Se define Pastiche como: m. Plagio que consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista o de las de varios y combinarlos de forma que parezcan una creación original... (R.A.E.)
Bonham. The
Disregard of Timekeeping. O tal vez debería decir "circunloquios sobre tener un papá talentoso para hablar de un disco (para mí) mítico"...
Reconozcámoslo, debe ser jodido ser “hijo de”, si tu padre
ha sido famoso por algo, no lo vas tener fácil, no para ganarte la vida, desde
luego, pero sí para que te tomen en serio, sobre todo si decides seguir los pasos
de tu padre, y ya ni te cuento si tu padre en cuestión ha sido un monstruo en
lo suyo. En el rock hay dos categorías dentro de este grupo, los que rozan el
patetismo (y a menudo lo sobrepasan y se revuelcan por el fango como cerdetes
sin sentido del ridículo) y los que se comportan como esforzados currantes y al
cabo de años y años de pelear contra todo tipo de prejuicios, consiguen que su nombre sea
tenido en cuenta. Ni ser la hija del bajista de los Maiden, ni mucho menos el
hijo de que posiblemente sea el mayor genio de las seis cuerdas salido de la
gran Bretaña (con permiso de Jeff Beck y por mucho que Jimmy y la cabeza
pensante del rey carmesí me pirren) y te llames Jurgen Blackmore, te garantizan que te
tomen en serio.
Ejemplo paradigmático, The Beatles, más concretamente, John y
Ringo: mientras los hijos del genio de las gafas redondas, a pesar del dineral que
se dejaron en su día los capitostes de sus casas de discos para que nos los
tomásemos en serio, fueron pasto de mofa y arqueamiento de cejas en el mejor de
los casos, el hijo del pizpireto y marítimo batería (en este caso, Zakk Starkey) se ha
labrado una más que respetable carrera como batería, estando entre sus logros
haber sido el único batería que ha hecho que los Who sonasen como
lo hacían cuando estaba vivo Keith Moon, siendo hoy por hoy uno de los mejores
baterías de rock de las islas británicas; pero, eso sí, fama y ego, los
justitos, y adiós gracias, que el chico no sólo ha aprendido a aporrear a base
de bien, sino a saber que el destello de los focos es tan efímero como
venenoso. El ejemplo del hijo de Ringo (y esa es otra de las putadas,
asumir que, desde el cole hasta la tumba, vas a ser “el hijo de”) no es casual,
tal vez salvando a Jeff, hijo de Tim Buckley, en esto del rock (y Dweezil Zappa, aunque este hay que darle de comer aparte, y Jakob Dylan, ha estado a punto de pasar a este bando de los respetables, pero la resurrección de The Wallflowers con un disco inexplicable ha hecho que no sea así -aunque aprovecharé la ocasión para decir que el disco que vale del hijo de His Bobness es el primero, disco pantanoso y grumosamente etéreo, dueño de un espíritu y una colección de canciones dignas de ser recordadas-; y respecto a los hijos de Gregg Allmann y el bastardo Cliff Morrison, hablaremos otro día), los únicos que
se han convertido en respetables músicos han sido los que se han decidido por el artilugio
de los parches y los platos: El hijo de Tom Waits, el hijo de Javier Ruibal con Glazz, el hijo de
Ringo, alguno más que ahora mismo se me olvida, y el hijo de John
Bonham, que es de quien quiero hablar (¿y para esto todo este rollo?, pensará
alguno, ¿para hablar de Jason? y con razón). Sí. Jason me cae muy bien, como a Jimmy...
Jimmy siempre lo supo |
Desde Freud todos sabemos que debemos matar a nuestro padre (lo sabemos desde los griegos, pero desde Freud ha quedado más claro si cabe),
pero a Sigmund se le olvidó el detalle de que algunos padres tienen amigotes
muy puñeteros que, incluso muerto tu pater, simbólicamente o no (en este caso,
tristemente, no), se lo ponen a uno más difícil todavía. Digámoslo claramente, Jason no sólo ha tenido una carrera
digna de mención, sino que, el muy cabrón, hizo el disco que deberían haber
hecho Led Zeppelin de haber seguido su padre con vida. ¿Que en qué me baso? Si pones el
último disco del dirigible de plomo fue “In through the outdoor”, el cual
salvamos porque viene firmado por quien viene y porque tiene al menos dos
piezas majestuosas que hacen digerible un plato que difícil digestión (por
mucho que Jones sea un genio y él y Percy se empeñasen en salvar los trastos
frente a la piltrafa en la que se habían convertido los otros dos: John siendo definitivamente ese kamizake alcohólico hermano de Mister Hyde y
Jimmy un etéreo heroinómano más interesado en las nínfulas y el
ocultismo que en seguir haciendo estraperlo guitarrístico y parir el siguiente
riff definitivo) junto al primer disco del grupo de Jason Bonham, que se llamó “The disregard
of timekeeping”, la cosa se pone interesante. Sí, escuchar el último de Led Zepp y después el primero de Bonham es toda una experiencia.
