viernes, 28 de febrero de 2014

Kazbek, de Leonardo Valencia, fragmento. ¿Qué es un libro de pequeño formato?


"Qué es un Libro de Pequeño Formato?, le pregunta Kazbek al señor Peer. Éste le responde punto por punto con un total de nueve aproximaciones.


1. Un libro corto que parece no agotarse nunca.
2. Un libro que puede perderse porque no se lo olvidará.
3. Un libro que, como una navaja, entra y sale cortante en el cuerpo cerrado de la Biblioteca.
4. Un libro que no tiene pretensión de dar el Gran Golpe Definitivo.
5. Un libro que despierta al lector curiosidad por el autor que lo ha escrito, hasta ese momento absolutamente desconocido.
6. Un libro que el lector no tenía previsto encontrar.
7. Un libro del que nadie sabe a qué género pertenece ni qué ha dicho la crítica ni en qué editorial ha sido publicado.
8. Un libro que el lector no sabe ni quiere resumir sin que se subvierta y destruya su contenido.
9. Un libro que crea silencio para escuchar cómo fluye la fuente."

Kazbek. Leonardo Valencia. Pág. 20. Editorial Funambulista, 2008


http://www.leonardovalencia.com/

viernes, 14 de febrero de 2014

Sobre la matanza de San Valentín, Elbert Baxter, Billy Wilder y un batería de jazz metido a detective algo diletante. Un fragmento de "Cardiopatías"

Fragmento de "La última noche de Richard D. Lane", octavo relato de "Cardiopatías".


"Un día llegó y tras sentarse a mi lado sin saludarme siquiera me preguntó a bocajarro si yo había estado en Chicago el día de la matanza de San Valentín en mil novecientos veintinueve. Claro, le contesté, yo estaba sentado en la barra y miraba mi cara en el espejo tras las botellas, así que aquello no sonó como una respuesta fanfarrona, al contrario, respondí casi como si me lamentase de ello. Noté su mano en mi hombro y como si hubiera accionado un resorte le dije que se pidiese algo. Él me contó que estaba de paso y que había ido a propósito a verme y eso fue algo que me halagó. Tengo pocos amigos, por no decir ninguno, y gestos como ese, se agradecen de vez en cuando. Esto que le estoy contando, señor Parker, sucedió hace tres años, o quizá cuatro, pero al ver la foto de Billy en aquella revista lo recordé todo de golpe, al igual que cuando él me preguntó lo de la matanza de San Valentín, miré su cara y la mía reflejada en el espejo tras las botellas de una barra de madera polvorienta y oscura, recordé cómo logré salir de esa, conociendo con ello a Katherine, la madre de mi hija y mi ex-esposa... En el veintinueve no me ganaba la vida solamente con mis casos como detective sino que también me ganaba algunos que otros dólares como músico. Yo tocaba la batería en varios combos de jazz y blues de Chicago y Nueva York, grupos casi siempre de semiamateurs, pero como a poco que tocaras con solvencia podías acabar codeándote con profesionales en alguna que otra jam de madrugada tampoco era complicado que algún día te llamasen para sustituir a alguien en la banda fija de algún club. A decir verdad nunca tuve dificultad en compaginar una cosa con la otra, me refiero a mi trabajo como detective con la batería, y aunque yo no era ninguna maravilla no lo hacía nada mal, y en aquellos días tocaba bastante en clubs clandestinos, por eso nunca se me pasó por la cabeza dirigir mis pasos hacia la carrera de policía. Más tarde no me quedó más remedio que dedicarme por completo a mi trabajo de detective privado, así que un día casi sin darme cuenta estaba vendiendo mi pequeña batería a un tal Jimmie Cobb, un chaval menudo que por aquel entonces no tendría más de doce años, un negro desmañado y hablador que con los años he ido siguiendo atentamente, viéndole muchas veces en directo, alguna de ellas con Booker Little, lo cual justifica sobradamente mi abandono como músico... En mil novecientos veintinueve, con la maldita ley seca haciendo estragos, las redadas en los clubs estaban a la orden del día, pero en la mayoría de los casos eran trifulcas que terminaban con un puñado de billetes en los bolsillos adecuados para hacer la vista gorda y un par de borrachos durmiendo la mona en el calabozo. Sin embargo, lo de San Valentín fue espantoso, casi disparatado, y te juro que fue la primera vez que sentí lo que era tener miedo de verdad, y así se lo conté a Baxter, o Billy, tal y como te lo estoy contando a ti, sólo que él me sonreía y pedía al camarero que llenase mi vaso cada vez que terminaba mi whisky, no como tú... Tal vez otro que como yo viviera aquello te diría que lo que sucedió era inevitable, tal vez, pero yo era demasiado joven como para darme cuenta de lo que realmente pasaba, y con ganarme la vida tocando, conseguir mis primeros casos serios y conocer chicas tenía bastante. Aún así me faltó muy poco para acabar tirado con una bala perdida en el estómago en un local sucio y lleno de gente corriendo histérica. Esa noche yo estaba tocando en un club del que nunca he sido capaz de recordar su nombre. Esa misma tarde me había llamado Michael Rogers para sustituir al batería de su banda. No hacía falta que llevase la mía. Acepté sin pestañear. Apunté la dirección del club en un papel y a las nueve me planté allí. El local estaba oculto en la trastienda de una frutería y era enorme, montado con todo detalle, con su escenario, su piano de pie y su propia batería, y creo que ese pequeño detalle fue el que me salvó... Incluso cuando tres horas después irrumpió la policía en el club, nada diferenciaba esa noche de cualquier otra, pero de golpe comenzaron los disparos y todo estalló como una casa con la espita del gas abierta durante semanas y semanas. Que no tuviese que preocuparme más que por salir de allí ayudó bastante, si hubiera sido mi batería la que estuviese tocando no sé qué hubiese pasado, no me hubiera gustado tener que dejarla allí. También ese detalle hizo que conociera a Katherine, la dulce y preciosa Katherine Meyers, una clarinetista de diecinueve años a la que ya había visto de pasada antes en otros clubs y que esa noche había ido a ver si, con suerte, de madrugada la dejábamos tocar en la jam, cuando casi todo el mundo se hubiera marchado y solamente quedásemos los músicos y los camareros... Cuando comenzó el gran tiroteo me refugié tras la batería y la vi entre la gente, asustada y nerviosa, como todos, pero también preciosa y linda como una mariposa que hubiera entrado volando en el lugar equivocado en el momento equivocado. Sin saber cómo salí corriendo, la cogí del brazo y me dispuse a salir de allí con ella lo más rápido que pudiera. De repente vi cómo se dirigía hacia nosotros una maraña de hombres, avanzando como una manada de búfalos; casi se podían distinguir sus bufidos entre los disparos. Eran los hombres de Casanieri… Tal vez yo fuese joven y atrevido, tal vez para mí fuese un juego eso de ser un detective que de vez en cuando se divertía tocando la batería, sin embargo sabía perfectamente quién era quién en esa ciudad y me guardaba muy mucho de no hacerme notar cuando salía a tocar por ahí en los clubs que dirigían esos tipejos; así que sabía perfectamente quién era Casanieri, uno de los grandes jefazos de Chicago. Vi su cara desencajada entre sus hombres, que habían hecho una especie de piña o de escudo humano e intentaban sacarlo de allí. Recuerdo que vi cómo un hombre de entre esa maraña apuntaba hacia nosotros… No tuve tiempo de pensar absolutamente nada, pero cuando quise darme cuenta tenía mi revolver en la mano y lo había disparado. La mala suerte, o la suerte a secas, quiso que a quien le diera fuese al mismísimo Casanieri. Sé que no lo maté. Tal vez le di en el brazo o en el hombro. Para el hombre que me había apuntado, yo de golpe había dejado de existir. De repente toda esa mole de cuerpos que intentaba proteger a Casanieri se había movido rápidamente y salían del club como almas que lleva el diablo disparando a todo lo que se interpusiera en su camino, sin embargo, Katherine y yo estábamos vivos, aún no sé cómo, de pie en medio de gente corriendo, entre gente tirada en el suelo, muerta o a punto de hacerlo desangrada... Oí que alguien gritaba mi nombre y vi al pequeño Michael Rogers moviendo su trompeta en el aire como un bateador y señalándome una puerta tras el telón por la que estaban saliendo los músicos y los camareros. No sé cómo pero salimos con vida de aquella matanza, ella sin más rasguños que un tacón roto y yo con un disparo superficial en el brazo... No me di cuenta salvo cuando ya estábamos en la calle, corriendo lejos de allí. Yo me asusté porque creí que la sangre era suya, pero al parar y meternos en un portal que encontramos abierto, fue como si todo el dolor apareciese de golpe; ella también se asustó y creo que eso me obligó a calmarme a mí. Vi que no era más que una herida superficial y le propuse escondernos en mi apartamento... Cogimos un taxi en la avenida Michigan y mientras atravesábamos a toda velocidad calles desiertas, podíamos oír sirenas y disparos por todas partes, como la amenaza de un sueño terrible oculto tras las esquinas. El taxista apenas abrió la boca y creo que si accedió a llevarnos en vez de irse corriendo asustado a su casa fue porque en los ojos de Katherine había tal brillo que era imposible resistirse a nada que ella pidiera..."

