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viernes, 10 de enero de 2014

Andrés Sorel sobre un libro llamado "Cardiopatías"

Estoy pendiente de una intervención quirúrgica y, la verdad, no me veo con ganas de encontrar qué escribir aquí; pasan muchas cosas y a la vez ninguna... como siempre, todo será cuestión de tiempo... Se amontonan los escritos empezados y no acabados, se apelotonan los quehaceres y los días se acumulan como mantras aburridos que sólo consiguen ser silenciados con canciones y pensamientos grabados en los troncos de los árboles del parque, ese al que ya no voy porque hace mucho frío y mi ropa de abrigo está vieja y desgastada.... Me muevo poco para mover "Cardiopatías", no hay librerías que quieran depósitos de libros autoeditados, y mi agenda de contactos es tan corta como la de inspector Clouseau. A veces sí pasa algo, y la aparente levedad de lo que sucede parece casi un cataclismo en determinados momentos. Andrés Sorel me escribe para decirme que ha leído los relatos de "Cardiopatías" durante su estancia en Sesimbra, y me dice que ha escrito algo que ha colgado en la página web de la Asociación Colegial de Escritores de España, que me lo manda también a mí y que espera que nos veamos pronto y que busque un lugar para presentar el libro en Madrid...
Esto es lo que ha escrito... Si alguien lo quiere, sólo tiene que pedirlo



CARDIOPATÍAS. Juan Miguel Contreras

 Arritmias.
Otra vez un lugar de la Mancha. Pero nos encontramos en la segunda mitad del siglo XX. Y entre jóvenes y adolescentes. En el tiempo de la memoria de quién ya sabe que el camino de la vida, que surgió de la nada, desemboca en la muerte, que es la nada a la que se regresa. En el exilio interior, donde la soledad, el tedio y la nula vida cultural, abren grietas al desánimo y la apatía que se combaten mediante el alcohol, las escasas palabras que luego no se recuerdan, y los juegos, en los que el sexo ocupa un lugar privilegiado. Con exiliados que nunca se sienten exiliados dado que conforman la población sumisa, embrutecida, propia de una España que no termina de soltar las cadenas del oscurantismo, del peso embrutecedor que sobre ella impone la religión, de la ignorancia y la falta de utopías liberadoras. Ellos, en sus gestos, actitudes y pensamientos configuran la minoría  ajena, repudiada. Uno es el narrador, que pasea su mirada sobre los tipos humanos que acompañaron su crecer a la vida, su desarraigo del medio en el que la literatura va a jugar su papel determinante.
¿Realmente existió un tipo tan original como el que cobra vida en el arranque de la narración, la arritmia con la que el corazón se pone en marcha para conocer el alcance de su dolencia, y no digamos si es física, humana o existencial, que puede abarcarlas a todas? No intentaremos averiguarlo: porque sea inventado o reinventado, es, fundamentalmente, literatura, y esto, en tiempos de enfermedad tal vez sin operación posible de la propia literatura, es lo que nos importa y seduce.
La tierra de Almería, un desierto propio más que para ambiente de películas, para que en él se pierdan almas vagabundas, expatriadas de si mismas y de países y gentes con las que prefieren no convivir, es el segundo camino- las venas son los caminos del corazón y las rutas de la memoria los relatos confortantes de la literatura- por el que se interna la arritmia que antecede a la hipertrofia.
Un relato bello, amargo y triste como la existencia de quienes tienen necesidad de amar y no son capaces de entregarse a  sus sueños: leyes de la herencia, convencionalismos sociales, la impotencia o la enfermedad de quienes saben que resulta imposible abandonar la soledad. Porque nada existe peor que un vencido que acepta el ¡ay de los vencidos! De la propia existencia. De ahí el progreso, sin cura posible, de las arritmias.
    Hipertrofia.
La presencia de la muerte no es, en ocasiones, más que la continuidad de determinadas vidas. El cojo Lucas es un personaje que en su simplicidad lo expresa con profunda filosofía. ¿En que se diferencian o en que consisten la razón y la locura? ¿No es la vida acaso un absurdo corredor de la muerte? Y en el abismo del morir, saber que uno desaparece sin conocer si existe o no existe Dios y que de existir no se le podrá maldecir lo suficiente por todos los males que viene causando a la humanidad.
La verosimilitud de los personajes tiene que ver mucho con el ritmo de la narración, con la exactitud y el rigor del lenguaje y aquí el escritor se mueve sabiamente como hábil discípulo y continuador de los narradores que hicieron de los relatos el otro género –con la poesía- certero y difícil de la literatura.
Calcificación
La existencia, a través de la literatura. O cómo se vence la enfermedad del cuerpo –casual y provocada por virus tan pesados como inoportunos-. Las cloacas del organismo enrevesado y –perfecto para unos, inexplicable para quienes no aceptan el absurdo del dolor- de la civilización abiertas e intervenidas por cirujanos del pensamiento y la palabra para exponer las miserias del ser humano. En la lectura del mal que asola el espíritu, es decir, el causado por los represores a los diferentes, el estrechamiento de las fronteras entre los criminales y los sensibles, abordados ahora en la estela de un libro maravilloso El maestro y Margarita y un escritor perseguido, Bulgakov, por el estalinismo nocivo, una de las grandes catástrofes de la civilización en el siglo XX, coetánea de la mayor que nunca haya existido, la impulsada desde Alemania por el poder nazi. Sería, al hilo de esta reflexión, bueno reflexionar sobre la desmitificación del concepto pueblo, o de las masas, bajo sistemas políticos y aparentemente antagónicos y que condujeron a crímenes, genocidios y esclavitud para desembocar en regímenes burocráticos, explotadores y corruptos como los que hoy ostentan el poder en esas naciones.
El corazón, de derrota en derrota, hasta la derrota final.
Mordaza de bruma es al tiempo un homenaje al Ensayo sobre la ceguera de Saramago. Y así entramos en la fase de la
Insuficiencia. Imposible Penélope.
Cuelgamuros. Nuestro pequeño campo de exterminio. Vencidos. Fantasmas. Sobrevivientes. Trabajar, dormir, morir. Despedazados como las piedras que hendían con sus picos, entre las que habitaban en peores condiciones que los animales de las regiones más inhóspitas. El franquismo. La memoria. Otro ayer que no existió. Otra vuelta de tuerca a la existencia del mal, para que así pueda perpetuarse bajo nuevas formas, en las mismas u otras latitudes. Y a la mayor gloria de la Iglesia que conforma  el Dios más cruel y sanguinario inventado por los hombres, que rige quienes se denominan católicos.
“Mi vida no vale nada… tiendo a pensar que fue el mundo el que se fue a la mierda”. Como pensaron algunos sobrevivientes de Auschwitz.
No es el corazón enfermo, son la Humanidad y la civilización quienes en el siglo XX iniciaron el camino hacia la muerte y este libro de relatos homenajea a un puñado de seres humanos para convertirse en la música que nos dice que todavía existe la vida. En los mundos por los que navega el autor, en la absoluta soledad, silencio del espacio –recordemos su gran novela La muñeca rusa –otros hablaron del silencio de Dios, es donde encontramos la angustia y desazón que crean el pensamiento.
“Ella fue la que me hizo descubrir de nuevo mis sueños, la que me hizo volver a verme a mi mismo dentro de mis sueños. Eso fue lo que me mantuvo vivo en esa maldita sierra, donde una manada de desheredados y enterrados en vida escarbábamos la montaña, olvidados del mundo”.
Cuelgamuros. El vagabundo de las estrellas, de Jack London. Palabras. Literatura de un auténtico creador, narrador. Lógico que entre, como les pasó a muchos escritores bajo el régimen censorial soviético, en la semiclandestinidad. Entonces era por el nefasto autoritarismo estaliniano. Ahora es el nocivo y salvaje, explotador neocapitalismo y un mercado que impone la censura económica como arma tan nefasta como la política. Afortunadamente aquellos que todavía son capaces de leer y pensar acabarán encontrando  obras como la de Juan Miguel Contreras.

                                    

viernes, 13 de diciembre de 2013

Algunos carteros llevan un libro llamado "Cardiopatías" en su carrito...

Dentro de un rato iré a preparar la cama para la noche. El pequeño se durmió hace poco, anda fastidiado con los colmillos y las muelas. La hermana no; los jueves está cansada de la semana y no necesita ni cuento. Debería haber aprovechado mejor desde que el pequeño se durmió, pero me quedé mirando un cuadro, sentado en la mesa frente al ordenador, un cuadro de un acantilado, y no me dí ni cuenta de que pasaba el tiempo y daban las doce. El pequeño se ha removido y ha sido cuando he pensado que dentro de un rato iré a preparar la cama para la noche. Pondré la barandilla y los cojines para pasar al pequeño a mi cama cuando se despierte, molesto y desconsolado y se acurruque en mi regazo cuando se rinda al cansancio, después de un buen rato de buscar la postura y molerme un poco a patadas. Los días que su mamá trabaja de turno de noche en el hospital son así. La extraña, como yo, supongo. Antes aprovechaba esos turnos de noche para escribir cuando los niños se dormían; ahora reconozco que me cuesta, yo también llego cansado a la noche y, aunque hago propósito de enmienda, no hay manera, y eso que hasta he pensado en varias cosas sobre las que tengo ganas de escribir. Otro día, imagino. 
(...)


