Acto de presentación de la novela "El aire está lleno de agua", de Juan Miguel Contreras. Celebrada el viernes 24 de junio de 2022 en la Biblioteca Pública Municipal "Lope de Vega", con las intervenciones de Cándido Sevilla, Yolanda Peña y el propio autor
El caimán sincopado
Cosas, y de lo que a veces hay alrededor de ellas
viernes, 2 de septiembre de 2022
lunes, 10 de agosto de 2020
Antonio Miñán sobre "Canciones de cuna y de rabia"
PRESENTACIÓN DE CANCIONES DE CUNA Y DE RABIA
El Sábado 1 de febrero de 2020, se presentó en la Fundación Isidro Parra la novela “Canciones de cuna y de rabia”. En palabras de Manuela Sanz, "narrativa que provoca interés desde la primera lectura, realismo literario que es a la vez fantasía de todas sus vivencias." Presentación y actuación Antonio Miñan.
Fotografías Miguel Calatayud
1 de febrero de 2020. Fundación Isidro Parra de Alcázar
de San Juan
Notas textuales de una presentación de Antonio Miñán:
Manuela Sanz, Juan Miguel Contreras y Antonio Miñán. Foto: Miguel Calatayud |
Serendipias
Mi relación con Juan Miguel proviene de los años de
Lazarillo en Manzanares. Yo vivía en Valdepeñas y a través de un proyecto de
teatro escolar entré en contacto con una asociación con más de cuarenta años de
existencia que se llama Lazarillo t.c.e. No me podía creer que tanta gente
trabajase con esa capacidad de coordinación y en tan variados proyectos como
escuelas de teatro para todas las edades,
muestras de teatro escolar, producciones propias, muchas de ellas originales,
de un nivel altísimo y, por fin, un festival internacional de teatro
contemporáneo programado y dirigido por este señor durante aquellos años, es decir, a principios de siglo XXI. Este
festival, decano en la región, más antiguo que el de Almagro, ha
salido adelante gracias a la voluntad de la gente que lo pone en marcha y no precisamente
por otros apoyos o ayudas que claramente se echan en falta. Que el autor de esta novela fuese capaz de
programar ocho o diez días de actividades con aquel presupuesto, no es
habilidad, es magia, lo digo en serio. Este festival acaba de hacer su
edición 45.
Esto lo cuento porque pensaba que nuestra relación
provenía de esos años, pero no. Proviene de otra época y hasta de otra
dimensión, si nos ponemos. Me explico. Con frecuencia los lectores vivimos la
ilusión, y no lo digo en sentido positivo, sino que experimentamos el engaño,
de creer que los autores escriben los libros para nosotros y en eso consiste
sentirse identificado con un personaje, una situación, una experiencia o el
modo de resolver un problema. La mayoría nosotros aprendemos a partir de ahí y
hacemos aquello que decía Skarmeta de que la poesía es de que la necesita y no
de quien la escribe. Sin embargo en relación a la novela que nos compete, este fenómeno alcanza para mí unas dimensiones extrañas. El grado de
coincidencia que existe entre la novela de Juan Miguel y mi propia vida es
apabullante y me refiero a que literalmente da un poco de miedo. Vamos a
suponer que se trata de una serendipia más o menos casual o que mi vida y la de
otros muchos hombres de en torno 40 años se parece tanto que vista una, vistas
toda.
Espero que no sea así, aunque tiendo siempre a aplicar
navaja de Occam, es decir, que, en igualdad de condiciones, las explicaciones
más simples suelen ser las verdaderas y lo más probable es que Juan Miguel haya
acertado con los lugares comunes de la mayoría de hombres estamos en esta
década y no que, sin conocer mi biografía, la haya escrito. De todas formas,
voy a dejar que sean ustedes mismos y el propio autor quienes decidan cómo de interesantes
son estas coincidencias.
La primera serendipia que se me ocurre en relación con la
novela es que en 2002 yo toqué en un disco con el mismo título. No me dirán que
no es una coincidencia notable. El protagonista de la novela Abel estudió una
carrera de humanidades durante los mismos años que yo estuve la mía. Es cierto
que no se trata de la misma carrera porque Abel estudió hispánicas y yo estudié
filosofía. Pero ambas están en el mismo edificio del mismo campus de la
universidad de Granada. Estudiamos la carrera en los mismos años. Visitamos los
mismos bares; tanto él como yo íbamos a emborracharnos a los mismos lugares con gente muy parecida... Íbamos a empaparnos de
la riquísima vida cultural Granadina, íbamos a los mismos locales donde se reunían
estudiantes, músicos, pintores, poetas, etcétera. Para que no parezca que la coincidencia es Granada (algo muy común), concretaré más: Esto sucede en la zona de calle Elvira y el
bajo Albaicín. No estoy bromeando, Abel bebía en el Arcoíris y en el 22 y trabajaba
por las noches en el pub Eshavira. Eshavira para mí y para muchos era una
suerte de templo en una Granada efervescente, donde todo el mundo acaba antes o
después. Abel tuvo una aventura con una Erasmus y, en fin, esto también me
suena.
Foto: Miguel Calatayud |
Más coincidencias, si me permiten; Abel perdió a su madre
en torno a la misma época y debido a la misma enfermedad por la que yo perdí a
la mía. Abel hizo las oposiciones a secundaria en la misma ciudad y presumo que
el mismo año en que yo hice las mías; Córdoba 1998. No me digan que no es algo
más que una mera coincidencia. A partir de ahí las coincidencias no son tan
acusadas. Sin embargo, el capítulo 14 de la novela podría ser un relato de la
vida universitaria granadina que muchos podríamos firmar como propio. Cambién Granada por su ciudad u otra ciudad y lo contado tendrá el mismo poso. Muchas gracias
por esto. Me gustaría que alguien me dijera si esto tiene alguna explicación.
Asuntos
Esta novela da la sensación de haber sido un parto muy
largo. Trata prácticamente de todo lo importante. Me refiero a que hay una
enorme cantidad de asuntos presentes y todos tratados con cierta profundidad.
Aunque se sobreentiende que el tema principal es el paso del tiempo y el punto
de vista de la mediana edad,hay otros temas subyacentes que no son menos
importantes. El peso de los recuerdos y el modo en que los asimilamos son
aspectos centrales de la historia.
