miércoles, 14 de noviembre de 2012

Tormentas Imaginarias

Hoy es un día raro, porque me han citado para entrevistarme con dos editores el sábado, a mí, que hace tiempo que me cuesta creer en cosas que no tenga en casa y pueda tocar cuando la misma se me cae encima. Se supone que debo hablar de porqué escribo y "vender" La Muñeca Rusa o el otro libro, ese que unos días se llama "Tormentas Imaginarias" y otros "Dute Dracu", o si no el libro aquel donde junté los relatos que no tiré a la papelera virtual y que aún responde al nombre de "Cardiopatías"... ¿Qué no tiene "La Internacional Samizdat" que sí tengan las demás? Para empezar, que son reales, y que funcionan dentro de una legalidad que L.I.S. y la novela de Milos no tienen; sin embargo, me siento cómodo en esa irrealidad, cuasi fantasmal, de haber editado bien (el resultado manufacturado es notable, y no es consecuencia mía, sino de Iván, Andrea y Felipe), de haber "publicado" una historia que de no haber sido editada así, me hubiera sumido en un bloqueo al que no me quería enfrentar, es decir, cada vez hubiera escrito menos, y no; me gusta escribir, me siento vivo escribiendo cosas que pasan en los márgenes de eso que es real, rindiéndome cuentas solamente a mí mismo. 
Leo en un blog que sigo, que su autor ha editado una novela, y siento esa ansiedad por leerla ya; busco la editorial que la edita y no encuentro nada, pienso en juegos, pero no me aventuro a sacar conclusiones; la seguiré buscando. Es extraño porque conocí al autor de "m.", pero dudo que él me recuerde a mí. Hay gente que te despierta cosas, que sientes que miras desde abajo y con cierta distancia porque tu a veces crees que has llegado tarde a una fiesta a la que no te han invitado y no quieres hacer ruido, y así era yo a veces en la facultad. Seguiré buscando "m." y la devoraré cuando la tenga en mis manos. http://algodelibros.blogspot.com.es/2012/11/m-la-novela.html. De momento tengo el primer capítulo.



Por mi parte, "La muñeca rusa" apenas sale de casa. Posiblemente su recorrido ya haya sido hecho, o al menos el recorrido que yo soy capaz de darle. Nadie la pide ya. La caja con los ejemplares que me quedan está en el maletero de mi coche. Lo hago porque es una imagen que me gusta, y porque en casa no sé dónde ponerla para que no estorbe, cualquier sitio donde la ponía parecía que estaba en medio de alguna parte. Donde voy yo, viene Milos e Irina. Empieza a hacer frío y algunas noches pienso en ellos, ahí abajo, en el pequeño maletero, sufriendo (el papel sufre). 119 ejemplares no son pocos, y parece ser que es posible que el diciembre la presente en Madrid en una librería que tengo ganas de pisar, junto a alguien a quien admiro y a la que convocaré a esos amigos que hace años que no veo aunque nos escribamos a veces, no cartas ni postales como hace años, cuando los veranos nos separaban y las semanas se medían por las cartas que el cartero dejaba en tu buzón, dando cuenta de esos hilos que te unían a gente a la que echabas de menos.
Sorprendentemente mi cabeza cabila cosas, historias tal vez, que me obligan a pensar en personajes, en otros que no soy yo, para contarlas. También el sueño es más sueño últimamente. Y luego está el miedo, el físico y el del córtex... Como una mala conversación en una película de Bergman que se quedó fuera del montaje, recurrente y estéril. Debería estar contento con la presentación en Madrid, y lo estoy. No sé por qué me he puesto nervioso con lo de tener dos entrevistas con editores de verdad, de esos que se ganan el sueldo como editores. Siento que estoy haciendo pornografía. Y también tenía un rato para escribir; aunque ahora que lo pienso, podría haberlo usado para leer...

martes, 13 de noviembre de 2012

La larga sombra de papá. Bonham: the Disregard of Timekeeping

Se define Pastiche como: m. Plagio que consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista o de las de varios y combinarlos de forma que parezcan una creación original... (R.A.E.)
 
 
Bonham. The Disregard of Timekeeping. O tal vez debería decir "circunloquios sobre tener un papá talentoso para hablar de un disco (para mí) mítico"...

Reconozcámoslo, debe ser jodido ser “hijo de”, si tu padre ha sido famoso por algo, no lo vas tener fácil, no para ganarte la vida, desde luego, pero sí para que te tomen en serio, sobre todo si decides seguir los pasos de tu padre, y ya ni te cuento si tu padre en cuestión ha sido un monstruo en lo suyo. En el rock hay dos categorías dentro de este grupo, los que rozan el patetismo (y a menudo lo sobrepasan y se revuelcan por el fango como cerdetes sin sentido del ridículo) y los que se comportan como esforzados currantes y al cabo de años y años de pelear contra todo tipo de prejuicios, consiguen que su nombre sea tenido en cuenta. Ni ser la hija del bajista de los Maiden, ni mucho menos el hijo de que posiblemente sea el mayor genio de las seis cuerdas salido de la gran Bretaña (con permiso de Jeff Beck y por mucho que Jimmy y la cabeza pensante del rey carmesí me pirren) y te llames Jurgen Blackmore, te garantizan que te tomen en serio.


Ejemplo paradigmático, The Beatles, más concretamente, John y Ringo: mientras los hijos del genio de las gafas redondas, a pesar del dineral que se dejaron en su día los capitostes de sus casas de discos para que nos los tomásemos en serio, fueron pasto de mofa y arqueamiento de cejas en el mejor de los casos, el hijo del pizpireto y marítimo batería (en este caso, Zakk Starkey) se ha labrado una más que respetable carrera como batería, estando entre sus logros haber sido el único batería que ha hecho que los Who sonasen como lo hacían cuando estaba vivo Keith Moon, siendo hoy por hoy uno de los mejores baterías de rock de las islas británicas; pero, eso sí, fama y ego, los justitos, y adiós gracias, que el chico no sólo ha aprendido a aporrear a base de bien, sino a saber que el destello de los focos es tan efímero como venenoso. El ejemplo del hijo de Ringo (y esa es otra de las putadas, asumir que, desde el cole hasta la tumba, vas a ser “el hijo de”) no es casual, tal vez salvando a Jeff, hijo de Tim Buckley, en esto del rock (y Dweezil Zappa, aunque este hay que darle de comer aparte, y Jakob Dylan, ha estado a punto de pasar a este bando de los respetables, pero la resurrección de The Wallflowers con un disco inexplicable ha hecho que no sea así -aunque aprovecharé la ocasión para decir que el disco que vale del hijo de His Bobness es el primero, disco pantanoso y grumosamente etéreo, dueño de un espíritu y una colección de canciones dignas de ser recordadas-; y respecto a los hijos de Gregg Allmann y el bastardo Cliff Morrison, hablaremos otro día), los únicos que se han convertido en respetables músicos han sido los que se han decidido por el artilugio de los parches y los platos:  El hijo de Tom Waits, el hijo de Javier Ruibal con Glazz, el hijo de Ringo, alguno más que ahora mismo se me olvida, y el hijo de John Bonham, que es de quien quiero hablar (¿y para esto todo este rollo?, pensará alguno, ¿para hablar de Jason? y con razón). Sí. Jason me cae muy bien, como a Jimmy...

