generación del rocanrol.

A finales de los años setenta, sin embargo, en el último tramo de la administración laborista en Gran Bretaña, justo antes de que el gobierno conservador de Thatcher cuadruplicara las colas del paro, eran los punks quienes encarnaban el nihilismo, la furia y el desdén de una nueva generación de jóvenes, traicionada y abocada al desguace. Sin futuro, ni esperanza, el manifiesto original de los Who había sido desbaratado.

Todo esto puede sonar algo dramático, pero es la exposición de cómo fueron las cosas. Canciones como "My Generation" y "Won´t Get Fooloed Again" se convirtieron en himnos de una época determinada, pero hacia 1981 se había abierto una brecha entre los Who y la generación más joven. Yo debía aceptar que habíamos alcanzado el apogeo de nuestra popularidad en Woodstock, y por famosos y exitosos que siguiéramos siendo como grupo, nuestra capacidad para reinventarnos fue declinando gradualmente ya desde aquel momento en que Roger cantó "See me, feel me, touch me, heal me", el sol salió a nuestra espalda y mi guitarra aulló ante 500.000 personas con el pelo alborotado por el sueño.

¿Dónde estaba mi clientela ahora? Si hablamos de la generación con la que yo había crecido, puede que mis proyectos musicales en solitario le apelaran de modo más directo que los Who. De todos modos, yo también miraba más allá de la música y me implicaba por primera vez en causas radicales y en ayudar a la gente que lo estaba pasando mal. Quería ser más útil a la sociedad. También deseaba airear creativamente la vertiente literaria de mi imaginación. Quería escribir libros, ensayos y, si era necesario, polémicas."
Pete Townshend. "Who I Am. Memorias". Ed. Malpaso. págs: 378-379



Hay memorias y memorias, me refiero a libros de memorias. Por lo general es difícil encontrase con unas donde el autor no parezca que edulcora partes y se dedique a sacarle brillo (o a quitarle polvo) a su ego. Sin embargo, entre las muchas virtudes que tienen las de Pete Townshend, sí que está la de la absoluta sinceridad. No sólo recuerda, sino que se esfuerza en excavar, aunque con ello encuentre cosas que no le hagan quedar bien. No quiero hacer una crítica o comentario de un libro tan extenso y con tantas vivencias como éste; simplemente diré que si los Who han formado parte de tu vida, este libro es totalmente indispensable; si no ha sido así pero tienes curiosidad por un período histórico y una manifestación artística y social determinada como es la de Pete Townshend, este también es tu libro; y si simplemente quieres descubrir un mundo nuevo, ya estás haciendo tarde. Vale todo lo que cuesta y más (excelente y soberbia edición a cargo de la editorial Malpaso, de diez).

Respecto al fragmento que he copiado... No sólo me encantó y releí cuando llegué a él, sino que me ha dado para pensar en él días después de haberlo terminado. en lo particular, es obvio que el disco en solitario, "Empty Glass", resulte infinitamente mejor y más vivo que el simultáneo de los Who, "Face Dances". Pete estaba en otra, y habida cuenta de que nunca había sido un artista y un compositor casual, de hits puntuales, sino alguien profundamente comprometido consigo mismo y con su grupo, resulta paradógico escuchar las canciones de "Empty Glass" una vez leído este libro. Un disco, como digo, absolutamente maravilloso, el mejor de su carrera en solitario y uno de los mejores incluidas sus composiciones con los Who. Hasta la producción ochentera no chirría, y las composiciones son líricamente notables y musicalmente riquísimas. Normal que Roger y John se mosqueasen tanto con Pete, normal, pero entendible visto retrospectivamente, aunque eso supusiera la decandencia musical y primer fin de los Who. Un libro memorable, de verdad... En el epílogo del mismo, Pete comenta cómo tuvo que reducir las 1000 páginas que escribió a las 550 finales... Yo me hubiera leído con gusto las 1000, y me imagino lo que habría en ellas: palabras sobre la muerte de Ronnie Lane y más sobre su relación con él, más y más y más cosas sobre Roger, Keith y John... En fin...

De igual modo, en este bucle whodiano en el que me encuentro debido a la lectura de las memorias de Pete, he descubierto que tengo muchas imágenes relacionadas con los Who que tuvieron una importancia capital para mi vida, sobre todo cinco, las cuales, siempre que las he recordado a lo largo de los años, me han hecho vivir ciertas cosas muy vívidamente. 

UNO: Recuerdo volver a casa una madrugada, año 88 u 87, un viernes, con cierta euforia y cierto aburrimiento, y poner la televisión y aparecer en el canal sur la película "The kids are alright", y sin saber cómo (me sonaban los Who, "My Generation" estaba en alguna cinta recopilatoria) lanzarme al vhs y grabarla, movido por cierta necesidad de identificarme con algo que suponía grande.
No sé la de veces que habré visto esa película (doblada, con un doblaje muy muy bueno), y no sé cómo la habré podido disfrutar tanto: las canciones, las declaraciones de Pete, la obvia trascendentalidad de un grupo fuera de lo común... Creo que si me pongo, me la sé al dedillo...