- De nuevo vuelve a aparecer Almería. Eso también lo
tenemos en común el autor, o el narrador que usa el autor y yo; es un lugar de referencia. Hay algunos puntos de
conexión con la novela La muñeca Rusa ,si no recuerdo mal. Y aparece este
sitio, Almarga, el único que no se puede encontrar en un mapa. Uno no sabe si es San
José, Mojácar o nada de eso. Puede que Almarga pueda encontrarse en el mapa de la biografía literaria y emocional de Juan Miguel, pero no en google maps.
- Desde el punto de vista estilístico, la novela tiene
ese aire unamuniano que consiste en contar varias historias dentro de la trama
principal. Ya he aludido al capítulo 14 donde se relata la vida universitaria
de Abel y Silvia, pero hay más; la historia de la pintura en la Iglesia de Almarga,
donde transcurre la novela, por ejemplo. El propio proceso creativo de la
pintura es muy interesante y la biografías entrecruzadas del abuelo de Abel y
del pintor, el tío abuelo Alonso merecería ser contada exhaustivamente en una pieza aparte.
Otra interesante trama es la publicación del artículo por
el que expedientan a Abel y lo acaban expulsando del instituto donde trabaja
(no estoy contando nada que no deba, aparece en la recensión de la
contraportada) y cómo al final de la historia descubrimos que hay más intereses en
juego a margen de que Abel fuera un poco irreverente en cuestiones de religión.
Y como todos sabemos, en este país NO SE PUEDE BROMEAR CON LA RELIGIÓN. A lo
que me refiero es a que, detrás de eso que le hace perder el trabajo, había algo más, siempre hay algo más.
Foto: Miguel Calatayud |
- Desde luego, el capítulo 8 podría ser una pieza teatral
independiente. Se trata de una conversación considerablemente larga entre Abel
y Roberto, su amigo del alma, llena de ideas brillantes y escrita con un estilo
ligero y verosímil. En este capítulo hace un análisis de la situación de
ambos, del valor de la familia, de la nostalgia, se habla de política, de la
salud de la democracia española, de rock. Como les digo tiene un importante
peso específico dentro de la obra. No sé si está escrita con esa intención, la
de tener valor por sí misma, pero estoy seguro de que funcionaría como texto
teatral o incluso como un corto. Juan Miguel me ha dicho que para este capítulo efectivamente tenía en mente una especie de "Esperando a Godot" y la película "Mi cena de André", de Louis Malle, uno de sus directores preferidos.
- Y la subtrama de la deuda de los aliados con los
españoles después de la Segunda Guerra Mundial a propósito de la connivencia con
los nazis que investiga Roberto promete mucho y da la sensación de estar solo
apuntada. No sé si por no cargar más la novela o por una intención literaria que podría explicar.
- Al protagonista, Abel, o a Silvia, a Roberto, a Miguel
y al resto de personajes que aparecen, no les pasa nada especial, son personas
normales y sin embargo la historia es sumamente interesante, incluso diría que
entretenida, siempre que el término no se malinterprete porque podría
entenderse que es menos valiosa por eso. A lo que me refiero es a que la vida
por sí misma es de lo más emocionante. En otras palabras, y por no remontarme
más atrás; acabar el bachillerato y
decidir qué vas a hacer en la universidad, sobrevivir a ese ejercicio de autodescubrimiento
que es la década de los 20 a los 30 años, en la que,como dice Abel, uno hace las
cosas sencillamente porque puede, para ver hasta dónde puede llegar sin reventar
de una vez por todas. Todo el mundo sabe que a los 20 años somos inmortales (al
menos mis alumnos de Bachillerato beben como si lo fueran). Después hay que
enfrentarse cara a cara con un enorme, faraónico "y ahora qué".
Mal que bien hemos salido adelante. Hemos tenido la infinita suerte de que
otras personas nos han podido querer hasta el punto de compartir su vida con
nosotros. Y si fuera esta poca aventura, está la paternidad. Todos tenemos
amigos que han encontrado actividades para completar sus vidas que les llevan
cientos de horas y a las que le dedican toda su energía y talento, como le pasa
a Roberto en la novela y esa otra trama de la dictadura española a la que me refería anteriormente.
Tampoco es tan raro saber de alguien que anda metido en líos por la cultura del
pelotazo urbanístico como le ocurre al personaje de Miguel. Estoy hablando masculino porque
la historia trata de Abel, y esta charla sobre Juan Miguel y yo, pero cada palabra
que estoy diciendo es aplicable también a nuestras compañeras, aunque con la
diferencia de que ellas sí que saben lo que hacen.
Trasuntos
Por fin, hemos llegado a esta década en la que las cosas
deberían estar más claras, pero no es así… A menudo hacemos creer a los otros
que sabemos lo que decimos y que tenemos las ideas claras. Es lo que debería
corresponder a una persona de nuestra edad. Todo esto en realidad es una
impostura (en nuestro caso es normal porque nos va el teatro). Muchas ideas que
teníamos con 20 años ya no funcionan o no nos las creemos y nos jode una
barbaridad que sea así. No a todo el mundo le pasa lo mismo, hay muchos,
muchísimos, que tienen las mismas ideas que cuando tenía 20 años. Pero no es
nuestro caso. Ahora nos toca repensar nuestras creencias, filias y fobias, las
ideas sobre política, arte, sexualidad, moral, economía… Hay algunos pasajes muy notables sobre este asunto. Al principio
de la novela se plantea la disolución de los ideales de la juventud, y la
paternidad y la maternidad aparecen como una justificación de ello. Es decir, tenemos
que hacer y pensar esto y lo otro porque somos padres y hay que hacerlo por el
bien de nuestros pequeños. Para explicar esto citaré directamente la novela:
El texto dice: “A Vera y a Ulises -los hijos de Abel y Silvia en la novela- (...) los alimentábamos a menudo con comida precocinada, tal y como nosotros también nos habíamos acostumbrado a comer, o nos rodeábamos
de cosas innecesarias: ropa de más, plástico de más, rapidez de más.. incorporándolos así a nuestra vida de adultos sin pensar en su propia manera
de ser y de estar en el mundo. Los hacíamos comer como no nos gustaba comer a
nosotros, los hacíamos dormir como no nos gustaba dormir a nosotros, de manera
férrea y bajo un horario estricto (...) los llevamos a la guardería con alivio
y a la vez con sentimiento de culpa al preguntarnos si realmente eso estaba
bien, los escolarizamos cuando nos habían dicho que era obligatorio hacerlo, es
decir, atendiendo únicamente a estándares que no eran puestos en duda pero que
sin duda eran discutibles y, desde que nacieron, los hicimos poseedores de unas
malvadas y aviesas intenciones como si hicieran lo que hacían con el único
propósito de amargarnos la vida cuando, realmente, en el fondo intuíamos que la
vida que ellos nos habían descubierto acaso fuera la real, por eso chocaba frontalmente con la asquerosamente neoliberal que llevábamos. Todo ello hacía
que nos sintiésemos agotados, derrotados y hastiados, tomando la salida fácil
de seguir la corriente.” pp.30 y 31
No queda todo dicho sobre nuestro tiempo, ni mucho menos.
