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martes, 15 de noviembre de 2011

Juliet, desnuda. Nick Hornby


"Porque —más allá de las variantes en sus tramas— las ficciones de Nick Hornby (Londres, 1957) siempre silban una misma aria: la de frágiles machos golpeados por el correr de los años y acariciados por la permanencia de sus pasiones adolescentes." Rodrigo Fresán.

Hace ya bastantes meses, apareció publicado por Anagrama "Juliet, desnuda", del autor inglés Nick Hornby. Lo salvé de la quema de la librería y se vino conmigo a casa junto con otros tantos libros. La acumulación momentanea me bloqueó un poco y fue la lectura de la crítica que hizo Rodrigo Fresán de la novela en Radar, lo que me animó a rescatarlo de la estantería. Una vez acabado, me pregunto muchas cosas. ¿Está bien? Si, pero... ¿Está mal? En absoluto, pero... Hornby es uno de esos referentes en cuanto "cirujano del espejo que algunos somos", y bastante clarificador además; sabe qué resortes tocar, humaniza sentimientos que podrían dar lugar a soporíferas parrafadas con sobrada soltura y escribe novelas muy entretenidas. Lo de cirujano lo he dicho a propósito. Está claro que no es un gran escritor, pero es un buen novelista.Y sobre todo, trata temas que me tocan de cerca (salvo el futbol, sorry). Como dice Fresán; "Las novelas de Nick Hornby (que, también, son novelas con Nick Hornby, ya que giran una y otra vez alrededor del universo de un autor que ya es casi protagonista subliminal de sus ficciones) tienen algo en común. Unas y otras se disfrutan como placeres más o menos culposos, como entretenimientos menos o más inocentes, como productos bien hechos y eficientes que, desde el principio, asumen el desafío y cumplen la promesa de hacer pasar un buen rato con historias agridulces que, además, ennoblecen un poco a la siempre bastarda condición del best seller". 

Comenzar Juliet, desnuda, y ver cómo en las primeras cien páginas Hornby disecciona brutalmente la vida de un fanático rockero, pasando por la parodia (cómo va a visitar el cutre aseo del cutre bar donde su músico preferido tocó por última vez, intentando saber -o simplemente estar allí- qué pasó), hasta el patetismo (cómo discuten en un foro exclusivamente dedicado a ese músico y cómo hace girar su día a día por lo que ahí se dice), uf, amigo, eso hace pupa, pero como también sueltas alguna que otra sonrisa, pues como que intentas pensar que eso que lees es una especie de espejo deforme, combado a propósito... pero igual no... ¿De qué va, entonces, Juliet, desnuda? Fresán lo explica: "Así, el castigado Peter Pan de turno en Juliet, desnuda es Duncan, residente en un deprimente pueblo costero del norte de Inglaterra, adicto a Internet, novio casi inercial por quince años de la sufrida Annie, pero en realidad respondiendo a una única pasión que ventila día a día desde su blog: el saberlo y poseerlo todo sobre el legendario songwriter Tucker Crowe. Responsable de un álbum antológico —Juliet, de 1986, especie de Blood on the Tracks dylaniano, canciones de amor/ desamor desesperadas por obra y desgracia de la fatal modelo Julie Beatty— Crowe ha desaparecido en acción, nadie sabe dónde está, muchos lo buscan y algunos registran imposibles avistamientos en la red. Lo cierto es que Crowe vegeta hace años en una granja de Pensylvania y, de pronto, autoriza el relanzamiento de su clásico de culto en su versión “desnuda” —incluyendo sus demos acústicos— como Juliet, desnuda. Sus fans —Duncan incluido— experimentan entonces ese ambiguo éxtasis que se siente ante el fin de una era que ayudaron a fundar desde sus computadoras. Y todos son felizmente infelices o infelizmente felices hasta que algo imprevisible ocurre."
Se puede decir que, hasta ahí, sería la primera parte, quizá la más disfrutable para el melómano lector, plagado de referentes comunes, ideas sobre el rock y el momento actual (sobre cómo se escucha, lanzando dardos a los fetichistas del vinilo, él, que escribió un libro sobre una tienda de discos...), sobre el arte de escribir canciones, pero no sobre el compositor, sino sobre cómo esa canción influye en alguien cualquiera cuya vida gira, y si no gira sólo sobre eso, sí está repleta, de música. yo me imaginaba una especie de Ryan Adams si Ryan Adams hubiese desaparecido después de Heartbreaker si hubiese grabado Heartbreaker después de Gold... Y entre medias las relaciones, sociales y sentimentales, desde un punto de vista casi de entomólogo: "Escuchó el álbum entero otras dos veces sentado en el banco, y luego echó a andar hacia casa oyéndolo por tercera vez. Una precisión sobre el gran arte: te hace amar más a la gente, perdonarle sus pequeñas transgresiones" (pág 47). En este caso, Duncan comparte su vida con alguien que entiende su pasión, porque Juliet, desnuda, va de eso, al menos al principio, de pasión sobre la música; pasión que tiene su contrapunto en una relación rutinaria, tal vez demasiado rutinaria, triste incluso y, sobre todo, llena de un patetismo constumbrista que parece estar siempre a punto de verse quebrado pero, cuando lo piensas, han pasado años.