Jimmy siempre lo supo
 Ahora es el respetado batería del supergrupo del siglo XXI, Black Country Communion, pero me encanta la carrera de este hombre. El pobre se las ha visto de todos los colores y, tenaz como él solo, al final ha conseguido tener una carrera impecable, y eso que lo tenía bastante difícil; no contento con tener el “pequeño” hándicap de ser el hijo de la bestia parda de los Zepp y del batería más recordado y respetado de la historia, parece que nunca le ha caído bien al cantante del grupo de su padre, el cual se ha esforzado en soltar siempre que ha podido dardos elegantemente envenenados, pues no en vano Sir Robert Plant es un inglés de pies a cabeza, que sea un dios dorado no le ha hecho olvidar su flema inglesa, y Jason ha sido testigo y diana de sus dardos…

Desde Freud todos sabemos que debemos matar a nuestro padre (lo sabemos desde los griegos, pero desde Freud ha quedado más claro si cabe), pero a Sigmund se le olvidó el detalle de que algunos padres tienen amigotes muy puñeteros que, incluso muerto tu pater, simbólicamente o no (en este caso, tristemente, no), se lo ponen a uno más difícil todavía. Digámoslo claramente, Jason no sólo ha tenido una carrera digna de mención, sino que, el muy cabrón, hizo el disco que deberían haber hecho Led Zeppelin de haber seguido su padre con vida. ¿Que en qué me baso? Si pones el último disco del dirigible de plomo fue “In through the outdoor”, el cual salvamos porque viene firmado por quien viene y porque tiene al menos dos piezas majestuosas que hacen digerible un plato que difícil digestión (por mucho que Jones sea un genio y él y Percy se empeñasen en salvar los trastos frente a la piltrafa en la que se habían convertido los otros dos: John siendo definitivamente ese kamizake alcohólico hermano de Mister Hyde y Jimmy un etéreo heroinómano más interesado en las nínfulas y el ocultismo que en seguir haciendo estraperlo guitarrístico y parir el siguiente riff definitivo) junto al primer disco del grupo de Jason Bonham, que se llamó “The disregard of timekeeping”, la cosa se pone interesante. Sí, escuchar el último de Led Zepp y después el primero de Bonham es toda una experiencia.


Centrémonos: Jason ya no era el niño de cuatro años que salía tocando la batería en la película del grupo de su padre bajo la atenta mirada de éste, ni el que a principios de los ochenta, con 17 años, ya había firmado un disco como integrante de un grupo de eso que se llamó (y se llama) AOR, de nombre Airrace. Tampoco hay que olvidar que después se unió a (raro pero cierto) Virginia Wolf, con los que grabó dos discos y consiguió telonear a The Firm. Incluso tras eso, Page lo había fichado para varias canciones de su fallido pero entrañable “Outrider” y se lo había llevado de gira en la presentación de éste (deberían preguntarle a Jimmy, seguro que responde que él lo sabía desde el principio, pero había que dejar que Jason se diera cuenta solo). Por último, y supongo que con un Jason cargado de confianza y con el ego algo inflado (y mal aconsejado diría Robert), fue el que se puso la medalla de ser quien unió a los tres, provocando que lo más próximo a Led Zepp que podía existir ya quedase prefijado, haciendo que Page, Plant y Jones tocasen con él el día de su boda en 1989 (más de 20 años después, lo del London´s O2 Arena y el homenaje a Ahmet Ertegün fue una versión ya por fin mejorada y en toda regla de aquello).


Comenzaba todo esto con la definición de "pastiche" (Plagio que consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista o de las de varios y combinarlos de forma que parezcan una creación original). Dejando de lado que desde según qué prisma toda manifestación artística puede ser considerada pastiche (y concretamente el rock, que es de lo que va este post), me quedo con lo positivo de la definición, elementos de otros combinados para hacer algo nuevo. Estamos en 1989. Jason no sólo se casa, sino que ya hemos dicho que en el bodorrio consigue juntar al grupo de su padre y tocar con ellos, algo que sólo había pasado una vez desde la muerte de su progenitor. Además, ese mismo año sale el disco de su primera banda "seria", que lleva su nombre, publicado nada menos que en Epic y producido por Bob Ezrin (seguro que de este último detalle se le olvidó comentarlo en su boda con los otros tres). Este último dato para mí es importante, mucho, no sólo porque Ezrin es quien es (estuvo detrás de "Berlin" de Lou Reed, de las mejores obras de Kiss, de Alice Cooper, El Smile de The Jayhawks, coprodujo The wall de Pink Floyd, cosas que casi todo el mundo sabe, pero que yo tenía ganas de escribir aquí), sino porque Bob da su toque mágico al álbum y lo convierte en un joya que los ingleses llaman underrated, y que sí, que en cervantino es subestimada, pero en esto del rock, en inglés tiene un significado intrínseco de "elmundoestátontoperdidoal importarleunamierdaesto". 1989 fue también el año en el que Robert Plant piensa que más le tocaron las pelotas (y el ánimo), con todas esas bandas imitando su manera de cantar, algunas con cierta dignidad y otras no tanto (http://elcaimansincopado.blogspot.com.es/2011/12/diez-canciones-favoritas-zeppelinianas.html), sin embargo, lo de el hijo del que fuese su mejor amigo ya fue el acabose para el bueno de Percy... Entiendo el cabreo de Page y Plant con todas aquellas bandas, pero en el caso de Bonham (el grupo), siempre he visto algo más, y ese algo más se puede llamar envidia, pero no senso estricto, sino más bien envidia de esa que te da cuando un mocoso de mierda y sus colegas te dejan con un palmo de narices y tu sólo alcanzas a decir con cierta cara de lelo "pero what de fuck..., y yo dejándome los cuernos en componer algo así..."

Sí, Bonham sonaba a Zepp, sonaba mucho a Zepp, pero mucho mucho, sin embargo sonaba también a algo más... Y es ahí donde hay que colocar a Bob Ezrin y a Jason... Al primero dando el toque mágico a una visión legítima de un vástago enamorado perdidamente del legado de su padre, y el segundo queriendo ir un poco más allá y no hacer un simple y triste homenaje... Es decir, el disco, The disregard of Timekeeping, escuchado ahora, es totalmente más convencional y controlado que cualquiera del zepelín, que podrían ser bastante aventureros de vez en cuando, siendo esa loca exuberancia parte de su gloria, sin embargo, si se traza una linea discursiva lógica con los discos de Led Zeppelin, aquel disco del 89 del grupito del hijo de John Henry Bonham, era el que ellos, la banda madre, deberían haber hecho si John no la hubiera palmado. En él, Bonham-grupo toma el modelo de figura rítmica de guitarra/teclado majestuoso de las dos últimas obras del Zeppelin, y lo empaqueta en composiciones primorosas y elegantes que no son tan plagiarias como parecen. Daniel MacMaster canta como un rejuvenecido Plant, en un chillido de tenor familiar, pero sin el poso blues y con tendencia a poner el énfasis en estribillos más, digamos, pop (Holding on Forever, por ejemplo), vamos, como si a Robert le hubieran afeitado las pelotas y en vez de ojear el Hustler flipara con el pulcro Playboy, pero para el conjunto del disco suena de perlas; Ian Hatton repite patrones guitarreros archiconocidos, pero la limpieza y los toques más ambientales (estamos hablando de lo que estamos hablando) hace que suene distinto, y eso que Jimmy Page delimitó tan claramente su territorio que, si asumimos que la peste a meado de león es imposible de eliminar, entonces la cosa se vuelve más complicada a la hora de hablar de originalidad, pero uno no puede negar que Jimmy hubiera firmado de nuevo su pacto con el diablo por escribir algún que otro riff de este disco; John Smithson se calza las botas de John Paul Jones lo mejor que puede y arregla y llena huecos tanto con su bajo como con el teclado  (y el violín, por eso de darle el toque personal) sabiendo que el peso rítmico, lo que más se va a oír en la mezcla final, no va a ser él, sino la batería de Jason, que, literalmente, se sale. El disco, además de buenas composiciones, ofrece kilos y kilos del legado rítmico de Bonham-padre, sólo que, y he aquí el gran detalle, lejos del sonido de su padre, familiar, difícil, leñoso, lleno de groove y hasta sexual. Bob Ezrin hace que Jason suene seco, sin eco... en una palabra, le hace renunciar al característico sonido de su padre (y al que los cientos de imitadores aspiraban) y consigue lo más difícil, y es que el resultado sea igual de sabroso. Porque Jason toca como su padre, igual, no en vano lleva toda la vida estudiando y queriendo tocar como él (y quién no querría tocar como uno de los cinco mejores baterías de la historia, eh...), pero Ezrin le da otro sonido y le convence de que él y su grupo no se queden en unos meros imitadores de Led Zepp. Consigue que, sonando "como" Zepp, vayan más allá. Pero...



