jueves, 21 de junio de 2012

The Brew en concierto. 16 de marzo de 2012




No tengo suerte, lo admito. No es que los juegos de azar y yo no nos llevemos mal, es que directamente nos cruzamos por la calle y ni nos damos los buenos días. Nunca me toca nada, es más, seguro que si llevo un boleto premiado de algo, lo perderé. Todo esto no quita para que de vez en cuando, la suerte me lance unas monedillas al pasar por mi lado, como Jan Ditie en “Yo que he servido al rey de Inglaterra”.
Hace tres meses, estaba yo pintando una habitación, rodillo en mano y cubierto de pintura plástica hasta las cejas, cuando sonó mi teléfono. No conocía el número, así que no lo cogí (acreedores a mí, ja). Al rato me sonó una notificación del facebook en el móvil (cosas de tener un teléfono el nombre de una de las mejores canciones de The Black Crowes); alguien que no conocía de nada me había mandado un mensaje. Aproveché que tenía que ir al servicio para lavarme las manos, los antebrazos y la cara (las paredes afortunadamente no son de gotelé, pero para suplir esa falta ya estaba yo y mis lobeznas extremidades) y diez minutos después pude ver el mensaje. “Has resultado ganador de nuestro concurso de The Brew, por favor ponte en contacto con nosotros en el número x”. Coño, me dije, ¿y esto? Recordé que por la mañana había hecho un comentario en una publicación sobre el concierto que esa misma noche daban The Brew en mi localidad, pero n podía ser, simplemente había puesto algo tipo “qué ganas…” o “imperdible…”. La busqué y, vualá, resulta que entre los comentarios, rifaban una entrada, conocer a la banda y dos vinilos firmados. ¿A mí? Venga… ¿No me digas?...  Yo pensaba, mirar bien que no puede ser… Anda, pues sí… Joder, me había tocado… The Brew tocaban en Alcázar y yo había quedado con mi santa en que podía ir a modo de despedida de música en vivo por una larga temporada (básicamente porque en tres días nacía nuestro hijo, no porque sea un bruja desalmada que me trata como una señorona típica de las tiras de Forges, que no). Así que era verdad. Yo ya sabía que los bebés no vienen con un pan debajo del brazo, es más, hoy por hoy es la actividad más suicida que uno puede llevar a cabo en este país de sinvergüenzas gobernantes recortando derechos a diestro y diestro y más diestro (izquierda, zurda, siniestra, hila fino y verás), así que a cambio del pan, el azar me dejaba un regalito de los que a uno le llegan dentro de veras y le animan tanto como cuando a la presidenta Mariloli no le meten las dietas en la nómina (en una de ellas). The Brew!!!! Con mi más que superada treintena había hecho como antaño y había ido apartando monedas durante las últimas semanas para poder darme el gusto, aunque fuese con mi botellita de agua escondida cual Nigel Tufnel, así que por un simple twist of fate resultaba que esa chatarrilla podía destinarla a remojar el gaznate mientras contemplaba a una banda de aúpa. Dejé la pintura de lado, no sin antes limpiar a conciencia el aparataje adjunto (debía seguir al día siguiente), me duché canturreando como hacía tiempo y me calcé lo primero que pillé (es un decir) y me planté en la Sala Arco a la hora que un simpático (por teléfono) tour manager me dijo que apareciese. El premio era ir a la prueba de sonido, conocerles, tomar algo con ellos, que me firmaran los dos últimos vinilos (que me iban a regalar) y una entrada. Un meet and greet en toda regla. Sobre el  papel, perfecto, salvo por el detalle de que… hablamos de rocanrol… Lo de la prueba, vale, lo de conocerlos, vale, los vinilos, vale (qué coño, vale, puntazo), la entrada, cojonudo, pero lo de tomar algo con ellos ya sabía yo que no; no por nada, pero una gira revienta huesos de dieciséis días por carpetovetónia, con un día libre en medio, y siendo el bolo de Alcázar el decimocuarto, como que yo ya sabía que no, más que nada porque si yo fuera ellos, lo último que me apetecería es confraternizar un rato con alguien como… yo; sobre todo si en vez de eso me puedo tumbar un ratito a descansar antes de un bolo de escándalo. Pero oye, yo encantado de la vida. Hacía siglos que no asistía a una prueba de sonido, y sí, siguen siendo tan soporíferas y tediosas como siempre; salvo que seas un nerd que tenga entre sus máximas aspiraciones aparecer en los títulos de agradecimiento de un disco de rock (y como la realidad supera a la ficción, aquí el que suscribe ha aparecido, pero como los del grupo no sabían mi apellido, aparece sólo mi nombre…pero, oye, yo igual de contento, hay fans Spinal Tap también... doy fe...).
Como digo, la prueba no estuvo mal, larga como todas y con momentos de tedio absoluto, pero cuando llega el momento en el que el grupo, un poco harto de probar micros (la cosa más surrealista del mundo… “yyessssss, yesssss, uh, aaaaah, chssss, sssssss, yesssss….) se lanza a tocar un tema entero un poco encabronados, eso mola, sobre todo para ti y para el técnico… el colmo del frikismo, pero que levante la mano el que no lo disfrutaría... es como si una playmate pusiese morritos, pero mirándote sólo a ti... lo mismo es moipe y no alcanza a ver tu sonrisa de bobo, pero eso a tí te importa una mierda...

