(Artículo que no ha encontrado publicación sobre Elena Sergeievna Nurenberg, tercera mujer de Mijail Bulgakov y responsable de la publicación de "El maestro y Margarita)
Uno.
En
eso que se puede llamar intrahistoria de la literatura abundan los relatos sobre las sorprendentes peripecias por las que ahora
podemos leer algunas novelas que, en muchos casos, son maravillas literarias
más grandes que la vida. Algunas resultan comúnmente conocidas, como la de John
Kennedy Toole, así como la rocambolesca aventura del manuscrito de Boris
Pasternak sobre el Doctor Zhivago, con aviones y agentes secretos de por medio
y que ya nadie sabe si es cierta o no. Algo de suerte, muchísima tenacidad por
parte del depositario de dicha obra, una fe imposible de explicar sobre lo
contenido en ese puñado de hojas, un azar tan cruel como certero y una
enajenada veleidad dentro de la industria editorial son algunos de los ejes que
explican que esas obras hayan acabado publicadas (y las que no lo acabaron
siendo y con las que uno puede fantasear hasta la locura). Que hoy por hoy
podamos leer una novela llamada El
Maestro y Margarita, obra cumbre de la literatura universal, de la
literatura rusa en general y de Mijail Bulgakov en particular, debería ser
motivo de asombro constante cada vez que alguien, en cualquier parte del mundo,
pasa una de las páginas de sus múltiples traducciones, subyugado por las
maravillas que contiene. Y que esto sea así solamente tiene una responsable,
una mujer llamada Elena Serguéievna, última mujer de Bulgakov. A ella le
debemos no sólo haber sido la inspiración para el personaje inolvidable de
Margarita, sino el apoyo constante y tenaz que hizo que Bulgakov pudiera
escribir dicha novela, cuya redacción se convirtió casi en una pesadilla para
Mijail, una pesadilla surrealista que daría para otra novela a tenor de todo lo
que sucedió durante la misma y después.
Dos.
Es gracias al diario que Elena Serguéievna escribió desde 1932 que
podemos reconstruir la vida de Bulgakov durante sus últimos años, pues él dejó
de escribir el suyo en 1926, cuando le fueron confiscados junto al manuscrito
de Corazón de perro por la OGPU (policía secreta pre-KGB). En
lo sucesivo sus obras fueron, año tras año, sistemáticamente expulsadas de los
escenarios de los teatros y de los periódicos. Son los años de penuria y aún
sus vidas no se han unido. En 1930 escribe una desesperada carta al gobierno,
donde pedía que le permitieran trabajar o, al menos, le dejaran salir del país.
El 10 de abril, dos días después del suicidio de Maiakovski, con un revólver
preparado en el cajón de su despacho, recibe la famosa llamada telefónica de
Stalin, que alivió un poco sus penurias, ya que éste prometió atender
personalmente su pedido. Animado pero a la vez lleno de terror, Bulgakov tira
el revólver en el estanque del Monasterio de Novodévichi y quema gran parte de
un primigenio manuscrito de El Maestro y
Margarita, que Elena Serguéievna rescata del fuego. Después llegó el
trabajo en calidad de director adjunto del Teatro de Arte de Moscú. En 1932
Mijail decide reescribir la novela de memoria pero, como no podía ser de otro
modo, el original tema diabólico (la visita del diablo al Moscú soviético), se
ve desbordado por el tema de la confrontación entre el artista y el poder, el
amor que vive junto a Elena y la literatura como salvación.
Bulgakov, un mes antes de su muerte |
En aquellos años es peligroso confiar los pensamientos incluso a
las hojas de un diario íntimo. Elena Serguéievna decide arriesgarse y plasma en
el suyo todo lo que les pasa. Además anota multitud de frases, reflexiones y
acciones de la persona que tanto ama. Si el amor del Maestro hacia Margarita es
narrado en su gran novela, evidentes trasuntos de Bulgakov y Elena, es en el
diario de esta última donde encontramos plasmado el amor de Margarita hacia el
Maestro: “Eran frecuentes los momentos
negros, realmente terribles, no de tristeza, sino de horror ante la vida
literaria infortunada; pero si alguien me dijera que nosotros, que yo tuve una
vida trágica, respondería que no, ni por un segundo. Fue la vida más clara que
puede uno elegir, la más feliz. No hubo mujer más feliz, como lo fui yo.”
Y entre todo, colándose por todas las rendijas, el miedo. Las
noticias funestas se sucedían como un siniestro desfile: la fatídica muerte de
Sergó Ordzhonikidze, la de su amigo Zamiatin en París, la muerte de Ilya Ilf: “Estamos absolutamente solos —escribe en
su diario Elena Serguéievna —. Nuestra
situación es espantosa.” El miedo y, al mismo tiempo, el indestructible
deseo de vivir y amar, se refleja en cada línea de su diario. A menudo hacen
reuniones donde leen fragmentos de esa novela alucinada y fabulosa, y las
reacciones que obtienen les reafirman aún más en su empeño.