Pero... Jason de llama Bonham de apellido, es joven, arrogante y tiene ganas de comerse el pastel al que muchos postores aspiran... y eso la compañía de discos lo sabe y, en consecuencia, lo explota... demasiado tal vez... haciendo que casi nadie se los tome en serio... 
Empecemos por las pegas para llegar a las canciones: 1... El nombre del grupo... Es evidente que eso va a ser una piedra... una piedra que igual te ayuda a abrir puertas pero que la final va a acabar en tu zapato... Encima, si en la tipografía del nombre del grupo metes el símbolo característico de tu padre (los tres círculos) pero cambiándolo (los tres triángulos, que paradógicamente ha acabado siendo el símbolo de otro grupo, The Brew) la cosa no mola... 2... La portada... Lo que podía ser un guiño al último disco de Led Zepp, con esa foto ambientada en un bar que es todo un icono y una de las cumbres del cover-art rockero, tú dejas que la compañía la pase a los ochenta, creyendo que haces algo extremadamente cool, en el fondo lo que estás haciendo es un ejercicio estético vacío sin gracia (y eso que a mí me gusta la portada, llena de guiños e incluso entrañable)... y 3... La gran metedura de pata... Los responsables de prensa de tu multinacional te convencen de que lo mejor es que des rienda suelta a tu ego y te embriagues de un éxito que por derecho te mereces... Mal... Jason... Mal... Las consecuencias fueron las lógicas, una gira extenuante dio paso a un segundo disco flojo que, sin la producción de un sabio que guiara al grupo (Tony Platt no es Bob Ezrin) y con los egos desatados, acabó con los sueños de Jason... o sería mejor decir que acabó con la arrogancia de Jason, porque a la larga se ha visto que el hijo de Bonham es bueno, muy bueno y que él es un trabajador con una visión que nadie le va a quitar.... Y ahora vayamos a las canciones.... Dejando al lado lo que de producto de la época tiene este disco, The Disregard of Timekeeping comienza con una ambiental canción (introducción más bien) homónima, como de tormenta que se avecina, muy del gusto de Erzin, para, de golpe, arrancar con  "Wait for you", zeppeliniana a más no poder (como todo el disco pero con un plus de algo que no se sabe definir, o yo no sé hacerlo, pero que está en todo el disco), mezcla de "Kashmir" e "In The Evening", con unos arreglos sutiles de cuerda y un desarrollo redondo que hacen que la mueca del principio en tu cara se torne gloriosa sonrisa cómplice. La siguiente, "Bringing me down", es más deudora de Zeppelin si cabe, con Daniel Macmaster aullando como un sosías de Plant sin complejos sobre un riff robado de las sesiones de LZII, pero la llegada del estribillo la convierte en una especie de poción mágica que da un pelotazo. "Guilty" es un juguete en manos de Jason, en donde se explaya a conciencia rindiendo tributo a su padre en una más que resultona canción. "Holding on Forever" es como lo que un ausente Page debería haber compuesto en ese último disco de Led Zeppelin... Sin embargo hay algo raro; cuando uno llega a este punto del disco hay algo que hace que no lo quites del reproductor considerándolos unos Led Clones (como diría Gary Moore), y eso es culpa de unos estribillos luminosos que remarcan todas las canciones... Que la cosa no es un mero pastiche lo demuestra definitivamente la siguiente canción, que cierra la cara A, y que es donde Ezrin mete mano a conciencia y les hace sonar como renovadores de un legado musical más que como unos epígonos rozando la parodia. "Dreams" comienza con otra introducción tan típica de Bob, casi cinematrográfica, con ruidos ambientales de pasos y puertas, y una línea de piano que se repetirá a lo largo del tema y que les da por derecho el toque personal, firmando una más que preciosa y perfectamente elaborada canción. La cara B se abre con otro despiporre típicamente Zeppliniano llamado "Don´t walk away", pero llegados a este punto tú ya miras al grupo con otros ojos... y disfrutas esperando otra muestra más de que la cosa va muy en serio. La espera es corta, pues la siguiente canción, "Playing to win", contiene unos teclados típicos de la época y unos breaks rítmicos que sacan a la canción de su aparente medianía. "Cross me and see" es otra de las grandes canciones de este disco, donde la raíz Zeppeliniana es sólo un trampolín para ese algo más que ya te tiene cautivado y que sabes que haría babear a Robert Plant si Bonham (grupo) no fuese tan arrogantemente apabullante y ladrón, y tú (Robert) no fueses tan quisquilloso. "Just another day" pone tan al día el sonido de "In trought the Outdoor" que parece muchísimo mejor de lo que es (y tal vez lo sea realmente). Y si la cara A terminaba a lo grande con "Dreams", la B no iba a ser menos, y "Room for Us All" pasa a ser otra joya que uno no se cansa de oír a pesar de que a veces te chirríe un poco el tono "épico santurrón" que tiene. Jason aquí, una vez más, dinamita la canción erigiéndose como un batería soberbio... Mira que Bob Ezrin ha producido discos, y muchos infinitamente mejores que este del que estamos hablando, pero el trabajo que hizo aquí, puliendo, arreglando y empujando a la banda a buscar y encontrar su personalidad cuando eso, en este caso y por el marchamo tan imponente del sonido de la banda referente, era prácticamente imposible...

Photo: Ross Halfin
Los cinco minutos de gloria de Bonham se condensaron en dos años, gracias a una gira larguísima que acabó como he contado antes, con un disco (Mad Hatters) que, si bien no era malo, sí que a mí no me convenció, y menos aún cuando ves que se publicó un segundo antes de que aquello llamado grunge arrasara con todo... Daniel Macmaster dejó al grupo y los otros tres comenzaron su travesía por el desierto... Ficharon a otro cantante (el gran Marty Frederiksen) y sacaron un disco bajo el nombre de Motherland, el cual tiene sus momentos, pero se hace cansado escuchar entero del tirón, quizá porque, en el fondo, le faltan grandes canciones... Tras eso Jason decide que le van a dar por ahí a todo el mundo y funda la Jason Bonham Band, que poco a poco pasará a ser la Jason Bonham´s Led Zeppelin Experience, donde toca, efectivamente, sólo canciones de Led Zeppelin, sin embargo, un día encuentra a un tal Charles West que canta cojonudamente bien y componen un disco apabullante, que volvió a pasar totalmente desapercibido y que merecería otro post aparte de lo bueno que es (a veces creo que mejor que este que nos atañe), llamado "When you see the sun"... Tras este nuevo fracaso "comercial", Jason asume totalmente su rol de músico de sesión y a sueldo y graba junto a Little Steven y participa en la BSO de RockStar, aunque lo gordo pasa en 2003, cuando se une a UFO, firmando los imprescindibles "You are here" y "Showtime" (afrmación esta por mi parte llena de trampa, porque pienso que todos, todos, todos, los discos de UFO son imprescindibles, mejores o peores dentro de su carrera, pero imprescindibles). Sin embargo, un nuevo periodo gris de la banda de Way y Mogg le hace abandonar UFO y Mick Jones de Foreigner lo ficha para una remozada versión de su (gran) banda, girando con ellos durante varios años. Jason ya tiene nombre, ha crecido como batería, manteniendo las señas de su padre, pero centrándose más en la sobriedad y en el sonido que Bon Ezrin le propuso; tiene respeto y, sobre todo, un ego templado y en paz, así que está preparado para que el destino le coloque donde tiene que estar, en una gran banda propia y a la vez rindiendo homenaje a su padre junto a los compañeros de la que fue la gran banda de aquel. No hay nadie que le sople a Black Country Communion como superbanda, y lo del London´s O2 Arena junto a Led Zeppelin (visto ahora el editado dvd "Celebration day") es simple y llana justicia poética... Así que, señores, señoras, hats off to Jason Bonham...



