Al abrigo de Sol.
"Al entrar vi el abrigo de Sol colgado de una percha en la puerta  del aseo; no es agradable ver a las amantes colgadas, ni siquiera  simbólicamente; hacerlo produce una tremenda tristeza, verlas,  ahorcadas, con es postura desgarbadamente triste del abrigo, comprobando  que la gente no cambia tanto de abrigo como parece. Después de eso a  uno ya no le quedan ganas de hacer nada más, ni comer, ni deshacer la  maleta, nada salvo sentarse al lado de la ventana, pensando en la  soledad de los abrigos, preguntándose si tiene derecho a sentirse solo  en esta ciudad de solos, deseando vagamente provocar un alud de quejas y  mancillar la  derrota de los que acaso le odian de veras, levantar el  auricular del teléfono y marcar el número de alguien que quizá sí le ame, pero  todo se queda en nada por temor a no encontrar a nadie al otro lado, y  entonces, sólo entonces descolgué el abrigo de la puerta, me lo puse y  salí a la calle, proscenio en el que nadie me da nunca el pie que desearía; Shakespeare no pasó por aquí cuando repartió los papeles. El  cartero se cagó en la puta madre del dueño del chucho cuya mierda  había pisado, un chico hablaba por su móvil y decía inconexas frases que  bien valdrían para un cura y para un moribundo. Por aquí William como mucho  mandó postales en las que ponía "soldado segundo", "sirviente  tercero", "bruja primera", "Túbal"… Nadie me dijo que no pudiera ser un  digno Romeo o un descerebrado Hamlet, aunque puestos a elegir, si me  preguntasen me gustaría ser un Mercurio desbocado, pero eso sólo eran  anhelos de segundón, que mi estampa me asemejara a un Frankenstein  travesti con un abrigo de mujer lleno de colores parece algo  totalmente secundario viendo la tormenta de agua que comenzó a caer y que  me empapó hasta los huesos... Muy a mi pesar, a las dos manzanas  decidí volver al piso a rumiar la tristeza entre las cuatro paredes que  tanto odio desde que Sol se fue (momentáneamente, necesito un tiempo,  dijo). Me gusta pensar que el agua se ha llevado por fin algo de lastre.  Totalmente empapado y sin quitarme el abrigo, me quedé dormido metido  en la bañera como un adolescente envejecido por el alzheimer de los  pájaros que revolotean sobre mi cabeza."
 
 
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