Introducción: A finales de enero colgué un artículo sobre Eduard Pernkopf, escrito para la revista La Aventura de la Historia (Pernkopf). En la introducción contaba que en un corto periodo de tiempo me había visto documentándome sobre dos personajes opuestos, definitorios de unos años determinantes. Desde que escribí sobre ellos pienso mucho en sus vidas, en lo que fueron y lo que representan, en cómo durante sus años claves influyeron a tanta gente, directa e indirectamente, y, sobre todo, lo que significa la manera en la que murieron. Esta que sigue es la vida de Varian Fry, escrita todo lo mejor que pude (sobre todo debido a las limitaciones del encargo, número de palabras). A sus pies, admirado Varian.
La Aventura de la Historia, Año 20 nº 231. Enero de 2018. Depósito legal: M-4597-2012.
“LOS
ALEMANES IBAN DE GRIS, TÚ IBAS DE AZUL”.
BREVE HISTORIA DE VARIAN
FRY
por Juan Miguel Contreras
Cuando el 13 de septiembre de 1967 murió a los 59 años un
hombre llamado Varian Fry, la onda expansiva de tan luctuoso hecho apenas transcendió
los muros de su humilde casa de Redding, el pequeño pueblo de Connecticut donde
había vivido sus últimos años. Pocos lamentaron públicamente su pérdida. Claro
que, ¿quién había sido ese hombre, qué es lo que había hecho para poder censurar
la ausencia de conmoción por su fallecimiento? Posiblemente sean muchos los
sentimientos, ideas, novelas, ensayos y vidas las que, sin la idealista
determinación de Varian Fry, se hubieran perdido: fue él quien ayudó a más de
2.000 personas a abandonar Francia durante la ocupación nazi, incluyendo a
líderes políticos, culturales y laborales como Hannah Arendt, Marc Chagall,
Wanda Landowska, Max Ernst, André Breton, Arthur Koestler, Alma Mahler o Leon
Feuchtwanger.
La fulminante ocupación de Francia por los ejércitos de
Hitler de alguna manera también colapsó a los Estados Unidos y Gran Bretaña, empeñados
en mirar hacia otra parte. En medio de un debate público que amenazaba con
fracturar a la sociedad estadounidense, surgieron voces que mostraron su
preocupación por los refugiados en Europa, tal y como anteriormente la guerra
civil española había provocado. El foco se centró en el artículo 19 del Armisticio Franco-Alemán, donde se decía que cualquier
ciudadano debía ser entregado a las autoridades nazis si así era
demandado.
En 1940, un grupo de ciudadanos se reunió en Nueva York y
organizó el Comité de Rescate de Emergencia (ERC) para ayudar a los judíos y no
judíos disidentes desplazados por la guerra. Varian Fry, un joven editor de la Asociación de Política Exterior
de Headline Books y uno de sus fundadores, se ofreció voluntario para
viajar a Francia y brindar ayuda y asesoramiento a refugiados antifascistas.
Hijo único de un conservador liberal protestante de Wall
Street, nació en la ciudad de Nueva York el 15 de octubre de 1907, y fue criado
en el suburbio de Ridgewood, Nueva Jersey. Su madre había sido maestra de
escuela pública y le hizo un gran lector. Siendo universitario en Harvard
fundó la revista literaria Hound & Horn, donde defendió a autores prohibidos
por entonces como Joyce o Henry Miller, y llegó a ser expulsado durante varios
meses antes de graduarse en 1931. Su gama de estudios fue amplia, con especial
énfasis en los clásicos de Grecia y Roma. Un viaje a Alemania en 1935 lo
convirtió en un ardiente anti-nazi. No fue hasta 1940 cuando se presentó
la oportunidad de hacer algo concreto más allá de denunciar la situación. “Recordaba lo que había visto en
Alemania. Sabía lo que les pasaría a los refugiados si la Gestapo se
apoderara de ellos. Era mi deber ayudarles”. Tenía 32 años.