 

viernes, 9 de noviembre de 2012

Sílvia Pérez Cruz. 11 de noviembre



                     Discos que hay que tener...
                                                                                                   Conciertos que hay que ver...
Canciones que hay que sentir...
                                          Belleza que hay que sufrir...




La descubrí como cantante de Las Migas, y estaba en aquella programación perdida que se estaba confeccionando para el Festival de Teatro Lazarillo del 2010 y que quedó en nada; después vino el disco con Javier Colina, que es un disparate de bonito... Una cuenta pendiente verla en directo... Una voz espectacular y una compositora increíble... 



miércoles, 31 de octubre de 2012

Formas de leer mientras volvemos a casa...

Los placeres de la vida son sencillos, aunque siempre acabemos complicándonos la vida...

Leer no es sólo abrir un libro, todos lo sabemos. Desde hace meses estoy tentado a hacer una entrada sobre "modos de leer", sobre todo atendiendo al recuerdo de amigos y a las peculiaridades que algunas personas me han contado. Las veces que lo he intentado me han salido frases torpes y frías y, al final, es algo que se ha ido quedando en el tintero (como aquella entrada que nunca hice en la que me hubiese gustado contar el día que apareció en la librería un hombre con intención de venderme las bondades -y un par de libros- de una excéntrica (por residual) creencia budisto-cristo-metafísica (una secta, vamos) que resultó ser la que lidera el antiguo guitarrista de Fleetwood Mac, Jeremy Spencer, y yo entusiasmado intenté tener una agradable charla sobre blues y Peter Green con alguien que decía ser amigo de Spencer ("Then play on" es uno de mis discos favoritos (adquirido en diversos formatos), y resultaba que alguien, amigo de Jeremy, estaba en !mi librería!) pero mi gozo se quedó en un pozo cuando con desdén aquel bajito hombre con meliflua voz, calvo y coleta dijo: "Spencer dice que un día se hartó de aquella panda de degenerados invertidos y descubrió a dios"... Vamos, no me jodas... Llamar degenerado invertido a Mick, John, Danny y sobre todo a Peter Green... Venga... Aquello me sentó peor que si llega a llamar barbudo iluminado de mierda a Tolstoi, así que, amablemente, le pedí que abandonase la Pecera porque lamentablemente así no íbamos a llegar a buen puerto, él queriendo hablarme de reencarnación y yo queriendo hablar de un grupo capital en la historia de la música, y más cuando yo hasta ese momento no le había faltado al respeto diciéndole por qué arco del triunfo me paso la meditación transcendental, mis vidas pasadas y mis chakras obviamente obstruidos... Eso sí, si todo hay que contarlo, no le compré ningún libro del Mahatma de turno, pero antes de que saliese por la puerta no pude resistirme a llamarle y le pedí que me vendiese el cd que llevaba del grupo de Spencer, que resultó un chasco lleno de blues edulcorado y sin garra que habré escuchado tres veces con ésta, porque encima, mientras escribía esto, me he levantado a buscarlo... si es que no aprendo... pero... ¿por dónde cojones iba?...)

Leer... si, leer...

Escribiendo en la cocina, de madrugada...Por cierto, uno de los dos discos es una maravilla, el otro, no, lo juro...

Hace poco mi santa me dijo, "¿por qué mueves tanto los dedos de los pies cuando lees?". Era finales de verano y por lo visto llevaba mucho tiempo queriéndomelo preguntar, supongo y espero que más intrigada que irritada. Yo no había reparado nunca en ello. A veces me doy cuenta de que leo pasándome la mano por la cabeza (iba a decir pelo, jate...) en una especie de ritual mitad relajante mitad "a ver si activamos las neuronas por fricción", pero no había caído en lo de los pies. Y parece ser que sí, que cuando leo muevo los dedos de los pies, como si entre ellos se contasen lo que estoy leyendo, cuan nabuconodosorcitos en una danza simpática, mitad headbanging mitad ritmillo sincopado. Seguramente lo mismo es hasta reflejo de una conducta patológica, no lo sé, pero desde ese día, cuando estoy leyendo, paro un segundo y compruebo que los dedos de mis pies están ahí, a lo suyo... También desde ese día estoy intentando hacer memoria de esas conductas de amigos y conocidos mientras leen. Como he desistido de hacer una clasificación entomológica (entre otras cosas porque es evidente mi falta de tiempo actual para escribir y si espero a tener algo para hacerlo, lo mismo ni lo hago; joder, lo del seguidor "hare hare" de Jeremy Spencer pasó hace cuatro años y mira...) me pongo y listo...


Leer no es sólo abrir un libro...

Tenía un amigo que le gustaba leer en la linea circular (la 6, creo) de Metro de Madrid, horas y horas, dando vueltas bajo tierra, leyendo. Recuerdo que decía que le gustaba porque el traqueteo le hacía concentrarse y que los vagones eran espaciosos. Recuerdo también que decía que a veces no bajaba del vagón hasta que no había acabado y que Borges era su autor preferido. Yo, siempre que oigo decir "Borges", me entran ganas de subirme al metro, a leer...

Tengo un amigo que siempre que se sienta a leer lo hace con un lápiz de carpintero, de eso anchos de punta gruesa, en la mano. Utiliza uno de dos colores, azul y rojo, mitad de cada. Con el color azul subraya lo que le gusta, con el rojo lo que considera realmente importante. Si alguna vez te deja un libro, uno se siente como si fuese en un avión y él en la distancia, te fuese guiando con esos bastoncitos luminosos a través de, no un libro, sino una guía cartográfica con notas invisibles que a veces te cuesta entender el porqué están subrayadas...

Otro amigo irrenunciable, cuando lee, pone sin darse cuenta cara de estar muy concentrado y se acaricia lentamente la barbilla con el pulgar y el índice, como si mesara una barba que no tiene, adquiriendo sin querer un aspecto bíblico low cost francamente entrañable...

El cuarto amigo es amiga, y reconoce con un placer casi voluptuoso, que disfruta como una loca cuando puede leer descalza en la cama, con las piernas en alto en un cojín rojo que tiene desde la adolescencia, haga frío o calor. Que el cojín lleve impresa la cara de Jon Bon Jovi, a ella le parece irrelevante, pero para mí que no...

Luego está el ya mítico recurso Henry-Milleriano de leer en el retrete. Tengo un amigo que reconoce no ser persona si, al menos una vez al día, no puede estar diez minutos tranquilamente leyendo sentado en el baño, y no, su lectura preferida no está impresa en papel cuché, más bien al contrario, pues admite haber leído la "Crítica de la Razón Pura" de Kant, prólogo de Pedro Ribas incluido, sentado ahí con el culo al aire (ay, si Inmanuel levantase la cabeza). Si le pinchas un poco, es capaz de decirte de memoria, punto por punto, el índice de tan magna obra... Y si lo escuchas con detenimiento, entiendes por completo el orden del mundo...

Yo, dispuesto y preparado para poner los dedos de  mis pies a danzar...

Luego está el amigo que ha acabado deseando ir a trabajar sólo por el trayecto (hora de ida y hora de vuelta) porque ese es el único momento del día en el que pueden leer a gusto...

De la "manía" de este otro amigo hablaré sin tenerlo demasiado claro, aunque ha sido algo que siempre he querido preguntarle, porque no sé si con el tiempo he acabado adornándolo yo, pero nunca he encontrado el momento de hacerlo. Creo recordar oírle en la cafetería de la facultad hace muchos años decir que a veces se iba a la marquesina de cualquier parada de autobús y que se subía a leer, hasta el final de trayecto, y que una vez allí, si la parada final enlazaba con otra, cogía ese otro autobús, sin importarle hacia dónde fuese, hasta que llegaba al final de un trayecto sin correspondencia con ningún autobús más. Y que entonces hacía el camino inverso. Lo que ya no sé si es verdad o no es el recuerdo que tengo de oírle decir que apuntaba los números de las líneas de autobús y que luego en casa releía las páginas del libro con el que estuviese que correspondieran a esos números buscando algo, no recuerdo el qué, igual el sentido de algo. O que dijera también que alguna vez se perdió de verdad encontrándose en mitad de ninguna parte, solo con el conductor del autobús, mirándose extrañados, pero que no le importó. O que más de una vez había estado subiendo y bajando de autobuses todo el día, leyendo y leyendo...