Acabo de hacer unas fotos al libro nuevo. Hoy algunos de los mecenas que me ayudaron en Verkami han recibido su libro y han puesto fotos en facebook. Me ha hecho mucha ilusión, por qué no decirlo, soy bastante fácil en ese sentido. Entre mañana y el lunes, deberían llegar el resto de envíos. Ayer, cuando fuí a la oficina de correos, el hombre de la ventanilla (que era el mismo que me había atendido el día anterior) me compró un libro. El primer día que aparecí con el montón de paquetes, me preguntó curioso y le dije lo que eran. Me imaginó más importante de lo que soy y al día siguiente se armó de valor y me preguntó cómo se llamaba el libro y dónde podía comprarlo. En la mochila llevaba varios para dejarlos en la librería Imagina, así que saqué uno y se lo vendí. Hoy, Nikochan, Anna y Pax han puesto una foto con el envío. Charo me ha avisado por mensaje y, como la mejor librera del mundo que es, me ha dicho que "Cardiopatías" estará en la librería Pasajes si yo quiero. "Si yo quiero...", ja, para no querer... 
(...)
Preparada la barandilla...
(...)
Me prodigo poco por aquí. Sólo leo en las esperas de las consultas del médico, y no mucho, últimamente tengo suerte y no me hacen esperar. Sigo leyendo, entre otros, "Los frutos amargos del jardín de las delicias", la biografía de Hrabal escrita por Zgustová. Más que una biografía de "datos" es una biografía de "sensaciones". Más que contar qué pasó o quién hizo qué, Zgustová pone todo su énfasis en hacerte sentir lo que Bohumil sentía en cada momento determinado de su vida. Cargada de información debido a sus larguísimas conversaciones y acceso completo a todos sus papeles, en vez de centrarse en dar cuenta de sucesos, exprime al máximo su ingente información y se centra en sentimientos y sensaciones. Esto, o este libro, del cuál ya he hablado en varias ocasiones, lo saco de nuevo a colación por varias páginas que he leído estos días, las cuales, curiosamente, si es que existe ese tipo de casualidad, trataban sobre la enfermedad, sobre leer ciertas cosas en determinados momentos y no en otros, sobre la obsesión de Bohumil por comprenderse y purgar sus errores, su forma de ser algo desordenada, su visión del pasado, del presente y del futuro desde la lectura de Lao Tse, más concretamente desde "su" lectura, la de un checo absolutamente genial y surrealísticamente pantagruélico que se sabía de memoria todo lo que había en su lengua editado del filósofo chino. Y eso lo leía yo, sentado esperando ser llamado a las pertinentes pruebas que no auguran nada nuevo ni nada bueno (no dramaticemos, algo lógico habida cuenta de mi historial, pero totalmente llevadero, espero). Y me hacía gracia, sobre todo cuando un libro llamado "Cardiopatías" estaba a punto de salir y yo estaba sentado delante de una puerta con un cartelito que ponía "Ergometría-Holter". 

Alguien podría pensar que es tramposo que yo achaque a la casualidad el título de un libro, "Cardiopatías", con una patología similar cuando he sido yo el que he puesto precisamente ese título, y es posible que tenga razón, pero diré que ese título lleva puesto 6 años y no había motivo para cambiarlo. Lo que me parecía más curioso era el hecho de que uno de los cuentos, "La pena de Desamparado", trata sobre alguien que enferma de gastroenteritis mientras lee un libro y, tal vez por la fiebre, tal vez por el dolor, piensa que cuando acabe ese libro, mejorará, así que a pesar de todo, intenta purgar su enfermedad sin dejar de leer. El cuento lo escribí en el año 2000, y he de decir que el libro "maldito" es "El maestro y Margarita". Estos meses me he acordado mucho de ese cuento, no por el hecho de tener que corregirlo y corregirlo, sino porque desde que comencé con la edición y maquetación de "Cardiopatías" me he encontrado peor, más de lo deseable, y reconozco que alguna que otra vez he llegado a creer ingenuamente que todo se estabilizaría cuando saliera por fin el libro... Cosas de Bulgakov, de Popota y de Voland... Y, bueno, el libro ha salido y tampoco es que me haya puesto a dar sanísimos saltos de alegría imbuido de una vitalidad cuasi sobrenatural, pero sí es cierto que en alguna cosa ha mejorado la situación, así que... Se supone que ahora, como proyección ectoplásmica de una editorial fantasma, he de currarme eso de darle difusión... ¿quieres un libro de cuentos agradable al tacto y escrito con tesón -de momento no tengo referencias que refrenden otro tipo de adjetivos-? Tengo churumbeles que alimentar... Todo está en el aire, ni siquiera está sujeto con pinzas, pero yo sigo empeñado en intentarlo, no sé hacer otra cosa. Aún no tengo noticias con peso de la aventura trasatlántica de "La muñeca rusa", por lo que me resisto a comentar algo. Respecto a otras puertas llamadas, doy por perdida la fe en que contesten positivamente. Acepto moverme en los huecos que yo mismo puedo crearme. Me he prometido no dudar más de publicar yo mismo lo que doy por decente ni de justificarme ante nadie por la decisión de llamar a mi editorial "La Internazional Samizdat" y sacar y vender la literatura de la que soy capaz. Recuerdo a Sergei Dovlatov y otros tantos, y también leo la lista de los más vendidos y veo a la mujer que se hizo famosa por follarse a un torero, y pienso que es obsceno todo, todo el mundo editorial, todo, incluso yo mismo, así que...

Me reclama el calor pequeñito, el dormir rumoso, al final le robo horas al sueño a sabiendas que tendré que pagar el peaje; una mano izquierda, extremadamente suave, que cabe dentro de la mía, tantea el aire buscándome mientras la derecha agarra con fuerza un peluche del monstruo de las galletas. Dormir a saltos, pensar en duermevela por la idoneidad de contar este tipo de cosas, lamentarme un poco y preguntarme si este juego de desvelos y camuflaje de mí mismo como personaje y narrador es a su vez otro juego más, aunque esta vez de ocultación, o quizá por el contrario todo esto es sólo una burda forma de intentar escribir a corazón abierto...

jueves, 14 de noviembre de 2013

Cardiopatías, un libro de relatos


Muchas veces hay dos maneras de ver las cosas, e incluso “dos” se puede antojar poco si uno se pone a discurrir a gusto, pero de momento nos quedaremos con dos. Lejos de intentar meterme en disgresiones sobre la nueva manera (o no tan nueva) de poder hacer cosas en torno a la literatura que ofrece la web, intentaré escribir a vuela pluma un par de tonterías, sobre todo ahora que el proyecto que lancé en Verkami para poder editar y publicar “Cardiopatías” ha terminado. Como sabéis de sobra los que de vez en cuando os dejáis caer por aquí, me lancé a la autopublicación hará cosa de año y medio, y salió a la luz una novela llamada “La muñeca rusa” bajo mi nombre que, en círculos muy reducidos (reducidísimos) ha sido bien acogida. Visto el resultado y sopesando las cartas y comentarios que me llegaron al respecto, decidí que podía volver a hacerlo y publicar otro libro, esta vez un conjunto de relatos. La historia de “Cardiopatías” es similar a la de “La muñeca rusa” en cuanto a rechazos editoriales se refiere, sólo que anterior, pues son 9 relatos escritos y salvados de la papelera entre 1998 y 2006. La diferencia estriba en un detalle, una anécdota, que hizo que los abandonara (yo creía que para siempre). En mayo de 2006 recibí la llamada de un editor (me guardaré el nombre) de una editorial que yo siempre he admirado, por su fondo y por su manera de editar, y me llamaba para decirme que “Cardiopatías” le había gustado mucho. Cuando yo empezaba a pensar que por fin había encontrado editor (y menudo editor), éste comenzó a hablarme de algo que yo ya sabía, que no me conocía nadie, que no era nadie y que nada me avalaba si él, al final, decidía editarme (es decir, que tenía sus reticencias a jugarse su dinero). De repente me dijo que había un premio, de una diputación (que también me guardaré) en el cuál él estaba como jurado y cuyos premiados editaba su editorial. Me dijo que dejara ese título (que no le convencía mucho) pero que lo enviase a ese premio, aunque debía darme prisa porque el plazo expiraba pronto, no sabía cuándo, pero pronto. Él haría el resto (y su dinero estaría a salvo y no tendría reparos en jugarse el de otros, público además, pensé yo). No me aseguraba el premio, pero prometía hacer todo lo que estuviera en su mano. Y colgó.