Centrémonos: Jason ya no era el niño de cuatro años que salía tocando la batería en la película del grupo de su padre bajo la atenta mirada de éste, ni el que a principios de los ochenta, con 17 años, ya había firmado un disco como integrante de un grupo de eso que se llamó (y se llama) AOR, de nombre Airrace. Tampoco hay que olvidar que después se unió a (raro pero cierto) Virginia Wolf, con los que grabó dos discos y consiguió telonear a The Firm. Incluso tras eso, Page lo había fichado para varias canciones de su fallido pero entrañable “Outrider” y se lo había llevado de gira en la presentación de éste (deberían preguntarle a Jimmy, seguro que responde que él lo sabía desde el principio, pero había que dejar que Jason se diera cuenta solo). Por último, y supongo que con un Jason cargado de confianza y con el ego algo inflado (y mal aconsejado diría Robert), fue el que se puso la medalla de ser quien unió a los tres, provocando que lo más próximo a Led Zepp que podía existir ya quedase prefijado, haciendo que Page, Plant y Jones tocasen con él el día de su boda en 1989 (más de 20 años después, lo del London´s O2 Arena y el homenaje a Ahmet Ertegün fue una versión ya por fin mejorada y en toda regla de aquello).
Comenzaba todo esto con la definición de "pastiche" (Plagio que consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista o de las de varios y combinarlos de forma que parezcan una creación original). Dejando de lado que desde según qué prisma toda manifestación artística puede ser considerada pastiche (y concretamente el rock, que es de lo que va este post), me quedo con lo positivo de la definición, elementos de otros combinados para hacer algo nuevo. Estamos en 1989. Jason no sólo se casa, sino que ya hemos dicho que en el bodorrio consigue juntar al grupo de su padre y tocar con ellos, algo que sólo había pasado una vez desde la muerte de su progenitor. Además, ese mismo año sale el disco de su primera banda "seria", que lleva su nombre, publicado nada menos que en Epic y producido por Bob Ezrin (seguro que de este último detalle se le olvidó comentarlo en su boda con los otros tres). Este último dato para mí es importante, mucho, no sólo porque Ezrin es quien es (estuvo detrás de "Berlin" de Lou Reed, de las mejores obras de Kiss, de Alice Cooper, El Smile de The Jayhawks, coprodujo The wall de Pink Floyd, cosas que casi todo el mundo sabe, pero que yo tenía ganas de escribir aquí), sino porque Bob da su toque mágico al álbum y lo convierte en un joya que los ingleses llaman underrated, y que sí, que en cervantino es subestimada, pero en esto del rock, en inglés tiene un significado intrínseco de "elmundoestátontoperdidoal importarleunamierdaesto". 1989 fue también el año en el que Robert Plant piensa que más le tocaron las pelotas (y el ánimo), con todas esas bandas imitando su manera de cantar, algunas con cierta dignidad y otras no tanto (http://elcaimansincopado.blogspot.com.es/2011/12/diez-canciones-favoritas-zeppelinianas.html), sin embargo, lo de el hijo del que fuese su mejor amigo ya fue el acabose para el bueno de Percy... Entiendo el cabreo de Page y Plant con todas aquellas bandas, pero en el caso de Bonham (el grupo), siempre he visto algo más, y ese algo más se puede llamar envidia, pero no senso estricto, sino más bien envidia de esa que te da cuando un mocoso de mierda y sus colegas te dejan con un palmo de narices y tu sólo alcanzas a decir con cierta cara de lelo "pero what de fuck..., y yo dejándome los cuernos en componer algo así..."