sábado, 8 de febrero de 2014

Reseña de "Cardiopatías" en la revista digital Tarántula

por Pilar Gómez Rodríguez.... Copio y pego sin rubor...

"Literatura y latido
Literatura y latido
IMG_20130908_144249La expresión en francés mal au coeur  se traduce literalmente (y mal) como “mal de corazón”. En realidad significa tener náuseas, sentirse mareado, no estar bien. Cuando duele el corazón, el cuerpo entero se resiente, la inquietud lo conquista. Los personajes que laten en el corazón –no uno de esos de forma ñoña, sino uno de verdad con sus aurículas, ventrículos, venas y válvulas– de Cardiopatías,el último libro de Juan Miguel Contreras, comparten males que a veces tienen que ver con la  fisiología y otras no; pero todos se resienten de algo que es común a todos, todos han sufrido alguna pérdida. Ocasiones marradas,  malentendidos, instantes que pudieron haber sido y por poco no fueron…  Los relatos de este corazón malherido y sangriento están llenos de “casis”. Las vidas de unos personajes, como indica Contreras en el arranque, las podían haber escrito los otros personajes pero finalmente es él, como un gurú de las pérdidas y las oportunidades falladas el que escribe las de todos.
El protagonista, que no narrador, de la primera “arritmia” –los relatos se distribuyen según cardiopatías– elige el soporte inadecuado para escribir. Su aventura literaria acaba en una de esas limpiezas fatales de madres que arramplan con todo sin preguntar y casi sin mirar. A la basura (a la mierda también) el diario de aquellos años mozos escrito en cajetillas vacías de tabaco. En, seguramente también inapropiadas, servilletas de papel el narrador escribe en un bar la historia “de lo que fue y pudo haber sido”, dice literalmente. En la segunda arritmia los amores se frustran al perderse unas cartas y unas cintas que hacen revivir recuerdos de las ¡ay! casi historias.
En “hipertrofia”, la segunda cardiopatía,  lo que se le escapa entre los dedos a uno de los protagonistas es la vida misma entre recuerdos de cómo fue, cómo le gustaría que hubiera sido y cómo se prepara para la muerte; mientras otro pierde su identidad como escritor a favor de la de personaje en laverkami17 sala de espera de un hospital.
La salud se pierde por el retrete (pero la literatura no se mancha en manos del enfermo que lee El maestro y Margarita de Bulgakov) al comienzo del capítulo de “calcificaciones”; y en el relato que lo cierra, la maldita niebla como metáfora de aquello liviano pero implacable que nos separa, impide eternamente el amoroso encuentro de los personajes.
En Imposible Penélope el protagonista pierde la libertad, pero su dignidad –tantas veces a punto de despeñarse junto con algunas rocas y compañeros de obra en el Valle de los Caídos–  permanece y se afianza gracias a la esperanza que siempre adjunta el amor; mientras en el relato que cierra las “insuficiencias” hay un intercambio más que una pérdida: una historia a cambio de la vida, aunque nada podrá salvar al desahuciado protagonista.
Contreras ofrece su maltrecho y mil veces recompuesto corazón en el último relato. La ciudad trenzada es el epílogo, pero fue el comienzo de su historia como escritor. Y comenzó con éxito; ese cuento ganó el único premio literario que ha ganado. Luego, en su vida de escritor, vinieron los “casis”, las ocasiones marradas, las oportunidades que se esfuman porque lo que se materializa una y mil malditas veces son los “noes” de editoriales carnívoras y sin agallas. Él es el último personaje de su libro, un texto en el que se desdobla en muchas voces y se abre en canal para entregar al lector su corazón maltrecho y tembloroso como una prueba más –por si era necesaria- de su literatura-latido.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Sobre presentaciones de libros y otros percances escritos a vuela pluma.