Las anotaciones sobre su día a día se suceden: 17 de octubre de 1934: En la tarde vino Ajmátova. La trajo Pilniak de Leningrado en su automóvil. Nos contó sobre la amarga suerte de Mandelstam. Hablamos de Pasternak. 8 de noviembre: Por la noche, estamos sentados entre nuestras desgracias. Misha me dictó la novela – la escena en el teatro. 29 de noviembre de 1934: Ayer, en la representación de Los Turbin, estuvieron Stalin, Kirov y Zhdánov. Fue lo que me dijeron en el teatro. Yanshin comentó que la función salió muy bien y que el secretario general aplaudió mucho al final del espectáculo. 10 de marzo: Otra vez donde Stanislavski. En la pequeña sala de ópera en la calle Leontievski. Stanislavski tomó por la manga del traje a Bulgákov y le dijo: “A usted hay que achantarlo”. Por lo visto le habían informado que Bulgákov se había enojado por su análisis ante los actores. Discutieron durante tres horas. 13 de mayo: Ensayo general de Iván Vasílevich, sin público… Hacia el final de la pieza, sin quitarse el abrigo, y con una gorra y un portafolio entre las manos, entró a la sala un fulano del Comité del Partido. De inmediato, la pieza fue prohibida.
En 1938 a Bulgakov le diagnostican nefroesclerosis hipertrófica, una enfermedad hereditaria de rápido desenlace. Poco a poco se fue quedando ciego y padeció de constantes dolores. Antes de ello le da tiempo a hacer una adaptación de El Quijote para el Bolshoi y coordinar su puesta en escena. A partir de ahí, el declive físico. Escribe y dicta, se aman y cuidan. Creyendo que su destino literario trasciende todo ese sufrimiento, llega 1940. Un pathos de deber se extiende durante sus últimos días. Extenuado, sigue dictándole a su esposa hasta que da por concluida la novela. El 10 de marzo de 1940, Elena alcanza a escribir: A las 16:39 murió Misha.
Tres.
Elena Serguéievna Nurenberg nació en 1893, en Riga (Letonia), en
una familia descendiente de alemanes que se instalaron en Rusia en 1768,
invitados por la Emperatriz Catalina Segunda. En 1918 se casó inesperadamente
con Yuri Neelov, hijo de un famoso actor y ayudante del comandante del 18
ejército rojo Evgueni Alexandrovich Shilovski. Dos años después, en 1920, Elena
abandona a Neelov y se casa con Shilovski. Tuvieron dos hijos, Eugueni
(1921-1957) y Sergei (1926-1975).
Elena
conoció a Mijail el 28 de febrero de 1929 durante una fiesta en casa de los
pintores Moiseenko. Él, que en ese momento vivía solo, también había estado
casado dos veces. Lo que sucedió después Bulgakov lo reflejó vivamente en su
novela: “El amor nos asaltó como asalta
un asesino en un callejón oscuro, dejándonos atravesados a ambos. Así atraviesa
a uno un cuchillo o un relámpago.” Desde ese momento son conscientes de lo
trágico de su situación, ella esposa de un gran jefe militar y madre de dos
hijos, y Bulgakov, un escritor apenas conocido que vivía alquilado en un sótano
y se ganaba la vida con trabajos provisionales. Elena relata en su
autobiografía cómo, tras hablar Shilovski con Bulgakov en febrero de 1931,
deciden no volver a verse. Promete a su marido que no aceptará ninguna carta de
Bulgakov, ni saldrá sola a la calle ni contestará a sus llamadas de teléfono.
La primera vez, después de veinte meses, que Elena salió sola a la calle, se
encontraron. “No puedo vivir sin ti”,
fue lo primero que le dijo Bulgakov. “Yo tampoco”,
le contestó. Septiembre de 1932.
En
octubre, un día después de firmar el divorcio con Shilovski, contrajeron
matrimonio. Su hijo pequeño, Sergei, se va con ellos y Eugueni se queda con su
padre, pero poco a poco crece su aprecio hacia Bulgakov y acaba pasando largas
temporadas en aquel pequeño apartamento a pesar de las estrecheces. Elena escribe en su diario una frase de Mijail sin comentar
nada más a continuación: “Todo el mundo
estaba contra mí y yo estaba solo. Ahora estamos juntos y ya no le temo a
nada.”