Antes de eso yo había conocido al tour manager de The Brew, una especie de Peter Grant patrio pero en pleno siglo XXI. Alguna vez había oído comentarios sobre dicho tipo, la mayoría despectivos y maliciosos, pero desde que entré por la puerta supe que aquel era el que manejaba el cotarro. Fue muy amable conmigo y me dedicó dos minutos sorprendido de que conociera al grupo y que afirmase estar deseando verles. Después me dijo que ya me buscaría cuando acabase la prueba y se largó a seguir desplegando encantos. Su parecido con Peter Grant recién levantado de la siesta y verle corretear por la sala dando instrucciones y haciendo todo lo posible para que el grupo estuviese a gusto, me congraciaron y me dispuse a disfrutar de, ya lo dije antes, una insufrible prueba de sonido…Diez segundos antes de que Kurtis Smith probase a conciencia el bombo de su batería, entro mi señora con el suyo, que venía a verme un rato y comprobar si la delirante historia que le había contado por teléfono sobre “el premio”, era cierto o por el contrario un delirio provocado por una inusual exposición a la pintura plástica en un espacio pobremente ventilado (ríete tú del síndrome del nido…) y por los nervios de mi inminente paternidad. Al ver mi cara no supo si estaba colocado o si era verdad, hasta que llegó el gigantesco tour manager y la saludó como si estuviésemos en el starship de los Zepp en ese estado de calma violenta antes de que Rchard Cole despertase (pero no estábamos en 1975 sino en 2012 y el rock es hoy por hoy un trabajo, quizá laxo en horario y con tendencia a la crapulería de vez en cuando, pero duro y hermosamente decadente). Cuando ella me dijo “que oscuro y silencioso está esto, ¿no?”, Kurtis probó la maza del bombo de su preciosa batería, y la cara que puso ella fue antológica. “¿Qué pasa?, le dije intentando no pensar que Pavel Ulises von Richthofen había decidido adelantarse. “Tu hijo”, me dijo acariciando su flamante barriga de embarazada, “que acaba de dar un salto mortal”. Y acto seguido, ese genial inglesito decidió demostrar ante cuatro personas que podía tocar la batería como si estuviera poseído por Bonham, Moon y Baker a la vez…y con 24 años, hesúsdemivida… Y mi pequeño nonato soltando patadas, supongo que preguntándose qué cosa era esa que estaba sucediendo en el mundo exterior. Después, el grupo decidió tocar por fin una canción, y mi santa se sentó sonriendo viendo cómo yo movía tímidamente mis pies y mi cabeza. “Son buenos, disfruta”, me dijo antes de despedirse, no sin antes apuntillar, “aunque esto tiene pinta de empezar muy tarde y acabar más tarde todavía…” Ya, le dije intentando no sonar muy lastimero… Pero en esto volvió el tour manager y me dijo "en cuanto acaben, te vienes y hacemos lo del concurso"... "¿Los vas a conocer, y te van a regalar sus discos?", me preguntó ella. "Estos no te conocen..." suspiró... Lo decía más por mi mitomanía que por mi pizpireto espíritu de fan locaza, que yo soy de los que le presentan a Jimmy Page o a Mijlenko Jergovic y pongo cara de palo (aunque por dentro esté como un flan).
Al entrar al camerino estaban medio tumbados, charlando. La cara de Tim (padre de Kurtis y bajista y manager oficioso) era la que mostraba más cansancio, pero supongo que el hecho de estar viviendo una segunda juventud junto a su talentoso hijo y a uno de los mejores guitarristas que ha salido de la gran bretaña en los últimos años (junto a Oli Brown) le compensa de cualquier achaque. "Peter J. Grant" me preguntó mi nombre y yo, fiel a mi famoso chorro de voz cuando estoy nervioso (audible por gatos y perros y ciertos humanos) lo dije. Lo repetí por inercia dos veces, y al final dije "Juan" para abreviar, pero para mi sorpresa se me acercó un jovial y elegante Jason Barwick y me corrigió. "Hi, Juan Miguel" y me estrechó una mano y me dio un abrazo. Me firmaron los discos, yo dije tres o cuatro veces "Hi", "Great" e "is a plesar" (no sé en qué orden), y sin querer molestar más de lo propio reculé hasta la salida. Jason me dijo "don´t you want a photo with us?" y yo dije, coño, claro. Y ahí quedó la cosa. Me despedí amablemente y salí de allí.