Xilografía de Andrea Hauer


Variaciones sobre el "aquí te pillo, aquí te mato": Elijo un disco que me despierte (las neuronas, si es que eso es posible), The Jam, In the city. Dispongo de una hora y me gustaría aprovechar. Es lo que hay.  Sobre la mesa, a mi derecha, "La tentación de fracaso", los diarios de Julio Ramón Ribeyro que publicó Seix Barral en 2002 (la que tengo delante es la tercera reimpresión, de 2008); a la izquierda, la novela gráfica "Asterios Polyp", de David Mazzucchelli, editado por Sins Entido, y que es una jodida maravilla (una jo-di-da ma-ra-vi-lla). Escribo lo que veo, subo el volumen. Un peluche de Triki asoma por detrás de la pantalla, una botella de agua vacía, unas tijeras, una jeringa vacía de enoxaparina, dos cajas de cd´s, uno encima de otro, giro la cabeza y leo, "In the city" y "Stanley Road". En vez de recoger, por una vez he optado por escribir. Al parar de teclear, parezco un pistolero, moviendo los dedos como si no me creyese lo que estoy haciendo. Han pasado muchas cosas, y el filtro no funciona como debería en estos momentos, para poder desechar y elegir uno de los caminos. La experiencia de un cateterismo (que salió bien) hace una semana, el ingreso breve y extraño (como siempre) parecen tamizarlo todo. Y el viernes pasado la presentación de "Cardiopatías" en la Biblioteca de Manzanares, junto a Teo Serna. El viernes que viene el encuentro en Muga, con Andrés Sorel y los amigos que nunca fallan.

Frío, desnudez, olor a yodo, líquido aún más frío limpiando la muñeca y la ingle, una radio puesta de fondo, una camilla estrechísima a la que me tengo que agarrar con la mano izquierda mientras tirito de frío (y de nervios, tal vez miedo, uno piensa muchas cosas), constante ir y venir de enfermeras y enfermeros, cuando creo que hay por lo menos diez, reparo en sus caras y compruebo que son sólo tres, que parecen abejas verdes afanadas en ir y venir, sin parar; alguna me sonríe al pasar a mi lado y ponerme algo en la vía, otra incluso me acaricia la frente, hablamos, todo rutinario salvo por la válvula, que el médico está decidiendo si intenta pasar a través de ella o se queda fuera, aunque lo que es seguro, me dicen, es que entrará por la muñeca. Frío, la radio me hace sonreír, "rock and gol" online, joder, para no sonreír; Sweet child o´mine y  More than a feelin´ de Boston, seguidas; pienso en Kiko Amat y en el libro que de él estaba leyendo hacía una hora, sonrío de nuevo pensando en que donde estoy yo ahora, escuchando lo que estoy escuchando, debe ser el infierno para él (por cierto, su libro, "Mil violines" me parece una lucidísima y divertidísima maravilla). A mí, en cambio, me está relajando; quizá sea algo que me han puesto en la vía. Me sujetan a la camilla y me piden que no me mueva para no caerme; por fin desdoblan la sábana que me tapaba la cintura y me cubren desde los pies hasta el pecho. Aún así, sigo tiritando.

Foto: Juan José Díaz Portales

En la biblioteca decidí no llevar nada preparado para leer. Va a ser la primera vez en mi vida que voy a hablar, sin llevar nada preparado, delante de gente. Mucha gente, al menos para mí. Miguel Ángel, el conserje, me dijo varios días después que fueron ochenta personas (y seis niños). Demasiados me parecen, demasiada gente, no puede ser. Me jura que sí, que los ha contado. Menos mal que, como digo, lo supe después; nunca he hablado para tanta gente, y menos sobre un libro mío. Teo lleva preparada una presentación diferente. Tras la introducción, hablará de cada relato y pondrá una composición musical a partir de lo que a él le haya hecho sentir cada relato. Tengo mi ordenador a la izquierda y yo voy dándole al play cada vez que él me dice. Unos días antes me pasó los archivos con la música, pero al escuchar lo que él dice y escuchar luego la música, me siento afortunado, de tenerle como amigo y de compartir cosas con él, y de descubrir tantas otras. Samuel Barber, Wes Montgomery, Stravinsky, Anton Weber... qué distinta es la percepción... Recuerdo lo que leí una vez: "en lo más profundo, el arte no nos dice nada del mundo, tan sólo nos hace ver cómo nos sentimos". Yo pensaba una cosa cuando escribía esos relatos, escuchando música muy distinta; él siente cosas distintas y en su cabeza suenan otras notas.