Yo me quedé un poco (bastante) descolocado. Años buscando editor y recibiendo cartas de rechazo y de golpe me sucedía “esto”… Y, claro, comencé a pensar en cosas éticas, morales o de sinsentido común que, torpe de mí, tal vez debería haber desechado de un plumazo de mi cabeza. Me dije que lo meditaría con la almohada y al día siguiente haría lo que creyera conveniente. Escribir esto, siete años después, puede dar a entender que mi moral se impuso férrea y que no vendí mi culo (una venta insignificante de un culo más insignificante), pero no fue así… La realidad siempre resulta más patética…

Al día siguiente me dije que a la mierda la ética y la moral, que yo enviaba ese libro y qué si el concurso estaba amañado… Encendí el ordenador, busqué las bases del premio dispuesto a copiar la dirección y enviar el manuscrito cuando, oh mísero de mí, vi que el plazo había acabado el día anterior, cuando me llamó el editor....
Mi cara supongo que lo diría todo…

Decidí tomarme eso como una señal y guardé el manuscrito en un cajón…
Estuve varios meses recibiendo cartas de rechazo, y cada misiva era como un clavo en el cajón donde yo ya daba por perdidos esos cuentos…


Pero llegó Milos Meisner, e Irina Belokoneva, y La Internazional Samizdat, y la gente que ha leído “La muñeca rusa” y Andrés Sorel, y Pilar Gómez Rodriguez, y la gente de la librería Muga, y esos cuentos comenzaron (haciendo honor a su título y evocando a Poe) a palpitar ruidosamente en el cajón…

Aún así, yo no podía asumir los gastos de otra aventura editorial, sin red y con el trapecio roído, así que opté por el crowdfunding, aliándome con el colectivo El Quiltro, para sacar “Cardiopatías” y, además, intentar hacer un libro y unos accesorios vinculados con el acto de leer que no redujese todo a un mero “necesito dinero para sacar mi libro”. Estuches, cajas de cartón donde guardar los libros encuadernados artesanalmente, xilografías de la portada (preciosa portada de Andrea Hauer), y un libro escrito (revisado), diseñado, maquetado e impreso con todo el cariño del mundo (o al menos del que somos capaces). Y aquí es donde digo que hay dos maneras de ver las cosas (esta cosa en particular), porque no sé cómo agradecer el apoyo que he encontrado. Toda la gente que ha apoyado el proyecto (42) son para mí mis editores, anónimos cooperativistas de un proyecto inane y en cierto modo vaporoso (un libro), valientes suicidas que han aportado lo que han podido para que yo me crea “escritor”, para que… bueno… dejaré esta rama sin explorar… para que yo publique un libro… Sin embargo no es todo tan sencillo. Casi la mitad de la gente que ha aportado algo no me conoce, no son familia ni amigos, pero aún así, o porque han leído la historia de Milos o porque vaya uno a saber por qué, lo han apoyado… Para alguien que vive en los arrabales del extrarradio de la periferia del mundillo literario, eso es algo que no olvidaré… nunca…

En vez de eso, todo esto podría verlo como que he conseguido que 42 personas compren por anticipado un libro, verlo todo como una mera transacción económica, muy ventajosa para mí, y que esos pedidos por anticipado han propiciado que yo pueda publicar de nuevo, pero no… No ha sido eso… Quiero cambiar de mentalidad, una mentalidad crematística que es donde hemos crecido todos y que estamos viendo día a día que no funciona, que no trae nada bueno, y que no para de alienarnos…

La producción del libro (y de todo lo demás) está en marcha; no paro de pensar en qué hacer para poder agradecerle como merecen a todas esas personas (42, para mí un mundo, una clase de colegio masificada, casi un autobús; tal vez para otros eso no sea nada) que yo pueda sacar un libro estéticamente precioso, acompañado de cosas también preciosas que les serán útiles para leer otros libros a parte de "Cardiopatías". Lo que ese libro contenga por dentro, es algo que yo no puedo juzgar más allá de decir que me he dejado parte de mi corazón en que sean buenas historias, o al menos historias normales contadas de manera decente…

Ya está gestionado el ISBN (¡¡¡¡la Internazional Samizdat operando legalmente!!!!), los textos corregidos sobre la primera prueba de impresión (la de erratas que se le escapan a uno en la pantalla del ordenador...), la maquetación está en fase de “últimos detalles”, la portada con la tipografía definitiva y el gramaje del papel adecuado, la moqueta de los estuches cortada, la lista de los mecenas y los agradecimientos escrita… En quince días podré comenzar los envíos, y el libro como tal estará disponible para quien lo quiera…

Próximamente, “la historia de cómo el libro de Milos Meisner, “La muñeca rusa” encontró editor (digital) allende los mares…


domingo, 6 de octubre de 2013

Empezando la casa por el tejado. Las pruebas de "Cardiopatías", versión caja de lujo...




 Ya tenemos las primeras pruebas de la caja con los cuentos de "Cardiopatías". Además del libro como tal, la idea es hacer una caja artesanal con los cuentos impresos en cuadernitos y cosidos a mano. Habrá dos opciones: caja roja con los cuadernos en blanco con la portada (cuatro cuadernos), o la caja con la portada y los cuadernos con cubierta roja (cinco cuadernos)... Son costosos, pero creo que merece la pena (ya que lo hacemos, hagámoslo bien). Si un ebook es un libro, una caja con cuentos en cinco cuadernos cosidos a mano supongo que también lo es. Cito a Willie Dixon y su "no juzgues un libro por su cubierta" (en versión de Cactus, que me pone bruto, de su mítico primer disco), los cuentos son los que son y cuando estén disponibles serán juzgados (y tendremos a bien decir aquí cómo habrán sido ajusticiados), así que me ahorraré hablar ahora de lo costoso que ha sido escribirlos, o ha dejado de serlo. Al igual que "La muñeca rusa", "Cardiopatías" ha sido rechazado por un par de decenas de editoriales; aunque a diferencia de la novela, estos cuentos no han sido reescritos en profundidad para ser publicados ahora, cosa que sí sucedió con la historia de Milos Meisner (y creo que para bien, aunque en su tímida "visita" a cinco editoriales tras su publicación, "La muñeca rusa" ha sido ignorada dos -creo que o no ha sido leída, o no se han tomado la molestia de rechazarla-, en otra ha sido rechazada bajo el argumento de "no publicamos novelas autopublicadas previamente", en otra aún está a la espera de ser valorada y en la última ha sido aprobada, pero este última bien merece un post propio pues la historia es curiosa. 

"Cardiopatías" ha sido corregida ortográfica y estilísticamente (un "la" por allí, una proposición por allá, una subordinada fuera, y poco más). La corrección llevada a cabo sobre un manuscrito que fue abierto por última vez en 2007 ha hecho que el desbroce no fuera más profundo por la sencilla razón de que no parecía que fuese necesario. En Verkami estamos a punto de conseguir la mitad de la cantidad que necesitamos, las pruebas están en marcha. En los próximos días habrá más.

Es muy gratificante estar involucrado en la producción física de ese objeto que muchos dan por muerto, llamado libro impreso.

Yo simplemente quería ver publicado un libro de relatos que ya creía que sólo tenía posibilidad de serlo cuando yo me muriera, pero como es posible que eso pueda ocurrir pronto, o no ocurra nunca, prefiero hacerlo ahora. Lo único que puedo decir es que no tendría la osadía de publicar algo (autopublicar algo, para más "inri") que me pueda sacar los colores dentro de un tiempo o que me pueda avergonzar leer (incluso en el hipotético caso de que los cuentos no los hubiera escrito yo). Quizá esta frase es un poco arrogante, pero no sé decirlo de otra manera, incluso siento que empiezo a sudar mientras escribo...

¿Las pruebas de la caja? Preciosas...



martes, 10 de septiembre de 2013

De regalos increíbles y envoltorios fabulosos para vulgares cardiopatías...


Prueba de la cubierta de "Cardiopatías". Autora: Andrea Hauer Guzmán


Desayunaba mi inevitable té en la taza que el rey Nikochan me regaló inspirada en "la muñeca rusa" mientras intentaba descifrar el incesante chapurreo lleno de entonaciones límpias de Pavel hasta que he descubierto que me estaba pidiendo un libro, uno que le han regalado hace poco... "El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza"... Versión sonidos... Genial... Llegó en un paquete sin remite.. Dos libros para Pavel de parte de Aitor... No me he puse a llorar leyendo la nota que acompañaba los libros porque bastante tiene Pavel con entenderme de normal como para ponerme emocional de más; que baile a ritmo de Whitesnake mientras hacemos las camas (nos gusta mucho "Long way from home"), que me mire como si entendiese cuando le leo algo que yo acabo de leer y que me ha gustado o que medio entone "la zarzamora" a la hora del baño de tanto oírmela a mí, ya es suficiente de momento para sus tiernuras... Lástima no tener manera de agradecer estas cosas de manera inmediata... Quizá la manera de comprender del todo mi entusiasmo sea decir que no conozco a Aitor ni a Niko, que sólo nos escribimos de vez en cuando, que yo hecho de menos leer a mi Fuckin´Perry y hablar con él aunque no sepa a qué altura quedan sus ojos de mis ojos o cómo es su risa, que me gustaría dar un paseo tras quedar con Niko y conocer a Arlet, pero son cosas que no puedo... Aunque quejarme de esas cosas sea un poco pueril, pues bastante echo de menos de por sí a cierta gente como para echar raíces en una nostalgia epistolar, casi fantasmal, pero que se presupone bastante empática, con personas que no "conozco".

Por otro lado, reconozco que estoy perfectamente plegado a mi nuevo rol vital, y que éste no me permite escribir aquí lo que desearía; aunque escribir escriba lo que puedo, me diversifico y no lo hago aquí pues hace tiempo que he abandonado el rol de bloguero (como todo rol, hay unas normas, una finalidad, un ritmo y unos temas concretos, los cuales me acercarían a una especie de rana Gustavo cuando la rana Gustavo era reportera, y además dicharachera, y hablaba de cosas sin ser columninsta ni crítico ni opinador profesional), así que cada vez que me siento y abro el blog dispuesto a escribir, me pregunto, ¿"desde dónde" lo hago ahora y qué es lo que debería escribir?, porque este espacio ha crecido y me gusta escribir en él, lo lea la cantidad de gente que lo lea. De un tiempo a esta parte parece que sólo escribo sobre el libro nuevo que voy a autopublicar y reconozco que sí, que ese es un tema que me empuja a escribir aquí, que quizá sea interesado (quiero vender todos los que pueda) y tal vez triste (será por temas...), pero es lo que hay. Hay temas de los que me gustaría decir algo (libros.... discos...) y hay otros que, aunque también me gustaría, me asustan (ciertas cosas sobre la salud, por ejemplo) o sobre la paternidad desde el punto de vista que la estoy viviendo, pero no ha lugar (ni tiempo), así que me vuelco en el libro, en mi editorial de mentirijilla y en esas cosas que, aunque sólo sean potencialmente, me acercan a esa imagen que persigo y a la que me agarro como un paria sin futuro pero con conexión a internet.