Gracias a la intermediación de
Eleanor Roosevelt, el Departamento de Estado de los EEUU hizo una
excepción en su restrictiva política de visados, proveyendo de permisos de
entrada a un número limitado de doscientos refugiados. La paradoja estribaba en
el hecho de que el ERC era una asociación no gubernamental financiada de manera
privada, pues la diplomacia aún imponía
la neutralidad. La indolencia respecto de la barbarie nazi se
mantuvo hasta Pearl Harbor, lo cual no se entiende sin tener en cuenta la polarización
de la opinión pública, las alabanzas que su aliado Winston Churchill prodigó a
Hitler en 1938 (de las que aún no se había retractado) y, sobre todo, por los
negocios del régimen nazi con grandes industriales norteamericanos, al que
suministraban armas y materias primas a través de Suiza.
Así
pues, Fry viajó en calidad de periodista, sin que se supiera nada del encargo
de ayudar a intelectuales y figuras de renombre varados en Francia. Su función era llegar a Marsella y hallar la manera
de sacarlos de allí antes de que los alemanes los reclamasen. Su misión, por
tanto, no era meramente humanitaria, sino también incómodamente elitista, sin
embargo no eran tiempos para remilgos. Aún así, Fry, cuyo conocimiento del espionaje provenía únicamente de las
películas, se encontró protagonizando una historia brutalmente heroica. Su
valiosísimo libro, “La lista negra”, publicado en España por la editorial
Confluencias, resulta totalmente imprescindible, no sólo para comprender lo que
hizo, sino también para entender el espíritu y los valores que gran parte de
esa generación de entreguerras poseyó y la guerra sepultó.
Llegó a Marsella a
principios de agosto de 1940, con 3.000 dólares ocultos bajo la ropa, una
maleta con ropa y una lista de 200 refugiados en peligro. Esperaba permanecer
un mes, pero rápidamente se dio cuenta de que la situación era dramática y su
trabajo mucho más complicado de lo que había imaginado. Los que huían del
Tercer Reich eran miles, y las autoridades francesas cooperaban con los
alemanes al negarse a expedir visas de salida.
Durante las primeras semanas se
estableció en el hotel Splendide, pero los rumores de su llegada se extendieron
tan rápidamente que su plan inicial se desbarató al momento: los refugiados pagaban altas sumas en el mercado
negro solo por conseguir su dirección. Pronto descubrió que el consulado
norteamericano no iba a ayudarlo y que tendría que trabajar de modo
independiente. Fry decidió actuar libremente rodeándose de un grupo reducido al
que denominaron el Centro Americano de
Socorro (Centre Americain de Secours). El trasiego de personas en su cuarto
del hotel Splendide era tal (entrevistaban entre 60 y 70 personas por día) que
resultaba imposible mantener su coartada de periodista.
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Uno de los pasaportes de la red de Fry |
Cada uno de los más cercanos colaboradores de Fry merecería artículos aparte: El falsificador de pasaportes y visados Bill Freier, llamado artísticamente Bill Spira, deportado a Polonia en 1942 y que logró sobrevivir a varios campos; la estudiante de arte y arquitectura de la Sorbona Miriam Davenport; la “pasadora de fronteras” Lisa Fittko; la rica heredera de vida novelesca Mary Jane Gold; el actor, activista y soldado de la Royal Air Force Charles Fawcett o el periodista y musicólogo Charles Wolff, que acabaría torturado y asesinado por la Milicia fascista en Toulouse, fueron algunos de ellos.
Aunque no tenía experiencia en el
trabajo clandestino, Fry organizó y puso en marcha una compleja operación.