El médico se me presenta mientras comienza una canción de Scorpions. "Loving you on sunday morning"... No río a carcajadas porque no es el momento pero ganas no me faltan... Es muy joven; me pregunto si la radio está a ese volumen porque le gusta a él trabajar así. Va a estar justo a mi lado (normal, el cateterismo es por la radial) y me irá explicando todo. Me cuenta cómo va a ser la prueba y que cree que no es necesario intentar sobrepasar la válvula metálica, salvo que vea algo obstruido, por lo que, si todo va bien, será rápido. Notaré algo, pero la pequeña anestesia de la muñeca hará el resto. Empieza a sonar "Simpathy for the Devil" de los Rolling Stones cuando comienza a hurgar en mi muñeca y siento un pinchazo desagradable. No me jodas, pienso, ni que fuese a propósito. Muevo los dedos del pié derecho al compás. Recuerdo a Bulgakov, al Maestro, a Margarita, y a Jagger, que escribió la letra de esa canción inspirándose en ese libro, en el majestuoso capítulo del baile final. Mierda, sigo tiritando y no puedo parar. El médico ya está dentro de mi brazo y sube. Please to meet you... Me mira y dice que me pongan 40 de atropina. ¿Pasa algo? pregunto. No, simplemente estás un poco bajo y muy pálido, responde. Intenta entretenerme pidiéndome que mire a la pantalla donde se ve todo mi interior. Jodido Mick. Hago que escucho y respondo con monosílabos; demasiadas sensaciones de golpe como para asimilarlas todas. Mi corazón en blanco y negro en una pantalla y montones de venas que se vuelven negras cuando él me dice que aguante la respiración, después de sentir un calor extraño por dentro que no palía el frío de mi piel.

Xilografía: A. Hauer
Teo tenía la voz jodida, estaba hecho polvo con una faringitis brutal, pero aún así decidió hacer él la presentación en vez de pedirle a un amigo que leyera lo que había escrito. Es mi poeta salvaje, mi detective generoso. Su voz sufre, mucho, pero él sigue leyendo. La gente luego me comentará que les ha gustado mucho lo que Teo Serna ha hecho, y que la mezcla con lo mío ("lo mío", así lo dicen, es decir, hablar como si no llevara nada preparado cuando realmente no llevaba nada preparado pero hablaba de algo a lo que llevo dando vueltas años) ha estado muy bien, que ha sido diferente a otras presentaciones... Después de Teo yo digo muchas cosas, y si ahora recopilo mentalmente me parece que solté muchas gilipolleces y alguna que otra boutade, que podría haber dicho otras cosas o haber profundizado en cosas sobre las que pasé sin hilar demasiado. Explico cómo salió el proyecto, por qué, y a cuento de qué. Teo ya había hablado de los relatos, por lo que yo apenas hago referencia (algo que luego mi amigo Ramón me reprochará, sobre todo, según él, porque podría haber hablado del "proceso creativo"; dicha puntualización o reproche, creo que viene porque a él le gustaría saber cosas, sobre todo a raíz de un cuento en el que lo convertí en protagonista). ¿Sigo escribiendo en presente? Al final me lío con estas cosas de estilo y teniendo en cuenta que estos textos que escribo en este blog, los corrijo poco (o nada, van a pelo, tal cuál termino) puede resultar un poco caótico... Miro a la gente sentada pero no veo a nadie, tengo que pensar rápido y no estoy acostumbrado, veo a mi santa, miro de refilón a gente, sigo soltando cosas y cosas; veo a la hija de Ramón, que anda por el pasillo y se sienta en el suelo y me sonríe, entre el ala derecha e izquierda de la primera fila, la sonrío, miro a Teo de soslayo, en el fondo todo lo que estoy diciendo, se lo estoy diciendo a él, todo eso sobre hacer las cosas con pasión, con crearnos nuestro hueco, con renovar las fuerzas, todo se lo digo a él, una persona que siempre está creando y que aún hoy busca su sitio en el sentido de "sitio" como lugar tranquilo en el que no hay que responder a la pregunta "¿por qué haces lo que haces?".

Escucho las maracas diabólicas de Brian Jones mientras Mick Jagger continúa su metamorfosis y pasa a ser Voland, aquel que maneja a los humanos y saca de ellos lo oculto, sus debilidades, su libertad. Recuerdo fotograma a fotograma esa canción en la película "Rock and Roll Circus" (y si parece brutal su interpretación, infinitamente mejor estuvieron esa noche The Who). Si tuvieran que intentar pasar la válvula o hubiera problemas, sería todo muy raro... Eso me pone muy nervioso. Al final no hay ninguna coronaria obstruída y la limpieza no irá a mayores. Creo que la canción de los Stones termina aunque yo la sigo oyendo. Algo han debido inyectarme pues ya no distingo nada y estoy muy cansado de golpe. Salen de mi por la muñeca y me parece que lo hacen demasiado rápido, pues siento un latigazo a lo largo del brazo, como si me sacasen algo o rasgasen algo o se llevasen por delante la radial por donde han entrado. Siento un cansancio enorme en el hombro, como si hubiese estado castigado en una esquina de rodillas sosteniendo un libro gordo y pesado con los brazos en cruz. Me gustaría dormir. "Cuando estés en la habitación y te veas con fuerzas, te puedes levantar y caminar un poco" oigo decir. Veo a mi mujer, a mi madre y a mi hermana. Sonríen. Me suben a la habitación. Dicen que hablé con gente, que estaba bien y que me levanté al servicio y anduve un poco por el pasillo. No lo recuerdo. Sé que cené (algo soso y frugal, demasiado soso y demasiado frugal). También recuerdo pedir un nolotíl porque me empezó a doler mucho la muñeca y que me dormí con una extraña sensación de tierno sosiego hasta la mañana siguiente.

Termino de hablar de golpe frente a toda esta gente, o yo creo que lo he hecho de golpe; algunos sonríen. A mi cabeza viene la imagen de un profesor que tuve, Jacobo Muñoz, y de su reloj despertador rosa que ponía sobre la mesa al empezar sus clases, y pienso que debería haberme traído uno. Alguien pregunta algo, aunque más que una pregunta es un alegato, una lanza rota para toda esa gente que escribe y tiene la osadía de publicar sus cosas. Yo contesto algo, y me lío y no digo lo que quiero decir, y es que ya somos mayorcitos y que la autocrítica antes de atreverse a autopublicar se ha de presuponer (tirar, corregir, volver a tirar, volver a corregir y así hasta, casi, el infinito) y que si uno tiene la osadía de publicar sin editor mediante ha de saber también que tiene que tener el aguante para escuchar las críticas más brutales que le tengan que caer, pues las dos cosas van unidas, y más, sobre todo, si te lanzas tú solo. Después la gente se levanta; algunos se van, otros se saludan, la bella niña Julia, Elsa y Alba; Pablo a lo suyo, correteando y haciéndome feliz; algunos se acercan a la mesa y me hablan, escribo cosas en la primera página en blanco... Muchas cosas...