Hay cosas que me pasan y de las que hago apunte mental para el blog (curioso lo que me pasa con los libros de Ricardo Menéndez Salmón, cuando llevo la mitad, desaparecen de mi vista, los pierdo, no sé dónde los dejo, y paso los días buscándolos, y a veces los encuentro y leo algo hasta perderlos otra vez y así, aunque son pequeños, temo no acabarlos nunca -en estos momento voy por tres empezados- y los mezclo y creo que todos son el mismo gran libro), pero no me pongo a hacer ninguna entrada curiosa. Veo películas que no digiero del todo pensando que si escribiera sobre ellas aquí, sabría yo mismo lo que pienso realmente ("Zacarías", la primera de Don Johnson, por ejemplo, o "El león en invierno" o la que vi ayer "Clave Omega de Sam Peckinpah, y de otras que tengo el disgusto de ver cuando me escapo al videoclub, tipo "Prometeus", la cosa está clara y tan sólo queda dilucidar si es mierda, mierda pinchá en un palo, mierda colgá de un pino o mierda seca simplemente). De música mejor no hablamos, que parezco una jukebox estropeada que va a saltos y sin coherencia y además con la memoria estropeada...

Ayer recibí la prueba de la cubierta del libro nuevo. Me encanta. Además, va perfecta con el diseño interior. Pienso que Andrea Hauer ha hecho un trabajo espectacular. Al igual que el de Iván, mi maquetador predilecto, y con el cual estoy en ese toma y daca de correos con correcciones y notas que parecen de extrema urgencia pero que sólo son puntualizaciones gramaticales y poco más. La idea a lanzar en las próximas semanas será la siguiente: Como no tengo dinero para hacer frente a la publicación de "Cardiopatías" en estos momentos, voy a intentar lo del micromecenazgo, en Verkami. Estoy ultimando el proyecto para ver si me lo aprueban y cuelgo la propuesta de la Internazional Samizdat para intentar recaudar el dinero suficiente. Como soy... bueno, como soy como soy, he pensado pedir ayuda además a Andrea para ofrecer algo más a cambio, y no solamente el libro (que como objeto he de decir que está quedando precioso; respecto a lo de dentro no me aventuro). Así que ofreceremos, además del libro: forros artesanales para dispositivos de lectura electrónicos (depende del que tenga en que lo quiera) o para libros, con la medida de "Cardiopatías" y "La muñeca rusa", estuches artesanales donde poder meter el libro y lapiceros o libretas, reproducciones de la portada (aún está por concretar en qué soporte o con qué técnica) y una edición especial del libro, en un estuche de cartón y con los cuentos (porque "Cardiopatías" es un libro de cuentos) impresos por separado y cosidos a mano. Como digo, para eso queda, poco, pero queda. Que consiga el dinero necesario para imprimir ese centenar de ejemplares que me gustaría, dependerá de muchas cosas, y de momento esa es la única manera que se me ha ocurrido.

Todas estas palabras están acompañadas por las imágenes de la prueba de la cubierta: completa desplegada, portada y trasera (con la "sinopsis que el becario de La internazional Samizdat ha escrito deprisa y corriendo) con la solapa (la solapa de la portada con mi "biografía", me la ahorro).

Y hasta aquí puedo leer. Fin de la transmisión...

Portada de "Cardiopatías. Autora: Andrea Hauer Guzmán


Trasera de la cubierta de "Cardiopatías (con solapa y sinopsis del becario). Autora: Andrea Hauer Guzmán

jueves, 29 de agosto de 2013

Primera página de "Sobre hojas de humo"... y algunas disgresiones al azar...


Robar tiempo al sueño, acumular cansancio cuando ya no hay más cansancio y un poco más o menos no cambia nada. Ojeras perpetuas, sonrisa fácil, correcciones a deshoras, frases al azar y como límite siempre el maldito parné. Podria escribir algunas novedades respecto a la novela, a esta escritura y a cosas que pasan pero que nunca, nunca, e insisto en lo de nunca, se concretan en nada, así que es normal que a veces todo parezca un sueño. Pavel, el pequeño Pavel, ayuda a diferenciar sueño y vigilia; cada vez demanda más, y hace que todo se sobrelleve, incluso los latidos torpes que ensombrecen mis ratos cuando me encuentro a solas. El proyecto del nuevo libro se va concretando, pronto podré poner aquí cosas al respecto. De momento, la primera maqueta se está corrigiendo; todo se va perfilando, y parece que puede quedar algo decente (como proyecto, que luego se materialice, dependerá de muchas cosas, o al menos de una determinada cantidad de dinero que más o menos ya aparece clara entre los tachones, cuentas y palabras indescifrables que emborrono en mi cuaderno). Cuelgo la primera hoja del primer cuento del la primera prueba sobre maqueta. Ha cambiado la tipografía del título y una dedicatoria que aquí no aparece y que aparecerá; el resto se queda como está (el número de página también cambia, claro, ahora hay un prólogo que increiblemente he podido escribir a saltos como si de un Rob Gordon tras grabar una cinta recopilatoria o Jimmy Rabbite relajado en la bañera se tratase -añado que mi patito de goma (que cojo prestado a Pavel) no tiene sombrerito ni pañoleta, pero es igual de inspirador-). 
Sí, claro, estoy leyendo (lo que se puede), "La luz es más antigua que el amor" de Ricardo Menéndez Salmón, y también debería decir releyendo ("La literatura nazi en América", edición de Seix Barral, a saltos y como tributo). Estoy a punto de dejarme llevar por el triángulo de las bermudas que es la música de Ray Charles (te entran ganas de mandar el resto de discos a la mierda y abandonarte a la idea de que estás en 1958 y el soul es algo digno a lo que dedicar tu vida (esta noche me (re)veo "The Commitments", decidido), aunque la tormenta aún no es perfecta y llevo el salvavidas del decadente glamour europeista de los discos de los setenta de Roxy Music y el bote del decubrimiento de Ian Carr, así como la sesuda disección del disco de Black Star Riders y la comparación con lo que considero el mejor epígono que nunca ha habido de la música de Thin Lizzy, un grupo maravilloso y entrañable del que nadie se acuerda llamado Pride Tiger. Esta noche sigo corrigiendo. Sólo puedo prometer una cosa, el libro de cuentos que responderá al título de "Cardiopatías", obviando su contenido, va a quedar bonito, bonito...


miércoles, 6 de marzo de 2013

Los guardianes del puente de la muerte



La lectura de uno de los últimos post (últimos cuando escribo esto) de Juan Malherido ha terminado por animarme a dar el paso y plasmar ciertos pensamientos que llevaba tiempo rondando sin llegar a nada concreto; muy en plan Jimmy Rabbitte en la grandiosa película (cuanto más pasa el tiempo más grandísima me parece) The Commitments, normalmente cojo la alcachofa de la ducha y desbarro que ni en una entrevista de "A fondo" con Joaquín Soler Serrano, vamos. Supongo que esos soliloquios semiesquizofrénicos son unos de los pocos placeres en los que cualquier escritorzuelo de tres al cuarto puede darse el gustazo de tener. Y si sumamos al post de Malherido y al onanismo letraherido de uno, una buena dosis de nerviosismo por la llamada del editor que nunca llega y la propuesta de legalizar "La Internazional Samizdat" en plan cooperativa (pero otorgándole el estatus de editorial como los dioses mandan) que me han hecho unos amigos, pues tenemos como resultado un potaje teórico sobre eso que pueda ser "editar libros" que ahora, y sólo ahora, me apetece soltar sabiendo que lo que yo pueda pensar no le interesa absolutamente a nadie.

El mundo editorial en el capitalismo es algo demencial.

No pretendo hacer un reduccionismo rayano en lo paródico, más bien al contrario, pero no separan muchas cosas a alguien que escribe (que escribe narrativa, además) de alguien que tiene un huerto o de alguien que hace sillas. Las lechugas o las sillas que hace (que uno cultiva o fabrica) pueden ser mejores o peores, su huerto o su taller puede ser mayor o más pequeño, pero esa mercancía (en el capitalismo todo es mercancía, o al menos eso quieren hacernos creer), y hablo de mercancía como algo manufacturado (el famoso manuscrito), es comprada por alguien; ese alguien puede ser un particular o un editor. Respecto al particular no hay problema, se entiende facilmente. Respecto al editor también es sencillo, alguien que pone a disposición de un círculo de gente infinitamente mayor que el que pueda llegar el autor, el libro de éste. Es decir, reparte la mercancía por los puntos de venta, y los hay desde tiendas locales a franquicias nacionales (nos quedaremos ahí). Que hayan aparecido en la disertación "los puntos de venta" (las librerías), no significa que me vaya a explayar en ellos, los post de este blog hasta marzo del 2011 dan fe de mi pasado librero y no diré más. Sin embargo lo que me interesan son los editores, que aquí trataremos como una misma cosa en conjunción con las distribuidoras, es decir, entenderé distribuidor y editor como uno sólo (las editoriales grandes de verdad son distribuidoras de sus productos, las editoriales pequeñas se buscan quién les lleve sus libros a las librerías, por lo que para lo que nos interesa pueden ser tratadas como una misma cosa). 

