La muñeca rusa, Ed. La Internazional Samizdat, 2012. Fragmentos pág 115-117
"¿Qué había de verdad en el libro de
Coppens sobre Milos?
¿Y en la biografía que entregó cuando vino becado a Almarga a hacer su escultura
aquel verano? De eso, todo es cierto.
¿Y lo del libro de Armand Coppens? Bueno, nunca estuvo en Londres. Tampoco
tiene hijos. Nunca estuvo casado, aunque tuvo un par de relaciones en la que se
sintió como si lo estuviera.
En
Paris recomenzó otra vez la historia de su vida.
Comenzar
de nuevo. Su vida, su historia, ¿qué significa eso?
Tal
vez signifique que se eligen unas cosas y se olvidan otras, que se ensalzan los
placeres y se olvida el dolor, los pasados y los presentes, pues de los futuros
sólo se puede esperar que sean como mínimo algo más benévolos que los que nos
definieron. Pero a Milos, una vez allí, en un París hermoso y hostil, le costó
llegar a ese punto, al menos un par de años. Por su vida pasaron varias mujeres
que no consiguieron hacer que él se mostrara libre y sosegado, y muchas veces
se descubrió teniendo aventuras suicidas con amantes que nada le reportaban
salvo la oportunidad de romperse en pedazos, encontrando así un motivo que
justificara su irremediable huida hacia delante. Acostumbrado a dar placer
hasta la extenuación o el aburrimiento, nunca encontró en el sexo ese lugar
donde muchos se recluyen o se reencuentran a sí mismos.
(...) Al
llegar a París pasó meses en un estado cercano a lo que podría ser el luto, en
una pensión barata, malviviendo y mendigando trabajos en el mercado, cargando
carne y apilando cajas de verdura, pensando en no pensar y deseando que llegara
la noche para poder caer rendido en esa fina cama de colchón acartonado. Poco a
poco las cosas fueron cambiando. Encontró trabajo en una ebanistería y en dos
meses pudo alquilarse un apartamento. Al
estar lejos de Irina y no poder verla, en lugar de evitar conocer a nadie, se
sintió abocado a mantener historias sin futuro, lo cual hizo que poco a poco
descubriera cómo era su amor por ella. A veces la recordaba y se quedaba
mirando al vacío pensando en el abismo de su cuerpo y sus palabras. La amaba
como si todo fuese nuevo, como si él fuese nuevo, como si la promesa de su
presencia y lo que ella provocaba le hiciese creer que él mismo era el sol y
únicamente tuviera que brillar para ella, Luna, tierra, mar que envolvía con
sus mareas su caos, su timidez, sus besos, sus inseguridades y sus certezas.
Entonces, ¿por qué no estaba allí, por qué no la había podido llevar a París
con él? Esa era una de las preguntas que con más insistencia se hacía, y
durante un tiempo la culpabilidad le agrió el carácter, pero con el paso del
tiempo Irina se convirtió en algo que se guarda en una vieja caja de galletas y
de vez en cuando se rescata para no olvidar lo que fuimos y lo que somos, pero
nada más. Así que pasó el tiempo y dejó que Paris le atrapara; la gente que
poco a poco iba conociendo le iba haciendo olvidar Praga, lentamente se fuese
sintiendo mejor, y poco a poco lo que iba consiguiendo le hizo descansar. A
menudo escribía cartas que enviaba a Bohumil a la dirección de éste en la calle
Na Hrazí, contándole sus rápidos progresos con el francés y cómo eran los
trabajos que iba teniendo, y de vez en cuando él recibía alguna de Bohumil,
pero al leerlas descubría que muchas de las suyas no le debían llegar. Luego
Milos cambió de casa y aunque sus cartas aumentaron de extensión y de
regularidad, hubo dos años que apenas recibió cartas de Bohumil. También
escribía a Pavel Sisak, pero éste siempre le contestó con misivas más frías y
escuetas. Milos siempre supo que no le perdonó que se fuera, y no podía
culparlo por sentirse así. Paulatinamente sus vínculos con Praga fueron
haciéndose cada vez más frágiles, hasta que, sin fallas ni sobresaltos, como
suceden las cosas a veces, todo quedó en el recuerdo, el presente pasó a ser lo
único que tenía bajo sus pies y se aferró a ello con todas sus fuerzas. El
hecho de conseguir la nacionalidad francesa en 1979 fue determinante. La solicitó
para poder optar a ser profesor de arte. Instigado por unos amigos que le
convencieron de que eso era lo mejor para él, y sin darle mucha importancia,
solicitó la nacionalidad francesa alegando un exilio político obligado. Más le
sorprendió que se la dieran tan rápido, pero optó por interpretar todo aquello
como una racha de inesperada suerte, suerte que culminó al aprobar un año
después la plaza de profesor en un pueblo cerca de Angouleme."
Foto de Olga B. C.: "Milos descansa frente al Pompidou" |
Sólo me quedan 11 ejemplares...
http://elcaimansincopado.blogspot.com.es/p/como-comprar-la-muneca-rusa.html
1 comentario:
Mañana te pediré que me envíes un ejemplar, para regalárselo a esa novia que nunca tendré. Así que supongo que Milos y su historia, formarán parte por duplicado de mi herencia. Alguien, se fijará entonces de que hay un libro duplicado y le picará entonces la curiosidad. O eso espero. Y así, el recuerdo de Juanmi Contreras, de Milos Meisner y el mio propio, pervivirán en la retina de alguien, posiblemente uno de mis sobrinos.
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