Whatcha trying to say that haven't tried to say before / You're just another red balloon with a lot of hot gass / Why don't you fuck off? / And you think you've got it worked out / And you think you've got it made / And you trying to play the hero / But you never walk home in the dark.... Jodido Paul Weller... Pitido final... el bebé se ha despertado de la siesta... Ya corregiré esto si puedo esta noche...

http://www.manzanares.es/noticias/ver/id/juan-miguel-contreras-presenta-cardiopatias-un-libro-de-relatos-publicado-gracias-al-micromecenazgo-id-15235#.UvJYQfl5OSo

lunes, 27 de enero de 2014

No quisiera morir. Poema de Boris Vian


Boris Vian en su casa de París, 1950
 NO QUISIERA MORIR


No quisiera morir
sin haber conocido
los perros negros de Méjico
que duermen sin soñar
Los monos de culo pelado
devoradores de trópicos
Las arañas de plata
en el nido trufado de burbujas
No quisiera morir
sin saber si la Luna
con si falso aire de moneda
tiene un lado puntiagudo
si el Sol está frío
si las cuatro estaciones
no son en realidad más que cuatro
Sin haber mirado
en una alcantarilla
Sin haber puesto el sexo
en rincones extraños
No quisiera acabar
sin conocer la lepra
o las siete enfermedades
que se atrapan allí

el bueno como el malo

no me darían pena
si si si yo supiera
que lo iba a estrenar
Y está también
todo lo que conozco
todo lo que aprecio
que sé que me gusta
el fondo verde del mar
donde danzan las briznas de hierva
en la arena olvidada

la hierva tostada de junio

la tierra que se agrieta
el olor de las coníferas
y los besos de la
que si tal que si cual
la bella que ahí está
mi osezno, Úrsula
No quisiera morir
antes de haber gastado
su boca con la mía
su cuerpo con mis manos
el resto con mis ojos
ya no digo más es mejor
no ser irreverente
No quisiera morir
sin que hayan inventado
las rosas eternas
la jornada de dos horas
el mar en la montaña
la montaña en el mar
el fin del dolor
los diarios en color

la alegría de los niños

y tantas cosas más
que duermen en los cráneos
de geniales ingenieros
de jardineros joviales
de inquietos socialistas
de urbanos urbanistas
y de pensativos pensadores
Tantas cosas que ver
que ver y oír
tanto tiempo esperando
buscando en la oscuridad


Y yo veo el final
que bulle y que se acerca
con su cara horrorosa
y que me abre sus brazos
de rana patituerta

No quisiera morir
no señor no señora
antes de haber palpado
el sabor que me atormenta
el sabor que es más fuerte
No quisiera morir 
antes de haber probado
el sabor de la muerte...

Boris Vian


lunes, 20 de enero de 2014

El hombre con el cubo de estiércol visita la Casa del Lector de Madrid

Lunes.

Removí el café y me senté tras encender la radio. Después de poner a Supertramp y a The Beatles, en Radio Andalucía Información, descubro que una dulce locutora está relatando la historia de las canalizaciones de agua desde las ciudades sumerias hasta la actualidad, monótonamente, saltando a través de los siglos como quien salta de un charco a otro sin importarle cuánto pueda salpicar. Tristeza y alegría a la vez, monotonía y sosiego. Cuando terminó: París, siglo XIX, y tras un segundo de silencio, comenzó a sonar "Wonderful World", de Sam Cooke, sin que la locutora lo anunciase. Tuberías en un mundo maravilloso. Levanté la cabeza del libro del libro que estaba leyendo (Nostalgia, Cartarescu), sonreí con ganas de soltar una carcajada pero no pude. Un francés con levita y mitones mea y entona a Sam Cooke mientras cultiva las razones objetivas de su chovinismo al ver cómo sus heces se van por el retrete comunitario que le acaban de instalar... Quise volver a la lectura, pero no pude. Vagabundeé por la casa y acabé sentado en el suelo. Acababa de amanecer. Todos dormían aún.... Me lamenté de no recordar la canción de Supertramp (¿"Crime of the century" tras hablar de las letrinas romanas?); la de The Beatles fue "The fool on the hill", y supongo que sería cuando hablaba del origen de la peste negra... Comienza un nuevo programa y no me gusta la música que ponen, así que elijo algo de la estantería y dejo que el saxo tenor de Ben Webster me mantenga un poco más en transito del bostezo a la rutina. Mientras, recuerdo el comienzo de la biografía de Hrabal escrito por Zgustová... Aún no lo he terminado... A la falta de tiempo se le añade que me siento con la intención de absorber cada palabra... Como un chiste malo contado en una cervecería de Praga, las pastillas y las altas horas en las que puedo coger el libro, hacen que la mitad de las veces me duerma a la tercera página... La mitad de las veces, la otra mitad no, y ahí es cuando empieza lo bueno...Hace un par de semanas recibí un correo de una amiga en el que me contaba que la editorial Galaxia Gutenberg va a reeditar este libro "Los frutos amargos del jardín de las delicias", así como a publicar un libro de Bohumil Hrabal que nunca había aparecido en castellano aún. También me comenta algo sobre un exposición en Madrid con motivo del centenario de su nacimiento. Enciendo el ordenador y busco la noticia en la página del Centro Checo... La encuentro: (http://madrid.czechcentres.cz/programa/event-details/100-aos-desde-el-nacimiento-de-bohumil-hrabal/). Recuerdo cómo se abre el libro de Zgustová y también recuerdo el fragmento de "La pequeña ciudad donde el tiempo se detuvo" sobre una mujer joven y hermosa, sobre unas cintas que recogen un pelo larguísimo, sobre una letrina, un vestido, unos nervios incontrolables ante la invitación de un guapo hombre para bailar... Tengo sobre la mesa el libro de Zgustová, el de Hrabal no, está en el dormitorio y no puedo entrar a buscarlo...Ya que dispongo de tiempo antes de que los niños se despierten, abro el abandonado blog y escribo...