¿Estoy queriendo decir que las editoriales son meramente distribuidores de productos, mayoristas en cuanto a su voluntad de llegar a la gente y más o menos minoristas en sus posibilidades de poder hacerlo? Si. Lo que diferencia a Enrique Redel (Impedimenta) y a Pepo Paz (Bartleby) de Jorge Herralde o José Manuel Lara es su potencia como distribuidor real; vamos, que unos son una pequeña almazara y los otros son el jodido Mercadona. Claro, que la diferencia entre el que hace sillas y el que escribe es que en un caso el distribuidor se encarga simplemente de llevar las sillas (no se encarga de la manufactura para nada) y en el otro, antes de distribuir, se ocupa del proceso de manufacturación, llamándose "editor". Por eso digo que en el sistema capitalista el mercado del libro es demencial, pues aquí el libro se convierte en objeto, en una cosa, en algo que se vende, y es el editor el que hace tal cosa, lo cual provoca que sólo se entienda por literatura lo que el editor dice que ha de serlo, puesto que él es el que hace el objeto.

Mercadona le dice al agricultor que el tomate que no es redondo, de determinado color rojo y de determinado tamaño NO es realmente un tomate, es decir, ni lo distribuye ni lo vende porque está fuera de determinadas categorías estéticas que él mismo (y los de su gremio) dicta. Mercadona dice qué es un tomate, el editor dice qué es un libro. Del mismo modo que hay agricultores que venden sus tomates por su cuenta, o su aceite por su cuenta, o sus sillas por su cuenta, hay escritores que venden sus libros por su cuenta (con el hándicap de tener no sólo que escribir un libro sino que fabricar también el objeto). Del mismo modo que hay tenderos de barrio, hay editoriales localistas. Y del mismo modo que hay grandes superficies, hay grandes editoriales (con el añadido de que en este caso las grandes editoriales venden su mercancía tanto en grandes superficies como en las tiendas de barrio junto a los lápices, las gomas de borrar del cole, la fotocopiadora y los libros del paisano de turno que ha publicado su libro en la diputación de turno). En el medio es donde existe alguna diferencia, pues en el medio hay pequeñas fábricas, o fábricas familiares, que lo mismo llevan su mercancía al tendero que a la gran superficie (cómo lo hacen es el asunto importante, pues no siempre lo logran, considerando esa ausencia como una derrota, claro, queremos vender, y queremos vender mucho). ¿Está más bueno el tomate redondo y rojo del Mercadona o el tomate que, por ejemplo, me trae mi suegra y que le compra a un amigo que tiene un huerto y que parecen algunos caras de muñecas peponas de lo deformes que son? Saben diferente, eso sí. Y antes de estirar la analogía hasta la ridiculez, diré que realmente a mí me gustan los que compro en el frutero de la vuelta de casa que me dice, si le pregunto, de dónde los trae; creo que son mejores que los del Mercadona y no tienen tierra ni son tan verdes como a veces lo son los que me trae mi suegra del huerto del vecino (aunque hace poco nos trajo dos kilos que estaban para morirse de buenos).

Esto no es un intento de rebajar a los editores ni frivolizar con su labor, es simplemente un intento de comprender la labor del que escribe (para poder hacerlo) y comprender la labor del que edita (para ver cómo puede ser "La Internazional Samizdat" una editorial de verdad). Realmente el editor se ha convertido en un distribuidor de objetos, objetos que él mismo llama literatura y que pone en las librerías, pues sólo con esfuerzo, tesón y años de evolución de su labor (entendida industrialmente) se ha subrogado la potestad de llamar literatura a lo que hacen los autores cuyos escritos él mismo manufactura, consiguiendo con ello, además, despojar de todo derecho a los autores, o si no del todo, sí reduciendo su derecho al miserable y famoso 10% por derechos de autor. Saca más el librero que el autor, saca más el distribuidor que el autor, saca más el editor que el autor. ¿Que el librero tiene gastos que cubrir? ¿Que el distribuidor tiene gastos que cubrir? ¿Que el editor tiene gastos que cubrir (es lo que tiene fabricar un objeto)? Vale, pero eso no justifica el miserable 10 %. Durante muchísimos años, en este país, se ha alimentado la burbuja literaria (es decir, se ha intentado contentar a ciertos autores y se han "enriquecido" pequeños editores) con premios, en su mayoría públicos, con los que el editor ha mantenido la boca cerrada a los autores (por lo general más interesados en escribir que en saber cuánto sacan por sus libros) y de paso se ha ahorrado un buen dinero puesto que en el premio va incluido casi siempre eso de "hacer" el libro, no teniendo que poner (mucho) dinero de su propio bolsillo. Todos conocemos la cantidad de premios provinciales, comarcales, locales incluso (los nacionales juegan en otra liga, siendo curiosamente más limpios en ese sentido cuanto más grandes son: Anagrama se juega SU dinero con el premio Herralde, Lara se juega SU dinero con el Planeta; Borrás y chus Visor con los que publican y ayudan a dar, NO). Por no hablar de la norma no escrita de la compra obligada por las bibliotecas públicas de las comunidades de turno de lotes casi completos de tiradas de editoriales comarcales de turno (aunque en este sentido, esto incluso es lógico, loable y necesario para la supervivencia de ciertas editoriales y la edición de ciertos libros, pero olvidan de nuevo al autor, pues el autor no ve un duro más por una venta segura y exenta de riesgos). Es cierto que estoy simplificando mucho, hacer un libro cuesta dinero, y el editor normalmente se la juega, pero un escritor no se alimenta únicamente de ego, y con un 10 % (eso si el editor no te pide dinero directamente, escudándose en la coedición para sacarle unos cuantos cuartos al autor) y cuatro (con suerte) presentaciones no basta si queremos entender escribir como un oficio digno, pero al capital siempre le ha costado entender el arte como algo más que mercancía, y como al que escribe y no es un autor reconocido (se es reconocido de verdad cuando los que habitualmente no leen también les suena tu nombre) se le tiende a ver como a una especie de narcisista patológico pues al menos que pague porque se le lea (o se publique su libro). Desde este punto de vista es entendible lo que hacen algunos autores, agrupándose en denominaciones más o menos afortunadas (Nocilla, por ejemplo) y ayudándose entre colegas, colocándose los unos a los otros en universidades, periódicos, dando talleres o haciendo lo que sea en las delegaciones del Instituto Cervantes, cuando no directamente se dan premios unos a otros. Ahora bien, que sea entendible no significa que sea ético, pues esa degeneración capitalista-darwinista aunque es lo que promueve, no es natural, entendido esto como "lo que ha de ser"). Que Luna Miguel se convierta en producto a sí misma y se convierta en valedora irredenta de lo que escribe su marido y sus afines, que Acantilado haga lo indecible por hacer pasar un gato como "Fin" como una liebre sabrosona, que haya premios dotados de dinero público amañados, que haya premios amañados, que García Montero vaya de progresista mientras da premios a sus amigos, que se editen entre amigos, que para que lean tu manuscrito tengas que hacer malabares con tus propias pelotas y rozar el patetismo vendiéndote a tí mismo, o que la crítica (en periódicos de tirada nacional) esté, si no comprada, sí tenga un tufo rancio y gris... Todo eso es entendible, pero no significa que no sea asqueroso, realmente asqueroso, es decir, vomitiva y moralmente asqueroso.

Decía al principio que el mercado editorial en el capitalismo es demencial y he terminando diciendo además que es asqueroso. Con eso no estoy insinuando que la literatura en los regímenes comunistas (o que se demoninaron comunistas) fuese mejor; era, sencillamente, diferente; pero más allá de las vicisitudes concretas para publicar en los países de la Europa del este (y con las Samizdat mediante), el hecho de quién fuese escritor no venía dictado por una industria, era algo que se hacía y que no planteaba tantos debates (multiplicados en el mundo neocapitalista con la llegada de lo digital y la posibilidad de editarte y vender digitalmente como si fuese uno Pérez Reverte hasta lo ridículo, pues todas esas críticas y peros ante la autoedición y todas esas defensas del papel sólo son sino disertaciones sobre el negocio y el cortijo, esto es, una industria cultural particular). Independientemente de que te dejaran o no vivir de ello, en occidente, la clandestinidad literaria al este del telón de acero y su persecución política era vista como una forma de disidencia, y como tal era aplaudida y alabada (en el 99% de los casos con razón), pero uno escribía y punto (y se jugaba la vida en ello, que es mucho más determinante y lo importante de todo esto). Tanto en un caso como en otro, y una vez caído el Muro y malvendidos los ideales, lo importante es escribir, escribir, escribir, escribir y escribir, y después de escribir, revisar, revisar, revisar, y después, reescribir, reescribir, reescribir, y después volver a revisar, y después (si uno quiere seguir revisando y reescribiendo ad infinitum, tampoco pasa nada), y después, y sólo después, entonces publicar, publicar, publicar y publicar, sobre todo si nadie te quiere, sea bajo la editorial X o la editorial Y (si es bajo L.I.S., mejor, aunque eso requiera mucho esfuerzo y tiempo al menos no te robará nadie y serás dueño de tu trabajo y de lo que él te traiga).