Más adelante dice el texto: “Cuando a veces pienso en estas cosas y me imagino
contándose las dentro de unos años a Vera y a Ulises, me pregunto cómo haré
para hacerles comprender cómo era la vida sin móviles, ni Internet, sin mensajes
instantáneos, ni disponibilidad inmediata si ya hasta me cuesta recordarlo a
mí. Explicarles cómo era capaz de pasar días y días sin saber nada de su madre,
esperando una carta o una llamada, ahora que necesito saber a todas horas dónde
se encuentran ellos, qué hacen, qué necesitan, viviendo como he vivido la mayor
parte de mi vida si rendir ni pedir cuentas a nadie cada cinco minutos que es
precisamente lo que me sucede ahora con su madre y con ellos, sobre todo con
ellos. Por otro lado, sé que de nada vale rebelarme contra ello. Digo que echo
de menos esa independencia pero ahora no sabría vivir de otro modo.Me consuelo
pensando que es por mis hijos, aunque en el fondo sé que somos una sociedad que
prefiere ignorar que está enferma antes que preguntarse si debería hacer algo
para remediarlo” pp. 214 y 215
Cuáles son los síntomas de esa enfermedad. ¿Nuestra época es líquida y se han confirmado alguno de las vaticinios
de la de los posmodernos? ¿Podemos llamar enfermedad al espíritu de
nuestra época, que diría Hegel?
Lo anterior puede llevarnos a pensar que cualquier tiempo
pasado fue mejor o a instalarnos en la nostalgia. Debo confesarte que soy
bastante anti-nostálgico, es decir, no echo de menos el pasado y, como dice
Ortega en alguna parte, me alegro de que haya pasado cuando ya ha hecho su
parte. No quiero volver a tener veinte años aunque no me arrepiento de haber
hecho lo que hice (sea lo que sea, no es este lugar para sacar trapos
sucios...o trapos sin más). Me refiero a que en nuestra sociedad la juventud se
toma como un valor en sí misma sin que haya habido que demostrar nada. Sin
embargo, esta idea nos conduce a una paradoja: ser joven implica ignorar que se
es joven. En algún capítulo de la serie Mad Men, el protagonista, Don Draper,
cuando ve que su empresa contrata a demasiados chicos jóvenes, dice: "los
jóvenes son idiotas porque ni siquiera saben que son jóvenes". Esta es la
paradoja; la única forma de tomar conciencia del valor de la juventud es que
haya pasado. Entonces ¿Por qué la crisis de los cuarenta? Sobre esto se habla en algunos
momentos de la novela. Atención al paisaje que Juan Miguel, o mejor dicho, el narrador, dibuja cuando habla
de la fauna veraniega en un pueblo de la costa andaluza:
“Madres empujando cochecitos que te miran tristes
arrastrándote a su abismo y padres vigoréxicos que se aferran a una juventud
que irremediablemente dejaron atrás hace tiempo. Madres que han descubierto una
voracidad sensual que las hace transitar lo vulgar,sobre todo cuando pasan unos
días de vacaciones en la playa y dejan de preocuparse por lo que nadie pueda
pensar al ver cómo van vestidas” Pg. 305
El paisaje continúa: ”Padres sombríos a los
que les importa una mierda si realmente son un despojo de lo que fueron, corriendo
detrás de unos hijos que les anclan a la tierra, pero que aún así no les hacen
olvidar que se sienten como si se hundiesen en un lodazal del que ya no esperan
salir hasta que mueran. Jóvenes medio alcoholizados que comparten barra y
chistes racistas con hombres en chándal que beben más que ellos y hablan de
fútbol (...) jovencitas de escote bajo y arrogancia vacía en busca de algo que definitivamente
la saque la impostura o por lo menos que las hunda definitivamente en ella. Al
girar la cabeza me veo reflejado en un la luna de una heladería, mimetizado
como un camaleón mezquino sin nada que me asegure que no soy uno más. Ruido,
ruido y ruido” Pg. 305.
En la parte final de la novela, dedica bastantes páginas
al colegio de Almarga adonde asistieron Abel y Roberto. Se parece bastante a mi
colegio de primaria. Estudié en Maristas en Jaén. Era un colegio muy muy
tradicional, muy muy religioso y donde incluso había castigos físicos, y estoy
hablando de la década de los 80. Me gustaría saber hasta qué punto el de la
novela es un colegio real porque para algunos puede ser difícil creer lo que se cuenta, pero para mí es muy verosímil.
Por último, el trasunto de la música. En esta novela hay
una importante lista de referencias literarias, cinematográficas y artísticas
en general, pero sin duda la más extensa y creo que la más relevante para el
protagonista es la música. Tengo que reconocerle a Abel un gusto musical fantástico.
No sé si alguien lo había hecho ya, pero el otro día me entretuve en recopilar
todas las canciones que se mencionan en la novela. He encontrado 51 canciones,
unas cuatro horas de música. Sé que hay más, algunos discos completos que se
citan y otras que se me han pasado, así que compartiré la playlist de spotify
abierta en las RRSS de Juan Mi y así la completamos entre todos
Para acabar, me gustaría referirme al título de la
novela. Se trata de un verso de una canción del grupo granadino 091 titulada Tormentas
imaginarias . Los cero, como los llamamos los fans, son una referencia
importantísima del rock en Andalucía y están vinculados al surgimiento de un
movimiento cultural en Granada muy importante en los años 90. Quiero regalar a
Juan Miguel y todos vosotros una versión de Tormentas Imaginarias en esta mañana de sábado.
domingo, 17 de noviembre de 2019
Presentación del libro 'Canciones de cuna y de rabia', 18 de octubre 2019
Manzanares 10tv: "Acto de presentación de la novela 'Canciones de cuna y de rabia' del escritor manzanareño Juan Miguel Contreras. Celebrado el 18 de octubre de 2019 en la Biblioteca Pública Municipal 'Lope de Vega' con las intervenciones de Cándido Sevilla, Yolanda Peña y el propio autor."
jueves, 14 de noviembre de 2019
La novela "Canciones de cuna y de rabia" interpretada por Yolanda Peña Cervantes
El 18 de octubre tuve el placer de presentar "Canciones de cuna y de rabia" en la Biblioteca Lope de Vega de Manzanares, el pueblo donde crecí, fui adolescente y tuve varios programas de radio en diversos años (con Gina, Yolanda, Bea y Santi), el pueblo donde me enamoré repetidas veces y dirigí un festival de teatro, donde limpié casi todos los vestidos de novia de las mujeres que se casaron entre 1988 y 1994, tuve una librería o fui esporádico bibliotecario. Allí hablé de esta novela en compañía de Yolanda Peña, amiga imprescindible y necesaria. El texto que sigue es parte de lo que ella dijo.