Emma Srnova, CAT KING BOHUMIL HRABAL
1994

"Es el día primero de mayo, a principios de los años cincuenta. La pequeña ciudad de Nymburk -como todos los pueblos y todas las ciudades de esa parte del Europa que, unos años atrás, se convirtieron en comunistas- celebra la Fiesta del Trabajo. Los obreros de las fábricas, los empleados de las empresas estatales, endomingados, se han puesto en filas y marchan por las calles adornadas para la fiesta con flores de papel y banderitas checoslovacas y soviéticas. Los escolares y los estudiantes cierran la procesión, todos vestidos con los uniformes de la juventud comunista: camisas azules o blancas, pañuelos rojos de tres puntas atados al cuello,
La procesión pasa por la avenida principal, después gira a la derecha; y entonces, de repente, un extraño caos se introduce en el orden rígido de las filas, las muchedumbres susurran, señalan algo con el dedo, sonríen, los niños y estudiantes se tronchan de risa y dan saltos para ver mejor: de una bocacalle acaba de salir un hombre vestido con una camisa de cuadros, un mono y un casco de obrero; del extremo de un largo palo, que lleva apoyado en el hombro, cuelga un cubo que desprende un insoportable hedor a excrementos: el hombre está limpiando el pozo de la letrina y se lleva la porquería. Lentamente, el cubo procede al encuentro de los ciudadanos vestidos de fiesta, se balancea de un lado a a otro, y los participantes de la procesión se olvidan de agitar las banderitas y las flores de papel; con la boca abierta miran el cubo apestante y, mareados, se hurgan los bolsillos buscando un pañuelo. Como si estuviera solo en el mundo, el hombre con el cubo en lo alto da la vuelta a la esquina y se aleja, majestuosamente, llevando su carga al campo. Como se arrastra la cola del traje de un rey, un velo apestante sigue al hombre del cubo; su extraña sombra. Él también celebra su fiesta particular: limpiar la letrina y transportar los excrementos representa para él una especie de limosna filosófica; en ella, él es el sacerdote que rinde homenaje al ciclo de la vida, trajinando lo humano más allá de donde surgió. Un cubo tras otro lleva a los campos y, sin prisa, vierte ceremoniosamente su contenido sobre la tierra como abono. Se deleita ante la belleza de su rito anual y, en aquel instante, hasta la condición humana con sus metamorfosis le parece sublime."

viernes, 10 de enero de 2014

Andrés Sorel sobre un libro llamado "Cardiopatías"

Estoy pendiente de una intervención quirúrgica y, la verdad, no me veo con ganas de encontrar qué escribir aquí; pasan muchas cosas y a la vez ninguna... como siempre, todo será cuestión de tiempo... Se amontonan los escritos empezados y no acabados, se apelotonan los quehaceres y los días se acumulan como mantras aburridos que sólo consiguen ser silenciados con canciones y pensamientos grabados en los troncos de los árboles del parque, ese al que ya no voy porque hace mucho frío y mi ropa de abrigo está vieja y desgastada.... Me muevo poco para mover "Cardiopatías", no hay librerías que quieran depósitos de libros autoeditados, y mi agenda de contactos es tan corta como la de inspector Clouseau. A veces sí pasa algo, y la aparente levedad de lo que sucede parece casi un cataclismo en determinados momentos. Andrés Sorel me escribe para decirme que ha leído los relatos de "Cardiopatías" durante su estancia en Sesimbra, y me dice que ha escrito algo que ha colgado en la página web de la Asociación Colegial de Escritores de España, que me lo manda también a mí y que espera que nos veamos pronto y que busque un lugar para presentar el libro en Madrid...
Esto es lo que ha escrito... Si alguien lo quiere, sólo tiene que pedirlo



