Queridos parientes todos; aquì vuestro tìo-abuelo de nuevo.
Tras un ligero golpe de duda (cual golpe de mar mevilliano o mirada aviesa del capitàn Kurtz vìa Marlon Brando) ayer no me atrevì a escribiros pero hoy me he dicho, que cogno, para una vez que estoy por estos lares, sacarè un ratillo...
Para los morbosos (que los hay, como en todas las buenas familias) deciros que Gaêl y yo el otro dìa no acabamos borrachos, si acaso un poco chispas (como la colonia) pero yo no le vi el lado malo pues el muy cabròn (del Gaêl) cogiò su guitarra y se lanzò a tocar unos blues con gran atino (yo le pedì unas seguidillas pero no pareciò entenderme) y sobre todo con gran sorpresa para este torpe corresponsal pues sabe tocar lo suyo, es màs, toca de putìsima madre, asì que no serè yo quien le ponga pegas a una balada estilo Reinhardt o al "See Here" de los maravillosos Taste del bueno de Rory Gallagher (que los dioses le tengan como merece) que el ìnclito del Gaêl se marcò no sòlo con gran atino sino que, por gnogno que parezca, sonò màgico, mientras uno (yo) se sujetaba la manibula y los ojos se le ponìan brillosos de la emociòn, como a la Candy Candy (para mì que la muchacha no era demasiado emotiva sino un poco tendente a a tener multiorgàsmos espontáneos, dicho sea de paso).
Por la matineè salì a pasear yo solo, pero una llamada de Gaêl requirièndome para comer (a las 12:30 por dios, ¿què horario es ese?) me hizo volver (mapa en mano) a la mesòn tan bonita donde viven y me alojan. Despuès recogimos a Cristina en su curre y fuimos a comer a un coreano (je, vas a parìs a comer a un coreano, lo sè... pero despuès del aprecio que le he cogido a Gaèl no le iba a decir nada). Apuntad, un coreano al lado de los canales que salen en Amelie (no hay muchos, asì que no hay pèrdida), buenìsimo. Màs tarde comprobè la virtudes de tanta especie exòtica en la comida pues tuve un agradable infiernillo bullèndome por dentro toda la tarde -no, no eran gases ni la llamada de la fe- el cual me mantuvo calentito toda la tarde.
Aquì tengo que hacer un breve inciso para relataros mi enèsima rotura de cuore (y van...): Todo ocurriò bajo la cortante y gèlida brisilla parisina (avant la letre) de enero, cuando despuès de comer nos encontramos con una compagnera de trabajo de Cristina que, evidentemente, tambièn volvìa al trabajo (adonde nos dirigìamos a dejarla sana y salva); la susodicha le dijo a Cristina que le llevaba su libro favorito, ese que le habìa prometido dejarle, y que despuès de mucho perdìrselo Cristina, por fìn se lo llevaba. A mì me sonriò, que es lo que hacen las francesas educadas cuando conocen a un humanoide con cara de bobo y con coloretes tras comer una comida abundantemente condimentada y me sonriò, con lo cual ya se otorgaba ventaja sobre mì; yo, ingenuo, tambièn sonreì, sin saber aùn que la muy traidora lo que le llevaba era el libro de Hrabal, "Una soledad demasiado ruidosa", de mi querido Bohumil Hrabal... Los que me conocen ya sabràn el resto, y los que no pues deciros que es muy facil, atribuì mi acaloramiento repentino (màs aùn, no debì pedir bulgogi) a la comida coreana, me caguè en la mismìsima madre del arquitecto de la torre de Babel por no poder articular palabra (como que hubiese podido articular algo ante semejante bellezòn bretòn... ya...), no sin antes basfemar largamente acordàndome de los preciosos genes de la merè de la susodicha, y me despedì de ella como el buen caballero que a veces soy sin atreverme,eso sì, a mirarla a los ojos; pero ya sabeis que cuando un sentido falla, siempre hay otro que lo suple, lo cual fue el ùltimo clavo de mi ataud, pues al darle los dos besos de rigor pude apreciar un profundo y agradable perfume que presiento que cada vez que vuelva a abrir un libro de Hrabal volverè a sentir en mi delicada pituitaria como si fuese ayer y estuviese en un canal en Parìs recièn almorzado junto a una parisien guapa a rabiar que para colmo lleva bajo el brazo uno de mis libros preferidos (y ahora ve y rìete tu de la madalena del Proust, chulo).
