Podría enumerar la cantidad de artistas que doy por finados e intercambiados por farsantes sin talento (versión pop del Hombre Enmascarado, que por cierto me alucinaba de muy pequeño, y que en el fondo es lo que van a acabar haciendo Simons y Stanley), pero nombraré dos o tres más "conocidos", así me guardo mis filias y fobias privadas.

Por ejemplo, y sin rodeos: Joaquin Sabina está muerto, se suicidó una semana antes de que su discográfica editase “El hombre del traje gris”; y como ya existía el precedente de Macca, buscarle un doble que malograse todo de manera inversamente proporcional a conforme se iban abultando varias cuentas corrientes fue fácil. Lenny Kravitz también está muerto; de su deceso no creo tener que convencer a nadie (es imposible, pero literalmente imposible, que el Lenny que escribió “Mister Cab driver” sea el mismo que… bueno el mismo que haga lo que sea que hace ahora) aunque acerca de cuándo pudo ocurrir éste varía dependiendo de a quién le preguntes. Yo creo que murió por combustión espontánea debido a una sobredosis de ego, cuya mezcla con el abuso indiscriminado de robos indecentes al legado musical de otros, fue letal y el pobre cuerpo de Lenny no pudo más al bajarse del escenario del estadio de Dakota el 9 de noviembre de 1993, justo cuando su manager le comunicó que “Are you gonna go my way” era disco de oro; fue escuchar eso, y ponerse a arder...
Esos no son los
ejemplos más significativos, pero son de los que me primero me salen siempre. Evidentemente,
los tentáculos de esta teoría conspiratoria se ramifican enormemente, y depende
del día, me lo creo más o no. A veces elaboro listas, rankings privados donde
inserto a los que creo que son los fiambres más rentables del rock (o de la
literatura); curiosamente, del lado patrio me salen muchos más.

Como digo, en el
rock patrio (o en lo que ha sido la historia de la industria musical en España)
hay casos a patadas, aunque también es cierto que no todo aquel que ha tirado
su carrera por la borda vendiéndose al vil parné sea porque ha muerto y un
doble le ha suplantado (aunque en mi cabeza siempre es así). A veces no estoy
seguro de si el Joan Manuel Serrat es un doble del desaparecido original (en su caso, no sólo es sospechosa su impertinente insistencia
en juntarse con el doble de Sabina, sino también engendros firmados con el
director musical que se hace llamar Kitflus) y entra dentro de esta ilustre lista,
aunque a veces tiendo a inclinarme positivamente. Sin embargo, un ejemplo que no admite dudas es el de Camilo Sesto.
Muchas veces, mirando la estantería de los discos, me pregunto si realmente Andrés Calamaro murió de sobredosis o tal vez fue asesinado por un demente dispuesto a hacer justicia poética; pero en su caso habría que decir que el doble ha intentado mantener el ritmo de Andrés, no sólo en lo que a cansinez y aburrimiento se refiere, sino a perlitas condensadas en buenas canciones; por mi parte no sabría decir ninguna, ya que tras hacerme el machote y escucharme los 5 cds del “El salmón” seguidos en orden, me pasó lo que Obelix y la poción mágica, que no puedo tomarla, y ahora, lamentablemente, es oír la voz de Calamaro (o de su doble) y no sentir nada…. Nada… También existen ejemplos gloriosamente surrealistas de músicos a los que sus compañías quisieron asesinar y no pudieron, por lo que en venganza sacaron a los dobles que tenían preparados (es decir, les anularon sus citas con el cirujano plástico) y les editaron discos que hicieron que aquellos abandonaran sus carreras. El ejemplo más claro es el de Lichis, jefe y genio deLa Cabra Mecánica (me parto el
pecho –otra vez- con quien haga falta para defenderle) y que tras editar “Hotel
Lichis” y sobrevivir al enésimo intento de asesinato por parte de su compañía
en vista de su renuncia a cortarse los huevos y vender su alma al diablo, nadie
sabe dónde anda, avergonzado sin duda por haber creado un subproducto no ya
sonrojante sino directamente de suicidio en masa llamado Melendi (la culpa de
todo la tiene la canción llamada “La lista de la compra”, agujero negro que en
vez de fagocitar todo siendo un epítome glorioso de la rumba catalana, expulsa
mierda a mansalva sin pudor una y otra vez).