Yolanda Peña Cervantes
“Canciones de cuna y de rabia” es
una novela de la que se pueden decir muchísimas cosas y que posibilita una gran
cantidad de reflexiones, toda ellas necesarias en esta época de tribulación en
la que vivimos, con esta amenaza constante de crisis ensombreciendo el futuro y
con la presencia ya más que evidente del cambio climático…. pero sobre con todo
reflexiones vitales para los que atravesamos la edad cuarentañera, década arriba década abajo. Para nuestra generación
es el momento de mirar atrás e intentar entender en qué nos hemos convertido y
en qué podemos convertirnos. Temas como la derrota, la felicidad, la
precariedad laboral, la soledad, la perdida de los padres, el miedo a dejar de
ser fieles a nosotros mismos, la amistad, la paternidad con sus múltiples
preocupaciones, la infidelidad, el hastío, la naturaleza del amor, el poder, la
corrupción, el paro, el deseo, la relación ambivalente con los orígenes y los
recuerdos… pasean por las páginas escritas por Juan Miguel obligándonos a
reflejarnos ante todas ellas.
Pero sobre todo ante los
recuerdos… Aunque esta novela transcurre en el presente, la puerta abierta al
pasado es una constante. Y nos permite hacer una reflexión sobre la calidad de
los recuerdos de la infancia y adolescencia frente a la calidad e intensidad de
los recuerdos de nuestra etapa adulta. Somos capaces de recordar cosas
minúsculas de cuando éramos pequeños y emborronamos los recuerdos adultos. Al
menos a mí, que soy tremendamente desmemoriada, me pasa… Cuando uno se hace
mayor desaparece una gran parte
de nuestra capacidad para la sorpresa, para la extrañeza ante la
realidad, y por culpa de eso la vida nos abruma con mil pequeños suvenires
intrascendentes que se nos escapan entre los dedos. Otro de los elementos claves de la novela es la trágica
historia contemporánea de España. La herida de la Guerra Civil no termina de
cerrarse, no somos capaces de cerrarla como sociedad y, desgraciadamente,
continúa presente en nuestros días. A la Hidra de nuestra historia
reciente cada día le crecen nuevas cabezas a poco que investiguemos en los
archivos, como hace Roberto, uno de los protagonistas de la novela.
Otro de los temas vertebrales de
la novela es el Colegio San José, que comparten los protagonistas masculinos, y
que es el trasunto del manzanareño Colegio D. Cristóbal. Un Colegio peculiar en los años 70-80, que
constituye un reservorio único de anécdotas para los alumnos de esa época. Una
educación que hoy sería, sin duda, más que controvertida pero que, con todas
sus sombras, convirtió, al menos a una parte de sus alumnos, en personas
especiales y extraordinarias. Las niñas milagroseras,
entre las que me incluyo, criadas entre algodones y protegidas por las
aperturistas Hermanas de la Caridad, encontraron en los "cafres" de
D. Cristóbal su horma del zapato cuando entraron en el instituto. Se crearon
entonces unos vínculos que constituyen, todavía hoy, un elemento esencial de
nuestras vidas. Entre ellos se encuentra, por supuesto, mi encuentro con
Juanmi, que ha marcado una parte esencial de mi vida.
Sobrevuela, también,
continuamente durante toda la novela la pintura realista y la figura de Antonio
Iniesta, convertido en Alonso. Este pintor, tío-abuelo del autor, es una de las
grandes figuras artísticas de nuestro pueblo y la novela actúa como un homenaje
a su obra pero sobre todo a su persona. Leyendo la novela he recordado una
tarde en la que Juan Miguel me llevó al estudio de su tío…. Me acuerdo sobre
todo de los lienzos sin terminar,
testigos de un proceso creativo que nos fascinaba… Éramos ya en el instituto
dos personas necesitadas del calor del arte…
Casualmente, el día en el que se
presentó en Manzanares las Canciones de Cuna y de Rabia de Juan Miguel, se
publicaba también el último disco de 091 tras 24 de años de silencio. Este grupo
es autor de la canción que da título al libro y tiene una presencia
trascendental en el desarrollo de la trama de la novela. 091 en particular y la
música en general, actúan como un personaje más, para deleite de los musiqueros
como yo, evocando libros míticos como el de Alta Fidelidad de Nick Hornby.
Me gustaría terminar con una
reflexión personal sobre la necesidad de leer ficción. Yo, que he sido una
lectora voraz durante la mayor parte de mi vida, veo ahora cómo las
obligaciones laborales y el cansancio (también, por qué negarlo, Netflix) hacen
que lea poco y mal… Y eso tiene un efecto tremendamente perjudicial en mi día a
día. Las novelas en mi vida han sido y son ansiolíticos; no sé porque me empeño
en olvidar el bien que me hacen. En
la vida se hace estrictamente aquello que se quiere, las escusas sólo valen
para justificar no hacer aquello que no queremos hacer. Tenemos que leer
más. Sin escusas. Y tenemos que
agradecer a los valientes que tienen el arrojo de escribir ficción, que nos regalen su tiempo y su vida a través
de las palabras. Y eso es lo que creo que queremos hacer todos los que abrimos
y leemos esta novela: agradecerle al autor su empeño, su osadía, tu terquedad y
su talento… que nos han regalado esta esplendida novela.
Yolanda Peña Cervantes
miércoles, 2 de octubre de 2019
Mi propio Doppelgänger. Expurgos a una improbable literatura nazi en América----
PROSAS DE LA SOLEDAD
Por Juan Miguel CONTRERAS
Errantes
SOLO, en la alta noche, llegan a mi, confusas, voces que el viento acerca y aleja. . .
Son las voces errantes en el espacio: de ayer, de hoy, de siempre. Todo el sentir humano. . .
Se acercan. . . , se alejan. . . , por la clara oscuridad misteriosa, y el alma queda suspensa.