Respecto a la cinematográfica imagen de leer en la bañera, no conozco a nadie que lo haga regularmente, aunque sí conozco a alguien a quien su madre, con doce años, le echó la bronca del siglo porque lo encontró leyendo en una bañera pequeña en un cuarto de baño más pequeño aún, lo cual hubiera tenido su pase si no hubiese sido porque, además, se había pasado el tocadiscos portátil de maleta también al baño y la séptima de Beethoven, poniendo el altavoz en la tapa del vater y el tocadiscos en una banqueta bajo el lavabo. Había cerrado la puerta con pestillo y la pobre mujer le abroncó como nunca por el susto que le entró en el cuerpo al oir desde la cocina que el rayajo al comienzo del cuarto movimiento sonaba y sonaba, una y otra vez, sin el esperado salto que lo arreglase y que le hizo imaginarse lo peor llamar y no poder entrar en el baño. Lo triste de la historia es que al susodicho lector se le habían dormido las piernas (la bañera era pequeña y se había sentado sobre ellas) y no podía levantarse sin que se le acabase mojando el libro (cuentos de Poe traducidos por Cortázar). Después de ese día ella le hizo prometer una cosa; bueno, dos, que nunca más cerraría con pestillo la puerta del baño y que si compraban un radiocasete pequeño dejaría de meterse con el tocadiscos a bañarse y leer. Él aceptó todo, pero respecto a lo de leer, no hizo falta prometer nada, porque le dió tanta rabia que se le estropease el libro al caérsele dentro del agua cuando por fin pudo levantarse que nunca más ha vuelto a leer dentro de la bañera, y eso que ha vivido en casas con bañeras lo suficientemente grandes y ergonómicas como para desear rescatar tan  noble afición, pero el recuerdo de una edición en tapa dura de los cuentos de Poe echada a perder y el frustrante comienzo ad infinitum del último movimiento de la séptima pueden más que un ratito de espumosa lectura...

Para el último he dejado a mi preferido. Mi amigo X tiene una manía que me encanta y me fascina, no puede dejar de leer en página impar ni tampoco cerrar un libro si en la hoja hay un cero. Esto, que puede parecer inocuo y hasta entrañable, le ha puesto en algún que otro aprieto, sobre todo si ha estado leyendo en el metro, en el autobús, en un tren o en la calle. ¿Que tu parada llega y te queda media hoja para acabar la página 11? O bajas sin parar de leer, con el consiguiente riesgo para tu salud e integridad física o, si puedes, sigues hasta la siguiente parada... ¿Que estás en casa leyendo tranquilamente, más a gusto que un lagarto al sol, por ejemplo "Los miserables" y resulta que se te ha hecho tarde y tienes mucho sueño y quieres dejarlo? No hay problema, siempre y cuando no estés en la página 1000... Hasta la 1112 no podrás parar, y ya que te has chupado 112 páginas y se ha ido el sueño, cómo no te lo vas a acabar... total... Quien no se ha ido alguna vez a trabajar sin dormir por culpa de Victor Hugo es incapaz de entenderlo... Admiro a este hombre... Es más, le he jurado que si alguna vez tengo una editorial, haré dos colecciones en su honor, una que llamaré "libros del tirón", cuyas páginas irán numeradas con un cero a la izquierda, y otra colección que llamaré "Insomne X -su apellido-", la cual irá en números romanos...




sábado, 27 de octubre de 2012

Lynott meets Meisner in Dublin...


Mira que me hacen ilusión las fotos que recibo de lectores sujetando "La muñeca rusa" por esos lugares del mundo mundial, pero esta me ha llegado al alma... Phil meets Milos...Sé que es una gilipollez, sólo es una estatua, un libro y una vida, pero ojalá hubiera podido estar allí, entre los dos... Grazie Mile, signore Cassanelli




jueves, 25 de octubre de 2012

Milos viaja a Almansa...


Todas las ideas se me van; en ese intervalo desde que "las" pienso y me puedo sentar, se marchan a ese sitio donde nunca saldrán. No es mi intención espaciar tanto las palabras del caimán, pero no puedo luchar contra imposibles. Hoy vuelvo, dejo las cosas en la puerta y digo algo. Mañana me marcho a presentar "la muñeca rusa" a Almansa, a la librería Libros 10, un sitio que presiento precioso. El viernes pasado la presenté en la biblioteca de Manzanares, donde estuvo (y está) la Pecera, donde viví y de donde me he marchado varias veces. Estuvo bien, a pesar de la lluvia vino bastante gente, y a pesar de los nervios no lo hice tan mal; nunca había hablado de Milos en público y se me hizo raro (más que raro, me tuvo un rato cercano al siroco), pero fue una experiencia grata y creo que aprobé el examen. Parece que si hay suerte presentaré la novela en Madrid en noviembre, y lo mismo quieren que vaya a algún sitio más por aquí cerca . Nunca hubiese imaginado que autopublicar y dejar que las cosas rueden, me llevarían a este punto. Hace poco (un par de entradas atrás) Lu  me echaba la bronca, y con razón, sobre mi recurrente visión gris de las cosas, y más de lo hecho con "La muñeca rusa"; está claro que no es perfecta, pero sacarme la espina después de varios años escribiendo y reescribiendo, capeando los rechazos e insistiendo en escribir cuando no había razones más allá de mí mismo que me diesen tranquilidad para hacerlo (es decir, para pedir a los que me rodean que respetasen que simplemente me sentaba a escribir porque me gusta y porque me veía obligado a ello -sin decir que eran Milos e Irina los que me pedían que lo hiciera-). Que gente a la que nunca has estrechado la mano te hable como te habla un amigo tal vez en estos tiempos digitales no signifique mucho, pero sí para mí. En mi defensa ante estas entradas recurrentes sobre la novela diré que tengo cosas escritas, a medias, que espero terminar y publicar pronto (se lo debo a Ned y a Chals), sobre cosas, ajenas a Milos, cosas sobre las que me gusta dar vueltas y que me apetece escribir de una vez para retomar el caimán donde se quedó. Bueno, si hay alguien cerca de Almansa y le apetece... Presenta Macarena y yo presento a Milos e Irina...
http://librerialibros10.wordpress.com/



viernes, 19 de octubre de 2012

Presentación de "La muñeca rusa" en Manzanares


Ha llegado el día...
Intentará ser divertido....
Si soy capaz, probaré a hacer una crónica "desde dentro"...
No habrá canapés porque somos pobres, así que intentaremos camuflar y vestir la deficiencias de amables particularidades...
Que Yuri y Hrabal nos asistan...


domingo, 14 de octubre de 2012

300 entradas en el blog: "Entre nosotros ha habido muertos, ¿Qué diréis a vuestras madres cuando volváis a casa?" Pintada en una pared de Praga 23 de agosto de 1968.

Se supone que esta es la entrada número 300. Aunque quitemos todas esas dubitativas del principio y las que han sido simplemente citas de otros libros, son bastantes, al menos para mí La Historia de los dos últimos años de una librería, la historia de la salida de un laberinto extraño, los apuntes de un futuro negro, el dietario de unos días nuevos en los que aún me muevo algo perdido y la historia de la (auto)publicación de un libro llamado "La muñeca rusa".

