EL HOMBRE QUE NOS LLEVÓ AL COSMOS.
Doce hombres han paseado por la Luna. La última vez,
en 1972. Ya no hemos vuelto a ir. Uno de los dos hombres que propició todos aquellos
hitos no vivió para verlo. Seguramente, si hubiera vivido más, hubieran sido
otros hombres, y otras banderas, las que hubiesen pisado la superficie de
Selene. Este año se cumplen 50 años de su desaparición. Lo llamaban el
Diseñador Jefe, y desde el más completo anonimato consiguió cosas que sólo
pueden producir asombro y admiración. Su vida, sólo conocida tras su muerte,
también produce el mismo efecto. Se llamaba Sergéi Pavlovich Korolev, genial ingeniero soviético y célebre diseñador de cohetes.
Como suele ocurrir con los genios, fue un personaje
singular: comunista represaliado por el estalinismo, austero, íntegro y frugal
pero también mujeriego e infiel, hábil entre políticos grises y extraordinario
inventor de astronaves.
Entre 1957 y 1966, la Unión Soviética asombró al mundo una y otra vez con los éxitos extraordinarios de su programa espacial, siendo la primera en hacer que la especie humana abandonara la cálida atmósfera que nos vio nacer. Aquellas hazañas dejaron lívidos a sus enemigos y cautivó el entusiasmo de millones de personas por todo el mundo. Tras todas ellas estaba la mano de Sergéi Pavlovich Korolev. Por desgracia su vida no fue larga: nació el 12 de enero de 1907 en la ciudad de Zhitómir (Ucrania) y falleció el 16 de enero de 1966 en Moscú. Su biografía, independientemente de sus increíbles logros, fue tan terrible como fascinante.
Korolev con su hija y su sobrina. © RIA Novosti / Sputnik |
Korolev tuvo una infancia
complicada, con unos padres ausentes y criado por sus abuelos. El segundo
esposo de su madre, un ingeniero eléctrico, resultó ser una buena influencia, transmitiéndole
la fascinación por inventar y crear artilugios mecánicos. Se mudaron a Odessa,
donde vivió la Revolución y conoció el hambre y el tifus. En 1923 ingresó en la
escuela de formación profesional, en la rama de carpintería. También comenzó a
pilotar planeadores en el aeroclub local, uniéndose a una asociación
aeronáutica y consiguiendo el título de
piloto. Posteriormente ingresó en la Facultad de Aeromecánica del Instituto Politécnico
de Kiev. Poco después se trasladó a Moscú, a la Escuela Técnica Superior, en
donde se graduaría en 1929 bajo la tutela de Andrei Tupolev. Fue en aquellos
años cuando conoció la obra de Konstantín Tsiolkovski, provocando que su pasión
por el cielo se ampliara hasta el cosmos. En 1931 entra a trabajar con Tupolev en una oficina de diseños aeronáuticos
experimentales, y meses más tarde ayuda a fundar el GIRD (Grupo de
Investigaciones en Propulsión a Chorro),
que pronto dirigiría. En 1933 esta organización se fusiona con el Laboratorio de Dinámica de Gases de
Leningrado, creándose el Instituto de
Investigaciones en Propulsión a Chorro (El RNII). Allí coincide con otros
ingenieros interesados en los viajes espaciales, entre ellos Valentin Glushko,
el cual había conocido personalmente al citado Tsiolkovski.
Imagen extraída del libro "PS SP" AQUI |
Tuvo una hija, Natasha, junto a Xenia Vincentini, y en 1935 obtuvieron su propio apartamento, coincidiendo con su nombramiento como Director de la Sección de Misiles de Crucero en el Instituto Científico de Investigación de la región de Moscú. Korolev adquirió fama de ser un gestor de proyectos capaz y exigente; pronto consiguió desarrollar un sistema giroscópico capaz de controlar los movimientos de una aeronave a largas distancias, origen de los modernos sistemas de navegación automáticos.
Pero llegaron los terribles años 1937 y 1938, cuando la URSS se
vio inmersa en una delirante ola de purgas estalinistas. Cualquiera, a
cualquier hora y por cualquier motivo, podía ser arrestado. El 28 de junio de
1938 detuvieron también a Sergéi Korolev. Se le acusó de afiliación a
organización trotskista, sabotaje y ralentización premeditada de las labores en
la fabricación de armamentos modernos para el Ejército Rojo. Hubo varios
denunciantes, entre ellos Valentín Glushko. Fue condenado a diez años de trabajos forzados, primero
en el ferrocarril transiberiano, y después en las minas de oro de Kolymá, donde
estuvo más de un año, perdiendo todos los dientes y adquiriendo diversos
problemas de salud que años después conducirían a su temprana muerte.