Que oculta raíz? ...
¿Qué oculta raíz de dolor se alza hoy en la flor de mi tristeza?
Nunca como ahora, el azul dilatado del cielo es para mi imagen de la soledad, y el rojo de la aurora, sangre del corazón. . .
¿Qué dolor incomprendido me angustia?
¿Será por lo que pude ser y no he sido? ¿Por lo que he sido, que nunca debí ser? ¿Por lo que he amado o por lo que deje de amar?
!Hay una desconocida pena honda, que me entristece!
Carretera
CUANDO por la noche, caminando por la carretera, veo entre la oscuridad sombras que se alzan y como que se ocultan cuando me aproximo, pienso, con pena, en todos los afanes, el duro bregar diario, anónimo, que por ahí pasa; y que las sombras, fantasmales, medrosas, que veo son las rotas, sangrantes, huellas de
aquel batallar y que mis pasos despiertan. . .
Soledad
¡SOLEDAD sin nombre la del hombre. soledad de toda soledad!
Espíritu que en mí moras y aldaboneas angustioso en mi corazon, ¿quién eres? ¿Qué buscas? En la oquedad del universo resuenan tus llamadas y su eco lúgubre se pierde entre los mundos. Nadie responde.
Voy, solo de toda soledad, en la noche sin fin. . .
¿Por qué? ¿Por qué esta angustia, este ansiar desesperado? ¿Este continuo sangrar y este querer fundirme en todo? ¿Este vagar sin tregua? ¡Y el corazón, como una pena alta y abandonada, abismándose en si mismo, oyendo su propio grito, que retorna estremecido. . . !
¡Soledad sin nombre la del hombre!
Voy, solo aun de mi mismo. Espectral. Devorado por propios e inextinguibles fuegos.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo este llamar desesperado? Y la sangre, naciendo de si misma cada vez mas roja. . . ; y las lagrimas, de si mismas tomando su sabor. . .
!Soledad sin nombre la del hombre, soledad de toda soledad!
Vela
LA noche alta florecida de luceros como rosas centelleantes. De luceros como heridas. De luceros como heridas que brotan blanca sangre astral. La noche alta frutecida de luceros. De luceros como heridas. Y yo aquí de pie. Y yo aquí de pie, alto también con mi espíritu; alto con mi dolor. La hora es propicia a la angustia.
La hora es propicia a esta angustia fiel que hoy mas que nunca se cine a mi y ha tomado posesión de mi ser.
Inquietud de niños hambrientos. . .
Como niños hambrientos se alzan hoy en mi corazón escondidos anhelos. Largas manos en llamas. Ansias infinitas.
El hambre eterna del Hombre. Hambre espectral. De inconmensurables órbitas negras. El hambre de SER. El hambre de Dios. ¡Oh angustia del Hombre!
En la noche alta de luceros como heridas. Luceros como heridas manando limpia sangre astral.
Y yo aquí de pie, alto también con mi espíritu, sangrando dolor. Sangre obscura de dolor.
¡Oh angustia del Hombre!
La noche alta frutecida de luceros como heridas. Frutecida de luceros. Y por mis ojos llamas que se escapan, y que van a incendiar el mundo.
¡Oh angustia eterna del Hombre!
Una sed
LAS aguas invitan, junto a mi circulan; siento su frescura. Todo yo soy una sed.
Rondare, clamare, ya no podre alejarme. !Todo yo soy una sed!
Clamare. . . Pero el clamor ha de ser inconfundible ya: un clamor que sólo tú oyes, Señor, y que ni estruendos pueden apagar.
Viernes
SOLO entre los arboles. El canto de las cigarras, alto, multiple. A lo lejos, blanco, un pueblecito. Quietud.. . Congoja.. .
Clamo al Maestro. Le clamo con todas las bocas de mis heridas; por las heridas de mi ser, que se ha vaciado ya en dolor.
¿Es que no me dirá su paz el monte? ¿No fluye agua para mi sed?
¡Oh, Maestro! ¡Que no huelle mi pie esta hierba ni este polvo! Puros son. En
ellos veo tu rostro. Como tu frente, están ensangrentados. ¡Por qué he de lacerarte yo también?
¡Oh, Maestro!
Solo entre los arboles. El canto de las cigarras, alto. Por el sendero, Sus pasos.
Sufro yo
¿Qué escala de sufrimiento es esta, Señor, en la que puedo encontrarte y el alma se sosiega?
¿Es que he de sentirme cosa vana, lodo vil, para que me consueles y sostengas?
¡Qué desolación si enmudecieras, Señor, y ya no quisieras responderme!
Sufra yo siempre, para que no me falte tu voz.
Tu amor es grande; mas fuerte que mi mina.
pág 174/176
Impreso en los Talleres de la
DIRECCiON DE PUBLlCACiONES
Dirección General de Cultura
MINISTERIO DE EDUCACIÓN
San Salvador, El Salvador, C. A.
1969
domingo, 21 de abril de 2019
"Canciones de cuna y de rabia", una novela...
Después de muchos meses (años) ha conseguido publicarse esta historia. una novela titulada "Canciones de cuna y de rabia". Comenzada en el año 2012, en mayo, a partir de una anterior novela fallida de la cual salvé un capítulo, construí esta hasta terminar una primera versión completa el 22 de diciembre de 2015, dos días antes de que Lemmy Kilmister muriera y unos meses antes de que 091 anunciaran su resurrección (cuyas obras y vidas están presentes de cierta manera en la novela, desde unos personajes que creían que el primero nunca moriría y los segundos nunca volverían a juntarse; y ese hecho tan trivial y sobrecogedor a la vez me dio la clave para el trabajo de corrección: lo esencial debía quedar lo más a salvo posible más allá de las raíces temporales de lo que se cuenta). Desde entonces, muchas vicisitudes comenzaron a formar parte de la historia editorial de este relato de sobrevivientes lleno de canciones, que no lamentos. Me convertí en editor de mí mismo, aprendiendo sobre la marcha trabajar un texto como un montador de cine, como un productor musical, como un ayudante de director teatral, pero todo junto y sobre una novela... Entre medias, silencio de montones de editoriales, cartas de rechazo (hasta ahí lo normal), y rechazos finales de editoriales soñadas tras meses de pasar comités de evaluación... Esos rechazos fueron 2, uno más doloroso que otro, porque fueron seis meses de espera, de correos amables y llenos de preguntas, dudas y consejos; lástima que no cristalizara. ¿La contestación? No podían arriesgarse con alguien como yo (desconocido, terco, lejos ya de la juventud) y afrontar unos meses de trabajo de edición sin ninguna garantía. (¿Así que la clave estaba en la edición, en corregir, pulir, montar y moldear algo que no sonaba mal?) Al final, gracias al apoyo y ayuda de Andrés Sorel (descansa en paz, amigo), Pilar Gomez y Jose A Balmón, decidí no darla por inédita y me lancé a una aventura que, como toda aventura, tuvo (tiene y tendrá) sus sinsabores y sus pequeñas victorias. Ahora, tras todo ese trabajo de derribo, desescombro, recomposición, reescritura, montaje... está en la calle gracias a un puñado de increíbles y mágicos mecenas que quisieron comprarla por anticipado para que se convirtiera en eso que las imágenes de abajo dan prueba.
