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viernes, 5 de marzo de 2010

Rock'n'Roll de Tom Stoppard en el Matadero

Iba predispuesto a que me gustara. A veces me pasa, tengo tantas ganas de ver algo que quiero que me guste, necesito que me guste... Y al final me gusta, pero no siempre es así. "Rock'n'Roll" de Tom Stoppard, puesta en escena por el Teatre Lliure, necesitaba que me gustara. Lo necesitaba de verdad, necesitaba sentirme espoleado y revuelto por algo así... ¿Veredicto? Doctor Jeckyll dice que es una jodida maravilla. Un texto de los que hacen afición o cambian la vida, o te reconcilian con ella, que es lo mismo. Mr Hyde ya no piensa igual. Dejaré que hable él primero entonces.
Mr Hyde habla desde la subjetividad más absoluta, así que le dejo ladrar un poco y luego el Doctor Jeckyll se correrá de gusto a gusto...
La escenografía no es que sea fea (que lo es), es que no funciona, es fallida y estorba. Ingeniosa, pero mal desarrollada. Es fría y crea una distancia infranqueable entre los actores y el público. Además, hay un monstruo en escena que se come a los demás. El monstruo se llama Lluís Marco y la obra se sustenta sobre él, y no sólo la mantiene en pié sino que la eleva a lo que el texto merece. Ana Otero está maravillosa, y el resto... bien. Max (Lluis Marco) y Eleanor (Ana Otero) se comen al resto de los actores cuando salen juntos, pero afortunadamente hacen que brillen los demás cuando comparten escenas con ellos; cuando no están ellos dos, están bien, tienen su momento pero... Creo que es un problema de dirección, de dirección de actores, pues es el director el que tiene que tirar y exigir (vale, y también de la jodida escenografía), pero ahí siempre toco callo, así que tampoco me voy a poner en plan tocahuevos. La primera parte está bien, más cerebral que teatral, más intelectual que sentimental (de sentimiento, no de sensiblero), pero la segunda ya es otra cosa. Ahí la obra vuela, y es ya el doctor Jeckyll quien habla.
Por eso quiero pensar que la elección de la canción "Jealous guy" y no de "Imagine" en la escena del muro de John Lennon en Praga responde a un sublime acto poético de dirección y no a solución B para no tirar de obviedades... (esa escena con Lennon cantando "I was dreaming of the pass" y hablando de que no quería herir a su amada, que sólo es un chico celoso, con Jan y el periodista inglés hablando de disidencia, me puso los pelos de punta)...

"Rock'n'Roll" hay que verla, remover lo que sea para poder asistir a alguna representación, da igual que tengas que cerrar tu negocio y hacerte 350 kms de ida y vuelta para verla un día de semana, merece la pena. Rock'n'Roll transcurre en Checoslovaquia e Inglaterra entre el final de la Primavera de Praga y la caída del muro de Berlín. Stoppard nos habla de la peligrosidad de aferrarse a un mito o una ideología como única causa vital.
. Dicen que va de eso, pero es más. Habla de sueños, privados y colectivos, maravillosos e irrenunciables. El texto va directo a tu zona gris, a tu cerebro marchito, y si no estás dispuesto a ejercitarlo, no vayas. Eso es teatro también. Si la obra transmitiese desde la sangre en más momentos específicos de los que lo hace, si este montaje fuese, además de a tu cerebro, directo a tu pecho, yo hablaría de algo maravilloso, de teatro con mayúsculas, pero eso es pedir demasiado, y tal vez es quejarse por quejarse, porque aún así merece la pena; qué digo aún así, es que merece la pena sí o sí. Esta obra es como un concierto de Pink Floyd, pegas las que quieras, sobre todo si eres un talibán del grupo, pero, coño, hay que verlos, en un día malo le dan cien mil patadas a cualquiera. El nivel de exigencia que lo marque cada uno donde quiera, pero la obra es incontestable.
Va sobre Praga, sobre el verano del 68, sobre la historia del comunismo, sobre ideologías, sobre Sid Barret, sobre Safo, sobre el matrimonio, sobre el materialismo, sobre la poesía, sobre el rock, sobre discos, sobre los conciertos de rock, sobre la policia secreta, sobre la libertad. El texto es sencillamente fascinante. Stoppard es un puto genio en ese sentido. No es sobre lo que escribes, es cómo lo escribes, cómo escarbas y cómo sacas oro del lodo, cómo insinuas, cómo expones, cómo ofreces a los actores algo que va un poquito más allá de la mera declamación (aquí con resultados desiguales, pero cuando brillan, lo hacen de verdad).
Un viejo profesor comunista de Cambridge, Max Morrow, discute con un ex alumno suyo, Jan, que ha vuelto a Praga desde Inglaterra, sobre el sentido del comunismo, sobre su fracaso. Jan a su vez discute con su amigo Ferdinand sobre la mejor forma de derribar el axfisiante sistema (maravillosa la escena en la que Jan dice que el verdadero problema no son los disidentes, sino los que pasan, los descreidos, del mismo modo que a la inquisición le encantaban los herejes, y que lo que le asustaba a ésta de verdad no son los herejes, sino los paganos). Jan, que no firma manifiestos a favor de los encarcelados políticos, disfraza su miedo de desconfianza en la oposición oficial y dice que el propio sistema caerá ante la evolución de la sociedad; confía en el rock, en el pelo largo. La acción de Ferdinand y los suyos alcanzará el punto culminante en la Carta del 77, consecuencia de la detención del grupo rockero checo, The Plastic People of the Universe, por quien Jan se siente representado. El régimen encarcelará a unos y otros y su caída será fruto de todo eso y de mucho más, nunca hay una sola razón.

El segundo acto es maravilloso. "Toda una vida entregada a una equivocación" es la conclusión simplona, torpe y autoindulgente que alguno puede sacar, pero eso es lo más cínico y burdo que uno puede hacer porque también habla del engaño de un capitalismo en versión consumista. Max (y cito de memoria): "Decir eurocomunismo es como si yo me declaro eurovegetariano y pido para comer un filete de ternera...."
UNo piensa, si lo más subersivo dentro del comunismo es, según Jan, ignorarlo -estuve acordándome de Hrabal toda la obra-, ¿entonces lo es para el capitalismo repensar de esta manera el comunismo? No lo sé, yo sólo sé una cosa, que no me la perdería. La obra está en las naves de Matadero, en Madrid, hasta el 14 de marzo.



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