¿Qué decir en la entrada 300? Nada. Estos días de cotidianeidad y sol, he intentado que la crisis se quede bajo los muebles o tras las puertas, no porque no quiera hacerme cargo de ella, saliendo a la calle, sino porque, como un Yuri Zhivago arruinado y torpe, aún estoy en la antesala del terror; mis impulsos jacobinos se limitan de momento a pensamientos privados, así como mi expectante deseo revolucionario está atenazado por la esperanza de que un pistoletazo de salida nos saque por fin del letargo y todos a una (cual carpetovetónica fuenteovejuna), reclamemos una justicia que, de momento, en mi fuero interno, siento como poco posible. Luego están las anarquistas e individualistas ganas de seguir tocando el violín, ajeno a todo, mientras este titanic feo y rancio se hunde poco a poco.

Andrew Smith: Moon Pool. http://www.andrewsmithart.com/art/water/moon-pool/
 Cosas que podría contar en la entrada número 300: 

1. La increíble sorpresa que me causó, así como la intensa vuelta de tuerca a todo lo vivido mientras escribía la novela de Milos Meisner, al descubrir que alguien con el que trato inténsamente una vez al año (lamentablemente) me confesaba que se encontraba en Praga cuando las fuerzas del Pacto de Varsovia entraban acorazados e infames a poner fin a la penúltima esperanza a finales de agosto de 1968. En una persona a la que admiro (y admiraría mucho más si la conociese mejor) y con la que, a pesar de la diferencia de edad, conecto intelectual y emocionalmente (literariamente intuyo que un poco menos, pero poco), aunque, como digo, nuestra "relación" se limita a una reunión colectiva y una cena una vez al año por motivos tan literarios como espurios. Normalmente la impotencia de querer saber más de esa persona es grande, pero, claro, esta última vez ha sido más evidente. Me pidió la novela, pero la reunión en la que estábamos le impidió hojearla siquiera; luego vi que leía la "sinopsis" de atrás mientras el secretario del jurado del concurso de relatos del que formamos parte terminaba de contar algo. Yo había llegado antes, y me dijeron que había preguntado por mí y que estaba en una terraza cercana tomando un café. Al encontrarnos, nos saludamos cordialmente y enseguida nos pusimos a hablar de cualquier cosa. Entremedias, él me preguntó pro la novela y, mientras seguíamos hablando de cualquier otra cosa, se la dí, la miró, sin dejar de hablar de cualquier otra cosa, intercalando un "qué bien editada está" y yo sin dejarle cambiar de conversación porque prefería seguir hablando de cualquier otra cosa antes que de mi novela con él ("cualquier cosa" debe leerse como "cosas personales y trivialmente normales que no vienen al caso"). Luego fuimos a la sala donde nos esperaban. Como estábamos sentado uno al lado del otro, se acercó a mí y me preguntó "pone que parte de la novela sucede en Praga, ¿has estado viviendo allí?". Viviendo no, solamente he estado una vez, le contesté a media voz, como si fuésemos dos colegiales cotilleando en mitad de una clase, pero creo que es mi ciudad preferida. "Yo estuve viviendo casualmente allí varios meses, fui invitado por la unión de escritores checos junto con Líster en junio o julio del 68, y estaba allí cuando entraron los tanques". Joder, dije (qué otra palabra podría haber dicho?), la novela empieza con la noche que entraron los rusos en Praga. "¿Sí? Qué casualidad -me dijo como si nada, como si ese tipo de casualidades fuesen normales- esa noche vino un tanque a buscarnos al hotel donde estábamos y en uno nos llevaron al Hotel Praga, que luego los checos llamaban el hotel de la mierda, que era donde estaba en mando soviético. Estuve escribiendo crónicas casi diarias que mandaba a París; debo tenerlas por algún sitio." Y acto seguido comenzamos a deliberar. Este año, por fin, cambiamos la manera de decidir el ganador, votando solamente al principio para luego deliberar   sobre los finalistas hasta que decidimos uno. Por fin. Todos los años anteriores el sistema de votación daba como ganador no al mejor (o al que yo creía el mejor) sino a ese mediocre que todos votamos porque hay que votar a tres y llevas como de reserva, pero, como digo, al menos este año yo salí mas contento. Tampoco pude articular mucho, teniendo en cuenta el bofetón emocional que acababa de recibir de Andrés Sorel (por fin digo su nombre, tampoco sé por qué motivo había evitado decirlo hasta ahora, quizá obligado por el estilo...). Al salir comenzamos a caminar juntos, como buscando ese momento a solas lejos de las convenciones sociales y, dando por sentado que nadie más se vendría con nosotros, dijimos al resto que ya nos veíamos en el restaurante en un rato. Yo intentaba por todos los medios articular algo para llevar la conversación a lo que necesitaba (es decir, yo no decir nada y limitarme a escuchar y que me contase), pero él no sabía de la importancia que yo le daba a la "confesión" que me acababa de hacer y buscaba una conversación más igualada. No recuerdo de qué hablamos exactamente, pero yo notaba que no quería profundizar mucho en él, como queriéndole quitar importancia, cosa que yo no acababa de entender (¿cómo no va a tener importancia una persona que, entre otras muchas cosas, tuvo que exiliarse España por presiones políticas (Fraga estuvo detrás), que conoció en París a Cortázar, que ha sido amigo íntimo de Saramago y de Dolores Ibárruri y que, así, sin yo esperarlo, me dice que estaba en Praga la noche que Milos Meisner empezó a tomar conciencia del fin de la esperanza?). Recuerdo que en un momento, cuando ya estábamos llegando al restaurante, me dijo, "muchas veces me han pedido que escriba mis memorias, pero no quiero hacerlo, no quiero parecer un abuelo contando batallitas". No creo que sean simples batallitas, le dije, e insistí un poco. Recuerdo que nos quedamos un momento callados, yo porque estaba maniobrando para aparcar y él tal vez queriendo encontrar las palabras para decir lo que quería decirme sin que llegase a sonar trágico o grandilocuente. "Tendría que dar cuenta de demasiadas derrotas y no creo que pudiese enfrentarme a eso", dijo al fin, y yo no dije nada más. Luego a cena se desarrolló como yo esperaba y pudimos hablar poco más. Espero que no tenga que esperar otro año para hablar con él. Se llevó la novela, pero la sola idea de que pueda ver toda esa historia como una basura sin sentido me llena de terror.

2. ¿Qué puedo contar después de esto?

Eduard Ovčáček, Čechy krásné, Češky mé/Beutiful Bohemia, my Czech gir.
http://www.image-identity.eu/artists_images_folder/czech/eduard-ovcacek

3. Al llegar a casa recuerdo que aunque era tarde cogí el maravilloso libro de Salvador López Arnal, "La destrucción de una esperanza. Manuel Sacristán y la Primavera de Praga: lecciones de una derrota", editado por Akal y busqué hasta que dí con la página 252: "Andrés Sorel, que casualmente se encontraba en Praga en el momento de la invasión en compañía de Enrique Líster, señalaba con preocupación en su contribución que, tras la ocupación militar, se estaba rehabilitando a los dirigentes más anclados en el pasado, a aquellos que habían sido separados de sus cargos tras en pleno de KSC de enero de 1968, y que también se estaba reforzando la centralización económica y política. La victoria de los represores dirigentes conservadores era casi absoluta en su opinión". Me di unos pocos cabezazos al no haber recordado eso, pero ya estaba todo hecho... Tal vez si hubiese reparado en ello con la importancia que tiene, "La muñeca rusa" nunca se hubiera escrito tal y como se ha hecho, o tal vez nunca se hubiera llegado a escribir... Sorel apuntó mi dirección postal en la primera página del libro que le dí, y me dijo que cuando lo leyera me escribiría. Alea jacta est, no puedo decir nada más...

4. ... ¿300 entradas? Tomando como excusa el título de un libro de Vila-Matas, quizá todo esto del caimán sincopado es sólo un dietario demasiado voluble...

5. El viernes 19 de octubre presento públicamente en la Biblioteca Pública de Manzanares "la muñeca rusa" y, sinceramente, estoy acojonado...

sábado, 13 de octubre de 2012

La casa de Asterión. Borges

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.