Está a la venta en varias plataformas en formato ebook, en la editorial también está disponible en formato digital y (creo) que tienen algún ejemplar; también, a día de hoy (que yo sepa), está en Pasajes Librería Internacional (Madrid) y Librería Popular (Albacete). Yo también tengo unos pocos ejemplares. De la cubierta estoy enamorado (gracias infinitas a la fotógrafa Lucía Padilla), de lo escrito dentro comienzo a desprenderme, ha sido mucho, y el resultado está ahí...
PAPEL Y EBOOK
EBOOK:
CASA DEL LIBRO - https://www.casadellibro.com/ebook-canciones-de-cuna-y-de-rabia-ebook/9788417643720/9483589
EN PAPEL:
PASAJES LIBRERIA INTERNACIONAL - https://www.pasajeslibros.com/autores/contreras-camarena-juan-miguel/3838/
LIBRERIA POPULAR - https://www.popularlibros.com/libro/canciones-de-cuna-y-rabia_930556
y escribiéndome si nada de lo anterior funciona...
aquí un amigo... |
@lucíapadilla |
BOOKTRAILER...
jueves, 15 de noviembre de 2018
“EL ARPA DE DAVITA”. CHAIM POTOK. LIBROS DEL ZORZAL
“EL ARPA DE DAVITA”.
CHAIM POTOK. LIBROS DEL ZORZAL
Ilana Davita es una niña con la cabeza en las nubes (de papel) y un
corazón que, durante los sueños, late rápido dentro de su pequeño cofre,
todavía plano. Su padre viene de una familia
católica y es corresponsal de un periódico; su
madre, de familia judía, trabaja como maestra y trabajadora
social. Ambos han abandonado la religión aunque están
inflamados con la misma pasión por la política.
Esta historia podría no tener coordenadas
geográficas y temporales precisas y seguiría siendo igualmente preciosa.
Pero las tiene: Estados Unidos en
los años treinta, a punto de asistir al estallido de la guerra mundial, cuando los sueños del comunismo y el renacimiento en una nueva
era bajo la bandera del proletariado, eran ajenos a los avatares históricos-políticos
que traicionaron la pureza de esos ideales.
Obligada a cambiar
periódicamente de vivienda, Davita solo tiene dos elementos que connotan lo que
sería su “hogar”: una fotografía de tres caballos
galopando en una playa y un arpa colocada
en la puerta, lista para emitir su melodía en cada pasaje y con cada visita.
Intensa novela de aprendizaje, conmovedora y sobria, “El arpa de Davita”, cuenta la historia
del crecimiento de una niña que deja dolorosamente el mundo de la infancia
aprendiendo lo difícil que es ser diferente y
formar parte de una minoría, no solo como judía,
sino sobre todo como una mujer dedicada
al conocimiento. Su mirada se mantiene
en el horizonte de la infancia, su vida fluye tranquilamente entre los
enérgicos abrazos de su padre y las atenciones de la madre dentro del hogar nómada.
Ambos quieren cambiar el mundo y detener el fascismo. Davita es un rayo de
sol, es su vida, pero una causa mayor dirige la vida de sus padres.
Poco a poco Ilana
compondrá el rompecabezas de su vida, topándose con piezas de lo más dispar:
guerra y pájaros, Baba Yaga y castillos de arena, comunismo, fascismo, huelgas,
proletariado, trabajo, periódico, asambleas. Cada pieza encontrará tarde o
temprano su lugar, mientras uno lee y se enamora.
Una parte importante
del rompecabezas está ocupado por la religión. Atraída por sonidos extraños de rituales
y melodías, espoleada por esa vida tan diferente de la suya, poco a poco se
acerca a este religioso mundo como si explorase una habitación llena de objetos
misteriosos. Y cuando la vida golpea con fuerza, busca una armadura más
dúctil y resistente para sobreponerse.
Novela que conquista
de inmediato por su tono simple y sobrio, por su capacidad para tomar la
perspectiva de una niña inteligente y sensible, que crece y se forma en una
época tan problemática. Tanto la primera parte, más ligera, casi melodiosa,
como la segunda, cuando la historia entra en la Historia, con su carga de duelo
y desastres, están escritas con maestría, con esa calma apasionada que tiene la
escritura de Chaim Potok. Y así hasta llegar al final, que no puede más que
calificarse de hermoso.
lunes, 20 de agosto de 2018
20 de agosto 1968.50 años del fin de la Primavera de Praga. La muñeca rusa
Hoy hace 50 años de la entrada de los tanques soviéticos en Checoslovaquia.
LA MUÑECA RUSA.
CAPÍTULO 1.
Josef Koudelka, 1968 |
La noche en la que el
ejército soviético entró en Checoslovaquia, Milos Meisner interpretaría el
ruido de los tanques por las calles de Praga como la gran y estúpida ironía que
definiría el resto de su vida a partir de ese momento. Le asaltó entonces el
deseo angustioso de escapar de su pequeño piso de la calle Na Hrázi, del
hospital psiquiátrico donde trabajaba como celador, de salir de Praga, de
abandonar Checoslovaquia, de exiliarse de su vida, como si esa fuga pudiese
darle la calma y el consuelo que, desde hacía varios años, creía necesitar. Se
asomó despacio por la ventana y vio un tanque en su propia calle.
Inmediatamente pensó en Irina, y el miedo que le asaltó hizo que volviera a oír
en su cabeza las risas incontenibles de su amigo Pavel Sisak y del escritor
Bohumil Hrabal cuando, un par de días antes, les contaba que se sentía culpable
porque se había enamorado de una paciente rusa del hospital que decía ser hija
de un cosmonauta ucraniano perdido en el espacio cuya vida había sido borrada
por las autoridades soviéticas. Echaba de menos aquellas risas, la de Pavel
como la de un grajo luminoso, la de Bohumil como la del hermano mayor que sabe
cosas que nosotros nunca podremos saber. Se vio de nuevo rodeado de ellos; los
tres ebrios, felices y asustados; él mirándoles y descubriendo en sus miradas
ese fuego de los que no tienen miedo a nada y a la vez están aterrados por
todo.