Lo que quiero decir es que las editoriales, sobre todos las medianas y pequeñas, tal vez deberían de replantearse muchas cosas, primero para seguir teniendo un valor cultural en sí mismas si es que quieren seguir preservándolo editando y publicando libros, y segundo para seguir haciendo necesaria su labor, y todo eso pasa por entender su relación con los autores desde otro punto de vista, es decir, si quieren sobrevivir y sobrevivir siendo aún necesarias, han de reestructurar todos los parámetros del negocio, de SU negocio, empezando por dejar de segregar al autor de todo el proceso, desde la manufactura hasta la promoción del objeto, y terminando con su relación con el librero y el lector. Por no hablar de lo que pueda significar "de verdad" editar, esto es, trabajar un texto con el autor (¿desde dónde? ¿para qué? ¿por qué? ¿para hacerlo más vendible o para hacerlo estéticamente mejor?). Sé que todo lo que he dicho es una gilipollez y puede ser rebatido con un leve soplo, lo sé, sobre todo porque hay excepciones, como siempre y toda mi argumentación es bastante pobre. Y también sé que todo esto suena muy en plan "comercio justo", "comercio responsable" o "economía social", es decir, muy naif y bondadoso, pero lo curioso es que en el fondo me la suda, y digo que "me la suda" porque yo he terminado publicándome a mí mismo, es decir, he hecho 200 sillas iguales y las he vendido a quien ha tenido a bien quererlas comprar, llegando a donde he podido llegar con mis pocos medios y mi natural ineptitud para hacer negocio y sabiendo que "mi recorrido comercial" iba a ser ridículo, pero eso sí, al menos no he perdido el dinero que me dejaron e incluso he podido llegar a pagar un par de letras del préstamo de la librería, y si escribir es entendido como una categoría que sólo te pueden dar los otros, para algunos que no conozco de nada (dos o tres, oíga, un disparate, lo cual hace todo aún más ridículo si cabe) lo soy (cómo sea lo que yo escribo no es competencia mía, no porque no me importe, sino porque yo no puedo juzgarme como debería o como juzgo a otros, por eso me autoedité, para entender qué he de hacer para seguir). Sin embargo, leo el post de Juan Malherido, leo "En los antípodas del día", leo "Índice onomástico" de Teo Serna, hablo con Teo Serna sobre ser escritor, etc... y para colmo se me plantea la oportunidad de intentar crear una editorial y editar no sólo cosas que yo tengo en el cajón bajo la denominación editorial de "La internazional Samizdat", y claro, uno le da por desbarrar que da gusto y duda de todo, incluso de si realmente debería seguir escribiendo o intentando al menos contar historias, pero, oye, igual todo se reduce a "tratarla bien" y tener "soul". Hasta dónde quiera uno llegar y cómo en el mundillo editorial, es otro cantar, pues parece que conseguir editar es como enfrentarse al guardián del Puente de la Muerte en "Los caballeros de la mesa cuadrada". Sing with Jimmy... "I wanna tell you a story..."
  



martes, 11 de septiembre de 2012

A salvo en la cuerda floja

He estado en la terraza arreglando varias sillas, encolando y lijando, con Pablo tumbado en una mantita a mi lado, a la sombra, durmiendo mientras escuchábamos el primer disco de Melody Gardot en un deficiente lector de cd's. Hago cosas y me siento mal si me cojo un rato para leer, primero porque tengo que hacerlas, y segundo porque mi poso judeo-cristiano (por muy ateo que me diga) está ahí. La mamá de Pablo se ha reincorporado a su trabajo, su hija ha empezado el cole. La llevo yo, vuelvo, coloco las cosas, hago las camas, alimento al pequeño, limpio... en fin, lo que se supone... No me siento mal por no trabajar, sobre todo tal y como está y pinta la situación, pero no es tranquilizador. Qué coño, sí me siento mal. Pero estoy viendo crecer a Pablo, y eso es bueno. Nos apañamos con un sueldo, y hago mis chapus para pagar poco a poco las letras del préstamo que pedí para abrir la librería y cuya deuda aún colea. El libro de Milos se ha parado, tampoco es que yo haga mucho para moverlo, y si escribo esto, quizá sea para recordarme que he de mandarla a varios sitios y moverme más. Son cosas que he de hacer ajenas a mi cotidianeidad y que atañen a lo que aún sueño con poder hacer con cierta tranquilidad, aunque me reviente, no por "venderme" ni mucho menos, sino porque me ha costado mucho editar la novela y me jode "regalarla" con la esperanza de que alguien me la reseñe o hable de ella y así yo pueda vender algún ejemplar más cuando sé qué eso es bastante improbable (ambas cosas). Luego está el hecho de que incluso quien me la maquetó me la ha pagado; hasta mi madre me la ha pagado... Aunque sólo sea porque en el fondo sigo siendo torpemente kantiano, me jode el agravio. Presento la novela en la biblioteca pública de Manzanares en octubre, y lo mismo sale algo en una librería de Almansa... 
Las sillas quedaron bien. Mañana he de barnizarlas. Se me acumula la plancha y me da pereza, a mí, que desde que mi padre me sentaba al lado del maniquí de vapor de la lavandería he planchado a pesar de mi zurdez (las planchas profesionales está diseñadas para diestros, pero eso es otra historia). Convertir el blog en la vicisitudes de un amo de casa iletrado...? Pablo casi se despierta cuando le he pasado dentro. No sé que haría sin él. Una cosa tan pequeña ha acabado convirtiéndose en mi centro de gravedad. Cuando el cansancio me lo permite, escribo por las noches...

lunes, 2 de julio de 2012

"La muñeca rusa" llegó a casa

Ya llegaron los primeros ejemplares a casa...
La portada cambió, dejé que quien la iba a hacer, hiciera lo que ella quería...
Hoy empaqueto los primeros 12 ejemplares pedidos en firme, y mañana salen de correos...
Gracias Lu, Aitor, Lorena, Macarena, Guadalupe, Gina, Ariel, Pax, Mercedes...

Veré a ver si soy capaz de colgar un capítulo o dos para descargarlos gratuitamente...
Si alquien quiere leerlo, a su derecha tiene la manera de poder hacerlo, o que me escriba a lanovelademilosmeisner@gmail.com y ya veremos...


Un exiliado checo que termina viviendo en un pequeño pueblo de la costa almeriense. Es escultor, entabla amistad con el librero, a quien cuenta parte de su historia. La Primavera de Praga se mezcla con la carrera espacial rusa a causa de una interna del Hospital Psiquiátrico Bohnice que dice ser hija de un cosmonauta desaparecido en una misión fracasada a la Luna en 1962. La nueva ola de cine checo. Marchantes de arte parisinos. Libreros en los últimos años del siglo XX que nunca han salido de su pequeño pueblo. Fotografias de libros que brillan, la sombra de la nariz de Cyrano, Korolev, Yuri Gagarin, la Luna en una nave industrial de Toulouse, cartas de Bohumil Hrabal... viajes orbitando alrededor de una librería...