Muchas veces, mirando la estantería de los discos, me pregunto si realmente Andrés Calamaro murió de sobredosis o tal vez fue asesinado por un demente dispuesto a hacer justicia poética; pero en su caso habría que decir que el doble ha intentado mantener el ritmo de Andrés, no sólo en lo que a cansinez y aburrimiento se refiere, sino a perlitas condensadas en buenas canciones; por mi parte no sabría decir ninguna, ya que tras hacerme el machote y escucharme los 5 cds del “El salmón” seguidos en orden, me pasó lo que Obelix y la poción mágica, que no puedo tomarla, y ahora, lamentablemente, es oír la voz de Calamaro (o de su doble) y no sentir nada…. Nada… También existen ejemplos gloriosamente surrealistas de músicos a los que sus compañías quisieron asesinar y no pudieron, por lo que en venganza sacaron a los dobles que tenían preparados (es decir, les anularon sus citas con el cirujano plástico) y les editaron discos que hicieron que aquellos abandonaran sus carreras. El ejemplo más claro es el de Lichis, jefe y genio de
En cuanto al
mundo anglosajón (y una vez liberados de la pecaminosa atracción a ver doble de
muertos más o menos gloriosos en el mundo patrio), la lista también es jugosa,
aunque quizá no tan larga como se podría intuir. Aquí ya influye muy mucho mi
nivel de aburrimiento, y hasta dónde quiera uno ver manos negras exprimiendo
talentos ad infinitum. Sería fácil que yo sacase a colación a Elton John diciendo que realmente está muerto,
sobre todo a raíz de la prueba irrefutable de “Nikita”, los implantes y la tenaz acumulación de grasa en el abdomen que no se quema ni con diez efebos entrempados (es lo que tiene embadurnarlos de miel) pero no, Sir Elton está
muy vivo, e incluso intenta recuperar credibilidad (“Madman across the Water”
es grande, brothers and sisters, muy grande) lo cual resulta sumamente
siniestro por su parte porque es una persona que resulta bastante repulsiva (da coseja, admitámoslo) pero conoce tan bien los resortes emocionales de esto de rock hecho con un piano que descoloca, la verdad. Sé que el cupo de casos evidentes lo copa el
citado Kravitz, y es que ya lo dije antes, alguien que ha retozado con Lisa
Bonet no puede ser la misma persona que ahora hace videos como “Again”, “California”
o el directamente causa de suicidio procesal “Where are we running” (lleno todo él de
guiños al Lenny real que murió y al cual le faltan toneladas de ironía y humor
para llegar a ser un video musical soportable, pensando uno mientras lo ve que sería menos doloroso estar
asistiendo a semejante espectáculo si así fuese). De todos modos, no sé por qué
me centro en el pobre doble de Kravitz si hace eones que no lo escucho (quizá
porque sus dos primeros discos acabaron rallados en mi equipo de tanto oírlos… y verle ahora, duele...).
No todo son artistas a los que he dejado de prestar atención, estoy seguro que lo
de Luis Miguel también es un doble (aunque en su caso el original Luismi está vivo, gordo y calvo en su mansión de Valparaíso, y tiene a ese doble (que yo creo que es un robot biónico) suplantándole; lo de Steven Tyler no, lamentablemente no está muerto (con lo que se ha llegado a meter ese hombre, por dios) eso es así, cagada tras cagada, al igual que lo de Brian May, que ya me
gustaría a mí que fuesen ejemplos obvios de explicar con un deceso involuntario y un doble
sacado de la manga, pero no, la decadencia es así.
Lo que comenzó siendo un salvoconducto hacia la salvaguarda de una supuesta integridad artística, queriendo justificar una banalización con una muerte (a quién quiero engañar, al único que quiero justificar es a mí mismo), ha acabado convirtiéndose en un juego privado al que me lanzo retozón de vez en cuando. Existe la versión sencilla y la elaborada. La sencilla consiste en decir nombres y responder “paul is dead” o “maldito parné”, algo así como el “truco o trato”, y la larga consiste en ver dónde, cómo, cuándo y porqué…
Lo que comenzó siendo un salvoconducto hacia la salvaguarda de una supuesta integridad artística, queriendo justificar una banalización con una muerte (a quién quiero engañar, al único que quiero justificar es a mí mismo), ha acabado convirtiéndose en un juego privado al que me lanzo retozón de vez en cuando. Existe la versión sencilla y la elaborada. La sencilla consiste en decir nombres y responder “paul is dead” o “maldito parné”, algo así como el “truco o trato”, y la larga consiste en ver dónde, cómo, cuándo y porqué…
Claro que está
todo esto, y luego está lo del pobre Terence Trent DÁrby…
Y ahora, el
documental más delirantemente adictivo, naif, lisérgico y divertido del mundo….
Hay que ser un genio y un cachondo para hacer algo así… (aconsejo verlo antes de que lo borren; es la tercera vez que lo retiran... ¿Paul?)