Quince años después, sigues pensando lo mismo...
Sin embargo, la salida de ese disco de alguna manera provocará el distanciamiento definitivo de Duncan y Annie... y (Fresán again) "Tucker entabla contacto vía email con Annie luego de que ésta suba a la red una tan intensa como desapasionada crítica de Juliet, desnuda. Y se hace realidad la fantasía más inconfesable de todo fan: el que tu héroe se enamore de tu chica y salga de su retiro para reclamarla. Lo que sigue es el típico, pero no por eso menos regocijante, minué marca de la casa. Otra comedia de (malas) costumbres con reverencias, desencuentros, risas y lágrimas entre los anónimos enchufados y la celebridad unplugged hasta alcanzar la inesperada certeza que, para sus perseguidores, un hombre de cerca es tanto menos interesante que un mito de lejos." Y es en esa parte cuando entra lo que quizá hace que la travesía sea complicada; me refiero al tema de la paternidad/maternidad y la resolución del conflicto de qué hacer con tu vida cuando, oh, estás más cerca de los cuarenta que de los treinta pero sigues aplazando cosas porque te comportas como si aún no hubieras llegado a los veinticinco y crees que eso que aplazas es de gente que transita por vías muertas cuando realmente nada de todo eso que crees sea cierto. Y Hornby, aunque hace lo que mejor sabe hacer, convertir su pluma en un bisturí, en esta novela tal vez hace que lo que quede de novela sea un tanto arduo y tedioso (salvo que seas de los que tienes tiempo de sobra y eres capaz de leerte 350 páginas en una tarde, lo cual es una ventaja). Nick, como es listo, y mucho, quiere que tu, que sigues comprando discos (aunque sea en amazon) y libros, y que amas el cine clásico, y que tienes una novia que te tolera tus manías musicales, y que ya cumpliste los treinta hace algo, sigas leyendo sin tener la sensación de estar leyendo un best seller ramplón y hueco estilo Britget Jones, poniendo las cosas a funcionar de manera peculiar. El rockero tiene hijos, muchos, pero ni los conoce ni sabe si quiere conocerlos (salvo al último, al pequeño Jackson, el niño que le tiene anclado y centrado en su retiro por muy mal que Crowe gestione lo que es el día); y Annie no los tiene pero querría tenerlos (y también está Duncan que, posiblemente, ni sepa si los quiere tener o no). Y todo se enrolla y lees y piensas que mejor que Hugh Grant que repita papel John Cusak y hay partes que parecen forzadas y poco creíbles (que igual funcionan de puta madre en película, pero aquí no lo acabas de ver) y todo rodeado de mediocridad, de la que duele, pero mediocridad especial, de la que parece exclusiva pero que no lo es tanto, y ves que queda genial la incursión de mails en el texto, con su estilo aparentemente poco literario, y entradas de la wikipedia, y nombres de discos, y estilos que identificas como el northern soul y el americana, y todo ese peterpanismo al que todos se abrazan como tabla de salvación, aunque la verdadera tabla de salvación sea un niño llamado Jackson, hijo de un ex-estrella del rock que no sabe que su padre fue tal cosa, pero un padre sólo es un padre porque alguien le llama así mientras el juego de espejos entra en escena... Si tuviera que resumir este libro en una frase, diría que es un libro sobre la paternidad (la de verdad, no la moñas), sobre el amor a la música (la de verdad, no la dirigida por moñas) y sobre amar a otra persona cuando nunca se ha sabido amar (amar de verdad, no hacer el moñas)... No es una mala idea para un libro, no, y Juliet, desnuda no da en el centro de la diana pero está cerca... Tal vez (y aquí difiero de Fresán, y que el pope me perdone) no sea esta la mejor novela de Hornby, sobre todo porque no logra remontar un comienzo brutal, pero también es la más dura, la que más pone de manifiesto la absurda vacuidad del paso del tiempo cuando no se sabe cómo incorporar ese devenir a un modo de vida (un ocio que para muchos es una parte importante de sus vidas) que lleva muy mal la incipiente calvicie, las canas, la arrugas, y la cima sexual en evidente decadencia, amén de que cada vez es más difícil rodearse físicamente de gente afín en gustos y valores. Hornby se pregunta ¿internet es realmente una solución o una herramienta para alargar un poco más ese reino de nunca jamás?

He citado varias veces a Rodrigo Fresán (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4064-2010-11-21.html), pero la crítica que me ha gustado de verdad es la de Kiko Amat (http://www.kikoamat.com/web/2011/02/libro-del-mes-enero-2011-nick-hornby-juliet-desnuda/)


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