miércoles, 27 de junio de 2012

Carne de cañón

Yo no sabía que vivían enfrente de mí, pero allí estaban. Al principio fue una sorpresa, ahora los saludo si me ven, y cuando no, los veo sentados en la tellaza, fumando, cuidando sus plantas o colgando sus coladas. Viven en una casa tutelada donde se intenta la autonomía y normalización de su enfermedad perpetua.
Los conocí a finales del año pasado, cuando estuve un mes de prácticas en una fundación que los trata, como una especie de centro de día, donde tienen talleres, donde muchos van a tomar su medicación y donde todos pasan sus regulares entrevistas con las trabajadoras sociales y las psicólogas. Yo iba allí como auxiliar administrativo en prácticas y encontré una realidad dificil, aunque agradecida. Gente enorme, entre profesionales y usuarios (como asépticamente se llaman unos y otros). Al ser dicciembre el mes clave en la entrega de papeles, justificantes y memorias anuales, puedo decir que me comí un marrón de los gordos, pero tampoco fue tan grave. Entendí la labor que hacen y conocí superficialmente una realidad chunga, infinita y peculiar. Y también descubrí que en la casa de acogida frente a la mía estaban algunos de ellos, aquellos sin familia que intentan llevar una vida lo más normalizada posible. Se supone que todos tienen trastornos mentales; quizá debería quitar "se supone". Bipolares, esquizofrénicos, graves trastornos de personalidad, paranóicos, depresiones... Firmé varios papeles, unos de ellos de confidencialidad, ya que al tener que ayudar a la auxiliar con la memoria anual, iba a tener acceso a los historiales de los usuarios. Leí historias increibles, comprendí patrones, generalicé casos (similares orígenes  sociales, familias con patrones parecidos -religión, pobreza, represión sexual brutal, drogas, abandonos...) intenté entender mientras elaboraba estadísticas y ordenaba documentación. Junto a ese trabajo final (estaba de prácticas por 120 €) añadir actividades de fin de año (teatro, fin de talleres...) y la sombra de lo que podía deparar el año siguiente (este tétrico 2012) para este servicio. 
Yo ya no estoy allí, mi situación ha ido cuesta abajo, pero sigo manteniendo el contacto con el personal laboral (cada vez menos, la verdad) y me informan de cosas. Recorte de plantilla, lo primero.Una sola trabajadora social, una sola psicóloga... Pero, claro, no pueden cargarse el servicio... al menos no directamente... entre todos los infames "recortes" que la comunidad Castilla la Mancha está llevando a cabo con mano firme cual Atila, el más curioso, sobre todo para el desarrollo de este centro, es el de la cancelación de las ayudas de transporte para este tipo de discapacitados (sí, casi todos tienen pensiones -creo recordar que un 60% no contributivas, un 10% superiores al salario mínimo y un 30% sin ningún tipo de ayuda- pertenecen a esa clase de malvadas personas que "han derrochado y se aprovechan del estado...", pero claro, un esquizofrénico casi autista lo tiene superfacil para encontrar trabajo, ya lo sabemos todos, hay que ayudar a los emprendedores de sobrada profesionalidad para ayudarles a...., no sé ¿hacerse cargo de la sanidad pública?, ¿de la gestión de agua?...). Con un 80 % de usuarios -de casi 200- de fuera de la localidad donde está el centro (tratan a personas de más de diez poblaciones cercanas) y que, entre otras cosas, vienen a terapia (sus familas también) y a controlarse la medicación, la consecuencia directa de dicha cancelación de ayuda al trasporte, será una bajada brutal de "usuarios" asistidos (alguien que gana 400 € mensuales, se puede permitir gastarse 300 en ir y venir a un centro, eso lo sabe todo el mundo... faltaría más...). Con lo cual, en las memorias finales de este año, los gerifaltes encontrarán dos cosas: una, la falsa excusa para suprimir definitivamente este servicio; y dos, la bula papal para hacerlo. Asesinos de guante blanco.
Siempre que salgo de casa y me cruzo con alguno de ellos (tres mujeres y cuatro hombres, si no me equivoco), recuerdo algunos de los historiales que leí. A ninguno les puse cara, no quise hacerlo. Como dije antes, las situaciones que han vivido han sido durísimas, han sufrido y han hecho sufrir a sus familias, en algunos casos hasta limites bastante increibles. Gracias a este centro pueden llevar una vida medianamente normal, autónoma y "sana". Salieron del pozo, al menos por unos pocos años. Dentro de pocos meses, volverán a él, volverán a su locura, dentro de pocos meses el mundo y su crueldad volverá a colapsarlos, a roperles en mil pedazos, a quebrar el cristal del frágil escudo con el que pelean contra un mundo que no entienden ni en el que saben desenvolverse si no es con apoyo, un apoyo que van a perder porque hay que rescatar a unos bancos para que éstos sigan esclavizándonos mientras obscenamente compran y venden a políticos que dicen gobernarnos. 
Este es sólo un ejemplo pueril, quizá, sobre todo cuando la sanidad y la educación pública están a punto de desaparecer en esta comunidad, pero también forma parte del problema.... Tal vez cuando anochezca salga a dar un paseo, tal vez me cruce con uno de ellos, con Andrés quizá, que sacará la basura, y me sonría con esa sonrisa rara suya, me desee buenas noches y se asome al cochecito de mi hijo y me diga que qué guapo está mi bebé. Yo le diré algo, le preguntaré cómo está, y seguro que él me dice que ya no paso por el centro y que no quiero cuentas con ellos; luego yo le diré que tengo que ir, que lo sé; seguramente él me diga algo del tiempo, del calor que hace, y sonría mirándome a los ojos y me diga que "hace un calor de locos". Nos estrecharemos la mano y nos depediremos amablemente.

Foto: Josef Koudelka, 1968

Yo me iré, empujando un cochecito, sabiendo que mi situación no es ni mejor ni peor, porque esos términos son obscenos, vulgares y propios de un pensamiento pueril (sedante y sádicamente burgués), pensando.
Ayer recibí un mail de despedida de la trabajadora social de otra asociación a la que no le renuevan las ayudas. El servicio de mediación laboral para personas con discapacidad de Castilla la Mancha que llevaba a cabo una entidad que no nombraré (no por nada, no creo que sea necesario, yo no soy periodista), cesa. Entre otras cosas se encargaban de informar a empresas  acerca de las ayudas y beneficios (sobre todo cuando por ley, pasados un número de trabajadores, se supone que "deben" tener discapacitados en nómina) que tienen al contratar personas con discapacidad. Algo titánico cuando curiosamente ni la propia administración cumple con esos requisitos. El mail de despedida era muy amable y cercano. Nunca me consiguieron un contrato en los dos años que tuve relación con ellos, no por culpa suya, claro, pero hablamos a menudo y en ciertos momentos me sirvieron de desahogo. Me ha costado contestarle. Mi discapacidad es muy llevadera, a veces se me olvida, salvo por la medicación diaria que he de tomar para seguir aquí, medicación que desde la semana que viene me saldrá más cara. Eso pensaré empujando el cochecito. También en que la semana pasada pospusieron una intervención quirúrgica a la que he de someterme. La dilatación de mi aorta se ha mantenido sin cambios durante los últimos tres años. Unos bonitos 4,9 cm causados por un corazón voraz algo deforme y por un médico que optó por no operar hasta cuando ya fue más que evidente. Eso fue hace diez años. Desde entonces en todas mis revisiones comprobaba estoicamente cómo la dilatación iba poco a poco subiendo, que por mucho que yo me cuidara, nadara, montara en bici, dejara de beber y me tomase las cosas con calma, el cayado de mi aorta aumentaba, como una tubería con demasiada presión por culpa de un motor algo subido de revoluciones. Siempre oía que el límite eran 5 cm; y reconozco que la semana pasada no sabía si sonreir o no cuando el médico me dijo que en tres años no había crecido. Este nuevo médico que ahora me ve (desde hace cinco meses o así) siempre se ha mostrado partidario de operar (yo en parte también, básicamente por que no hacerlo por un milímetro me parecía algo kafkiano, habida cuenta de que en caso de rotura, el fontanero de urgencia poco va a poder hacerme), pero quería ver y comparar con otras pruebas y tomar una decisión. Yo llevo concienciándome tiempo. No por conocer el procedimiento, éste se hace más facil y llevadero (acaso al reves), pero no estoy yo para hacer el Hamlet, y en peores plazas hemos lidiado. Sin embargo, en la última consulta todo ha cambiado. Han establecido que el nuevo límite es 5,5 cm, y no 5, así que de momento se ahorran una intervención, una cama, y unos días de pensión completa para aquí el menda en Toledo. La esquiva mirada del médico lo decía todo. Me cambia la medicación de la mañana, a una más cara (y que me temo me abotargará un poco más), y me dice sin inmutarse que nos vemos el año que viene, "salvo que note un dolor agudo y caluroso en el pecho", en cuyo caso habré de dirigirme al servicio de urgencias del hospital más cercano...(mejor no pongo lo que pensé)...

Foto: Josef Koudelka, 1968

Hoy la hija de mi mujer ha venido con las notas del colegio, junto con todas las fichas que ha hecho a lo largo del año incluyen una hojita con los libros que necesitará el año que viene y un folio donde el director explica los recortes que el curso que viene habrá en el centro (menos profesores, ningún profesor de apoyo, más alumnos por clase...)... La niña está contenta porque tiene vacaciones... Sonríe...
Andrés sonríe, con sus apaciguadas voces en la cabeza. Yo sonrío, con mi bomba de relojería. La niña sonríe, con sus buenas notas en la mano. Andrés podría ser más cuidadoso con su medicación; yo podría tener seguro médico, y la niña podría ir a un colegio de pago, tal vez, quizá eso sería una solución...
"Estamos en guerra y quieren convertirnos en carne de cañón", le digo a mi pequeño bebé en su cochecito. Él me mira abriendo los ojos como austado, duda, o eso parece, pero al final decide lanzarme una sonrisa...

martes, 15 de mayo de 2012

La muñeca rusa. Bocetos para su edición, I


En marcha desde lo más profundo del cutrerío artesanal.... Andrea lo ha captado a la primera...
Puede quedar bonito... No. Va a quedar bonito.
Andrea es un genio, aunque no es por eso que la quiero tanto. 
Iván se está quitando tiempo de sueño y ratos de estar con sus hijos para maquetarlo... Por algo es quien es en mi vida, pero con esto se está ganando que le deje en herencia mis discos y mi memorabilia de los Allman (no todo iba a ser bonito, Iván..., en ellos se esconde el secreto del tiempo, entre otras cosas..). Mercedes se está desdoblando (sufriéndome a la vez) corrigiendo repeticiones innecesarias, errores de estilo y atropellos varios de un diletante que a veces se fija demasiado en los árboles y no ve el bosque y otras sólo ve bosque y el lobo feroz se le lleva la merienda en un oximorón perfecto de ecos siberianos y relente bibliófilo (¿por qué Almería, un sitio que apenas conozco, se convierte en el centro de un laberinto que ni yo comprendo? Porque he acabado allí dos veces justo cuando pasaba por un momento de esos que llaman "trascendentales" en la vida de todo hijo de vecino, y que me hicieron acabar donde estoy ahora. Curiosamente, la primera en una gira de teatro que bien merece un libro, y otra en una gira roquera con la Vacazul que bien merece otro).
Lo que hay que hacer para demorar la llamada a la imprenta; tengo el miedo en el tuétano, me da que no me va a llegar el parné... ¿Cuántos kilos de sábanas sucias me tocará limpiar este año? ¿Cuantos kilos de autoestima cuando vuelva a pedir porque no me llega? Aún hay un ayuntamiento que me debe dinero de cuando era librero y servía libros a varias bibliotecas municipales de la ínclita y esperpéntica provincia ciudad-realeña. Va para 18 meses. El alcalde ya ni me coge el teléfono. No es mucho, pero es mío y me da para diez ejemplares. Yo contaba con eso para otra letra del préstamo (losa-tumba-pesadilla-de-mis-entretelas) y para echar a andar las máquinas con la historia de Milos Meisner, pero me temo que a lo sumo, como no me plante en la biblioteca de Carrizosa y me lleve los libros que les serví, no voy a conseguir nada. La muñeca rusa ha echado a andar, no hay vuelta atrás, o me hundo o me pierdo en las simas oceánicas... ¿Alguien está dispuesto a leerla?

