sábado, 21 de junio de 2014

Blowin´ the blues away.

Los días que sueño que estoy en un sueño y que, en algún momento del sueño todo se para y me miro a mi mismo en el sueño y me digo “estás soñando y debes acordarte de esto cuando despiertes porque es importante”... tEsos días, o esas noches, pasan como un parpadeo, un destello de luz que ciega y deja en la retina su negativo, soñar cosas qe dan miedo, esa amenaza constante e ni en el sueño dejamos de sentir, o acaso sea en el sueño cuando más presente se hace.


Luego, al despertar, de lo único que me acuerdo es de que soñé que tenía que acordarme de algo pero no de qué tenía que acordarme. Recuerdo el miedo, la amenaza, pero ese sentimiento deja su poso y se amortigua al lavarme la cara con agua fría. Esos días son los días más extraños, o al menos esos son los días en los que me preocupo por cuadrar mi vida, por enderezarla, por recomponerla, como si diese por hecho que no lo estuviera, pues eso es algo de lo que pocas veces estoy seguro, y me atormenta el hecho de haber vivido en el sueño algo esencial y que el haberlo olvidado no me fuese a traer nada bueno; en fin, no lo sé, igual no tiene ningún sentido darle tanta importancia a un mísero sueño, aunque sueñe que escribo y haya señalado una frase y me haya dicho "recuérdala" antes de que volviera a sentir la presencia grumosa que me ha obligado a coger a un bebé en brazos y a salir corriendo, de nuevo, corriendo, huyendo.

Sensación extraña para encarar la noche más corta del año.

Estas últimas semanas he vuelto a la carretera, a moverme de pueblo para ir a trabajar, temprano (no todos los días, el contrato no es por un horario completo), pero sí que el regreso es siempre cuando el sol se pone, rojo dolor, pastoso, con una violencia condensada en un horizonte gigantesco, que cae como un titán mitológico, lento y moroso, soles como sumideros incandescentes, atardeceres en una tierra yerma entre la cual yo regreso a casa con las ventanillas bajadas, dejando que el viento golpee mi cara mientras canturreo melodías sincopadas de efectos demoledores para mi ánimo, demasiado acostumbrado a ir por ahí sin coraza.

El hecho de estar metido en el coche un par de horas al día ha hecho que intente a toda costa encontrar la compañía perfecta, la canción justa para atravesar esa estepa manchega desoladora. Durante dos semanas no he dado con nada. Soy, o somos, como antenas receptoras de vibraciones que no comprendemos, y muchas veces la música hace daño o calma, pero también hay otras veces en las que no sentimos nada escuchando cosas que antaño sí provocaron cosas; y la culpa no es de la música en sí, sino de nosotros; aprovecho las rectas para cambiar de disco, y salta la radio, radio3, e insulto a los comentaristas que me asaltan, y a veces pruebo entre disco y disco a ver qué ponen, y nunca siento nada (salvo algún regreso con Juan de Pablos, pequeño sátrapa candoroso que lleva casi toda la vida acompañándome). Y he probado con casi todo, pero no he tenido suerte.

Hasta ayer, cuando con esa sensación de fin inminente, me enteré de que había muerto Horace Silver. El llamado hard bop tuvo la capacidad de volverme loco, durante unos años sólo escuché eso. Sin embargo poco a poco todo lo que me gusta escuchar se fue abriendo paso y he llegado a una especie de entente cordial con todo eso que me gusta y vivo como los ciclos lunares, de fase en fase, pasando de una a otra con naturalidad. Sin embargo, desde que comencé a trabajar de nuevo (de bibliotecario; es la primera vez que lo escribo), la separación con el pequeño, el nuevo ritmo, los nuevos hábitos, los nuevos quehaceres, es como si  hubieran provocado en mí un fallo de sintonización y sin música, sin la música justa, sentía que no podía hacerme a esa nueva rutina. Poco a poco vuelven las sonrisas, las ganas de seguir con lo que me hace mirarme al espejo y no sentir rechazo, y escribir es ritmo y el ritmo es cadencia y la cadencia contiene la melodía si hay algo que contar. Y ha tenido que morir Horace Silver para que yo, mientras el sol a mi izquierda me ciega y acelero mi coche para llegar a casa, pensara de nuevo en todo esto, en contar, en encontrar el ritmo para contar lo que me gustaría contar, lo quiera quien lo quiera o no quiera nadie. Y sentir el poso de una lectura crucial ("Monasterio" de Eduardo Halfon), y cuando digo sentir el poso de una lectura, quiero decir ver salir por los poros palabras; y notar las dos historias que me llaman a mi espalda, tocando con cuidado mis hombros, y decidir plegarlas en simpar combate hasta convertirlas en libros, y ver cómo... sobre todo ver cómo... Y pensar en Horace mientras trabajo, y hacer memoria de la estantería que tengo en casa a ver si recuerdo dónde están los discos de ese pianista de sonrisa pícara y embaucadora, y colocar libros, y buscar otros, y rellenar fichas, y ordenar, ordenar, ordenar, dar las gracias, sonreír, y alegrarme de ver a gente que me recuerda (bien) como librero y explicar cómo he llegado hasta ahí (un examen hace dos años, que hice después de una entrevista para una funeraria y antes de otro examen para llevar un pequeño camión para limpiar grafitis y adecentar aceras), y el cual aprobé (no el del camión) quedándome en una bolsa que (gracias a Atenea se ha ido moviendo hasta tocarme), y colocar la fonoteca con curiosidad de entomólogo de prácticas y descubrir un disco de Horace Silver, y cogerlo como un tesoro, y no llorar porque no era el momento, y volver a casa y poner un disco y nada, otro y nada, y decirme, pon a Horace y deja a The Byrds para otro día, y BUM, y decir "por fin", y subir, subir, subir el volumen, y bajar las ventanillas y levantar el pie del acelerador, y descubrir que el terror de los sueños es invencible y que siempre estará ahí y que sólo a veces podremos vencerlo brevemente, y pensar en la sonrisa de Horace y también en la pequeña sonrisa que espera en casa, y cantar, y llorar porque ahora sí es el momento... es hora de sacarse los blues de dentro... Porque, como dice Juan Claudio Cifuentes, si la primera canción de Blowin´the blues away no te "quita el blues" es que no sabes lo que es "sentir el blues"...


http://www.latercera.com/noticia/cultura/2014/06/1453-583197-9-horace-silver-pianista-emblema-del-hard-bop-muere-a-los-85.shtml

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