DOS: El regalo que me hizo mi primo pequeño, Alberto, de una cinta (marca ACME, por dios, marca ACME, qué grande) con Quadrophenia que le había grabado un vecino al comentarle él que a su primo le gustaban los Who y le había hecho ver una película sobre ellos la última vez que estuvieron en el pueblo.
Esa cinta aún la tengo, la guardo y la amo con locura... Ese fue mi primer contacto serio con los Who más allá de los pildorazos obvios de su época mod.

TRES: Verano de 1994. Playa de San Juan. Estamos en una pequeña fiesta cuando ir a la playa con bebidas por la noche era admisible, cuando éramos cívicos y recogíamos, cuando la pandilla era pandilla, cuando el amor era tan fugaz como intenso, cuando todo parecía finito y sublime, cuando no había más que unos labios que besar y un cielo que escudriñar mientras la cabeza se llenaba de sueños imposibles. Un radiocasete plateado y enorme que alguien vuelve a poner después de que Germán y Jose hayan estado tocando canciones de los Kinks, Loquillo y los Beatles con las guitarras acústicas. A punto de cumplir los putos veinte años. Comienza a sonar la cinta que ha traído Jose, todo música de los sesenta y setenta; su padre tiene una buena colección de discos y él es un melómano empedernido... Alguien sube el volumen... Nos desnudamos y corremos a bañarnos... Como si huyésemos de algo o quisiéramos alcanzar algo sumamente vital... Al salir, comienza a sonar Baba O´Riley... Esa secuencia rítmica de sintetizador, esos tres acordes de piano, esa descacharrante entrada de Keith Moon que te pone en guardia... Miro a mis amigos... En ese momento sólo existen ellos... En dos días vuelvo al pueblo y hasta el año que viene no volveré a verles, sobre todo a ellas, sobre todo a alguna de ellas... De estratos sociales muy diferentes, durante quince días sólo somos chavales de vacaciones... Comprendo que a la vuelta me espera el trabajo en la lavandería y por las noches en el pub para poder seguir yendo a la facultad, ya que he perdido la beca y mi padre aún no está muy convencido de que estudiar filosofía valga para algo (y no, no valía)... Ese año sólo he podido ir una semana a la playa, y la he aprovechado bien... Comprendo que nunca estaré a salvo del fracaso, que el yermo adolescente dejará de ser adolescente pero seguirá siendo yermo, que a lo sumo podrá esconder un pequeño oasis tan pequeño como efímero, que no pertenezco a los elegidos ni a los que no tienen que preocuparse de los reveses, que la vida es una mierda pero que he de recordar ese momento... me digo, recuerda esto, recuérdalo... Cuando va a comenzar el gran final con el solo de violín, la busco entre la gente, me mira, me sonríe y camino hacia ella... La volvería a ver durante cinco veranos más. Veinte años después, me alegra saberla bien y feliz. 

CUATRO: Comprarme en la tienda Metralleta de Madrid, el disco Quadrophenia (edición vinilo, edición española, edición censurada -esos dibujitos a mano hechos por el censor, de lencería, tapando los desnudos de las fotos de mujeres de la habitación de Jimmy). Con el texto de Pete traducido gloriosamente... Por trescientas pesetas... 1990... Un vinilo que atronaría en mi habitación meses y meses y meses, cuando yo tímidamente empezaba a escribir y, a falta de una biblioteca medianamente decente (a falta de una biblioteca siquiera podría decir), comenzaba a escribir vergonzantes poemas inspirado por Pete y Jim.

CINCO: Pasamos de siglo. París, 2006. Un visita de cuatro días en las que eran mis primeras vacaciones remuneradas de mi vida, a casa de Cristina y Gaël. Tras volver de patear todo el día París sin rumbo, cansado y redimido, con la reedicion en cd de "The Who by numbers", Gaël está tocando la guitarra. Está solo. Cristina trabaja y cenaremos sin ella, sin nuestra intérprete y musa. Una botella de vino descorchada. Le enseño a Gaël el cd y sonríe; intenta decirme que quiere que veamos una cosa, pero que dura casi dos horas. El vídeo del concierto de la Isla de Wight de 1970. Conecta la televisión a los amplificadores de su glorioso equipo de música. BUM... Revelaciones he tenido algunas en mi vida, quizá menos de las que hubiera debido, pero esta puedo decir que la he tenido... El grupo más grande que sobre un escenario ha habido, la máquina perfecta, cuatro personalidades que encajaban a la perfección y cuya compenetración, energía y visión, creo, no ha tenido nadie más nunca, o al menos con esa magnificencia.

Cinco cajones de mi memoria que posiblemente me hayan marcado más de lo que yo mismo estoy dispuesto a admitir...

Leer las memorias de Pete ha hecho que sienta que no estaba equivocado, que mi vida, en este aspecto, no ha sido en balde.



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