La mañana de su muerte, el escritor le confió a su esposa el manuscrito que escondían, diciéndole: “Te lo doy a ti, mi reina, mi estrella, el norte de mi vida terrenal”. Cinco días antes ella le había hecho el juramento sagrado de hacer lo posible para publicarla. Elena llevaba años protegiendo aquel único ejemplar de El Maestro y Margarita como el tesoro que sin duda es, mecanografíándola varias veces (manejaron hasta seis versiones). La imagen física de Margarita viene de ella: pelo oscuro, inmensos ojos verdes. Para él Elena es símbolo del amor y de la misericordia, y al mismo tiempo es símbolo de recuperación de la quietud tras haber vivido una vida llena de amarguras; es el reino de la Paz Eterna, es su Lazarillo y su justificación. “Disfruta de lo que nunca se te dio en vida, la calma (…) Dormirás con tu gorrito mugriento y eterno puesto, te dormirás con una sonrisa en los labios. El sueño te fortalecerá, empezarás a pensar sabiamente. Y nunca más te atreverás a echarme. Yo velaré tu sueño”. Así habla Margarita al Maestro al final de la novela, y Elena las apuntó al dictado de su marido enfermo semanas antes de morir.
Miail, Elena y el hijo mayor de ésta, Eugeni |
A lo largo de esos años, Elena se gana la vida lo mejor que puede, revendiendo cosas y aceptando encargos como mecanógrafa y traductora del francés (novelas de Gustave Aimard, Julio Verne o André Maurois), Durante
años El Maestro y Margarita circuló
en copias (algo peligroso pues cada máquina de escribir estaba identificada),
hasta que en los sesenta comenzaron a publicarse de nuevo sus textos gracias a los
esfuerzos de Elena. El 7 de septiembre de 1962, en una carta de Elena dirigida al hermano de Mijail, Nikolai Bulgakov, escribió: "Estoy haciendo todo lo que puedo para que ni él, ni ninguna de sus líneas desaparezcan. Aún se sigue sin conocer su extraordinaria personalidad. Este es el propósito de mi vida. Se lo prometíi mucho antes de morir y creo que lo voy a conseguir." Ese mismo año apareció Apuntes
de un joven doctor, en 1965 Dramas y
comedias y, en la revista Nóvy Mir,
la autobiográfica Novela teatral. En
1966 se publicó Prosa escogida. El Maestro y Margarita vio la luz, con un “retraso” de casi tres décadas y cien páginas menos,
en 1966 en la revista Moskvá, (las
omisiones aparecieron en samizdat) y Elena pudo deleitarse con el revuelo que causó,
septuagenaria ya. Hasta el Archivo Estatal le compró todos los manuscritos que
poseía para su mantenimiento y estudio. En 1967, la editorial Posev de Fráncfort la publicó completa,
y no fue hasta tres años después de la muerte de Elena que apareció completa en
ruso, en 1973.
Conmueve
pensar que, sin Elena Serguéievna Bulgakova, ese manuscrito hubiese ardido y se
habría perdido para siempre.
Coda:
La editorial Nevsky publicó la que se considera la versión definitiva de la novela de Bulgakov, en una edición primorosamente traducida por Marta Rebon, que descabalga a la de Debate en tapa dura de mi corazón (http://edicionesnevsky.com/collections/nevsky/products/el-maestro-y-margarita). En otro orden de cosas, en 2016 Moscú celebró el 125 aniversario del nacimiento del
escritor con más de 400 eventos. En la casa donde estaba su apartamento está
hoy un museo con su nombre. En los Estanques del Patriarca hay proyectado un
monumento a Bulgakov, aunque ya hay varios murales pintados en diversos
edificios, así como rutas a los lugares de la novela. También puedes tomar algo
en el Café Margarita (en Malaya Bronnaya Ulitsa, 28) que
rinde homenaje a Elena Serguéievna. Se han escrito óperas sobre ella y
multitud de obras de teatro. Mick Jagger escribió la letra de Sympathy for the devil después de que
Marianne Faithfull le regalase el libro en 1968. A Patti Smith le impactó tanto
su lectura que escribió su disco de 2012, Banga,
inspirado en él. La canción Pilate,
de Pear Jam, así como Love and Destroy,
de Franz Ferdinand, también deben su composición a Bulgakov. En 1970, los
estudios cinematográficos Mosfilm
adaptan la novela de Bulgakov La guardia
blanca, titulada La huida, una
superproducción de tres horas considerada una de las obras maestras del cine
soviético, dirigida por Alexander Alov y Vladimir Aunov. Desde 1972 se han
realizado al menos cinco largometrajes basados en El Maestro y Margarita, y llevan años especulando con una versión
con John Malkovich en el papel del Maestro. En 2005 Vladimir Brotko realizó una
espectacular y fabulosa serie de diez capítulos que, hasta la fecha, es la más
fiel al libro.
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