Estamos en 1968 y, por
extraño que parezca, casi nadie imaginaba que la invasión de Checoslovaquia por
parte de las fuerzas del Pacto de Varsovia realmente iba a ocurrir. Hacía más
de un año que Irina Belokoneva había aparecido en el hospital mental de Praga y
nueve meses desde que se habían iniciado las reformas democráticas de Dubček.
La noche del 20 de agosto de 1968 se oyeron las explosiones de algunos obuses
fortuitos a lo lejos, como si la brutalidad y la represión que se avecinaban
quisieran entrar llamando a la puerta a pesar de no estar invitadas,
tamborileando sobre el ruido de tanques, anunciando que, por muy cruel, injusto
y desolador que pareciese, todo estaba a punto de terminar.
Josef Koudelka, 1968 |
El día que entraron los
tanques en Praga, Milos salió del hospital psiquiátrico Bohnice sintiéndose
distinto, intentando no sucumbir al escepticismo, obligándose a creer en Irina,
en la historia que Irina le contaba una y otra vez como una salmodia
liberadora. Atardecía, las noches comenzaban a ser frescas y decidió caminar.
Durante casi un año venía oyendo esa extraña historia, pero aquel día no pudo
evitar sonreír sarcásticamente mientras la escuchaba, creyendo ver en todo
aquello un ceniciento paralelismo hacia lo que se estaba viviendo en
Checoslovaquia. Por todos lados se hablaba de reformas democráticas, se
organizaban asambleas en cada barrio, en cada calle, en cada bloque; se hablaba
de la abolición de la censura, de las libertades recuperadas, de todo por
conseguir tras tantos años grises vividos con sorna y resignación. Sin embargo
ese día sentía algo distinto, como si al alejarse de aquel sanatorio, de ese
edificio mezquino y trovo, también se alejase de Irina más allá de lo puramente
físico, como si la locura que él ayudaba a sobrellevar a los pacientes de aquel
lugar, la fuese esparciendo por todos lados conforme entraba a Praga, dejándola
entre los árboles, entre los estudiantes, las mujeres, los obreros, entre la
gente que iba o volvía de las asambleas, de los restaurantes, de los bailes, de
los centros culturales; desmenuzaba aquella cruel locura en la que trabajaba y
la veía volverse invisible, igual que ondas de radio, rodeándolo todo como el
papel de regalo de un porvenir sin la férrea sombra soviética. Pero el sonido
de los obuses le hizo desear estar con ella. Aquel miedo, aquel ocultarse en
una casa a oscuras, se tiñó de pronto de reservas, de escudos protectores, de
cínicos prejuicios, convirtiéndolo en una especie de actor mediocre perdido en
una escena clave que no sabe continuar sin leer el guión. Sentía que las
explosiones le alejaban de ella, alimentando sospechas ante la rocambolesca historia de Irina, viendo
perecer la historia de su pueblo, vertiendo toda aquella marea a través de sus
manos como un pez robusto y lunático. Durante meses había buscado por todos los
medios sacar a Irina de ese sueño que la atormentaba, separarla de la Luna, de
esa Luna que la había vuelto loca. Ahora, asomado imprudentemente a la ventana
de su pequeño piso, lamentó comprobar que el destino de los checoslovacos
estuviese ligado obligatoriamente al de los soviéticos. Una voz le inquirió desde
abajo. Un kalashnikov apuntaba hacia su ventana. Asustado de verdad por primera
vez, se agazapó y corrió las cortinas. Blasfemó con rabia y se maldijo a sí
mismo por sentirse responsable del destino de Irina Belokoneva.
Josef Koudelka, 1968 |
Cuando por fin el
cansancio empezó a vencerle, se quitó cuidadosamente la ropa. Al contemplarse
desnudo en el reflejo del espejo del armario de su dormitorio, Milos se sintió
de nuevo cerca de ella ignorando los miedos y las reservas. Al meterse al fin
en la cama, buscó reírse de sí mismo, queriendo explotar como un abanico de
amenazas, pero no lo consiguió. Sin embargo, en su cabeza surgió una pregunta:
¿Cómo es posible que me haya enamorado de una paciente diagnosticada de
esquizofrenia paranoide que dice ser hija de un cosmonauta ruso desaparecido en
el espacio tras un fracasado viaje a la Luna? ¿Cómo es posible que dude de la
locura de una locuaz esquizofrénica ocasional, de una trovadora desquiciante
martirizada por el recuerdo de un padre que imagina muerto, flotando inerte en
el espacio, en una paradigmática imagen recurrente de película de ciencia
ficción?
A pesar de todo eso,
aquella noche Milos durmió plácidamente. Soñó con Irina, con cosmonautas, con
caballos, con la cara oculta de la Luna y con el mar, un mar que nunca había tenido
la posibilidad de ver y que creía necesitar. Soñó que escapaba, que se marchaba
pero no se perdía, que amaba pero no amaba, que pisaba la Luna sin billete de
vuelta y que respiraba extrañamente tranquilo bajo la escafandra de un planeta
mutilado como un pez sin futuro, tal vez su país.
Todo esto yo lo sé porque
Milos me lo ha contado un millón de veces, sentado en esta silla, frente a las
estanterías de la sección de Literatura Hispanoamericana en una pequeña y
ridícula librería de un pequeño y ridículo pueblo de la costa almeriense
llamado Almarga. Hace muchos años de todo aquello y, por una razón que todavía
desconozco, este lugar es el final de su viaje. Tal vez por eso haya decidido
contarme su historia, una historia que en el fondo intuyo que ni es sobre él ni
tampoco es suya. Lleva viviendo aquí dos años y aún tiene en su casa una maleta
sin deshacer. Las veces que le he preguntado qué es lo que guarda ahí siempre
me ha contestado lo mismo, ahí llevo lo único que me llevaría si tuviera que
irme a otro lugar; el porqué la tengo hecha, o por qué no la he deshecho aún,
es algo que vosotros nunca podríais entender del todo. ¿Quiénes?, pregunto. Y
él responde, vosotros, mirándome como si le hubieran hecho la pregunta más
tonta del mundo. Así que nunca vuelvo a insistir. Es entonces cuando Milos
Meisner me sonríe, alza una de sus cejas y balancea levemente la cabeza,
sumergiéndose de nuevo en todo aquello que lo atormenta y a la vez sé que le
mantiene vivo.
lunes, 12 de marzo de 2018
WILL HOGE, MADRID, 9 de marzo de 2018, The Secret Club.