Los
avatares de la guerra y el avance del ejército nazi hasta las puertas de Moscú,
provocaron que a Stalin no le quedase más remedio que “rescatar” a multitud de
represaliados; entre ellos estaba Andréi Tupolev, que también cumplía condena en
una sharashka (un centro de detención
para científicos e intelectuales útiles al estado, menos duro que los gulags, y
con cierta calidad de vida). Se le había encomendado la creación de aviones de
bombardeo, pero apenas contaba con personal cualificado. Tupolev envió una
lista con 25 nombres al correspondiente Comisario de la NKVD. La guerra
apremiaba más que la reeducación, por lo que así fue cómo Korolev, sin dejar de
ser considerado preso, fue enviado a trabajar con su antiguo mentor.
Al acabar la Segunda Guerra Mundial, Korolev fue
liberado, recibió su primera condecoración (la Insignia de Honor) y se le otorgó el grado de coronel del Ejército Rojo
en el departamento científico. Pronto fue trasladado al OKB-1 (Oficina de Diseños Experimentales),
donde estaban los científicos alemanes de los legendarios cohetes V-2
capturados por las fuerzas soviéticas, así como planos y componentes de los
mismos. Es entonces cuando se le encomienda la tarea de diseñar el primer misil
balístico intercontinental (ICBM) de la historia.
El equipo de Korolev tomó únicamente las partes más
interesantes de la tecnología germana y desechó lo demás en favor de conceptos
propios (bien es cierto que los Estados Unidos sólo habían dejado varias
carcasas vacías de V-2 tras su paso por Peenemünde, dentro de la Operación Paperclip). Tras años de
trabajo, el resultado sería el mítico cohete R-7, más conocido como Semyorka (“el siete”).
En 1957, durante el Año Geofísico Internacional, la idea de lanzar un satélite artificial comenzó a aparecer en la prensa occidental. Anteriormente, en 1953, Korolev ya había propuesto utilizar uno de aquellos Semyorka para viajar al espacio, pero sus fantasías espaciales sólo interesaban para su uso militar. El equipo de Korolev pensó que podrían superar a los Estados Unidos, así que volvió a sugerirlo, consiguiendo finalmente el apoyo del gobierno. Oficialmente comenzaba la Carrera Espacial, un enfrentamiento que no sólo fue científico y tecnológico, sino también ideológico, moral, social, filosófico y político.
El desarrollo del Sputnik les llevó menos de un mes. Era un diseño muy sencillo: una bola metálica pulida, un transmisor, instrumentos de medición y las baterías. Finalmente, a las 22:28 del 4 de octubre de 1957, hora de Moscú, un cohete R-7 Semyorka despegó desde una plataforma secreta en Tyuratam, Kazajastán, en lo que hoy se conoce como Cosmódromo de Baikonur. Aquel acontecimiento tuvo un efecto electrizante. El impacto del Sputnik 1 fue inmenso en todo el planeta, propulsando instantáneamente a la Unión Soviética a la posición de superpotencia global dominante. Un Jrushchov pletórico decidió que debía haber un nuevo logro para el 40º aniversario de la Revolución de Octubre, el 3 de noviembre. Por tanto, Korolev disponía de menos de un mes para prepararlo. Esta vez el Sputnik 2 pesaría seis veces más, e incluiría como tripulante a la perra Laika. No hubo tiempo para pruebas. El lanzamiento fue un éxito, y Laika sobrevivió al despegue, aunque moriría poco después debido al agotamiento y al calor.
Tras esos dos hitos, el equipo del Diseñador Jefe trabajaba a destajo en la OKB-1 de Moscú, desarrollando varios programas a la vez. Uno de ellos, aún ultrasecreto, se denominaba Mechta ("Sueño"). El sueño consistía en llegar hasta la Luna orbitando alrededor de la Tierra. El primer intento se produjo el dos de enero de 1959. La idea era estrellar una nave automatizada contra la Luna. Este lanzamiento, llamado Luna 1, erró por casi seis mil kilómetros; pero fue el primer artefacto humano en alcanzar la velocidad necesaria para escapar de la gravedad terrestre, además de convertirse de paso en el primero en orbitar el Sol (de hecho, ahí continúa, entre la Tierra y Marte).
El 13 de septiembre del mismo año, despegaba de Baikonur una segunda sonda espacial: se llamaba Luna 2. Treinta y tres horas y media después del lanzamiento, se estrelló deliberadamente entre los cráteres Arístides, Arquímedes y Autólico, al este del Mar de la Serenidad. Fue la primera vez en que un objeto creado por manos humanas entraba en contacto con un lugar extraterrestre. Menos de un mes después, el 6 de octubre, una tercera nave, Luna 3, dio la vuelta a nuestro satélite, fotografiando por primera vez su cara oculta, hasta entonces desconocida para la humanidad; es por ello que la mayoría de los cráteres tienen nombre ruso. El equipo del Diseñador Jefe estaba preparado para un éxito aún mayor. De manera muy discreta, durante los siguientes meses, hasta seis perros viajaron al espacio en naves cada vez más sofisticadas. Algunos lograron regresar con vida.
