miércoles, 2 de octubre de 2019

Mi propio Doppelgänger. Expurgos a una improbable literatura nazi en América----


JUAN MIGUEL CONTRERAS.-Nació en una pequeña granja, a inmediaciones de la ciudad de Chalatenango, en 1904. Primeros años de escuela primaria en la misma ciudad. Después, fue alumno en la escuela "José Matías Delgado", de San Salvador. De ahí paso al Instituto Nacional "General Francisco Menendez". Tuvo que interrumpir sus estudios para empezar a trabajar. Publicó dos libros de prosas breves: "Fruta de fuego" y "Desde el corazón".



PROSAS DE LA SOLEDAD 
Por Juan Miguel CONTRERAS 


Errantes 
SOLO, en la alta noche, llegan a mi, confusas, voces que el viento acerca y aleja. . . 
Son las voces errantes en el espacio: de ayer, de hoy, de siempre. Todo el sentir humano. . . 
Se acercan. . . , se alejan. . . , por la clara oscuridad misteriosa, y el alma queda suspensa. 

Que oculta raíz? ... 
¿Qué oculta raíz de dolor se alza hoy en la flor de mi tristeza? 
Nunca como ahora, el azul dilatado del cielo es para mi imagen de la soledad, y el rojo de la aurora, sangre del corazón. . . 

¿Qué dolor incomprendido me angustia? 
¿Será por lo que pude ser y no he sido? ¿Por lo que he sido, que nunca debí ser? ¿Por lo que he amado o por lo que deje de amar? 
!Hay una desconocida pena honda, que me entristece! 


Carretera 
CUANDO por la noche, caminando por la carretera, veo entre la oscuridad sombras que se alzan y como que se ocultan cuando me aproximo, pienso, con pena, en todos los afanes, el duro bregar diario, anónimo, que por ahí pasa; y que las sombras, fantasmales, medrosas, que veo son las rotas, sangrantes, huellas de 
aquel batallar y que mis pasos despiertan. . . 


Soledad 
¡SOLEDAD sin nombre la del hombre. soledad de toda soledad! 
Espíritu que en mí moras y aldaboneas angustioso en mi corazon, ¿quién eres? ¿Qué buscas? En la oquedad del universo resuenan tus llamadas y su eco lúgubre se pierde entre los mundos. Nadie responde. 
Voy, solo de toda soledad, en la noche sin fin. . . 
¿Por qué? ¿Por qué esta angustia, este ansiar desesperado? ¿Este continuo sangrar y este querer fundirme en todo? ¿Este vagar sin tregua? ¡Y el corazón, como una pena alta y abandonada, abismándose en si mismo, oyendo su propio grito, que retorna estremecido. . . ! 
¡Soledad sin nombre la del hombre! 
Voy, solo aun de mi mismo. Espectral. Devorado por propios e inextinguibles fuegos. 
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo este llamar desesperado? Y la sangre, naciendo de si misma cada vez mas roja. . . ; y las lagrimas, de si mismas tomando su sabor. . . 
!Soledad sin nombre la del hombre, soledad de toda soledad! 


Vela 
LA noche alta florecida de luceros como rosas centelleantes. De luceros como heridas. De luceros como heridas que brotan blanca sangre astral. La noche alta frutecida de luceros. De luceros como heridas. Y yo aquí de pie. Y yo aquí de pie, alto también con mi espíritu; alto con mi dolor. La hora es propicia a la angustia. 
La hora es propicia a esta angustia fiel que hoy mas que nunca se cine a mi y ha tomado posesión de mi ser. 
Inquietud de niños hambrientos. . . 
Como niños hambrientos se alzan hoy en mi corazón escondidos anhelos. Largas manos en llamas. Ansias infinitas. 
El hambre eterna del Hombre. Hambre espectral. De inconmensurables órbitas negras. El hambre de SER. El hambre de Dios. ¡Oh angustia del Hombre! 
En la noche alta de luceros como heridas. Luceros como heridas manando limpia sangre astral. 
Y yo aquí de pie, alto también con mi espíritu, sangrando dolor. Sangre obscura de dolor. 
¡Oh angustia del Hombre! 
La noche alta frutecida de luceros como heridas. Frutecida de luceros. Y por mis ojos llamas que se escapan, y que van a incendiar el mundo. 
¡Oh angustia eterna del Hombre! 


Una sed 
LAS aguas invitan, junto a mi circulan; siento su frescura. Todo yo soy una sed. 
Rondare, clamare, ya no podre alejarme. !Todo yo soy una sed!
Clamare. . . Pero el clamor ha de ser inconfundible ya: un clamor que sólo tú oyes, Señor, y que ni estruendos pueden apagar. 


Viernes 
SOLO entre los arboles. El canto de las cigarras, alto, multiple. A lo lejos, blanco, un pueblecito. Quietud.. . Congoja.. .
Clamo al Maestro. Le clamo con todas las bocas de mis heridas; por las heridas de mi ser, que se ha vaciado ya en dolor. 
¿Es que no me dirá su paz el monte? ¿No fluye agua para mi sed? 
¡Oh, Maestro! ¡Que no huelle mi pie esta hierba ni este polvo! Puros son. En 
ellos veo tu rostro. Como tu frente, están ensangrentados. ¡Por qué he de lacerarte yo también? 
¡Oh, Maestro! 
Solo entre los arboles. El canto de las cigarras, alto. Por el sendero, Sus pasos. 


Sufro yo 
¿Qué escala de sufrimiento es esta, Señor, en la que puedo encontrarte y el alma se sosiega? 
¿Es que he de sentirme cosa vana, lodo vil, para que me consueles y sostengas? 
¡Qué desolación si enmudecieras, Señor, y ya no quisieras responderme! 
Sufra yo siempre, para que no me falte tu voz. 
Tu amor es grande; mas fuerte que mi mina. 

pág 174/176


Impreso en los Talleres de la 
DIRECCiON DE PUBLlCACiONES 
Dirección General de Cultura 
MINISTERIO DE EDUCACIÓN 
San Salvador, El Salvador, C. A.
1969

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