WILL HOGE, MADRID, 9 de marzo de 2018
The Secret Club.
La esperada y ansiada visita a Madrid de uno de los
songwriters fundamentales para entender los derroteros del rock de raíz americana
de lo que va de siglo se saldó con un concierto de los que se quedan en la
memoria, reafirmando que, cuando se tiene algo que contar y se sabe cómo, el
talento siempre sabe qué teclas tocar para emocionar y espolear sueños y
certezas. Por mi parte, no sólo no me arrepiento lo más mínimo del palizón de
kilómetros que, a última hora, puede hacer, sino que a la salida del bolo de
Will Hoge pude orgulloso hacer otra muesca más a esa efímera e íntima lista de
conciertos definitorios. La carrera de Hoge ya es lo suficientemente larga como
para ser vista y diseccionada con profundidad, y desde que debutara con un
impetuoso puñado de canciones tan urgentes como vivas en 2001 (“Carrousel)
hasta el emotivo y salvífico “Anchors” de este 2018, Will Hoge se ha labrado
una carrera y una reputación envidiable que cualquier aficionado a la música de
raíces puede considerar, sin miedo a exagerar, como imprescindible. El
repertorio del concierto que dio el pasado viernes 9 de marzo en Madrid en The
Secret Club (que los dioses bendigan a Medias Puri) tuvo su grueso en sus dos
últimos discos (“Small Town Dreams” y el citado “Anchors”), apuntalándolo con
gemas sueltas de sus otros ocho trabajos de estudio anteriores.
Will Hoge y su banda subieron al escenario y comenzaron con The Reckoning, la agridulce y emotiva canción que abre su último trabajo (“hay algunas semillas que siembras y nunca crecen…” canta en ese alegato inquebrantable a perseverar (o no) en tiempos difíciles). Will solo tuvo que abrir la boca y dejar que su privilegiada garganta obrara el milagro, tal y como estos deben hacer, poco a poco, sin apabullar gratuitamente, dejando que la música recorriese el local y nos envolviera casi sin darnos cuenta. El ritmo fue reptando venenoso con “The last Thing I need”, de Small Town Dreams (disco que remarca su impronta en eso que los americanos llaman Heartland Rock). Tema en el que es precisamente su voz la que casi al final sube el ritmo, dejándonos listos para, a la voz de tres, rematar la jugada con el vigoroso “Better Off Now”, única mirada a su primera época, aquella que podríamos definir como pre-accidente de moto (sus cuatro primeros discos). Pelotazo rockero este “Better off Now” de su segundo y olvidado disco (del que él mismo reniega a causa de una yerma producción mainstream). “Still a Southern Man” y “(This ain´t) a Original Sin” mantuvieron el acelerador a tono (lírica y musicalmente) con sonrisas de complicidad entre la banda y dejando claro que aquello podía ser incluso memorable. Que tras eso se sentase al piano para la preciosa “Cold night in Santa Fe” resulto tan natural como darle las gracias a quien nos roba la cartera y de paso el corazón. Fue durante esta y la siguiente “Little Bitty Dreams” cuando volví a pensar lo que muchas veces he pensado al intentar explicar la voz de Will Hoge a algún amigo que no lo conoce (Es como escuchar a Elvis Costello intentando imitar a Otis Redding y consiguiéndolo). Para aquel entonces ya quedaba claro que el proyecto de Will Hoge es el de contar historias tan comunes como vitales, en las que gente como cualquiera de nosotros, puede verse reflejado: días duros, sentimientos encontrados, trabajos alienantes, deseo de liberarse con pequeñas cosas, un guitarrazo, una cerveza compartida, un futuro incierto, una indignación frente al poder político tan resentida como lacerante, el amor de los nuestros y una revisión del pasado que espolea para seguir adelante. De eso canta Will Hoge mientras esboza una leve sonrisa y canta unos imbatibles estribillos.
A partir de ahí llegó el abandono, la cosa rodaba (y de
qué manera), por lo que no había más que dejarse llevar. Justo delante de mí, en primera fila, estaba la artista Cayetana Álvarez pintando in situ a la banda a través de las canciones (que descubrí gracias al libro de Joserra Rodrigo y que me parece admirable). La gente se mostraba
respetuosamente callada cuando la canción lo pedía (los “bravo”, “eres grande, colega”,
“mierda, qué bueno eres” que se oían espontáneos al terminar alguna de las
canciones sonaban sinceras y más de uno sonreía al haber querido gritarlas
también). “Anchors”, “Growing up Around Here” se alternaban oxigenadas para
dejar paso a la vacilona (por lo agrio e irónico de su letra) “Desperate Times”.
“Too late too son” volvía a dejarte desnudo y sonriente, casi tanto como a él,
con toda la sala en el bolsillo. Con “Goddamn California” hizo uno de sus
speeches introductorios, sobre el porqué de la canción, cuando, tentado por
cantos de sirena y marketing, lejos de su familia y sus amigos, se preguntaba
si merecía la pena el mercadeo y descubría que no, volviendo a tener que reinventarse vitalmente, siempre con la
guitarra cerca para escribirlo, siempre consiguiendo hacerte sentir cómplice.
Enfrentaba la recta final con una de sus mejores
canciones, la irresistible “Even If it breaks your Heart”, cerrando la comunión
que poco a poco había ido creando alrededor. Con “A Little Bit of Rush”, una de
las joyas de su último disco, convenció al más reticente (si es que aún quedaba
alguien) y, lanzado a otro de sus cómplices y ágiles speeches, se despidió con
ese homenaje nada velado pero irrefrenablemente gozoso a The Clash, “Ring of
Fire”, al compromiso de Hank Williams y Johnny Cash y a su queridísimo Franklin, cerca de Nashville, Tennesse,
que es “Till I Do It Again”.
fotografía del instagram de monticola_solitarius |
Que el concierto terminase con “17”, una canción donde
late el mismo espíritu terapeútico que el “Caravan” de Van Morrison, con Will Hoge
cantando a capella la mitad de la canción al borde del escenario, fue un regalo
demasiado bonito, tanto como para saber que una noche así le valdrá a más de
uno como refugio para días oscuros donde buscar las ganas y los sueños que tan fácilmente
creemos perdidos.
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