Una vez que los doscientos visados norteamericanos se agotaron, intentó obtener
visas de otros países; falsificaron documentos e hicieron transacciones en el
mercado negro; algunos refugiados fueron enviados clandestinamente en barcos de
guerra hacia el norte de África disfrazados de soldados desmovilizados; otros
fueron sacados de Francia por la frontera con España. Sus actividades
alcanzaron unas dimensiones tan significativas que se volvió imposible seguir manteniéndolas
en secreto. La Policía francesa emprendió acciones contra él y, tanto la
embajada norteamericana en Vichy como el consulado en Marsella, le negaron todo
tipo de ayuda. La policía allanó sus oficinas y lo detuvo en varias ocasiones. En
diciembre de 1940 fue retenido en un barco-prisión en el puerto de Marsella. Vencido
su pasaporte y dispuesto a continuar su labor hasta que fuese expulsado, fue
entonces cuando alquiló la villa de Air-Bel, a las afueras de Marsella. Por
aquella mítica casa recalarían personajes como André Breton, Max
Ernst, Victor Serge y decenas de refugiados de la élite cultural de entonces.
Para la mayoría de ellos, cualquier paso en falso podía significar la
detención, la deportación o la muerte. Y aunque tanto él como sus colaboradores
pasaron por grandes sacrificios personales (hambre, frío, sueño, amenazas,
presión) no fueron pocos los momentos de distendida felicidad y
confraternización.
Por seguridad, Fry destruía la mayor parte
de sus papeles cada noche, pero para mayo de 1941, de acuerdo con sus estimaciones, habían atendido unos
15.000 casos. De ellos, aproximadamente 4.000 personas recibieron asistencia y
visados y 1.000 habían sido sacadas clandestinamente de Francia por diversas
vías. En agosto del 41 Fry fue arrestado por la policía francesa, dándole un
plazo de una hora para recoger sus pertenencias antes de acompañarle en tren
hasta la frontera española. Se le dijo que su salida forzosa había sido
ordenada por el Ministerio del Interior francés en coordinación con la embajada
estadounidense.
Fue expulsado por el gobierno
francés de Vichy como “extranjero indeseable” por proteger a judíos y
anti-nazis. Fry describiría luego su partida: “Era un día gris y lluvioso cuando abordé el tren. Miré por las
ventanillas e innumerables imágenes se acumulaban en mi mente. Pensé en
los rostros de los miles de refugiados que había enviado afuera de Francia, y
los de miles más que había tenido que dejar tras de mí”. De regreso a Nueva
York, contó su historia y trató de advertir sobre la inminente masacre de los
judíos y disidentes, pero hasta el ataque a Pearl Harbor en diciembre, el
gobierno no hizo nada.
Su vida entró en declive. Nada podría igualar la
misión llevada a cabo en Francia. “Las
experiencias de 10, 15 e incluso 20 años han sido comprimidas en una”,
escribió. Incapaz de maneja la rutina y rechazado por el ejército a causa de
una úlcera estomacal, Fry pasó de un trabajo a otro, desde el periodismo hasta
la edición de revistas, la producción de películas y finalmente la enseñanza
secundaria. Investigado por el FBI, numerosos amigos
comenzaron a evitarle. El 13 de septiembre de 1967, la Policía Estatal de
Connecticut encontró a Fry en la cama, muerto a causa de una hemorragia
cerebral. Pocos meses antes, veintiséis
años después de ser expulsado, el gobierno francés le galardonó con la Orden de
Caballero de la Legión de Honor.
Es lógico que Varian Fry genere en nosotros una historia
distorsionada y hasta cierto punto romántica, con exiliados desesperados, nazis
amenazadores, contrabandistas, gendarmes de dudosa catadura moral,
documentos falsificados y fugas a medianoche a través de las montañas, casi como
si fuese el guión de alguna vieja película de Hollywood. Quizá lo único
que falte sea Peter Lorre. Pero a cambio tenemos a Marcel Duchamp y un puñado
de maravillosos surrealistas. Más que Bogart, uno casi espera la aparición de
Groucho Marx. Pero el que estaba ahí era Varian Fry, afortunadamente.
LA LISTA NEGRA. VARIAN FRY. http://www.editorialconfluencias.com/la-lista-negra/
1 comentario:
No conocía a Fry, pero el artículo me ha encantado. Espero leer el libro.
Un abrazo.
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