Sergei Korolev comunicándose con la Vostok de Yuri Gagarin. © RIA Novosti / Sputnik |
A finales de 1960 comienzan a visitar las
instalaciones donde se está construyendo la Vostok 3KA. Durante una de esas
visitas tiene lugar el primer encuentro cara a cara entre Gagarin y Korolev. La
fascinación y afecto entre ambos fue instantáneo. El entusiasmo contagioso de
Gagarin, así como su honda comprensión de lo que para la humanidad significaba todo
aquello, impresionaron muy favorablemente a Korolev. Sobre el papel, la opción más
lógica era Titov, pero Sergéi Pavlovich sabía que Gagarin era una apuesta
mejor. No sólo resultaba más propagandístico, sino que Yuri demostró ser un
excelente técnico que había memorizado al detalle cada elemento tecnológico de
la nave así como todos los pasos del vuelo.
Sergei Korolev se despide de Yuri Gagarin antes del lanzamiento. © A. Sverdlov / Sputnik |
Yuri Gagarin, vestido con su traje de presión Sokol
SK-1, subiría en el ascensor que le conduciría hasta la parte superior del
cohete, donde se encontraba el acceso a la cápsula, en la mañana del 12 de
abril de 1961. A las 9:07 hora de Moscú, la Vostok 1 levantaría el vuelo.
“¡Lanzamiento! Te deseamos buen viaje”, dijo Korolev. “Поехали! (¡allá
vamos!) Hasta pronto, camaradas” respondería eufórico Gagarin. Durante los
siguientes 108 minutos, Yuri describió una órbita completa alrededor de la
vieja Tierra, alcanzando 327 km de altitud, y descendiendo un soleado y
fabuloso día de primavera hasta tomar tierra cerca de Smelovka, un pequeño
pueblo de la región de Saratov. El impacto en la opinión pública mundial fue
tal, que resulta difícil de explicar. El camino parecía trazado con firmeza,
por lo que sólo había que realizarlo Los Estadounidenses parecían estar a años
luz, pero ni Korolev ni Jrushchev se querían confiar.
El 6 de agosto del mismo año, Gherman Titov subió
también al cosmos, en la Vostok 2. Las Vostok 3 y 4, en 1962, se lanzaron
simultáneamente y se aproximaron hasta comunicarse, ejecutando un ensamblaje. Luego
fue el turno de Valentina Tereshkova, en 1963, convirtiéndose en la primera
mujer en el espacio. En 1965 se produjo el primer paseo espacial, a cargo de
Alekséi Leónov. El Diseñador Jefe aún tuvo tiempo para iniciar los proyectos Marte y Venus, que enviaron sondas a los respectivos planetas, y concebir el
Programa Soyuz, tan clave hoy en día.
Sin embargo, no todo eran buenas noticias. En 1962 sus
problemas de salud comenzaron a dar la cara: Una hemorragia intestinal obligó a
ingresarle de urgencias. Anteriormente, el 3 de diciembre de 1960, cuatro meses
antes del vuelo de Gagarin, Korolev había sufrido su primer ataque cardíaco. También
se había diagnosticado un grave problema renal a consecuencia de su paso por
los campos de trabajos forzados de Kolymá. En 1964, le diagnosticaron arritmia
cardiaca en su ya muy débil corazón. Además se estaba quedando sordo, debido a
su presencia en numerosas pruebas de lanzamiento. En diciembre de 1965, cuando
la Venera 3 ya viajaba hacia Venus,
le diagnosticaron pólipos intestinales. Ingresó en un hospital para
operárselos, pero resultó ser un tumor abdominal de gran tamaño. La
intervención se complicó y el Diseñador Jefe, muy debilitado, dejó su vida en
la mesa de operaciones, el 14 de enero de 1966, un mes antes de que su Luna
9 se convirtiera en la primera en alunizar de manera automatizada. Tenía
59 años. Fue enterrado con honores en el muro del Kremlin.
El mundo descubrió su nombre el 16 de enero de 1966,
cuando Pravda publicó su foto
junto a su obituario. El legendario Diseñador Jefe del Programa Espacial
Soviético resultó que se llamaba Sergéi Pavlovich Korolev (también
transliterado como Koroliov): El hombre que había sacado a la especie humana
del planeta donde había surgido por primera vez.
Los primero 20 cosmonautas soviéticos con Korolev en 1961 Foto: RIA Novosti |
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