¿El bolo? La bomba. Hace cuarenta años cualquiera hubiera escrito en una pared del Soho "Jason Barwick is god" pero ahora nos limitamos a citar referencias para hablar de él y a medir elogios, no vaya a ser que olvidemos que estamos de vuelta de todo. Sin embargo, hoy por hoy, ver en directo a The Brew es una experiencia, extraña tal vez, porque no paras de pensar lo buenos que son, y que allí están esos tres, tocando como dios. El salto que han dado de "A million dead stars" a "The third floor" es evidente, y lo curioso es que, a pesar de condensar una amalgama de influencias clásicas y de hacer constantes guiños a esa estapa dorada de la llamada British Invasion, consiguen elevarse con una personalidad propia y unas tablas apabullantes. Suenan a The Who, a Humble Pie, a Led Zepp, a Cream, a Pretty Things, ¡pero todo junto!. Tocan "Imogen Molly" y ves que escupen breaks típicos de los Who ("Heaven and Hell" por ejemplo? pero como si los estuviese tocando Jimmy Page con Gregg Ridley y Ginger Baker. Si "Six Dead" estuviese firmada por Wolfmother a muchos se les caerían los gallumbos, pero no, son ellos. Tocan "Just another night" y piensas que Angus Young ha salido a tocar con ellos pero lo buscas por el escenario y no está, ¡y te da igual!. Tocan "Kam" y ves una convicción en sus caras que hacen que mandes tus prejuicios a la mierda... Y sí, Kurtis Smith se marca un solo de escándalo, con momento Bonham, aporreando con la palma de las manos y con un swing propio de Moon. Luego miras a Tim Smith, sudando la gota gorda intentando seguir a los dos vendavales  que le acompañan y compruebas que, además de ser uno de los tíos con más suerte del negocio y estar cumpliendo uno de esos sueños privados que uno tiene, no sólo está a la altura, sino que es el contrapunto perfecto para que la nave se mantenga (un tercero de la edad de Jason y Kurtis al bajo y tal vez hubiesen firmado un disco explosivo, pero The Brew no hubiese durado, y como no estamos en 1967, el grupo se hubiese quedado en otra promesa rota y con los tres malvendiendo su talento en una gira revival cualquiera, ¿os suena "Ten years after" o "Wishbone ash"?). Y volvemos a Jason Barwick, un guitarrista soberbio que poco a poco se está convirtiendo en un cantante solvente, con una presencia escénica abrumadora, el cual consigue que a los dos minutos de bolo, sonrías como un condenado y sientas que estás "en el lugar adecuado, en el momento adecuado". ¿Grandes? Para mí sí. ¿Que sus discos no son del todo redondos? ¿Y? ¿Acaso "Disraeli Gears" era tremendo de principio a fin? Si van a tu cuidad o cerca de ella, ni te lo pienses, el escenario es donde se ha de apreciar su grandeza, porque, repito, The Brew son grandes, aunque, como ellos piensan, aún estén en la tercera división...

3 comentarios:

Aitor Fuckin' Perry dijo...

"... es como si una playmate pusiese morritos, pero mirándote sólo a ti..."

Fuck, eso ha sido muy entrañable.

De The Brew sé de una que los encuentró un poco aburridos-previsibles... Ni que Clapton saliese de la batería de Ginger Baker envuelto en llamas... aunque en disco... c'mon... sabes que no es lo mismo con 'Disraeli Gears'.

PD: Tu abrigo estilo retrosoviet me chifla.

PD2: Un mánager mix Jesús Gil, Manolo Sáiz y Peter Grant, eso sí que era merecedor de foto.

lu dijo...

Supongo que Aitor se refiere a mí, que estoy de vuelta, no de todo, pero de grupos como The Brew sí. Estoy esperando la llegada del mesías del rock, qué pasa.
http://luluonthebridge.blogspot.com.es/2011/03/brew-sala-malandar-2-de-marzo.html

La Pecera del Caimán dijo...

Aitor... Ya estoy escuchando la edicion doble deluxe de Disraeli como penitencia por la boutade...
Y ya sabes tu que la elegancia, si se puede, es lo primero; que la revolucion nos pille bien vestidos al menos...
Lu... La batallita la cuento para dar a enteder que iba, preduspuesto no, lo siguiente... Me tenian ganado de antemano... Esa noche no solo queria ver el vaso mediolleno sino rebosante... Aunque, poniendome clinico, el bolo de esa noche fue estupendo, y me gusta augurarle un bonito futuro a Jason...

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