Sí, Bonham sonaba a Zepp, sonaba mucho a Zepp, pero mucho mucho, sin embargo sonaba también a algo más... Y es ahí donde hay que colocar a Bob Ezrin y a Jason... Al primero dando el toque mágico a una visión legítima de un vástago enamorado perdidamente del legado de su padre, y el segundo queriendo ir un poco más allá y no hacer un simple y triste homenaje... Es decir, el disco, The disregard of Timekeeping, escuchado ahora, es totalmente más convencional y controlado que cualquiera del zepelín, que podrían ser bastante aventureros de vez en cuando, siendo esa loca exuberancia parte de su gloria, sin embargo, si se traza una linea discursiva lógica con los discos de Led Zeppelin, aquel disco del 89 del grupito del hijo de John Henry Bonham, era el que ellos, la banda madre, deberían haber hecho si John no la hubiera palmado. En él, Bonham-grupo toma el modelo de figura rítmica de guitarra/teclado majestuoso de las dos últimas obras del Zeppelin, y lo empaqueta en composiciones primorosas y elegantes que no son tan plagiarias como parecen. Daniel MacMaster canta como un rejuvenecido Plant, en un chillido de tenor familiar, pero sin el poso blues y con tendencia a poner el énfasis en estribillos más, digamos, pop (Holding on Forever, por ejemplo), vamos, como si a Robert le hubieran afeitado las pelotas y en vez de ojear el Hustler flipara con el pulcro Playboy, pero para el conjunto del disco suena de perlas; Ian Hatton repite patrones guitarreros archiconocidos, pero la limpieza y los toques más ambientales (estamos hablando de lo que estamos hablando) hace que suene distinto, y eso que Jimmy Page delimitó tan claramente su territorio que, si asumimos que la peste a meado de león es imposible de eliminar, entonces la cosa se vuelve más complicada a la hora de hablar de originalidad, pero uno no puede negar que Jimmy hubiera firmado de nuevo su pacto con el diablo por escribir algún que otro riff de este disco; John Smithson se calza las botas de John Paul Jones lo mejor que puede y arregla y llena huecos tanto con su bajo como con el teclado (y el violín, por eso de darle el toque personal) sabiendo que el peso rítmico, lo que más se va a oír en la mezcla final, no va a ser él, sino la batería de Jason, que, literalmente, se sale. El disco, además de buenas composiciones, ofrece kilos y kilos del legado rítmico de Bonham-padre, sólo que, y he aquí el gran detalle, lejos del sonido de su padre, familiar, difícil, leñoso, lleno de groove y hasta sexual. Bob Ezrin hace que Jason suene seco, sin eco... en una palabra, le hace renunciar al característico sonido de su padre (y al que los cientos de imitadores aspiraban) y consigue lo más difícil, y es que el resultado sea igual de sabroso. Porque Jason toca como su padre, igual, no en vano lleva toda la vida estudiando y queriendo tocar como él (y quién no querría tocar como uno de los cinco mejores baterías de la historia, eh...), pero Ezrin le da otro sonido y le convence de que él y su grupo no se queden en unos meros imitadores de Led Zepp. Consigue que, sonando "como" Zepp, vayan más allá. Pero...
Pero... Jason de llama Bonham de apellido, es joven, arrogante y tiene ganas de comerse el pastel al que muchos postores aspiran... y eso la compañía de discos lo sabe y, en consecuencia, lo explota... demasiado tal vez... haciendo que casi nadie se los tome en serio...
Empecemos por las pegas para llegar a las canciones: 1... El nombre del grupo... Es evidente que eso va a ser una piedra... una piedra que igual te ayuda a abrir puertas pero que la final va a acabar en tu zapato... Encima, si en la tipografía del nombre del grupo metes el símbolo característico de tu padre (los tres círculos) pero cambiándolo (los tres triángulos, que paradógicamente ha acabado siendo el símbolo de otro grupo, The Brew) la cosa no mola... 2... La portada... Lo que podía ser un guiño al último disco de Led Zepp, con esa foto ambientada en un bar que es todo un icono y una de las cumbres del cover-art rockero, tú dejas que la compañía la pase a los ochenta, creyendo que haces algo extremadamente cool, en el fondo lo que estás haciendo es un ejercicio estético vacío sin gracia (y eso que a mí me gusta la portada, llena de guiños e incluso entrañable)... y 3... La gran metedura de pata... Los responsables de prensa de tu multinacional te convencen de que lo mejor es que des rienda suelta a tu ego y te embriagues de un éxito que por derecho te mereces... Mal... Jason... Mal... Las consecuencias fueron las lógicas, una gira extenuante dio paso a un segundo disco flojo que, sin la producción de un sabio que guiara al grupo (Tony Platt no es Bob Ezrin) y con los egos desatados, acabó con los sueños de Jason... o sería mejor decir que acabó con la arrogancia de Jason, porque a la larga se ha visto que el hijo de Bonham es bueno, muy bueno y que él es un trabajador con una visión que nadie le va a quitar.... Y ahora vayamos a las canciones.... Dejando al lado lo que de producto de la época tiene este