sábado, 28 de agosto de 2010

Las vidas paralelas de Milos Meisner

Hace tiempo conocí accidentalmente en París a un checo que decía haber sido amigo de Bohumil Hrabal.
Yo acababa de llegar en tren, para pasar un par de semanas de vacaciones. El coche humeaba por una rueda cuando vi salir a aquel checo enorme por la puerta del copiloto como un Ulises recién levantado de la siesta y mi amiga Andrea, chilena a la fuerza en París, me presentó al “paracaidista”, que así llamaba ella a ese hombre que me dijo vivir "normalmente" en Inglaterra cuando le pregunté de dónde era, pues era evidente que francés no. Ahora me gano la vida fregando platos en un restaurante cerca del Louvre, pero realmente soy checo, me dijo riendo como si hubiese contado el mejor chiste del mundo o realmente trabajase en la cosa más divertida posible. Llegó desde Londres a París haciendo auto-stop, y admito que me sonó a broma cuando recordé el canal de la mancha, y pensé que lo de "paracaidista" quizá respondía a un chiste privado entre Andrea y Milos. Luego descubrí que no, que realmente Andrea le llamaba así porque literalmente Milos casí cayó encima de ella cuando él se tiró con un mantel enorme de cuadros rojos y blancos atado a los hombros desde un primer piso, en el bulevar de la entrada trasera del restaurante donde trabajaba, intentando ganar una ridícula apuesta a pesar de la nieve y de sus 55 años, y ella pasaba por allí de vuelta de la compra.

Antes de celador en el psiquiátrico de Praga, fui criador de patos - me dijo una semana después de conocerle, cerrando un libro sobre la cría de aves en una librería a la que le había acompañado para comprarle un regalo a Andrea.
Entonces -le costesté- luego fuiste aprendiz de fontanero.
-y me miró sorprendido- en Berlín, ¿cómo lo sabes?
No lo sabía, me acordé de Henry Roth, el escritor, que fue esas tres cosas, por eso lo dije.
¿Tienen libros de Henry Roth?- le preguntó a voces a la chica de la librería que aburrida nos miraba como miran los niños a los hipopótamos del zoo.
Sí, creo que tenemos algo, delante de los de Joseph, en aquella estantería...

Realmente nunca llegué a saber cuántos trabajos decía haber tenido realmente Milos, traductor de ruso, mecánico, reparador y vendedor de coches viejos, lavaplatos, viajero, vividor, infiel, celador de un psiquiátrico, leal a sus principios, pobre, aprendiz de fontanero, independiente, poeta, ilustrador de cuentos infantiles, insobornable, mujeriego, incoherente, bebedor, pantagruélico, humilde, lector compulsivo de Bulgakov y Gogol, técnico de sonido del grupo The Plastic People of the Universe, visionario, criador de patos, paracaidista...

Abandonó a Andrea a los tres meses de conocerla sin despedirse, y por una postal que me envió a mí a Madrid, supe que había vuelto a Londres con su mujer y sus dos hijos, diciendo que el más pequeño acababa de nacer. Pasaporte inglés, carnet de conducir alemán, alma checa y con un pie perpetuamente anclado en la locura o en el voluntarismo más irresponsable. Para Andrea creo que ni siquiera es un recuerdo ya, o al menos nunca hablamos de él, aunque a veces me mira como diciendo "maldito y precioso checo loco"... Que tras dos años aún me sorprenda recibir regularmente cartas de ese hombre, al que apenas conocí un par de meses, como si nos conocíesemos desde el colegio, no significa que no me alegre saber de él y que, de alguna manera, hasta yo lo eche de menos.

2 comentarios:

Anonymous dijo...

jeje....sabía que no me gustaban las despedidas...:D
A

Anonymous dijo...

Jejejejejeje...

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