CARDIOPATÍAS. Juan Miguel Contreras

 Arritmias.
Otra vez un lugar de la Mancha. Pero nos encontramos en la segunda mitad del siglo XX. Y entre jóvenes y adolescentes. En el tiempo de la memoria de quién ya sabe que el camino de la vida, que surgió de la nada, desemboca en la muerte, que es la nada a la que se regresa. En el exilio interior, donde la soledad, el tedio y la nula vida cultural, abren grietas al desánimo y la apatía que se combaten mediante el alcohol, las escasas palabras que luego no se recuerdan, y los juegos, en los que el sexo ocupa un lugar privilegiado. Con exiliados que nunca se sienten exiliados dado que conforman la población sumisa, embrutecida, propia de una España que no termina de soltar las cadenas del oscurantismo, del peso embrutecedor que sobre ella impone la religión, de la ignorancia y la falta de utopías liberadoras. Ellos, en sus gestos, actitudes y pensamientos configuran la minoría  ajena, repudiada. Uno es el narrador, que pasea su mirada sobre los tipos humanos que acompañaron su crecer a la vida, su desarraigo del medio en el que la literatura va a jugar su papel determinante.
¿Realmente existió un tipo tan original como el que cobra vida en el arranque de la narración, la arritmia con la que el corazón se pone en marcha para conocer el alcance de su dolencia, y no digamos si es física, humana o existencial, que puede abarcarlas a todas? No intentaremos averiguarlo: porque sea inventado o reinventado, es, fundamentalmente, literatura, y esto, en tiempos de enfermedad tal vez sin operación posible de la propia literatura, es lo que nos importa y seduce.
La tierra de Almería, un desierto propio más que para ambiente de películas, para que en él se pierdan almas vagabundas, expatriadas de si mismas y de países y gentes con las que prefieren no convivir, es el segundo camino- las venas son los caminos del corazón y las rutas de la memoria los relatos confortantes de la literatura- por el que se interna la arritmia que antecede a la hipertrofia.
Un relato bello, amargo y triste como la existencia de quienes tienen necesidad de amar y no son capaces de entregarse a  sus sueños: leyes de la herencia, convencionalismos sociales, la impotencia o la enfermedad de quienes saben que resulta imposible abandonar la soledad. Porque nada existe peor que un vencido que acepta el ¡ay de los vencidos! De la propia existencia. De ahí el progreso, sin cura posible, de las arritmias.
    Hipertrofia.
La presencia de la muerte no es, en ocasiones, más que la continuidad de determinadas vidas. El cojo Lucas es un personaje que en su simplicidad lo expresa con profunda filosofía. ¿En que se diferencian o en que consisten la razón y la locura? ¿No es la vida acaso un absurdo corredor de la muerte? Y en el abismo del morir, saber que uno desaparece sin conocer si existe o no existe Dios y que de existir no se le podrá maldecir lo suficiente por todos los males que viene causando a la humanidad.
La verosimilitud de los personajes tiene que ver mucho con el ritmo de la narración, con la exactitud y el rigor del lenguaje y aquí el escritor se mueve sabiamente como hábil discípulo y continuador de los narradores que hicieron de los relatos el otro género –con la poesía- certero y difícil de la literatura.
Calcificación
La existencia, a través de la literatura. O cómo se vence la enfermedad del cuerpo –casual y provocada por virus tan pesados como inoportunos-. Las cloacas del organismo enrevesado y –perfecto para unos, inexplicable para quienes no aceptan el absurdo del dolor- de la civilización abiertas e intervenidas por cirujanos del pensamiento y la palabra para exponer las miserias del ser humano. En la lectura del mal que asola el espíritu, es decir, el causado por los represores a los diferentes, el estrechamiento de las fronteras entre los criminales y los sensibles, abordados ahora en la estela de un libro maravilloso El maestro y Margarita y un escritor perseguido, Bulgakov, por el estalinismo nocivo, una de las grandes catástrofes de la civilización en el siglo XX, coetánea de la mayor que nunca haya existido, la impulsada desde Alemania por el poder nazi. Sería, al hilo de esta reflexión, bueno reflexionar sobre la desmitificación del concepto pueblo, o de las masas, bajo sistemas políticos y aparentemente antagónicos y que condujeron a crímenes, genocidios y esclavitud para desembocar en regímenes burocráticos, explotadores y corruptos como los que hoy ostentan el poder en esas naciones.
El corazón, de derrota en derrota, hasta la derrota final.
Mordaza de bruma es al tiempo un homenaje al Ensayo sobre la ceguera de Saramago. Y así entramos en la fase de la
Insuficiencia. Imposible Penélope.
Cuelgamuros. Nuestro pequeño campo de exterminio. Vencidos. Fantasmas. Sobrevivientes. Trabajar, dormir, morir. Despedazados como las piedras que hendían con sus picos, entre las que habitaban en peores condiciones que los animales de las regiones más inhóspitas. El franquismo. La memoria. Otro ayer que no existió. Otra vuelta de tuerca a la existencia del mal, para que así pueda perpetuarse bajo nuevas formas, en las mismas u otras latitudes. Y a la mayor gloria de la Iglesia que conforma  el Dios más cruel y sanguinario inventado por los hombres, que rige quienes se denominan católicos.
“Mi vida no vale nada… tiendo a pensar que fue el mundo el que se fue a la mierda”. Como pensaron algunos sobrevivientes de Auschwitz.
No es el corazón enfermo, son la Humanidad y la civilización quienes en el siglo XX iniciaron el camino hacia la muerte y este libro de relatos homenajea a un puñado de seres humanos para convertirse en la música que nos dice que todavía existe la vida. En los mundos por los que navega el autor, en la absoluta soledad, silencio del espacio –recordemos su gran novela La muñeca rusa –otros hablaron del silencio de Dios, es donde encontramos la angustia y desazón que crean el pensamiento.
“Ella fue la que me hizo descubrir de nuevo mis sueños, la que me hizo volver a verme a mi mismo dentro de mis sueños. Eso fue lo que me mantuvo vivo en esa maldita sierra, donde una manada de desheredados y enterrados en vida escarbábamos la montaña, olvidados del mundo”.
Cuelgamuros. El vagabundo de las estrellas, de Jack London. Palabras. Literatura de un auténtico creador, narrador. Lógico que entre, como les pasó a muchos escritores bajo el régimen censorial soviético, en la semiclandestinidad. Entonces era por el nefasto autoritarismo estaliniano. Ahora es el nocivo y salvaje, explotador neocapitalismo y un mercado que impone la censura económica como arma tan nefasta como la política. Afortunadamente aquellos que todavía son capaces de leer y pensar acabarán encontrando  obras como la de Juan Miguel Contreras.

                                    

domingo, 22 de diciembre de 2013

La luz es más antigua que el amor, fragmento. Ricardo Menéndez Salmón


"Las cosas que más tiempo nos acompañan -nuestros grandes amores, nuestros grandes anhelos, nuestros inmensos fracasos- tienen siempre la edad de la juventud, porque amores, anhelos y fracasos comparten ese lugar donde la inconsciencia y la ambición se encuentran. Toda obra humana llamada a perdurar nace de ahí, del conflicto irresoluble entre lo deseado y lo posible, entre nuestro ideal y nuestras fuerzas; toda obra humana nace de la encrucijada donde dialogan nuestra sabiduría y nuestra ignorancia."
Ricardo Menéndez Salmón, La luz es más antigua que el amor, Seix Barral, 2010, página 170 


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Patricio Pron sobre "Cardiopatías" en El Boomeran