jueves, 10 de mayo de 2012

Por qué voy a autoeditarme, cap. 2

Hace varios días terminé la revisión de "La muñeca rusa". Releída y (re)corregida ortográficamente, se la he enviado al maquetador jefe. La portada está en diseño...
He de llamar a la imprenta...
Elegir un nombre para "la editorial"...
Registrarla en CC (corren nuevos tiempos...)
Rediseñar el blog par albergar a la criatura y poder "recibir pedidos"...
Poner en orden mi día a día una vez abandonada la cueva (retomar el blog, crear plusvalía, atender al pequeño Pavel)...
¿De qué hablan Milos Meisner, Henry, Tristán Léglise, Pavel Sisak, Irina Belokoneva, Cyrano de Bergerac, Baikonur y Yuri Gagarin en una librería llamada "El Nautilus"...?

jueves, 5 de abril de 2012

Por qué voy a autoeditarme... cap I

Pido prestado un ordenador en una casa ajena y, haciendo caso omiso al ruido que me rodea, intento dar señales de vida, como si a alguien le importase que el caimán, por muy sincopado que sea, de señales de vida. Además, tengo el ordenador estropeado en casa, un virus no me permite acceder a ninguna cuenta de correo y navega con demasiada agua entrando por la quilla. Hasta que no inventen el chip que permita colgar entradas vertidas directamente desde tu cerebro, será necesario seguir buscando un tiempo y un lugar en el que sentarse a escribir.  Estos días han ocurrido muchas cosas y las sensaciones que me han causado han pasado por el filtro semántico de ser traducidas y verbalizadas dentro de mi cabeza; y ahí se han quedado.


Uno: Notas a pie de página, criaturas pequeñas e indefensas puestas en mis brazos, círculos concéntricos, cordones umbilicales que hacen que todo se relativice y lo que es tuyo pase a ser de esa persona, que depende absolutamente de ti. ¿Quién soy yo? Sea lo que sea, a partir de ahora lo soy por él.

Dos: Recibir una nueva carta de rechazo de una novela ("la muñeca rusa") ha sido tomada como la excusa necesaria para no avergonzarme frente al espejo sin fin en el que ahora me miro. Una carta de rechazo, la 18 o la 19, que ha sido diferente a las anteriores y que ha dinamitado mi autoestima como siempre, pero... Los días anteriores a la llegada de dicha carta, me replanteaba varias cosas respecto a dicha novela. Todas giraban en torno a lo mismo; ser poco a poco más consciente de que estaba inconclusa, de que la había dado por terminada demasiado pronto. Uno busca inconscientemente las razones que justifiquen lo que consideras tu merecido fracaso, y la impaciente necesidad de salir al paso de algo que cambiara mi vida y mi suerte de manera radical, hicieron que pusiese la palabra fin demasiado pronto y mandase dicha novela a casi todas las editoriales posibles sin querer ver que "La muñeca rusa" era una novela fallida, no acabada, imperfecta en muchos de sus lugares y rematadamente necesitada de una mayor concreción y desarrollo. 18 rechazos no fueron suficientes para darme cuenta. Llevo diez años anteponiendo mi concepción de la escritura y de lo que escribo a una industria (la editorial) demasiado acostumbrada a pasar como un rodillo por encima de muchisima gente como yo (es decir, una gran masa mediocre y tiernamente heroica) mientras con sarcástica ironía vemos cómo esa misma industria burguesamente autoindulgente, saca a la luz muy a menudo a escritores de calaña infame con padrinos de clase agradecida. Quiero decir, no publicaba porque lo que escribía era, y es, una mierda, pero a la vez, la misma industria editorial te la razón para lamentarte de tu mala suerte y, sin saber por qué, sigues escribiendo. Algunos mejoran y dan la campanada con un concurso que les permita ver su obra publicada, pero ahí acaba la cosa. Otros ven cómo van dejando de escribir y la vida les cae encima, y allá cada cual cómo se las ingenie para seguir soñando. Y otros lo vuelven y vuelven a intentar hasta que un día mueren sin que nadie les diga realmente si eran buenos escritores o no. Esos son los fantasmas, de verdad, los espíritus tristes que pueblan los sueños de Poe que después de muertos siguen preguntándose dónde está la objetividad que les permita saber si su vida mereció la pena o no y escribieron al menos una página digna de ser escrita aunque a nadie le importase que así fuese...

¿Yo? No lo sé. Por escribir he escrito varias cosas, un libro de relatos, un par de novelas, hasta la historia de uno de esos tristes aspirantes al título; he abierto un blog, lo he vuelto a intentar mientras me despreciaba a mí mismo y  me he consolado pensando que el romanticismo de la literatura estaba en empeñarme en cruzar el muro de Berlín mientras me iba empobreciendo oyendo una canción de Bowie y me quedaba con la duda de no saber si sólo era un estúpido o un genio incomprendido. Pues ni una cosa ni otra. El responsable del servicio de Publicaciones de la diputación de Ciudad Real ha hecho que abra los ojos. ¿Cómo? Pues devolviéndome "La muñeca rusa" junto a una carta donde se me comunicaba que  la comisión calificadora que decide los manuscritos que la diputación va a editar este año desestimaba mi novela propuesta. ¿Qué hace a este rechazo distinto a los demás? Pues que mi novela se quedó en un cajón y no fue entregada a ninguna comisión. No tengo pruebas, tampoco las necesito. Él lo sabe. Yo lo sé y así me lo ha confirmado una persona que no comprometeré diciendo quién es. Es raro abrir las tres copias de un manuscrito rechazado comprobando que no ninguna ha sido abierta. Allá él. Conforme salí de la copisteria fueron mandadas por correo y se me han devuelto igual de vírgenes y crepitantes. Ha tenido que pasar esa nimiedad para que pueda dar el paso necesario. No ha bastado con concursos amañandos, con cartas tipo (un aspirante a paso pluma no necesita cartas tipo, necesita "sí" o "no" o "trabaja el juego de piernas" o "dejas al descubierto el rostro al bajar la derecha" o "eres un manta pero tienes un gancho que es la hostia"), tampoco necesita saber que ha tirado su dinero a la basura (fotocopias, espirales, correos) en envío a concursos repartidos de antemano, y por no necesitar, lo que menos necesita son silencios eternos de editores condescendientes. Creía que cualquier editorial era mil veces mejor y tenía más autoriad que yo. No es que ahora hay cambiado de opinión, es su trabajo y yo soy un diletante; lo que ha cambiado es que me da igual que lo sea o no, esa no es mi guerra ni yo me defino por ella. Me ha hecho falta un rechazo de mentira de un editor de mentira para que yo, en este momento de mi vida, lo vea, si es que lo que estoy viendo no es un delirio también... 

Casi lo agradezco. Quiero decir, yo ya había asumido que "La muñeca rusa" necesitaba una profunda revisión y reescritura; su rechazo casi ha sido un alivio ("competía" con 3 novelas más, esta es tierra de poetas, las opciones de tener por fin un sí eran mayores, sencillamente), lo que no quita que de vez en cuando me cabree al pensarlo. Pero el otro día, viendo a mi hijo de diez días dormir, me di cuenta de algo. "La muñeca rusa" necesitaba que yo estuviese a la altura y le metiese mano de verdad (o al menos hasta donde soy capaz), y que por mi parte, le iban a dar mucho por culo al mundo editorial; soy demasiado viejo para ser una estrella del rock y soy demasiado joven para sentirme un fracasado (miro atrás y veo un negocio que me ha arruinado, un corazón defectuoso, un puñado de manuscritos rechazados, una falta de trabajo desmoralizadora y cruel, una ineptitud social congénita... ¿sigo?). A la mierda. Que le den por culo una ristra de mandriles en celo al mundo editorial mientas entonan la marsellesa cien mil parias y cien mil zorras decapitan a cien mil políticos y a cien mil hijos de puta, yo incluido entre ellos (y que alguien que no sea yo decida dónde ponerme).

Llevo varios días reescribiendo la historia de Milos Meisner. Me queda aún mucho trabajo. Bowie me sonríe desde una esquina llena de basura mientras silba (corregido) y se coloca el paquete. ¿Qué haré cuando acabe? Cuando acabe, si es que no la acabo de joder y consigo que la historia de Irina Belokoneva y un triste librero enfermizo y complaciente sea contada como merece (o al menos me acerque bastante), la registraré, Andrea Hauer hará una portada (tan preciosa como el grabado que preside este blog), Iván Pérez la maquetará y Felipe Rojas la imprimirá; después me haré una cuenta en paypal y la enviaré a quien me la pida, viva en el lugar del mundo que viva, al precio de un paquete de pañales, y si alguien la quiere en ebook, por el precio de un potito se la enviaré al correo electrónico que desee. ¿Qué puede suponer eso? ¿12, 15 ejemplares? No estaré más arruinado de lo que ahora estoy, y el mundo, aunque siga igual de feo, tampoco será peor, creo.

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