La casa de Asterión. Borges

viernes, 28 de septiembre de 2012

Miljenko Jergovic y el ingenuo librero letraherido


Vuelvo a repostear esta entrada, ¿por qué? Muy sencillo, he encontrado el libro!!! "El jardín de Sarajevo", de Miljenko Jergovic... Juan Almohada me dio la pista, la edición de "Freelander" por Siruela me dió la excusa, un "toma y cómprate lo que quieras por tu cumple" la posibilidad... Ains, que encontrar un libro te alegre el día... pues oui... cosas peores se han visto... Ah, que los dioses bendigan a la librería Alejandría de Sevilla


PUBLICADO ORIGINALMENTE EL 22/11/2010.
LA PECERA estaba aún regentada por mí. aunque tentado, no pienso cambiar ni una coma, ya sabemos gracias a Marty McFly  y al doctor Emmet L. Brown lo que pasa si cambiamos el pasado. Me voy a leer, que llueve a mares y Pavel duerme:



Yo a veces cuando nadie me ve..

Vuelvo a hablar de libros descatalogados. Lo sé, es como si un cocinero tuviera un blog en el que hablase de recetas con carne de diplodocus, de mamut o de cómo hacer jamoncitos de lince con suflé de criadillas de gamusino; pues eso, una putada sin sentido. Supongo que es una postura, no diré que moral, pero al menos una postura ante la idea de que se edita mucho, mal y pensando en "rankins" de ventas más que en el valor de lo que se edita; por otro lado sé que lo que acabo de decir es una chorrada supina, porque a veces pienso que tal sobreabundancia obliga al lector a ser selectivo, a informarse, a depurar su gusto, a buscar la aguja en el pajar mientras por la ropa interior se te cuelan los granos de un pajar que te irrita las partes íntimas, es decir, otra chorrada sobre una industria que está a punto de eclosionar, estando por ver si esa metamorfosis kafkiana es para mariposa o para babosa. Libros, libros, libros... Hay autores que dejan de ser editados sin que se sepa porqué, y de golpe, por el capricho de un editor, vuelven a estar disponibles, y eso es un sufrimiento en según qué casos y para según qué lectores. Uno se puede tirar años (y no exagero) buscando un libro determinado, por la web, por librerías de segunda mano, por bibliotecas, como un Indiana Jones gafapasta y triste. Son esos lectores que te preguntan alicaídos por un libro determinado, sabiendo que les vas a decir que no, pero que aún así, cuando te oyen decir que no, se entristecen aún más. Cuando el triste es el propio librero la cosa de complica, como el dealer yonki en busca del gran pico. Yo tardé cinco años en encontrar "Bodas en casa" de Bohumil Hrabal. Me faltó abrazar al librero que lo tenía y prometerle peregrinación anual con un ramo de flores. Y no hablo de coleccionismo, no es que busques una edición en particular, firmada y con unos sugerentes labios carmesí plantados en amoroso beso celuloso en la primera página, no, lo que quieres es ese libro, sea como sea, como si es en una amarillenta edición de bolsillo de Bruguera ilegible, tu lo compras, que es tu necesidad, y lo lees así te dejes los ojos en el  viaje y te cagues mil millones de veces en el traductor, el maquetador y en la madre del  farmaceútico al que le compras aspiniras cada tres por dos (seis). Yo tuve suerte con el libro de Hrabal, la edición además es bonita. "El poder y la furia" de Graham Greene también me costó lo suyo, pero no tuve tanta suerte con el libro en sí. "Etcétera" de Brodsky sigo sin encontarlo, lo tuve una vez en mis manos, pero no tenía ni un céntimo en el bolsillo, le dije al librero que me lo guardara, pero cuando volví al día siguiente el libro no aparecía por ningún lado. Menos mal que él se acordaba de que yo le había dicho que me lo apartase, por eso de no pensar que estaba loco, pero nada, lo perdí, y a veces pienso que fue él el que se lo quedó. ¿Que cómo lo sé? Porque yo también lo he hecho. Con "Mi suicidio" de Henri Roorda. Yo aún trabajaba en Madrid, alguien nos lo reservó, era tan finito que nunca lo había visto en las estanterías de Pasajes, el cliente vio mi cara cuando me lo dio pidiéndome que se lo guardase hasta la semana siguiente, mis ojos brillaron emocionados y rabiosos, él sonrió en señal de victoria, yo pensé "no cantes que has comprado la piel del oso aún que la escopeta la tengo yo". Cuando le vi entrar días después en la librería, me excusé y le dije que un compañero lo había vendido por equivocación unos días antes. Lo sé, soy un cabrón, pero ese libro necesitaba tenerlo, igual que él... Si lo cuento es porque ese libro se reeditó en 2003 y posiblemente ese hombre ya lo haya encontrado. También diré que no lo he vuelto a hacer. Me sentí tan mal que otra vez que me pasó algo similar no pude hacerlo; me culpé por no haber visto ese libro yo antes y dejé que se lo llevaran, como Bogart en Casablanca dejando que Lazslo se llevase a Elsa con él. También es cierto que esa vez el cliente era "clienta" y era preciosa, y a mí me miran según cómo y dejo que me roben hasta el corazón. Y no es exageración citar a Humphey, sé cómo Rick se sintió el resto de su vida, recordando todos los días a Elsa, unas veces lamentándose de su decisión, otras pensando que estará bien, aunque en este caso Elsa se fue sola, sin Lazslo y con el libro que yo quería bajo el brazo. El libro se llamaba "El jardinero de Sarajevo", de Miljenko Jergovic, de Ediciones Deria. Acabo de llamarles pidiéndoselo y me han vuelto a decir que está descatalogado. Es la tercera vez que les llamo. Una vez les pregunté inocente y me dijeron que no les quedaban ejemplares, otra vez les dije que llamaba de una librería y que era para un cliente especial, pero tampoco hubo suerte; hoy les he dicho que era para mí, que soy librero y que necesito leer ese libro, que mirasen a ver si tenían algún ejemplar por ahí, aunque fuese defectuoso, daba igual, pero nada. Una pena. Mi único consuelo, si es que se puede consolar un librero desesperado por tener un libro, es que he encontrado uno de los relatos que  forman "El jardinero de Sarajevo" por internet. Algo es algo. Miljenko Jergovic es uno de esos autores que no pasan por su mejor momento editorial en España; Siruela mantiene dos libros de él en stock, y los otros tres libros suyos que se editaron, "Los Karivan", "Mamá Leone" y "El jardinero de Sarajevo", están descatalogados; sí, tengo los otros dos, pero me falta el jardinero. 

Miljenko Jergovic pensando en los editores españoles
A veces, cuando hablo de esto con amigos, cuando comenzamos a decir esos libros que aún no hemos leído pero que nos morimos de ganas por leer sabiendo que solamente por un golpe de suerte podremos hacerlo, terminamos diciendo que deberíamos hacer una editorial nosotros mismos y editar esas cosas; en el fondo no es tan descabellado, entre unos y otros conocemos gente que podría traducirnos esos libros, conocemos impresores, maquetadores, diseñadores gráficos, distribuidores, fotógrafos... Nos comeríamos una mierda, pero tampoco nos arruinaríamos tanto y podríamos dormir más tranquilos, como si Golum dijese, a la mierda el anillo, tiro de agenda y me hago uno igual para mí. Mientras tanto, yo seguiré buscando, no me queda otra, sé que aún me queda el último recurso, y es que cuando vaya algún día a Croacia, me lo compre en croata, algo es algo, y no será la primera vez que lo haga.