Procuro escribir en este espacio de lo que admiro, o al menos de lo que me gusta y me llena. Ian Hunter, Bolaño, Jethro Tull, The Avett Brothers, Led Zep, Sergei Dovlatov, Emmanuel Carrérè... El caimán, amo y señor de este humilde espacio, me deja su máquina de escribir para verter tonterías o apreciaciones sobre cosas y, desde el "nacimiento" de La Internazional Samizdat, reconozco que esta guadianesca guarida está más centrada en publicitar "La muñeca rusa" o "Cardiopatías" que en lo que me rodea en casa o leo o veo o escucho o hago... Aún así, intento dar salida a esos escritos emborronados donde a veces doy cuenta del diario de lecturas... Tengo varias cosas pendientes, libros sobre todo, y algún que otro disco. Si escribo todo esto hoy a modo de introducción es por la sorpresa (agradable, sorpresiva y sorprendente, dinamitera incluso) de leer que alguien sobre el que yo he escrito aquí, ha escrito algo sobre mí, o más concretamente sobre el libro nuevo, "Cardiopatías". De Patricio Pron  he escrito sobre varios libros suyos, me parece uno de los narradores más dotados e interesantes que hay ahora; a pesar de los palos que recibe en varios blogs que yo sigo y con los que comparto muchas de las opiniones, no puedo decir lo mismo en el caso de Pron, pues, como digo, todo lo que he leído de él me ha parecido soberbio (sobre todo "El comienzo de la primavera"). 

Sobre "El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia"":

Sobre "El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan":

Sobre "El comienzo de la primavera":

Alguna vez nos hemos escrito correos tan breves como amables y cordiales, y le mandé "La muñeca rusa" cuando ésta salió. Hace un par de semanas le envié el ebook de "Cardiopatías", y me lo agradeció como siempre hace. Yo daba por sentado que la historia de Milos no la había leído (con todo lo que hay por leer...), y suponía que iba a pasar lo mismo con "Cardiopatías"; a pesar de ello, y como no encontraba otra manera de agradecerle su amabilidad y el placer que había encontrado en sus libros, con que los recibiera y siguiéramos "en contacto", me daba por satisfecho. De ahí la sorpresa al encontrar unas líneas sobre mí en su columna de El  Boomeran, que releí porque no me podía creer que yo fuera el mismo al que se refería él, y ese libro fuese otro, y no el mío. Aún sigo analizando el párrafo, en plan adolescente nerd, pero eso forma parte de mis tonterías; la verdad es que me parece alucinante (qué adjetivo tan poco literario).

Aquí el link de su columna:


2
Antes de la publicación de CARDIOPATÍAS, el escritor español JUAN MIGUEL CONTRERAS había escrito las novelas Cuando acabe el invierno(2004) y La muñeca rusa (2012); con la última de ellas, Cardiopatíascomparte el personaje de Milos Meisner, celador allí de un asilo para alienados en Praga durante la "Primavera" y traductor aquí de una obra que, en realidad, se compone de cuentos escritos entre 1999 y 2006. Se trata de relatos que, como afirma su autor, "no fingen su extrañeza ante un mundo del que intentan dar cuenta" (13). Tampoco ocultan las lecturas de su autor y sus vivencias (pequeños pueblos españoles, los intentos de escribir) y giran alrededor de un cuento llamado "Imposible Penélope" que no es un cuento y no narra un hecho sucedido en el pasado: es la tragedia de este país y de sus habitantes sucediendo aquí y ahora, otra vez y como desde hace décadas.


(...)

Después de eso, pasó un día agotador, y llegó el rato nocturno donde intento leer antes de que el sueño venga (y cada vez viene antes)... Cogí "La vida interior de las plantas de interior" que había sacado hace varias semanas de la biblioteca pero que no había podido empezar... O eso creía, porque el primer relato del último libro de Pron sí lo había leído, aunque no recordaba cuándo. Como veía que no iba a aguantar mucho, preferí leer el segundo (al menos que lea un relato entero, me dije), y comencé "Un jodido día perfecto sobre la tierra".... Y no, no me dormí, desde luego que no... Me pareció el acto perfecto para acabar el día, las palabras justas para mantener la cabeza en orden y los pies en el barro... Acabé el relato casi hipnotizado y cuando acabé, volví a un párrafo que necesité releer:

"En España hay muchos concursos, una cantidad incalculable pero que es muy alta y que a tí te da vértigo y, de la misma manera, hay también una cantidad ininteligible de cuentos dando vueltas, saltando sin fortuna de concurso en concurso como satélites que orbitaran alrededor de un centro invisible para que cada uno de los participantes -que tú puedes imaginar perfectamente, sentados en habitaciones con juguetes de niño y facturas impagadas de la luz y bombonas de butano vacías en el balcón- significa algo diferente: dinero, reconocimiento, una oportunidad para salir del pozo y, tal vez, para algunos, la literatura con mayúsculas; sólo que, por una simple regla geométrica, las órbitas nunca tocan el centro, ni siquiera lo rozan, el centro se ríe de ellas y las sujeta a su alrededor con un poder que surge del ansia y la imposibilidad de alcanzarlo y, así, la literatura -la que está viva, la que surge de la desesperación y la ansiedad pero se eleva sobre sí misma hacia la vocación y el reconocimiento- es el centro alrededor del que giran estos cuentos sin poder tocarlo jamás, condenados a no tener siquiera un poco que ver con la literatura, pero fingiéndolo todas las veces"  Patricio Pron. La vida interior de las plantas de interior. Ed. Random House Mondadori, 2013, p.21.

Recordé que cinco relatos de "Cardiopatías", de los nueve (diez si contamos el "bonus" para los mecenas de Verkami), pasaron por al menos diez o doce concursos y sentí algo de vergüenza. Luego pensé en las cartas de rechazo, y me alegré de tener mi pequeña Samizdat moderna, consuelo pequeñito, pero mientras tecleo esto rodeado de juguetes de niño y facturas impagadas de la luz y bombonas de butano vacías en el balcón, creo que es el mejor (y único) asidero que tengo para poder seguir mirándome al espejo. Después me fui a la cama pensando que dormiría del tirón, siendo cerca de la una de la madrugada, pero el pequeño estaba sudando y con fiebre y no me quedó más remedio que fingir insomnio,  ojeras y el vértigo de las palabras... Gracias, señor Pron. 
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