disco, The Disregard of Timekeeping comienza con una ambiental canción (introducción más bien) homónima, como de tormenta que se avecina, muy del gusto de Erzin, para, de golpe, arrancar con "Wait for you", zeppeliniana a más no poder (como todo el disco pero con un plus de algo que no se sabe definir, o yo no sé hacerlo, pero que está en todo el disco), mezcla de "Kashmir" e "In The Evening", con unos arreglos sutiles de cuerda y un desarrollo redondo que hacen que la mueca del principio en tu cara se torne gloriosa sonrisa cómplice. La siguiente, "Bringing me down", es más deudora de Zeppelin si cabe, con Daniel Macmaster aullando como un sosías de Plant sin complejos sobre un riff robado de las sesiones de LZII, pero la llegada del estribillo la convierte en una especie de poción mágica que da un pelotazo. "Guilty" es un juguete en manos de Jason, en donde se explaya a conciencia rindiendo tributo a su padre en una más que resultona canción. "Holding on Forever" es como lo que un ausente Page debería haber compuesto en ese último disco de Led Zeppelin... Sin embargo hay algo raro; cuando uno llega a este punto del disco hay algo que hace que no lo quites del reproductor considerándolos unos Led Clones (como diría Gary Moore), y eso es culpa de unos estribillos luminosos que remarcan todas las canciones... Que la cosa no es un mero pastiche lo demuestra definitivamente la siguiente canción, que cierra la cara A, y que es donde Ezrin mete mano a conciencia y les hace sonar como renovadores de un legado musical más que como unos epígonos rozando la parodia. "Dreams" comienza con otra introducción tan típica de Bob, casi cinematrográfica, con ruidos ambientales de pasos y puertas, y una línea de piano que se repetirá a lo largo del tema y que les da por derecho el toque personal, firmando una más que preciosa y perfectamente elaborada canción. La cara B se abre con otro despiporre típicamente Zeppliniano llamado "Don´t walk away", pero llegados a este punto tú ya miras al grupo con otros ojos... y disfrutas esperando otra muestra más de que la cosa va muy en serio. La espera es corta, pues la siguiente canción, "Playing to win", contiene unos teclados típicos de la época y unos breaks rítmicos que sacan a la canción de su aparente medianía. "Cross me and see" es otra de las grandes canciones de este disco, donde la raíz Zeppeliniana es sólo un trampolín para ese algo más que ya te tiene cautivado y que sabes que haría babear a Robert Plant si Bonham (grupo) no fuese tan arrogantemente apabullante y ladrón, y tú (Robert) no fueses tan quisquilloso. "Just another day" pone tan al día el sonido de "In trought the Outdoor" que parece muchísimo mejor de lo que es (y tal vez lo sea realmente). Y si la cara A terminaba a lo grande con "Dreams", la B no iba a ser menos, y "Room for Us All" pasa a ser otra joya que uno no se cansa de oír a pesar de que a veces te chirríe un poco el tono "épico santurrón" que tiene. Jason aquí, una vez más, dinamita la canción erigiéndose como un batería soberbio... Mira que Bob Ezrin ha producido discos, y muchos infinitamente mejores que este del que estamos hablando, pero el trabajo que hizo aquí, puliendo, arreglando y empujando a la banda a buscar y encontrar su personalidad cuando eso, en este caso y por el marchamo tan imponente del sonido de la banda referente, era prácticamente imposible...
Photo: Ross Halfin |
¿Ha quedado claro a qué me quiero dedicar el resto de mis días? http://www.youtube.com/watch?v=LJotq5YdoBI&feature=related http://www.youtube.com/watch?v=3UBw4PkTdJQ&feature=related |
1 comentario:
Joder, algo me decía que todas esas ganas de escuchar a LZ durante estos días no eran gratuitas. Tremendo post, sí señor, yo no sabía que el hijo tenía una banda, aunque no me extraña para nada eso que dices de que por unas partes el disco apesta a Zepp que te cagas. Trataré de darle una escucha, a ver que tal. Y para terminar, solo apuntar dos grandes verdades que te has marcado:
1.- ''ni mucho menos el hijo de que posiblemente sea el mayor genio de las seis cuerdas salido de la gran Bretaña (con permiso de Jeff Beck y por mucho que Jimmy y la cabeza pensante del rey carmesí me pirren) y te llames Jurgen Blackmore, te garantizan que te tomen en serio.'' Dios, una verdad como un templo. El man in black es así de grande. Y con esto no subestimo en lo más mínimo a un monstruo como Jimmy Page, pero Ritchie es una bestia.
2.- ''1989 fue también el año en el que Robert Plant cree que más le tocaron las pelotas y el ánimo, con todas esas bandas imitando su manera de cantar, algunas con cierta dignidad y otras no tanto'' Sí, sí! Es que a mí ese eco me pone nervioso, demasiado, como lo puede hacer lo último de mr. Cornell o que me pongan 'Dancing queen' en español. 'La reeeinaaaa del baileeeeeeeeeeeeeeee...' Lo puto peor! En fin, siempre he sido más de eso que llaman 'sleazy', mucho más sucio y con más talento hasta diría yo.
¡Saludos enormes!
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