¿Que què hice despuès? Y yo que sè, ¿importa acaso?
Ah, oui, sì, sì, sì... paseando camino del museo Picasso, ya solo y abandonado (mis hospitalarios amigos se habìan ido a trabajar) me crucè con... Patti Smith!!! Cogno..., sì, eso dije yo, cogno, no puede ser, pero sì que era, lo juro por los churumbeles que tal vez tenga (¿hablaràn francès y se reiràn del estùpido de su padre cuando su madre les cuente la sonrisa de idiota que tenìa en una calle de Parìs que, por mucho que èl insista, ni sonaban violines ni su cara de estùpido respondìa a lo que le estaba repitiendo una sabrosa comida coreana? -curioso que el amor de sopetòn y repentino se parezca tanto al bullir estomacal tras una comida coreana-). Yo miraba y miraba a la que creìa que era Patty, esperando el semaforo en verde (y ella en frente, claro) y cuando me lanzò una mueca picarona me dije, date, sì que es ella (tambièn puede ser que no fuera ella y que hubiera ligao, pero pa mì que no). Fijo que era ella, ala, la Patti en Paris; corretando como yo en plan turista, lo que es la vida, y la mitomanía...
A eso de las 5 comenzò a nevar pero lejos de amilanarme por los caràmbanos que sentìa formarse en los pelillos de mis piernas, me calzè el discman, puse "A Love Supreme" de Coltrane a toda pastilla (a toda lengüeta tal vez) y apretè el paso dispuesto a comerme el mundo (comenzando por Parìs, que por eso estaba ya allì) pero lo que me comì fue un bordillo en el cruce de rue de Lobau con rue de Rivolì (en tò el centro, vamos) y a trompicones parè el tràfico, obligando a algunos coches a tocar el clàxon, que es algo que no suelen hacer los franceses, y un motorista se cagò en mi madre, o bien me mandò a la mierda, no sè bien (es que confundo merè con merdè, por eso yo he optado por decir sòlo mercì, el resto en inglès de vallekas, que he descubierto que es el que hablan aquì tambièn). Avergonzado, y sano y salvo, me santigüe varias veces y me resguardè del chaparròn y optè por volver a hacer la tècnica del sueco (socorrida como pocas). Despuès tomè tè au lait en un sitio precioso y encontrè una tienda de discos (Crocojazz) que era todo un digno lugar con 4 gabachos maduritos que bebìan cerveza y fumaban mientras el dependiente (el gabacho màs ruidoso) ponìa un blues tras otro. Los cuatro vinilos y el CD que me comprè por 25 euros no tienen precio y uno de los gabachos (el duegno, deduje) me preguntò que de dònde era yo, y comenzamos a hablar (inglès arapajoe de vallekas, claro) y una cosa llevò a otra y... total, que me ha hecho prometerle que cuando vuelva a espagna le voy a enviar los cd`s de Los reyes del KO y los 3000 hombres (a cambio, me regalò un vinilo de Clifford Brown -lo tenìa a dos euros tampoco os penseis que el tìo se luciò, sobre todo porque se dio cuenta de que estuve largo rato mirando el Underground de Thelonius Monk que costaba 30 € y no dijo ni mù de rebajàrmelo).
Al llegar a casa Gaêl me esperaba con un chatò del 98 y los Who... Què tìo, oye, màs salao...
Ya no os quiero aburrir màs; ruego, queridos parientes, me dispenseis y disculpeis ya que, como no ejercito durante el dìa el sano ejercicio de compartir ni contar lo que hago (tipo el chiste de la isla desierta del naùfrago y la Schiffer), pues abuso de vuestra hospitalidad en cuanto me dan un ordenador con conexiòn a internet. Àla, me voy a zascandilear por ahì, que en desde que he llegado, apenas he visto a Cristina (màldito trabajo) y me quiere sacar a cenar por ahì. Vuestro tio-abuelo no os olvida. Alors. Arrevoire
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