Miljenko Jergovic a punto de tocarse algo para explicar lo que piensa de los editores españoles

Jergovic leyendo "mi" ejemplar de "El jardín de Sarajevo"
Ahora debería hablar de Jergovic, al menos para explicar tanto desvelo, pero no daría con el tono necesario; copiaré lo que viene en la Editorial Siruela (Miljenko Jergovic nació en Sarajevo en 1966 y desde 1993 reside en Zagreb (Croacia). Es periodista y escribe en las revistas y diarios más importantes de su país, así como en Allgemeine Zeitung, Die Zeit o La Repubblica. Sus obras le han hecho merecedor de varios premios, entre los internacionales el Erich-Maria-Remarque, el Grinzane Cavour por Mamá Leone y el Premio Napoli 2005 por su libro Hauzmajstor Sulc; en Croacia obtuvo el premio August Senoe 2002 por Buick Rivera así como el premio de la Asociación de Escritores de Bosnia y Hercegovina) y a decir que cuando uno coge un libro de un escritor que no conoce de nada y lee (cito de memoria, así que no será exacto): "Cuando nací, oí ladrar a un perro. El médico me soltó, salió al pasillo de la planta del hospital y gritó: Me cago en este país donde los niños nacen en perreras...", entonces uno no puede dejar de leer... Y si leéis el relato de más abajo, entenderéis mi necesidad...

http://en.wikipedia.org/wiki/Miljenko_Jergovi%C4%87


El hurto (relato). Extraido de "El jardinero de Sarajevo". Miljenko Jergovic. Ed Deria. Descatalogado.

En nuestro jardín crecía un manzano cuyos frutos se veían más hermosos desde las ventanas de mis vecinos. En vano, Rade y Jela traían a sus hijas fruta del mercado; ninguna manzana en el mundo era tan apetitosa como las nuestras vistas desde sus ventanas. Cuando sus padres se iban a trabajar, las niñas saltaban la valla y tomaban la fruta más madura. Yo las echaba, les arrojaba barro y piedras, defendía mi propiedad; aunque ni aquellas ni las manzanas me gustaban especialmente. Para vengarse, la hermana pequeña le dijo a mi madre que me habían puesto un uno en matemáticas. La jefa se fue corriendo al colegio y se convenció de la exactitud de sus palabras, y durante días me maltrató con ecuaciones de dos incógnitas. Tanta X y tanta Y me hicieron la vida imposible, por lo que decidí pagarles con la misma moneda empleando todos los medios a mi alcance. Busqué un buen escondite y durante todo el día esperé a las ladronzuelas. Naturalmente ellas aparecieron, yo salté desde un matorral, agarré a la más pequeña por el pelo y empecé a arrastrarla hacia nuestra casa con la intención de encerrarla en la despensa, esperar a que volviera mi madre del trabajo y decidiera qué hacer con ella. La niña se resistía aullando furiosamente, tanto que en la mano me quedó un mechón entero de pelo y un trocito de su cuero cabelludo. Me largué corriendo a casa, cerré con llave y al poco tiempo oí a Rade, bajo la ventana, vociferando que me iba a matar. Lo mismo le repitió a mi madre, que le respondió en idéntico tono. Estuvieron horas intercambiando insultos de una ventana a otra. Ella le gritaba que era un gángster de Kalinovik y él le contestaba que era una asquerosa y disoluta divorciada.
Durante los veinte años siguientes nos retiramos el saludo y las hermanas jamás volvieron al lugar del delito. Transcurrían agostos y septiembres y el manzano seguía dando los mismos hermosos frutos. Nosotros crecíamos sin intercambiar una sola mirada y nuestros padres envejecían sin olvidar las injurias. Las chicas se casaron y se fueron a vivir su vida, pero todo seguía igual.
Al empezar la guerra, la policía registró el piso de Rade y Jela y encontró dos rifles de caza y uno automático. La vecindad fue presa del pánico, sólo se hablaba de a quién y cómo quería y podía haber matado Rade. Él ya no salía de su casa. Probablemente, esperaba que por fin vinieran a prenderlo. Jela iba al mercado a buscar ayuda humanitaria y agua, hasta que un día una granada cayó a diez metros de ella y le arrancó el brazo. Sólo entonces, después de tanto tiempo, los vecinos volvieron a ver a Rade. Cien años más viejo de lo que era hacía apenas unos meses, salía de su casa con una cazuelita de sopa y tres limones ajados. Todos los días iba al hospital con la vista clavada en el asfalto, temiendo que su mirada se encontrara con la de otro.
Ese agosto, en plena guerra, las manzanas habían madurado y eran mejores y más hermosas que nunca. Una fruta así no se veía desde los tiempos del edén. Trepé a lo más alto del árbol, desde donde se divisaban con claridad las posiciones de los chetniks en el monte Trebevic. Inclinado sobre el abismo, las recogí con el entusiasmo del tío Gilito cuando se zambulle en el dinero de su caja fuerte. Cuando alcancé la que estaba tan sólo a medio metro de la ventana de Rade, lo vi al fondo de la habitación. Me quedé inmóvil colgando de la rama. Rade retrocedió unos milímetros. No se por qué, pero no quería que se fuera.
-¿Cómo está, tío Rade?
-Ten cuidado, hijo. Está alto y te puedes caer.
-¿Cómo está tía Jela?
-¡Ah! Se aferra a ese poco de vida con el único brazo. Dicen que pronto saldrá del hospital.
Hablamos así durante dos largos minutos. Con una mano me agarraba a la rama y con la otra sujetaba la bolsa de las manzanas. Me invadió un cierto pesar, mayor que todas esas granadas, que todos los rifles, encontrados y no encontrados. Arriba, en la copa del árbol, bajo su ventana, todo lo que sabía de mí mismo y de los demás, de alguna manera, perdía su significado.
-Sabes, hijo, cuando pierdes un brazo, durante mucho tiempo te parece que lo sigues teniendo. Es algo psicológico. Le llevo lo poco que guiso, pero no hay vida en esos alimentos. Observo esas judías, ese aguachirle que quiere ser una sopa, luego la miro y le digo: Jela; y ella nada, pero entonces dice: Rade, y yo nada. Nosotros, hijo, estamos vivos para mirarnos el uno al otro y concluir que no estamos vivos. Y se acabó. Ya ves, contemplo esas manzanas, ¡hay tanta vida en ellas! Esto no les afecta, no saben. Ni siquiera puedo mencionarlas...
Me estiré hacia la ventana y le tendí la bolsa. Me miró sorprendido y empezó a decir que no con la cabeza. Yo sentí un nudo en la garganta y sólo podía mover los labios. Permanecí allí, colgado, medio minuto; si los chetniks me estaban viendo debían de estar bastante confusos. Rade temblaba como un hombre del que realmente no ha quedado nada. Sólo ese temblor de animalito desvalido. Finalmente, tendió la mano y de nuevo no pudo pronunciar una palabra.
Al día siguiente, Rade vino a nuestra puerta y, con mil excusas porque no quería molestarnos, nos dio algo envuelto en papel de periódico. Se fue corriendo, así que no me dio tiempo de preguntarle nada. En el paquete había un tarrito de confitura de manzana.
Jela salió pronto del hospital. Continuaron viviendo encerrados tras su ventana y Rade no salía más que para recoger ayuda humanitaria. Una vez, mientras aguardaba en la cola detrás de mi madre, le susurró al oído: gracias. Ella se volvió y él repitió que en las manzanas había vida.
En los meses siguentes, personas uniformadas vinieron dos veces a buscarlo, se lo llevaron y lo trajeron de vuelta. Los vecinos espiaban por el ojo de la cerradura y, luego, tal vez para acallar su conciencia, recordaban aquellos rifles. Algunos repetían que, a pesar de todo, Rade había querido matar a alguien, y otros guardaban silencio. La sola idea de ese hombre causaba dolor. Lo más sencillo hubiera sido odiarles, pero de alguna manera, resultaba imposible.
No se sabe quién asesinó a Rade y Jela. Se fueron calladamente, convertidos en miedo. Quizá soy un idiota por decir esto, pero recordaré siempre a ese hombre por aquella confitura y porque nunca, ni siquiera por la noche, estiró el brazo para coger una manzana.
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